La EXISTENCIA
DE DIOS
1.- El P. SertilIanges comienza el prefacio de su magnífica
obra Las fuentes de la creencia en Dios con estas palabras: "¡Cómo
escribir sin tristeza el título de este libro! ¿No denuncia acaso, por sí solo,
nuestra miseria de espíritu frente a pensamientos que deberían ser vida de la humanidad
entera? Difícil le es a un creyente confesarse que se ha hecho necesario ahora demostrar
la existencia de Dios, como si ésta no resplandeciese en el múltiple espejo que
a nuestros ojos presentan así la naturaleza como el hombre. Triste honor de nuestro tiempo es haber rehabilitado
el ateísmo. Este era antes tenido como una monstruosidad intelectual; hoy pasa
por heroísmo y liberación generosa. ¿No salta a los ojos que el libertar de esta
suerte el espíritu humano equivale a librarle de sus alas? Siendo esclavo de todo, ¿convendrá
todavía cerrar Ie la ventana por la cual hallaban camino abierto sus esperanzas?
El ateísmo, en efecto, además de una monstruosa aberración
intelectual, representa una odiosa y cruel esclavitud para el corazón humano. ¡Pobre hombre aquel a quien arrancan de raíz la esperanza en otra vida mejor, bajo el signo
amoroso de un Dios que ha querido poner por encima de sus derechos de Creador su inmensa ternura de Padre!. Con todo, se impone en nuestros días
una demostración de la existencia de Dios con una doble finalidad: la de confortar
la fe vacilante de los indecisos y dejar en ridículo las absurdas pre- tensiones
del ateísmo a ultranza. Siguiendo las huellas del príncipe de la teología
católica Santo Tomás de Aquino en su maravillosa Suma Teológica, vamos a
plantear, en torno a la existencia de Dios, estas tres cuestiones fundamentales: Para justificar este orden téngase en cuenta que una verdad puede ser evidente con una
evidencia tan clara e inmediata que
no necesite demostración alguna: V.g., el todo es mayor que cualquiera de sus partes,
el círculo es redondo, etc.; pero puede tratarse de una verdad que no sea de
evidencia inmediata (v.gr., la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos), y
entonces cabe preguntar dos cosas: si puede
llegarse a ella por vía de demostración
y, en caso afirmativo, cómo se demuestra.
CAPITULO I
Si la existencia de Dios
es una verdad de evidencia inmediata
2.- 1. Estado de la
cuestión.
Nos preguntamos aquí si la
existencia de Dios es una verdad tan clara y evidente que no necesita demostración
alguna, o si, aunque sea cierta y evidente en sí misma, no lo es con relación
a nosotros y necesita, por consiguiente, ser demostrada por el raciocinio o
creída por la fe. Para mayor claridad y
precisión hay que tener en cuenta que pueden distinguirse dos clases de evidencia
con relación a una verdad. Y así:
EVIDENTE
EN SI MISMA Y CON RELACIÓN A NOSOTROS
Es aquella en la que
todos advertimos, sin necesidad de ninguna reflexión, que el predicado está
contenido en el sujeto, v.gr., "el todo es mayor que cualquiera de sus
partes", "el círculo es redondo", "yo que hablo estoy vivo",
etc. Cabe subdividir esta evidencia en dos categorías o grados:
a) Evidente en sí misma y
con relación a todos los hombres; V.gr., "cuando sale el sol es de día".
b) Evidente en sí misma y
con relación a algunos hombres, pero no con relación a todos; v.gr.,
"los seres incorpóreos no ocupan lugar", cuya evidencia intrínseca sólo
advierten, sin necesidad de demostración, los que sepan que únicamente ocupan lugar los seres cuantitativos, no los que carecen
de cantidad como los seres incorpóreos.
EVIDENTE
EN SÍ MISMA, PERO NO CON RELACIÓN A NOSOTROS.
Es aquella cuyo predicado
está objetivamente contenido en el sujeto, pero cuya evidencia no aparece ante
nosotros sino después de una laboriosa demostración, como ocurre, por ejemplo, con la mayor parte de los
teoremas matemáticos.
