IV
Vamos a estudiar ahora la
esencia del Sacrificio.
El misterio de la Cruz ya no está explícitamente expresado. Está tan
sólo, en la nueva liturgia, de una manera obscura, velada, imperceptible para
el pueblo (9) y esto es así, por las siguientes
razones:
1) El
sentido dado en el "Novus Ordo" a la así llamada "prex
eucarística" ("plegaria eucarística") es: "que toda la congregación de los fieles se
una con Cristo en el reconocimiento de las grandezas de Dios y en la ofrenda
del sacrificio" (NQ 54. ) ¿A cuál sacrificio se refieren estas
palabras? ¿Quién es el que lo ofrece? Ninguna respuesta se da a estas
preguntas. La definición inicial de lo que el "Novus Ordo" entiende
por "prex eucarística", plegaria eucarística es la siguiente: "el centro y el
culmen de toda la celebración (es) cuando se llega a la plegaria eucarística,
que es una plegaria de acción de gracias y santificación" (N9 54.)
Los efectos, pues, se ponen en lugar de las causas, de las que ni de una sola
se dice una palabra. La mención explícita del objeto de la ofrenda, que se
encontraba en el "Suscipe no ha sido remplazada por nada. Este cambio en la
formulación revela un cambio en la doctrina.
2) La
razón para esta falta explícita de referencia o mención del sacrificio es
manifiesta, ya que la Real Presencia ha sido removida de la posición central,
que ocupaba tan resplandecientemente en la antigua liturgia Eucarística. Sólo
hay una mención de la Presencia Real (una cita, en una nota marginal, del Concilio
de Trento, y de nuevo en el contexto se habla de "banquete
eucarístico", "banquete escatológico". (N9 241, nota 63.) En
ninguna parte se alude a la Real y permanente Presencia de Cristo, Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad en las especies transubstanciadas. La misma palabra
consagrada en la doctrina de la Iglesia, de
transubstanciación es totalmente ignorada. La supresión de la invocación
de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad ("Veni Sanctificator")
para que descienda sobre las oblaciones, como una vez antes bajó sobre la
Virgen Santísima para realizar el milagro de la Divina Presencia, es una
instancia más de la sistemática, aunque tácita negación de la Real Presencia.
Notamos
aquí también la eliminación:
a) De las
genuflexiones (sólo quedan tres para el sacerdote, y una, con ciertas
excepciones, para el pueblo, a la hora de la Consagración.
b) De la
purificación de los dedos del sacerdote en el Cáliz.
c) El De
la preservación de todo contacto profano de los dedos del sacerdote, después de
la consagración.
d) De la
purificación de los copones y vasos sagrados que no tiene que hacerse luego, ni
sobre un corporal.
e) Del
paño para proteger el Cáliz.
f) Del
dorado interno de los vasos sagrados.
g) De la
consagración de los altares móviles.
h) De la
piedra sagrada y reliquias (el ara del altar movida sobre la "mesa",
"cuando la celebración no ocurre en recintos sagrados", (esta
distinción lleva directamente "a las cenas eucarísticas", en las
casas privadas.)
i) De los
manteles del altar, que se reducen ahora a uno.
j) De la
acción de gracias de rodillas (reemplazada por una oración de gracias sentados,
tanto de parte del sacerdote como de parte del pueblo; complemento, por lo
demás, lógico de la recepción de pie por los fieles de la Sagrada Comunión.)
k) De
todas las antiguas prescripciones, en el caso de que cayese al suelo una hostia
consagrada, que han quedado reducidas a un "reverenter accipiatur" (sea
levantada con reverencia) (N.239.) Todas estas omisiones sólo sirven para hacer
más enfático el repudio del dogma de la Real Presencia de Cristo en la Divina
Eucaristía.
3) La
función que se da hoy al altar. (N" 262.) El altar en el "Novus
Ordo" casi siempre se llama "mesa"
(10) "El altar o mesa" del Señor, que
es el centro de toda la liturgia eucarística" (N" 49, d. 262.)
Se ordena que el altar esté separado de la pared, para que sea posible caminar
a su alrededor y la celebración pueda hacerse de cara al pueblo (N" 262);
se dice también que el altar debe ser el centro de la asamblea de los fieles, “hacia
el que espontáneamente converja la atención" de todos. Pero una
comparación de lo que se dice en el N" 262 Y lo que se dice en el N"
276, parece sugerir que la reservación del Santísimo Sacramento sobre el altar
está prohibida. Esto marcaría una irreparable separación entre la presencia del
Eterno Sumo Sacerdote y aquella otra presencia sacramenta! Antiguamente eran
las dos una mismo presencia (11.) Se recomienda
ahora que el Santísimo Sacramento sea guardado en un lugar aparte para la
devoción privada de la gente !casi lo mismo como si se tratara de la devoción a
una reliquia o a una imagen! Así, al entrar en el templo, la atención no se
concentra ya en el Tabernáculo, sino en una desnuda mesa. Una vez más notemos
el contraste establecido entre la piedad privada y la piedad litúrgica: un
altar se coloca enfrente de otro altar.
