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sábado, 16 de enero de 2016

"Presencia de Satan en el Mundo Moderno"




Nuestro punto de partida después de los muchos relatos que hemos hecho, tanto de casos de infestación diabólica, cuanto de casos de posesión, estamos ya en situación de rechazar ciertas aseveraciones que han pretendido pasar por científicas. No hace mucho tiempo, era mal visto creer en la existencia real del Demonio y en su acción en el mundo. Daremos un ejemplo típico de los desprecios de lo que se llamaba la ciencia, con respecto a la enseñanza de la teología religiosa. Nada más cortante, como vamos a verlo, pero en nuestra opinión, nada más estrecho y más falso. Un médico, el doctor Legué, publicó en 1884 un libro intitulado Urbain Grandier y las posesas de Loudun, y no vaciló en proclamar en forma perentoria: "La ciencia ha sacudido hoy en día el yugo de la teología; no admite ya recurrir a las influencias diabólicas o divinas . Hace ya mucho tiempo que maestros ilustres estudian esas singulares afecciones neuropáticas que pasaban antaño por enfermedades sobrenaturales. Gracias a sus trabajos, a la impulsión que ellos han dado a las investigaciones contemporáneas, Satán, el ser imaginario, ha desaparecido completamente; el campo pertenece sin discusión a la realidad científica. Los histéricos, como todos los otros enfermos, son cosas de médico y no del sacerdote o del monje exorcista..." (1 Citado en M. de la Bigne de Villeneuve, Satán en la ciudad, $. d., pág 50). Pero la opinión del doctor Legué no es ya la de todos los médicos. Mucho más cerca de nosotros, un psiquiatra de renombre, el profesor Jean Lhermitte, que acaba de morir (febrero de 1959), ha emitido un pensamiento muy diferente, en la revista Ecclesia de octubre 1954, bajo el título sugestivo: ¿Los posesos son locos? Escribe categóricamente: "Por más que el espíritu científico y crítico haya disipado muchas nubes y arruinado innumerables mitos, no es menos cierto que en nuestro mundo moderno el número de posesos demoníacos es considerable. Y fundo esta afirmación sobre una larga experiencia personal Está, pues, permitido creer en el Diablo, creer en las infestaciones, creer en los hechos de posesión, sin que la ciencia más exigente tenga por qué elevar una objeción. Para un católico Satán es Alguien. Satán no es una abstracción, una invención imaginaria, un personaje de ficción, un artificio de novela. Satán no es tampoco el nombre mítico puesto por la ignorancia a enfermedades nerviosas que sólo tienen que ver con la medicina y nada tienen que ver con la teología. Pero, no lo olvidemos, los hechos espectaculares que hemos presentado no son lo esencial de la acción del Demonio entre los hombres. Podemos comparar los hechos de posesión a manifestaciones análogas, en sentido contrario; a las apariciones de la Virgen o de los santos. Estas apariciones tienen su razón de ser para sacudir las almas y reavivar la fe. Pero la acción de Dios, de la Virgen y de los santos, su acción íntima, profunda, cotidiana, o para decirlo mejor, incesante por la gracia, es infinitamente más importante. Igualmente el hecho de la presencia de Satán en las instituciones, en las costumbres, en la vida humana, individual, familiar, nacional e internacional, tal como querríamos tratar de describirla, es una cosa mucho más vasta, más grave, más temible para todos nosotros. Que una pobre mujer sea poseída y que esté sometida por el Demonio a toda suerte de bromas groseras del estilo de las que acabamos de relatar, es muy afligente para ella y muy impresionante para nosotros, pero que naciones enteras, en cierto modo, bajo el yugo del Demonio, al punto de sufrir una especie de posesión colectiva, como parece indudablemente que ocurre ante nuestros ojos, ¡es infinitamente más aterrador y eso puede tener consecuencias temibles de otra manera! Nuestros medios de discernimiento Pero si tenemos señales, indicadas en el Ritual, para distinguir una verdadera posesión de una neurosis, con la cual, por otra parte, puede muy bien conjugarse, ¿es posible que sea lo mismo para lo que acabamos de llamar posesión colectiva? Es difícil decirlo. Estamos aquí librados a nuestras conjeturas. El Ritual no nos ofrece exorcismos para las naciones; ni para la humanidad entera! Sin duda el hecho de que un papa tan inteligente como León XIII haya creído deber agregar en cada misa privada un exorcismo caracterizado por su invocación a San Miguel, indica que él creía en infestaciones demoníacas particulares de nuestro tiempo. ¿Sobre qué fundaba este pensamiento? ¿Cómo discernir la presencia de Satán en el seno de nuestro mundo moderno? Todo el asunto está ahí.

