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miércoles, 15 de noviembre de 2023

LOURDES: FUENTE DE GRACIAS.

La gruta de Lourdes actualmente
 

Nota. En anteriores artículos comentamos sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ahora quiero comentar sobre las apariciones de Lourdes a donde fui recientemente, espero les guste y algún día puedan ir los que no han ido.

—«Yo soy la Inmaculada Concepción». —¿Qué dices, niña orgullosa?

—Así, de pronto, sin saludar, Bernardita había entrado en el despacho del párroco de Lourdes, el Rev. Peyrámale.

—«Yo soy la Inmaculada Concepción». Ella me ha dicho estas palabras.

-—Una señora no puede llamarse así. Tú te equivocas otra vez. ¿Sabes qué quiere decir eso?

—No, señor cura.

—Entonces, ¿Cómo dices lo que no entiendes?

—Desde la gruta hasta aquí no he dejado de repetir: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

—-Bien, yo veré lo que hay que hacer.

Y sin más despidió a Bernardita y a su tía Basilia que la acompañaba. El párroco, que días antes llamó a la niña mentirosa, manteniendo su apariencia adusta se había emocionado tanto, según confesó momentos después, que estuvo a punto de caerse.

No era para menos. El 8 de diciembre de 1854 Pío IX con la bula «Ineffabilis Deus» había proclamado dogma la Inmaculada Concepción de la Stma. Virgen, y a los cuatro años, hoy, 25 de marzo, fiesta de la Anunciación, la misma Reina del Cielo se digna bajar a una gruta y, lo que ningún teólogo había soñado, estampar en esa bula, como rúbrica, la fórmula resumida: «Yo soy la Inmaculada Concepción». (Años antes, en 1830, había firmado la introducción a la bula, en la Medalla Milagrosa mostrada a una ignorante novicia, con aquellas palabras: «María, concebida sin pecado, ruega por nosotros...»

Pero ¡qué cosas, Señora; cosas de Dios! ¿No podías haber tomado como escribano algún notario o monseñor? Cualquier obispo y el mismo Papa lo hubiera deseado con toda el alma, y les hubiéramos dado crédito a la primera. «Yo fui elegida, dirá después Sta. Bernardita, porque era la más ignorante». ¡Qué cosas, Señor! Qué mensajeros escoges: pastores en tu nacimiento, mujeres en la Resurrección..., y claro, cuesta creerles, como en Rué du Bac, La Salette, Fátima... Entonces extiendes la mano y son tus prodigios los que terminan convenciendo. Es tu estilo desde Moisés y el Faraón, pasando por los pescadores hechos apóstoles. Bonita lección para nosotros tan faltos de humildad, la virtud indispensable si queremos entrar como los niños en el reino de los cielos.

Otras muchas son las lecciones que nos da cada aparición de la Virgen. Pero empecemos desde el principio en Lourdes, en la mañana hermosa del jueves día 11 de febrero de aquel 1858.

Tres niñas en busca de leña

—¿Qué hacéis aquí con tanto frío?

Les preguntó una mujer que estaba lavando tripas junto al Puente Viejo, antiguo puente romano Sobre el río Gave, el cual iban a cruzar Bernardita, su hermana Toneta y Juana Abadíe, una amiga fuerte y vivaracha de 12 años.

—Vamos a buscar leña.

—Id a la pradera del señor Laffitte, ha podado muchos árboles y allí encontraréis.

Esta pradera era una isla formada más abajo del puente por el río Gave, el arroyo Marlasse, afluente suyo por la izquierda, y el canal Savy, el cual toma el agua del río antes de la curva que hace éste, alimenta un molino y desemboca en el arroyo, desde ese punto convertido en canal.

Las niñas entraron en la isla cruzando el canal por la pasarela del molino, y siguieron junto a él recogiendo leña para la lumbre y también huesos y otros desperdicios, que vendían a una trapera.

Llegan a Massabielle (o Masse-viei- lle = masa vieja) un macizo rocoso en la ladera de la montaña, al otro lado del canal. Junto al suelo existe una gruta de unos a 12 metros de anchura, por 8 de profundidad, a su derecha, a 3,5 m. sobre el suelo una cavidad aproximadamente de metro y medio. Delante hay una pequeña playa, llena de piedras y rocas. El lugar es abrupto y salvaje. Por la playa divisan trozos de leña y un hueso. Toneta y Juana se quitan los zuecos, no usan medias, y atraviesan el agua helada que les llega a las rodillas. Bernardita no se atreve; está costipada y su madre no la quería dejar salir. Las otras pronto se pierden de vista, no la ayudan a pasar el cauce.

Se queda sola. Minutos después va a entrar en la Historia por la puerta grande de las heroínas de Dios. Su nombre será tan conocido como el legendario de Sta. Juana de Arco y los universales de Sta. Margarita M.a de Alacoque, Sta. Catalina Labouré, Sta. Teresita de Lisieux... Pero ahora, ¿quién es esa niña pobre y enfermiza que tiene 14 años, aunque sólo aparenta 12.

La familia Soubirous

Lourdes, entre verdes montañas, era entonces una población de unos 4.100 habitantes (hoy tiene más de 18.000), rica en bosques, ganados y canteras; cabeza de partido tenía, además del alcalde, juzgado, procurador imperial, 60 soldados en el castillo (hoy museo) y un destacamento de gendarmería con cárcel; a sus ferias de ganado en primavera venían hasta de Aragón. En virtud de una carta de donación del conde Bernardo II de Bigorre reconocía a Ntra. Sra. del Puy como su soberana, y le pagó tributo anual hasta 1789.

En Lourdes el padre de Bernardita, Francisco Soubirous (significa: soberano), se había casado el año 1843, a sus 34 años, con Luisa Castérot de 17 años. El padre de ésta acababa de morir, y alguien debía llevar el molino Boly. La casa fue bien mientras vivió con ellos la suegra y sus hijos: Bernarda de 18 años, que será madrina de nuestra María Bernarda, Basifia dé 14 años, Juan María de 11 y Lucila de 4.

En 1848 la suegra con sus hijos se fueron a otra casa y Luisa no sabe administrar, es demasiado generosa con los clientes, a unos no cobra, a otros da pan, queso, vino. Falta dinero para reparar los tamices, la harina no sale de buena calidad y los clientes, mujeres de los alrededores, van a otros molinos. Francisco, picando una rueda del molino, ya demasiado lisa, pierde el ojo izquierdo al saltarle una esquirla. Para 1854 los Soubirous ya no pueden pagar el alquiler.

Fueron dando tumbos. La viuda Castérot alquiló el molino Laborde para las dos familias, pero el trabajo es poco. Cuando en 1855 muere aquélla, con los 900 francos heredados, los Soubirous alquilan otro molino en Arcizac, a 15 kms. de Lourdes. Renace una esperanza... por poco tiempo: también faltan clientes, y a pesar que marido y mujer se emplean a veces como jornaleros, pues Bernardita sabe cuidar a sus hermanitos, tienen que dejar el molino en 1856 y volver a Lourdes. Aquí escasea el trabajo y los Jornales son míseros: tampoco pueden pagar el alquiler de su pobre habitación y al cabo, en otoño del mismo 1856, tienen que abandonarla dejando su armario de boda en pago de la deuda.

¿Dónde ir? Están en la miseria con 4 hijos: Bernardita de 12 años (nacida el 7.1.44, f. 16.IV.79), María, llamada familiarmente Toneta, de 10 (nacida el 19.IX.46, f 1892), Juan María de 5 (nacido el 13.V.51, f. 1919). y Justino de 20 meses (nacido el 28.11.55, f. 1865). (Todavía tendrán otros tres hijos: Bernardo Pedro, 1859-1931; Juan, 1864, que sólo vivirá unos meses; y una niña en 1866, que murió nada más nacer, los anteriores habían ya muerto en 1856,   —Juan, 13.II 1845-10 IV 1845 y Juan María, 10.XII. 1848-4.1.1851—). Obtienen que un primo les ceda una habitación de 5 X 4 ms. que nadie quería (en invierno solían dormir en ella, sobre paja, los braceros españoles); pertenece a un viejo edificio que había sido cárcel hasta que por razones higiénicas ésta se trasladó a otro. A ese «cuchitril infecto y sombrío», según se le calificó en un informe oficial, y que la gente seguía llamando «el calabozo», trasportaron en un carretón de mano el baúl, algunas sillas, y tres camas: una para el matrimonio, otra para las chicas y otra para los niños.

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