PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
SOLEMNIDAD DE ESTE DÍA. — Este
domingo primero de la Santa Cuaresma, es así mismo, uno de los más solemnes del
año. Su privilegio aplicado, por las últimas decisiones romanas, a los demás
domingos de Cuaresma ', pero que durante muchísimo tiempo fue exclusivo de
Pasión y Ramos, consiste en no ceder el puesto a ninguna esta cualquiera, ni la
del Patrono, titular de la iglesia o Predicación de la misma. En los antiguos
calendarios es llamado el primer domingo de Cuaresma: Invocabit, Primera
palabra del introito de la Misa. En la Edad Media se le llamaba: "Domingo
de los Hachones" del uso de llevar hachones en la Misa del día, por
motivos diversos no idénticos ni en tiempo ni en lugar. En algunos lugares, los
jóvenes que se habían propasado en diversiones carnavalescas, debían
presentarse hoy en la Iglesia, con un blandón en las manos para dar pública
satisfacción de sus excesos. Aparece hoy la Cuaresma con todo su solemne atuendo.
Los cuatro días precedentes se añadieron bastante tarde para completar los
cuarenta días de ayuno, y, el miércoles de Ceniza no tienen obligación los
fieles de oír misa. Viendo la Santa Madre Iglesia reunidos a sus hijos les
dirige las palabras del oficio de maitines, sirviéndose del elocuente estilo de
San León Magno. "Carísimos hijos, les dice, debiendo anunciaros el ayuno
sacrosanto y solemne de Cuaresma, ¿por ventura podré empezar más oportunamente
mi plática que usando las palabras del Apóstol a quien Jesucristo habla y
repitiendo lo que acaban de leeros: He aquí el tiempo favorable, he aquí los
días de salvación? Porque, aun cuando no haya tiempo alguno durante
el año, que no sea rico en dones celestiales y en que, por la gracia de Dios,
no hallemos siempre abiertas las puertas de la misericordia divina, debemos,
sin embargo, trabajar en este santo tiempo con mayor celo y excitarnos al
progreso espiritual y animarnos de grande confianza. La Cuaresma en efecto, al
ponernos a la vista el día sacro en que fuimos redimidos, nos invita a
practicar todos los deberes de piedad cristiana a fin de disponernos para la
purificación del cuerpo y alma a celebrar los misterios de la Pasión del Señor.
TIEMPO FAVORABLE. — Tan
gran misterio merecería de parte nuestra, respeto y devoción sin tasa y
debiéramos estar siempre delante de Dios tales cuales quisiéramos el día de
Pascua. Pero esta constancia no es caudal de muchos; la flaqueza de la carne
nos fuerza a mitigar la austeridad del ayuno y los varios quehaceres de esta
vida dividen y reclaman nuestras preocupaciones. Y sucede en consecuencia que
los corazones religiosos están dispuestos a contaminarse en algo con el
polvillo de este mundo. Con aventajado provecho nuestro se ha introducido esta
divina institución que nos da cuarenta días para recobrar las fuerzas de
nuestras almas expiando por la santidad de nuestras obras y el merecimiento de
nuestros ayunos los deslices de todo el año.
CONSEJOS APOSTÓLICOS. —
"Al comenzar queridos hijos, estos misteriosos días santamente establecidos
para purificar nuestras almas y cuerpos, tengamos a gala obedecer la
prescripción del Apóstol, despidiéndonos de todo cuanto pueda enlodar la carne
y el espíritu con el fin de refrenando el ayuno la enemiga existente entre las
dos partes de nuestro ser recobre el alma la dignidad de su imperio, sometida
ella misma a Dios y dejándose guiar por El. A nadie demos ocasión de
querellarse de nosotros; no nos expongamos al justificado vituperio de los que
buscan contrariarnos. Los infieles, pues, tendrían motivo de condenarnos, y
azuzaríamos nosotros mismos, por nuestra culpa, sus impías lenguas contra la
religión, si la pureza de nuestra vida no corre pareja con la santidad, del
ayuno que hemos abrazado. No nos figuremos que la perfección toda de nuestro
ayuno estriba en sola la abstinencia de viandas; porque en balde negaríamos al
cuerpo parte del alimento si, a la vez no alejásemos del alma la maldad."