En la insistente recomendación de que la comunión sea distribuida con
hostias consagradas en la misma Misa; el consagrar una hogaza de pan (12) para que el sacerdote pueda distribuir de ese pan
a lo menos a algunos de los fieles, encontramos reafirmada una menospreciativa
actitud hacia el Tabernáculo, lo mismo que a toda otra manifestación de piedad
eucarística, fuera de la Misa. Y esto constituye un nuevo y violento ataque a
nuestra fe católica en la Presencia Real de Cristo, mientras las especies
eucarísticas perduren.
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Nota del traductor Mexicano: En el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, en Sarriá,
(Barcelona), hace dos años, iba a predicar la novena del Sagrado Corazón un
jesuita "de la nueva ola". En la capilla, frente al altar, todavía
antiguo, se colocó el reclinatorio para que el Reverendo Padre se arrodillase a
rezar las preces preliminares de costumbre. A un lado, se hallaba la mesilla y
el sillón para que predicase el sacerdote. A la hora señalada, llegó el
jesuita, vestido de exótico "clerisman": sin arrodillarse, ni hacer
siquiera una genuflexión, saludó a la asamblea de monjas y alumnas, retiró el
reclinatorio a la sacristía; puso el sillón y la mesa de espaldas al altar y al
Tabernáculo, y empezó así su increíble plática: "Estáis sorprendidas por
mi proceder y por los cambios que he hecho. Es que ignoráis que el Concilio
evolucionó todo en la Iglesia. En el altar está Cristo, durante la Misa; pero,
eso de que esté todo el día en esa caja, como en conserva, eso ya es otra cosa.
Ahora nadie lo cree en la Iglesia". La Reverenda Madre Superiora, aunque
progresista, se escandalizó justamente de las teologías de aquel jesuita de la
nueva ola y dio imperiosa señal para que monjas y alumnas abandonasen luego la
capilla. Y así terminó el episodio y la novena.
-Termina nota del
traductor-
4) Las
fórmulas de la consagración. La fórmula antigua de la consagración era con toda
propiedad y evidencia una fórmula sacramental no
una narración conmemorativa de hechos ya
pasados.(13) Esto se expresaba, sobre todo, por tres cosas:
a) El
texto de la Sagrada Escritura, no tomado palabra por palabra: la inserción
paulina "Mysterium Fidei" es una inmediata confesión de la fe del
sacerdote en el misterio realizado por la Iglesia, a través del sacerdocio
jerárquico.
b) La
puntuación y la escritura tipográfica: el
detenimiento y el nuevo párrafo hacían que el pasaje cambiase de un tono y
sentido meramente narrativo a un tono sacramental, imperativo, potestativo.
Las palabras sacramentales estaban impresas con caracteres grandes, en el
centro de la página, y, con frecuencia, en diferente color, destacados
claramente del contexto histórico. Combinando estos elementos, la fórmula adquiría
un valor propio y autónomo.
c) La
anamnesis (Haec quotiescumque feceritis, in mei memoriam facietis), que en
griego es "eis tén emón anamnesim" (dirigido a mi memoria) se refiere
a Cristo que actúa, no a una mera memoria o recuerdo de Él y de lo que sucedió
en su Pasión. Es una invitación a recordar y un mandato, de hacer lo mismo que
Él hizo y como lo hizo, (haec in mei memoriam facietis) La fórmula paulina (Hoc
facite in meam commemorationem), que ahora suplirá la fórmula antigua hará
inmediatamente que los que escuchan se concentren en la memoria de Cristo como
si ese fuera el fin de la acción eucarística, cuando en realidad, es tan sólo
el comienzo. La idea final de conmemoración una vez más tomará el lugar de la
idea central, según la voluntad de Cristo, de la acción sacramental o
sacrifical. (14) Y reafirmado por la definición,
que el "Novus Ordo" nos da, de anamnesis, en la que se dice que
"la Iglesia recuerda la memoria del mismo Cristo" (N" 556). En
breve, la teoría que quieren imponernos por la epiclesis, la modificación de
las palabras de la consagración y de la anamnesis, tiene el efecto de modificar
el modus significandi de las palabras de la consagración. Las fórmulas consagratorias
son ahora pronunciadas por el sacerdote como partes componentes de una narración
histórica, y ya no enunciadas como expresando el juicio categórico y
afirmativo, pronunciadas por Aquel, en cuya persona actúa el sacerdote: Hoc est
Corpus Meum (no "Hoc est Corpus Christi") (15.)
