NIÑO DE DOCE AÑOS
MARTIRIZADO
EN GUADALAJARA.
FUE
TORTURADO Y MUERTO EL 29 DE ENERO DE
1927 SOLO POR REPARTIR VOLANTES DE PROPAGANDA DEL
BOYCOT
La noticia nos la da el Padre Nicolás Marín Noguerela
y aparece en las páginas 65 y 66 del libro intitulado El Clamor de la Sangre,
escrito por el Sr. Lic. D. Andrés Barquín y Ruiz, quien, para recoger las
semblanzas de los mártires mexicanos de la Epopeya Cristera, hizo larga
investigación de 20 años. Publicó el supradicho libro en Guadalajara en 1947.
Se transcribe a continuación la noticia que le proporcionó el citado sacerdote:
"Cerca de Guadalajara fue cogido un niño de doce años porque andaba repartiendo
hojitas del boicot. Pregúntenle quién se las ha dado; pero no le sacan palabra.
Lo amenazan con azotes y con la muerte; pero no cede. Esperan, con plan
diabólico, a que su pobre madre, que lo busca desolada, vaya a ver si está en
la cárcel. Llega, en efecto, la infeliz mujer, con alimento para su hijito.
Allí, delante de ella, azotan cruelmente al valeroso niño. Pero la madre, como
la de los Macabeos, lo alienta a cumplir con su deber [de guardar el secreto],
repitiéndole, entre sollozos: i No digas, hijo, no digas! Acometidos de rabia
infernal los sayones, al verse vencidos por un niño y una mujer, quiebran los
brazos al héroe de doce años, que de resultas murió". i Apenas se puede
creer tanta inhumanidad! El Padre Joaquín Cardoso, S.]., en su libro El Martirologio
Católico de Nuestros Días. Los Mártires Mexicanos, publicado en 1953, recabó
buenos datos que por carta le suministró un sacerdote misionero del Corazón de
María, que andaba entonces por aquellos rumbos. Le dedica cuatro páginas en su
mencionado libro. Repite algunos rasgos. Y emocionado abunda en sentidos
conceptos en tomo a tanta crueldad y barbarie. Por lo tanto, sólo extractamos
algunos de sus datos complementarios. "Por las polvorientas callejuelas de
un suburbio de Guadalajara [nos dice] un humilde chicuelo de pueblo, de
camisita y pantalón muy usados, caminaba presuroso, con sus pies descalzos,
rumbo a la escuela, como lo indicaba una especie de zurrón, que llevaba colgado
al hombro, en el que se podía adivinar un manojo de libros y cuadernos. De vez
en cuando, al toparse con algún transeúnte, que iba también presuroso a su
trabajo, el chico se detenía, y le ofrecía una hoja suelta, un periodiquito de
combate, llamado Desde mi Sótano). “muy difundido... arma elegida entonces por
la 'Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa', para obligar a los
gobernantes a cesar en su insensata persecución religiosa...boycot que puso en
un brete a los perseguidores, hasta el punto de que el diputado Gonzalo Santos,
declarara en la misma Cámara de los Legisladores, que aquello 'que llamamos
ridículo boycot es algo muy serio'."Pero quiso Dios -continúa su
información el Padre Cardoso- que uno de aquellos transeúntes con quienes el
niño se encontró, y al que tendió valientemente la hojita de propaganda, fuera
uno de esos esbirros de la tiranía, especie de espías disimulados, malos
mexicanos, que por unos cuantos centavos, vendían al perseguidor sus
conciencias ... Ver de lo que se trataba y agarrar por el brazo al muchacho,
abrir su zurrón y encontrar en él, en vez de libros, un paquete de las dichas
hojas, todo fue uno. “‘¿Quién te dio esto?' le preguntó. Pero el niño, por toda
respuesta, se le quedó mirando, desafiante y sereno. '¿No me lo dices?'
insistió. ¿Pues ya verás cómo lo dices en la Comisaría? Vamos. Y sin soltarlo
del bracito, lo llevó a la oficina de la Cámara de Policía. El chico iba
pálido, pero sereno. '¿Qué me traes ahí? preguntó el Comisario al esbirro que
traía al niño. A este chamaco, que anda repartiendo en las calles estas porquerías
y no quiere decir quién se las ha dado; respondió, echando sobre la mesa el
paquete de propaganda. Pero a mí sí me lo vas a decir, ¿verdad? Yo soy el
Comisario. El chico cruzó sus bracitos a la espalda; miró impertérrito al
policía y selló sus labios. 'Si no me lo dices te voy a zurrar un poco. ¡Ya
verás!'. "Si se hubiera convertido el muchacho en una estatua de piedra,
no hubiera guardado mayor firmeza en su actitud y mayor silencio. '¿Eh? “¿No me
lo dices? Pues ya verás'. Y levantándose cogió su fuete, que tenía sobre una de
las sillas cercanas, y dio con él un tremendo latigazo al inocente, quien tan
sólo lanzó un gemido de dolor. Ante tal actitud, el Comisario redobló dos o
tres veces sus golpes, y como no venciera al chico, entre él y el esbirro, le
arrancaron su pobre camisa y pantaloncitos y en carne viva redoblaron los
golpes hasta amoratarle las espaldas. '¡No sea malo, señor! ¡No me pegue! ¡No
sea malo, no me pegue así!' dijo llorando. 'Pues dime quién te dio esa
propaganda y no te pegaré más. "El niño apretó sus labios y aun cesó de
lamentarse, para que no se le fuera a salir una palabra comprometedora.
