Hablemos ahora de la
realización del Sacrificio.
Los cuatro elementos que debemos distinguir son estos:
1) Cristo,
2) el sacerdote,
3) la Iglesia,
4) los fieles presentes.
En el "Novus Ordo" la posición atribuida a los fieles es
autónoma (absoluta); de aquí que sea falsa desde el principio, desde la
definición que el N97 de la "lnstitutio Generalis" nos da: Misa est
sacra sinaxis seu congregatio populi Dei" (la Misa es la asamblea o congregación
del pueblo de Diosl. Como falso es también que el saludo del sacerdote presidente
manifieste la presencia del Señor, y que "con este saludo y con la
respuesta del pueblo queda de manifiesto el misterio de la Iglesia
congregada". Una verdadera presencia, ciertamente, de Cristo, pero
solamente espiritual, y un misterio de la Iglesia, pero tan solo como una
asamblea, que manifiesta y solicita una tal presencia.
Nota del Traductor Mexicano: Es
obscura la expresión, en el contexto en que se halla, del "misterio de la
Iglesia congregada". Yo veo no un misterio, sino muchos misterios en la
congregación o reunión espiritual de todos los que estamos unidos o formamos
una misma Iglesia Católica, regida por Cristo y el Papa su Vicario¡ pero no veo
en sí ningún misterio en la congregación material, local, del pueblo de Dios. El
saludo sacerdotal podrá ser un acto de cortesía, un gesto social, pero nunca la
clave para representar e interpretar el misterio de la Iglesia congregada. Por
otra parte, el misterio o los misterios de la Iglesia se dan también, en una
sola alma regenerada por Cristo, aunque no esté material, localmente congregada
con los otros fieles. En una Misa privada celebrada por un sacerdote con
ayudante, se da también plenomente el misterio de la Iglesia congregada. El
texto, que venimos presentando, explica después la tendencia del equívoco.
Una interpretación colectivista está constantemente subrayada, a) por
las persistentes referencias al carácter comunal de la Misa (Nos. 74-152) por
lo distinción hasta ahora inaudita entre la "Misa cum populo" (la
Misa con el pueblo) y la "Misa sine populo" (Nos. 203- 231) por la
definición de la "oratio universalis seu fideiium" (N" 45), en
la que una vez más encontramos reafirmado "el oficio sacerdotal" del
pueblo ("populus sui sacerdotii munus excercens" el pueblo ejercitando
su oficio sacerdotal, presentado en una manera equívoca ya que ni siquiera se
hace mención a su subordinacion al sacerdocio jerárquico del celebrante; tonto
mas cuanto el sacerdote, como un mediador consagrado, se hace así el intérprete
de todas las intenciones del pueblo, asi en la oración "Te igitur",
como en los dos mementos.
En la "Prex eucharistica III" ("Vere Sanctus",
p.123), las siguientes palabras son dirigidas al Señor: "Sonto eres en
verdad, Señor, y con razón te alaban todos tus creaturas, ya que. . . das vida
y santificas todo, y congregas a tu pueblo, sin cesar, para que ofrezca en tu
honor un sacrificio sin mancha, desde donde sale el sol hasta el ocaso". Congrega
el Señor a su pueblo para ofrecer el
sacrificio: el pueblo, no el sacerdote,
no Cristo, es el elemento indispensable en la celebración. Esta obscuridad o
imprecisión en señalar quien es el que ofrece, hace que el pueblo mismo
aparezca y se crea revestido con poderes autónomos sacerdotales. Puesta esta
base, no sería remoto ni sorprendente que el pueblo, antes de mucho tiempo, fuese
autorizado a unirse al sacerdote para pronunciar con él las fórmulas
consecratorias, como de hecho ya se está
haciendo en algunas partes.
La posición del sacerdote está minimizada, cambiada y falsificada. En
primer lugar, con relación al pueblo, para quien es ahora, a lo más, un
presidente, o un hermano, no un ministro consagrado, que celebra (sacrifica,
actúa) en nombre de Cristo, con el poder de Cristo. En segundo lugar, con
relación a la Iglesia, como "quidam de populo" (uno de tantos del
pueblo. En la definición de la "epiclesis" (N" 55), las
invocaciones son anónimamente atribuidas a la Iglesia: la parte del sacerdote
ha sido eliminada. "Epiclesis: con la que la Iglesia, por medio de determinadas
invocaciones, implora el poder divino, para que los dones que han ofrecido los
hombres, queden consagrados..." (17)
En el Confiteor, que ahora se hace colectivo, el sacerdote no es ya un
juez, un testigo e intercesor con Dios. Es lógico, pues, que ya no tenga poder
para dar la absolución, que ha sido del todo suprimida. El sacerdote, un
miembro del pueblo de Dios, uno de todos los hermanos que asisten al
sacrificio. Aun el ayudante lo llama así, en el Confiteor de la "Missa
sine populo". Ya antes de esta última reforma litúrgica, había sido
suprimida la significativa distinción entre la comunión del sacerdote -el
momento en que el Eterno y Sumo Sacerdote y aquél que actuaba, en su nombre y
con su poder, se unían en la más sagrada y sublime unión y la comunión de los
fieles. Ni una sola palabra encontramos ahora acerca del poder del sacerdote,
para sacrificar, o de su acción de la consagración, por la cual se realiza la
transubstanciación, la Real Presencia de Cristo. En el "Novus Ordo"
no aparece distinto a un ministro protestante.
