2. "Un ángel conoce a
otro por la especie del otro que hay en su entendimiento" (a. 2 ad 3) pues "las razones de las otros
naturalezas, lo mismo espirituales que corporales le fueron impresas solamente
en cuanto al ser inteligible con objeto de que por ellas conociesen las criaturas
tanto las espirituales como la corporales" '(a. 2).
Dice
Santo Tomas:
En el libro De
causis se dice que toda inteligencia conoce las cosas incorruptibles.
Como dice San
Agustín, las cosas que pre-existieron en el Verbo de Dios desde la eternidad,
emanaron de El de dos maneras: una, para que existiesen en el entendimiento
angélico, y otra, para que subsistiesen en sus propias naturalezas, En el
entendimiento angélico procedieron por cuanto Dios imprimió en la mente del
ángel las semejanzas o especies de las cosas que produjo en su ser natural.
Pero en el Verbo, de Dios existieron desde la eternidad no sólo las 'razones de
los seres corpóreos, sino las de todas las criaturas espirituales. Por
consiguiente, en cada una de las criaturas espirituales fueron impresas por el
Verbo de Dios todas las razones de todos los seres, tanto de los corporales como de los espirituales. Mas
con la particularidad de que en cada ángel fue impresa la razón de su especie
según el ser natural y a la vez según el ser inteligible, de modo que
subsistiese en la naturaleza de su especie y por
ella se entendiese a
sí mismo. En cambio, las razones de las otras naturalezas, lo mismo
espirituales que corporales, le fueron impresas solamente en cuanto al ser
inteligible, con objeto de que por ellas conociese las criaturas, tanto las
espirituales como las corporales.
El
hecho de que un ángel conozca naturalmente a otro es indudable, pues cada ángel
es substancia actualmente, inteligible, por cuanto ,eS perfectamente
inmaterial, y ya se ha repetido que la inmaterialidad es raíz de la
intelectualidad y medida de la inteligibilidad de las cosas. ¿Podría; por otra
parte, darse nada más absurdo que la ignorancia mutua en la sociedad angélica? Establecida
ya la necesidad absoluta de las especies infusas en 10s ángeles (véase introducción
a la cuestión 55, 1II)
b)
como medio para el conocimiento de las demás, cosas, tanto, materiales como
inmaterial es (q. 55, a. 2), limitase aquí Santo Tomás, apoyándose nuevamente
en San Agustín, a insistir en cómo dichas especies fueron impresas en la mente
angélica.
Para tal conocimiento, como se hace constar en
la dificultad tercera, no puede ser medio la esencia del ángel que conoce, pues
"un ángel no es semejante a otro más que en lo común a ambas naturalezas,
y se seguiría que uno no tendría del otro conocimiento perfecto" (De
veritate, q. 8, a. 7).
Ni
tampoco la esencia del ángel conocido, pues no basta para el hecho del
conocimiento la inteligibilidad en sí de su substancia, sino que además es
necesaria la unión informativa intencional, y el ángel conocido no puede
hacerse una misma cosa con el que conoce ni informarle directamente por su
esencia (íbíd.), Precisamente, el porqué un ángel puede por su esencia conocerse
a sí mismo y no a los otros está en la unión íntima, por identidad radical, de
su entendimiento con su propia esencia, y en que "en cada ángel fue
impresa la razón, de su especie según el ser natural y a la vez según el ser
inteligible, de modo que subsistiese en la naturaleza de su especie y por ella
se entendiese a sí mismo" (a. 2), pero no a las o ras cosas.
3.
Los ángeles pueden adquirir algún
conocimiento de Dios con sus recursos naturales”, siendo dicho conocimiento
algo intermedio entre la visión intuitiva y la especulativa, aunque se aproxima
más a esta que a aquella (a. 3)
Así
lo explica Santo tomas:
El acto de conocer
del ángel es más poderoso que el del hombre. Pero los hombres pueden con sus
medios naturales conocer a Dios, como enseña el Apóstol cuando dice: Lo
cognoscible de Dios les es manifiesto. Luego con mucha mayor razón lo conocen
los ángeles.
