Liga Nacional de Defensa Religiosa
Desde mi Sótano…
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El pueblo permaneció en vela durante aquella noche y
se organizaron guardias permanentes en previsión de un posible ataque de los
callistas. En otra ocasión nuestro servicio de contraespionaje informó que la
Inspección de Policía estaba en condiciones de asestar tremendo golpe a las
imprentas donde se hacía la propaganda de la Liga Defensora de la Libertad, lo
cual se confirmó rápidamente, pues en unas cuantas horas los agentes de las
Comisiones de Seguridad clausuraron numerosas imprentas comerciales, acusadas
de hacer trabajos considerados sediciosos. Al grupo de Pichón le pidieron con
urgencia pusiera a todos sus miembros en actividad para salvar la costosa presa
donde se hacía el periódico Desde mi Sótano. Corriendo un riesgo inminente,
pues se tenía la seguridad de que la policía llegaría de un momento a otro, los
ex-socios del grupo Pro Erosión, desarmaron con increíble rapidez la moderna'
prensa plana, silenciosa y rápida, que era el orgullo y la esperanza de la
oficina de propaganda del movimiento de resistencia. Pieza tras pieza fue
llevada a los coches que se las llevaban y volvían por otras más. Así fue
posible sacar también cajas de tipo, prensas de mano, y en un alarde de valor y
entusiasmo, hasta el papel que tan difícil era conseguir, pues el gobierno
vigilaba estrechamente sus fuentes de abastecimiento.
Días después reapareció Desde mi Sótano bajo la
dirección del Licenciado Verdad, quien en su primer número elijo: "Al
Pueblo Católico. Mexicano: Con motivo de las inundaciones recientes, las
clausuras de imprenta, de los ciclones y ventoleras y de otros fenómenos
meteorológicos, a Sil vio Pellica, nuestro primer director, se lo ha llevado la
trampa. Recojo con gusto la herencia que nos dejó, y de hoy en adelante, tras
de breve interrupción de nuestro periódico, el periódico de primera necesidad,
tendré la honra ele cargar con su peliaguda dirección".
El artículo de fondo revelaba profunda amargura por
lo ocurrido. Se titula ¡Judas!, y dice: Hay un tipo, entre los tipos
criminales, el más abominable odioso de todos. Es la deshonra de la especie
humana: Judas Iscariote. Hay traidores de todas clases, la beata fingida,
aparentemente una señora de la aristocracia, que se constituye por unos cuantos
pesos espía de la Secretaría de Gobernación, y se hace invitar a las reuniones
de católicos, para ir luego con el chisme a quien le paga. El agente
confidencial, que se insinúa en alguna familia, y aun se finge cura, para
delatar un supuesto complot. El amigo de antaño, que come en la misma mesa, y
recibe las atenciones de una caritativa señora y sus buenas hijas, y por
quinientos pesos denuncia, agrandándolas, unas palabras inconsideradas, dichas
en la intimidad de la familia. El General que se dice revolucionario y enemigo
del gobierno, y ostenta bajo su dolman medallas, escapularios y reliquias, y lleva a la
tragedia final a dos jóvenes que se confían de él. El alto prócer de las más
altas de las mas esferas, que ayer era un joven piadoso, educado en colegio
católico por sacerdotes, miembro de la Congregación de San Luis, etc.,
etc., ¡hoy consigna y hoy consigna obispos, curas y fieles; el plato de
lentejas de una curul en la Cámara, o de un puesto alto en el Gobierno o en la
.Magistratura, le han hecho renegado contra su conciencia, y más aún: ¡traidor,
Judas! Vender al enemigo, vengarse, ajustar sus actos a la ley del Talión: ojo
por ojo, diente por diente, es malo, es perverso, es profundamente
anticristiano. Pero vender al amigo, traicionar con un beso, pagar con males
los bienes, fingirse partidario para sorprender secretos cotizables en OTO por
el perseguidor... ¿Hay cosa más asquerosa que esto? Al leerlo sentimos
indignación, pero estábamos satisfechos porque en alguna parte trabajaba ya la
imprenta salvada por nosotros de las garras de la policía del régimen opresor.
