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martes, 31 de marzo de 2020

Después de Siria, ¿quién será el nuevo objetivo?‎ (Continuación y final)




En 2017, el presidente del gobierno regional kurdo en Irak, Massud Barzani, organizó un ‎referéndum tendiente a proclamar la independencia del Kurdistán iraquí. Irak, Siria, Turquía e Irán ‎comprendieron de inmediato que el Pentágono –volviendo a su plan inicial– se disponía a crear ‎un «Kurdistán libre» amputando sus territorios respectivos y decidieron hacer fracasar el ‎proyecto. En 2019, el PKK/YPG kurdo anunció que estaba preparándose para proclamar la ‎independencia del territorio sirio que la prensa occidental denomina como «Rojava». ‎Sin demora, Irak, Siria, Turquía e Irán se concertaron nuevamente. Turquía invadió «Rojava», ‎expulsando de allí al PKK/YPG, sin que el ejército sirio ni las fuerzas rusas reaccionaran ‎en contra. ‎
Más tarde, el estado mayor turco estimó que el Pentágono, habiendo renunciado ‎momentáneamente a destruir Siria, debido a la presencia rusa en ese país, se disponía ahora a ‎destruir el Estado turco. Para tratar de alejar esa posibilidad, la cúpula militar turca trató de ‎reactivar la «guerra sin fin» en Libia –o sea, lejos de Turquía– y de amenazar a los países ‎miembros de la OTAN con las peores calamidades: un tsunami de subversión migratoria para la ‎Unión Europea y, para Estados Unidos, una guerra con Rusia. Así que Ankara abrió a los ‎migrantes la frontera de Turquía con Grecia y agredió a las fuerzas de Rusia y de Siria en Idlib, ‎donde esas fuerzas estaban bombardeando a los yihadistas de al-Qaeda y de Daesh atrincherados en esa ‎gobernación siria. Eso es lo que estamos viviendo en este momento. ‎
Este es el mapa que rectifica el proyecto estadounidense de “rediseño del ‎Medio Oriente ampliado”, publicado por la periodista Robin Wright.
El Protocolo Adicional de Moscú
‎En febrero de 2020, el ejército turco infligió bajas a las fuerzas rusas y sirias mientras que ‎el presidente turco Erdogan llamaba constantemente por teléfono al presidente ruso Putin para ‎aliviar con una mano la tensión que alimentaba con la otra. ‎
El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, se comprometió a contener los apetitos ‎del Pentágono si Turquía ayudaba a reactivar la ‎«guerra sin fin»‎ en Libia, país dividido en ‎un millar de tribus que se enfrentan entre sí alrededor de dos líderes principales, ambos agentes ‎de la CIA: el presidente del Consejo Presidencial, Fayez al-Sarraj, y el comandante del Ejército ‎nacional, Khalifa Haftar.‎
La semana pasada el enviado especial del secretario general de la ONU para Libia, Ghassan ‎Salamé, fue invitado a presentar su dimisión «por razones de salud». El profesor Salamé hizo ‎lo que se le había instruido, aunque sin dejar por ello de expresar su descontento en una ‎conferencia de prensa. Para respaldar a al Sarraj, se constituyó un eje, con la Hermandad ‎Musulmana, alrededor de Qatar y Turquía. Para apoyar a Haftar, se creó una segunda coalición ‎en la que participan Egipto y Emiratos Árabes Unidos, pero también Arabia Saudita y Siria. ‎
Esto constituye el gran regreso de Siria a la escena internacional, con la aureola de sus 9 años de ‎resistencia victoriosa ante la Hermandad Musulmana y Estados Unidos. El 4 de marzo ‎se abrieron, por todo lo alto, una embajada libia en Damasco y una embajada de Siria ‎en Bengazi. ‎
Por otro lado, la Unión Europea, después de haber condenado solemnemente el «chantaje ‎turco» sobre el tema de los refugiados, envió la presidente de la Comisión Europea a observar el ‎flujo de refugiados en la frontera greco-turca mientras que el presidente del Consejo Europeo era ‎enviado a Ankara para tantear el terreno con el presidente Erdogan. Este último confirmó que ‎es posible llegar a un arreglo si la Unión Europea se compromete a defender «la integridad ‎territorial» de Turquía. ‎
Moscú planeó cuidadosamente la “coreografía” de la rendición turca: la delegación de Turquía ‎estuvo de pie todo el tiempo, teniendo a sus espaldas una estatua de la emperatriz Catalina la Grande, para recordar que Rusia ya estaba presente en Siria en el siglo XVIII. El presidente Erdogan está sentado con el presidente Putin y detrás de ellos puede verse un reloj conmemorativo de la victoria de Rusia ‎sobre el Imperio Otomano.
Fue sobre esa base que el presidente ruso Vladimir Putin recibió en el Kremlin al presidente turco ‎Recep Tayyip Erdogan, el 5 de marzo. Primero tuvieron una reunión, con participación restringida, de 3 horas de ‎duración y dedicada a las relaciones con Estados Unidos. Rusia se comprometió a proteger la ‎República de Turquía de una posible partición, a condición de que Turquía firmara y pusiera en ‎aplicación un Protocolo Adicional sobre la Estabilización de la Situación en la Zona de Desescalada ‎de Idlib [2]. ‎
Una segunda reunión, también de 3 horas pero abierta a los ministros y consejeros, se dedicó a la ‎redacción de ese texto, que prevé la creación de un corredor de seguridad de 12 kilómetros ‎de ancho alrededor de la autopista siria M4, corredor que será vigilado conjuntamente por las ‎dos partes. Eso significa que Turquía retrocede hacia el norte de la autopista, que se abre ‎nuevamente a la circulación, y que Turquía “pierde” la ciudad de Jisr-el-Chogur, bastión de los ‎yihadistas en suelo sirio. Pero lo más importante es que Turquía tendrá que aplicar por fin el ‎memorándum de Sochi, en el cual se comprometía a respaldar solamente la oposición armada ‎siria –presuntamente democrática y no islamista– y a combatir a los yihadistas. El hecho es que la ‎‎«oposición armada democrática» es una leyenda inventada por la propaganda británica. ‎De hecho, Turquía tendrá que optar entre liquidar a los yihadistas por sí misma o seguir trasladándolos de Idlib (en Siria) hacia Yerba (en Túnez) para enviarlos finalmente a Trípoli ‎‎(en Libia), como había empezado a hacerlo en enero. ‎
Además, el 7 de marzo, el presidente Putin se puso en contacto con el ex presidente de ‎Kazajastán, Nursultán Nazarbayev, para estudiar con él la posibilidad de desplegar en Siria ‎‎«chapkas azules» kazajos, bajo los auspicios de la Organización del Tratado de Seguridad ‎Colectiva (OTSC). Esa opción ya se había planteado en 2012. Los soldados kazajos presentan la ‎ventaja de ser de confesión musulmana, mientras que los rusos son cristianos ortodoxos. ‎
En Riad se piensa que el Pentágono ha activado ahora la variante de arremeter contra Arabia ‎Saudita –en vez de hacerlo contra Turquía– a pesar de las astronómicas compras de armamento ‎estadounidense que el presidente Trump impuso al reino a cambio de la protección de ‎Washington. El Pentágono ya se había planteado la disección de Arabia Saudita en 2002 ‎‎ [3].‎
El palacio real de Riad fue blanco de varios misiles esta semana. El príncipe Mohamed ‎ben Salman (de 34 años y conocido como «MBS») ordenó el arresto de varios príncipes ‎y generales entre los que se hallan su tío, el príncipe Ahmed (de 70 años), y el príncipe ‎Mohamed ben Nayaf (de 60 años), quien fue heredero designado del trono saudita hasta que ‎el rey Salman decidió transferir ese título a su hijo MBS. La provincia saudita de Qatif, de ‎población chiita y donde varias ciudades ya han sido arrasadas, fue aislada del resto del reino. ‎Nadie cree las explicaciones oficiales que hablan de disputas de sucesión y coronavirus [4]. ‎
Thierry Meyssan
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[1] «Hice 33 años y 4 meses de servicio de servicio activo y, durante todo ese ‎periodo, pasé la mayor parte del tiempo haciendo de matón para el mundo de los negocios, para ‎Wall Street y para los banqueros. En resumen, yo era un extorsionista, un gánster al servicio del ‎capitalismo. Ayudé a que México, sobre todo la ciudad de Tampico, fuese un lugar seguro para los ‎grupos petroleros estadounidenses, en 1914. Ayudé a convertir Haití y Cuba en lugares ‎convenientes para que los hombres de la National City Bank pudieran obtener ganancias. Ayudé a ‎la violación de media docena de repúblicas de América Central en beneficio de Wall Street. Ayudé ‎a limpiar Nicaragua para el banco estadounidense Brown Brothers, de 1902 a 1912. Llevé luz a la ‎República Dominicana en provecho de las empresas azucareras estadounidenses, 1916. ‎Puse Honduras en manos de las empresas estadounidenses productoras de fruta, en 1903. ‎En China, en 1927, ayudé a que la Standard Oil pudiera hacer sus negocios en paz.», escribió ‎el general Smedley Butler en su libro War Is a Racket, Smedley Butler, Feral House, 1935.
[3] "Taking Saudi out of Arabia", Powerpoint de ‎Laurent Murawiec para una reunión del Defense Policy Board (10 de julio de 2002).
[4] “Two Saudi Royal Princes Held, Accused of Plotting a Coup”, Bradley Hope, Wall Street Journal; “Detaining Relatives, Saudi Prince Clamps Down”, David Kirkpatrick & Ben Hubbard, The New Yok Times, March 7, 2020.


jueves, 26 de marzo de 2020

EL MISTERIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO


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INTRODUCCION
Yo quisiera, en la medida que Dios me lo permita y me dé los medios para hablaros, ¡oh! no con tanta elocuencia como lo hizo san Pablo ni con tanta elocuencia como lo hicieron oradores como san Juan Crisóstomo y los grandes doctores de la Iglesia, intentar someter vuestra inteligencia, someter vuestro corazón y someter vuestra alma al Misterio de Nuestro Señor Jesucristo. Pues, en definitiva, Nuestro Señor Jesucristo siempre es el centro y el corazón de toda nuestra vida y lo será para la eternidad. Por El y en El podemos vivir de la gracia, podemos vivir de la caridad, y vivir y preparar nuestra eternidad. No hay otro camino.
Cuando consideramos lo que somos, pobres pecadores tentados de favorecer siempre más el desorden que el orden, por todas las tentaciones y por nuestras debilidades, como ya os he dicho, por las heridas que nos ha hecho el pecado original, tenemos la necesidad de encontrar no sólo a nuestro modelo sino también al que es la causa del orden que tenemos que restablecer en nosotros. Nuestro Señor Jesucristo no sólo es nuestro modelo sino también la causa de nuestra resurrección, y la causa de nuestra santificación, y en El hallamos realmente todo lo que necesitamos para nuestra santificación.
La Iglesia Católica nos presenta a este hombre perfecto en Nuestro Señor Jesucristo. De este modo, cuanto más meditemos sobre la persona de Nuestro Señor Jesucristo más nos acercaremos a Nuestro Señor por todos los medios que Nuestro Señor ha puesto a nuestra disposición: la Santa Iglesia, el santo sacrificio de la Misa, los sacramentos y toda la liturgia, y particularmente la sagrada Eucaristía. Cuanto más usemos de estos medios más penetraremos en este misterio de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Se trata, pues, de un gran misterio! San Pablo lo repite constantemente. Es lo que enseña de un modo particular a todos los que había sido enviado. En su epístola a los Efesios, en el capítulo 3º dice así:
«A causa de esto, yo Pablo, el prisionero de Cristo por amor a vosotros los gentiles... puesto que habéis oído la dispensación de la gracia de Dios a mí conferida en beneficio vuestro cuando por una revelación me fue dado a conocer el misterio que brevemente antes os dejo expuesto. Por su lectura podéis conocer mi inteligencia en el misterio de Cristo (potestis legentes intelligere prudentiam meam in mysterio Christi), que no fue dado a conocer a otras generaciones, a los hijos de los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: Que son los gentiles coherederos y miembros de un mismo cuerpo, copartícipes de las promesas en Cristo Jesús mediante el Evangelio, cuyo ministro fui hecho yo por don de la gracia de Dios a mí otorgada por la acción de su poder. A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada esta gracia de anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo e iluminar a todos acerca de la dispensación del misterio oculto desde los siglos en Dios, creador de todas las cosas, para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora notificada por la Iglesia a los principados y potestades en los cielos, conforme al plan eterno que El ha realizado en Cristo Jesús, Nuestro Señor» (Efes. 3, 1-11).
Para San Pablo, como podéis ver, la gran preocupación es la de hacer conocer a los Gentiles el misterio de Cristo. En efecto, todos sabemos, por supuesto, y lo profesamos en nuestra fe, que Nuestro Señor Jesucristo es hombre y que Nuestro Señor Jesucristo es Dios, es el Hombre Dios. En el misterio de esta unión de Dios con la naturaleza humana es evidente que hallamos muchas cosas para meditar. Este hombre, pues, que andaba por Palestina, que vivió en Nazaret durante 30 años, este hombre, pues, era Dios. Parece evidentemente extraordinario. Difícilmente podemos imaginar lo que podía ser. Porque en definitiva, ¿cómo puede estar Dios en el cuerpo de un hombre, en una simple alma humana limitada? ¿Es algo evidente que Dios pueda pasarse de la persona humana y asumir directamente por sí mismo un alma y un cuerpo? Se trata, por supuesto, de un misterio, porque nunca llegaremos a comprender con exactitud esta realidad absolutamente asombrosa, la Encarnación de Dios. Sin embargo es este el misterio en el que se halla contenida nuestra salvación. ¡En este misterio se halla incluso contenida toda la razón de ser de la creación! Vamos a procurar, en la medida que se pueda, hablar del misterio de Nuestro Señor Jesucristo.
CAPITULO I: HIJO DE DIOS
El mismo San Pablo dice que le pide a Dios que le inspire las palabras adecuadas para hablar de este misterio, de modo que no cabe duda que vamos a tratar un tema verdaderamente misterioso pero tan real y tan importante que, en definitiva, constituye el corazón de nuestra vida, el tema de nuestras meditaciones y la fuente de nuestra santificación.
Por la fe creemos en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y asimismo en su humanidad. Creemos y afirmamos que es Dios y hombre. Así que resulta provechoso leer algunos textos de la Sagrada Escritura que tratan de este tema de una manera muy explícita para penetrarnos bien de este pensamiento que Nuestro Señor Jesucristo es verdaderamente Dios y Hombre. Son textos tan hermosos y conmovedores que merecen ser leídos.
En primer lugar, es Nuestro Señor Jesucristo mismo quien lo afirma. Es cierto que Nuestro Señor no reveló desde el principio de su vida pública que era el Hijo de Dios, pero no es correcto decir, como dicen ahora los modernistas, que no tenía conciencia de que era verdadero Hijo de Dios, consustancial con el Padre y con el Espíritu Santo, sino simplemente de su calidad particular de hijo de Dios y esto sólo al final de su vida pública, por una especie de toma de conciencia de sí mismo. Evidentemente, esto es totalmente falso 6. Demos algunos ejemplos en san Mateo, capítulo 26. No cabe duda de que al final de su vida es cuando Nuestro Señor proclamó su divinidad, ante Caifás.
«Los príncipes de los sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban falsos testimonios contra Jesús para condenarle a muerte, pero no los hallaban, aunque se habían presentado muchos falsos testigos» (versículos 59-60).
«Al fin se presentaron dos, que dijeron: Este ha dicho: Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reedificarlo. Levantándose el Pontífice, le dijo: ¿Nada respondes? ¿Qué dices a lo que estos testifican contra ti?» (versículos 61-62).
«Jesús callaba y el pontífice le dijo: Te conjuro por Dios vivo a que me digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». (versículo 63).
«Jesús le dijo: Tú lo has dicho. Y yo os digo que un día veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo» (versículo 64).
«Ellos respondieron: Reo es de muerte» (versículo 66).
Está claro: cuando Nuestro Señor proclamó públicamente su divinidad, el sumo sacerdote juzgó que se trataba de una blasfemia y que este hombre que se hacía Dios merecía la muerte.
Es una afirmación solemne por parte de Nuestro Señor, que dijo que El es verdaderamente el Hijo de Dios y que un día se le verá venir sobre las nubes del cielo.
En el capítulo 17 hay otro pasaje, no menos significativo, que es el de la Transfiguración.
«Seis días después, escribe san Mateo, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto y se transfiguró ante ellos».
Tenemos que pensar y creer que la Transfiguración tendría que haber sido un estado normal para Nuestro Señor. Lo anormal es que no estuviese transfigurado de manera habitual, ya que Nuestro Señor tenía la visión beatífica. Tenía la visión beatífica desde el momento de su nacimiento y desde que su alma había sido creada. Así que las consecuencias de la visión beatífica tendrían que haberse manifestado en su cuerpo y en su ser, como en los elegidos. Los elegidos son gloriosos en este momento (por lo menos para el cuerpo de la Santísima Virgen: cuando los cuerpos se reúnan a las almas bienaventuradas, serán transfigurados). Estos cuerpos tendrán todas las propiedades de los cuerpos resucitados: serán luminosos y brillarán como el sol. Esta es una de las consecuencias de la visión beatífica y de la gloria de Dios en las almas. Gozando de la visión beatífica, Nuestro Señor normalmente hubiese tenido que tener un cuerpo transfigurado. Pero, por un milagro, Nuestro Señor quiso vivir como los demás hombres y no tener habitualmente un cuerpo transfigurado.
«Se transfiguró ante ellos; brilló su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés y otra
6 ¡Ya san Fulgencio, obispo de Ruspe (468-533) denunciaba esta herejía, en la cual reinciden los modernistas! Así escribía: «Es totalmente imposible y ajeno a la fe decir que el alma de Cristo no tuvo conocimiento pleno de su divinidad, con la cual creemos que no formaba naturalmente más que una persona» (Carta 12, cap. 3, nº 26).
«Mientras que la divinidad se conocía como tal por ser naturalmente tal, el alma conocía toda la divinidad sin ser ella misma la divinidad. Así pues, la divinidad naturalmente es su propio conocimiento, mientras que, por el contrario, el alma de Cristo recibió de la divinidad el conocimiento de la divinidad que conoció» (Carta 14, cap. 3, nº 31).



DE COMO EL MODERNISMO DESTRUYE LA FE Y LOS DOGMAS. CARTA ENCÍCLICA PASCENDI.



