2 DE JULIO
LA VISITACION DE LA SANTISIMA VIRGEN
HISTORIA DE LA
FIESTA. — En los días que precedieronal nacimiento
del Salvador, la visita de María a su prima Isabel fué ya objeto de nuestras meditaciones.
Pero convenía volver sobre una circunstancia tan importante de la vida de Nuestra
Señora, para hacer resaltar lo que este misterio contiene de enseñanza profunda
y de alegría santa. La sagrada Liturgia completándose con los años, explotará
esta mina preciosa en honor de la Virgen-Madre. La Orden de San Francisco y
algunas iglesias particulares, como la de Reims y París, ya se habían
adelantado, cuando Urbano VI, en el año 1389 instituyó la solemnidad de este
día. El Papa aconsejaba el ayuno en la vigilia de la fiesta, y que además tuviese
Octava; concedió en su celebración las mismas indulgencias que había otorgado
Urbano VI, en el siglo anterior a la fiesta del Corpus Christi. La
bula de promulgación, retrasada por la muerte del Pontífice, fué publicada por
Bonifacio IX que le sucedió en la Silla de S. Pedro. Por las lecciones del
Oficio primitivamente compuesto para esta fiesta, sabemos que el fin de su
institución fué, según el pensamiento de Urbano, obtener que cesase el cisma
que dividía a la Iglesia. Nunca se había visto la Esposa del Hijo de Dios en
situación tan dolorosa. Pero Nuestra Señora, a quien se había dirigido el verdadero
Pontífice al comienzo de la tormenta, no dejó fallida la esperanza de la
Iglesia. Durante los años que la insondable justicia del Altísimo dejó obrar a
los poderes del infierno, vino en su defensa, sujetando tan fuertemente bajo su
pie vencedor la cabeza de la serpiente antigua, que a pesar de la espantosa
confusión que había levantado, su baba ponzoñosa no pudo manchar la fe de los
pueblos, que permaneció firmemente adherida a la unidad de la Cátedra romana,
cualquiera que en esta incertidumbre fuese su ocupante verdadero. Así, el
Occidente separado de hecho, pero unido en sus principios, se volvía a unir en
el tiempo escogido por Dios para devolver la luz.
MARÍA, ARCA DE
ALIANZA. — Si se pregunta por qué quiso Dios que el
Misterio de la Visitación y no otro, fuese al establecerse esta solemnidad, el trofeo
de la paz reconquistada, es fácil hallar la razón en la naturaleza misma de
este misterio y en las circunstancias en que se realizó. En él especialmente
aparece María como verdadera arca de Alianza: llevando al Emmanuel, testimonio
vivo de una reconciliación definitiva entre la tierra y el cielo. Por ella,
mejor que en Adán, todos los hombres han de ser hermanos; porque el que lleva
escondido en su seno, será el primogénito de la gran familia de los hijos de Dios.
Apenas concebido, comienza para El la obra de la propiciación universal. ¡Dichosa
la casa del sacerdote Zacarías, que durante tres meses acogió a la Sabiduría
eterna, bajada recientemente al seno purísimo en que se acaba de consumar la
unión que ambicionaba su amor! Por el pecado original, el enemigo de Dios y de
los hombres tenía cautivo, en esta bendita casa a aquel que sería el ornato en los
siglos infinitos; la embajada del ángel que anunció el nacimiento de Juan, su
concepción milagrosa, no habían eximido al hijo de la estérll del tributo
vergonzoso que todos los hijos de Adán tienen que pagar al príncipe de la
muerte, a su entrada en la vida. Pero apareció María, y Satanás vencido sufrió
en el alma de Juan su más completa derrota, que no será la última; porque el
arca de alianza no detendrá sus triunfos hasta reconciliar al último de los
elegidos.
