CAPÍTULO VI
Que en las
tentaciones se prueban y purifican más los justos
y se arraiga más la
virtud.
Dicen
también los Santos que quiere el Señor que seamos tentados para probar la
virtud de cada uno.
Así
como con los vientos y tempestades se ve si el árbol ha echado buenas raíces, y
el valor y fortaleza del caballero y buen soldado no se echa de ver en tiempo de
paz, sino en tiempo de guerra, en los encuentros y peleas; así la virtud y
fortaleza del siervo de Dios no se echa de ver cuando hay devoción y sosiego,
sino cuando hay tentaciones y trabajos.
San
Ambrosio, sobre aquellas palabras: “Dispuesto estoy, y nadie me arredrará de
guardar tus mandamientos”, dice “que así
como es mejor piloto y digno de mayor loa el que sabe y tiene industria para gobernar la nave en tiempo que hay tempestades
y borrascas, cuando la nave unas veces parece que se va a fondo, otras con las
olas se levantan hasta el cielo, que el que la rige y gobierna en tiempo de
tranquilidad y bonanza; así es también digno de mayor loa el que se sabe regir
y gobernar en tiempo de tentaciones, de tal manera, que ni con la prosperidad
se levanta, ni ensoberbece, ni con las adversidades y trabajos se amilana y
desmaya, sino que puede decir siempre con el Profeta: Paratus sum et non sum
turbatus”: (dispuesto y preparado estoy para eso y otros). Pues para esto envía
Dios las tentaciones, como hizo con los hijos de Israel, dejándoles aquellas
gentes enemigas y contrarias, para probar la constancia y firmeza que tenían en
su amor y servicio”. Y el Apóstol San Pablo dice: “Es menester que haya
herejías para que se conozcan los buenos y los que aprueban bien”. “Dios los
tentó y hallólos dignos de sí.” Las tentaciones son los golpes con que se
descubre la fineza del metal, y la piedra de toque con que prueba Dios a los
amigos: entonces se echa de ver lo que hay en cada uno.
Así
como acá los hombres se huelgan de tener amigos probados, así también Dios, y
por eso los prueba.
Como
los vasos, dice el Sabio, se prueban en el horno, y la plata y oro con el
fuego, así los justos se prueban con la tentación. Dice San Jerónimo, “cuando
la masa está ardiendo en el fuego, no se echa de ver si es oro, o plata, u otro
metal, porque todo está entonces de un color, todo parece fuego”; así en tiempo
de consolación, cuando hay fervor y devoción, no se echa de ver lo que es uno,
todo parece fuego; pero sacad la masa del fuego, dejadla enfriar, y veréis lo que
es”. Dejad pasar aquel fervor y consuelo, venga el trabajo y la tentación, y entonces
se echará de ver lo que es cada uno. Cuando uno en tiempo de paz sigue la
virtud, no se sabe si aquello es virtud, o si nace de su natural bueno, o de
gusto particular que « tiene en aquel ejercicio, o de no haber otra cosa que le
lleve; pero el que, combatido de la tentación, persevera, ese bien muestra que
lo hace por virtud y por el amor que tiene a Dios.
Sirve
también la tentación de purificar más a uno.
Así
como el artífice purifica la plata y el oro con el fuego, y le quita toda la
escoria, así el Señor quiere purificar a sus escogidos con la tentación, para
que así queden más agradables a su divina Majestad. Quemarélos como sé quema la
plata, y probarélos como es probado el oro dice Dios por Zacarías; y por Isaías:
“Depurarte he de tu escoria en el crisol y despojarte he de tu estaño”. Eso
obra la tentación en los justos: va consumiendo y gastando en ellos el orín de
los vicios y el amor de las cosas del mundo y de sí mismos, y hace que queden
más acendrados y purificados. Verdad es, dice San Agustín, que no todos sacan
este fruto de las tentaciones, sino solamente los buenos.
Hay
unas cosas, que puestas al fuego, luego se ablanda y derriten, como la cera;
otras hay que se paran más duras, como el barro. Así los buenos, con el fuego
de la tentación y del trabajo se paran tiernos, conociéndose y humillándose;
pero los malos quedan más duros y obstinados. Como vemos, que de los dos ladrones
en cruz, el uno se convirtió, y el otro blasfemó; y así dice San Agustín: La
tentación es fuego, con el cual el oro queda más resplandeciente, y la paja
consumida; el justo queda más puro y más perfecto, y el malo más perdido. Es
una tempestad, de la cual el justo escapa y el malo queda anegado.
Los
hijos de Israel hallaron camino por las aguas, y las mismas aguas les servían de
muro a la diestra y a la siniestra; pero
los egipcios quedaron hundidos y anegados en las mismas aguas.
San
Cipriano trae esta razón para animarnos a los trabajos y persecuciones, y
persuadirnos que no las temamos; porque la Escritura divina nos enseña que antes
con eso crecen y se multiplican los siervos de Dios como dice de los hijos de
Israel, cuanto más eran oprimidos y acosados de los egipcios, tanto más crecían
y se multiplicaban. Y del arca de Noé dice: Multiplicáronse las aguas del
diluvio, y levantaron el arca sobre los montes de Armenia: así las aguas de las
tentaciones y trabajos levantan y perfeccionan mucho un alma. Y si vos no
quedáis más purificado con la tentación, será porque no sois oro, sino paja, y
por eso quedáis negro y feo. Gerson dice que así como el mar con las borrascas y tempestades
desecha de sí las inmundicias que ha recogido, y queda limpio y purificado; así
la mar espiritual de nuestra ánima con las tentaciones y trabajos queda limpia
y purificada de las inmundicias e imperfecciones que con la demasiada paz y
tranquilidad suele recoger; y para eso las envía Dios.
