El
conflicto que enfrenta a EEUU y Corea del Norte sobre el desarrollo del
programa nuclear y de misiles de Pyongyang, mantiene plena vigencia.
Un
conflicto que repite, crónicamente, declaraciones y acciones de corte
belicista. Sólo remontándonos casi un lustro atrás, en abril del año 2013 y
bajo el título “lo verbal no quita lo valiente” analicé el conflicto entre
ambos países - en el marco del estado de alerta suscitado por la guerrilla de
declaraciones y penas del infierno lanzadas tanto por Washington como
Pyongyang. Ello, a partir de la decisión del gobierno dirigido por Kim Jong-un
de continuar con su programa nuclear y el desarrollo de su programa de misiles,
en respuesta a la política de amenazas de sanciones, bloqueo y acciones
militares por parte de Washington y sus aliados en la zona.
En
aquel 2013 las Naciones Unidas, a través de su Consejo de Seguridad impuso una
serie de sanciones a Corea del Norte por las pruebas balísticas realizadas en
diciembre del año 2012 y la tercera prueba nuclear de su historia el día 12 de
febrero del 2013. Estas medidas generaron la reacción de Pyongyang, quien
declaró roto el armisticio firmado el año 1953 con Corea del Sur, amenazando
con impulsar ataques nucleares contra ese país, Japón y los propios Estados
Unidos. Sus desafíos también consignaron la reactivación de las instalaciones
nucleares de Yongbyon y el cierre de las faenas en el complejo industrial de
Kaesong - zona industrial en conjunto
con Corea del Sur –.
La Paz
Como Chantaje
La
retórica belicista en el mencionado año 2013, en el caso de Washington, era
enarbolada por el expresidente Barack Obama y su secretario de Estado John
Kerry quienes acusaban al Gobierno norcoreano de poner en peligro “la paz del
mundo”. Paz bastante discutible a la hora de dar cuenta que justamente
Washington y sus aliados llevaban, en ese momento, más de una década de
intervención en Afganistán, como también en Irak. Ya habían destruido a Libia y
continuaba la agresión contra Siria a partir del apoyo a grupos terroristas
takfiríes. Junto a esta sumatoria. No se puede obviar las décadas de ocupación
del territorio palestino, a manos del sionismo.
Es
indudable que la mayor zona de riesgo atómico en la actualidad no está situada
en los límites del paralelo 38 que divide a las dos coreas. Esa zona de peligro
radica en la denominada área indostánica, con dos potencias atómicas rivales,
con una cantidad de población, que representa casi el 20 % de la población
total del mundo y que han obtenido su poderío nuclear al margen de las
opiniones de la comunidad internacional. A lo que se suma las propias
dificultades entre China e India que ha significado choques fronterizos en la
región de Ladakh, ubicada entre la disputada zona de Cachemira y el Tíbet.
Con lo
mencionado y sin cambio alguno en este año 2017 ¿De qué peligro a la paz se
puede hablar sin que ello implique una enorme hipocresía? Las exigencias
respecto a temas de cumplimiento de las leyes internacionales, deben ser para
todos los países. Es una política de doble rasero imponer condiciones,
exigencias, sanciones y amenazas a Corea del Norte y su programa nuclear pero
no tener el mismo comportamiento con la entidad sionista, por ejemplo, que
efectivamente es un régimen agresor y peligro para la paz. Una dictadura
cívico-militar, que posee entre 300 a 400 armas nucleares, desarrolladas al
amparo de un programa nuclear avalado y sostenido por Estados Unidos, Francia e
Inglaterra. Sin embargo, contra este régimen, no existe disposición de llevar a
cabo acciones punitivas, pues representa el aliado más fiel de occidente en
tierra dotadas de formidables riquezas hidrocarburiferas y con evidente
importancia geoestratégica.
