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viernes, 19 de febrero de 2016

DE LAS PROPIEDADES DE LA VID - San Buenaventura

Capitulo III (fin)


3. Mas ya que hemos penetrado en el Corazón de Jesús Señor dulcísimo, y tan bien nos hallamos en El, no nos retiremos fácilmente. Escrito está: Los que de Ti se apartan, en la tierra serán escritos, ¿Qué será, en cambio, de los que a Ti se llegan? Oigo que me responden: Nos llegaremos a Ti y daremos saltos de alegría y nos regocijaremos en Ti, con la memoria de tu Corazón divino. ¡Oh, cuán dulce y jocunda cosa es vivir en este corazón! Tu Corazón, i oh buen Jesús!, es el rico tesoro, la preciosa margarita, que hemos descubierto en tu cuerpo herido, como en campo cavado, ¿ Quién arrojará esta margarita? Antes daré yo todas las perlas y con el precio de mis pensamientos y mis amores compraré tan inestimable joya, arrojando todos mis cuidados en el Corazón del buen Jesús, Y El ciertamente me sustentará.




4. En este Templo, en este Santuario, en esta Arca del Testamento adoraré al Señor y alabaré su santo nombre, diciendo con David: He hallado mi corazón para orar a mi Dios, Y yo he hallado el corazón de mi dulcísimo Jesús, el Corazón del Señor, mi rey, mi hermano, mi amigo, ¿y no oraré? Oraré, sí; que su Corazón, resueltamente lo diré, también es mío. Si Cristo es mi cabeza, ¿por qué no ha de ser mío cuanto le pertenece? ¿No son míos los ojos de mi cabeza corporal? Pues el Corazón de mi Cabeza espiritual también es mío. ¡Oh qué dicha! Jesús Y yo tenemos un solo, un mismo corazón! ¿Y qué maravilla, si de la muchedumbre de los primeros fieles se dice también que tenían un solo corazón? i Ea, pues, oh dulcísimo Jesús! Habiendo hallado este Corazón divino, que es tuyo y mío, oraré a Ti, mi Dios, Acoge en el sagrario de tu audiencia mis preces: mas llévame, arrebátame todo a tu Corazón. La tortuosidad de mis pecados me impide la entrada: más, dilatado y ensanchado ese Corazón por una caridad incomprensible, y siendo Tú el único que puedes hacer limpio al concebido en pecado, i oh hermosísimo Jesús!, lávame más y más de mis iniquidades, límpiame de mis culpas, y purificado por Ti pueda yo acercarme a Ti, Purísimo, y merezca habitar en tu Corazón todos los días de mi vida, y entender y obrar según tu beneplácito.







5. Abierto fue tu costado, para que tuviésemos entrada franca. Herido fue tu Corazón, para que en aquella mística Vid pudiéramos descansar, libres de las turbaciones exteriores: y herido fue también a fin de que por la llaga visible viésemos la invisible llaga del amor. Pues quien arde en amor, de amor está herido. ¿Y cómo se pudiera mejor demostrar este incendio, sino dejándose traspasar con la lanza no sólo el cuerpo, pero y aun el Corazón? La herida, pues, de la carne manifiesta la herida del espíritu; y esto hermosamente lo insinúa el texto arriba citado, cuando repite: Llagaste. Y de ambas heridas, de la carnal y de la espiritual, es causa la hermana y esposa; por eso dice el Esposo: Llagárteme el corazón, hermana mía; ¡oh esposa!, llagárteme el corazón. Como si dijera: Porque tú me llagaste con el celo de tu amor, fui herido con la lanza del soldado. ¿Quién, si no, se dejara herir el corazón por un amigo, a no tenerlo ya herido por el amor? Más, ¿por qué hermana y esposa? ¿No significaba suficientemente el afecto del Esposo enamorado llamándola solamente hermana o esposa? ¿Y por qué esposa y no mujer, como quiera que tanto la Iglesia como el alma fiel no cesan de engendrar todos los días hijos de buenas obras a su Esposo Cristo? Me explicaré en pocas palabras. Suelen amarse las esposas con más ardor los primeros días de matrimonio que no después, porque, andando el tiempo, el amor mismo se compasa. Por eso nuestro Esposo, para significar la grandeza de su amor, que no decrece con el tiempo, llama a su amiga esposa, porque su amor para con ella siempre es nuevo.




6. Asimismo, como las esposas se aman también con pasión carnal, y el amor de nuestro Esposo es del todo purísimo, da a la esposa nombre de hermana, porque éstas nunca se aman con amor sensual. Dice, pues, el Esposo: Llagárteme el corazón, hermana mía, esposa; como quien dice: Porque te amo ardientemente como a Esposa, castamente como a hermana, mi Corazón fue llagado por ti. ¿Pues quién no amará a ese Corazón tan herido? ¿Quién no devolverá amor por amor a tan fino Amante? ¿Quién no abrazará a Esposo tan casto? Ama ciertamente a ese Corazón herido el alma que, herida del Amor suyo de Él, exclama: Herida me tiene la Caridad. Ama al Esposo enamorado el alma que puede decir con la Esposa: Anunciad a mí Amada que desfallezco de amor. También nosotros, peregrinos en la carne, reamemos al Amante cuanto nos fuere posible; abracémonos a nuestro llagado. Los impíos agricultores le han traspasado manos y pies, costado y Corazón. Roguémosle encienda nuestro corazón, aún duro e impenitente, y lo ate con los dulces lazos de su amor, y se digne herirlo con sus dardos. Así sea.


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