EL EJEMPLO DE JESUCRISTO TENTADO POR
SATANÁS — Cada
domingo de Cuaresma ofrece como objeto principal una lectura de los
santos Evangelios, destinada a iniciar a los fieles en los sentimientos
que la Iglesia quiere inspirarnos durante el día. Hoy nos da a
meditar la tentación de Cristo en el desierto. No hay asunto
más adecuado para esclarecernos y fortalecernos que ese capital
relato. Somos pecadores, nos reconocemos y deseamos expiar
nuestros pecados. Pero ¿cómo caímos en el mal? Nos tentó el Demonio, y
no rechazamos la tentación. Pronto cedimos a la sugestión del adversario
y se perpetró el mal. Tal es nuestra historia en el pasado y tal sería
en el porvenir si no aprovechamos el ejemplo con que nos brinda hoy
el Redentor. Declarándonos el Apóstol la misericordia del consolador
divino de los hombres, insiste sobre las tentaciones que se dignó
tolerar nuestro Señor Esa muestra de abnegación sin límites no se
nos ha negado y así contemplamos hoy la paciencia adorable del Santo de
los Santos; no tiene recelo ni asco en dejarse se le acerque ese repulsivo
enemigo de todo bien, para enseñarnos como debemos triunfar de él. Satanás
ha vislumbrado con sobresalto la santidad incomparable de Jesús. Las
maravillas de su nacimiento, los pastores convocados por los Ángeles
ante el pesebre, los Magos llegados de Oriente, al señuelo de una
estrella; la protección que ha sustraído al Niño del furor de Herodes;
el testimonio de Juan Bautista dado a favor del nuevo Profeta; todo este
conjunto de hechos contrasta y choca de modo tan extraño con la
humildad, la oscuridad de los treinta primeros años del Nazareno, que despierta los
recelos de la serpiente infernal.
El misterio de la Encarnación se llevó a cabo lejos de sus miradas sacrílegas;
ignora que María es la Virgen anunciada por Isaías como madre del
Emmanuel. Pero se han cumplido los tiempos y la última semana de
Daniel ha iniciado su carrera, el mismo mundo pagano aguarda de la Judea
un libertador y sabe todo esto el demonio. En su perplejidad osa
acercarse a Jesús, esperando poder en el curso de la conversación sacar
de él alguna nueva. ¿Es o no es el Hijo de Dios? Ahí está el
problema. Acaso, acaso, podrá hacerle caer en alguna flaqueza; el hecho
de saber si es un hombre como los demás, le tranquiliza.
PROCEDER DE CRISTO. — El
enemigo de Dios o de los hombres había de quedar burlado de sus esperanzas. Se
allega al Redentor, pero todos sus astutos esfuerzos se truecan en propia
confusión con la sencillez candorosa y la majestad del justo, Jesús rechaza
todas las embestidas de Satanás pero nos da a conocer su origen celestial. Alejase
el Ángel perverso sin haber sacando en limpio de Jesús, que era un Profeta fiel
al Señor. Bien pronto cuando sea testigo de los desprecios, calumnias y
persecuciones que lleven sobre la cabeza del Hijo del Hombre, cuando sus
esfuerzos para perderle parezcan salirle sorprendentemente bien, se cegará más
y más en su orgullo. Cuando Jesús saturado de oprobios y tormentos expire en la
Cruz, sentirá, por fin, que su víctima no es mero hombre, sino Dios, y que
todos los furores que ha conjurado contra el Justo sólo ha servido para
manifestar el último esfuerzo de la misericordia que salva al humano linaje ynla
justicia que para siempre quebranta y desbarata los poderes del Averno. Este es
el plan de la divina Providencia al permitir que el espíritu del mal empañe con
el vano de su inmunda presencia el retiro del Hombre-Dios, le dirija la palabra
y eche en sus sacrílegas manos,
examinaremos, pues las circunstancias de esta triple tentación soportada por
Jesús con el fin de aleccionarnos y esforzarnos.