Dos escollos hay que evitar en la solución que vamos a aportar. El primero sería el de ver tanto a Satán por todas partes que las responsabilidades humanas queden arruinadas. Y el segundo, de no ver a Satán por ninguna parte, bajo el pretexto de que la malicia humana basta para explicar todos los desórdenes de los cuales somos testigos horrorizados. Los demonios y los hombres pueden muy bien tener su parte en los males de los cuales nos quejamos, sea porque nos amenazan, sea porque ya nos han alcanzado. Existe un Cuerpo Místico de Cristo y nos halagamos de formar parte de él. Pero hay, o puede haber también, un Cuerpo Místico de Satán que reúne a todas las inteligencias maléficas de la humanidad y del infierno. En un texto que el Breviario Romano hace leer a los reclutados en las Ordenes, en el primer domingo de Cuaresma,  San Gregorio el Grande nos dice: "Indudablemente el Diablo es el jefe de todos los malos —iniquorum— y todos los malos son los miembros de esa cabeza." Y cita como miembros de ese cuerpo diabólico: Pilatos, los verdugos que crucificaron a Cristo, etc. A ese paso existen pocos hombres, aún entre los cristianos, que no estén expuestos a ser, una u otra vez, "miembros" de Satán. Pero el pecado que es retractado tan pronto como se lo comete, el pecado del cual se sabe hacer penitencia, no constituye propiamente hablando una pertenencia de Satán. Es un accidente, un paso en falso, una caída. No podría evitar que sigamos hacia adelante. El cuerpo místico de Satán está formado por los humanos que se convierten en sus cómplices, que están prontos a seguir sus sugerencias, que viven de acuerdo con sus inspiraciones y sus principios.

Cómo se manifiesta Satán

Abordemos el problema más ajustadamente. ¿En qué reconocemos, sobre todo, la presencia de Satán?' Es al Evangelio, fuente de toda claridad para nosotros, que conviene preguntárselo. Jesucristo ha dicho sobre Satán cierta cantidad de cosas que debemos reunir y meditar. Hablando a los fariseos que no cesaban de acosarlo, dijo un día: "Vosotros tenéis por padre al diablo, y deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentir a. (Juan, VIII, 44.) ¿Acaso esto no está suficientemente claro? Si queremos saber cómo se manifiesta la presencia de Satán entre nosotros, en la fecha misma en que estamos, tratemos de discernir las grandes mentiras de estos tiempos por una parte y los progresos logrados en el arte de matar a los hombres, por la otra. ¡Cuánto más esté embebida de mentiras una época, cuanto más sea tenida en menos y sea aplastada la vida de los hombres bajo la amenaza de la muerte, más estará ahí Satán! ¿Podemos dudar de estos dos puntos? La mentira y el homicidio, he ahí las dos señales de la presencia de Satán. No corremos, pues, el riesgo de equivocarnos al afirmar esta presencia en el corazón de las principales mentiras y las principales amenazas de matanza que comprobamos en este momento.

La mentira por excelencia: ¡Dios no existe!

