LUNES
de la semana de pasion
La Estación, en Roma, se celebra en la Iglesia de San Crisógono, el
"titulus Chrysogoni", de donde, muy pronto se veneró al mártir homónimo
de Aquilea, víctima de la persecución de Diocleciano, en 303. Su nombre está
escrito en el Canon de la Misa.
COLECTA
Suplicámoste, Señor,
santifiques nuestros ayunos, y nos concedas benigno el perdón de todas nuestras
culpas. Por el Señor.
EPISTOLA
Lección del
Profeta Jonás.
En aquellos días habló el Señor
por vez segunda al Profeta Jonás, diciendo: Levántate, y vete a la gran ciudad
de Nínive: y predica en ella lo que yo te diga Y se levantó Jonás, y se fué a
Nínive, según la orden del Señor. Y Nínive era una ciudad muy grande, como de
tres días de camino. Y recorrió Jonás la ciudad durante un día: y clamó, y
dijo: Aún quedan cuarenta días, (después) Nínive será destruida. Y creyeron en
Dios los ninivitas: y pregonaron ayuno, y se vistieron de saco desde el mayor
hasta el menor. Y llegó la nueva al rey de Nínive: y se levantó de su trono, y
se despojó de sus ropas, y se vistió de saco, y se sentó en ceniza. Y se clamó,
y se gritó en Nínive, por orden del rey y de sus príncipes, diciendo: Los hombres,
y los animales, y los bueyes, y las bestias no gusten nada: ni sean
apacentadas, ni beban agua. Y cúbranse de saco los hombres, y las bestias, y
clamen al Señor con ahínco, y conviértase el hombre- de su mal camino, y de la
iniquidad que ha obrado con sus manos. ¿Quién sabe si se volverá a Dios, y nos perdonará,
y se aplacará su ira, y no pereceremos? Y vió Dios sus obras, y que se habían
convertido de su mal camino: y se compadeció de su pueblo el Señor, nuestro
Dios.
PENITENCIA DE NÍNIVE. — La Iglesia nos ofrece hoy este relato, a fin de
que avivemos nuestro celo por el camino de la penitencia. Una ciudad entregada
a la idolatría, una capital orgullosa y sensual ha merecido la cólera del
cielo. Dios se apresura a derribarla con los castigos de su venganza: dentro de
cuarenta días, Nínive será arrasada con sus habitantes. Pero ¿qué sucedió? La
amenaza del Señor no se cumplió y Nínive fué perdonada. Este pueblo infiel se
acordó del: Dios que había olvidado; clamó al Señor, se humilló, ayunó; y la
Iglesia termina el relato del profeta con estas palabras: "el Señor, Dios
nuestro, tuvo compasión de su pueblo." Este pueblo pagano llegó a ser el pueblo
del Señor porque hizo penitencia a la voz del profeta. El Señor no había
hecho pacto más que con una nación, pero no despreciaba los homenajes de las que
renunciando a sus ídolos, confesaban su santo nombre y querían servirle
también. Vemos aquí la eficacia de la penitencia del cuerpo unida a la del
corazón para doblegar la ira divina: ¡cuánto pues debemos estimar las prácticas
que la Iglesia nos impone en estos días y reformar las falsas ideas que una
mística racionalista y débil nos hubieran podido inspirar!
LECCIÓN DE CONFIANZA. — Esta lectura era al mismo tiempo, motivo de
esperanza y de confianza para los catecúmenos cuya iniciación estaba próxima. En
ella aprendían a conocer la misericordia del Dios de los cristianos, cuyas amenazas
son terribles y que, a pesar de todo, no sabe resistir al arrepentimiento de un
corazón que renuncia al pecado. Salidos del paganismo, de esta Nínive profana,
aprendían por este relato que el Señor, aun antes de enviar su Hijo al mundo, invitaba
a los hombres a formar parte de su pueblo; y pensando en los obstáculos que sus
padres tuvieron que vencer para recibir la gracia que les estaba prometida y
perseverar en ella, bendecían al Dios salvador que por su encarnación, su
sacrificio, sus sacramentos y su Iglesia se dignó poner tan cerca de nosotros esta
salvación que es la única fuente tanto para el mundo antiguo como para el
nuevo. Los penitentes públicos tomaban con esta lectura nuevos ánimos para
esperar el perdón. Dios había tenido misericordia de Nínive, la ciudad pecadora
y condenada: se dignará, pues, aceptar su penitencia, y revocar en favor suyo
el decreto de su justicia.