ALEGRÍA DE LA IGLESIA. — Celebremos este día con cantos de alegría;
porque en este misterio están, como en germen, todas las victorias que alcanzarán
la Iglesia y sus hijos; desde hoy el Arca santa preside los combates del nuevo
Israel. Basta ya de división entre el hombre y Dios, el cristiano y sus
hermanos; si la antigua arca no logró impedir la escisión de las tribus, el
cisma y la herejía conseguirán hacer frente a María unos cuantos años o algunos
siglos, pero al fin resplandecerá más su gloria. De ella, como en este día
glorioso y a la vista del enemigo humillado, brotarán siempre la alegría de los
pequeños, la perfección de los pontífices, y la bendición de todos. Unamos el
tributo de nuestras voces a los saltos gozosos de Juan, a la repentina exclamación
de Isabel, al cántico de Zacarías;¿ todo el mundo lo repita. Así se saludaba
antiguamente la llegada del arca al campamento de los Hebreos; los Filisteos,
al oírlo, por ahí comprendían que había bajado el auxilio del Señor; y
sobrecogidos de espanto, gemían, diciendo: "¡Desgraciados de nosotros! no
reinaba aquí ayer una alegría tan grande; ¡desgraciados de nosotros." Por
cierto que hoy el género humano salta de gozo y canta con Juan; y hoy también, y
con razón, se lamenta el enemigo; hoy la mujer descarga el primer golpe del
calcañal en su cabeza altanera, y Juan, ya librado, es en esto precursor de
todos nosotros. El nuevo Israel, más afortunado que el viejo, tiene seguridad
de que no le arrebatarán ya su gloria nunca jamás; nunca le quitarán el Arca
santa que le permite pasar las aguas, y derrumba ante él las fortalezas
EL CANTO DE MARÍA.
—
¿No es, pues, muy justo que este día, en que termina la serie de las derrotas que
comenzaron en el Paraíso, sea también el día de los cánticos nuevos del nuevo pueblo?
Pero ¿a quién toca entonar el himno del triunfo, sino al que gana la victoria?
Por eso canta María en este día de triunfo, recordando todos los cantos de
victoria que, a lo largo de los siglos de espera, fueron como preludios, a su divino
Cántico. Pero las victorias pasadas del pueblo elegido no eran más que la
figura de la que consigue ella, en esta fiesta de su manifestación, como
soberana gloriosa, que, mejor que Débora, Judit o Ester, ha comenzado a
libertar a su pueblo; en su boca los acentos de sus ilustres predecesoras han
evolucionado de la aspiración inflamada de los tiempos de la profecía, al
éxtasis sereno, que denota la posesión del Dios que por tanto tiempo esperado.
Una era nueva comienza parar los cantos sagrados: la alabanza divina toma de
María el carácter que no perderá en este mundo y que subsistirá aún en la
eternidad. Y en este día también, inaugurando su ministerio de Corredentora y
de Mediadora, recibió María por vez primera en la tierra, de boca de Santa
Isabel, la alabanza que sin fin merece la Madre de Dios y de los hombres. El
motivo especial que tuvo la Iglesia, en el siglo xiv, para instituir esta
fiesta, nos ha inspirado las anteriores consideraciones. María ha demostrado
otra vez, al devolver a Roma al desterrado Pío IX, el 2 de Julio de 1849, que
consideraba esta fecha como un día de victoria.
M I S A
El Introito es el mismo de
las Misas votivas de Nuestra Señora en este tiempo del año. Está tomado de Sedulioel
poeta cristiano del siglo v, del cual hizo la Sagrada Liturgia otros extractos
muy bien apropiados, los días de Navidad¿ y Epifanía. La palabra excelente (Verbum
bonum) que se ensalza en el Versículo, la obra que dedica al Rey la
Virgen-madre, todos declaran hoy que es el Magníficat, riqueza y gloria de
este día.
INTROITO
Salve, Madre Santa, que
diste a luz al Rey que rige cielos y tierra por los siglos de los siglos. Ps. Mi corazón ha proferido una excelente palabra;
digo: Mis obras son para el Rey. Gloria al Padre. Salve.
La paz es el don precioso
que imploraba la tierra incesantemente desde el pecado original. Congratulémonos,
pues; en este día se revela, por medio de María, el Príncipe de la Paz. La solemne
conmemoración del ministerio que celebramos, va a desarrollar en nosotros la
obra de salvación, que comenzó en el de Navidad. Esta gracia la pedimos con la
Santa Madre Iglesia en la Colecta.
Numen,
et aeterno compleetens
omnia gyro,
Imperium sine fine manet;
quae ventre beato.
Gaudla matris habens cum
virginltatis honore,
Nee primam similem visa
es, nec habere sequentem;
Sola sine exemplo placulsti
femina Christo.
Carmen Párchale, 1.
II, y.
eterno,
lo mismo que su imperio
que
abarca a todas las
cosas
en un círculo infinito.
En
ti se juntan, en un seno
santo,
las alegrías de la madre
y el
honor de la virgen;
ni
antes ni después de ti, se
vió
cosa semejante; la única
entre
todas y sin precedente
agradaste
a Jesucristo.