Si hay una mentira que ha adquirido, ante nuestros ojos y en nuestra época, una extensión que los siglos anteriores no conocieron, es la negación de Dios, a la cual podemos agregar, como sombra que sigue a una personalidad viviente, la negación del Diablo. Durante largos siglos, el Demonio, en las religiones paganas, había conseguido hacerse adorar, bajo los nombres de falsos dioses. Pero la creencia en Dios no estaba atacada. De acuerdo con las palabras de San Paulo a los atenienses: "¡Sois, lo veo, los más religiosos de los hombres!" (Actos de los Ap., XVII, 22) ¡Adoraban en efecto tantos dioses y hasta un "dios desconocido" por miedo de olvidarse de alguno! Pero en nuestros días el ateísmo se afirma, se proclama, toma un aire despectivo hacia la fe en Dios. Cierta filosofía se vanagloria de creer en la nada, antes que en el ser, o en hacer salir al ser de la nada, ¡de suerte que la nada ha precedido y engendrado al ser! En el ateísmo contemporáneo que denunciamos como el embuste más colosal, el más odioso, el más culpable, podemos distinguir dos formas desigualmente graves: el ateísmo teórico, el del materialismo, del cientificismo, del agnosticismo, de cierto existencialismo; y el ateísmo práctico, el del hombre dedicado por entero a los negocios, a los bienes de este mundo, a los cálculos de la política, de las finanzas, e incluso a las investigaciones de la ciencia y a las invenciones de la técnica, ¡al punto de no dar ningún lugar a Dios en su vida! El ateísmo teórico se halla, en muchos países, en nuestros días, en la primera fila del poder y de la autoridad. ¿Es necesario nombrar tal o cual pueblo, tal o cual gobierno, tal o cual conductor de nación, para los cuales el ateísmo teórico es la ley misma? ¿La posesión colectiva de estos pueblos puede ser objeto de duda? Esto comenzó por escritores aislados, por "libertinos", como se decía en el siglo XVII; "filósofos", como se los llamaba en el siglo XVIII; "¡libre pensadores", como se dice en nuestros días! Algunos han hallado acentos más conmovedores para proclamar su incredulidad. Se cita frecuentemente una página de Nietzsche, que pone, a decir verdad, en boca de un loco. Tiene razón, pero ese loco era quizá un simple poseso: "¿Dónde está Dios?  gritaba— ¡voy a decíroslo! ¡Lo hemos matado vosotros y yo! ¡Todos somos sus ases; nos! ¿Pero cómo hemos hecho eso? ¿Cómo hemos podido beber el Océano? ¿Quién nos ha dado la esponja con la cual hemos borrado todo el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar a esta tierra de su sol? ¿Adónde va ahora?' ¿Adónde vamos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caeremos ahora en una caída ininterrumpida? ¿Para atrás, de costado, para adelante, para todos lados? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿No vagamos a través de una nada infinita? ¿No sentimos el soplo de la inmensidad vacía? ¿No hace más frío? ¿La noche no se hace más negra?' ¿No es necesario encender faroles en pleno mediodía? ¿No oís ya el ruido de los enterradores que llevan a Dios a la tierra? ¿No sentís ya el olor de la podredumbre de Dios? — ¡Porque los dioses también se pudren! ¡Dios está muerto! ¡Dios permanecerá muerto y nosotros lo hemos matado! . . ." En estas líneas ¡qué acento de pesar, de remordimiento, de ira, de temor! Ninguna duda que es éste el embuste por excelencia, la mentira de mentiras. Decir de Dios que no existe, es como decir: ¡el Ser no existe! El nombre de Él es, en efecto, Aquel que es. De acuerdo con las palabras de Víctor Hugo: "¡Es, es, es enloquecidamente!" Ahora bien, ante nuestros ojos, grandes pueblos están sometidos a ateos que hacen profesión de ateísmo, que se ríen de la fe, que niegan todo lo que supera las comprobaciones de la "ciencia", tal como ellos la comprenden, es decir, haciendo contingencias de lo absoluto. Es para preguntarse si algunos de estos amos del mundo — de nuestro mundo que se ha tornado tan pequeño por el acrecentamiento rápido de los medios de comunicación — no son lisa y llanamente tenientes de Satán en persona y hasta médiums de Satán.

