Subirá delante de ellos que les abrirá el camino; así se dice en Miqueas, c. 2.
Cuando el profeta dice subirá, advierte claramente que la subida la realizo no solo
Cristo, sino otros con Él, Cristo en efecto, sube delante de ellos para
dirigirlos, animarlos, ayudarlos y prepararles el aposento. Y, esta manera, son
dirigidos los que deliberan para que puedan juzgar rectamente; son animados los
que realmente emprenden el camino al cielo, para que empiecen con decisión; son
ayudados los que se ejercitan para que sean capaces de consumar la obra y, por
último, se prepara aposentos a los que perseveran para que puedan gozar de la
bienaventuranza eterna.
Esto tiene razón de ser porque antes de que Cristo nos
precediese, nos eran desconocidos los caminos de la vida, pero el mismo nos los
dio a conocer, enseñándonos la justicia, la misericordia y la verdad, las
cuales, al decir de San Agustín en el sermón acerca de la resurrección, son
caminos que nos conducen a la vida. Y este escrito en el Éxodo: El señor iba delante de ellos para mostrar
el camino, de día en columna de nube y en la noche en columna de fuego, de
suerte que fuese gua de camino en uno y otro tiempo. Donde se advierte que
Cristo fue a la cabeza como quien lleva de noche el cirio delante de los
magnates.
Además, Cristo fue delante de ellos para animarlos, en
significación, de lo cual se dice en el Éxodo: Si no bienes tú delante, no nos saques de este lugar. Y en verdad,
malo era el camino y las aguas del vado profundas y por eso Cristo se puso
delante como quien los explora. Era preciso, en efecto, pasar por los torrentes
de los padecimientos, empresa harto peligrosa e insegura. Lo cual hallaras
prefigurado en lo que Judas dijo a Timoteo, en el libro primero de los
Macabeos: Si al llegar Judas al torrente
le permitiremos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una
fuerza incontrastable; y he aquí que, según sigue diciendo el texto
sagrado, atravesó judas el torrente el
primero contra los enemigos, y todo el pueblo tras de él y los gentiles fueron
derrotados.
Además, subió delante de ellos para ayudarlos, como suele
acontecer con los peregrinos, entre los cuales los mas robustos toman la
delantera y son los primeros en pasar el foso para tenderles la mano a sus
demás compañeros. En referencia a esto dice el Deuteronomio: El que sube sobre los cielos es su
protector. Así mismo Oseas: Yo enseñe
a andar a Efraín y le lleve sobre mis brazos. Ni fue otro el modo como
Jesús tendió la mano a Pedro cuando empezó a hundirse.
Y, por último, Jesús subió delante de ellos para
prepararles morada, como lo dice San Juan: Voy
a prepararos el lugar. Y en el mismo capítulo a continuación se añade: Cuando Yo me haya ido y os haya preparado el
lugar, de nuevo volveré y os tomare conmigo, para que donde estoy, estéis
también vosotros. Consta, por lo tanto, que Cristo subió delante de ellos
intentando cuatro finalidades inherentes a su biografía, de las cuales una se
realizo en su vida, la segunda en su pasión, la tercera en su resurrección y la
cuarta en su ascensión. En razón a la primera debemos ser prudentes al elegir;
por razón de la segunda, intrépidos al emprender: por razón de la tercera,
varoniles al proseguir y, por razón de la cuarta codiciosos sl consumar, a fin
de que, terminados los trabajos podamos entrar en aquella morada que nos esta
preparada y donde todos los bienes están a nuestro alcance, como se dice en San
Mateo: Todo este pronto.
debemos pues
darnos prisa y Maxime al ver como se nos abre hoy la puerta y cuan numerosos son los que
entran en la fiesta. Y no dejes de recordar aquí los que iban al banquete.
Mas porque entre los que llaman ala puerta, no todos
consiguen ingresar en el reino, tal es la sentencia del Señor en San Mateo: No todo el que dice Señor, Señor entrara en
el reino de los cielos, por eso debemos procurar ser de manera que se nos
conceda el ingreso en pos del Señor, que sube hoy delante de su pueblo
abriéndole el camino. Esforcémonos por ser reconocidos como miembros de su familia
o como su pueblo, pues no abandona el
Señor su heredad. Y pensamos que uno es reconocido como familiar de un
poderoso, unas veces por aclamarse partidario suyo, otras por ser portador de
unas cartas, otras como compañero inseparable y otras, por último, por ir con
traje idéntico al del poderoso.
Cuádruple desmembración, donde la primera significa la
confesión de los laicos: la segunda, la sabiduría de los clérigos; la tercera
la sociedad de los clérigos, y la cuarta, la imitación de los perfectos.
Sobre esto último mucho se podría decir por ser palabras
muy estrechamente unidas no solo a la solemnidad de este día sino también al
alma. La cual debe sin duda afianzar su fe bebiendo de esta fuente
incorruptible e inmortal.
La esperanza como virtud sobrenatural en una virtud que
nos llena de alegría pensando en la vida eterna, cuyo pensamiento no es vano,
ni una ilusión sino una realidad revelada por el mismo Cristo que la promete y
la ratifica en esta solemnidad con su gloriosa ascensión a los cielos.
Quien piensa en ello aumenta esta virtud en su corazón y,
como viendo de lejos, las moradas eternas y lo que en ellas se da es capaz de
desdeñar las temporales e incluso darse el lujo de desdeñarlas porque aquellas
son mayores y eternas. Este es el fruto del primer misterio glorioso: el
conocimiento de las cosas eternas en detrimento de las mundanas y caducas de la
tierra.
En lo segundo como que nuestro corazón, abismado en la
inmensidad del misterio, se siente atraído con la mirada puesta en el que se va
y por eso nuestro rostro este alzado como queriendo decir: Señor lleva mi
corazón contigo y líbrame de mis ataduras de muerte, y digo de muerte porque
las cosas que la tierra da son amargas y dolorosas que, a la larga, causan la
muerte y mejor es no fijar nuestra vista en ellas.
Tal es el objeto de nuestra contemplación en este día que
es menester que los espíritus bienaventurados refulgentes con la luz de esa
gloria eterna, salgan a nuestro paso y nos digan: ¿Hombres de galilea que estáis mirando al cielo? Este Jesús que hoy
veis subir al cielo volverá de nuevo… y por tal razón esperamos con gran expectación
su segunda venida porque las aguas de
la cisterna humana son bastante amargas y solo cusan desolación al alma humana.
Seguid pues mirando Asia arriba, pero con prudencia y
paciencia porque en ellas esta el premio no solo de la morada celestial ni de
sus cosas eternas sino el mismo autor de todas ellas Cristo Jesús que vive y
reina con el Padre en unión del Espíritu Santo. Amen
No hay comentarios:
Publicar un comentario