SAN PIO X
18. Aquí ya, venerables hermanos, se nos abre la puerta para examinar a los modernistas en el campo teológico. Mas, porque es materia muy escabrosa, la reduciremos a pocas palabras.
Se trata, pues, de conciliar la fe con la ciencia, y eso de tal suerte que la una se sujete a la otra. En este género, el teólogo modernista usa de los mismos principios que, según vimos, usaba el filósofo, y los adapta al creyente; a saber: los principios de la inmanencia (es el ente intrínseco de un cuerpo; en filosofía se califica a toda aquella actividad como que pertenece a un ser, cuando la acción perdura en su interior, cuando tiene su fin dentro del mismo ser. pone en tela de juicio costumbres del pensa­miento, de las tradiciones y de las autoridades, de los razonamientos considerados como adquiridos, y debe, por esta misma razón, enfrentar otras estrategias, en particular las de la trascendencia  y el simbolismo. Simplicísimo es el procedimiento. El filósofo afirma: el principio de la fe es inmanente (este inmanentismo no tiene otro origen que el hombre mismo al cual se sujeta Nuestro Señor, es decir, Dios es efecto más que causa y el hombre es la causa, ¡qué barbaridad!); el creyente añade: ese principio es Dios; concluye el teólogo: luego Dios es inmanente en el hombre. He aquí la inmanencia teológica. De la misma suerte es cierto para el filósofo que las representaciones del objeto de la fe son sólo simbólicas; para el creyente lo es igualmente que el objeto de la fe es Dios en sí: el teólogo, por tanto, infiere: las representaciones de la realidad divina son simbólicas, pero no teológicas y reales por tanto niega el dogma. He aquí el simbolismo teológico.
Errores, en verdad grandísimos; y cuán perniciosos sean ambos, se descubrirá al verse sus consecuencias. Pues, comenzando desde luego por el simbolismo, como los símbolos son tales respecto del objeto, a la vez que instrumentos respecto del creyente, ha de precaverse éste ante todo, dicen, de adherirse más de lo conveniente a la fórmula, en cuanto fórmula, usando de ella únicamente para unirse a la verdad absoluta, que la fórmula descubre y encubre juntamente, empeñándose luego en expresarlas, pero sin conseguirlo jamás. A esto añaden, además, que semejantes fórmulas debe emplearlas el creyente en cuanto le ayuden, pues se le han dado para su comodidad y no como impedimento; eso sí, respetando el honor que, según la consideración social, se debe a las fórmulas que ya el magisterio público juzgó idóneas para expresar la conciencia común y en tanto que el mismo magisterio no hubiese declarado otra cosa distinta.
Qué opinan realmente los modernistas sobre la inmanencia, difícil es decirlo: no todos sienten una misma cosa. Unos la ponen en que Dios, por su acción, está más íntimamente presente al hombre que éste a sí mismo; lo cual nada tiene de reprensible si se entendiera rectamente (En cuanto como Dios y creador nos está presente por potencia, por esencia y por presencia por esta razón nos conoce mejor que a nosotros mismos, pero es bajo este concepto). Otros, en que la acción de Dios es una misma cosa con la acción de la naturaleza (Absurdo pensar esto porque es la acción de Dios la que le da a la naturaleza el movimiento a su fin, la naturaleza en sí misma no tiene inteligencia y es muy difícil que a si misma se ordene necesita de un ser inteligente para que ella se ordene y se desarrolle), como la de la causa primera con la de la segunda; lo cual, en verdad, destruye el orden sobrenatural. Por último, hay quienes la explican de suerte que den sospecha de significación panteísta, lo cual concuerda mejor con el resto de su doctrina (El panteísmo de Espinosa es que todo es dios).
19. A este postulado de la inmanencia se junta otro que podemos llamar de permanencia divina (Por permanencia divina debemos entender las tres formas arriba descritas por las cuales Dios está en nosotros, en las cuales no entra la cuarta forma de permanencia en nosotros de Dios): difieren entre sí, casi del mismo modo que difiere la experiencia privada(Esta queda solo en la persona que la tuvo mientras que la otra se trasmite a lo demás por la tradición de la Iglesia) de la experiencia transmitida por tradición. Aclarémoslo con un ejemplo sacado de la Iglesia y de los sacramentos. La Iglesia, dicen, y los sacramentos no se ha de creer, en modo alguno, que fueran instituidos por Cristo. (Error a todas luces claro y aberrante que niega dicha institución a Dios Nuestro Señor Jesucristo como se ha creído siempre)Lo prohíbe el agnosticismo, que en Cristo no reconoce sino a un hombre no a un hombre Dios, cuya conciencia religiosa se formó, como en los otros hombres, poco a poco, mentira inaudita y falaz; lo prohíbe la ley de inmanencia, que rechaza las que ellos llaman externas aplicaciones; lo prohíbe también la ley de la evolución, que pide, a fin de que los gérmenes se desarrollen, determinado tiempo y cierta serie de circunstancias consecutivas; finalmente, lo prohíbe la historia, que enseña cómo fue en realidad el verdadero curso de los hechos(Todas estas aberraciones ya fueron condenadas por los Pontífices anteriores y, principalmente desde Pío IX hasta Pío XII). Sin embargo, debe mantenerse que la Iglesia y los sacramentos fueron instituidos mediatamente por Cristo. (Otro error craso e intencional porque no fueron instituidos mediatamente por Él sino que Él el autor inmediato de ellos) Pero ¿de qué modo? Todas las conciencias cristianas estaban en cierta manera incluidas virtualmente, como la planta en la semilla, en la ciencia de Cristo. Y como los gérmenes viven la vida de la simiente, así hay que decir que todos los cristianos viven la vida de Cristo. Más la vida de Cristo, según la fe, es divina: luego también la vida de los cristianos. Si, pues, esta vida, en el transcurso de las edades, dio principio a la Iglesia y a los sacramentos, con toda razón se dirá que semejante principio proviene de Cristo y es divino. Así, cabalmente concluyen que son divinas las Sagradas Escrituras y divinos los dogmas.
A esto, poco más o menos, se reduce, en realidad, la teología de los modernistas: pequeño caudal, sin duda, pero sobreabundante si se mantiene que la ciencia debe ser siempre y en todo obedecida.
Cada uno verá por sí fácilmente la aplicación de esta doctrina a todo lo demás que hemos de decir.
b) El dogma
20. Hasta aquí hemos tratado del origen y naturaleza de la fe (En resumen la fe como objeto no tiene identidad propia y se sujeta al objeto, es decir, al hombre mediante esa absurda inmanencia que procede del interior del hombre y de ahí se irradia al mundo negándole a la FE su carácter divino y como virtud infundida por Dios en nuestras almas, nada más contrario a la Iglesia Católica y su tradición). Pero, siendo muchos los brotes de la fe, principalmente la Iglesia, el dogma, el culto, los libros que llamamos santos, conviene examinar qué enseñan los modernistas sobre estos puntos. Y comenzando por el dogma, cuál sea su origen y naturaleza, arriba lo indicamos. Surge aquél de cierto impulso o necesidad, en cuya virtud el creyente trabaja sobre sus pensamientos propios, para así ilustrar mejor su conciencia y la de los otros. Todo este trabajo consiste en penetrar y pulir la primitiva fórmula de la mente, no en sí misma, según el desenvolvimiento lógico, sino según las circunstancias o, como ellos dicen con menos propiedad, vitalmente. Y así sucede que, en torno a aquélla, se forman poco a poco, como ya insinuamos, otras fórmulas secundarias; las cuales, reunidas después en un cuerpo y en un edificio doctrinal, así que son sancionadas por el magisterio público, puesto que responden a la conciencia común, se denominan dogma. A éste se han de contraponer cuidadosamente las especulaciones de los teólogos, que, aunque no vivan la vida de los dogmas, no se han de considerar del todo inútiles, ya para conciliar la religión con la ciencia y quitar su oposición, ya para ilustrar extrínsecamente y defender la misma religión; y acaso también podrán ser útiles para allanar el camino a algún nuevo dogma futuro.
En lo que mira al culto sagrado, poco habría que decir a no comprenderse bajo este título los sacramentos, sobre los cuales defienden los modernistas gravísimos errores. El culto, según enseñan, brota de un doble impulso o necesidad que nace del mismo hombre; porque en su sistema, como hemos visto, todo se engendra, según ellos aseguran, en virtud de impulsos íntimos o necesidades, del hombre. Una de ellas es para dar a la religión algo de sensible, los símbolos; la otra a fin de manifestarla, los signos; lo que no puede en ningún modo hacerse sin cierta forma sensible y actos santificantes, que se han llamado sacramentos. Estos, para los modernistas, son puros símbolos o signos; aunque no destituidos de fuerza. Para explicar dicha fuerza, se valen del ejemplo de ciertas palabras que vulgarmente se dice haber hecho fortuna, pues tienen la virtud de propagar ciertas nociones poderosas e impresionan de modo extraordinario los ánimos superiores. Como esas palabras se ordenan a tales nociones, así los sacramentos se ordenan al sentimiento religioso: nada más. Hablarían con mayor claridad si afirmasen que los sacramentos se instituyeron únicamente para alimentar la fe; pero eso ya lo condenó el concilio de Trento(12): «Si alguno dijere que estos sacramentos no fueron instituidos sino sólo para alimentar la fe, sea excomulgado».