Este
año 2017 y como ha sido una constante en los últimos 11 años – tras la primera
prueba nuclear norcoreana – Pyongyang ha utilizado sus avances en el campo de
la energía nuclear y en materia de de desarrollo balístico, para lograr
disuadir a sus oponentes de cualquier aventura militar. Desde el punto de vista
del pragmatismo de las relaciones políticas internacionales Corea del Norte ha
hecho lo que cualquier país, con ciertos elementos a su favor realizaría, si
sufriera el cerco militar, financiero y político de los últimos 65 años:
Aprovechar su desarrollo nuclear, para asegurar así su sobrevivencia. Un año
2017 que mostró al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas impulsando la
Resolución N°2371 del CSNU, aprobada incluso con los votos a favor de la
República Popular China y la Federación Rusa.
Corea
del Norte se niega a detener su programa nuclear y las pruebas con misiles de
largo alcance. Estados Unidos y su socio surcoreano llevan adelante los
ejercicios militares que tienen como objetivo a Corea del Norte: Ulchi Freedom
Guardian, iniciado este lunes 21de agosto con la presencia de 50 mil soldados
surcoreanos y 17.500 estadounidenses, sindicado por Pyongyang como una clara
provocación. Es evidente que dichos ejercicios podrían haberse suspendido para
sentar las bases de un posible diálogo y no catalizar aún más las declaraciones
incendiarias pero…no está en los objetivos de Washington detener esta escalada.
Un
Cerco Destinado a Reventar a Corea del Norte
En una
etapa de enorme tensión política y militar, cualquier acción que active las
fuerzas militares antagonistas, son un estímulo a incrementar el conflicto:
sobrevuelo de aviones F22, F 35 y
bombarderos estratégicos B 52. Impulso de ejercicios militares conjuntos,
a lo que se unen las propias medidas japonesas de instalar misiles Patriot en
Tokio y en el Archipiélago de Okinawa y el estado de movilización de Corea del
Sur en las inmediaciones del paralelo 38, junto a la instalación del sistema de
misiles Thaad. Un panorama bélico que sólo necesita una chispa y que tiene a
Corea del Norte en máxima alerta militar.
No es
descabellado sostener, que este escenario es parte de un plan elaborado por los
sectores belicistas – de los halcones de Washington - mediante la puesta en
práctica de lo que se denomina en la terminología militar una “guerra sub-crítica”. Una idea y práctica
destinada a tensionar la capacidad militar, económica y política de una nación
pequeña – en este caso Corea del Norte - obligada a que sus fuerzas armadas
estén en permanente estado de alerta, generando una situación agotadora y
costosa en un país sometido ya a sanciones,
que tienen como resultado el padecimiento de su sociedad.
Traigo
a colación el análisis, plenamente vigente del cronista de Global Research,
Stephen Gowans para quien “Corea del Norte ha reaccionado ante las
provocaciones planificadas fría y calculadamente por Washington, que ejecuta
demostraciones de fuerza deliberadas, que le permita justificar una eventual
intervención en caso de reacción norcoreana. Risiblemente los medios
occidentales pretenden mostrar, que el comportamiento de Norcorea es usado como
una carta de cambio, para conseguir ayuda de occidente, como refuerzo para su
economía mal administrada, sin poner en la balanza las sanciones y las presiones
que se somete a Pyongyan. Los norcoreanos no han desarrollado un programa
nuclear, invertido dinero en sus fuerzas armadas y reafirmado su decisión de
enfrentarse directamente a Estados Unidos y Corea del Sur para mendigar ayuda
de Washington. Lo hacen para defenderse de provocaciones fríamente calculadas”
En la
delicada situación que vive Corea del Norte, resulta fundamental avizorar la
postura que pueda asumir China, que hasta la Resolución N° 2371 había jugado
permanentemente las cartas de sostén incondicional con Pyongyang, dejando claro
que este país es su “socio y hermano” y
que lo apoyaría, para "salvaguardar la paz y la estabilidad" en una
región que Beijing considera su territorio de influencia. A pesar de esta
constatación, China en un viraje que causó cierta sorpresa aprobó las nuevas sanciones
contra su tradicional aliado. Decisión que no resulta extraña, ya que concreta
las presiones internas que venía sufriendo el gobierno chino, a partir de los
indicios de sus medios de prensa, que discretamente al inicio y luego en forma
más abierta expresaban su inquietud
sobre la conducta del gobierno Norcoreano. Se
ha recomendado a Beijing mantenerse próximo a Pyongyang pero “también
persuadirle que abandone su programa nuclear, que pone en peligro a la propia
China”
Para
analistas como Daniel Mc Adams, Director Ejecutivo del instituto Ron Paul para
la Paz y la Prosperidad “el gobierno dirigido por Donald Trump está usando toda
su influencia para crear un problema después de 60 años y así provocar unan
reacción de parte de Corea del Sur antes que esta se decida a retomar su
política del sol”. La referencia de McAdams a la política del sol da cuenta de
aquella decisión de establecer estrategias
de acercamiento entre las dos coreas establecida desde el año 1998 hasta
el año 2007, que implicó una substancial
mejora de relaciones políticas, económicas y comerciales e incluso reunión de
familias separadas desde la guerra.
