13 de enero.
San Félix, presbítero.
(† 270?)
Nació
san Félix en Ñola de Campania, y perdió sus padres siendo de poca edad.
Viéndose huérfano, dio la mayor parte de su patrimonio a los pobres, y se aplicó
al servicio de la Iglesia, en la cual tuvo el grado de lector y exorcista con
tanta virtud y espíritu, que echaba los demonios de los cuerpos que
atormentaban y poseían. Había ya subido al grado del sacerdocio, cuando se
levantó una horrible persecución contra la Iglesia, y viniendo a Ñola los
ministros del emperador, buscaron al anciano y santo obispo de la ciudad,
llamado Máximo, el cual por el amor de sus ovejas se había retirado a los
riscos de los montes, encomendando a Félix su rebaño. Prendieron, pues, a san Félix,
y cargado de cadenas, le echaron en una cárcel muy obscura, llena de pedazos de
tejas para que no pudiese dormir ni reposar. Entretanto el anciano obispo se
consumía en la soledad, acordándose de su grey y padeciendo los extremos
rigores del hambre y del frío. Mas presto consoló el Señor a los dos: porque un
ángel desató a san Félix de sus prisiones y le abrió las puertas de la cárcel y
le acompañó al monte donde .estaba el santo obispo. Hallóle san Félix
desfallecido y tendido en el suelo: abrazó le, y haciendo oración por él, vio
allí cerca un racimo de uvas, y exprimiéndole en la boca del santo, le volvió en sí. Tomóle después sobre sus hombros, y llevóle secretamente
a la ciudad, confiándolo a una santa anciana hasta que cesase aquella persecución.
Hallaron un día los ministros del emperador a san Félix en la plaza, sin
conocerle; y le preguntaron. si conocía a Félix presbítero; y él les respondió
que de cara no le conocía, como era verdad, pues de cara nadie se conoce: y
como los ministros, mejor informados, corriesen tras él, escondióse entre unas
paredes viejas, donde el Señor le ocultó, cubriendo repentinamente aquel
escondrijo de unas telarañas muy espesas y cerradas. Calmada aquella borrasca, salió
de su secreto retraimiento y comenzó de nuevo a exhortar al pueblo a toda
virtud. Murió en este tiempo el obispo Máximo consumido por su larga edad y
trabajos que por Cristo había padecido: luego todos pusieron los ojos en san
Félix para que fuese su pastor y obispo: más él les persuadió con buenas razones
que eligiesen a Quinto, que era un clérigo de santísima vida. Como durante la
persecución hubiesen confiscado a nuestro santo todos sus bienes, aconsejáronle
que los pidiese por justicia; mas él respondió: «No quiera Dios que yo torne a
poseer lo que una vez perdí por Jesucristo»: y así se sustentó de los frutos de
una pequeña huerta que cultivaba, hasta que lleno ya de méritos y de virtudes,
el día 14 de enero descansó en la paz del Señor, el cual honró su sepulcro con
grandes prodigios.
Reflexión:
En
la vida de este santo hay muchas cosas admirables por las cuales hemos de alabar a Dios, como son: haberle librado de la cárcel por un ángel, como
a san Pedro, llegándole al monte donde su obispo estaba pereciendo; haberle proveído
del racimo de uvas para su refrigerio; y defendídole con telas de arañas de los
que le buscaban para matarle. ¿Quién, pues, desconfiará en sus trabajos, de
Dios nuestro Señor? El cual, aunque mortifica para darnos ocasión de mérito, también
da la vida; y después de haber dejado llegar al hombre a lo más profundo del abismo,
le saca, le levanta, le anima, y le da al fin la corona de la gloria.
Oración:
Oye,
Señor, las súplicas que te hacemos en la fiesta de tu bienaventurado confesor
san Félix, para que los que no confiamos en nuestros méritos, seamos ayudados
por las oraciones de este santo, que fue de tu agrado. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
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