De
otros dos grados de mayo perfección por los cuales podemos amar a Dios sobre
todas las cosas.
Esta
sagrada amante no ama más a su Rey con todo el universo, que si estuviese solo
sin el universo; porque todo lo que está fuera de Dios y no es Dios, es nada
para ella. Alma toda pura, que no ama, ni aun el mismo cielo, sino porque el
Esposo es amado en él; Esposo tan soberanamente amado en el paraíso, que aunque
no lo tuviera para darlo, no por esto sería menos amable ni menos amado por
esta animosa amante, que no sabe amar el paraíso de su Esposo, sino a su Esposo
del paraíso, y que no tiene en menos estima el calvarío, mientras su Esposo
está sacrificado en él, que el cielo, donde está glorificado. El que pesa las
pequeñas bolas encontradas en las entrañas de Santa Clara de Montefalca, el
mismo peso encuentra en cada una en particular que en todas ellas juntas. Así
el gran amor encuentra a Dios solo tan amable, como a Él junto con todas las
criaturas, cuando no ama a éstas sino en Dios y por Dios.
Son
tan pocas estas almas tan perfectas, que cada una de ellas es llamada ingénita
de su madre, que es la Providencia divina … Es también llamada única paloma,
porque no ama sino su palomar, y, además, perfecta, porque por el amor se ha
convertido en una misma cosa con la divina perfección, por lo que puede decir
con humildísima verdad: Yo no soy sino para mi Amado, y Él está todo inclinado
hacia mí”.
Ahora
bien, únicamente la santísima Virgen nuestra Señora llegó plenamente a este
grada de excelencia en el amor de su Amado.
Jamás
hubo criatura mortal que amase al celestial Esposo con un amor tan
perfectamente puro, fuera de la Santísima Virgen, que fue, a la vez, su madre y
su esposa. Más, en cuanto a la práctica; por parte de las otras almas; de estas
cuatro clases de amor, es imposible vivir mucho sin pasar de la una a la otra.
Las almas que, como las doncellas, andan todavía enredadas en muchos afectos
vanos y peligrosos, no dejan, a veces, de tener algunos sentimientos de amor
más elevado y más puro; mas, como quiera que estos sentimientos no son más que
vislumbres y relámpagos pasajeros, no se puede afirmar que, por ello, hayan
salido ya estas almas del estado de novicias y aprendizas. En cambio, acaece, a
veces, que algunas almas que pertenecen ya a la categoría de únicas y perfectas
amantes, descienden y se rebajan mucho, hasta llegar a cometer imperfecciones y
enojosos pecados veniales, como es de ver en muchas disensiones, con frecuencia
harto agrias, entre grandes siervos de Dios, y aun entre algunos de los
divinizados apóstoles, de los cuales no se pueden negar que cayeron en algunas
faltas, por las cuales no fue violada la caridad, pero sí el fervor de esta
virtud. Mas, puesto que, a pesar de esto, dichas almas amaban, de ordinario, a
Dios con un amor perfectamente puro, debemos afirmar que permanecieron en el
estado de perfecta dilección, Porque, así como los buenos árboles jamás
producen frutos venenosos, aunque sí alguno verde, también los grandes santos
no cometen nunca pecado mortal alguno, pero sí algunas acciones inútiles poco
maduras, ásperas, bruscas y mal sazonadas, y, entonces, hay que reconocer que
estos árboles son fructuosos, de lo contrario, no serian buenos; pero no hay
que negar que algunos de sus frutos no son provechosos; los pequeños
movimientos de ira, y los pequeños amagos de alegría, de risa, de vanidad y de
otras pasiones parecidas, son movimientos inútiles e ilegítimos. Y, sin
embargo, siete veces, es decir, con mucha frecuencia, los produce el justo ME
QUEDE E
Que
el amor de Dios sobre todas las cosas es común a todos los amantes.
Aunque
sean tan diversos los grados del amor entre los verdaderos amantes, con todo no
hay más que un solo mandamiento de amor, que obliga igualmente a todos, con una
obligación absolutamente igual, aunque sea observado de
muy
diferentes maneras y con infinita variedad de perfecciones, no existiendo
quizás ni almas en la tierra, ni ángeles, en el cielo, que tengan entre si una
perfecta igualdad de dilección; pues, así como una estrella es diferente de
otra estrella en claridad 21, lo mismo ocurrirá entre los bienaventurados
resucitados, cada uno de los cuales entonará un cántico de gloria y recibirá un
nombre que nadie conoce, sino el que lo recibe. Mas ¿cuál es el grado de amor,
al cual el
mandamiento
obliga a todos, siempre, igual y universalmente?
Ya
sabes, Teótimo, que hay muchas clases de amores: por ejemplo, hay el amor
paternal, el filial, el nupcial, el de sociedad, el de obligación, el de
dependencia, y otros mil, todos los cuales son diferentes en excelencia, y de
tal manera proporcionados a sus objetos, que no se pueden aplicar o distraer
hacia otros. El que amase a su padre con un amor exclusivamente fraternal, no
le amaría bastante; el que amase
a
su mujer tan sólo como a su padre, no la amaría convenientemente; el que amase
a su criado con amor filial, cometería una impertinencia. El amor es como el
honor: así como los honores se diversifican según la variedad de los méritos
por los cuales se otorgan, también los amores son diferentes según la variedad
de las bondades amadas. El sumo honor corresponde a la suma excelencia, y el
sumo amor a la suma bondad. El amor de Dios es el amor sin par, porque la
bondad de Dios es la bondad sin igual. Escucha Israel: El Señor Dios nuestro es el Señor; por lo tanto, amarás al Señor Dios tuyo
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
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