La supresión o el uso optativo de muchas sagradas vestiduras (en
algunos casos son suficientes al alba y la estola) (N, 298) destruye todavía
más la conformidad original con Cristo. El sacerdote no está ya simbólicamente
revestido con todas sus virtudes, y se convierte en un mero
"graduado", al que una o dos señales pueden distinguir de la masa del
pueblo (18) "un poco más hombre que el
resto", para citar la involuntaria humorística definición de un predicador
dominico. (19). Lo mismo como hiciera en la
"mesa" y el altar, han establecido una separación entre lo que Dios
había unido: el solo sacerdocio de la Palabra de Dios, del sacerdocio
jerárquico, que ofrece el Sacrificio.
Finalmente, está la posición de la Iglesia con relación a Cristo. En un
caso, a saber, en la "Misa sine populo" (en la Misa sin asamblea) se
reconoce que la Misa es "Actio Christi et Ecclesiae", la acción de la
Iglesia y Cristo (N. 4, d. Preb. Ord. N. 13), mientras que en el caso de la
"Misa cum Populo", de la Misa con pueblo, esto no se menciona,
exceptuando el propósito de "recordar a Cristo" y santificar a los
que están presentes. Las palabras usadas son éstas: "asocia
a sí mismo al pueblo, al ofrecer el sacrificio por Cristo en el Espíritu Santo
a Dios Padre". En vez de estas palabras, debería decir que asocia al
pueblo a Cristo, que se ofrece a sí mismo" per Spiritum Sanctum Deo
Patri".
En el contexto de estas palabras, hay que notar
las siguientes cosas:
1) La muy grave omisión de la frase: "Per Christum Dominum
Nostrum" (por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina
y reina etc.) la garantía dada a la Iglesia, en todos los siglos, de que sus plegarias
son oídas. (Joan. XIV, 13-14, 15, 16,23)
2) El "pascalismo",
que todo lo invade, casi como si no existiesen otros aspectos, muy diferentes e
igualmente importantes de la comunicación de la gracia.
3) El muy extraño y dudoso escatologismo, por el cual la comunicación
de la gracia sobrenatural, una realidad que es permanente y eterna, se abajo a
las dimensiones del tiempo: oímos de un pueblo en peregrinación, la Iglesia
peregrina -ya no se habla de la Iglesia Militante contra el poder de las
Tinieblas-, que busca un futuro, que, habiendo perdido su vínculo con la
eternidad, es concebido en términos puramente temporales. La Iglesia -Una,
Santa, Católica, Apostólica- está tan disminuida, como claro aparece en la IV
Plegaria Eucarística, cuya fórmula ha sustituido aquellas sublimes palabras del
Canon Romanum "et omnibus ortodoxis atque catholicae, et apostolicae fidei
cultoribus" (y todos los que profesan la fe ortodoxa, católica y apostólica),
con estas palabras de un ecumenismo incomprensible e inadmisible, que literalmente,
ni más, ni menos, dice así: "todos los que te buscan con un sincero corazón".
Lo mismo en el Memento de los difuntos, cuando lo hay, no se dice ya "a
aquellos que han muerto con la señal de la fe y duermen el sueño de la
paz", sino "aquellos que han muerto en la paz de Cristo", y se
añade, con manifiesto detrimento del concepto de la unidad visible, la multitud
de todos los difuntos, "cuya fe sólo Tú conoces". Más todavía, en ninguna
de estas tres nuevas Oraciones Eucarísticas, hay ninguna referencia, como ya se
ha dicho, al estado de sufrimiento de los que ya murieron, en ninguno hay la
posibilidad de un Memento particular: todo esto, es evidente, tiene que minar
la fe en la naturaleza propiciatoria y redentora del Sacrificio. (20)
Omisiones desacralizantes rebajan y oscurecen en todas partes el
misterio de la Iglesia. Ya no es presentada como una jerarquía sagrada: los
ángeles y los Santos son silenciados y reducidos al anonimato, en la segunda
parte del Confiteor colectivo han desaparecido, como testigos y jueces, en la
persona de San Miguel, en la primera parte de ese así llamado "acto
penitencial" (21).