Un médium de Satán

Este mismo vocablo ha sido empleado en el largo volumen publicado sobre Satán por los Estudios Carmelitanos, hace once años (Desclce, 1948), por don Alois Mager, refiriéndose a Hitler. Como se trata de un muerto, podemos dar su nombre. Para los que viven, que vemos agitarse delante de nosotros, es inútil designarlos por sus nombres: ni uno solo de nuestros lectores podría equivocarse sobre ellos.Citemos, pues, a don Alo'is Mager, cuyo texto es tan vigoroso y tan claro:

"El médium —escribe— por el cual Satán tendía a echar por tierra todas las normas del derecho y de la moral, que hasta entonces, tanto por tradición como por naturaleza, y, a pesar de toda la descristianización progresiva, estaban todavía generalmente reconocidas, ese médium era Adolf Hitler. No existe ninguna otra definición más breve, más precisa, más adaptada a la naturaleza de Hitler que ésta absolutamente expresiva: Médium de Satán. Si es característico de todos los médiums sin excepción que sean moralmente de menos valer, tanto desde el punto de vista del carácter, cuanto del punto de vista de la personalidad, entonces esto vale a fortiori para un médium del Demonio. Cualquiera que 110 se deje influir por las fantasmagorías, no puede ver en Hitler a una gran personalidad, desde el punto de vista del carácter y de la moralidad. El general Jodl dijo de él en el proceso de Nuremberg: "Era un grande hombre, ¡pero un grande hombre infernal!" Mentira y homicidio: estas dos particularidades ¿no están en evidencia en la carrera de un Hitler? ¿Y no debemos decir otro tanto, sino más, de su rival Stalin? La presencia de Satán en nuestro mundo y en nuestra época, la posesión colectiva de pueblos enteros, no debería, creemos nosotros, dar lugar a duda en el caso del nazismo, felizmente efímero en alemán: a, y en el caso mucho más temible porque más durable, más amenazador, más arrogante, del comunismo en países inmensos como Rusia y la China Popular.

Es de creer que Satán está ocupado en preparar la catástrofe más horrorosa que la tierra pueda imaginar y temer. Tanto más cuanto que las mentiras, en estos tiempos, están armadas de medios, hasta ahora desconocidos, de destrucción homicida. Pero antes de considerar esta segunda particularidad de la manifestación de Satán, sigamos considerando el poder de mentira que despliega ante nosotros en la hora actual. (1 Satán, ob. ind., pág. 659,) Mentiras y contradicciones La negación de Dios es el primero y más grave de los embustes de nuestro mundo actual. Pero no es el único. Estamos sumergidos en la mentira, hasta el punto de respirarla sin casi darnos cuenta. Y la señal de esta mentira es la contradicción. ¿Si Dios no existe, quién entonces es Dios? No decimos: el Demonio, porque Satán, en su rabia por ver negar a Dios prefiere negarse a sí mismo, antes que revelarse. Los ateos de nuestros días, al mismo tiempo que niegan a Dios quieren también negar al Demonio. No queda más que el hombre. Somos entonces nosotros los que somos Dios. Son nuestra ciencia, nuestra técnica, nuestra inteligencia las que tienen el dominio soberano sobre todas las cosas. ¡Somos dioses! Pero no tenemos alma puesto que sólo existe la materia sola. O si tenemos alma, expresión que significa solamente que vivimos y pensamos, no se trata para nada de almas inmortales. Cuando el hombre muere, todo muere. Si Dios ha muerto, todas las veces, actualmente, que muere un ser humano, muere un dios. ¡Negar a Dios, negar a Satán, negar el alma inmortal, negar la diferencia entre el Bien y el Mal, negar el pecado, negar la virtud, negar el Cielo, negar el Infierno! He aquí algunas de nuestras negativas-embustes.  Y si después de eso nos glorificamos, si hacemos de nosotros mismos los únicos dioses que existen, es pura contradicción. El Ser y la Nada se confunden. Al suprimir toda religión convertimos al nihilismo en la una religión posible. Y como esto no impide los grandes discursos, las grandes promesas, las grandes ilusiones sobre todo, una vez más, todo en la política, en la filosofía, en la agitación actual, se resuelve en una inmensa contradicción. Ya no se trata de conquistar solamente el mundo terrestre, sino el universo astral. Y todo eso no es más que truhanería, vana demostración de poder; ¡todo eso no es más que vanidad y desesperación! Mientras tanto los hombres se multiplican con un ritmo que espanta a ciertos hombres de Estado; se hacen cálculos sobre el número de habitantes que puede alimentar el planeta; se siente pavor ante el pensamiento de los "mil millones de bols de arroz'" que se necesitarán de aquí a cuarenta años, o quizá antes, para la China solamente. Y sólo se ven dos soluciones: ¡o sacar en los flancos de las madres la fuente de la vida, o destruir gran parte de la humanidad en una guerra monstruosa! ¡He ahí a Lo que llega divinizar al hombre! ¡Digamos antes bien: satanizar! Mentira y contradicción, tal es el primer síntoma de la presencia de Satán en el mundo moderno.

