Causa
Efecto
capítulo
VII
La Constitución Apostólica hace explicita referencia
a la riqueza de piedad y de enseñanza que el "Novu Ordo" tomó de las
Iglesias Orientales. El resultado -totalmente remoto y aun opuesto de la
inspiración de las liturgias orientales- sólo puede repugnar a los fieles de
esas Iglesias de Oriente. ¿Qué es lo que, en verdad, significan esas
reminiscencias ecuménicas? Básicamente, la multiplicación de las anaphoras (de
las plegarias eucarísticas pero, nada que aproxime a su belleza y estructural,
la presencia de los diáconos, la Comunión, sub utraque specie Ibco las dos
especies!)
Contra estas adquisiciones, el "Novus Ordo" magníficamente ha
suprimido todo lo que en la liturgia romana se acercaba más a las ceremonias u
oraciones de la Iglesia Oriental. (26). Todavía
más, al abandonar su inconfundible inmemorial carácter romano, el "Novus
Ordo" perdió lo que le era propio y más precioso. En su lugar se han
puesto elementos, que sólo la asemejan a ciertas otras liturgias reformadas de
las Iglesias protestantes no de las más cercanas al catolicismo), y que, al
mismo tiempo, la envilecen. La Iglesia Oriental estará más lejos de nosotros,
como ya lo está ahora, después de las recientes reformas litúrgicas. Como una
compensación, la nueva liturgia será el regocijo de varios grupos, que,
revoloteando al borde de la apostasía, han hecho gravísimos estragos en la Iglesia
de Dios, envenenando su organismo y minando su unidad de doctrina, de culto, de
moral y disciplina, en una crisis espiritual sin precedente.
†
San Pío V había ordenado el Misal Romano (como lo recuerda la misma presente
Constitución Apostólica) para que fuese un instrumento de unidad entre los
católicos. En conformidad con la doctrina y las ordenanzas del Concilio de
Trento, estaba preparado ese Misal Romano, para que excluyese todo peligro, en
el culto litúrgico, de errores contra la fe, entonces amenazada por la Reforma
Protestante. La gravedad de la presente situación justifica plenamente y aun
hace proféticas las solemnes amonestaciones del Santo Pontífice que nos dio al
fin de su Bula, en la que promulgó su Misal: "Si alguno, pues, se atreviese
a atentar contra lo que mandamos, sepa que incurrirá en la indignación de Dios Omnipotente
y de sus bienaventurados Apóstoles, Pedro y Pablo". (Quo Primum, julio 13
1570l. (27)
Cuando el "Novus Ordo" fue presentado a la Oficina de Prensa
Vaticano, con increíble audacia se afirmó que las razones, que originaron los
decretos tridentinos no eran ya válidas. Esas razones no sólo tienen hoy aplicación,
no sólo siguen existiendo, como no dudamos en afirmarlo, sino que son, en nuestros
días, mucho más serias y más graves. Precisamente para proteger contra los
peligros con que cada centuria amenaza la pureza del depósito de la fe ("depositum
custodi, devitans profanas vocum novitates" I Fil. VI, 20) la Iglesia, con
la inspiración del Espíritu Santo, ha levantado las defensas de sus
definiciones dogmáticas y sus pronunciamientos doctrinales. Esas definiciones
yesos pronunciamientos se han reflejado luego en su culto, que vino a ser siempre
el más completo monumento de su fe. El traer y llevar el culto de la Iglesia
hacia el pasado, pretendiendo volver a poner en uso, a toda costa, las
prácticas antiguas, de una manera artificial y con ese "insano arqueologísmo",
tan terminantemente condenado por Pío XII y todo esto se ha hecho en uno de los
momentos más críticos -si no el más crítico- de la historia de la Iglesia. Hoy,
la división y el cisma están oficialmente reconocidos que existen, no sólo
fuera, sino dentro de la misma Iglesia (28) Su
unidad no sólo está fuera, sino ya trágicamente comprometida (29) Errores centro la fe no son meramente insinuados,
sino positivamente impuestos, por medio de abusos litúrgicos y aberraciones que
han sido toleradas y difundidas (30) El
abandonar una tradición litúrgico, que por cuatro siglos había sido la señal y
la prenda de la unidad del culto (31) (y remplazar
esa tradición litúrgico con otros ritos, que no pueden ser otra cosa que una
señal de división, por las incontables libertades implícitamente autorizadas y
que abundan con insinuaciones o con errores manifiestos contra la integridad de
la religión católica) es, así lo creemos nosotros y nos sentimos obligados en
conciencia a proclamarlo, un error incalculable.
