§ 6. TABLAS Y
LIBRO DE LA NUEVA LEY
La
quinta cosa que yo encuentro en el Templo de Salomón, son las Tablas de la Ley,
que son, entre las cosas que allí hay, las más dignas de atención. San Gregorio
de Nisa dice que las Tablas de la Ley mosaica que estaban en el Templo de
Salomón eran figura de los corazones de los Santos (14).
Según
esto, si los corazones de los santos son las verdaderas tablas de la Ley
evangélica, de las que las de Moisés no son más que figura, ¿qué se deberá
decir del Sacratísimo Corazón de la Reina de los Santos y de la Madre del Santo
de los Santos? Este dignísimo Corazón es la primera y la más santa Tabla de la
Ley Cristiana. Es una tabla, no de piedra, sino de oro, o más bien de diamante;
no muerta, sino viva; no quebradiza como
aquella de Moisés, sino irrompible, en la que el dedo de Dios, el Espíritu
Santo, ha escrito y grabado en letras de oro, no sólo todos los fueros y leyes
divinas, sino que también todos los consejos, todas las máximas y todas las
verdades evangélicas...
Este
Corazón incomparable no es solamente la auténtica Tabla de la Ley de Dios, sino
que es también un Libro viviente
y admirable, en el que el Espíritu Santo ha impreso todos los misterios de la
Divinidad, todos los secretos de la Eternidad, todas las leyes cristianas,
todas las máximas evangélicas y todas las verdades que el Hijo de Dios ha
tomado del Corazón de su Padre, las cuales ha vertido abundantemente en el
Corazón de su Madre.
¿Qué
decís, pues, vosotros, gloriosos Santos, de este Corazón virginal?
Sin
duda decís con el santo abad Ruperto, uno de los favoritos de la Reina del
Cielo, que su Corazón es "El Secretario del Gran Rey eterno, que posee
todos los santos contratos y demás divinas Escrituras" que su infinita
bondad ha hecho en favor del género humano.
Decís
con el piadosísimo Ricardo de San Lorenzo, que tan dignamente ha empleado su
pluma en la alabanza de la Madre del Redentor, que su Corazón es el estudio de
las Sagradas Escrituras y la biblioteca del Cielo, que guarda todos los títulos
sagrados de la Antigua y de la Nueva Alianza de Dios con los hombres.
Y con
el sapientísimo Orígenes: que es "el tesoro de la soberana Verdad" y
de todas las verdades, que han salido del Corazón de aquel que es el primer
principio de toda verdad (17).
Y con
San Andrés de Candía, que es "el compendio de los Divinos Oráculos".
Decís
con San Antonio que es «la misma Sagrada Escritura viviente y animada del
Espíritu de Dios". Decís que es el Evangelio Eterno y el Libro de la Vida,
del que se hace mención en el Apocalipsis (1 9 ) .
Decís
con San Epifanio que es "el Libro del Verbo divino, en el que el Padre
Eterno ha escrito su Verbo y su palabra eterna, para exponerla a los ojos de
los hombres» (20), y para hacerle leer y conocer de aquellos que son dignos de
leer este libro Santo: libro inmenso que contiene a aquel que es incomprensible,
y en el que se contienen todos los tesoros de la Sabiduría y ciencia de Dios,
que son sin medida.
¡Oh
libro prodigioso! ¡Oh Corazón admirable! ¡Oh, bendito sea por siempre, alabado
y glorificado el adorabilísimo autor de tal libro, que lo hizo y nos lo dio! Bienandanza al que lee o conoce cual conviene lo que está
escrito en este sagrado libro, porque sabe la ciencia de la salvación; la
ciencia de los santos; la ciencia de Dios. Más malaventura a aquellos que
profanen sus ojos consagrados a Dios en el Santo Bautismo, en la lectura de los
libros perniciosos del mundo y de Satán.
Reflexionad
desde vuestro corazón para ver qué es lo que hay escrito y para conocer a cuál
de estas dos bibliotecas pertenece.
Si por
desgracia le hallaseis en la biblioteca de Satán, sacadle de ahí cuanto antes,
por una verdadera penitencia y una total conversión. Mas porque de vos mismo
nada podéis ¿...? ofrecedle a la Reina de los Corazones, y suplicadle
insistentemente que lo ofrezca al Espíritu Santo y que Ella le ruegue a El que
lave esto que el indigno espíritu allí ha escrito, y escriba lo que Él ha
escrito en el Suyo, en fin, que el corazón del hijo tenga algún parecido al
Corazón de la Madre.
¡Oh
misericordiosísima Madre, con este fin os entrego mi corazón y todos los
corazones de mis hermanos!
§ 7.