ORACION
Rogamos te Señor, que
concedas a tus siervos el don de la gracia celestial, para que los que hemos
recibido las primicias de la salvación en el parto de la Virgen, alcancemos
aumento de paz en la Solemnidad de su Visitación. Por Jesucristo nuestro Señor
EPISTOLA
Lección del Libro de
la Sabiduría (Cantar de los Cantares, II, 8, 15).
Vedle cómo viene saltando
por los montes y brincando por los collados. Mi amado semeja al gamo ligero y
al cervatillo. Vedle, está detrás de nuestra pared, mirando por las ventanas,
atisbando por las celosías. Me habla mi amado y dice: Levántate y apresúrate, amiga
mía, paloma mía, hermosa mía, y ven; pues ya pasó el invierno, disipáronse y
cesaron las lluvias; han aparecido las flores en nuestra tierra; llegó el
tiempo de la poda; el arrullo de la tórtola se ha oído ya en nuestro campo; la
higuera dió sus brevas; esparcen su olor las florecientes viñas. ¡Levántate pues,
amiga mía, hermosa mía, y ven paloma mía que anidas en las quiebras de las
peñas, en las concavidades del muro, muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis
oídos; porque tu voz es dulce, y tu cara hermosa!
LA VISITA DEL
AMADO. — La Iglesia nos introduce en la profundidad del
misterio. La lectura que antecede, se reduce a la explicación de esta palabra
de Isabel, en que se resume la fiesta: "Al oír tu voz, mi niño saltó de
gozo en mi seno." Voz de María, voz de la tórtola, que expulsa al invierno
y anuncia la primavera, los perfumes y las flores. A esta invitación tan dulce,
el alma de Juan, cautiva en la noche del pecado, se despoja de las libreas del
esclavo y, desarrollando rápidamente los gérmenes de las más altas virtudes, se
nos presenta bella como la esposa, con todos los aderezos del día de la boda. Y
también ¡qué ansias tiene Jesús de llegarse a esta alma amada! ¡Qué efusiones
inefables entre Juan y el Esposo! ¡Qué diálogo sublime desde el seno de Isabel
al de María! ¡Madres admirables, pero más admirables todavía los hijos! En
aquel encuentro feliz, el oído, los ojos, la voz de las madres las pertenecen menos
a ellas que a los frutos benditos de sus entrañas; sus sentidos son la celosía
por la que el Esposo y el amigo del Esposo se ven, se entienden y se hablan. El
alma de Juan prevenida por el Amigo Divino que la buscó, se despierta en pleno
éxtasis. Por otra parte, para Jesús es la primera conquista; dirigidos a Juan,
es cuando por vez primera, excepción hecha de María, se formulan en el alma del
Verbo hecho carne, los acentos del epitalamio divino y hacen palpitar su
corazón. En este día pues, y nos lo enseña la Epístola, a la vez que el Magníficat,
se inaugura también el divino Cantar de los Cantares con el
verdadero y completo sentido que el Espíritu Santo quiso darle. Nunca habrá
motivos tan justificados como en este día feliz, para el alborozo del Esposo;
ni tampoco será jamás tan fielmente correspondido. Unamos nuestro entusiasmo al
de la eterna Sabiduría, que hoy da el primer paso en favor de toda la
humanidad.
En el Gradual ensalcemos con
Isabel a la Santísima Virgen, que nos gana todas estas alegrías, y en quien el
amor tiene encerrado al que no podía contener el mundo. El dístico que se canta
en el versículo, hacía las delicias de la piedad medieval; se encuentra en
varias liturgias, ya como principio de himno ', ya en forma de Antífona en la
composición de Misas u Oficios.
GRADUAL
Bendita y venerable eres,
Virgen María; pues sin el más leve menoscabo de tu integridad virginal, te
hallaste Madre del Salvador. T. Virgen, Madre de Dios, El que no cabe en los
cielos, hecho hombre se encarnó en tu seno.
1 Virgo Dei Genitrix, quem
totus
non capit orbis,
In
tua se clausit viscera
lactus
homo.
Vera
fides Geniti, purgavit
crimina
mundl:
Et
tlbi virginitas inviolata
manet.
Te
matrem pietatis, opem
te
clamitat orbis:
Subvenías
famulis, oh benedicta,
tuis.
Gloria
magna Patri, compar
tlbl gloria, Nate:
Spiritui Sancto gloria magna
Deo.
Amén.
1 Virgen Madre de Dios,
el
que no cabe en el mundo,
se
ha encerrado en tus en- *
trañas,
haciéndose hombre.
La
fe en tu Hijo ha borrado
los
crímenes del mundo; y tu
virginidad
sigue Inviolada.