(26) Pensemos, tan sólo, en la liturgia bizantina, por
ejemplo, con sus reiteradas y largas oraciones penitenciales: los ritos
solemnes con que se revisten el celebrante y los dióconos, la preparación de
los ofrendas, en la proscomidia, un completo rito en sí mismo¡ la continua
presencia en las oraciones, aun en aquellas de las ofrendas, de la Virgen
Santísima, de los Santos y Coros de Angeles (que son actualmente invocados, al
empezar el Evangelio, como "invisibles concelebrantes"),
identíficándose el coro con ellos¡ la iconostasis, que divide el santuario del
resto de la iglesia, el clero del pueblo¡ la oculta consagración, simbolizando
el misterio divino, al cual toda la liturgia alude¡ la posición del celebrante
versus Deum, de cara a Dios, nunca versus populum, de cara al pueblo¡ la
comunión dada siempre y solamente por el celebrante¡ las continuas
manifestaciones de adoración profunda, que se hacen a las Sagradas Especies¡ la
actitud esencialmente contemplativa del pueblo. El hecho de que esas liturgias,
aun en sus formas menos solemnes, duran más de una hora, y son constantemente
definidas como "tremendas e infalible…que nos dan los misterios de la vida
celestial… no necesitan comentarios. Finalmente, es digno de notarse como, en
la Divina Liturgia de San Juan Crisostomo, asi como en la de San Basilio, el
concepto de “cena” o de “banqyuete” aparecen claramente subordinados al
sacrificio, como en el Misal Romano de San Pio V.
(27) En la
Sesión XXIII (decreto sobre la Santísima Eucaristía), el Concilio de Trento
manifestó su intención¡ "para que de raíz arrancase la cizaña de
execrables errores y cismas, que el hombre enemigo ... en la doctrina de la fe,
en el uso y culto de la Sacrosanta Eucaristía sembró(Mt. XIII, 25)- que, por
otra parte, Nuestro Salvador dejó en Su Iglesia, como símbolo de su unidad y de
la caridad, con que quiso que todos los cristianos estuviesen entre sí unidos e
indentificados" (DB. 873). -51- lo que en los tiempos antiguos tuvo la
gracia de su espontánea originalidad, significa -como lo estamos viendo ahora
con suma c1aridad- desmantelar las barreras teológicas erigidas para proteger
el Rito, y despojar la liturgia de toda la belleza con que se fue
enriqueciendo, a través de los siglos. "Así como ningún católico sensato
puede rechazar las fórmulas de la doctrina cristiana, compuestas y decretadas
con gran utilidad por la Iglesia, inspirada y asistida por el Espíritu Santo,
en épocas recientes, para volver a las fórmulas de los antiguos concilios ... ;
así cuando se trata de la Sagrada Liturgia, no resultaría animado de un celo
recto e inteligente quien deseara volver a los antiguos ritos y usos,
repudiando las nuevas normas introducidas ... tal manera de pensar y de obrar
hace revivir, efectivamente, el excesivo o insano arqueologísmo, despertado por
el ilegítimo concilio de Pistoya, y se esfuerza por resucitar los múltiples
errores, un día provocados por aquel conciliábulo y por los que de él se
siguieron, con gran daño de las almas", "Así, por ejemplo, se sale
del recto camino quien desea volver al altar su forma antigua de mesa; quien
desea excluir de los ornamentos litúrgicos el color negro; quien quiera eliminar
de los templos las imágenes y estatuas sagradas; quien hace desaparecer de las
imágenes del Redentor crucificado los dolores acervísimos que El ha sufrido ...
" (Pío XII, Mediator Dei).
Nota
del Traductor Mexicano: Toda esa sapientísima doctrina, todas esas terminantes
condenaciones de Pío XII, han sido "superadas" con increíble audacia,
por los modernos reformadores. ¿A quién creemos, a Pío XII o a Paulo VI?
(28) Un
fermento cismático divide, subdivide, desmorona la Iglesia (Paulo VI, Homilía
in Coena Domini, 1969).
(29) Hay
también entre nosotros "esos cismas", "esas cisuras, que San
Pablo en la 1 a los corintios denuncia con dolor". (Paulo VI, ibidem).
(30) Es bien
sabido cómo hoy el Vaticano II es objeto de ataques o torcidas
interpretaciones, de parte de aquellos mismos que se gloriaban de haber sido
sus líderes, de aquellos que -mientras el Papa, al clausurar el concilio
declaraba que nada había él cambiado- salieron decididos a "destruir"
su contenido, en el proceso de su aplicación actual. Lástima que la Santa Sede,
con una prisa, que es realmente inexplicable, pueda tal vez dar la impresión de
haber dado su aprobación y aun haber alentado, por medio del Consilium ad
exequendam Constitutionem de Sacra Liturgia, hasta a una constante infidelidad
al concilio, desde los formales y aparentes aspectos como la conservación del
latín, del canto gregoriano, la suspensión de ritos venerables y del ritual,
hasta los cambios substanciales ahora sancionados por el "Novus
Ordo". A las consecuencias desastrosas que hemos previsto y anunciado,
debemos añadir aquellas, que con efectos sicológicamente mayores todavía, se
harán sentir muy pronto en los campos de la disciplina y de la autoridad
docente de la Iglesia, al minar con esos cambios radicales la autoridad de la
Santa Sede y la docilidad debida a sus leyes.
(31) "No
nos dejemos engañar con la sugestión de que la Iglesia, que se ha hecho grande
y majestuosa por la gloria de Dios, como un magnífico templo suyo, debe ser
llevado de nuevo a sus originales y más pequeñas proporciones, como si ellas
fueran las únicas verdaderas, las únicas buenas... “(paulo VI, Ecclesiam suam).
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