NUESTROS TRES ENEMIGOS. — Tenemos
tres géneros de enemigos con quienes hemos de pelear y nuestra alma ofrece tres
puntos flacos, porque: "cuanto hay en este mundo es concupiscencia de
la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida'". Por concupiscencia
de la carne, hemos de entender el amor de los sentidos, codiciosos
de los goces de la carne, arrastra el alma, si no se tiene a raya a
deleites ilícitos. La concupiscencia de los ojos significa el amor
de los bienes de este mundo, de sus riquezas, de la fortuna, que brillan
a nuestra vista antes de seducir nuestro corazón. Por fin, el orgullo
de la vida es la confianza en nosotros mismos; nos hace vanos y
presuntuosos, nos hace olvidar que de Dios nos viene la vida y demás dones
que se dignó derramar sobre nosotros. Todos nuestros pecados manan de
una de estas tres fuentes, y las tres tentaciones que nos asaltan
se proponen hacernos aceptar la concupiscencia de la carne o la
concupiscencia de los ojos o el orgullo de la vida. El Salvador modelo
nuestro en todas las cosas, había, pues, de sujetarse a tres pruebas.
LAS TRES TENTACIONES. — Tienta
Satanás a Cristo primeramente en la carne, sugeriéndole el pensamiento de
emplear su poder sobrenatural en remediar el hambre que le acucia. Di que
estas piedras se conviertan en pan: Este consejo da el Demonio al Hijo de
Dios. Quiere ver si el apresuramiento de Jesús a dar satisfacción a su cuerpo
denota por ventura ser un hombre flaco y sujeto a la concupiscencia. Cuando se
dirige a nosotros, tristes herederos de la concupiscencia de Adán, lanza más
atrevidamente adelante sus sugestiones; aspira a contaminar el alma por el
cuerpo, pero la santidad soberana del Verbo no consentía osara Satanás hacer
tal ensayo de su poder tentando al hombre en sus sentidos. Es por tanto una
lección de templanza la que nos da el Hijo de Dios; y sabemos que para nosotros
la templanza es madre de la pureza, y que la intemperancia atiza la rebelión de
los sentidos. La segunda tentación es de orgullo. Echate abajo; los
Angeles te recibirán en sus manos. Quiere saber el enemigo si los favores
del cielo han ocasionado en el alma de Jesús esa hinchazón, esa confianza
ingrata que hace que la criatura se atribuya a sí misma los dones de Dios, olvide
a su bienhechor para dominar en lugar suyo. Queda burlado otra vez y la
humildad del Redentor espanta el orgullo del ángel rebelde. Ensaya entonces el
último esfuerzo. Acaso, se dice, la ambición de la riqueza seduzca al que se
muestra tan templado y humilde. He aquí todos los reinos del mundo en
su esplendor y gloria; puedo entregártelos a condición de que me
adores. Jesús rechaza con desdén esa despreciable oferta y lanza de su
presencia al seductor maldito, príncipe del mundo, enseñándonos con este
ejemplo a desdeñar las riquezas de la tierra, cuando para conservarlas o adquirirlas
sería necesario quebrantar la ley de Dios y honrar a Satanás.
VICTORIA Y EJEMPLO DE CRISTO. — Ahora
bien, ¿cómo el Redentor, nuestro divino adalid, rechaza la tentación? ¿Escucha
los razonamientos de su enemigo? ¿Le deja tiempo para descorrer ante sus ojos
todas las fantasías diabólicas? Así hemos procedido a menudo nosotros y fuimos
derrotados. Contentase Jesús con oponer al enemigo el escudo de la inflexible
ley de Dios. Escrito está, le dice: No de sólo pan vive el hombre.
Escrito está: No tentarás al Señor tu Dios. Escrito está: Adorarás
al Señor tu Dios y a El sólo servirás. Sigamos en adelante esta gran
lección. Perdió se Eva y con ella el linaje humano, por haber trabado conversación
con la sierpe infernal. Quien coquetea con la tentación sucumbirá. En estos días
santos está el corazón más atento, las ocasiones alejadas, los hábitos viciosos
interrumpidos; y depuradas nuestras almas con los ayunos, la oración y la
limosna, resucitarán con Jesucristo; ¿conservarán empero esta nueva vida? Todo depende
de nuestra actitud en las tentaciones. Desde el principio de Cuaresma la
Iglesia asocia al precepto el ejemplo abriendo nuestros ojos el relato del
santo Evangelio. Si vivimos atentos y fieles; fructificará en nosotros la
lección; y llegados a la solemnidad pascual, la vigilancia, la desconfianza en nosotros
mismos, la oración, con el auxilio divino que jamás falta, asegurarán nuestra
perseverancia. Celebra hoy la Iglesia Griega una de sus más grandes
solemnidades. Esta fiesta es la llamada Ortodoxia, y tiene por objeto
honrar el restablecimiento de las Imágenes sagradas en Constantinopla e imperio
de Oriente en 842, cuando la emperatriz Teodora, con la ayuda del santo
Patriarca Metodio, puso fin a la persecución de las iconoclastas, e hizo
figurar en todas las Iglesias las Imágenes santas, que el furor de los herejes había
hecho desaparecer.