miércoles, 25 de marzo de 2020

LA PASION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO. PADRE LA PALMA

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Creo conveniente volver a los textos de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de la mano de un gran mixtico español como lo es el Padre la Palma. Podrían decirme, ¿porque no por Catalina de Emerik u otras videntes actuales? De mucho peso es un sacerdote en su narrativa sobre la Pasión que un seglar, por otro lado fue un hombre de profunda oración al grado de ser un místico y con el hecho de decir mixtico queda todo dicho ya que es el mayor grado de santidad a la cual puede aspirar un alma acá en la tierra.
Mi exposición será en forma de meditaciones con el fin de quien esto lee al ir recorriendo los renglones de estas meditaciones los rumie en su alma con el fin de imprimir profundamente en su cerrazón “Los vivos sentimientos de la pasión de nuestro divino Salvador   

MEDITACION PRIMERA

PREÁMBULODESPUÉS DE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO La Pasión y Muerte con que nuestro Rey y Salvador Jesucristo dio fin a su vida y predicación en el mundo es la cosa más alta y divina que ha sucedido jamás desde la creación. Vivió, padeció y murió para redimir a los hombres de sus pecados y darles la gracia y la salvación eterna. Por cualquier parte que se mire es así, por parte de la persona que padece o mirando la razón por la que sufre es tan grande el misterio que nada igual puede ya suceder hasta el fin del mundo. Para mayor claridad, me parece conveniente exponer antes de un modo breve el motivo por el que los pontífices y fariseos determinaron en consejo dar una muerte tan humillante a un Señor que, aunque no se quisiera ver lo demás, fue, innegablemente, un gran profeta y un gran bienhechor de su pueblo. Fue tan evidente y se divulgó de tal modo el milagro de la resurrección de Lázaro, fue tanta   su   luz,   que   aquellos   judíos   acabaron   por   volverse   ciegos   del   todo.   Aunque “muchos creyeron”, otros, movidos por la envidia, fueron a Jerusalén para contar y murmurar de lo que en Betania había sucedido. Por este motivo “se reunieron los pontífices   y   fariseos   en  consejo”,   y   decidieron poner   fin   a   la actuación   del   Señor porque, de no hacerlo así, “todos creerían en Él”, y decidieron poner fin a la actuación del Señor porque, de no hacerlo así, “todos creerían en Él”, y los romanos podrían pensar   que   el   pueblo   se   amotinaba   y   se   rebelaba   contra   ellos   y,   en   represalia, “destruirían el Templo y la ciudad”. Con  este  miedo, o  quizá disimulando   su   envidia y  su odio  hacia   Jesús con  falsas razones de interés público, no encontraron otro camino para atajar aquellos milagros que acabar con Él y, así, decidieron dar muerte al Salvador. El Espíritu Santo movió a Caifás,   por   respeto  a  su   oficio  y dignidad   de  sumo  sacerdote,   quien   promulgó la resolución a la que había llegado el Consejo: “Es conveniente que muera un hombre solo para que no sea aniquilada toda la nación”. “Y este dictamen no lo dio él por cuenta propia, sino que, como era pontífice aquel año, profetizó que Cristo nuestro Señor había de morir por su pueblo: y no solamente por el pueblo judío, sino también por reunir a las ovejas que estaban disgregadas” y llamar a la fe a los que estaban destinados a ser “hijos de Dios”. Desde este día estuvieron ya decididos a matarle; y como   si   fuera   un   enemigo   público,   hicieron   un   llamamiento   general   diciendo   que “todos los que sepan dónde está lo digan, para que sea encarcelado” y se ejecute la sentencia. Queda bien patente la maldad de estos llamados jueces, porque primero dieron la sentencia, y sólo después hicieron el proceso. Dieron la sentencia de muerte en este Consejo  y   el   acusado  estaba ausente,   no   le   tomaron  declaración  ni le  oyeron   en descargo del delito que se le imputaba; y es que solamente les movía la envidia por los milagros que el Señor hacía, y el miedo a perder su posición económica y su poder político y religioso. Después, en el proceso, aunque hubo acusadores y testigos, y le preguntaron sobre “sus discípulos y su doctrina”, todo fue un simulacro y una comedia: forzaron las cosas de tal modo que  coincidieran con la  sentencia tomada de  antemano. Así suelen  ser muchas veces nuestras decisiones: nacen de una intención torcida, y luego intentamos acomodar la razón para que coincida con ella. Al saber el Salvador esta sentencia y el tipo de orden de encarcelamiento que los pontífices  dieron contra   El  para  que  cualquiera tuviera  obligación  de  acusarle,   “se escondió, por la parte cercana al desierto, en una ciudad llamada Efrén, y allí se estuvo con los discípulos”. Quiso dar tiempo a que llegara el día señalado por su Padre Eterno: con esto nos dio también ejemplo a nosotros de que es necesario prepararse antes de morir. Estos días  el Salvador pensaría en su muerte, ya tan cercana para El. Sus discípulos se entristecerían, y Él les hablaría del cielo y  les animaría a tener fe. Llegó el día señalado, y el Señor salió del desierto y de Efrén hacia la Ciudad Santa, para padecer y morir en ella. Y caminaba con tanta prisa y decisión que llevaba a todos la   delantera,   de   modo   que   los   mismos   discípulos   “estaban   admirados”   de   su comportamiento, porque ellos tenían miedo. Durante el viaje reunió a los doce y, en privado y a solas, les hizo saber las injurias, la tortura y la muerte que les esperaba en Jerusalén. Poco después escuchó la petición de la madre de los hijos de Zebedeo, que pretendía para ellos los dos mejores puestos en el reino de Dios. Siguieron caminando y, al llegar a Jericó, dio la vista a un ciego que se lo pedía a gritos. Entraron en la ciudad y fue a hospedarse a casa de Zaqueo, invitándose Él mismo; se dio a conocer a aquel hombre que tanto deseaba conocerle y convidarle, y, con su presencia, “trajo la salvación a toda aquella casa”, pues Zaqueo, pecador y jefe de publicanos, se convirtió. Al salir de Jericó le seguía mucha gente y, como de paso, sanó   a   otros   dos  ciegos  que  desde   el  borde   del   camino,   al  oír   que   pasaba,   le suplicaban a gritos que se compadeciese de ellos. Mientras iba a padecer y a morir, por   cualquier   lugar   donde   pasara   hacía   favores,   se   compadecía   de   todos,   dejaba señales y huellas de quien era. Terminado su viaje,  llegó a Betania “seis días antes de la Pascua”. El  Señor solía hospedarse habitualmente en este pueblo, donde tenía muchos conocidos y amigos; por otra parte, como era tan reciente el milagro de la resurrección de Lázaro, todos deseaban convidarle y agradecérselo; pero era sábado.


martes, 24 de marzo de 2020

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPIRITU DE PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO.


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NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 XIII Las almas piadosas no se deben dejar llevar por la turbación y desconfianza, aunque no experimenten en sí esta paz y este gozo.

"Haced reinar y triunfar en vuestros corazones la paz de Jesucristo, a la cual habéis sido llamados" Estos encuentran la paz de Jesucristo en las turbaciones, en las contradicciones, en los males, en las adversidades, en la vida y en la muerte: porque en todo esto encuentran la voluntad de Dios y ponen su descanso en la sumisión a esta divina voluntad.