El
universo te saluda como
a
Madre del amor; el universo
te
pide ayuda: socorre
a
tus siervos, oh bendita.
Gloria,
inmensa para el Padre;
y a
Ti, oh Hijo, gloria
igual;
al Espíritu Santo, Dios
también,
gloria infinita. Amén.
Aleluya, aleluya.
J. Feliz y digna de toda alabanza, eres, sagrada Virgen María, porque de ti
nació el Sol de justicia, Cristo nuestro Dios. Aleluya.
EVANGELIO
Continuación del
santo Evangelio según San Lucas
(I, 39-46).
En aquel tiempo: Partió
María presurosa por las serranías, a una ciudad de Judá; y, entrando en casa de
Zacarías, saludó a Isabel. Al oír Isabel el saludo de María, el niño (Juan)
saltó de gozo en su vientre, e Isabel se sintió llena del Espíritu Santo, y,
exclamando en alta voz, dijo: ¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y
bendito es el fruto de tu vientre! Y ¿de dónde a mí tanto bien, que venga la
Madre de mi Señor a mí? Pues lo mismo fué llegar la voz de tu saludo a mis
oídos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi seno. ¡Bienaventurada tú que
has creído! porque se cumplirán las cosas que se te han dicho de parte del
Señor. Y dijo María: Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu salta de gozo al
pensar en Dios, mi Salvador.
CARIDAD FRATERNA...—María
supo por el Arcángel que Isabel iba a ser pronto madre. Sólo pensar los
servicios que necesitan la anciana prima y el niño que va a nacer, la pone
inmediatamente en camino hacia las montañas en donde está situada la casa de
Zacarías. Así camina, así corre, si es verdadera, la caridad de Cristo’.
No hay situación de alma en la que pueda el cristiano olvidar a sus hermanos,
con el pretexto de una perfección más encumbrada. Acaba María de contraer con
Dios la unión más alta que podemos pensar; y con gusto se la figuraría nuestra
imaginación incapaz de hacer nada, abismada en el éxtasis, precisamente en
estos días en que el Verbo, al tomar carne de su carne, en pago la inunda en
mares de su divinidad. Pero el Evangelio lo dice expresamente: en estos
mismos días la Virgen sencilla, pendiente hasta ahora del secreto de la
presencia del Señor, se levanta para dedicarse a todas las* necesidades del
prójimo en su cuerpo y en su alma.
. . . Y
CONTEMPLACIÓN. — ¿Quiere significarse con esto que las obras
están por encima de la oración y que la contemplación ha dejado de ser la mejor
parte? De ninguna manera; y Nuestra Señora nunca estuvo con todo su ser tan
directa y tan plenamente unida con Dios como en estos días. Pero la criatura
que ha llegado a las cumbres de la vida unitiva, se siente tan apta para las
obras exteriores, que no existe de por sí ocupación alguna que la pueda
distraer del centro inmutable en que ya se ha fijado.
LA PERFECCIÓN. —
Privilegio insigne, resultado de esta división del espíritu y del alma, a
la que no todos llegan y que es uno de los pasos más decisivos en las vías del espíritu;
pues supone una purificación tan perfecta del ser humano, que en realidad
forma un solo espíritu con el Señor; lleva consigo una sumisión tan total de
las potencias, que sin chocar entre sí, obedecen simultáneamente, en sus
diversas esferas, al soplo divino. Mientras el cristiano no conquiste esta
santa libertad de los hijos de Dios, no puede en efecto, ir al hombre, sin
abandonar a Dios en algo. Y no¿ decimos con eso que tenga que descuidar sus obligaciones
con el prójimo, en quien Dios ha querido que le veamos a El mismo; ¡dichoso,
sin embargo, el que no pierde nada de la mejor parte, como María, cuando se
dedica a los quehaceres de esta vida! Pero ¡qué pocos son estos privilegiados,
y cuán grande ilusión sería persuadirnos de lo contrario!
MARÍA, NUESTRO
MODELO. — Nuestra Señora, es Virgen y Madre. En ella se realiza
el ideal de la vida contemplativa y de la vida activa: la Liturgia os lo
recuerda a menudo. En esta fiesta de la Visitación, la Iglesia la invoca de
modo más especial como modelo de todos los que se dedican a las obras de
misericordia; si no a todos les es dado tener, como ella, al mismo tiempo, abismado
más que nunca en Dios su espíritu, no obstante eso, todos tienen que esforzarse
de continuo por irse acercando, mediante la práctica del recogimiento y de la
alabanza divina, a las alturas luminosas donde hoy se muestra su Reina en la
plenitud de sus inefables perfecciones.
