Capítulo
2: Sobre el purgatorio,
¿Puede todo esto ser verdad?
La existencia del
Purgatorio es tan cierta que ningún católico ha tenido nunca una duda acerca de
ello. Fue enseñado desde los tiempos más remotos por la Iglesia y fue aceptada
con indubitable fe cuando la Palabra de Dios fue predicada. La doctrina es
revelada en la Sagrada Escritura y creída por millones y millones de creyentes
de todos los tiempos.
Aún, tal como lo
hemos remarcado, las ideas de algunos son tan vagas y superficiales en este
tema tan importante, que son como personas que cierran sus ojos y caminan
deliberadamente en el filo de un precipicio. Harían bien en recordad que la
mejor manera de acortar nuestra estadía en el Purgatorio - o aún más, evitarlo-
es tener una clara idea de ello, y de pensar bien en ello y adoptar los
remedios que Dios nos ofrece para evitarlo. No pensar en ello es fatal. Es cavarse
a sí mismos la fosa, y prepararse para ellos mismos un terrorífico, largo y
riguroso Purgatorio.
El
Príncipe Polaco:
Hubo un príncipe
polaco, que por una razón política, fue exiliado de su país natal, y llegado a
Francia, compró un hermoso castillo allí. Desafortunadamente, perdió la Fe de
su infancia y estaba, a la sazón, ocupado en escribir un libro contra Dios y la
existencia de la vida eterna. Dando un paseo una noche en su jardín, el se encontró
con una mujer que lloraba amargamente. Le preguntó el porqué de su desconsuelo.
¡Oh, príncipe, ella
replicó, soy la esposa de John Marie, su mayordomo, el cual falleció hace dos
días. El fue un buen marido y un devoto sirviente de Su Alteza. Su enfermedad
fue larga y gasté todos los ahorros en médicos, y ahora no tengo dinero para ir
a ofrecer una Misa por su alma".
El príncipe, tocado
por el desconsuelo de esta mujer, le dijo algunas palabras, y aunque profesaba
ya no creer más en la vida eterna, le dio algunas monedas de oro para tener la
Misa por ella y su difunto esposo. Un tiempo después, también de noche, el
Príncipe estaba en su estudio trabajando febrilmente en su libro. Escuchó un
ruidoso tocar a la puerta, y sin levantar la vista de sus escritos, invitó a
quien fuese a entrar. La puerta se abrió y un hombre entró y se paró frente al
escritorio de Su Majestad. Al levantar la vista, cuál no sería la sorpresa del
Príncipe al ver a Jean Marie, su mayordomo muerto, que lo miraba con una dulce
sonrisa.
Príncipe, le dijo,
"vengo a agradecerle por las Misas que usted permitió que mi mujer pidiera
por mi alma. Gracias a la Salvadora Sangre de Cristo, ofrecida por mí, Voy
ahora al Cielo, pero Dios me ha permitido venir aquí y agradecerle por sus
generosas limosnas".
Luego el agregó
solemnemente "Príncipe, hay un Dios, una vida futura, un Cielo y un
Infierno". Dicho esto, desapareció. El Príncipe cayó de rodillas y recitó
un ferviente Credo ("Creo en Dios Padre Todopoderoso...")
SAN
ANTONINO Y SU AMIGO
Aquí hay una
narración de diferente clase, pero no menos instructiva. San Antonino, el
ilustre Arzobispo de Florencia, relata que un piadoso caballero había muerto,
el cual tenía un amigo en un convento Dominicano en el cual el Santo residía.
Varias Misas fueron sufragadas por su alma. El Santo se afligió mucho cuando,
después de un prolongado lapso, el alma del fallecido se le apareció, sufriendo
muchísimo. "Oh mi querido amigo" exclamó el Arzobispo, estás todavía
en el Purgatorio, tú, que llevaste tal piadosa y devota vida???"
"Así es, y
tendré que permanecer aquí por un largo tiempo" replicó el pobre
sufriente, "pues en mi vida en la Tierra fui negligente en ofrecer
sufragios por las almas de Purgatorio. Ahora, Dios por su justo juicio aplica
los sufragios que debían ser aplicados por mí, en favor de aquellos por los
cuales debí haber rezado".
"Pero Dios,
también, en su justicia, me dará todos los méritos de mis buenas obras cuando
entre al Cielo; pero, primero de todo, tengo que expiar mi grave negligencia de
no acordarme de los otros". Tan ciertas son las palabras de Nuestro Señor
"Con la vara con que mides serás medido". Recuerda, tú que lees estas
líneas, el terrible destino de ese piadoso caballero será el de aquellos que
desechan orar y rehúsan ayudar a las Santas Almas.
CONTINUA...
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