Admirado, pero no arrepentido, el Comisario, por la entereza del chico, dejó de
azotarlo, le ordenó se vistiera, y le dijo al esbirro: 'Enciérralo en esa pieza
vecina. Ya vendrá su madre a buscarlo y veremos entonces si habla o no habla'.
En efecto, la madre del niño, que desde temprano era presa de un presentimiento
doloroso e inexplicable, llegado el mediodía y no viendo volver a su hijo, como
siempre lo hacía, satisfecho y alegre de haber ayudado en la medida de sus
posibles a la buena causa, salió a buscarle. No faltó un vecino a quien le
preguntó, que luego le dijera que había visto al chico que un hombre lo llevaba
del brazo a la Comisaría. "La madre preparó un alimento y corrió a la
Comisaría. El Comisario le informó que lo tenían arrestado por andar
repartiendo 'papeles subversivos de la maldita Liga'. 'Tenemos necesidad de
saber quién le dio a repartir esa propaganda. Y no quiere decirlo'. La madre,
por salvar al niño, respondió que ella le había dado esa propaganda. Pero no lo
creyó el Comisario. El esbirro sacó del encierro al niño. El Comisario dijo a
la madre que le preguntara a su hijo quién le daba la propaganda, 'o voy a
hacer ante usted un escarmiento, del que habrán de acordarse siempre'. La madre
miró al niño y el niño miró a la madre, fortaleciéndose con esa mutua mirada de
firmeza. Ambos callaron. Entonces volvieron a desnudar al chico.
"La madre se echó a llorar amargamente al ver las
amoratadas espaldas del niño. Y más aún, cuando vio al bárbaro policía levantar
el látigo para reanudar los golpes. Ciega, valiente, como leona herida, lanzóse
para interponerse entre el látigo del salvaje policía y su hijito. Pero el otro
esbirro estaba preparado, y agarró fuertemente a la mujer, que forcejeaba
inútilmente por desprenderse de aquel bárbaro. “‘Nada más digan quiénes son los
que les dieron los papeles' -gritó el Comisario, golpeando con furor al
pobrecito. (¡No le pegue!' gritó la mujer. '¡Pégueme a mí, si es hombre, y no a
un niño!'. '¡Pues que diga!', vociferó el Comisario.
Y entonces algo increíble sucedió. Algo que debió
resonar en el cielo, como resonaron, en otro tiempo, las voces de la madre de
los Macabeos, alentando a sus hijos al martirio: '¡No digas, hijo, no digas!'
clamó la madre entre un torrente de lágrimas. "El Comisario, furioso por
haber sido vencido por una mujer y un niño, soltó el látigo, y cogiendo al niño
por los bracitos, se los retorció con furia, hasta que se los quebró. ... El
niño cayó desmayado. Entonces el dicho Comisario -como asusta-do-le dijo a la
madre: '¡Vieja infame... llévese a su hijo...tal por cual!'… "La madre se
lanzó inmediatamente a levantar el cuerpo del chiquillo, y abrazándolo con trabajo
lo cargó sobre sus hombros y salió como loca de la Comisaría, para ir a curarlo
en su pobre vivienda. Cubriólo con su rebozo, pues estaba desnudo y sangriento.
“Y corría, corría. " repitiendo como un estribillo sublime:
¡No digas hijo!
"En un momento dado, el cuerpecillo del mártir se
estremeció sensiblemente, y la madre dolorida, poniendo en su acento toda la
ternura de su corazón, le repitió angustiada: '¡No digas, hijo, no digas!'.
"Cuando llegó a su casa depositó en la pobre camita el cuerpo llagado de
su hijo... ¡Estaba muerto!".Los textos entrecomillados los transcribí
textualmente palabra por palabra, del relato que nos ha dado el Padre Cardoso,
tenido la tranquilidad y serenidad suficientes para reducir semblanza a menos
palabras. En gracia a la brevedad. P. tan patético y conmovedor este relato,
que no tuve ánimo procurar un resumen, un compendio. No puedo leer esta
tragedia con ojos estériles de llanto.
VIVA CRISTO REY!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario