La administración de la ONU esperaba ver en la
Asamblea General un duro enfrentamiento entre los partidarios de Trump y sus
opositores. Pero sucedió otra cosa. A pesar de que varios países, como Francia,
denunciaron los métodos del inquilino de la Casa Blanca, Rusia procedió más
bien a un análisis de la alianza occidental. Para Moscú, la gran mayoría de los
problemas actuales se debe a la voluntad de las antiguas potencias coloniales
de mantener a toda costa su dominación sobre el resto del mundo. Pero una
poderosa coalición se ha formado para enfrentarlas.
A pesar
de las apariencias, no es inútil el desfile de jefes de Estado y/o de Gobierno
o de ministros de Relaciones Exteriores por la tribuna de la Asamblea General
de la ONU. No deja de ser cierto que, muchos de ellos, al no tener realmente
nada que decir, optaron por utilizar esa tribuna internacional para dirigirse a
la opinión pública de sus propios países, criticando el despilfarro de la ONU y
haciendo llamados formales a respetar el derecho. Pero hubo varias
intervenciones que sí abordaron el verdadero problema a debatir: ¿Cómo resolver
los litigios entre Estados y garantizar la paz?
Los
tres primeros días de discursos estuvieron marcados por la intervención del
presidente estadounidense Donald Trump y las respuestas del presidente francés
Emmanuel Macron y del presidente de Irán Hassan Rohani. Pero el cuarto día, esa
problemática voló en pedazos con la intervención del ministro de Exteriores de
la Federación Rusa, Serguei Lavrov, quien presentó a la Asamblea General el
mapa del mundo postoccidental.
El cambio mundial según Donald Trump
El
presidente Trump, cuyos discursos son de costumbre extremadamente confusos y
desordenados, había preparado esta vez un texto muy estructurado [1]. Distanciándose
de sus predecesores, Trump dijo optar por «la independencia y la cooperación»
antes que «la gobernanza, el control y la dominación globales». Para decirlo en
otros términos: los intereses nacionales están por encima de los intereses del
«Imperio estadounidense». Seguidamente, Trump enumeró los reajustes que él
mismo ha realizado en el sistema.
-
Estados Unidos no ha declarado una guerra comercial contra China sino que está
tratando de reequilibrar su balanza de pagos. Simultáneamente está tratando de
restaurar un mercado internacional basado en la libre competencia, así lo
demuestra su posición en el plano energético. Estados Unidos se ha convertido
en un gran exportador de hidrocarburos y, por consiguiente, le conviene que los
precios sean elevados, pero cuestiona la existencia de un cártel
intergubernamental –la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo)–
y se pronuncia por precios más bajos.
-
Estados Unidos se opone a las estructuras y tratados de la globalización (o
sea, desde el punto de vista de la Casa Blanca, a las estructuras y tratados
del imperialismo financiero internacional), sobre todo al Consejo de los
Derechos Humanos, a la Corte Penal Internacional y a la Agencia de Naciones
Unidas para los Refugiados de Palestina en el Oriente Próximo (UNRWA, siglas en
inglés). No se trata, por supuesto, de predicar la tortura (legitimada en
tiempos de la administración de Bush hijo) o el crimen, ni de hambrear a los
palestinos sino de echar abajo organizaciones que se sirven de sus objetivos
supuestos para alcanzar otros fines.
- En
cuanto a las migraciones de Latinoamérica hacia Estados Unidos y dentro del
propio continente sudamericano, la administración Trump tiene intenciones de
erradicar el mal atacando sus raíces. Para la Casa Blanca, ese problema es
fruto de las reglas impuestas por los tratados de la globalización,
principalmente por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN
[2]). El presidente Trump ya negoció con México un nuevo acuerdo que vincula
las exportaciones al respeto de los derechos sociales de los trabajadores
mexicanos. Su objetivo es volver al sentido original de la doctrina Monroe: las
transnacionales ya no podrán interferir en la gobernanza del continente.