Satán, homicida

Pero el segundo síntoma, a saber el de los atentados o de las amenazas contra la vida humana, no es menos visible. Si existe una particularidad, en efecto, por la cual nuestro mundo actual difiere de los siglos que nos han precedido, es el acrecentamiento prodigioso de los medios para matar. Desde todos los tiempos, desde Caín y Abel — y esto se remonta a nuestros primerísimos orígenes —, ha habido guerras. Si Satán, según las palabras de Cristo, es "homicida desde el principio,,, es porque ha estado no solamente presente en todas las luchas fratricidas entre los hombres, sino que debemos considerarlo como el instigador secreto de todas esas luchas. Los progresos en el arte de matar son progresos satánicos. Ahora bien, estos progresos son propios de todas las épocas. Más aún, ¡es raro que un progreso aun benéfico no tenga su origen en la guerra! El mundo actual gasta más miles de millones para preparar la próxima guerra, sabiendo que quizá signifique el fin de la humanidad, que lo que gasta para cualquier otro objeto importante en la vida de los hombres. Si todos los miles de millones gastados para la próxima guerra, y todos los dilapidados en las guerras más recientes, hubieran sido empleados en propagar la verdadera fe en el mundo, en combatir la miseria y la ignorancia, en hacer retroceder el hambre y el crimen, la faz del mundo sería completamente distinta. Pero no es ni siquiera necesario que estemos en guerra para sufrir las amenazas que ésta hace pesar sobre nosotros. Cuanto más se multiplican nuestros medios de comunicación, gracias al progreso del cual estamos tan orgullosos, más se han suprimido las distancias, más los hombres viven en aire confinado, por decirlo así, y están envenenados a hora fija, todos los días, por las noticias que nos llegan del mundo entero y que, bajo una forma u otra, nos hablan de odio, de conflictos, de catástrofes posibles, de medios de matar, inéditos y formidables. ¡El temor a la guerra hará con el tiempo tantos estragos en las almas como la guerra misma! ¡Vivimos la más extraña de las vidas y la más inhumana! Desde que hemos matado a Dios, para hablar como Nietzsche, no hay más paz para los hombres y están condenados a hablar siempre de la paz, pero como se habla de un ausente, de un ideal lejano, de un sueño, de una quimera tal vez, puesto que al mismo tiempo los hombres no cesan de trabajar para acrecentar su capacidad de matar, es decir, su fuerza militar. Los unos trabajan en ello por desconfianza, los otros por ambición secreta, con desafíos recíprocos, amenazas, alusiones a la posibilidad muy próxima de un conflicto y de un conflicto mundial, en el sentido de que sería la señal del fin del mundo.
Satán a través del mundo

¿Debemos hacer alguna distinción entre las diversas regiones del mundo moderno en lo que toca a los síntomas de la presencia de Satán? Sería muy asombroso que no estuviera presente en determinados lugares más que en otros. En un libro que ha sido vivamente discutido y en el cual, junto con algunos rasgos brillantes o aceptables, encontramos puerilidades, opiniones heréticas, sobre las cuales volveremos, hasta blasfemias inconscientes, Giovanni Papini ha intitulado uno de sus cortos capítulos: La Tierra prometida de Satán. Con curiosidad deseamos saber cuál es esta tierra. ¿A qué pueblo puede atribuírsele el nombre de hijo mayor de Satán? ¡No sin estupefacción descubrimos, por Papini, que esta tierra es Francia y que ese pueblo somos nosotros!.  

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