M I S A
La
estación en Roma se celebra en la Basílica de San Juan de Letrán. Puesto en
razón parece que un domingo tan solemne se celebre en la Iglesia Madre y Maestra de todas las
Iglesias, no ya tan sólo de la ciudad eterna, sino del mundo entero. En ella
eran reconciliados el Jueves Santo los pecadores públicos, allí, en el Bautisterio
de Constantino, recibían el Bautismo la noche de Pascua los Catecúmenos;
ninguna otra Basílica cuadraba mejor para reunir a los fieles en el día en el
que el ayuno cuaresmal fue proclamado tantas veces por la voz de los Papas. El Introito está sacado del Salmo XC, que da él
sólo el texto de todos los cantos de esta Misa. Ya hablamos de cómo ha
apropiado la Iglesia este hermoso cántico a la situación del cristiano durante
la Cuaresma. Todo él trata de la esperanza que el alma cristiana ha de concebir
en el auxilio divino en estos días en que se ha decidido a darse por completo a
la oración y a la lucha contra los enemigos de Dios y de sí misma. Prométele el
Señor en el Introito que no será vana su confianza,
INTROITO
Me
invocará, y yo le oiré: le libraré, y le glorificaré: le saciaré de una larga
vida. — Salmo: El que habita al abrigo del Altísimo: morará en la
protección del Dios del cielo. J. Gloria al Padre. Recomienda la Iglesia a Dios
en la Colecta a todos sus hijos y pide que su ayuno no sólo los purifique, si
no que les alcance de lo alto la potente ayuda para hacerles fecundos en buenas
obras que les salven.
COLECTA
Oh Dios,
que purificas tu Iglesia todos los años con la observancia cuaresmal: haz que
tu familia manifieste con buenas obras lo que se esfuerza en alcanzar de ti por
la abstinencia. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección
de la Epístola del Ap. S. Pablo a los Corintios.
Hermanos:
Os exhortamos a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En el
tiempo propicio te escuché, y te ayudé en el día de la salud. He aquí el tiempo
propicio, he aquí el día de la salud. No ofendamos a nadie, para que no sea
vituperado nuestro ministerio; antes portémonos en todo como ministros de Dios:
en mucha paciencia, en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias,
en los azotes, en las cárceles, en las sediciones, en los trabajos, en las
vigilias, en los ayunos, en la castidad, en la ciencia, en la longanimidad, en
la suavidad, en el Espíritu Santo, en la caridad no fingida, en la palabra de
verdad, en la virtud de Dios, con las armas de la justicia en la diestra y en
la siniestra, en la gloria y en la ignominia, en la fama y en la infamia; como
seductores, pero (siendo) veraces; como ignorados, pero conocidos; como
muriendo, pero he aquí que vivimos; como castigados, pero
no
muertos; como tristes, pero siempre alegres; como necesitados, pero
enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo.