Más todavía: la aclamación que debe hacer el pueblo, inmediatamente después de
la consagración: "Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven,
Señor Jesús!" o, como dice el texto latino: "Anunciamos tu muerte,
Señor, y confesamos tu resurrección, hasta que vengas", introduce una vez
más, bajo el manto de la escatología, la misma ambigüedad respecto de la Real
Presencia. Sin ningún intervalo o distinción, la expectación de la segunda
venida de Cristo al fin de los tiempos es proclamada, precisamente en el mismo
momento, cuando está substancialmente presente sobre el Esta ambigüedad surge
de nuevo y de una manera más fuerte, en la fórmula de la aclamación optativo,
expuesta en el apéndice, N"2: "Cuantas veces comemos de este pan y
bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, oh Señor, hasta que vengas”; la
yuxtaposición de diferentes realidades y significados: de la inmolación, del
comer, de la Real Presencia y de la segunda venida de Cristo alcanza aquí su
ambigüedad mayor (16) casi como si la segunda
venida, y no ésta que ocurre en la Eucaristía, fuese la verdadera venida.
(9) Contradiciendo
lo que expresamente prescribe el Vaticano II (Sacros Conc. NQ 48).
(10) La función primaria del altar es reconocida una
sola vez (N" 259): "el altar en el cual se renueva el Sacrificio de
la Cruz, bajo las señales eucarísticas". Esta única referencia no parece
suficiente para remover de ninguna manera los equívocos a que se prestan todas
las otras y continuas designaciones.
(11) "El separar del altar el Tabernáculo es como
separar dos cosas que, por su misma naturaleza, deben estar unidas" (Pío
XII, Alocución al Congreso Internacional Litúrgico, Asís-Roma, Septiembre 18-23
de 1956) (d. Mediator Dei, N'? 5, nota 28).
(12) Rara vez el "Novus Ordo" usa la palabra
"hostia", tradicional en los libros litúrgicos con su precisa
significación de "víctima". Inútil es decir que esto lo hacen los
reformadores para enfatizar solamente los aspectos de "cena",
"alimento".
(13) De acuerdo con el acostumbrado hábito de los
reformadores de sustituir una cosa por otra, la Presencia Real, es equivalente
en el "Novus Ordo" a la Presencia de la Palabra (N. 7, 54). Pero esta
última presencia es realmente de muy diversa naturaleza, que no tiene otra
realidad, excepto el uso; mientras que la primera presencia es, de una manera
estable, objetiva e independiente de la recepción que en el sacramento hagamos
de la Sagrada Comunión. Las fórmulas "Dios habla a su pueblo…” "Por
su palabra Cristo está presente en medio de los fieles"(N. 33 d. Sacros.
Conc. N" 33 Y 7) son fórmulas típicamente protestantes, que estrictamente
hablando no tienen significación, ya que la presencia de Dios en las palabras
es mediata, condicionada para un acto del alma por la condición espiritual de
cada individuo y limitada por el tiempo. Este error tiene gravísimas
consecuencias: la afirmación o insinuación de que la real presencia está ligada
al usus y termina con el.
(14) La acción sacramental de la instrucción está
enfatizada como habiendo ocurrido, cuando N. Señor dió a sus apóstoles su
Cuerpo y su Sangre" a comer", bajo las especies de pan y vino, no en
el acto de la consagración y en la mística separación, por ese acto originado,
de la Sangre y del Cuerpo de Cristo, esencia del Sacrificio Eucarístico. (d.
Mediator Dei de Pío XII).
(15) Las palabras de
la Consagración, como aparecen en el "Novus Ordo" pueden ser válidas,
en virtud de la intención del ministro. Pero pueden también ser inválidas,
porque ya no son válidas ex vi verborum, o, para hablar con más precisión, en
virtud del "modus significandi", que ellas tenían en la Misa hasta el
presente día. ¿Consagrarán válidamente, en un futuro próximo, los sacerdotes,
que no han recibido la formación tradicional de hacer lo que hace la Iglesia?
Tenemos razón positiva para dudarlo.
(16) Y no se diga, según el modo crítico, bien
conocido, de proceder de los protestantes, que las frases citadas forman parte
del mismo contexto de la Sagrada Escritura. La Iglesia ha evitado siempre estas
yuxtaposiciones o superposiciones para evitar precisamente cualquier confusión
de las realidades que ellas expresan. Pero tan sólo como una asamblea, que
manifiesta y solicita una tal presencia.
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