EL SECRETARIO DE EDUCACIÓN PÚBLICA no quiso pasar
por moderado en aquel maratón de radicalismo y declaró ilegal la imagen de
Jesús Crucificado, sancionando con la clausura y confiscación a las escuelas
particulares que la tuvieran. La Confederación Nacional de Estudiantes
Católicos, nacida al calor de la lucha y profusamente extendida, se opuso a tal
determinación; pero como los directores de los colegios se vieron obligados a
ceder, los estudiantes acordamos sustituir las imágenes suprimidas con cruces
pintadas por nosotros en los muros o grabadas en la madera de nuestros
pupitres. Decidimos publicar una protesta y por varios días nos reunimos para
redactarIa. En parte dice: Los Colegios católicos subsisten prodigiosamente;
mas lo que ahora se exige es, dentro de lo excesivo, demasiado: i quitar los
Cristos de las escuelas! No es posible una escuela sin un crucifijo, pues los
que en ella enseñan han menester de llevarlo alto en las manos. Porque esa
imagen es luz; y el maestro es guía, porque esa imagen es virtud, y el maestro
es sembrador. Esa imagen es vida J' el maestro es padre. Una escuela católica
no se concibe sin un Cristo; y en ninguna aula, lugar donde se investiga la
verdad y donde debe predicarse el bien, está por demás un Crucifijo, porque
nuestra civilización no se explica sin Cristo, quien ha guiado los pasos del
hombre a través de los caminos del bien, como de la cultura.
Orígenes y Tertuliano; Ambrosio y Jerónimo y
Agustín, maestros imperecederas de la filosofía y de la elocuencia...
Monasterios de Saint Gall, de Corbie y de Cluny; escuelas de París y de
Orleans. Universidades que los Papas fundaron desde el siglo duodécimo, que
escucharon las frases de Aquinos, Buenaventuras y Scotos. .. Sobre vosotros,
como sobre los Bacón y los Guttemberg, Kepplers y Copérnicos, vascos de Gama y
Magallanes, se extiende la sombra de la Cruz. El Secretario de Educación
explica semejante decisión diciendo que el Crucifijo es lábaro de cierta
rebeldía. Un Cristo no puede ser divisa de rebeldía, puesto que lo es de paz y
de redención. Fuera absurdo pretenderlo, y, además, en un pueblo consciente, no
se suprime la inconformidad a que hace referencia el señor ministro suprimiendo
símbolos y emblemas. Si no se quiere
dañar a la niñez y a la juventud mexicana, futura guía de los destinos
nacionales; si no se les quiere enfermar cerebros y corazones, de mal incurable
quizás, no se les quite esa cátedra de verdad; ese ejemplo único de
generosidad, esa imagen inagotable de redención .. , ¡No se les quite el Cristo!
Orgullosos firmamos nuestra protesta y nombramos comisiones para llevarla a los
periódicos
Mientras tanto, se aproximaba el día de Cristo Rey,
que para los católicos mexicanos tiene significado muy especial. La Liga
Defensora de la Libertad proclamó su realeza e invitó al pueblo a rendirle
homenaje en una peregrinación a pie, a la Basílica de Guadalupe. Los de los
grupos Daniel O'Connell, considerablemente reforzados por contingentes de la
Confederación de Estudiantes Católicos, recibimos la consigna de organizar el
paso de los peregrinos a través de la Basílica y cuidar el orden desde el atrio
hasta el interior. A las seis de la mañana salimos de Peralvillo y nos
dirigimos por la Calzada de Guadalupe hacia la Basílica. De diez en fondo se
extendía la multitud a través de las calles. El fervor era contagioso. La mayor
parte de los fieles desfilaban descalzos, rezando en coro el Rosario y
entonando cantos religiosos, entre los que ininterrumpidamente se escuchaba:
¡Que viva mi Cristo!