3.-2. Opiniones. Las diferentes
opiniones en torno a esta cuestión pueden reducirse a las cuatro siguientes:
a) La existencia de Dios
es una verdad inmediata y evidente, en sí misma y con relación a nosotros, ya que
nuestro entendimiento conoce y ve intuitivamente a Dios y en El y por El todas las
demás cosas. Tal es el error de los ontologistas (Malebranche, Gioberti,
Rosmini, etc.).
b) La existencia de Dios
es evidente en sí misma y con relación a nosotros, no porque contemplemos la esencia
divina (error ontologista), sino porque la simple aprehensión de los términos nos
hace ver claramente y sin ningún esfuerzo que el predicado está contenido en el
sujeto. Asi opinaron San Anselmo, San Alberto Magno, Egidio Romano, Dionisio
Cartujano, Tomás de Argentina, etc ..
e) La existencia de Dios no
es evidente en sí misma ni con relación a nosotros, sino que necesita ser demostrada.
Así opinan Enrique de Gante, Escoto, Ockam, Biel, Arriaga, etc.
d) Es evidente en sí misma,
pero no con relación a nosotros y, por lo mismo, necesita ser demostrada. Tal es
la sentencia de Santo Tomás y de la inmensa mayoría de los teólogos, que vamos
a exponer a continuación.
3. Doctrina católica. Para
mayor claridad y precisión la expondremos en forma de conclusiones:
Conclusión la. La existencia
de Dios no se conoce inmediatamente y por intuición, como afirman los ontologistas.
(Completamente cierta).
4.- He aquí las pruebas:
1.-LA
SAGRADA ESCRITURA. Enseña claramente que ningún mortal puede ver naturalmente
a Dios en sí mismo, sino tan sólo su huella o vestigio a través de las criaturas:
"No me verá hombre alguno sin morir" (Ex.
33,20).
"A Dios nadie le ha visto jamás" (10 1,18).
"Al presente no vemos a Dios sino como en un espejo
y bajo imágenes oscuras; pero entonces le veremos cara a cara" (1 Cor 13,12).
"El solo es inmortal por esencia y habita en una
luz inaccesible: a quien ninguno de los hombres ha visto ni tampoco puede
ver" (1 Tim 6,16).
No cabe hablar de manera
más clara y categórica.
2.-
EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA.
La Iglesia, por medio del
Santo Oficio, ha rechazado toda clase de ontologismo, tanto el rígido (D 1659- 1663)
como el mitigado (D 1891-1897).
3.- LA
RAZÓN TEOLÓGICA.
Demuestra claramente la
falsedad del ontologismo con argumentos decisivos. He aquí algunos:
a). Nuestro entendimiento
depende en esta vida de tal modo de las operaciones de los sentidos que no puede
naturalmente discurrir de las cosas divinas sino partiendo de las cosas sensibles,
de manera mediata y por conceptos análogos. No es posible naturalmente la
visión intuitiva de Dios (cf. D 475).
b). Conocer inmediata e intuitivamente
al Ser Subsistente sólo es connatural al entendimiento divino y está fuera del alcance
de la capacidad natural de todo entendimiento creado, ya que el conocimiento intuitivo e
inmediato de Dios supera infinitamente la capacidad natural del hombre y sólo es posible por elevación sobrenatural de su entendimiento a base del
lumen gloriae, como explicaremos en su lugar. De donde se sigue que ni el
mismo Dios con su potencia absoluta podría crear un espíritu al que fuera natural
la inmediata visión de Dios.
Conclusión 2". La
existencia de Dios es evidente en sí misma, pero no con relación a nosotros y, por
lo mismo, necesita ser demostrada. (Doctrina cierta y común).
5.- Escuchemos a Santo Tomás
explicando esta doctrina:
"La proposición "Dios
existe" es evidente en sí misma, porque en ella el predicado existe se
identifica con el sujeto (Dios), ya que, como más adelante veremos, Dios
es su misma existencia. Pero con respecto a nosotros, que desconocemos la naturaleza
divina, no es evidente, sino que necesita ser demostrada por medio de cosas
más conocidas de nosotros, aunque por su naturaleza sean menos evidentes, es decir,
por sus efectos"
4. Con esto se rectifica
el error de los que dicen que la proposición "Dios existe" no es evidente
ni siquiera en sí misma, y
el de los que afirman que es evidente incluso con relación a nosotros por el simple
examen de sus términos. Volveremos sobre este último error en el artículo siguiente
al demostrar la invalidez del llamado "argumento ontológico" propuesto
por San Anselmo.
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