Explotadora de
Explosiones...
Es una sociedad
secreta porque no podemos publicar su existencia, pero sin que obligue a los
socios juramento alguno, y tan sólo el compromiso de guardar sigilo. Es
cooperativa porque todos contribuimos a su sostenimiento y dirección, y
limitada de recursos pecuniarios como todas nuestras obras.
-¿Por qué se llama
Explotadora de Explosiones? -preguntó la Borrega.
-Ahora verán
-respondió Pichón-: la idea me vino en clase de Química de Matasiete, quien nos
demostró la forma de producir un detonante. En una pequeña capsulita se pone
clorato, se comprime con los dedos, se empapa en sulfuro de carbono, y se pone
sobre esto un trocito de fósforo blanco, se deja en reposo y al poco tiempo
estalla con gran estrépito, pero sin producir daño alguno.
-¿Y cuál es el
plan? -volvió a preguntar la Borrega.
-Pues verás
-prosiguió Pichóno La Compañía de Compañeros Explotadores de Explosiones saboteará
con estas cápsulas detonantes actos vergonzosos como las llamadas polémicas del
Teatro Iris, las festividades organizadas por el gobierno y sobre todo las
famosas representaciones culturales de propaganda atea, a las cuales obligan a
asistir a los sufridos empleados públicos. Con elementos de la
disuelta sociedad Pro Erosión formamos la mesa directiva, de la cual yo soy la
cubierta; el cajón, encargado de proveemos de materias primas, donativos, etc.,
es Pancho, y como patas de la misma fueron electos el Chivo, la Rata, el Gato y
el Profe. Como por ser limitada nuestra sociedad no tiene lo suficiente para
adquirir las materias primas necesarias, estamos planeando la forma de
agenciárnoslas y ahora mismo voy a ver cómo consigo el fósforo con Matasiete. La Borrega se le
unió y juntos se fueron a la escuela en busca de don Anselmo, un mártir de la
enseñanza, debido a su excesiva miopía y bondad de carácter.
-Buenos días, sabio
maestro -le dijo Pichón.
-¡Tú por aquí en
día de asueto! ¿ eh? -respondió .Matasiete ¡vaya!¡vaya!
-Qué quiere,
maestro... Supersticiones. Soñé que usted me reprobaba y me dije al despertar:
"Rafael, tú necesitas fósforo, ve y pídeselo a Don Anselmo", y aquí
me tiene usted.
-¡Bien, muchacho!
-exclamó el buen viejo-o Dios se valió de ese sueño para decidirte ¿eh? Yo te
daré ese fósforo como tú dices, pero es necesario que estés dispuesto a
recibirlo.
-Ya lo creo que
estoy dispuesto, maestro, si a eso vengo y también quiero suplicarle nos dé un
repaso, porque en verdad no he entendido bien.
-"Lo que pasa
es que no has atendido; pero para tu tranquilidad te diré que el año próximo
pienso dar un repaso general a la materia, así que ya verás si ahora te aplicas
o te quedas al repaso.
-Pues soy capaz de
ocultar mis conocimientos a la hora de examen para estar un año más con usted.
-Vaya, vaya, que tú
debías ser licenciado. Ven por acá, trataré de desasnarte.
Don Anselmo subió
al estrado y comenzó a preparar probetas y substancias para el ensayo que
pensaba realizar, dando las explicaciones del caso al Pichón, quien atentamente
lo observaba.
En una probeta
colocó el profesor la substancia por probar, y cuando más entretenido estaba
preparando los reactivos, la tomó el Pichón en sus manos y dejó caer en su
interior algo que le venía molestando en la garganta. Después volvió a
colocarla en su sitio. De allí la tomó el
maestro, quien sin advertir el agregado vertió el reactivo, agitó la probeta
por breves momentos y observó detenidamente el resultado. Su primera reacción
fue de duda: no podía creer lo que veía. Limpió los gruesos
cristales de sus anteojos y tornó a examinar el contenido de la probeta. Entonces
su asombro fue indescriptible, y hablando consigo mismo decía: "un
precipitado gelatinoso... un precipitado gelatinoso, ¿eh?" Por fin, sin salir
de su admiración exclamó: - Bueno, muchacho, te dejo. Tengo mucho que hacer. Y
se retiró al fondo del salón, donde guardaba sus libros, tomó un grueso volumen
y comenzó a buscar la explicación del extraño fenómeno que acababa de operarse. La Borrega se
retiró violentamente del salón, pues a punto estuvo de estallar en estrepitosas
carcajadas. Para entonces ya había hecho provisión de fósforo blanco. Aquel mismo día
hicieron acopio de tapas de metal de las que cubren los tubos de aspirinas,
compraron las otras substancias, y por la noche ultimaron los preparativos para
la prueba.
En casa del Gato se
reunieron los socios de la flamante sociedad y después de preparar cuidadosamente
las cápsulas detonantes, salieron a la calle a colocarlas cerca de un policía
técnico y regresaron a ocupar los balcones de la casa para gozar del espectáculo
que la ciencia de Mata siete les proporcionaba. Momentos después se
escuchó una fuerte detonación seguida de otras más. El gendarme corrió a
parapetarse en un zaguán, pistola en mano, y con el silbato pedía auxilio con
ansiedad que movía a compasión. Poco tiempo después una multitud de curiosos
rodeaba al policía. Los autores del escándalo continuaron en los balcones,
donde sufrieron largo interrogatorio por parte de agentes investigadores que
mandaron exprofeso, pues encontrándose próxima al lugar de las detonaciones la
iglesia de San Rafael, donde días antes se había trabado un verdadero combate
entre vecinos y policías, el escándalo resultó mayúsculo y fue necesaria la
intervención de un piquete de la montada para disolver los grupos que se
formaron. El suceso fue
comentado aquella noche en el Grupo por sus autores con la gracia de sus
conversaciones expresivas. El éxito de su debut los llenó de regocijo y aumentó
considerablemente sus filas.Había logrado
Pichón lo que quería: ser jefe de un grupo de acción directa.
-Al acto brutal
sólo con la fuerza se puede responder -decía él-. Esto no es sino el principio
de una acción enérgica que habrá de venir cuando todos se hayan convencido de
la inutilidad de contestar los golpes de fusil con palabras en papel.
Después se prepararon
para interrumpir una representación anticlerical anunciada en el Teatro
Nacional y a la cual obligaron a asistir a empleados de una determinada
secretaría de Estado. La .entrada era
gratuita y no tuvieron dificultad para llegar a la sala. El personal de la
puerta se limitó a indicarles dónde debían de pasar lista de presentes,
creyéndolos servidores públicos. Una vez dentro
distribuyeron sus inofensivas pero ruidosas cápsulas. La Rata preparaba la suya
cuando se dio cuenta de que en la oscuridad de la sala resplandecían sus manos
por el fósforo que había en ellas; sacó el pañuelo y se limpió cuidadosamente,
pero el fósforo se inflamó al evaporarse el sulfato de carbono y se incendió el
pañuelo, lo que atrajo hacia él las miradas de los que se encontraban a su
alrededor. Dejó su cápsula apresuradamente y salió del teatro a reunirse con
sus compañeros.
Instantes después
se oyeron varias detonaciones y en seguida el público empezó a salir
despavorido. La función se interrumpió y la policía aprehendió a muchos de los
que se encontraban en las localidades altas, sobre los lugares donde las
detonaciones fueron escuchadas, asegurando haber visto cómo arrojaban los explosivos. Enterados los jefes
del movimiento de resistencia de las actividades de este grupo de acción directa,
lo aprovecharon confiándole comisiones de extrema importancia, especialmente
encaminadas a contrarrestar golpes inminentes de la policía, cuyos planes eran
frecuentemente conocidos a través de un bien organizado servicio de contraespionaje,
establecido en las mismas prisiones donde numerosos detenidos tenían contacto
con policías que no estaban de acuerdo con la persecución a los católicos. Así se supo que un
grupo antirreligioso exaltado planeó un asalto a la Basílica de Guadalupe,
centro religioso del pueblo mexicano. Se ordenó a los agentes policíacos dar
garantías a los que pretendían cometer el atraco y aprehender a los católicos
que en cualquier forma ofrecieran resistencia a la acción del grupo, y que los
hicieran responsables de los desórdenes que ocurrieran. Avisados los del
Daniel O'Connell y en particular la Componía de compañeros, nos fuimos a los
mercados de las barriadas populares de la Ciudad de México. Raúl, Pichón y yo
fuimos destacados al mercado de Santa Julia, formado por barracas y puestos
situados en las banquetas a lo largo de varias calles. En uno de sus extremos
iniciamos nuestra labor de reclutamiento, subidos sobre los mismos puestos.
-Pueblo de
México! -gritó Raúl con toda la fuerza de su potente voz-, nuestra Madre Santísima
de Guadalupe está en peligro. Calles ha ordenado su destrucción y su mafia
pretende cometer en nombre del pueblo mexicano un crimen del que nos
avergonzaríamos siempre. El tiempo apremia; demostrémosle que somos sus hijos, e
hijos agradecidos por tanto favor como nos dispensa.' Vamos a la Villa a cubrir
con nuestros pechos el templo que ella nos pidió.
-¡Mexicanos, viva
la Virgen de Guadalupe!
-¡Viva! -respondió
la multitud.
-¡Viva Cristo Rey!
-grité entusiasmado.
-¡Viva! -corearon
cien voces.
-¡A la Villa, a la
Villita! -gritaron todos, y poniéndonos
a la cabeza del
grupo fuimos recorriendo las demás calles del mercado hasta su otro extremo. El
pueblo repetía la invitación a los que no habían escuchado las palabras de Raúl
y por sus nombres se llamaban unos a otros.
-A la Villa, a la
Villita! i Viva la Virgen de Guadalupe!
Por dondequiera
surgieron hombres y mujeres con garrotes, estacas y cuchillos. El grupo
comenzaba a volverse incontrolable; sólo su idea fija de ir a la Villa de
Guadalupe lo salvó de cometer actos de represalia contra los guardianes
públicos o atacar objetivos reconocidos por ellos como centros de actividades
gubernamentales. Apiñados en cuanto
vehículo nos fue dable conseguir partimos para la Villa, donde al llegar
encontramos a los habitantes del lugar congregados alrededor de la Basílica. Continuamente
llegaban nuevos contingentes de todas partes de la ciudad. Cuando hicieron
acto de presencia los que iban a celebrar el mitin que había de culminar con el
ataque a la Basílica, la multitud era imponente. Al ver aquellos miles de
fieles en actitud agresiva, desistieron de su intento y sin bajarse de los
camiones oficiales de Limpia y Transportes que los llevaban, se limitaron a
injuriar al pueblo .allí reunido, el que contestó con epítetos igualmente
altisonantes, y terminó el duelo por ambas partes en descomunal rechifla,
mientras los transportes gobiernistas se retiraban con sus comparsas. Al verlos partir la
gente se entusiasmó y un grupo inició el himno nacional que pronto fue careado
por todos los presentes. Hasta muy lejos se
escuchaba el vibrante coro: Mexicanos, al grito
de guerra el acero aprestad y
el bridón y retiemble en su
antros la tierra al sonoro rugir del cañón. Siguieron las estrofas
del Himno de la Libertad, cantadas con la música del mismo Himno Nacional
Mexicano:
¡Madre, Madre! tus
hijos te juran
Defender con valor
y denuedo
El tesoro divino
que el cielo
Generoso en tu
imagen nos dio.
Aunque luche el
infierno y sus huestes
Por destruir
nuestros sacros altares,
No podrán, con que
tú nos ampares,
Arrancar de nuestra
alma a Jesús.
El pueblo
permaneció en vela durante aquella noche y se organizaron guardias permanentes
en previsión de un posible ataque de los callistas. En otra ocasión
nuestro servicio de contraespionaje informó que la Inspección de Policía estaba
en condiciones de asestar tremendo golpe a las imprentas donde se hacía la
propaganda de la Liga Defensora de la Libertad, lo cual se confirmó
rápidamente, pues en unas cuantas horas los agentes de las Comisiones de Seguridad
clausuraron numerosas imprentas comerciales, acusadas de hacer trabajos
considerados sediciosos. Al grupo de Pichón
le pidieron con urgencia pusiera a todos sus miembros en actividad para salvar
la costosa presa donde se hacía el periódico Desde mi Sótano. Corriendo un
riesgo inminente, pues se tenía la seguridad de que la policía llegaría de un
momento a otro, los ex-socios del grupo Pro Erosión, desarmaron con increíble
rapidez la moderna' prensa plana, silenciosa y rápida, que era el orgullo y la
esperanza de la oficina de propaganda del movimiento de resistencia. Pieza tras pieza
fue llevada a los coches que se las llevaban y volvían por otras más. Así fue
posible sacar también cajas de tipo, prensas de mano, y en un alarde de valor y
entusiasmo, hasta el papel que tan difícil era conseguir, pues el gobierno
vigilaba estrechamente sus fuentes de abastecimiento.
Días después
reapareció Desde mi Sótano bajo la dirección del Licenciado Verdad, quien en su
primer número elijo: "Al Pueblo Católico. Mexicano: Con motivo de las
inundaciones recientes, las clausuras de imprenta, de los ciclones y ventoleras
y de otros fenómenos meteorológicos, a Sil vio Pellica, nuestro primer director,
se lo ha llevado la trampa. Recojo con gusto la herencia que nos dejó, y de hoy
en adelante, tras de breve interrupción de nuestro periódico, el periódico de
primera necesidad, tendré la honra ele cargar con su peliaguda dirección". El artículo de
fondo revelaba profunda amargura por lo ocurrido. Se titula ¡Judas!,
y dice: Hay un tipo, entre los tipos criminales, el más abominable odioso de
todos. Es la deshonra de la especie humana: Judas Iscariote.
Hay traidores de
todas clases, la beata fingida, aparentemente una señora de la aristocracia,
que se constituye por unos cuantos pesos espía de la Secretaría de Gobernación,
y se hace invitar a las reuniones de católicos, para ir luego con el chisme a
quien le paga. El agente confidencial, que se insinúa en alguna familia, y aun
se finge cura, para delatar un supuesto complot. El amigo de antaño, que come
en la misma mesa, y recibe las atenciones de una caritativa señora y sus buenas
hijas, y por quinientos pesos denuncia, agrandándolas, unas palabras inconsideradas,
dichas en la intimidad de la familia. El General que se dice revolucionario y
enemigo del gobierno, y ostenta bajo su dolman medallas, escapularios y reliquias, y lleva a la
tragedia final a dos jóvenes que se confían de él. El alto prócer de las más
altas de las mas esferas, que ayer era un joven piadoso, educado en colegio
católico por sacerdotes, miembro de la Congregación.
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