¡Que viva mi Rey!
¡Viva Cristo Rey!
Llegaba la cabeza de la peregrinación a la mitad del
largo trayecto, cuando por una calle lateral apareció un escuadrón de la
policía montada que cerró el paso y, cargando con sus caballos, trató de
dispersamos; no logró sino hacemos salir de la Calzada de Guadalupe, pues la
marcha continuó por el terraplén de la vía de ferrocarril que corre paralela, y
hacer bastante más penoso el recorrido para los que descalzos hallaban el
balasto de la vía. También allí pretendieron ahuyentamos, pero la multitud no
se desperdigó y el río humano prosiguió incontenible, hasta que al avanzar la
mañana, aumentando la afluencia de creyentes, la policía optó por desplegarse a
lo largo del terraplén en actitud vigilante. La Basílica organizamos la entrada por las puertas
del frente y la salida por las laterales, sin permitir a nadie detenerse,
porque el contingente humano llegaba sin interrupción. Fue necesario redoblar
varias veces el número de quienes recibían las ofrendas florales, que formaron
cerro ante el altar. Los cirios que los peregrinos llevaban encendidos a través
de las naves del templo, daban al recinto sagrado el aspecto de un río de
fuego.
-¡Viva Cristo Rey! -gritaba el pueblo conmovido, y
se desbordaba el entusiasmo en aplausos y vivas a la Virgen de Guadalupe, al
Papa, al Arzobispo. Frecuentemente el Himno Nacional dominaba el vocerío
entonado con la más viva emoción. Después de ver por unos momentos a la Reina
de México, congregábase la gente en las afueras de la Basílica, pues quería
permanecer disfrutando de aquella fiesta de libertad; la policía uniformada se
abstuvo de aproximarse al atrio y los agentes de la reservada, que pronto
fueron identificados por nosotros, resultaron impotentes para impedir que el
pueblo rezara y cantara a su antojo en la vía pública y optaron por dejar en
paz a los peregrinos.
Cuando por la noche regresaba a casa, fatigado pero
feliz, daba gracias a Dios por haberme permitido disfrutar de la emoción del
triunfo que habrá de venir. En esos días la Liga organizó una campaña para intensificar
el boycot, la cual se inició con la fijación de carteles murales con la
siguiente leyenda: 12 de noviembre de 1926 Intensificación del ¡BOYCOT!
fijación que se hizo en toda la ciudad, por estudiantes, acejotaemeros y
miembros de la Liga. Yo salí de noche con el Centavo por las calles de Santa
María la Ribera, que por su iluminación y por estar ubicada en ellas la Séptima
Demarcación de Policía ofrecían mayores dificultades. En casa, mi madre nos
había preparado un bote de engrudo y facilitado una brocha de pintor, con lo
que cargó el Centavo, quien iba una cuadra adelante de mí embadurnando de
engrudo espacios de pared propicios para pegar carteles, que yo llevaba
cuidadosamente doblados en las bolsas de mi traje; rápidamente los extendía
sobre la superficie embadurnada, los presionaba con las manos, y adelante. La
tarea se desarrolló sin más contratiempos que el tener que escondernos en
ocasiones, en otras disimular o salir a calles menos alumbradas, cuando algún
coche o persona nos parecía sospechoso.
Al llegar a mi domicilio tuve la desagradable
sorpresa de enterarse de que mi padre había sido aprehendido por un gendarme
que lo sorprendió fijando un cartel, por lo que fui a la comisaría, que
dormitaba como aletargada por su propia pestilencia. Estuvo mi padre detenido
varias horas, pero al fin fue puesto en libertad, pues afortunadamente sólo
había llevado consigo un cartel previamente engomado, por lo que no pudieron
constituir "el cuerpo del delito" al levantar el acta, ya que no llevaba
brocha, ni engrudo, ni la propaganda de que se le acusaba. Su entusiasmo por la
causa le había impelido a cooperar y después platicaba con detalles su prisión,
él, que hasta entonces nunca había pisado una comisaría. Con la intensificación
del boycot aparecieron profusamente en las calles carteles murales pegados por
el Sindicato Único de Fijadores, creado por la CROM para controlar legalmente
toda la publicidad que por este medio se hiciera, y el cual, ignorante del
significado de la propaganda, anunció la aparición de Los Cuarenta Engomados,
los que inmediatamente después inundaron la ciudad, en postes, en tranvías y camiones,
en los centros de espectáculos, en todos los lugares y hasta en las oficinas de
gobierno.
