Nota. En anteriores artículos comentamos sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ahora quiero comentar sobre las apariciones de Lourdes a donde fui recientemente, espero les guste y algún día puedan ir los que no han ido.
—«Yo soy la Inmaculada Concepción». —¿Qué
dices, niña orgullosa?
—Así, de pronto, sin saludar, Bernardita había
entrado en el despacho del párroco de Lourdes, el Rev. Peyrámale.
—«Yo soy la Inmaculada Concepción». Ella me ha
dicho estas palabras.
-—Una señora no puede llamarse así. Tú te
equivocas otra vez. ¿Sabes qué quiere decir eso?
—No, señor cura.
—Entonces, ¿Cómo dices lo que no entiendes?
—Desde la gruta hasta aquí no he dejado de
repetir: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
—-Bien, yo veré lo que hay que hacer.
Y sin más despidió a Bernardita y a su tía
Basilia que la acompañaba. El párroco, que días antes llamó a la niña
mentirosa, manteniendo su apariencia adusta se había emocionado tanto, según
confesó momentos después, que estuvo a punto de caerse.
No era para menos. El 8 de diciembre de 1854
Pío IX con la bula «Ineffabilis Deus» había proclamado dogma la Inmaculada
Concepción de la Stma. Virgen, y a los cuatro años, hoy, 25 de marzo, fiesta de
la Anunciación, la misma Reina del Cielo se digna bajar a una gruta y, lo que
ningún teólogo había soñado, estampar en esa bula, como rúbrica, la fórmula
resumida: «Yo soy la Inmaculada Concepción». (Años antes, en 1830, había
firmado la introducción a la bula, en la Medalla Milagrosa mostrada a una
ignorante novicia, con aquellas palabras: «María, concebida sin pecado, ruega
por nosotros...»
Pero ¡qué cosas, Señora; cosas de Dios! ¿No
podías haber tomado como escribano algún notario o monseñor? Cualquier obispo y
el mismo Papa lo hubiera deseado con toda el alma, y les hubiéramos dado crédito
a la primera. «Yo fui elegida, dirá después Sta. Bernardita, porque era la más
ignorante». ¡Qué cosas, Señor! Qué mensajeros escoges: pastores en tu
nacimiento, mujeres en la Resurrección..., y claro, cuesta creerles, como en
Rué du Bac, La Salette, Fátima... Entonces extiendes la mano y son tus
prodigios los que terminan convenciendo. Es tu estilo desde Moisés y el Faraón,
pasando por los pescadores hechos apóstoles. Bonita lección para nosotros tan
faltos de humildad, la virtud indispensable si queremos entrar como los niños
en el reino de los cielos.
Otras muchas son las lecciones que nos da cada
aparición de la Virgen. Pero empecemos desde el principio en Lourdes, en la
mañana hermosa del jueves día 11 de febrero de aquel 1858.
Tres niñas en busca de
leña
—¿Qué hacéis aquí con tanto frío?
Les preguntó una mujer que estaba lavando
tripas junto al Puente Viejo, antiguo puente romano Sobre el río Gave, el cual
iban a cruzar Bernardita, su hermana Toneta y Juana Abadíe, una amiga fuerte y
vivaracha de 12 años.
—Vamos a buscar leña.
—Id a la pradera del señor Laffitte, ha podado
muchos árboles y allí encontraréis.
Esta pradera era una isla formada más abajo
del puente por el río Gave, el arroyo Marlasse, afluente suyo por la izquierda,
y el canal Savy, el cual toma el agua del río antes de la curva que hace éste,
alimenta un molino y desemboca en el arroyo, desde ese punto convertido en
canal.
Las niñas entraron en la isla cruzando el
canal por la pasarela del molino, y siguieron junto a él recogiendo leña para
la lumbre y también huesos y otros desperdicios, que vendían a una trapera.
Llegan a Massabielle (o Masse-viei- lle = masa
vieja) un macizo rocoso en la ladera de la montaña, al otro lado del canal.
Junto al suelo existe una gruta de unos a 12 metros de anchura, por 8 de profundidad,
a su derecha, a 3,5 m. sobre el suelo una cavidad aproximadamente de metro y
medio. Delante hay una pequeña playa, llena de piedras y rocas. El lugar es
abrupto y salvaje. Por la playa divisan trozos de leña y un hueso. Toneta y
Juana se quitan los zuecos, no usan medias, y atraviesan el agua helada que les
llega a las rodillas. Bernardita no se atreve; está costipada y su madre no la
quería dejar salir. Las otras pronto se pierden de vista, no la ayudan a pasar
el cauce.
