ANACLETO GONZALES FLORES
Porque allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que
nos había reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de
todo hijo de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus
derechos, abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos,
frente a frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de
esa actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro
Cleto" desde su misma juventud.
"Porque
si continuamos como hasta ahora, entregados al éxtasis en nuestras casas e
iglesias y no procuramos luchar también ahora, el próximo cataclismo nos dejará
a los cuatro vientos, y tendremos que sentarnos como el célebre Mario, a llorar
sobre las ruinas de nuestros hogares, por no haber querido combatir en todas
las vías y en todos los caminos por donde galopan los corceles del ejército del
mal.
"Procuremos
hallarnos en todas partes con el casco de los Cruzados” y combatamos sin tregua
con las banderas desplegadas a todos los vientos".
He
querido citar tan largamente al mismo Anacleto, periodista y maestro de acción,
tanto para explicarnos la razón fundamental, que él admirable y justamente
señala, de la causa por que en un pueblo católico como el nuestro, pudo tener
lugar la terrible explosión de la conspiración contra el orden cristiano, o sea
la persecución anticatólica de los callistas, que hizo entre los mexicanos
tantos mártires; como para exponer con sus mismas palabras, el espíritu que
animaba a este futuro mártir de Cristo, y que le movía a realizar de una manera
esplendorosa su vocación de "apóstol católico seglar".
Porque
allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había
reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo
de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos,
abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a
frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa
actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Cleto"
desde su misma juventud.
Si los
católicos, a la caída del Partido Conservador, tras el infeliz ensayo del
Imperio de Maximiliano, no se hubieran retirado doloridos y desalentados de la
palestra; si hubiera habido entre nosotros desde aquel entonces algunos
"Maistros Cletos" como éste, México no hubiera pasado por las horas amargas
de la persecución.
No fue
ciertamente Anacleto González Flores, el único mexicano que pensaba así, acerca
de la culpabilidad de los católicos mismos, por su desaliento en la lucha
contra las fuerzas del mal, de la terrible situación a que nos había reducido
el laicismo liberal.
El
Lic. Miguel Palomar y Vizcarra fue, si no el primero, sí de los primeros que se
enfrentaron contra la "cuestión social", para resolverla, de acuerdo en
un todo, con las enseñanzas del inmortal León XIII. Anacleto tenía en esos
momentos sólo diez años de edad.
En la
capital de la República, el año de 1913, un grupo de jóvenes valientes, bajo la
inspiración y dirección del P. jesuita Bernardo Bergoend, había dado principio
a la inmortal A.C.J.M., que en los años de su existencia forjó tantos
caracteres varoniles, lanzándolos a la lucha por Dios y por la Patria. Anacleto
tuvo conocimiento de ello, y se entusiasmó hasta el punto de que quiso, con
todo empeño, establecer un grupo de dicha Asociación, en la capital y el Estado
de Jalisco. En ella veía la realización de uno de sus sueños dorados más
vehementes, porque en la juventud había puesto todas sus esperanzas generosas,
para el mejor futuro de México. Así fue cómo en 1916, en unión con otros
jóvenes sus amigos de "La Gironda" y sus discípulos, dio principio al
grupo jalisciense, del que naturalmente él fue constituido jefe.
Estaba
bien preparado para ello, y durante once años, fue como una prolongación de su
hogar y el centro de sus principales actividades religiosas y patrióticas.
Cuando
llegó la hora de que contrajera matrimonio con una destacada y piadosa señorita
de la sociedad tapatía, fue en el oratorio de la casa donde se reunía la
Asociación, donde se empeñó en contraerlo, y apenas su primogénito tuvo la edad
requerida, fue inscrito por él, en el número de sus Vanguardias.
Por su
parte la A.C.J.M. lo ha considerado siempre y lo considerará en lo futuro, como
uno de sus más destacados elementos y jefes.
Aun
antes de establecerla, había ya hecho, como si dijéramos, ensayos fructuosos de
ella, con la formación de varios círculos de estudios de historia, apologética,
sociología, oratoria, etc., tales como los llamados "Agustín de los
Ríos" y "Aguilar y Marocho", y él los animaba, dirigía, les daba
certeras direcciones, resolvía con gran competencia las objeciones en toda la materia
de aquellos estudios.
Y no
sólo en el mero orden intelectual, se dedicó al cultivo de la juventud.
Estableció
también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae
Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en
el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer
Estableció
también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae
Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en
el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer el
cuerpo. Soñaba con llegar a establecer una verdadera "Guardia
Nacional" preparada a todo evento.
Presentóse
por entonces a Anacleto, una dificultad gravísima, capaz de echar por tierra
todos sus grandes proyectos. Ya muy adelantado en sus estudios para la
abogacía, el Gobierno dio una de esas llamadas leyes, destinadas a vejar a los
católicos, y aun de carácter retroactivo. De buenas a primeras, decretó que no
eran válidos los estudios preparatorios que no se hubieran hecho en los
colegios oficiales, y de tal modo y con tanta malignidad, que era preciso al
candidato a una profesión, volver a estudiar todo lo ya pasado y aprendido,
para acomodarse al nuevo plan de estudios.
Otro,
que no hubiera sido Anacleto, se hubiera desesperado, por tantos años perdidos,
aunque tenía la conciencia de haber hecho unos estudios, más que suficientes, y
con provecho, en el Seminario. Anacleto se resignó y volvió a comenzar aquellos
estudios, que le retrasaban inútilmente en su carrera.
Y
vencido, con el tesón y la constancia que ya le conocemos, el obstáculo, logró
al fin recibirse de abogado.
No
era, por cierto, esa profesión, adquirida a costa de tantos trabajos y sudores,
desvelos y miserias, algo que considerara como un remedio a su pobreza y un
comienzo de prosperidad material. Jamás Anacleto se preocupaba por eso. Él lo
que quería era hacerse un hombre útil a la causa de Dios y de la Patria, a la
que había consagrado su vida. No le faltaron ocasiones en el México oficial
corrompido, de aquel tiempo, para lograr una posición económica, más que
regular. Pero jamás quiso ocuparse de negocios sucios, aun bien remunerados, y
estimó como una grave injuria, que se le hacía, la proposición de uno de esos
agentes de las logias, para entrar en la masonería, que deseaba contar entre
los de "los tres puntos" a un hombre de sus talentos, y arrastre; ya
que ella —la secta— se comprometía a darle uno de esos jugosos puestos en la
política, destinados, como sabemos, a los hijos de la viuda.
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