El Ofertorio, canta el
glorioso privilegio de María, Madre y Virgen, dando a luz al que la hizo.
OFERTORIO
Bienaventurada eres, Virgen
María, que engendraste a quien te creó y llevaste en tu seno al Creador de
todas las cosas, permaneciendo siempre Virgen. El Hijo de Dios, al nacer de
María, consagró su integridad virginal. Pedimos en la Secreta de este día, que,
en recuerdo de su Madre, nos conceda el purificarnos de nuestras manchas y hacer
de esa manera nuestra ofrenda acepta al Dios altísimo.
SECRETA
Socórranos, Señor, la
humanidad de tu Unigénito, y así como, al nacer de la Virgen Madre, no mermó su
integridad, sino que la hizo más santa, así, purificándonos de nuestras culpas
en la solemnidad de su Visitación, te haga aceptable nuestra oblación Cristo Nuestro
Señor, que contigo vive y reina... La Iglesia tiene consigo, en los Misterios,
al mismo Hijo del Padre eterno que María llevó en su vientre nueve meses. En
ese santo seno tomó un cuerpo para llegarse a todos nosotros. En la antífona de
la comunión cantemos al Hijo y a la Madre.
COMUNION
Bienaventuradas las entrañas
de la Virgen María, que llevaron al Hijo del eterno Padre. La celebración de
cada uno de los misterios de la salvación mediante la participación del
Sacramento que los contiene todos, es un medio para obtener el alejamiento del
mal en este mundo y para la eternidad. Es lo que expresa la
Poscomunión, por lo que se
refiere al misterio de este día.
POSCOMUNION
Habiendo recibido los
sacramentos en la celebración de esta fiesta anual, suplicamos te, Señor, que
nos sirvan de remedio para la vida presente y la futura. Por Jesucristo nuestro
Señor.
ELOGIO. —
¿Quién es ésta que avanza hermosa como la aurora cuando sale, terrible como un
ejército puesto en orden de batalla?'. Hoy es, oh María, la primera
vez que alegra a la tierra tu dulce claridad. Llevas contigo al Sol de
justicia; y su luz naciente, al tocar en la cumbre de los
montes—el llano sigue aún en la oscuridad—, al primero que alcanza, es
al Precursor, de quien se ha dicho que no hay otro mayor entre los
nacidos de mujer. El astro divino, subiendo, siempre subiendo,
inundará pronto con sus luces los valles más hondos. Pero ¡cuánta gracia
en estos primeros rayos que se desprenden de la nube en que todavía se
oculta! Porque tú eres, María, la nube tenue, esperanza del
mundo, terror del infierno
PLEGARIA POR TODOS. —
Date prisa, por tanto, ¡oh María! Llégate hasta todos nosotros; baja hasta las
regiones sin gloria, donde la mayor parte del género humano vegeta, incapaz de
subir a las alturas; tu visita consiga introducir la luz de la salvación aun en
los abismos de perversidad que más se aproximan a la sima infernal. ¡Oh! ¡Quiera
Dios que desde las prisiones del pecado, desde el llano en que el vulgo se
agita, seamos arrastrados a seguir tus pasos! ¡Son tan hermosas tus huellas en
nuestros pobres caminos, y tan suaves los perfumes con que hoy embriagas la
tierra!
. . . POR LA ORDEN
DE LA VISITACIÓN. — Bendice, oh María, a los que atrae y
seduce la mejor parte. Protege a la Orden venerable que se gloría de honrar de
modo especial el misterio de tu Visitación; fiel al espíritu de sus ilustres
fundadores, no cesa un momento de hacer justicia a su título, embalsamando a la
Iglesia de la tierra con aquellos mismos perfumes de humildad, de dulzura, de
oración escondida que hace diecinueve siglos, fueron el principal atractivo de
los ángeles en este gran día.
. . . POR LOS QUE
AYUDAN A LOS DESGRACIADOS. — Finalmente, oh Señora
nuestra, no olvides las filas compactas de los que suscita la gracia para seguirte
en la búsqueda misericordiosa de todas las miserias, y que hoy son más
numerosos que nunca; enséñalos cómo se pueden dedicar al prójimo, sin dejar a
Dios; para la mayor gloria de ese Dios altísimo, y felicidad del hombre,
multiplica en la tierra tus fieles modelos. Y por fin, todos, después de
seguirte en la medida y a la manera que quiere Aquel que divide sus dones a
cada cual según su beneplácito', nos volvamos a encontrar en la patria para
cantar contigo a una voz el eterno Magníficat.
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