-Los ángeles pueden
adquirir algún conocimiento de Dios con sus recursos naturales. Para explicarlo
tómese en cuenta que una cosa puede ser conocida de tres maneras. Una es por la
presencia de su esencia en el cognoscente, como si la luz se viese en el ojo, y
ésta hemos dicho que es la manera como el ángel se entiende a sí mismo.
-Otra, por la
presencia de la imagen del objeto en la facultad cognoscitiva, y así una piedra
es vista por el ojo, debido a que en él está su semejanza. La tercera es el
caso en que la semejanza del objeto conocido no se toma inmediatamente del
mismo objeto, sino de otra cosa en la que aparece, como sucede cuando vemos a
un hombre en un espejo.
Pues bien, el
conocimiento de Dios, que consiste en ver por su esencia, tiene parecido con el
primer modo de conocer, y hemos visto que esta clase de conocimiento de Dios no
puede ser obtenido por ninguna criatura con sus fuerzas naturales.
- Al tercer modo
pertenece el conocimiento que tenemos de Dios en esta vida, cuando le conocemos
por semejanza divina reflejada en las criaturas, conforme a lo que dice el
Apóstol: Lo invisible de Dios se alcanza a conocer entendiendo la cosas que
fueron hechas ; y de aquí la frase de que vemos a Dios en un espejo. En cuanto al conocimiento que el ángel
adquiere de Dios con sus medios naturales, es algo intermedio entre las dichas
maneras, y se parece al modo de conocer por el cual se ve el objeto por medio
de especies obtenidas de él, puesto que, como en la naturaleza del ángel está
impresa la imagen de Dios, el ángel conoce a Dios por su propia esencia, en
cuanto ésta es una semejanza divina… y, sin embargo, no ve la esencia divina,
porque ninguna semejanza criada es suficiente para representar la esencia de
Dios. De aquí que este conocimiento más bien se aproxime al conocimiento
especular, ya que la misma naturaleza angélica es un a modo de espejo que reproduce
la imagen de Dios [57].
ES
DICIR en otras palabras:
Dios,
que está en el sumo grado de inmaterialidad, posee por ello, no, sólo el
supremo grado de inteligencia, sino también de inteligibilidad al contrario d
las criaturas que no tienen ese sumo grado Pero precisamente por eso mismo, es
decir, por ser infinita su esencia y perfección, idénticas formalmente con su
ser y su entender, no puede ser objeto propio y connatural de ningún
entendimiento creado y finito, pues la eminencia divina sobrepasa y trasciende
infinitamente el poder natural de todo entendimiento creado y creable, no sólo
humano, sino también angélico, por muy perfecto que se le suponga. En este sentido
tiene pleno valor la dificultad.
El
conocimiento inmediato de la esencia divina no puede, por ende, ser connatural
más que al mismo Dios (1.' p., q. 12, aa. 1, 4 Y 11; q. 14, aa. 1 y 2; Cont,
Gent., lib. HI, cap. 52), en el 'cual se
da absoluta identidad formal y entitativa entre el que conoce y lo conocido (II
Seni«, disto 23, q. 2, a. 1).
Mas,
aparte de la visión inmediata e intuitiva de la esencia divina, está la visión o
conocimiento mediato, que podemos imaginar aún de cuatro clases: 1, por una
representación de Dios infusa en el entendimiento angélico como para las demás
cosas: 2, por la semejanza de Dios existen te en las otras criaturas, como
primera causa eficiente de ellas; 3,por las representaciones de las cosas
existentes de modo inteligible en la mente angélica, derivadas de la ejemplaridad
divina, pues siendo las cosas efectos de Dios, han de asemejarse a la causa, y
esa semejanza ha de estar con tenida también en las especies inteligibles
angélicas impresas por Dios en su entendimiento , y 4, por la misma esencia del ángel que conoce.
De
estos cuatro modos, el primero no podría representar su substancia, sino que
además es necesaria la unión informativa intencional, y el ángel conocido no
puede hacerse una misma cosa con el que conoce ni informarle directamente por
su esencia (Íbid.).
Precisamente,
el porqué un ángel puede por su esencia conocerse a sí mismo y no a los otros
está en la unión íntima, por identidad radical de su entendimiento con su
propia esencia, y en que "en cada ángel fue impresa la razón de su especie
según el ser natural y a la vez según el ser inteligible, de modo que
subsistiese en la naturaleza de su especie y por ella se entendiese a sí
mismo" (a. 2), pero no a las otras a Dios perfecta y quiddítativamente,
pues "ninguna especie impresa en el .entendimiento bastaría para que se
conociese la esencia divina, por exceder infinitamente a cualquier imagen
creada ; por lo cual Dios no puede ser asequible al entendimiento por especies
creadas" (In lib. Boetili "De Trinitate", q. 1, a. 2, ed. MANDONNiET, O. P., t. III, p.
31).
,El
segundo modo de conocimiento no es posible en el ángel, por no tener éste
facultad abstractiva, y de ahí que su conocimiento natural de (Dios no es
especular, como el que el hombre puede tener en, esta vida por sus propias
fuerzas naturales (1: p., q, 12, a. 12), que, además, es el conocimiento más
imperfecto.
Siendo
el ángel más perfecto que el hombre, ha de tener de Dios un conocimiento natural
también más perfecto, quedando parra ello el tercero y cuarto modo arriba
indicado, esto es, las especies infusas de todas las cosas creadas y su propia
esencia.
El
primero de estos dos últimos modos, tercero de los sobredichos, no lo afirma
aquí expresamente Santo Tomás, pero tampoco. lo niega, y su posibilidad es
lógica consecuencia de la misma existencia y naturaleza de las especies
inteligibles en la mente angélica. Mas el modo propio y connatural de conocer
el ángel a Dios es por su propia esencia angélica, en cuanto que ésta es
también una semejanza, más perfecta que ninguna otra, de la esencia divina (De
veritate q. 8, a. 3), haciendo en el
ángel
las veces de especie inteligible inmediata para el conocimiento de el mismo Y mediata
para el conocimiento natural de Dios.
Pero
este mismo conocimiento angélico de Dios, intermedio entre el intuitivo y
facial de los bienaventurados y el especular del hombre, dista infinitamente de
aquél y se aproxima más a éste, conviniendo con él en que también la esencia
angélica es efecto de Dios, y en este sentido la substancia del ángel es como
espejo de su causa creadora, siendo especular también el conocimiento que por
ella tiene, pero superando al del hombre en cuanto que no es conocimiento discursivo
(La p., q. 58, a. 3; De veritate, q. 8, a. 15), pues por el mismo acto y el
mismo medio el ángel conoce a sí mismo y conoce que es imagen de Dios,
principio del que recibe inmediatamente su naturaleza en cuanto substancia
Intelectiva e inteligible, clara y perfectamente representativa de sí mismo y
de su causa, aunque no comprensiva de ésta.
De
esta mayor perfección del conocimiento natural angélico se sigue que para el
ángel la existencia de Dios como autor de su naturaleza es evidente. Y este
conocimiento natural perfecto de Dios como primer principio y de los, atributos
que natural y necesariamente le convienen como primera causa, persiste aun en
los ángeles malos después del pecado (L. p., q. 64, a. 1; Ir Sent., dist. 7, q,
2, a. 1), y acerca de ese conocimiento natural no puede darse en ellos error en
modo alguno, según enseña el Doctor Angélico (1. p., Cf. 58, a. 5; Cant. Gent; lib. III., cap. 108; De malo, q. 16, a. 6).
Este
conocimiento natural de Dios propio de los ángeles es común a todas las
substancias inmateriales separadas, y se dará también en el alma humana
separada del cuerpo, no dándose en el estado de unión en el hombre, porque en
tal estado el alma no se conoce directamente a sí misma, sino por reflexión y
dependiendo del fantasma de la imaginación. En el estado de separación, el
conocimiento del alma se equipara al de los ángeles, guardando la proporción de
naturaleza y grado intelectivo, siempre inferior al de las substancias
angélicas (1." p., q. 89, aa. 1 y 2).
Este
conocimiento natural perfecto de Dios como primer principio y de los, atributos
que natural y necesariamente le convienen como primera causa, persiste aun en
los ángeles malos después del pecado (L. p., q. 64, a. 1; Ir Sent., dist. 7, q,
2, a. 1), y acerca de ese conocimiento natural no puede darse en ellos error en
modo alguno, según enseña el Doctor Angélico (1. p., Cf. 58, a. 5; Cant. Gent; lib. III., cap. 108; De malo, q. 16, a. 6).
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