Para
el gobierno presidido por Xi Jinping el tema coreano tiene su línea roja “no
debe permitirse a nadie arrastrar a la región ni al mundo entero al caos por
intereses egoístas” dirigiendo sus dardos, tanto a Pyongyang como a Estados
Unidos. Ni China, ni Rusia, que son vecinos, tienen dentro de sus planes entrar
en una guerra en la zona. Más aún cuando la propia China está embarcada en un contencioso
de marca mayor en el Mar Meridional de la China, que centra gran parte de sus
preocupaciones y Rusia aspira más a ampliar su influencia al occidente de sus
fronteras y que lo tiene enfrentado a la OTAN. Norcorea, por su parte, carece de recursos para llevar adelante una
guerra dentro de sus fronteras en caso de agresión y menos aún fuera de su
territorio. La explicación para el desarrollo de su programa nuclear y su
sistema de misiles es más clara que todo un tejido analítico geoestratégico: el
gobierno de Norcorea desea asegurar su
propia sobrevivencia, desalentando cualquier intento intervencionista y sobre
todo un ataque militar. Ello implica, en esencia poseer una estrategia
disuasoria y defensiva nuclear.
Me
preguntaba años atrás, cuando el tema norcoreano, tal como hoy ocupaba las
portadas de los medios de comunicación, programas televisivos y encendía las
alarmas internacionales ¿ha cambiado en algo la geopolítica y el balance
militar de la región, con la conducta norcoreana en materia de pruebas nucleares y ensayos balísticos? La
respuesta concluyente es que no. Más bien, el actuar de Pyongyang ha servido de
pretexto para acelerar la puesta en marcha de decisiones estratégicas tomadas
tiempo atrás por Estados Unidos y sus aliados. Una, que Japón ha comenzado a
rearmarse y Estados Unidos la abastecerá generosamente mediante su complejo
militar – industrial. Washington quiere que Japón se rearme, no por Corea del
Norte, sino para contrarrestar el poder creciente de China en las esferas económicas
y políticas. Y en segundo lugar, Estados Unidos exagera el supuesto poderío
norcoreano para tener el justificativo de seguir fortaleciendo su presencia
militar en Corea del Sur y en toda la región.
Resulta
evidente, que tanto Donald Trump hoy, como Barack Obama han seguido la doctrina
de Bush de crear los “ejes del mal” y de tener a Pyongyang como chivo
expiatorio para impulsar su carrera armamentista. Lo verbal, la retórica y conducta belicista,
no quitan la necesaria valentía que deben mostrar las dirigencias de todos los
países involucrados en este contencioso de manera tal de buscar los mecanismos,
acciones y resultados que permitan una salida al actual estado de cosas y
efectivamente avanzar hacia un estado de paz, sin doble moral, sin exigencias
para unos y vía libre para otros. Si esto no es así, la península coreana y su
contencioso seguirá siendo un cuento de nunca acabar y hoy quienes sufren,
fundamentalmente, las mayores consecuencias son los 26 millones de norcoreanos.
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