EL ALMA LOGRA LA VIDA
ETERNA
El alma al salir
del cuerpo, tiende a Dios, pero se encuentra como alguien que es empujado por
la corriente y no puede llegar a la orilla. Ella se dirige a Dios pero sus
imperfecciones son como una corriente que la aleja de Él. En las vicisitudes de
su vida, ella ya se había puesto en una corriente que la alejaba del amor
divino, por eso cuando sale del cuerpo, las vanidades del mundo que la mancharon
la empujan lejos de Dios, obstaculizando la fuerza del amor, que siente
fuertísimo, por el estado de gracia en el cual se encuentra; está fuera del
cuerpo, pero lleva consigo la responsabilidad y el peso de sus miserias, porque
sus obras la siguen. Es una expresión profundísima, tanto por las obras buenas
como por las malas obras. El alma purgante es como una persona que está obligada
a nadar en una corriente turbulenta, vestida con ropa pesada que la hunde, en circunstancias
que ella necesite estar a flote, y trata con todas sus fuerzas de proseguir
nadando hacia la pacífica y florecida ribera.
El misterio del dolor
El alma en la
vida terrena ha tenido siempre prevenciones hacia la bondad de Dios y a veces
hasta recriminaciones, especialmente frente a los misterios del dolor, de la
providencia, del mal, de la libertad humana, etc., quizás estas recriminaciones
la hemos tenido o las tenemos todos un poco. Tenemos que rechazarlas como
tentaciones. Apenas esté fuera del cuerpo, el alma se encuentra ante la bondad
infinita de Dios, descubre sus propias miserias a la luz de la bondad divina,
aunque no contemple y no pueda todavía contemplar aquel océano de amor, porque
es todavía incapaz de sumergirse en una felicidad incomparable, y permanece por
dar un pálido ejemplo, como una persona que ha tratado de villano a un Rey. Así
sucedió a aquellos policías que en Venecia, de noche, detuvieron a San Pío X
que vestido como simple sacerdote, llevaba en la espalda un colchón para una pobrísima pariente “Oiga – dijeron los
policías de lejos -, ladronzuelo, que elijes la noche para tus robos ¿Dónde
sacaste ese colchón? Párate, bájalo, pon las manos en las esposas. Y se
acercaron para apresarlo, pero reconocieron en aquel angelical rostro al Santo
Patriarca, y quién puede decir la confusión que tuvieron. Es un mísero parangón
frente a la sorpresa del alma que tiene el primer encuentro con el Señor,
infinita bondad e infinito amor. Aún no viéndolo cara a cara, porque aún no
está glorificada, ella siente en la paz del estado de gracia en la cual está,
la bondad de Dios. Les habrá sucedido soñar que se encuentran en la calle
desnudos. ¡Qué confusión! Ustedes tratan de esconderse en algún portón, tratan
de cubrirse con el camisón, respiran sólo al despertar, constatando que era un
sueño; ¡gracias Señor… menos mal que no era verdad!... Pero, el alma que se
presenta ante Dios, y se ve manchada, no sueña, se despierta más bien de los
sueños orgullosos, de las injusticias realizadas.
En una
recepción una señorita sentía una molestia en un costado, disimulaba, se
llevaba la mano ahí donde sentía la molestia porque estaba en un elegantísimo
salón. Después de un tiempo, fue tal el dolor, que solicitó ir a otra habitación
y sacándose el cinturón, con horror le saltó fuera un animalito que la roía. El
alma ante la luz de Dios, ve todo el horror de aquellas acciones que en la vida
le parecieron insignificantes, y con el dolor y confusión se da cuenta que sus
faltas no eran pequeñas. Sino roedores de la conciencia. Este apartarse de la
fiesta del cielo causa un particular dolor, por el mismo estado de gracia en el
cual el alma se encuentra. Pareciera una paradoja, sin embargo es así.
El condenado y el alma purgante
El condenado,
al pasar a la vida eterna, se encuentra en un estado de extrema miseria, y por
la pérdida de la gracia de Dios, no sólo no tiene ímpetu de amor hacia Él, como
lo tiene el alma salvada, sino que le odia, y le rehúye. Es terrible, sin duda,
pero es un estado que el alma condenada no quiere cambiar, aunque pudiera,
aunque la misericordia divina lo quiera. El alma condenada está en estado de
condenación, tiene también una libertad en aquel estado, y es la libertad de
odiar y hacer el mal, pena espantosa del abuso de la libertad hecho en vida, y
no de la inexorabilidad de la justicia de Dios. Por aquel fenómeno físico que
se llama inercia, así las culpas y las degradaciones de la vida del condenado,
continúan por inercia en el Infierno, sin esperanza de cambio, porque llega a
ser el estado del pecador. El alma que purga fuera del cuerpo no está fijada en
un estado, sino es todavía peregrina, porque está en gracia, tiende a Dios con
inmenso amor, y no puede todavía reunírsele. Por esto, de todas las
revelaciones de las almas que purgan, se sabe que sus purificaciones son
contabilizadas sobre nuestro tiempo: diez, veinte, cien años. El condenado es
como un cuerpo pesado que cae en el eterno abismo y allí está; el alma que purga
es como un cohete que tiende todavía a subir, pero que permanece en la atmósfera
subiendo a lo alto. Ella está capacitada sólo para el dolor, porque sólo él
puede reparar sus culpas, y sus abrazos de amor se vuelven fuego ardiente, pena
y remordimiento de amor, que le hace mirar como favor el poderse purificar. El muerto
está muerto, y no aspira por así decirlo, a la vida sino a la putrefacción:
esto es el condenado. El enfermo aspira a la salud, se somete a penosas curas,
y las sufre voluntariamente, aunque lamentándose, y pide ayuda para aliviarse.
Esta es el alma que purga, es una enferma. Sus medicinas atormentadoras son la
purificación en el fuego, en la angustia de la lejanía de Dios, y en los
tormentos particulares por cada culpa particular. Para un enfermo del cuerpo,
son de ayuda las anestesias, los calmantes, y las amorosas curas de quién lo
asiste; para el alma que purga, los sufragios, plegarias y sacrificios que por
ella se ofrecen, son su alivio.
hola yo rezo mucho por las almas del purgatorio,,como me doy cuenta que con mis plegarias pude salvar almas del purgatorio
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