La
referencia de Trump a la doctrina Monroe merece una explicación aparte ya que
esa expresión se vincula generalmente al colonialismo estadounidense de
principios del siglo XX. Donald Trump es un admirador de la política exterior
de dos personalidades estadounidenses muy controvertidas: los presidentes
Andrew Jackson (1829-1837) y Richard Nixon (1969-74).
La
doctrina Monroe –que data de 1823– se elaboró durante la intervención del
entonces general Andrew Jackson en la colonia española de La Florida. En
aquella época, James Monroe aspiraba a proteger el continente americano del
imperialismo europeo. Se vivía en aquellos tiempos la «era de las buenas
intenciones». Monroe se comprometió entonces a que Estados Unidos no
intervendría en Europa… si los europeos dejaban de intervenir en las Américas.
No fue hasta tres cuartos de siglos después, principalmente bajo Theodore
Roosevelt (1901-1909), que la doctrina Monroe fue utilizada para justificar la
dominación del imperialismo estadounidense sobre Latinoamérica.
Los
presidentes Macron y Rohani defienden el “mundo de antes”
En una
extraña inversión de los papeles, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, se
presentó en la ONU como el Barack Obama europeo frente al Charles De Gaulle
estadounidense –Donald Trump. Macron declaró simbólicamente la guerra al jefe
de la Casa Blanca al exclamar: «No firmemos más acuerdos comerciales con las
potencias que no respetan el Acuerdo de París», o sea con Estados Unidos.
¡Extraña manera de defender el multilateralismo!
El
presidente francés inició su intervención aludiendo a lo que ya había señalado
Donald Trump: la crisis del «orden liberal westfaliano» actual [3]. O sea, la
crisis de los Estados-naciones, provocada en realidad por la globalización
económica. Pero el objetivo de su alusión era cuestionar la solución de la Casa
Blanca, que calificó de «ley del más fuerte». Macron promovió entonces la
solución “francesa” «alrededor de tres principios: el primero es el respeto de
las soberanías, que forma parte de la base misma de nuestra Carta; el segundo
es el fortalecimiento de nuestras cooperaciones regionales; y el tercero es la
aportación de garantías internacionales más robustas».
Luego,
el discurso de Macron cayó en picada y el orador trató al final de recuperar
altura recurriendo al lirismo, en lo que en realidad fue más bien un claro
ejemplo de hipocresía infantil, rayana en la esquizofrenia.
- Como
ejemplo del «respeto de las soberanías», Macron llamó a no «suplantar al pueblo
sirio» para decidir quién debe dirigirlo… pero excluye que el presidente Assad
pueda someterse –nuevamente– al veredicto de las urnas.
-
Sobre el «fortalecimiento de las cooperaciones regionales», Macron citó el
apoyo de la Unión Africana a la operación antiterrorista de Francia en el
Sahel. El problema es que esa operación sólo es en realidad la parte terrestre
de un plan más amplio, dirigido por el AfriCom estadounidense, cuya fase aérea
está en manos de Estados Unidos. La Unión Africana, que carece de un ejército
propiamente dicho, participa únicamente para legalizar lo que de hecho es una
operación colonial. Asimismo, las sumas invertidas en el desarrollo del Sahel –sumas
que el presidente francés no citó en euros sino en dólares estadounidenses–
mezclan verdaderos proyectos africanos y una ayuda exterior al desarrollo cuya
ineficacia está más que demostrada para todo el mundo.
-
Sobre «la aportación de garantías internacionales más robustas», Macron anunció
el trabajo de lucha contra las desigualdades al que supuestamente se dedicará
el G7 en la ciudad francesa de Biarritz. Lo que en realidad pretendía Macron
era resaltar el liderazgo occidental sobre el resto del mundo. Para ello
aseguró que «la época en que un club de países ricos podía definir solo los
equilibrios del mundo ha quedado atrás» y se comprometió a… informar a la
Asamblea General las decisiones tomadas por las potencias occidentales. También
proclamó que el «G7 tendrá que ser el motor» de la lucha contra las
desigualdades que prevé la ONU.