LA VIDA DEL HOMBRE ES UNA MILICIA. —Este paso
del Apóstol nos muestra la vida cristiana en otro aspecto muy diverso del que
de ordinario se figura nuestra molicie. Para esquivar su alcance, fácilmente
juzgaríamos que semejantes consejos apostólicos cuadrarían bien en los primeros
tiempos de la Iglesia en que los fieles enfrentados sin cesar con las
persecuciones y con la muerte, necesitaban algunos grados más de abnegación y
de heroísmo. Ilusión grande sería sin embargo creer que todas las luchas del cristianismo
han terminado. Queda siempre en pie la lucha con los demonios, con el mundo,
con la carne y sangre, y por eso nos remite la Iglesia al desierto con Jesucristo
para que aprendamos a pelear; allí comprenderemos ser la vida del hombre en la
tierra una milicia y que si no luchamos siempre y con denuedo, esta vida que quisiéramos
pasar en el sosiego acabará con nuestra derrota. Para ahorrarnos precisamente esta
catástrofe, nos dice la Iglesia por boca del Apóstol: "He aquí llegado el
tiempo aceptable; he aquí los días de salud." Obremos en todo "como
servidores de Dios"; y mantengámonos firmes hasta el fin de esta santa
temporada. Dios vigila sobre nosotros como vigiló sobre su Hijo en el desierto.
El Gradual
nos asegura la protección de los santos Angeles, cuya solicitud no nos pierde
de vista ni de día ni de noche. Durante la Cuaresma redoblan sus esfuerzos
contra nuestros enemigos y se alegran al ver que el pecador acepta por fin
la penitencia que le ha de acarrear la salvación.
El Tracto
está formado del Salmo XC y del mismo están sacados el Gradual, el Introito, y demás
cánticos de esta Misa. Cobre, pues, aliento nuestro corazón; todo nos habla de
la bondad de Dios y de su vigilancia paternal sobre hijos ingratos que quiere
trocar en amigos fieles y coherederos de su reino.
GRADUAL
Mandará
Dios sus Angeles a ti, para que te custodien en todos tus caminos. T. Te
llevarán en las manos, para que tu pie no choque con piedra alguna.
TRACTO
7. El que
habita al abrigo del Altísimo, morará en la protección del Dios del cielo. J.
Dirá al Señor: Esperanza mía y refugio mío eres tú: Dios mío, confiaré en ti.
J. Porque El me libró del lazo de los cazadores, y de la peste destructora. J.
Te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas. J. Te rodeará con el
escudo de su verdad: y no temerás los sobresaltos nocturnos, y. Desafiarás las
flechas que vuelven de día, las emboscadas de la noche, las incursiones y
razias del mediodía. J. Caerán mil a tu siniestra, y a tu derecha diez mil: mas
a ti no te tocarán. J. Porque mandará Dios sus Angeles a ti, para que te
custodien en todos tus caminos, y. Te llevarán en las manos, para que tu pie no
choque con piedra alguna. J. Caminarás sobre el áspid y el basilisco, pisarás
al león y al dragón. J. Puesto que confió en mí, yo le libraré: le protegeré,
por haber invocado mi nombre. J. Me llamará, y yo le oiré: le acompañaré en la
tribulación, y. Le libraré, y le glorificaré: le saciaré de larga vida, y le
mostraré mi salud.
EVANGELIO
Continuación
del santo Evangelio según S. Mateo.
En aquel
tiempo Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
diablo. Y, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre.
Y, acercándose el tentador, le dijo: Si eres el Hijo- de Dios, di que estas
piedras se tornen panes. Y El, respondiendo, dijo: Escrito está: No de solo pan
vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces le
llevó el diablo a la ciudad santa, y le puso sobre el pináculo del templo, y le
dijo: Si eres el Hijo de Dios, échate abajo. Porque escrito está: Mandará sus
Angeles a ti, y te tomarán en las manos, para que tu pie no tropiece en piedra
alguna. Dijóle Jesús: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios. El
diablo le transportó de nuevo a un monte muy elevado: y le mostró todos los
reinos del mundo, y su gloria, y le dijo: Te daré todo esto, si, postrándote,
me adorares. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás. Porque escrito está:
Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo servirás. Entonces le dejó el diablo: y
he aquí que se acercaron los Ángeles, y le sirvieron.
COMPASIÓN A JESÚS. —
Admiremos la bondad inefable del Hijo de Dios, que no contentándose con expiar
por la Cruz todos nuestros pecados, se dignó, para alentarnos a hacer
penitencia, imponerse un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches. No consintió
que la justicia de su Padre pudiera exigir de nosotros un sacrificio sin
haberle ofrecido El antes en persona en circunstancias mil veces más austeras
que cuantas puedan darse en nosotros. ¿Qué son nuestras obras de penitencia,
tan a menudo regateadas a la justicia de Dios por nuestra supina cobardía, si las
careamos con el rigor de este ayuno del Señor en la montaña? ¿Tendríamos cara
todavía, para pretender dispensarnos esas leves satisfacciones con que el Señor
se dá por satisfecho, y que tan lejos están del castigo que merecen nuestras culpas?
