INTRODUCCION
Al
tratar de la vida de los santos nos damos cuenta de dos cosas muy importantes
de las cuales se derivan otras tantas que todas unidas forman una cascada
verdaderamente divina en donde lo humano desaparece y lo divino prevalece.
Generalmente no son lo santos quienes redactan sus vidad son sus antecesores
quienes nos trasmiten las obras y milagros de dichos santos. No sucede lo mismo
con San Agustin quien de su puño y letra nos describe con gran cuidado y esmero
los detalles de su vida y en esta obra maestra nos encontramos siempre oculta
para el santo y para nosotros la MISERICORDIA DIVINA la cual consiste en
perdonar, pero también en transformar las almas si están no se oponen a las
gracias divinas de ella y nuestro libre albedrio que, aunque no se oponga tajantemente
a la voluntad divina, con su lucha impide la rápida conversión de algunas almas
tal es la vida del santo que subiremos en este blog. Sin embargo si haya algo
digno de admirar en la MISERICORDIA DIVINA es su paciencia en convertir al
pecador tarde o temprano esta conversión se realiza y es la victoria no del
hombre sino de Dios en nuestras almas, es la derrota y, a la vez, el triunfo
del libre albedrio en su más alta expresión, pero el triunfo absoluto de Dios
Nuestro Señor sobre nuestras almas. Dios, por decirlo de alguna forma, subyugo
al libre albedrio sin someterlo ni esclavizarlo sino que este se sometió al
yugo suave de Nuestro Señor, bien dice santa Teresa de Jesús: “…la paciencia
todo lo alcanza” y en este aspecto Dios es el más paciente del mundo y tarde o
temprano logra sus santos objetivos, en este caso la conversión de una alma
pecadora como el mismo Sn Agustín lo expresa no una sino infinidad de veces
durante el proceso de su conversión. Es para mí un inmenso honor presentar a mi
poca, pero fiel audiencia esta obra maestra de la literatura, pero la aun más
la grandeza del alma cuando Dios la eleva a tan altos grados de santidad
inimaginables, será porque algo de esta hermosa conversión atañe a mi vida
sacerdotal que en una minimizíma porción la voluntad divina obro también en mi
hasta el grado de reconocer, admirar y alabar la omnipotencia de Dios que, sin
violencia, conduce nuestras almas al fin por el cual fueron creadas.
Quiera
Dios en su infinita bondad conceder la gracia de la conversión a Dios de
aquellos que no lo conocen, incitar, en otros, a seguir las huellas de este
gran santo y, finalmente, a otros nos mueva a una devoción más ferviente a su
divina Misericordia.
Arturo Vargas Meza Pbro.
LIBRO PRIMERO
I, 1. Grandes eres, Señor, y muy digno de
alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu
creación; precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva
consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los
soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación.
Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos
has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia
fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te).
Dame,
Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es
antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te
conoce? Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra.
¿Acaso, más bien, no habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y cómo
invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica?
Ciertamente, alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le buscan le
hayan y los que le hayan le alabarán. Que yo, Señor, te busque invocándote y te
invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te invoca, Señor, mi fe,
la fe que tú me diste, que tú me inspiraste por la humanidad de tu Hijo y el
ministerio
de tu predicador.
II,2.
Pero, ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor?, puesto que, en
efecto, cuando lo invoco, lo llamo [que venga] dentro de mí mismo (quoniam
utique in me ipsum eum vocabo, cum invocabo eum) ¿Y qué lugar hay en mí adonde
venga mi Dios a mí?, ¿a dónde podría venir Dios en mí, el Dios que ha hecho el
cielo y la tierra? ¿Es verdad, Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte?
¿Acaso te abarca el cielo y la tierra, que tú has creado, y dentro de los
cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada de cuanto es
puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo existo efectivamente,
¿por qué pido que vengas a mí, cuando yo no existiría si tú no estuvieses en
mí? No he estado aún en el infierno, más también allí estás tú. Pues si
descendiere a los infiernos, allí estás tú.