Por su
parte, el presidente-jeque iraní Hassan Rohani describió como la Casa Blanca
destruye uno a uno los principios del derecho internacional [4].
Rohani
recordó que el Consejo de Seguridad de la ONU había avalado el acuerdo 5+1
(JCPOA), además de haber llamado –en la Resolución 2231– numerosas
instituciones a respaldarlo, y que la administración Trump sacó después a
Estados Unidos de ese acuerdo, contradiciendo así la firma de la administración
Obama y el principio de continuidad de los compromisos de Estados Unidos como
Estado. Rohani subrayó que, como lo demuestran 12 informes consecutivos de la
Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Irán estaba respetando
las obligaciones que ese acuerdo le imponía y expresó su indignación ante el
llamado del presidente Trump a no respetar la resolución de la ONU y ante la
amenaza del propio Trump contra quienes la apliquen.
El
presidente Rohani terminó su discurso recordando que Irán combatió contra
Saddam Hussein, contra los talibanes y contra el Emirato Islámico (Daesh)
cuando Estados Unidos aún los respaldaba, con lo cual estaba subrayando que
hace mucho que los cambios de posición de Estados Unidos no responden a la
lógica del Derecho sino a la lógica de sus intereses ocultos.
Serguei Lavrov presenta el mundo postoccidental
Este
debate, que no fue a favor o en contra de Estados Unidos y sus políticas sino a
favor o en contra de Trump, se desarrollaba alrededor de dos argumentos
principales:
- La
Casa Blanca está destruyendo el sistema que tanto ha beneficiado a las élites
financieras internacionales (argumento de Macron).
- La
Casa Blanca ya ni siquiera finge respetar el Derecho Internacional (argumento
de Rohani).
Para
el ministro de Exteriores de la Federación Rusa, Serguei Lavrov, ese debate
oculta un problema mucho más profundo:
«Por
una parte, vemos el fortalecimiento de los principios policéntricos del orden
mundial, (…) la aspiración de los pueblos a preservar la soberanía y modelos de
desarrollo compatibles con sus identidades nacionales, culturales y religiosas.
Por
otra parte, vemos el deseo de varios Estados occidentales de conservar sus
estatus de autoproclamados “líderes mundiales” y de frenar el proceso objetivo
irreversible de establecimiento de la multipolaridad» [5].
A
partir de ahí, el blanco de Moscú no era el presidente Trump –ni siquiera
Estados Unidos en sí– sino las potencias occidentales en general. Lavrov
estableció incluso un paralelo con los Acuerdos de Munich de 1938. En aquella
época, el Reino Unido y Francia se aliaron con Alemania e Italia. Claro, ese
hecho es presentado hoy en Europa occidental como una cobardía franco-británica
ante las exigencias de los nazis. Pero se mantiene grabado en la memoria rusa
como el paso decisivo que abrió la puerta a la Segunda Guerra Mundial. Mientras
los historiadores de Europa occidental siguen empeñados en diferenciar quién
tomó aquella decisión y quién se limitó a “seguir la corriente”, los
historiadores rusos sólo ven un hecho: no hubo ni un país de Europa occidental
que fuese capaz de asumir sus responsabilidades.
Extendiendo
el alcance de su crítica, Serguei Lavrov no se limitó a denunciar las violaciones
del Derecho sino las violaciones de las estructuras internacionales. Observó
que las potencias occidentales pretenden obligar los pueblos a integrar –en
contra de su voluntad– alianzas militares y que amenazan a los Estados que se
atreven a escoger sus socios por sí mismos.
En
alusión al caso del estadounidense Jeffrey Feltman [6], Lavrov denunció los
intentos de controlar la administración de la ONU, de hacerle desempeñar el
papel que pertenece a los Estados miembros y, en definitiva, de utilizar la secretaría
general para manipular a los miembros de la organización internacional.
Lavrov
ejemplificó la desesperación que caracteriza esas manipulaciones recordando la
ineficacia de los ya más de 50 años de bloqueo económico y financiero
estadounidense contra Cuba. También criticó la pretensión británica de juzgar y
condenar sin pruebas en base a lo que Londres pueda considerar «altamente
probable».
El
ministro ruso de Exteriores concluyó subrayando que todos los desórdenes
occidentales no pueden impedir que los demás países del mundo cooperen entre sí
y que se desarrollen. Recordó la «Asociación de la Eurasia ampliada»,
mencionada por el presidente ruso Vladimir Putin en el Foro de Valdai –en 2016–
como elemento que debe completar la «Iniciativa del Cinturón y la Ruta» (la
“Nueva Ruta de la Seda” o, en inglés, “One Belt, One Road”) del presidente
chino Xi Jinping. Inicialmente acogida con poco entusiasmo por la parte china,
esa asociación cuenta ahora con el respaldo de la Organización del Tratado de
Seguridad Colectiva (OSTC), de la Unión Económica Euroasiática, de la Comunidad
de Estados Independientes (CEI), de los países del grupo BRICS y de la
Organización de Cooperación de Shanghai. Las contraproposiciones de Australia,
Japón y la Unión Europea murieron antes de nacer.
Los
responsables occidentales acostumbran a anunciar sus proyectos mucho antes de
comenzar siquiera a ponerse de acuerdo, pero los diplomáticos rusos los
mencionan sólo cuando ya están en marcha y existen garantías de su realización.
En
resumen, la estrategia de «contención», concebida contra Rusia y China por el
diputado británico Halford J. Mackinder [7] y expuesta por el consejero de
seguridad nacional estadounidense Zbigniew Brzezinski [8], ha fracasado. El
centro de gravedad del mundo se desplaza hacia el este, pero no en contra de
los occidentales sino por culpa de ellos mismos [9].
Sacando
las primeras conclusiones de esos análisis, el viceprimer ministro de la
República Árabe Siria, Walid al-Moallem, exigía al día siguiente, desde la
tribuna de la Asamblea General de la ONU, la retirada inmediata de las fuerzas
militares de Estados Unidos, Francia y Turquía presentes ilegalmente en suelo
sirio [10].
Thierry
Meyssan
…………………………………………………………………………………
[1]
«Discurso de Donald
Trump en el 73º Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la ONU»,
por Donald Trump, Red Voltaire, 25 de septiembre de 2018.
[2]
El TLCAN también es a menudo designado por sus siglas en inglés
(NAFTA) o en francés (ALENA). Nota de la Red Voltaire.
[3]
«Discours d’Emmanuel
Macron devant la 73e séance de l’Assemblée générale des Nations unies»,
por Emmanuel Macron, Réseau Voltaire, 25 de septiembre
de 2018.
[4] “Remarks by Hassan Rohani to the
73rd Session of the United Nations General Assembly”, por Hassan
Rohani, Voltaire Network, 25 de septiembre de 2018.
[5] “Remarks by Sergey Lavrov to the
73rd Session of the United Nations General Assembly”, por Serguei
Lavrov, Voltaire Network, 28 de septiembre de 2018.
[6]
«Alemania y la ONU
contra Siria» y «De qué manera la
administración de la ONU organiza la guerra», por Thierry
Meyssan, Red Voltaire, 28 de enero de 2016 y 4 de
septiembre de 2018.
[7] “The geographical
pivot of history”, Halford J. Mackinder, The Geographical Journal,
1904, 23, pp. 421–37.
[8] The Grand
Chessboard: American Primacy and Its Geostrategic Imperatives, Zbigniew
Brzezinski, Basic Books. 1997.
[9] “The Geopolitics of American Global
Decline”, por Alfred McCoy, Tom Dispatch (Estados Unidos), Voltaire
Network, 22 de junio de 2015.
[10] “Remarks by Walid Al-Moualem to the
73rd Session of the United Nations General Assembly”, por Walid
Al-Moualem, Voltaire Network, 29 de septiembre de 2018.
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