Se queda sola. Minutos después va a entrar en la
Historia por la puerta grande de las heroínas de Dios. Su nombre será tan
conocido como el legendario de Sta. Juana de Arco y los universales de Sta.
Margarita M.a de Alacoque, Sta. Catalina Labouré, Sta. Teresita de Lisieux...
Pero ahora, ¿quién es esa niña pobre y enfermiza que tiene 14 años, aunque sólo
aparenta 12.
La familia Soubirous
Lourdes, entre verdes montañas, era entonces
una población de unos 4.100 habitantes (hoy tiene más de 18.000), rica en
bosques, ganados y canteras; cabeza de partido tenía, además del alcalde,
juzgado, procurador imperial, 60 soldados en el castillo (hoy museo) y un
destacamento de gendarmería con cárcel; a sus ferias de ganado en primavera
venían hasta de Aragón. En virtud de una carta de donación del conde Bernardo
II de Bigorre reconocía a Ntra. Sra. del Puy como su soberana, y le pagó
tributo anual hasta 1789.
En Lourdes el padre de Bernardita, Francisco
Soubirous (significa: soberano), se había casado el año 1843, a sus 34 años,
con Luisa Castérot de 17 años. El padre de ésta acababa de morir, y alguien
debía llevar el molino Boly. La casa fue bien mientras vivió con ellos la
suegra y sus hijos: Bernarda de 18 años, que será madrina de nuestra María
Bernarda, Basifia dé 14 años, Juan María de 11 y Lucila de 4.
En 1848 la suegra con sus hijos se fueron a
otra casa y Luisa no sabe administrar, es demasiado generosa con los clientes,
a unos no cobra, a otros da pan, queso, vino. Falta dinero para reparar los
tamices, la harina no sale de buena calidad y los clientes, mujeres de los
alrededores, van a otros molinos. Francisco, picando una rueda del molino, ya
demasiado lisa, pierde el ojo izquierdo al saltarle una esquirla. Para 1854 los
Soubirous ya no pueden pagar el alquiler.
Fueron dando tumbos. La viuda Castérot alquiló
el molino Laborde para las dos familias, pero el trabajo es poco. Cuando en
1855 muere aquélla, con los 900 francos heredados, los Soubirous alquilan otro
molino en Arcizac, a 15 kms. de Lourdes. Renace una esperanza... por poco
tiempo: también faltan clientes, y a pesar que marido y mujer se emplean a
veces como jornaleros, pues Bernardita sabe cuidar a sus hermanitos, tienen que
dejar el molino en 1856 y volver a Lourdes. Aquí escasea el trabajo y los
Jornales son míseros: tampoco pueden pagar el alquiler de su pobre habitación y
al cabo, en otoño del mismo 1856, tienen que abandonarla dejando su armario de
boda en pago de la deuda.
¿Dónde ir? Están en la miseria con 4 hijos:
Bernardita de 12 años (nacida el 7.1.44, f. 16.IV.79), María, llamada familiarmente
Toneta, de 10 (nacida el 19.IX.46, f 1892), Juan María de 5 (nacido el 13.V.51,
f. 1919). y Justino de 20 meses (nacido el 28.11.55, f. 1865). (Todavía tendrán
otros tres hijos: Bernardo Pedro, 1859-1931; Juan, 1864, que sólo vivirá unos meses;
y una niña en 1866, que murió nada más nacer, los anteriores habían ya muerto
en 1856, —Juan, 13.II 1845-10 IV 1845 y
Juan María, 10.XII. 1848-4.1.1851—). Obtienen que un primo les ceda una
habitación de 5 X 4 ms. que nadie quería (en invierno solían dormir en ella,
sobre paja, los braceros españoles); pertenece a un viejo edificio que había
sido cárcel hasta que por razones higiénicas ésta se trasladó a otro. A ese «cuchitril
infecto y sombrío», según se le calificó en un informe oficial, y que la gente
seguía llamando «el calabozo», trasportaron en un carretón de mano el baúl,
algunas sillas, y tres camas: una para el matrimonio, otra para las chicas y
otra para los niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario