UN ARZOBISPO CRISTERO
El Fondo Aurelio R. Acevedo8
Los
documentos que conforman el Fondo Aurelio R. Acevedo, entre los que se
encuentra la Colección Padre José Adolfo Arroyo, fueron donados en junio de
1985 al Archivo Histórico de la unam –mediante contrato– por los hijos de este
combatiente cristero. Se trata de 69 cajas archivadoras que equivalen a 10.73
metros lineales cuyos años extremos son 1920 y 1973. Contiene además 1 895
fotografías con temas referidos a las cuestiones religiosas y del movimiento
cristero. Las imágenes se encuentran en negativos, en positivos en blanco y
negro, y sepia, en tarjetas postales, esquelas, fotomontajes, botones,
cintillas, cianotipos y positivos. Asimismo se contienen revistas y folletos,
periódicos, algunas cintas magnetofónicas y bibliografía y folletería con temática
religiosa y cristera, y la biblioteca particular de Aurelio Acevedo, donados también
junto con los otros documentos del fondo.9
Dos
son las partes medulares del Fondo Aurelio Acevedo: la sección Militante
Cristero y la de Editor e Impresor; o sea, testimonios de acciones concretas,
de organización, de propaganda y de comunicación entre los mismos cristeros, de
administración de recursos, por un lado; y testimonios de sobrevivientes,
relatos, memorias, versiones de quienes participaron en el movimiento, por el
otro.
Precisamente
dentro del Fondo Aurelio R. Acevedo, la colección de documentos del padre José
Adolfo Arroyo merece una mención específica, pues contiene correspondencia personal,
agendas, diarios y memorias que muestran la trayectoria del personaje en sus
diversas actividades, sobre todo, por supuesto, las religiosas y, en este caso
específico, las relacionadas con el conflicto cristero. Los documentos del
padre Arroyo formaban parte del Fondo Aurelio R. Acevedo cuando ingresó al
ahunam, esto seguramente por la constante colaboración y afinidad entre los dos
personajes que, más allá de la amistad, llegaba al parentesco, como señala el
propio Arroyo en algún pasaje de las memorias.
Los
documentos que conforman este grupo se conservaron como colección porque constituyen
un cuerpo independiente dentro del fondo y, de hecho, al parecer así se le
habían integrado; además, la personalidad del padre Arroyo, como participante
en el conflicto y como cercano a Aurelio Acevedo, dio la pauta para mantener
sus documentos con cierta independencia respecto a los demás, o sea, como una
colección en sí misma.
Esta
colección documental es sumamente rica en información en torno al movimiento cristero,
sobre todo en los estados de Jalisco y Zacatecas. Se conserva en ocho expedientes
resguardados en dos cajas archivadoras, con documentos tales como el Álbum de
la Junta Regional de Autoridades Administrativas y Judiciales, celebrada en
Valparaíso a fin de establecer los criterios de gobierno para pueblos y
ciudades tomados por los cristeros; notas personales, cartas, diarios y agendas
y, por supuesto, las memorias que son objeto de esta edición. También incluye
algunos documentos del Juzgado de etras y de la Presidencia Municipal de
Huejuquilla el Alto, Jalisco, cuando este pueblo se hallaba en poder de los
cristeros.
Las
memorias de un sacerdote de Zacatecas Las memorias son escritos compuestos por
recuerdos de vivencias y experiencias de alguien a lo largo de su vida. Suelen
ubicarse dentro del común denominador de autobiografías y de manera genérica
dentro del género de la biografía, aunque la memoria –como el mismo término
pudiera indicarnos– es algo menos formal, es decir, se construye a partir de
recuerdos, de evocaciones que buscan en muchos de los casos el placer por el
recuerdo o el autoelogio en aras de la edificación de una imagen a menudo
ilusoria, aunque no por ello falsa. En ocasiones, las memorias pretenden hacer
la alabanza y justificación no del autor y de sí mismo sino de hechos o
acciones, movimientos sociales, políticos, bélicos u otros en los que
participaron y que conviene conservar y poner en alto a través del tiempo. Este
último, considero, sería el caso de las memorias a que nos remitimos en la
presente publicación.
La
memoria, como género literario, es muy favorecida en momentos críticos, sobre todo
por aquellos que de alguna manera participaron de ellos y se sienten con la
obligación moral de dejar un testimonio acerca no necesariamente de su
participación, pero sí de un acontecer enmarcado en un contexto lo más general
y amplio posible.
En el
caso del movimiento cristero existen varios ejemplos de esa necesidad,
llamémosla así, de dejar un testimonio a manera de memoria. De ese modo, en el
David, que ya hemos mencionado, se publican algunas memorias, entre las que
destacan las del doctor José Gutiérrez Gutiérrez,10 teniente coronel del Estado
Mayor cristero; las del coronel Exequiel Mendoza Barragán, cristero que actuó
en Michoacán, específicamente en la zona de Coalcomán;11 los recuerdos del
capitán Isidro Topete Estrella, cristero de Ejutla, Jalisco;12 los del señor
Felipe Topete Santana, presbítero de San Luis Potosí, o las memorias de la
coronela cristera queretana Agripina Montes, publicadas también en el David,
que, como hemos visto, se convirtió en el foro de manifestación y desahogo de
los cristeros una vez acabada la rebelión. Varias son, pues, las memorias de
aquellos viejos combatientes, y quisiera por último mencionar las de don José
de la Luz León, cristero poblano que posteriormente encontramos como fundador
del Partido Acción Nacional en el estado de Puebla.13
En el
fondo documental de Aurelio R. Acevedo se conservan varias versiones de las
memorias del padre Arroyo que ahora publicamos. Se trata de una pormenorizada relación
de sucesos que giran en torno a la vida del padre José Adolfo Arroyo y que, por
la época en que se suscitan, adquiere relevancia en tanto testimonio de la
formación de los grupos católicos en las regiones de Valparaíso, Zacatecas y
los Altos de Jalisco, especialmente en Huejuquilla el Alto, donde no sólo se
inicia el movimiento cristero sino que permanecerá entre sus principales
bastiones.
El
texto que ahora publicamos abarca el periodo que va de 1925 a 1928 y está escrito
a manera de diario, basado precisamente en las agendas y memorándums que durante
su vida elaboró el padre Arroyo (en las cuales consignaba los sucesos
relevantes del día), es decir, en sus diarios personales.
En
algún momento este texto, escrito para su publicación por entregas, muy
probablemente en el David, de Aurelio Acevedo, se preparó editorialmente, se
revisó la ortografía, la redacción, se le cortaron algunos párrafos y se le
agregaron otros, en fin,
tarea
editorial muy probablemente realizada por Acevedo.
En las
memorias del padre Arroyo podemos ver el inicio de la persecución religiosa, el
cierre de los templos en julio de 1926 y cómo se van formando los grupos que
posteriormente habrán de engrosar las tropas de los cristeros como fruto de su
acendrado catolicismo y su consecuente rechazo al régimen que consideran
opresor y perseguidor de su religión. Veremos el inicio del levantamiento
armado y breves semblanzas de su desarrollo hasta diciembre de 1928, en que
Calles entrega el poder a Portes Gil.
Veremos
también la actitud de aquellos personajes católicos de la región que, sin atreverse
a formar parte del movimiento armado, se organizaron y unieron en aras de objetivos
específicos como la búsqueda de libertad de los sacerdotes encarcelados, caso del
mismo padre Arroyo. Resulta además interesante observar, a través de la
lectura, las formas de pensamiento, los grados de compromiso, la acción y la
injerencia de los sectores femenino y juvenil en torno a los temas y acciones
que preocupan a la población en general.
Se
trata también de un testimonio de cómo se desarrolló la vida en las comunidades
de la región durante la crítica etapa de la persecución religiosa por parte del
gobierno y la reacción de los sectores católicos que sentían la necesidad de
hacer algo ante tal situación.
Una fotografía instantánea, literaria, de todas esas
pequeñas cosas que en su momento constituyen el motor de la historia de una
comunidad, de un pueblo, de una Nación.
En fin, considero que el texto que se publica es un
testimonio que nos lleva a los diversos aspectos de una sociedad en conflicto y
las formas en que se prepara para afrontarlo y, en su caso, hacerlo suyo. Es
una pieza de microhistoria en donde la comunidad puede verse a través de los
ojos del sacerdote, actor más que principal de los pueblos y sus
cotidianidades.
Este texto, en relación con los otros documentos que
conforman la colección del padre Arroyo, como son las agendas y los diarios,
definitivamente, da material suficiente para una microhistoria de Huejuquilla
el Alto, Jalisco y de
8 El
Fondo Aurelio R. Acevedo es uno de los seis fondos con temática cristera que se
conservan en el Archivo Histórico de la UNAM. Para mayor información acerca de
los demás fondos documentales con esa temática véase Gustavo Villanueva, “Los
fondos cristeros del Archivo Histórico de la UNAM”, en Los cristeros.
Conferencias del Ciclo de Primavera de 1996, México, Centro de Estudios de
Historia de México, CONDUMEX, 1996, pp. 113-131.
9 A
principios de 2009 el Archivo Histórico de la UNAM entregó al donador,
Cristóbal Acevedo, hijo de don Aurelio, una versión en microfilme de todos y
cada uno de los documentos que conforman este fondo, así como una digitalizada
de sus imágenes, y una copia de los diversos instrumentos para su consulta
elaborados en el AHUNAM.
10 Se
inicia su publicación en David, año 1, 2.a época, mayo, 1953, núm. 10; en los
números posteriores se continúa publicando fragmentos.
11
David, núm. 127, febrero de 1963.
12
David, núm. 161, diciembre de 1965.
13
Memorias inéditas de las que conservo un ejemplar en fotocopia en mi archivo
personal.
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