XII Jesucristo
y sus apóstoles han tenido un cuidado muy particular para advertirnos sobre la
desconfianza, la turbación y del temor excesivo y nos recomiendan la confianza,
la paz y el gozo en los mayores males.
1. Debemos
tener muy en cuenta que Jesucristo empleo sus últimos momentos en enseñar a sus
discípulos, y el ellos a todos nosotros, estas importantes verdades; en el
sermón de la última cena les dejo como herencia su gozo y su paz como por
testamento; les mando expresamente que desterraran de su corazón la turbación y
el espanto y se las remarco para que pusieran en ello más
atención. Vuestro corazón no se turbe; vosotros creéis en Dios, creed
también en mí. Realmente nos es
suficiente para calmar todas las turbaciones, creer que tenemos a Dios por
Padre y a su Unigénito hijo por mediador. Yo os dejo la paz, yo os doy mi paz:
yo no os la doy como el mundo la da. Vuestro corazón no se turbe y no se deje
abatir del temor. Os he dicho todas estas cosas para que mi gozo permanezca en
vosotros. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea lleno. Os he dicho
estas cosas para que tengáis la paz en mí. Estaréis oprimidos en el mundo; pero
tened confianza, yo he vencido al mundo. Hablando después con su Padre le dijo:
Padre mío ahora vengo a ti: y digo esto estando aun en el mundo, para que
tengan en sí mismos la plenitud de mi gozo. Los apóstoles, que
recibieron tales instrucciones de Jesucristo, no se habían cansado de
inculcarlas a los fieles y todas sus epístolas están llenas de todas estas
instrucciones.
2. No obstante esto, los primeros cristianos
a quienes los apóstoles recomendaron incesantemente la paz y el gozo, estaban
expuestos a trabajos y tentaciones mucho mas grandes que las nuestras (1856 el
autor anónimo de estas páginas gloriosas habla de los males de su tiempo);
porque las persecuciones eran mucho más horribles (hoy
2003 las persecuciones morales también son terribles y mas angustiantes
causando una muerte lenta y dolorosísima “comentario del redactor anónimo”); las amenazas de la muerte y de una muerte cruel y
sangrienta casi continuas. Mas no por esto se debe creer que aquellos fieles
todos eran perfectos y poseían fortaleza heroica; pues vemos por las mismas
epístolas de los apóstoles, que también había muchos débiles e imperfectos que
veían, con frecuencia, en peligro de perder la fe y la salvación eterna, a no
ser que Dios les concediera la gracia del martirio, gracia que se concede aún a
los más fuertes y perfectos. Además de lo dicho estaban expuestos a terribles
tentaciones y los apóstoles les prohibían la turbación y la agitación
mandándoles arrojar en el seno de Dios todas sus inquietudes, que creyesen con
firmeza sobre el cuidado de Dios sobre nuestras almas, que jamás permitiría
fuésemos tentados mas allá de nuestras fuerzas, que se fortalecieran en su
virtud omnipotente; que afianzarán su corazón en la gracia, que puede hacer en
nosotros más de lo que pedimos, y todo lo que no pensamos; y que se rosigasen en todo tiempo en el Señor. Con aquella confianza que
los había llamado a la compañía de su Hijo y a su eterna gloria, los afirmaría
y fortificaría y que habiendo comenzado por sí mismo la obra de la salvación,
la perfeccionaría hasta la venida del Señor.
XIII Las almas piadosas no se deben dejar llevar por
la turbación y desconfianza, aunque no experimenten en sí esta paz y este gozo.
1. Aunque este
gozo y esta paz en el Espíritu Santo estén tan unidas tan unidas con la
justicia cristiana, es preciso, para los que viven piadosamente no dejarse
abatir y desanimar con el pretexto que no sienten en sí esta paz y este gozo,
sino al contrario se ven muchas veces turbados y agitados; ni se dejen
persuadir, por el demonio, que no participan de la justicia cristiana. En aquel
pasmoso sermón de la última cena en cual Jesucristo recomendó repetidas veces
el gozo y la paz, como legados preciosos que quería dejar a todos sus
verdaderos discípulos. Conforme a esto Jesucristo expreso contundentemente:
Vuestro corazón no se turbe, y no de deje abatir por el temor. Solo prohíbe aquella turbación que proviene de la poca confianza
en su poder y en su bondad: pero no aquella turbación que procede de los
sentidos y la imaginación de los cuales el alma no es siempre dueña; porque
mientras la parte inferior del alma está agitada, la superior puede y debe
conservarse en paz.
2. Jesucristo
mismo que experimento por voluntad propia el tedio, la tristeza y el temor
hasta caer en una terrible agonía debido a la cual, por prodigio inaudito,
salió de todas las partes de su purísimo cuerpo un sudor de sangre que corrió
hasta el suelo; también en la cruz mientras sacrifica su vida por la gloria de
su Padre, se queja del abandono de su Padre quien deja caer sobre su alma todo
el peso de su divina justicia y santidad, sepultándola en un mar de dolores,
amargura y desolación; privándole de todo gusto, de todo gozo, de todo
consuelo. Hasta esto lo llevo su caridad infinita, para consolar a los más
débiles de su cuerpo místico en los disgustos, temores, tristezas, privación de
todo gozo y consuelo sensible que se experimentan en el transcurso de la vida
cristiana; enseñando con esto, a los perfectos como a los flacos, que todo lo
deben sacrificar por Dios y sufrir por su amor la privación de todo consuelo y
de todo gozo sabiendo que con eso cumplen su santísima voluntad costare lo
que costare.
3. Mientras en la parte inferior de nuestra alma está atediada, tímida
y triste, puede haber en la parte superior de ella cierto gozo y cierta paz; y
ser muy verdadero este gozo y paz, aunque no se sientan a causa del temor y
tristeza que ocupan la imaginación y lo sentidos; porque escrito está:
"Que el justo vive por la fe", pero no por lo que siente. Cuando los
ministros de la Iglesia bautizan, absuelven o consagran el cuerpo de
Jesucristo, sacan (por decirlo así) las almas del infierno y les abren las puertas
del cielo con la remisión de los pecados que comunican los sacramentos del
Bautismo y la Penitencia: ni tampoco los que reciben estos sacramentos sienten
en sí mismos estos admirables efectos ; y no obstante ni los unos ni los otros
lo dudan. ¿Por qué ? porque unos y otros juzgan por la fe, no por lo que
sienten. Pues del mismo modo se ha de juzgar de aquella paz y de aquel gozo que
Dios recomienda tan fuertemente en las Escrituras del Nuevo y Antiguo
Testamento, no gobernados por lo que sentimos sino por los principios de la fe
que profesamos. Es verdad que esta paz y este gozo es algunas veces sensibles,
es decir, se experimenta una cierta dulzura, una suave afección, cierto gusto,
que Dios da muchas veces al principio de la conversión mas que en lo sucesivo.
Entonces debe recibirse esta gracia con humildad; pero sin apegarse demasiado a
ella: porque acostumbra el Señor retirarla cuando las almas se hallan
fortificadas y arraigadas en las virtudes cristianas. Les conviene mucho que
este gozo no dure siempre; y que en su lugar lo sustituya, como lo hace, un
gozo puramente espiritual: un gozo que, a pesar de la turbación misma de los
sentidos y de la parte inferior del alma, se mantenga oculto en lo íntimo del
corazón y de la voluntad. Y este gozo no es otra cosa sino un cierto vigor, una
cierta fortaleza toda interior y espiritual, que sostiene al alma contra las
tentaciones; que la hace cumplir todas sus obligaciones, por lo menos en las
cosas esenciales; que la tiene sumisa a Dios y a su santa voluntad, aún en medio
de las mayores agitaciones; que la hace superior a todos los falsos gozos y
mortales dulzuras del pecado; y la hace preferir el placer y la felicidad de
vivir en castidad, en humildad, en caridad, en templanza y en las virtudes
cristianas, a aquel gusto que podría buscar (como lo hacen otros) en los
deleites opuestos a estas virtudes.
4. Esta paz y
este gozo es inseparable de la justicia cristiana, y siempre permanece en lo
íntimo del corazón de todos los justos, aunque muchas veces la turbación y el
temor que se elevan en la parte inferior, les incline a creer que no lo tienen.
Así lo asegura S. Bernardo: " Hay muchos que se quejan de que raras veces
experimentan asta afección sensible y mas dulce que la mas excelente miel, como
dice la Escritura. Estos no consideran, que proviene que Dios los ejercita en
la tentación y en los combates, mientras dura esto; y que manifiesta mucha más
firmeza y valor cuando así se abrazan con las virtudes, no por el gusto que en
ellas se encuentra, sino por ellas mismas, con solo el deseo de agradar a Dios,
practicándolas con una entera satisfacción. Y es indubitable que el que obra de
este modo obedece perfectamente a aquel consejo saludable del profeta:
regosijaos en el Señor; porque no habla el profeta tanto del gozo sensible que
nace de la afección, cuanto del gozo efectivo que produce la acción: porque aquella afección propiamente pertenece a la
bienaventuranza que esperamos en el cielo; y la acción es propia de la virtud
que debemos practicar en esta vida."
5. En sentido se cumplen
en todos los verdaderos cristianos aquellas palabras tan notables de S. Pablo:
"Haced reinar y triunfar en vuestros corazones la paz de Jesucristo, a la
cual habéis sido llamados" Estos encuentran la paz de Jesucristo en las
turbaciones, en las contradicciones, en los males, en las adversidades, en la
vida y en la muerte: porque en todo esto encuentran la voluntad de Dios y ponen
su descanso en la sumisión a esta divina voluntad. Aún encuentran esta paz de
Jesucristo en sus miserias y enfermedades espirituales, en la guerra y
contradicción de sus pasiones, en la agitación de sus pensamientos, en la
turbación y espanto de su entendimiento, de su imaginación y de sus sentidos y
hasta en sus mismos defectos y faltas, como se explicara más extensamente en su
momento. Ellos (los cristianos) remedian cuanto pueden todos sus deslices
voluntarios; se humillan por sus defectos y flaquezas, aunque involuntarias,
por la agitación de sus pasiones, y por los pensamientos que no pueden impedir.
Porque la voluntad de Dios es que se humillen y giman por estas cosas; pero las
sufren con una humilde paciencia, y sin perder la paz del corazon: y pues Dios
quiere que vivan en este mundo con estas contradicciones, se someten
humildemente a sus órdenes, esperando en su bondad una perfecta curación, cuando
quiera hacerlo. Si la paz de Jesucristo reina siempre con superioridad en el corazón
y se hace vencedora de la turbación. Hablaremos pues otras veces más de una
materia que es tan importante en la vida espiritual.
Continua...
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