CAPITULO IV
El caso muy especial de Antoine Gay (1790-1871)
Nuestras
fuentes de información
Más que nunca, frente a las aventuras
inverosímiles que vamos a exponer en este capítulo, experimentamos la necesidad
imperiosa de indicar nuestras fuentes de información. Un autor lionés que
conocemos, J. H. Gruninger, escribió recientemente, en 1952, la vida y
sufrimientos de Antoine Gay bajo el título algo enigmático de El poseído que
glorificó la Inmaculada. Extrajo su documentación de un folleto publicado en
1896 por Delhomme et Briguet, en Lyon, cuyo autor era Víctor Stenay. Este
nombre era un seudónimo adoptado por el señor Blanc, presidente en Lyon de la
Asociación de San Francisco de Sales. Para escribir su folleto, el señor Blanc
recurrió a una libreta de anotaciones apuntadas por el señor Houzelot, grabador
en París, cuyos negocios le llamaban con frecuencia a Lyon; a una cantidad de
cartas, certificados e informes recogidos por el mismo con respecto a la
posesión de Antoine Gay; a la vida del padre Chiron, que se había ocupado mucho
de Gay, escrita por el abate ZéphyrinGandon; a los recuerdos y testimonios de
cantidad de personas que habían conocido a Antoine Gay. Es menester observar
que su caso se había discutido apasionada- mente. Muchos testigos consideraban
que la posesión diabólica era indudable en este hombre y pensaban que se debía
practicar el exorcismo para liberarlo. Pero surgieron dudas, oposiciones, a tal
punto que jamás fue puesto en práctica el exorcismo. Existen buenas razones
para creer que esto no ocurrió sin un permiso especial de Dios. El autor de la
obra mencionada que vamos a analizar está convencido que las pruebas de Antoine
Gay tenían una razón de ser, es decir, lo que llamaremos, en el caso de Héléne
Poirier, una finalidad. Parecería que hubiera existido, como en el caso de las
apariciones de Lourdes a Bernadette cuya finalidad era demostrar la existencia
de lo sobrenatural en una época de duda y de incredulidad, una especie de
réplica a la frase ya citada y tan frecuentemente reproducida de Baudelaire:
"La mejor astucia del Diablo es la de hacernos creer que no existe."
Esta astucia sería perniciosa para nosotros. El Diablo no desea nada tanto como
el poder de actuar entre los hombres sin que se reconozca su presencia ni su
acción. Pero Dios no se lo permite. Tiene orden de revelarse, de buena o mala
gana. Los hechos que consignamos en este libro son prueba evidente de ello.
Antecedentes
Antoine Gay, nació en Lantenay, en el Ain, el 31
de mayo de 1790. Fue bautizado al día siguiente, y tenemos en nuestro poder su
acta de bautismo que nos informa que su padre era "notario real" en
Lan- tenay, pequeña aldea del cantón de Brénod, distrito de Nantua. El niño
adquirió una educación muy rudimentaria, pero se convirtió en excelente carpintero
y, después de su servicio militar, bajo el primer Imperio, fijó su residencia
en Lyon. Era un hombre bastante apuesto, grande, moreno, de rostro lleno de
dulzura, de rasgos regulares y tranquilos. Desde el punto de vista religioso,
puede decirse que los sucesos de la Revolución no habían tenido efecto sobre
él. Era muy piadoso tanto que en su juventud había tenido el proyecto de
hacerse religioso. Su proyecto fue, sin embargo, por razones que se ignoran,
pospuesto durante mucho tiempo: en 1836, cuando ya contaba cuarenta y seis
años, se presentó en la Trapa de Aiguebelle donde le dieron el hábito de
hermano-converso. No pudo quedarse allí como consecuencia de una enfermedad
nerviosa, cuyo verdadero carácter no llegó a discernirse en seguida. Quienes conocieron
más tarde a Antoine Gay no tuvieron dudas de que su enfermedad no era otra cosa
que la posesión. El demonio, que estaba en él, confesará un día que hacía más
de quince años que se hallaba dentro de él, sin que nadie lo supiera y el
interesado menos que nadie. Al salir de la Trapa, sin embargo, síntomas de
posesión aparecieron muchas veces con nitidez. Era en 1837. Antoine Gay se vio
sometido a sufrimientos atroces. ¡El Demonio estaba en él!
Las pruebas
Inmediatamente, como es natural, reclamamos
pruebas. Démoslas tal cual se hallan consignadas en nuestros documentos. En
primer lugar tenemos, reproducido en la obra de Gruninger, el certificado
siguiente emanado del R. P. Burnoud, antiguo superior de los misionarios de la
Salette, y dirigido a monseñor Ginoulhiac, entonces obispo de Grenoble:
"En tres sesiones que se prolongaron de una a dos horas, hemos procedido
al examen del señor Gay, de Lyon. Pensamos que es muy probable que este hombre
esté poseído por el demonio. "Nuestra opinión está fundada: " Sobre
lo que nos ha revelado de muchas cosas secretas que el hombre no podía saber de
ningún modo; "29 Sobre los signos exteriores de descontento que ha dado
cuando pronunciábamos ciertas fórmulas y oraciones del Ritual «en latín». Como es
indudable que Gay no conoce el latín, no podemos atribuir sino a la presencia
de una inteligencia superior las contorsiones que en relación con las
circunstancias en las cuales se han producido, tenían algo de sobrenatural;
"39 Sobre algunas respuestas a preguntas que le hicimos en latín y que nos
parecieron indicar el conocimiento de este idioma por el ser que nos contestaba
en francés por boca del señor Gay; "49 Sobre los innumerables certificados
que le han sido otorga- dos por personas respetables y dignas de fe quienes
atestiguan la buena fe, la virtud, la sinceridad del señor Gay. Si estos
testimonios son verídicos, Gay no interpreta una comedia; bajo esta hipótesis
está poseído..." No obstante, hemos advertido que en este certificado el
R. P. Burnoud no llegaba sino a la conclusión de una muy grande
"probabilidad". Continuó, con todo, estudiando el asunto. En carta
escrita al señor Blanc por el señor Houzelot, hallamos, efectivamente, las
siguientes líneas: "He visto al padre Burnoud, cuando era arcipreste en Vinay:
me ha declarado que después de examinar seriamente al señor Gay, había llegado
a la certidumbre de que estaba realmente poseído.
Certificado médico
Y veamos ahora un certificado emanado de un
médico. Tiene fecha del 12 de noviembre de 1843 y lleva la firma del doctor
Pictet: "Nos abajo firmantes, doctores en medicina, domiciliado en la Cruz
Roja, certificamos que el señor Gay ha sido sometido a nuestra revisación por
el señor abate Collet y por el señor Nicod, cura de esta ciudad, de acuerdo con
el deseo de monseñor el Cardenal Arzobispo de Lyon, para que fuera examinado
por los médicos. Lo cual habiéndolo hecho muy escrupulosamente durante cuatro
meses y diariamente, en todas las situaciones y a toda hora, tales como en la
iglesia, en la misa, haciendo con él el Viacrucis, en conversación^ pública y
privada, en la mesa, en la calle, etc., etc., no hemos podido descubrir la
menor alteración física o moral. Que por el contrario goza de perfecta salud de
cuerpo y de alma, de una rectitud de juicio y de razonamiento poco comunes, que
no sufre jamás la mínima alteración ni siquiera en las crisis extraordinarias
que se repiten inopinada y frecuentemente en él, bajo la influencia de una
causa oculta, inapreciable naturalmente, por los medios de nuestro arte, que
hace actuar a su cuerpo y que habla por su boca, independientemente de su
voluntad. "Atestiguamos además que, habiéndonos identificado con él señor
Gay, por la oración y una abnegación entera de nosotros mismos, de nuestra
ciencia y de nuestra propia razón, para implorar la ayuda del Espíritu Santo,
estamos convencidos que este estado extraordinario no puede ser más que una
posesión. Y esta convicción nuestra es tanto más firme cuanto que en nuestra
primera entrevista particular con el señor Gay, lo extraordinario que habla por
su boca llegó hasta el fondo de nuestra conciencia, nos hizo la historia de
nuestra vida desde la edad de doce años y nos habló de las particularidades que
solamente Dios, nuestro confesor y nosotros conocemos. Y hemos sido testigos de
que la misma cosa se repitió con respecto a otras personas, varias de las
cuales se convirtieron."
¿Por qué no hubo
exorcismo?
Después de certificado tan explícito, no puede
dejar de sorprendernos sobremanera que el arzobispado de Lyon no haya llegado a
la conclusión de que era necesario proceder al exorcismo. De hecho, a pesar de
todos los testimonios, nunca se recurrirá a él. Y cuando reflexionamos sobre
las circunstancias, nos vemos obligados a suponer que Dios no quería el
exorcismo. Admitamos, en efecto, las aseveraciones constantes del demonio
principal que habitaba en Gay. No cesó de proclamar — con un poco tal vez de
jactancia, como es propio del demonio—: Este caso de posesión es el más
extraordinario que haya existido jamás. ¿En qué era extraordinario? En que el
diablo estaba ahí, si podemos decirlo así, en servicio obligado. Obedecía a
Dios y Dios, por lo mismo, no permitía que se lo echara. En carta del señor
Houzelot — ya citada — al señor Blanc, lee- mos lo siguiente: "He visto a
eclesiásticos que han hecho al demonio preguntas muy difíciles; éste las
resolvía inmediatamente, como lo han confesado estos mismos sacerdotes... He
visto al demonio llorar cuando se vio obligado a confesar las verdades de la
religión de Jesucristo, o de dar buenos consejos o pruebas de la posesión. «
¡Es —decía— el mayor sufrimiento que Dios pueda mandarme el obligarme a
destruir mi obra!»" Se comprende, pues, muy bien, creemos nosotros, que
Dios no haya permitido jamás que se practicara el exorcismo. Hubiera sido, nos
atrevemos a decirlo, injusto de parte de Dios infligir los sufrimientos que el
exorcismo causa al demonio, a un diablo que estaba ahí por obediencia,
completamente involuntaria, al omnipotente poder divino. Sea como fuere, el
hecho es que Gay no fue nunca exorcizado, cuando todos los que se acercaban a
él tenían la prueba perentoria de que estaba poseído.
Algunas peripecias
de esa vida
No vayamos a creer que los testigos autorizados de
esta extraña aventura espiritual abrigaban con respecto a Antoine Gay
sentimientos de aversión o de desconfianza. Por el contrario, estaban
convencidos de su grande virtud y de sus méritos y el certificado del doctor
Pictet es prueba de ello. En el otoño de 1843, es decir, después del largo
examen realizado por el doctor Pictet, los amigos del poseído trataron de
mandarlo de vuelta a la Trapa de Aiguebelle donde había estado un tiempo hacía
siete años. Se le pidió primero al padre Abbé de proceder al exorcismo. Pero
éste opuso objeciones, alegó que estaba en la diócesis de Valence y que el
sujeto pertenecía a la de Lyon. El padre Abbé, que, sin embargo, estaba
convencido del hecho de la posesión, envió a Gay a ver a su amigo, el capellán
de los Hermanos de Privas, en la diócesis vecina de Viviers. Gay permaneció allí
veintidós días en el transcurso de los cuales dio muchas muestras de posesión,
pero regresó finalmente a Lyon, sin haber sido sometido al exorcismo. De 1844 a
1847, vive en esa ciudad, en el número 72 de la calle des Macchabées, no lejos
de la iglesia de S. Irenée. Se le ve, pues, errar a veces por las plazas
públicas, gesticulando y profiriendo palabras extrañas. Cierto día, denunciado
como demente, es conducido a la Antiquaille donde permanece tres meses, pero
vuelve a salir gracias a la intervención bienhechora del célebre Bossan, el
futuro arquitecto de Fourviére. Pero siempre sin exorcismos. En 1845, dos
sacerdotes respetables habían presentado a Gay al arzobispo, monseñor de
Bonald, quien lo había recibido amablemente y había prometido estudiar la cuestión
con solicitud. Pero las cosas quedaron ahí, sin que se supiera por qué.
El R. P. Chiron
CONTINUA...
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