Eran estos engomados pequeños impresos y venían en
planillas de cuarenta, debidamente perforadas para facilitar su corte;
resultaba extremadamente fácil ocultarlos en la palma de la mano y pegarlos en
cualquier lugar por vigilado que estuviera. En ellos aparecía el escudo de La
Liga Defensora de la Libertad y una leyenda, a cual más expresiva. Recuerdo las
siguientes: ¡CALLES! i Repasa la historia y fin de los tiranos! ¡Mujer Mejicana: Estás escribiendo una epopeya sublime! concluye tu obra! iDerrumba al
tirano! LA LEY DEBE PROTEGER EL DERECHO. Cuando lo ataca es preciso reformar la
ley. En las luchas decisivas el que no ayuda ¡traiciona! ¡CALLES: tú podrás
arrancar 400,000 engomados semanarios pero no podrás arrancar el odio de
quienes los pegaron sino cuando lo merezcas Los católicos mexicanos peleamos
por la Libertad, el Decoro, la Civilización Mundial. Este tipo de propaganda
entusiasmó al elemento estudiantil que los pedía incesantemente para colocarlos
en los lugares más difíciles, desplegando en ello su ingenio. Así fue posible
ver policías técnicos con engomados pegados en el cinto y aun en las fundas de
sus pistolas, encontrarlos en los escritorios de las comisarías, en los coches
de los funcionarios, en los pasillos de las Cámaras, en los buzones del correo
y en todo lugar imaginable.
Desesperados los callistas pusieron gente a
desprenderlos y agentes a perseguirlos, pero fueron relativamente pocos los
aprehendidos por este motivo. En una ocasión salimos de la escuela un grupo de
treinta y así, en montón, pegamos descaradamente los cuarenta engomados en
postes, vehículos y puertas, sin que nadie se atreviera a molestarnos y sí
muchos reían y nos aplaudían. El Gato fue sorprendido en fragante delito, según
dijo el gendarme, y conducido a la demarcación de policía, pero en el trayecto
pudo deshacerse hábilmente de los engomados que llevaba. El agente investigador le preguntó por qué lo habían
detenido.
-Por el delito de tocar madera -contestó.
-¡Cómo! ¿Qué delito es ése? -preguntó el agente.
-Pues no sé -respondió el Gato-. Pensé que podían
tronarme en los próximos exámenes. Asustado busqué madera y tenté un zaguán,
diciendo ¡Lagarto! Toco madera, y... ¡ Zas! me agarra el señor y me trae para
acá.
El gendarme informó que el Gato estaba en el zaguán,
presionando el lugar donde había un engomado; pero éste, firme en que
"tocaba madera", fue dejado en libertad. En la misma forma que a los
engomados, anunció la CROM profusamente por toda la ciudad El Espectáculo del
Año, otra bien planeada publicidad de la Liga, que proyectaba lanzar simultáneamente
al espacio mil aeróstatos de vastas dimensiones, en cuyas caras se veía en
grandes caracteres la palabra boycot y el escudo de la Liga; cada uno llevaría
tres gruesos fajas de hojas impresas en fino papel de china, en colores verde,
blanco y rojo, que soltarían a cierta altura, y desparramarían en los momentos
en que miles de empleados salieran de sus trabajos y llenaran calles y plazas.
Bono de cooperación de 10 centavos para la
delegación de Nuevo León. 1926
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