2. Jesucristo mismo que experimento por voluntad propia el tedio, la tristeza y el temor hasta caer en una terrible agonía debido a la cual, por prodigio inaudito, salió de todas las partes de su purísimo cuerpo un sudor de sangre que corrió hasta el suelo; también en la cruz mientras sacrifica su vida por la gloria de su Padre, se queja del abandono de su Padre quien deja caer sobre su alma todo el peso de su divina justicia y santidad, sepultándola en un mar de dolores, amargura y desolación; privándole de todo gusto, de todo gozo, de todo consuelo. Hasta esto lo llevo su caridad infinita, para consolar a los más débiles de su cuerpo místico en los disgustos, temores, tristezas, privación de todo gozo y consuelo sensible que se experimentan en el transcurso de la vida cristiana; enseñando con esto, a los perfectos como a los flacos, que todo lo deben sacrificar por Dios y sufrir por su amor la privación de todo consuelo y de todo gozo sabiendo que con eso cumplen su santísima voluntad costare lo que costare.
   3. Mientras la parte inferior de nuestra alma está asediada, tímida y triste, puede haber en la parte superior de ella cierto gozo y cierta paz; y ser muy verdadero este gozo y paz, aunque no se sientan a causa del temor y tristeza que ocupan la imaginación y lo sentidos; porque escrito está: "Que el justo vive por la fe", pero no por lo que siente. Cuando los ministros de la Iglesia bautizan, absuelven o consagran el cuerpo de Jesucristo, sacan (por decirlo así) las almas del infierno y les abren las puertas del cielo con la remisión de los pecados que comunican los sacramentos del Bautismo y la Penitencia: ni tampoco los que reciben estos sacramentos sienten en sí mismos estos admirables efectos; y no obstante ni los unos ni los otros lo dudan. ¿Por qué? porque unos y otros juzgan por la fe, no por lo que sienten. Pues del mismo modo se ha de juzgar de aquella paz y de aquel gozo que Dios recomienda tan fuertemente en las Escrituras del Nuevo y Antiguo Testamento, no gobernados por lo que sentimos sino por los principios de la fe que profesamos.
Es verdad que esta paz y este gozo es algunas veces sensibles, es decir, se experimenta una cierta dulzura, una suave afección, cierto gusto, que Dios da muchas veces al principio de la conversión más que en lo sucesivo. Entonces debe recibirse esta gracia con humildad; pero sin apegarse demasiado a ella: porque acostumbra el Señor retirarla cuando las almas se hallan fortificadas y arraigadas en las virtudes cristianas. Les conviene mucho que este gozo no dure siempre; y que en su lugar lo sustituya, como lo hace, un gozo puramente espiritual: un gozo que, a pesar de la turbación misma de los sentidos y de la parte inferior del alma, se mantenga oculto en lo íntimo del corazón y de la voluntad. Y este gozo no es otra cosa sino un cierto vigor, una cierta fortaleza toda interior y espiritual, que sostiene al alma contra las tentaciones; que la hace cumplir todas sus obligaciones, por lo menos en las cosas esenciales; que la tiene sumisa a Dios y a su santa voluntad, aún en medio de las mayores agitaciones; que la hace superior a todos los falsos gozos y mortales dulzuras del pecado; y la hace preferir el placer y la felicidad de vivir en castidad, en humildad, en caridad, en templanza y en las virtudes cristianas, a aquel gusto que podría buscar (como lo hacen otros) en los deleites opuestos a estas virtudes.
   4. Esta paz y este gozo es inseparable de la justicia cristiana, y siempre permanece en lo íntimo del corazón de todos los justos, aunque muchas veces la turbación y el temor que se elevan en la parte inferior, les incline a creer que no lo tienen. Así lo asegura S. Bernardo: " Hay muchos que se quejan de que raras veces experimentan esta afección sensible y más dulce que la mas excelente miel, como dice la Escritura. Estos no consideran, que proviene que Dios los ejercita en la tentación y en los combates, mientras dura esto; y que manifiesta mucha más firmeza y valor cuando así se abrazan con las virtudes, no por el gusto que en ellas se encuentra, sino por ellas mismas, con solo el deseo de agradar a Dios, practicándolas con una entera satisfacción. Y es indubitable que el que obra de este modo obedece perfectamente a aquel consejo saludable del profeta: regosijaos en el Señor; porque no habla el profeta tanto del gozo sensible que nace de la afección, cuanto del gozo efectivo que produce la acción: porque aquella afección propiamente pertenece a la bienaventuranza que esperamos en el cielo; y la acción es propia de la virtud que debemos practicar en esta vida."
   5. En sentido se cumplen en todos los verdaderos cristianos aquellas palabras tan notables de S. Pablo: "Haced reinar y triunfar en vuestros corazones la paz de Jesucristo, a la cual habéis sido llamados" Estos encuentran la paz de Jesucristo en las turbaciones, en las contradicciones, en los males, en las adversidades, en la vida y en la muerte: porque en todo esto encuentran la voluntad de Dios y ponen su descanso en la sumisión a esta divina voluntad. Aún encuentran esta paz de Jesucristo en sus miserias y enfermedades espirituales, en la guerra y contradicción de sus pasiones, en la agitación de sus pensamientos, en la turbación y espanto de su entendimiento, de su imaginación y de sus sentidos y hasta en sus mismos defectos y faltas, como se explicara más extensamente en su momento. Ellos (los cristianos) remedian cuanto pueden todos sus deslices voluntarios; se humillan por sus defectos y flaquezas, aunque involuntarias, por la agitación de sus pasiones, y por los pensamientos que no pueden impedir. Porque la voluntad de Dios es que se humillen y giman por estas cosas; pero las sufren con una humilde paciencia, y sin perder la paz del corazón: y pues Dios quiere que vivan en este mundo con estas contradicciones, se someten humildemente a sus órdenes, esperando en su bondad una perfecta curación, cuando quiera hacerlo. Si la paz de Jesucristo reina siempre con superioridad en el corazón y se hace vencedora de la turbación. Hablaremos pues otras veces más de una materia que es tan importante en la vida espiritual.


viernes, 20 de marzo de 2020

Después de Siria, ¿quién será el nuevo objetivo?‎



El objetivo de las guerras de Estados Unidos no es vencer sino prolongar el estado de ‎guerra, mantener la «guerra sin fin» anunciada por George W. Bush. 