PROPICIATORIO
La
sexta cosa que yo considero en el Templo de Salomón es el Propiciatorio, que
era una lámina de purísimo oro, un poco elevada sobre el arca, y que la cubría
siendo de la misma anchura y de la misma longitud.
A
ambos extremos de esta lámina de oro, es decir, del Propiciatorio, había dos
querubines de oro fino, los cuales, con la faz vuelta hacia el Propiciatorio,
se miraban el uno al otro, y extendiendo sus alas le cubrían totalmente.
San
Germán, Patriarca de Constantinopla (21), San lldefonso (22), San Andrés de
Candía (3), el santo y sabio Idiota (24) , Ricardo de San Lorenzo (25), San
Antonino (26) y muchos otros santos dicen que este propiciatorio era una figura
de la Gloriosa Virgen, porque por ella ha sido
apagada
la ira de Dios, inflamada contra los pecadores; su Divina Majestad se ha vuelto
propicio a los hombres, y su infinita Misericordia se ha compadecido de
nuestras miserias. Por lo cual esta Madre de Gracia es llamada por San
Ildefonso: "propiciación de la salvación de los hombres (27); y por San Andrés
de Candía: "El propiciatorio universal de todo el mundo' (28) y por San
Epifanio: "Propiciatorio admirable" (29).
Por
tanto, a su misericordiosísimo Corazón es al que pertenece primaria y
propiamente esta cualidad. Su benignísimo Corazón es un admirable
Propiciatorio. Porque si tiene más compasión por los pecados, ¿de dónde la nace
sino de su Corazón lleno de misericordia? Si se toma un abogado ante el trono
de la Justicia Divina, ¿quién la impele a eso, sino la benignidad de su
Corazón? Si sacrifica a su propio Hijo, por la salvación del mundo, ¿quién la
obliga sino la excesiva caridad de su Corazón? Si estos dos querubines
representan, según sentencia de Ricardo de San Lorenzo, la maternidad y la
virginidad, ¿no es para designar la milagrosa unión que hizo de estas dos
insignes cualidades en el Corazón de la Virgen Madre, la cual no consintió a la
divina Maternidad sino queriendo conservar la santa virginidad, prefiriendo la
blancura inocente de ésta a la gloria infinita de aquélla, conforme a las
palabras de San Gregorio de Nisa? (30). El Ángel le anuncia que concebirá y
dará a luz al Hijo de Dios, y que así ella será de Madre de Dios. Pero al darle
esta respuesta: ¿Cómo será esto, pues yo no conozco varón?", declara que
prefiere permanecer virgen sin ser Madre de Dios a ser Madre de Dios sin ser
Virgen.
Mas si
estos dos querubines que tienen siempre su rostro vuelto hacia el propiciatorio
y que le cubren con sus alas enteramente desplegadas y extendidas, representan
al Verbo Divino y al Espíritu Santo según el pensar de Orígenes, ¿no es para
hacernos ver que entre todos los corazones de las puras criaturas, el Corazón
de la Madre del Verbo Eterno y de la Esposa del Espíritu Santo ha sido siempre
el primero y constante objeto de su amor y de sus miradas, y siempre ha estado
a la sombra de sus alas, o sea, bajo la especialísima protección de su poder,
de su
sabiduría, de su bondad y de su santidad? ¿Y estas alas totalmente desplegadas
y extendidas qué otra cosa significan sino una total efusión de sus más
extraordinarios favores y una comunión abundantísima de sus divinas
perfecciones, para con este dignísimo Corazón? ¿Pero quieres tú, mi querido
hermano, que este divino Corazón sea verdaderamente tu propietario ante Dios?
Haz que tu corazón sea un verdadero propiciatorio para con el prójimo, esto es:
que esté todo lleno de compasión hacia las necesidades espirituales y
corporales del prójimo; que sea todo eso, en bondad y en caridad, que sea el
trono de la misericordia, empleándote voluntariamente en consolar a los
afligidos y en socorrer a los miserables, según tus posibilidades; que sea la
sede de la benignidad, volviéndote dulce y afable para todos; que sea el cielo
de la caridad, empleando toda tu alegría en hacer bien a todos; que sea el
oráculo de la verdad, detestando la mentira y el engaño, y volviéndote veraz,
sincero y fiel en tus palabras y promesas; que sea el paraíso de la pureza,
amando la virtud angélica sobre todas las demás grandezas del cielo, y huyendo
con horror de todo lo que le es contrario; y que tenga un especial amor a San
José; en fin, que lleve en sí una imagen viviente de la dulzura y mansedumbre
del Corazón todo caridad de la Madre del amor: y de este modo sentirás los efectos
de la incomparable misericordia y de la inefable benignidad de este bonísimo
Corazón.
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