EVANGELIO
Continuación
del santo Evangelio según S. Juan.
En aquel tiempo los príncipes y
los fariseos enviaron unos ministros para que prendiese;! a Jesús. Díjoles entonces
Jesús: Todavía estaré con vosotros un poco de tiempo: y me iré al que me ha
enviado. Me buscaréis, y no me hallaréis: y, adonde yo voy, vosotros no podréis
ir. Dijeron entonces los judíos entre sí: ¿Dónde se irá éste, para que no le
encontremos? ¿Acaso se irá a los gentiles, dispersos por el mundo, para
predicarles? ¿Qué significa eso que ha dicho: Me buscaréis, y no me encontraréis:
y, adonde yo voy, vosotros no podréis ir? Y el último día de la fiesta, el más
solemne, se presentó a Jesús, y clamaba, diciendo: El que tenga sed, que venga
a mí, y beba. Del seno del que crea en mí fluirán, como dice la Escritura, ríos
de agua viva. Dijo esto, aludiendo al Espíritu que habían de recibir los creyentes
en El.
TEMOR DEL ENDURECIMIENTO. — Los enemigos del Salvador
no sólo han pensado lanzarle piedras; hoy quieren quitarle la libertad, y
envían esbirros para prenderle. En esta ocasión Jesús no juzga oportuna la huida;
¡pero qué terribles palabras les dirige!: "Voy al que me envió; vosotros me
buscaréis pero no me encontraréis." El pecador que durante mucho tiempo ha
abusado de la gracia, en castigo a su ingratitud y desprecios, tal vez no pueda
encontrar a este Salvador con quien ha querido romper. Antíoco, humillado por
la mano de Dios, oró y no fué oído. Después de la muerte y resurrección de
Jesús, mientras la Iglesia extendía sus raíces por el mundo, los judíos, que crucificaron
al Justo, buscaban al Mesías en cada uno de los impostores que se levantaban
entonces en Judea, y causaron tumultos que llevaría la ruina de Jerusalén. Cercado
por todas las partes por la espada de los romanos y por las llamas del incendio
que devoraba el templo y los palacios, clamaban al cielo, y suplicaban al Dios
de sus padres que enviase, según su promesa, al Salvador esperado; ni se les
ocurrió que este libertador se había manifestado a sus padres, aun a algunos de
ellos, que le habían matado, y que los apóstoles habían ya llevado su Nombre
hasta los confines de la tierra. Esperaron aún hasta el momento en que la
ciudad deicida se derrumbó sobre los que no habían inmolado la espada del
vencedor; los supervivientes fueron arrastrados a Roma para adornar el triunfo
de Tito. Si se les hubiese preguntado qué es lo que esperaban, habrían respondido
que al Mesías. Vana esperanza: el tiempo había pasado. Temamos que la amenaza
del Salvador se cumpla en muchos de los que dejarán pasar esta Pascua sin
volver a la misericordia de Dios; roguemos y pidamos que no caigan en las manos
de una justicia, cuyo arrepentimiento demasiado tardío e imperfecto no doblegará.
EL AGUA VIVA. — Pensamientos más consoladores nos sugiere el
relato del Evangelio. Almas fieles, almas penitentes, escuchad; Jesús habla
para vosotras: "si alguno tiene sed, venga a Mí y beba". Recordad la
oración de la infeliz samaritana: "Señor dame siempre de esta agua."
Esta agua es la gracia divina; abrevaos de las aguas de las fuentes del
Salvador que había anunciado el profeta. Esta agua da la pureza al alma manchada,
fortaleza al alma lánguida, amor al que se siente tibio. Más aun, el Salvador
añade: "el que cree en mí, se convertirá él mismo en fuente de aguas vivas";
porque el Espíritu Santo vendrá sobre él y entonces el fiel derramará sobre los
demás la gracia que ha recibido en abundancia. ¡Con qué gozo tan santo oía leer
el catecúmeno estas palabras que le prometían que su sed sería por fin apagada
en la divina fuente! El Salvador ha querido serlo todo para el hombre regenerado:
luz que disipa sus tinieblas, pan que le alimenta, viña que
le da su uva, en fin agua corriente que refresca sus ardores.
ORACION
Concede, Señor, a tu pueblo la
salud del alma y del cuerpo: para que, practicando las buenas obras, merezca
ser defendido siempre con tu protección. Por el Señor.
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