Los acontecimientos que se han desarrollado en el «Medio Oriente ampliado» desde ‎el año 2001 corresponden a una lógica implacable. La cuestión actual es saber si ha ‎llegado el momento de desatar una nueva guerra en Turquía o en Arabia Saudita. ‎La respuesta depende sobre todo de la reactivación de las hostilidades en Libia. Es en ‎ese contexto que debe interpretarse el Protocolo Adicional que los presidentes Erdogan ‎y Putin acaban de negociar para resolver la crisis de Idlib. ‎
19 años de «guerra sin fin»
‎Como explicó el coronel Ralph Peters, el 13 de septiembre de 2001, en Parameters, la ‎publicación del US Army –el ejército terrestre de Estados Unidos–, el presidente estadounidense ‎George W. Bush decidió transformar radicalmente las misiones asignadas al Pentágono. ‎El entonces secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, asignó al almirante Arthur Cebrowski ‎la tarea de formar a los futuros oficiales. El almirante Cebrowski pasó 3 años recorriendo las ‎universidades militares del país y, hoy en día, todos los oficiales de alta graduación han seguido sus cursos en algún momento. Las ideas de Cebrowski fueron divulgadas públicamente por ‎su ayudante, Thomas Barnett.‎
Las zonas afectadas por las guerras estadounidenses serán mantenidas en situación de caos. ‎El concepto mismo de “caos” no tiene en este caso nada que ver con la interpretación bíblica ‎que habla de una destrucción total previa al surgimiento de un nuevo orden. En el caso que ‎nos ocupa el concepto de “caos” debe interpretarse en el sentido descrito, en 1651, por el ‎filósofo inglés Thomas Hobbes, o sea como la ausencia de estructuras políticas capaces de ‎proteger a los ciudadanos de la violencia que ellos mismos pudieran ser capaces de perpetrar, ‎siguiendo el principio según el cual «Homo homini lupus» (“el hombre es el lobo del hombre”). ‎
Esta guerra es una adaptación de la misión de las fuerzas armadas de Estados Unidos a la era de ‎la globalización, una adaptación al paso del capitalismo productivo al capitalismo financiero. ‎‎«War is a racket», o sea (“La guerra es una forma de extorsión”) decía, antes de la Segunda ‎Guerra Mundial, el general estadounidense Smedley Butler, el más condecorado en ‎Estados Unidos [1]. ‎En lo adelante, no habrá diferencia entre amigos y enemigos, la guerra permitirá simplificar el ‎acceso a los recursos naturales. ‎
Esta forma de guerra implica perpetrar numerosos crímenes contra la humanidad –principalmente ‎‎«limpiezas étnicas»– que las fuerzas armadas de Estados Unidos evitan cometer por sí mismas. ‎Para eso están los ejércitos privados –como Blackwater–, contratados por el Pentágono desde la ‎época del secretario de Defensa Donald, y las organizaciones terroristas que el propio Rumsfeld ‎desarrolló mientras fingía combatirlas. ‎
Las administraciones del republicano George W. Bush y del demócrata Barack Obama siguieron ‎esta estrategia: destruir las estructuras de los Estados en los países de regiones enteras del ‎planeta. El objetivo de las guerras de Estados Unidos no es vencer sino prolongar el estado de ‎guerra, mantener la «guerra sin fin» anunciada por George W. Bush. El presidente Donald ‎Trump y su primer consejero para la Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, cuestionaron ‎esa política pero sin lograr modificarla. Hoy en día, los partidarios de la estrategia ‎Rumsfeld/Cebrowski persiguen los mismos objetivos, pero ya no tanto a través del Pentágono ‎sino utilizando la OTAN. ‎
Después de que el presidente Bush hijo iniciara la «guerra sin fin», invadiendo Afganistán e Irak ‎‎–en 2001 y en 2003–, surgió entre las élites políticas de Washington un fuerte cuestionamiento de ‎los argumentos utilizados para justificar la invasión de Irak y grandes críticas sobre el caos ‎reinante en el país ya ocupado. Se creó entonces la Comisión Baker-Hamilton (2006). ‎Sin embargo, la guerra nunca cesó, ni en Afganistán ni en Irak, aunque sí hubo que esperar ‎‎5 años antes de que el presidente demócrata Barack Obama se decidiera a abrir nuevos teatros ‎de operaciones: Libia, en 2011; Siria, en 2012 y Yemen, en 2015. ‎
Dos actores externos interfirieron el plan de Estados Unidos:
- En 2010-2011, el Reino Unido inició la «primavera árabe», operación concebida según ‎el modelo de la «Rebelión Árabe» de 1915, mediante la cual Lawrence de Arabia puso a los ‎wahabitas en el poder en la Península Arábiga. Pero esta vez se trataba de poner el poder ‎en manos de la Hermandad Musulmana, no con ayuda del Pentágono sino del Departamento ‎de Estado y la OTAN.
- En 2014, Rusia intervino en Siria, país cuyo Estado no se había derrumbado y que Moscú ayudó ‎a resistir la embestida. A partir de ese momento, tuvieron que retirarse de Siria los británicos –‎que habían tratado de lograr allí un «cambio de régimen», desde 2011 hasta principios de 2012– ‎y después los estadounidenses –que no trataban de derrocar el gobierno sino de destruir ‎el Estado sirio, desde mediados de 2012 hasta este el momento actual. Rusia, que trata de ‎concretar el sueño de la emperatriz Catalina II (Catalina la Grande), lucha hoy en la región contra ‎el caos y por la estabilidad –o sea por la preservación de los Estados del Medio Oriente y el ‎respeto de las fronteras. ‎
Después de haber revelado en 2001 la nueva estrategia del Pentágono, el coronel Ralph Peters ‎publicó en 2006 el mapa que mostraba los objetivos del almirante Cebrowski. En ese mapa podía ‎verse que sólo quedarían intactos Israel y Jordania. Todos los demás países del «Medio Oriente ‎ampliado» –o sea, desde Marruecos hasta Pakistán– verían sus Estados destruidos y todos los ‎países de gran extensión territorial –como Arabia Saudita y Turquía– serían desmembrados. ‎
Habiendo comprobado que Estados Unidos, su “mejor aliado”, planeaba dividirla en dos para ‎crear un «Kurdistán libre», Turquía trató inútilmente de acercarse a China y adoptó después ‎el principio del profesor Ahmet Davutoglu: «Cero problema con los vecinos.» A pesar del ‎diferendo territorial turco-sirio sobre la región de Hatay, Turquía creó un mercado común con Siria. ‎Sin embargo, en 2011, cuando Libia ya se encontraba aislada, Francia convenció a Turquía ‎de que podía librarse del desmembramiento uniéndose a los designios de la OTAN. El presidente ‎turco Recep Tayyip Erdogan, político islamista proveniente de la organización Milli Gorus, se hizo ‎miembro de la Hermandad Musulmana con la esperanza de beneficiarse con los resultados de la ‎‎«primavera árabe». Turquía se volvió entonces en contra uno de sus principales clientes –Libia– ‎y después contra uno de sus principales socios –Siria. ‎
En 2013, el Pentágono adaptó la «guerra sin fin» a las realidades que había encontrado en el ‎terreno. La periodista estadounidense Robin Wright publicó en el New York Times 2 mapas que ‎rectificaban el que el coronel Ralph Peteres había publicado antes. El primero de los mapas ‎publicados por Robin Wright mostraba la división de Libia y el segundo la creación de un ‎‎«Kurdistán», sólo en territorios de Siria y de Irak, y sin tocar la mitad oriental de Turquía ni ‎los territorios de Irán. También anunciaba la creación de un «Sunnistán» que abarcaría ‎territorios de Siria e Irak, el desmembramiento de Arabia Saudita en 5 países y la división de ‎Yemen en dos. Esta última operación comenzó en 2015. ‎
Entusiasmado ante esta rectificación, el estado mayor turco comenzó a prepararse para los ‎acontecimientos. Concluyó acuerdos con Qatar, en 2017; con Kuwait, en 2018, y con Sudán, ‎en 2017, para instalar bases militares en esos países, cercando así el reino saudita. Este ‎respondió financiando en 2019 una campaña internacional de prensa contra el «sultán» ‎Erdogan y un golpe de Estado en Sudán. Por su parte, Turquía respaldó el nuevo proyecto de ‎creación de un «Kurdistán»… que no afectara el territorio turco y participó en la creación del ‎‎«Sunnistán», proclamado por el Emirato Islámico (Daesh) bajo la apelación de «Califato». Pero ‎las intervenciones de Rusia en Siria y de Irán en Irak echaron por tierra ese proyecto. ‎
CONTINUARA...