Más,
así como el buen labrador poda la vid para que dé más fruto; así, dicen los
Santos, Dios nuestro Señor, que se compara en el Evangelio al labrador,.. poda
sus vides, que son sus escogidos, para que fructifiquen más. “A todo sarmiento
que llevare fruto en mí, lo podará para que lleve más fruto” Más, con que se
confirma lo pasado; la tentación hace que se arraigue más en el alma la virtud
contraria. Dice el santo abad Nilo: “Así como los vientos, hielos y tempestades
hacen que las plantas y árboles se arraiguen más en la tierra, así las
tentaciones hacen que se arraiguen más en el alma las virtudes contrarias”. Y
así declaran los Santos aquello de San Pablo: “En la tentación se perfecciona
la virtud; esto es, se establece, se funda, se declara estable”.
Como
cuando otro impugna una verdad, que vos defendéis, mientras más razones y más
argumentos trae para impugnarla, más razones buscáis vos para defenderla y
confirmarla, y con eso y con ver que respondéis y satisfacéis a los argumentos
contrarios, os vais más confirmando en ella; así también el siervo de Dios, mientras
más tentaciones le trae el demonio para contrastar la virtud, más motivos y
razones busca él para conservarla y resistir a la tentación, y entonces hace
nuevos propósitos, y se ejercita más en actos de aquella virtud, con lo cual
ella se arraiga y fortifica, y crece más. Y así dicen muy bien que la tentación
obra en el ánima lo que los golpes en la yunque, que la endurecen más y la
hacen más solida y fuerte.
Fuera
de esto, que va por el camino ordinario, dice San Buenaventura, que suele Dios
nuestro Señor consolar y premiar extraordinariamente a los que han sido muy
tentados de algún vicio, y mostrándose fieles en la tentación, dándoles con
ventaja y excelencia grande la virtud contraria. Como cuenta San Gregorio de
San Benito que, porque resistió varonilmente a una tentación vehemente de
carne, echándose desnudo entre unos abrojos y espinas, le dio el Señor tanta perfección
en la castidad, que de ahí adelante nunca más sintió tentaciones deshonestas.
Lo mismo leemos de Santo Tomas de Aquino, cuando con un tizón de fuego hizo
huir a una mujer que le venía a solicitar.
Envióle
Dios luego dos ángeles que le ciñeron y apretaron los lomos fuertemente en
señal que le concedía el don de perpetua castidad. De la misma manera dice San
Buenaventura que a los que son tentados de la fe, y con tentaciones de
blasfemia, suele el Señor dar después una claridad e ilustración grande en eso
y un muy encendido amor de Dios, y así de otras tentaciones. Y trae a este
propósito aquello de Isaías: “Cogerán y sujetarán a los que les querían coger y
sujetar”. Esta es una cosa que consuela mucho en las tentaciones. Consolaos y
animaos a pelear, hermano mío, q u e quiere el Señor arraigar en vos con eso la
virtud contraria, quiere daros una castidad angélica.
Salióle
a Sansón un león al encuentro, y él acometióle y matóle, y después halló en él
un panal de miel.
Así,
aunque la tentación al principio os parezca león, no la temáis, sino acometedla
y vencedla, y veréis cómo halláis después en eso mismo una dulzura y suavidad
muy grande.
De
aquí se entenderá que también, al contrario, cuando uno se deja llevar de la
tentación, y condesciende con ella, crecerá el vicio con sus propios actos, y juntamente la tentación, y será más fuerte de ahí adelante, porque está
más arraigado el vicio y más enseñoreado de él. Y lo nota San Agustín. “Pecó Jerusalén
y ya no tiene estabilidad”, dice el profeta Jeremías. Porque pecó, quedó más inestable
e inconstante, y más flaco para tornar a caer; que es lo que dijo también el
Sabio: “El pecador añadirá pecados sobre pecados”. Este es un aviso muy
importante para los que son combatidos de tentaciones; porque a algunos suele
engañar y cegar el demonio, haciéndoles creer que satisfagan a su tentación y
que así cesará.
El
cual es un engaño muy grande; antes si cumplís con la tentación se arraigará
más y crecerá más la pasión y apetito; y tendrá de ahí en adelante mayores
fuerzas y mayor señorío sobre vos, y os tornará a derribar más fácilmente otra
y otra vez. Dicen muy bien qué es esto como la hidropesía, que mientras más bebe
el hidrópico, más sed tiene; y como el avariento (1), que mientras más tiene,
más crece la codicia de tener: así es acá, tened entendido que cuando os dejáis
llevar de la tentación, y condescendéis con ella, crece ella tantos quilates, y
vos perdéis otros tantos de fortaleza, y así quedáis más sujeto para tornar a caer
más fácilmente. Y cuando resistís y os hacéis fuerza, no condescendiendo con
ella, crecen la virtud y fortaleza en vos otros tantos quilates. Y así, el
medio para alcanzar victoria contra las tentaciones y malas inclinaciones, y
quedar quieto y sosegado, es no condescender con ellas, ni dejar que salgan jamás
con la suya; porque de esa manera, poco a poco, con el favor del Señor, va
perdiendo la fuerza la tentación y la pasión, hasta no dar molestia ni
pesadumbre ninguna.
Lo
cual nos debería animar mucho a resistir con valor a las tentaciones.
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