Nada
sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero,
¿no sería mejor decir que yo no existiría en modo alguno si no estuviese en ti,
de quien, por quien y en quien son todas las cosas? Así es, Señor, así es.
Pues, ¿adónde te invoco estando yo en ti, o de dónde has de venir a mí, o a que
parte del cielo y de la tierra me habré de alejar para que desde allí venga mi
Dios a mí, él, que ha dicho: Yo lleno el cielo y la tierra?
III,
3. ¿Te abarcan, acaso, el cielo y la tierra por el hecho de que los llenas? ¿O
es, más bien, que los llenas y aún sobra por no poderte abrazar? ¿Y dónde
habrás de echar eso que sobra de ti, una vez lleno el cielo y la tierra? ¿Pero
es que tienes tú, acaso, necesidad de ser contenido en algún lugar, tú que
contienes todas las cosas, puesto que las que llenas las llenas conteniéndolas?
Porque no son los vasos llenos de ti los que te hacen estable, ya que, aunque
se quiebren, tú no te has de derramar; y si se dice que te derramas sobre
nosotros, no es cayendo tú, sino levantándonos a nosotros; ni es esparciéndote
tú, sino recogiéndonos a nosotros. Pero las cosas todas que llenas, ¿las llenas
todas con todo tu ser o, tal vez, por no poderte contener totalmente todas,
contienen una parte de ti? ¿Y esta parte tuya la contienen todas y al mismo
tiempo o, más bien, cada una la suya, mayor las mayores y menor las menores?
Pero ¿es que hay en ti alguna parte mayor y alguna menor? ¿Acaso no estás todo
en todas partes, sin que haya cosa alguna que te contenga totalmente? IV,4.
Pues ¿qué es entonces mi Dios? ¿Qué, repito, sino el Señor Dios? ¿Y qué Señor
hay fuera del Señor o qué Dios fuera de nuestro Dios? Sumo, óptimo,
poderosísimo, omnipotensísimo, misericordiosísimo y justísimo; secretísimo y
presentísimo, hermosísimo y fortísimo, estable e incomprensible, inmutable,
mudando todas las cosas; nunca nuevo y nunca viejo; renuevas todas las cosas y
conduces a la vejez a los soberbios, y no lo saben; siempre obrando y siempre
en reposo; siempre recogiendo y nunca necesitado; siempre sosteniendo, llenando
y protegiendo; siempre creando, nutriendo y perfeccionando; siempre buscando y
nunca falto de nada. Amas y no sientes pasión; tienes celos y estás seguro; te
arrepientes y no sientes dolor; te aíras y estás tranquilo; cambias de
acciones, pero no de plan; recibes lo que encuentras y nunca has perdido nada;
nunca estás pobre y te gozas con las ganancias; no eres avaro y exiges
intereses. Te ofrecemos de más para hacerte nuestro deudor; pero ¿quién es el
que tiene algo que no sea tuyo? Pagas deudas sin deber nada a nadie y
perdonando deudas, sin perder nada con ello? ¿Y qué es cuánto hemos dicho, Dios
mío, vida mía, dulzura mía santa, o qué es lo que puede decir alguien cuando
habla de ti? (aut quid dicit aliquis, cum de te dicit?) Al contrario, ¡ay de
los que se callan acerca de ti!, porque no son más que mudos charlatanes.
V, 5.
¿Quién me concederá descansar en ti? ¿Quién me concederá que, vengas a mi
corazón y le embriagues, para que olvide mis maldades y me abrace contigo,
único bien mío? ¿Qué es lo que eres para mí? Apiádate de mí para que te lo
pueda decir. ¿Y qué soy yo para ti, para que me mandes que te ame y si no lo hago
te aíres contra mí y me amenaces con ingentes miserias? ¿Acaso es ya pequeña la
misma miseria de no amarte? ¡Ay de mí! Dime, por tus misericordias, Señor y
Dios mío, qué eres para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación». Que yo corra
tras esta voz y te dé alcance.
No hay comentarios:
Publicar un comentario