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viernes, 31 de mayo de 2019

AUDI, FILIA, ET VIDE, ETC. San Juan de Avila.



Este celestial Espíritu infunde perfecta castidad en los que a Él place. Y hace esto, que así como lo superior del ánima está con perfecta obediencia sujetísimo a Dios, y recibe de Él poderosas fuerzas y excelentísima lumbre, estando unido tan perfectamente con Él y tan regido por la voluntad de Él, que diga el Apóstol (1 Cor., 6, 17): El que se llega a Dios, un espíritu es con Él; así esta eficacia de Dios que infunde fuerza y pone disposición en la parte sensitiva, hace que, dejada la bestialidad y fiereza que de su naturaleza tiene, obedezca con deleite a la razón y se le dé muy sujeta. Y aunque en la naturaleza sean diversas, por ser una espiritual y otra sensual, mas se allega tanto la parte sensitiva a la razón, y toma tan bien su freno, que anda domada y doméstica; y aunque no es razón, anda como razonada, no impidiendo, mas ayudando al espíritu, como fiel mujer a su marido. Y así como hay ánimas de algunos tan miserablemente dadas a su carne, que no se rigen por otro norte sino por el apetito de ella, y siendo de naturaleza espiritual, se abaten a la miserable sujeción de su cuerpo, tan transformados en su carne que se tornan encarnizadas (Así habla el autor en el Trat. 3.0 del Santísimo Sacramento: «Cuando amas el dinero, está tu alma enumerada; y cuando amas a la mala mujer, está enumerada encarnizada, etc…) y parecen, en su voluntad y pensamientos, un puro pedazo de carne, así la sensualidad de esto otros se junta tanto con la razón, que parece más razón que las mismas ánimas de los otros.
Dificultosa cosa de creer parece ésta; mas, en fin, es obra y dádiva de Dios, concedida por Jesucristo su único Hijo, especialmente en el tiempo de la Iglesia cristiana; del cual tiempo estaba profetizado (Isa., 11, 6) que habían de comer juntos lobo y cordero, oso y león; porque las afecciones irracionales de la parte sensitiva, que como fieros animales querían tragar y maltratar el ánima, son pacificadas por el don de Jesucristo, y dejada su propia guerra, viven en paz, como dice Job (5, 23): Las bestias de la tierra te serán pacíficas, y con las piedras de la región tendrás amistad. Y entonces se cumple lo que es escrito en el Salmo (54, 14), que dice: Tú, hombre unánime conmigo, y guía mía, y conocido mío, que comías conmigo los dulces manjares; anduvimos en la casa de Dios de un consentimiento. Las cuales palabras dice el hombre interior a su exterior; teniéndole tan sujeto que le llama de un ánima, y tan conforme a su querer que dice que comen entrambos dulces manjares, y andan en uno en la casa de Dios, porque están tan amigos, que si el interior come castidad, u ora, o ayuna y vela, y otros santos ejercicios, hallando mucha dulcedumbre en ellos, también el nombre exterior hace estas obras, y le saben cómo dulce manjar.
Mas no entendáis por esto que venga uno en este destierro a tener tanta abundancia de paz, que no sienta algunas veces, en esto o en otras cosas, movimientos contra su razón; porque sacando a Cristo nuestro Redentor y a su Madre sagrada, no fue a otros concedidos este privilegio. Mas habéis de entender, que aunque haya estos movimientos en las personas a quien Dios concede este don, no son tales ni tantos que les den mucha pena; antes, sin ponerles en estrecho de mucha guerra, ni quitarles la verdadera paz, son ligeramente por ellos vencidos. Como si viésemos en una ciudad a dos muchachos reñir, y luego se apaciguasen, no diríamos que por aquella breve contienda faltaba paz en la ciudad, si la hubiese en los restantes del pueblo. Y pues este estado confesaban los filósofos, sin conocer las fuerzas del Espíritu Santo, no sea dificultoso al cristiano confesar esto, y desearlo a gloria de la redención de Cristo y de su poder, al cual no hay cosa imposible; de cuyo advenimiento estaba profetizado que había de haber en él abundancia de paz (Ps., 71, 3, 7). La cual llama Isaías (66, 12) ser como río. Y San Pablo (Filip., 4, 7) dice ser sobre todo sentido.
Pues cuando la carne así estuviere obediente y templada, entonces estamos bien lejos de oír su lenguaje, y seguros de caer en la terrible maldición que echó Dios a Adán nuestro padre porque oyó la voz de su mujer (Gen., 3, 17). Antes nosotros hacemos a ella que nos sirva y oiga nuestra voz; y como a pájaro encerrado en jaula, le enseñamos a hablar nuestro lenguaje, y ella lo aprende, pues con presteza nos obedece. De la cual larga obediencia que a la razón tiene, queda tan bien acostumbrada, que si algo pide, no son deleites, sino necesidad, y entonces bien la podemos oír, según Dios mandó a Abraham (Gen., 21, 12) que oyese la voz de su mujer Sara, que era ya muy vieja, y su carne tan enflaquecida y mortificada que no tenía las superfluidades de otras mujeres de menos edad (Ibid., 18, 11): y de esta tal carne algo más podemos fiar oyendo lo que nos dice. Aunque no debemos tanto creerla, que su dicho nos baste; mas debemos examinarla por la prudencia del espíritu, porque la que pensábamos estar muerta no se haga engañosamente mortecina, y tanto más peligrosamente nos derribe, cuando por más fiel la teníamos.
CAPITULO 17
En que se comienza a tratar de los lenguajes del demonio, y cuánto los debemos huir; y que uno de ellos es ensoberbecer a un hombre para le traer a grandes males y engaños; y de algunos medios para huir este lenguaje de la soberbia.

Los lenguajes del demonio son tantos cuantas son sus malicias, que son innumerables. Porque así como Cristo es fuente de todos los bienes, que se comunican a las ánimas de los que con obediencia se sujetan a Él, así el demonio es padre de pecados y tinieblas, que instigando y aconsejando a sus miserables ovejas, las induce a maldad y mentira, con que eternalmente se pierdan. Y porque sus astucias son tantas que sólo el Espíritu del Señor basta para descubrirlas, hablaremos pocas palabras, remitiendo lo demás a Cristo, que es verdadero enseñador de las ánimas.
Por muchos nombres es llamado el demonio, para declarar los males que él tiene; mas entre todos hablemos de dos, que son ser llamado dragón y león.
Dragón, dice San Agustín, porque secretamente pone asechanzas; león, porque abiertamente persigue.
La asechanza que tiene para engañar es esta: alzarnos con la vanidad y mentira, y después derribar con verdadera y miserable caída. Ensálzanos con pensamientos que nos inclinan a estimarnos en algo, haciéndonos caer en soberbia; y como él sepa por experiencia ser este mal tan grande, que bastó a hacer en sí mismo de ángel demonio, trabaja con todas sus fuerzas de hacernos participantes en él, porque  también lo seamos en los tormentos que él tiene. Sabe él muy bien cuánto desagrada la soberbia a Dios, v cómo ella sola  basta a hacer inútil todo lo demás que el hombre tuviere, por bueno que parezca. Y trabaja tanto por sembrar esta mala semilla en el ánima, que muchas veces dice verdades, y da buenos consejos y sentimientos devotos, solamente para inducir a soberbia, teniendo en muy poco lo que pierde en que uno haga algún bien, con que le pueda ganar todo entero, con el pecado de la soberbia, y con otros que tras él vienen. Porque así como un rey suele andar acompañado de gente, así la soberbia de otros pecados. La Escritura dice (Eccli., 10, 15): Principio de todo mal es la soberbia, y quien la tuviere será lleno de maldiciones: quiere decir, de pecados y de castigos.


jueves, 30 de mayo de 2019

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR. SAN BUENAVENTURA





Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino; así se
dice en Miqueas, c.2.
En estas palabras, el profeta incluye el misterio correspondiente a la solemnidad de este día, considerando dos cosas, de las cuales la primera consiste en la exaltación de la naturaleza humana, a la que se alude cuando se dice: Subirá, y la segunda en la apertura de la puerta del cielo, respecto de lo cual se dice:

Les abrirá el camino.     

1. Viniendo, pues, a lo primero, el profeta dice subirá, advirtiendo que la subida la realiza no sólo Cristo; sino otros con Él, en conformidad con lo que se añade: Delante de ellos. Cristo, en efecto, sube delante de ellos para dirigidos, animarlos, ayudarlas y prepararles aposento. Y así son dirigidos los que deliberan, para que puedan juzgar rectamente; son animados los que emprenden, para que empiecen con decisión; son ayudados los que se ejercitan, para que sean capaces de consumar la obra, y, por último, se prepara aposento a los que perseveran, para que puedan gozar en la bienaventuranza eterna.
Tenemos, pues, que Cristo sube delante de ellos para dirigirlos o mostrarles el camino, como aquí en el texto alegado,
se dice: Subirá delante de ellos el que les abrirá o enseñará el camino. Efectivamente: antes de que Cristo nos precediese, nos eran desconocidos los caminos de la vida; pero El mismo nos hizo conocerlos, enseñándonos la justicia, la misericordia y la verdad, las cuales, al decir de San Agustín en el sermón acerca de la resurrección, son caminos que nos conducen a la vida. Y está escrito en el Éxodo, c.13: El Señor iba delante de ellos para mostrar el camino, de día en columna de nube y de noche en columna de fuego, de suerte que fuese guía del camino en uno y en otro tiempo. Donde advertirás que Cristo fue a la cabeza como quien lleva de noche el cirio delante de los magnates.

Además, Cristo sube delante de ellos para animarlos, en significación de lo cual se dice en el Éxodo, c.33: Si no vienes tú delante, no nos saques de este lugar. Y en verdad, malo era el camino y las aguas del vado profundas, y por eso Cristo se puso delante, como quien los explora. Era preciso, en efecto, pasar por el torrente de los padecimientos, empresa harto peligrosa e insegura. Lo cual hallarás prefigurado en lo que de Judas dijo Timoteo, en el libro primero de los Macabeos, c.5: Si al llegar Judas al torrente le permitimos pasar hasta nosotros, no podríamos resistirle, porque tiene una fuerza incontrastable; y he aquí que, según sigue diciendo el sagrado texto, atravesó Judas el torrente el primero contra los enemigos, y todo el pueblo en pos de él, y los gentiles fueron derrotados.

Además subió delante de ellos para ayudarlos, como suele acontecer con los peregrinos, entre los cuales los más robustos toman la delantera a los demás, y son los primeros que trasponen el foso para tenderles la mano en plan de ayuda. En referencia a lo cual dice el Deuteronomio, c.33: El que sube sobre los cielos es tu protector, Asimismo Oseas, c.11: Yo enseñé a andar a Efraín y le llevé sobre mis brazos, Ni fue otro el modo como Jesús tendió la mano a Pedro cuando empezó a hundirse.

