Santa
Rosalía de Palermo,
Virgen.
(†1160)
Santa Rosalía, virgen, protectora de Nápoles y Sicilia, fué natural de
Palermo e hija de un noble caballero, llamado Sinibaldo, descendiente de la
real familia de Carlomagno. Había sido criada desde niña en la verdadera fe y
en santas costumbres, y tocada de Dios dio libelo de repudio a todas las
vanidades del siglo para comenzar desde su infancia una vida enteramente
consagrada a su esposo Jesucristo. Y como sus parientes, ya con ruegos y
promesas, ya con crueles amenazas procurasen disuadirla de su santo propósito,
la santa niña, temiendo la violencia que podrían hacerle, se huyó secretamente
de la casa de sus deudos y fué a esconderse en una cueva que halló en el monte
llamad» del Peregrino, donde sólo era conocida de una pastorcilla que le traía
para su sustento un poco de pan y de leche. Dios era quien la había llamado a
aquella soledad y así la regalaba con sus consuelos y visitaciones celestiales.
Temiendo ser hallada, subía a veces a la cumbre de aquel monte y desde allí
miraba la ciudad de Palermo; oía el sonido de las campanas y el rumor confuso
de las gentes; y al pensar que tantos pecadores andaban por el camino de su
perdición, dolíase mucho de su tan grande ceguedad y desventura, y con muchas
lágrimas y sollozos hacía oración por su patria y por sus conciudadanos. Tenía
escritas en la pared de las rocas de su cueva estas palabras: «Yo, Rosalía, por
amor de mi esposo Jesús y por no faltar a la fidelidad que le he prometido, he
escogido esta gruta para mi perpetua morada.» En ella perseveró la santa muchos
años llevando una vida muy austera y como de ángel en carne humana, hasta que
su Esposo divino la llamó para sí a su retiro celestial. La noche que murió
vióse resplandecer con grande claridad todo aquel monte, de manera que toda la ciudad de Palermo quedó asombrada de aquella extraordinaria
luz, y como nadie supiese la causa, aquella pastora que servía a Rosalía, la
descubrió, diciendo que no podía ser sino un milagro que en aquel lugar hacía
Dios por la santa. Acudió entonces a él el clero y el pueblo en devota procesión,
y hallando el sagrado cadáver de Rosalía lo trasladaron a la catedral, donde lo
sepultaron honoríficamente; y desde aquel día comenzó el Señor a glorificar a
la santa virgen con muchos prodigios, entre los cuales es digno de singular
mención el que aconteció en el año 1625 en que estando la ciudad de Palermo y
toda Sicilia muy afligidas de peste, sacaron en procesión de penitencia el
sagrado cuerpo de santa Rosalía, y luego se vieron libres de aquel terrible
azote.
Reflexión: No podemos dudar, por los efectos, de haber sido Dios el autor de la soledad y aspereza de vida que escogió para sí esta santa virgen para huir de los lazos y peligros del mundo; y esto no se debe imitar sino cuando el mismo Señor con particular revelación lo mandare. Mas lo que debemos sacar de este ejemplo es el cuidado y diligencia grande con que debemos evitar todas las ofensas de Dios, entendiendo que a pesar de los malos ejemplos que vemos en la gente del mundo arrastrada por la fuerza de las malas pasiones y rendida a los enemigos mortales del alma, no nos falta la gracia suficiente para vencer todas las tentaciones y perseverar hasta el fin en el divino servicio, porque como dice el apóstol: «Fiel es Dios y no permitirá que seamos tentados sobre nuestras fuerzas.»
Reflexión: No podemos dudar, por los efectos, de haber sido Dios el autor de la soledad y aspereza de vida que escogió para sí esta santa virgen para huir de los lazos y peligros del mundo; y esto no se debe imitar sino cuando el mismo Señor con particular revelación lo mandare. Mas lo que debemos sacar de este ejemplo es el cuidado y diligencia grande con que debemos evitar todas las ofensas de Dios, entendiendo que a pesar de los malos ejemplos que vemos en la gente del mundo arrastrada por la fuerza de las malas pasiones y rendida a los enemigos mortales del alma, no nos falta la gracia suficiente para vencer todas las tentaciones y perseverar hasta el fin en el divino servicio, porque como dice el apóstol: «Fiel es Dios y no permitirá que seamos tentados sobre nuestras fuerzas.»
Oración:
Oh Dios, autor de nuestra salud, dígnate oír nuestras súplicas; para que
así como nos alegramos en la fiesta de tu bienaventurada virgen Rosalía, así crezcamos
en verdadera piedad y devoción. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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