miércoles, 18 de marzo de 2020

El MARTIRIO DEL BEATO ANACLETO GONZALES FLORES. M. CRISTEROS


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ANACLETO GONZALES FLORES

Porque allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos, abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Cleto" desde su misma juventud.

"Porque si continuamos como hasta ahora, entregados al éxtasis en nuestras casas e iglesias y no procuramos luchar también ahora, el próximo cataclismo nos dejará a los cuatro vientos, y tendremos que sentarnos como el célebre Mario, a llorar sobre las ruinas de nuestros hogares, por no haber querido combatir en todas las vías y en todos los caminos por donde galopan los corceles del ejército del mal.
"Procuremos hallarnos en todas partes con el casco de los Cruzados” y combatamos sin tregua con las banderas desplegadas a todos los vientos".
He querido citar tan largamente al mismo Anacleto, periodista y maestro de acción, tanto para explicarnos la razón fundamental, que él admirable y justamente señala, de la causa por que en un pueblo católico como el nuestro, pudo tener lugar la terrible explosión de la conspiración contra el orden cristiano, o sea la persecución anticatólica de los callistas, que hizo entre los mexicanos tantos mártires; como para exponer con sus mismas palabras, el espíritu que animaba a este futuro mártir de Cristo, y que le movía a realizar de una manera esplendorosa su vocación de "apóstol católico seglar".
Porque allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos, abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Cleto" desde su misma juventud.
Si los católicos, a la caída del Partido Conservador, tras el infeliz ensayo del Imperio de Maximiliano, no se hubieran retirado doloridos y desalentados de la palestra; si hubiera habido entre nosotros desde aquel entonces algunos "Maistros Cletos" como éste, México no hubiera pasado por las horas amargas de la persecución.
No fue ciertamente Anacleto González Flores, el único mexicano que pensaba así, acerca de la culpabilidad de los católicos mismos, por su desaliento en la lucha contra las fuerzas del mal, de la terrible situación a que nos había reducido el laicismo liberal.
El Lic. Miguel Palomar y Vizcarra fue, si no el primero, sí de los primeros que se enfrentaron contra la "cuestión social", para resolverla, de acuerdo en un todo, con las enseñanzas del inmortal León XIII. Anacleto tenía en esos momentos sólo diez años de edad.
En la capital de la República, el año de 1913, un grupo de jóvenes valientes, bajo la inspiración y dirección del P. jesuita Bernardo Bergoend, había dado principio a la inmortal A.C.J.M., que en los años de su existencia forjó tantos caracteres varoniles, lanzándolos a la lucha por Dios y por la Patria. Anacleto tuvo conocimiento de ello, y se entusiasmó hasta el punto de que quiso, con todo empeño, establecer un grupo de dicha Asociación, en la capital y el Estado de Jalisco. En ella veía la realización de uno de sus sueños dorados más vehementes, porque en la juventud había puesto todas sus esperanzas generosas, para el mejor futuro de México. Así fue cómo en 1916, en unión con otros jóvenes sus amigos de "La Gironda" y sus discípulos, dio principio al grupo jalisciense, del que naturalmente él fue constituido jefe.
Estaba bien preparado para ello, y durante once años, fue como una prolongación de su hogar y el centro de sus principales actividades religiosas y patrióticas.
Cuando llegó la hora de que contrajera matrimonio con una destacada y piadosa señorita de la sociedad tapatía, fue en el oratorio de la casa donde se reunía la Asociación, donde se empeñó en contraerlo, y apenas su primogénito tuvo la edad requerida, fue inscrito por él, en el número de sus Vanguardias.
Por su parte la A.C.J.M. lo ha considerado siempre y lo considerará en lo futuro, como uno de sus más destacados elementos y jefes.
Aun antes de establecerla, había ya hecho, como si dijéramos, ensayos fructuosos de ella, con la formación de varios círculos de estudios de historia, apologética, sociología, oratoria, etc., tales como los llamados "Agustín de los Ríos" y "Aguilar y Marocho", y él los animaba, dirigía, les daba certeras direcciones, resolvía con gran competencia las objeciones en toda la materia de aquellos estudios.
Y no sólo en el mero orden intelectual, se dedicó al cultivo de la juventud.
Estableció también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer
Estableció también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer el cuerpo. Soñaba con llegar a establecer una verdadera "Guardia Nacional" preparada a todo evento.
Presentóse por entonces a Anacleto, una dificultad gravísima, capaz de echar por tierra todos sus grandes proyectos. Ya muy adelantado en sus estudios para la abogacía, el Gobierno dio una de esas llamadas leyes, destinadas a vejar a los católicos, y aun de carácter retroactivo. De buenas a primeras, decretó que no eran válidos los estudios preparatorios que no se hubieran hecho en los colegios oficiales, y de tal modo y con tanta malignidad, que era preciso al candidato a una profesión, volver a estudiar todo lo ya pasado y aprendido, para acomodarse al nuevo plan de estudios.
Otro, que no hubiera sido Anacleto, se hubiera desesperado, por tantos años perdidos, aunque tenía la conciencia de haber hecho unos estudios, más que suficientes, y con provecho, en el Seminario. Anacleto se resignó y volvió a comenzar aquellos estudios, que le retrasaban inútilmente en su carrera.
Y vencido, con el tesón y la constancia que ya le conocemos, el obstáculo, logró al fin recibirse de abogado.
No era, por cierto, esa profesión, adquirida a costa de tantos trabajos y sudores, desvelos y miserias, algo que considerara como un remedio a su pobreza y un comienzo de prosperidad material. Jamás Anacleto se preocupaba por eso. Él lo que quería era hacerse un hombre útil a la causa de Dios y de la Patria, a la que había consagrado su vida. No le faltaron ocasiones en el México oficial corrompido, de aquel tiempo, para lograr una posición económica, más que regular. Pero jamás quiso ocuparse de negocios sucios, aun bien remunerados, y estimó como una grave injuria, que se le hacía, la proposición de uno de esos agentes de las logias, para entrar en la masonería, que deseaba contar entre los de "los tres puntos" a un hombre de sus talentos, y arrastre; ya que ella —la secta— se comprometía a darle uno de esos jugosos puestos en la política, destinados, como sabemos, a los hijos de la viuda.