En lugar de lamentarnos de una ligera incomodidad, un trabajillo de algunos
días, compadezcamos más bien la cruel hambre que padece nuestro inocente
Redentor durante esos interminables días y noches del desierto.
CONFIANZA EN LA TENTACIÓN. — La
oración, la abnegación en favor nuestro, el pensamiento de las justicias de su
Padre sostenían a Jesús en sus desalientos; pero al finalizar la expiación de
la cuarentena, la naturaleza humana estaba agotada. Entonces vino la tentación
a darle el asalto, pero triunfa con tal sosiego y firmeza que nos deben servir
de ejemplo. ¡Qué desvergonzada audacia de Satanás en el atrevimiento aquel de llegarse
al Justo por excelencia! Y ¡qué paciencia la de Jesús! Se digna tolerar que el
monstruo del abismo eche mano en él y le transporte por los aires de un lugar a
otro. El alma cristiana está a menudo expuesta a crueles insultos de su
enemigo, y hasta algunas veces estará tentada de quejarse a Dios de la
humillación que sufre. Piense entonces en Jesús, el Santo de los Santos,
entregado, si es lícito decirlo, a merced del espíritu del mal. No deja de ser
por eso el Hijo de Dios, vencedor del infierno; y Satanás no ha sacado en
limpio sino una vergonzosa derrota. De igual modo el alma cristiana, en ruda tentación,
si aguanta con enérgico coraje, será objeto de las más tiernas complacencias de
Dios, para vergüenza y castigo eterno de Satanás. Unámonos a los Angeles leales
que tras la retirada del príncipe de las tinieblas, se apresuraron a reparar
las agotadas fuerzas del Redentor, ofreciéndole comida. ¡Qué tierna y finamente
se conduelen de sus divinos trabajos! ¡Cómo reparan en sus adoraciones el
ultraje horrible de que Satanás se hace reo contra el soberano Señor de todo lo
creado! ¡Cómo se quedan pasmados de admiración de tamaña caridad de un Dios que
en su amor al Hombre parece olvidarse de su augusta dignidad, para no pensar
más que en las desgracias y necesidades de los hijos de Adán! Usurpando la
Iglesia de nuevo las palabras de David, nos muestra al Señor amparando con
delicada protección al leal rebaño y armándole contra toda embestida con el
invencible escudo que nos brinda la fe.
OFERTORIO
El Señor
te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas: te rodeará con el
escudo de su verdad. No estriba la Cuaresma solamente en el ayuno, y no será
eficaz para lograr la reforma de nuestra alma si no esquivamos las ocasiones
peligrosas que en un instante destruirán la obra de la gracia divina. Por eso
pide la Iglesia en la Secreta un especial auxilio a nuestro favor.
SECRETA
Te
inmolamos, Señor, solemnemente el sacrificio del comienzo cuaresmal,
suplicándote hagas que, con la restricción de carnes, nos moderemos también en
los placeres malsanos. Por el Señor. Para más sólidamente afianzar la confianza
en nuestras almas, repite la Iglesia en la antífona de la Comunión las palabras
de esperanza ya propuestas en el ofertorio. El sacrificio que acaba de ser
ofrecido es para nosotros nueva prenda de la bondad divina.
COMUNION
El Señor
te cubrirá con sus espaldas, y te cobijará bajo sus alas: te rodeará con el
escudo de su verdad. Enséñanos la Iglesia en la Poscomunión a considerar la
Sagrada Eucaristía como medio más eficaz de acrecentar nuestras fuerzas,
purificando nuestras lacras. Apresúrese, pues el pecador a sellar la paz con
Dios, y no aguarde al festín pascual para probar la eficacia del divino manjar
que nos salva de la divina justicia, incorporándonos al autor mismo de la
salvación.
POSCOMUNION
Restáurenos,
Señor la santa libación de tu Sacramento: y, purificándonos de nuestra vejez,
háganos partícipes de tu salvador Misterio. Por el Señor.
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