Han desaparecido también las varias jerarquías de los ángeles (y esto
sin precedente alguno), en el nuevo Prefacio de la "Plegaria Eucarística
II". En el Communicantes ha sido suprimido el recuerdo de los Pontífices y
Santos Mártires, sobre quienes la Iglesia de Roma está fundada y que fueron sin
duda alguna, los que nos legaron las tradiciones apostólicas, destinadas a ser
completadas en lo que, con San Gregorio, llegó o ser la Misa Romana. En el
Libera nos, no se menciona ya a la Virgen Santísima, los Apóstoles y todos los
santos: la intercesión de María y de los bienaventurados no es ya demandada aún
en tiempos de peligro.
La unidad de la Iglesia está gravemente comprometida con la omisión verdaderamente
incomprensible e intolerable, en todo el "Novus
Ordo", incluyendo las tres nuevas "Plegarias Eucarísticas”, de
los nombres de los Príncipes de los Apóstoles, San Pedro y San Pablo, fundadores
de la Iglesia de Roma, y los nombres de los otros Apóstoles, fundamento y
distintivo de la Iglesia, una y universal. La única mención que de ellos queda
está en el Communicantes del Canon Romano. Un claro ataque al dogma de la
Comunión de los Santos es la omisión, cuando el sacerdote celebra sin ayudante,
de todos los saludos, y de la bendición final, para no mencionar el ite Missa
est, que ahora no se dice, ni en las Misas celebradas con un ayudante.
En el doble Confiteor (el del Sacerdote y el de los asistentes) se
mostraba cómo el sacerdote, en su papel de Ministro de Cristo, inclinándose
profundamente reconociendo su indignidad en tan sublime misión del
"tremendo misterio", que iba a celebrarse por él en el "Aufer a
nobis", que pronunciaba al entrar al Santo de los Santos, invocaba la
intercesión (en la Oración Oramus te, Domine) y los méritos de los mártires,
cuyas reliquias están sobre el altar. Todo esto ha sido ahora suprimido en la
nueva liturgia. Lo que dijimos antes sobre el doble Confiteor y la doble
comunión puede aplicarse aquí de nuevo. Todo el aspecto exterior del Santo
Sacrificio, evidencia de su carácter sagrado, ha sido profanado. Véase, por
ejemplo, lo que se ordena, para las ocasiones en que la Misa ha de ser
celebrada, fuera de los recintos sagrados en esos casos, el altar puede ser
remplazado por una simple "mesa", sin piedra consagrada o reliquias,
y sin mantel alguno (Nos 260, 265.) Ya comentamos previamente estas cosas, en
relación a lo que se refiere a la Real Presencia, la disociación del
"convivium", de la cena, y del sacrificio, de la misma Real
Presencia. El proceso de desacralización queda completado, gracias a los nuevos
procedimientos de hacer las ofrendas: la referencia al pan ordinario, no al pan
ázimo los ayudantes que sirven en el altar (los laicos que comulgan sub utraque
specie (bajo las dos especies) ahora pueden tomar en sus manos así el purificador,
como los vasos sagrados (N. 244, d) la atmósfera de distracción creada por la
incesante entrada y salida del sacerdote, del diácono, subdiácono, salmista,
comentador (el sacerdote, en realidad, se ha convertido en un comentador, ya
que constantemente tiene que estar dando explicación acerca de lo que hace y va
a hacerse, de los lectores (hombres y mujeres), de los ayudantes o laicos, de
los que van entrando al templo y son conducidos a sus lugares, de los que llevan
y clasifican las ofrendas. (“Daría la sensación de querer eliminar el
Sacerdocio Católico y consagrar a los laico o seglares para cumplir la misión
del sacerdote, cosa sumamente peligrosa, espero no sea así”. Nota del traductor)
(17) Para
los luteranos, todos los cristianos son sacerdotes Y, por lo mismo, todos son
oferentes de la "cena". Tanquerey en su "Synopsis Theologiae
dogmaticae", dice: "Todos y cada uno de los sacerdotes, estrictamente
hablando, son un ministro secundario del Sacrificio de la Misa. Cristo mismo es
el ministro principal. Los fieles, por medio del sacerdote intermediario, ofrecen
también, aunque no en un sentido estricto, el Sacrificio.
(18) Debemos
notar de paso una increíble innovación, que ciertamente tiene que traer los
efectos sicológicos más serios: ornamentos rojos, en vez de negros, en la
liturgia del Viernes Santo. (N. 308 b). La conmemoración, digamos, de cualquier
mártir, en vez del luto de toda la Iglesia por la muerte de su Divino Fundador.
(cf Mediator Dei). (19) Padre Roquet, O. P.
(20) En
algunas traducciones del CarÍon Romano, el "lo cus refrigerii, lucis et
podo" era interpretado como un simple estudio ("de bendiciones, de
luz y de paz"). ¿Que debemos entonces
decir,
de la eliminación de toda explícita referencia de la Iglesia
purgante?
(21) En todo este tumulto de abreviaciones, hay
tan sólo un punto positivo, que enriquece, no destruye: la mención de los
pecados de omisión, en la acusación de los pecados, en el Confiteor.
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