VI
Nos
hemos limitado a hacer una evaluación sumaria del "Nuevo Ordo", en
donde se aparta más seriamente de la Teología Católica de la Misa y nuestras observaciones
tocan únicamente aquellas desviaciones que pudiéramos llamar típicas y más
importantes. Una apreciación completa de todos los latentes peligros, de todos los
elementos destructivos, espiritual y sicológicamente, en el documento -en el
texto, en las rúbricas o en las instrucciones- significaría una tarea vasta y
prolongada.
Sólo
una mirada superficial hemos dado a los tres nuevos cánones, ya que éstos han
sido objeto de una crítica repetida y autorizada, así en la forma externa, como
en la substancia. El segundo de estos cánones (24) fue y ha sido motivo de
escándalo por razón de su brevedad. De ese Canon II se ha dicho, con razón,
entre otras cosas, que podría ser recitado, con
perfecta tranquilidad de conciencia, por cualquier sacerdote, que no cree ya en
la transubstanciación o en el carácter sacrificial de la Misa, por un ministro
protestante, por lo mismo.
El
nuevo Misal fue introducido en Roma, como un texto de "amplia materia
pastoral" y "más pastoral que jurídico", que las Conferencias
Episcopales (24 bis) podrían utilizar, según
las varias circunstancias y el genio
diferente de los pueblos.
En
esta misma Constitución Apostólica leemos: "hemos
introducido, en el nuevo Misal, legítimas variaciones y adaptaciones".
Además, la sección de la nueva Congregación del Culto Divino será responsable
"de la publicación y constante revisión de los libros litúrgicos".
El
último boletín oficial de los Institutos Litúrgicos de Alemania, Suiza y
Austria (25) dice: "Los textos latinos tienen que ser
ahora traducidos a las lenguas de los diversos pueblos; el "estilo"
Romano debe ser adaptado a la individualidad de las Iglesias locales: aquello
que había sido concebido más allá del tiempo, debe ahora acomodarse al contexto
variante de
las situaciones concretas, en el flujo constante de la Iglesia Universal y sus
miles distintas congregaciones (25 bis)
La
misma Constitución Apostólica da el coup de grace (el tiro de gracia) al
lenguaje universal de la Iglesia contrario a lo que dice y ordena el Concilio
Vaticano II con la dulce afirmación que "en esta variedad de lenguas la
misma y única oración de todos (?) Puede subir más fragante que cualquier
incienso.” “teológica ignoramos, cuya autoridad
y poderes parecen mermar la autoridad suprema del primado de Pedro y la
autoridad misma de los obispos en sus diócesis, son ahora el tribunal máximo, a
cuyo arbitrio está aun la liturgia sagrada del Santo Sacrificio. , como Sus
Excelencias carecen, muchas veces, del tiempo, de los conocimientos y hasta de
la discreción necesaria para legislar en estas materias, tienen que valerse de
la ayuda de los "expertos", de cuyas decisiones depende ahora el
Culto Divino.
El
abandono total del latín puede por lo mismo, darse como un hecho; el del canto
gregoriano -que aun el Concilio- reconoce ser "liturgiae romanae
proprium" (ser propio de la liturgia romana) (Sacros. Conc. N9 116) Y
ordena que "principem locum obtineat", (ocupe et primer lugar)
lógicamente seguirá después con la libertad para escoger entre otras cosas, los
textos del introito y del Gradual. Desde el principio por lo tanto, el nuevo
rito es lanzado como pluralista y experimental, ligado al tiempo y al espacio.
La unidad del culto ha sido arrasada así para todos y para bien, ¿qué sucederá
con la unidad de la fe, que con la unidad del culto se ha ido, la que, según
siempre se nos había dicho, debíamos preservar y defender sin compromiso
alguno?
Es
evidente que el "Novus Ordo"
no pretende, en manera alguna, presentarnos los dogmas de la fe, como fueron
enseñados por el Concilio de Trento, a los cuales, es necesario recordarlo, la
conciencia católica está indisolublemente ligada. Con la promulgación del
"Novus Ordo" el católico leal se enfrenta a una terrible y trágica a
alternativa.
(24) Ha sido
presentado como el Canon de "Hipólito", pero, en realidad, excepción
hecha de algunas palabras, nada tiene que ver con el Canon de Hipólito, el Canon
del "Novus Ordo".
(24 bis., Nota del Traductor Mexicano). En toda la
estructura postconciliar, encontramos la misma incertidumbre, confusión y
evidente contrariedad. Las Conferencias episcopales, cuya clase En esta misma
Constitución Apostólica leemos: "hemos introducido, en el nuevo Misal,
legítimas variaciones y adaptaciones". Además, la sección de la nueva Congregación
del Culto Divino será responsable "de la publicación y constante revisión
de los libros litúrgicos". El último boletín oficial de los Institutos
litúrgicos de Alemania, Suiza y Austria (25) dice: "Los textos latinos
tienen que ser ahora traducidos a las lenguas de los diversos pueblos; el
"estilo" Romano debe ser adaptado a la individualidad de las Iglesias
locales: aquello que había sido concebido más allá del tiempo, debe ahora acomodarse
al contexto variante de las situaciones concretas, en el flujo constante de la
Iglesia Universal y sus miles distintas congregaciones.
(25 bis.) La misma
Constitución Apostólica da el coup de grace (el tiro de gracia) al lenguaje
universal de la Iglesia (Contrario a lo que dice y ordena el Concilio Vaticano
II con la dulce afirmación que "en esta variedad de lenguas la misma y
única oración de todos ¿puede subir más fragante que cualquier incienso". teológica
ignoramos, cuya autoridad y poderes parecen mermar la 'autoridad suprema del
primado de Pedro y la autoridad misma de los obispos en sus diócesis, son ahora
el tribunal máximo, a cuyo arbitrio está aun la liturgia sagrada del Santo
Sacrificio. Y, como Sus Excelencias carecen, muchas veces, del tiempo, de los
conocimientos y hasta de la discreción necesaria para legislar en estas materias,
tienen que valerse de la ayuda de los "expertos", de cuyas decisiones
depende ahora el Culto Divino. Y no son los "expertos" de Roma, sino
nuestros modestos "expertos" provincianos. (25)
"Gottesdienst", N9 9, 11 de mayo de 1969.
(25 bis. Nota del Trad. Mexicano). Estamos en un completo relativismo. ¿Por qué
si el "estilo" Romano tiene que adaptarse a las situaciones variantes
de la Iglesia Universal y de sus mleles de distintas comunidades, no ha de
adaptarse a las circunstancias individuales, personales y mudanzas a las que
estamos todos sujetos? El error está en que ahora queremos acomodar el culto
divino no a la voluntas de Dios, no a la verdad revelada, sino a la voluntad
del hombre, que responda a nuestros gustos, caprichos, perjuicios y aun a
nuestras mismas pasiones.
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