Y, por último, Jesús subió delante de ellos para prepararles morada, como se dice en San Juan, c.14: Vaya prepararos el  lugar, Y en el mismo capítulo a continuación se añade: Cuando yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde estoy, estéis también vosotros,-·Consta, por lo tanto, que Cristo subió delante de ellos intentando cuatro finalidades inherentes a su biografía, de las cuales la primera se realizó en su vida, la segunda en su pasión, la tercera en su resurrección y la cuarta en su ascensión. A cuya causa, por razón de lo primero, debemos ser prudentes al elegir; por razón de lo segundo, intrépidos al emprender; por razón de lo tercero, varoniles al proseguir, y, por razón de lo cuarto, codiciosos al consumar, a fin de que, terminados los trabajos, podamos entrar en aquella morada que nos está preparada y donde todos los bienes están a nuestro alcance, como se dice en San Mateo, c.22: Todo está pronto. Debemos, pues, darnos prisa, y máxime al ver cómo se nos abre hoy la puerta y cuán numerosos son los que entran en la fiesta. Y no dejes de recordar aquí a los que iban al banquete. Más porque entre los que llaman a la puerta, no todos consiguen ingresar en el reino tal es la sentencia del Señor en San Mareo, c.7: No todo el que dice: 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos- por eso hemos de procurar ser de manera que se nos conceda el ingreso en pos del Señor, que sube hoy delante de su pueblo abriéndole el camino.-Esforcémonos por ser reconocidos como miembros de su familia o como su pueblo, pues no abandona el Señor su heredad. Y pensemos que uno es reconocido como familiar de un poderoso unas veces por proclamarse partidario suyo, otras por ser portador de sus cartas, otras por asociársele como compañero inseparable y otras, por último, por ir trajeado con vestido de paño idéntico al del poderoso. 
Cuádruple dismembración, donde la primera significa la confesión de fe de los laicos; la segunda, la sabiduría de los clérigos; la tercera, la soledad de los religiosos, y la cuarta, la imitación de los perfectos.

En cuanto a lo primero, debemos decir que algunos son reconocidos por el Señor y recibidos en su morada por pregonarse partidarios suyos, como es de ver en San Lucas, c.12: A quien me confesare delante de los hombres, el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Pero has de advertir que muchas veces el que se dice partidario de alguno es desconocido si no va acompañado de la insignia. Y ya se sabe que insignia de la fe son las obras, como se infiere de Santiago, c.2, que dice: ¿Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: Yo tengo fe, si no tiene obras? Que es como si dijera: nada, pues no lleva insignia. A esto se alude en la Carta a Tito cuando se dice: Alardean de conocer a Dios, pero con las obras lo niegan.
Todo lo cual queda aclarado con el ejemplo del clérigo, aquí se preguntó: ¿Dónde están tus obras? En cuanto a lo segundo, debemos decir que algunos son recibidos por ser portadores de las cartas del Señor, sin las cuales no se admiten los clérigos, como consta por Oseas, c.4: Por haber rechazado tú la ciencia, te rechazaré yo el ti del sacerdocio a mi servicio, lo mismo se dice en Baruc, c.4. Consulta acerca de estas cosas la segunda carta a Timoteo, c.3, de quien se dice: Desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras. Y ten presente asimismo el ejemplo sacado de San Jerónimo. Mira, sin embargo, que es necesario que las cartas lleven el sello de la caridad, pues de otra manera no son auténticas, como se infiere del Cantar de los Cantares: Ponme como sello sobre tu corazón, ponme en tu brazo como sello, Donde es de notar el sello, advirtiendo, por otra parte, que no lo llevan los hipócritas, los cuales falsifican la penitencia, Y verás cómo deben sellarse las cartas cuyos portadores son los clérigos.
En cuanto a lo tercero, debemos decir que algunos son recibidos por el Señor por adherírsele como socios y compañeros inseparables, y éstos son los que todo lo dejaron por Cristo, de los cuales se dice en San Lucas, c.22: Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas, y yo dispongo del reino en favor vuestro, como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío; y San Juan, c.12: Si alguno me sirve, que me siga. Y siguen señalados aquellos de quienes se dice: Ve, vende cuanto tienes, y tendrás un tesoro en los cielos, y ven y sígueme; y en Otro lugar: Y donde yo estoy, allí estará también mi servidor.
Y, por último, algunos son recibidos por el Señor porque van vestidos como Él, y éstos son merecedores de mayor honor, y son imitadores de su pasión, cosa que pertenece a los perfectos, en referencia a los cuales se dice en el Apocalipsis, e22: Bienaventurados los que lavan sus túnicas para tener derecho al árbol de la vida y a entrar P01' las puertas que dan acceso a la ciudad.-Notamos que todos vamos vestidos con ropas de paño semejante al de Cristo, pero no todos lo llevamos teñido con el color que tiñe a Cristo.-Tenemos, pues, que entran en el reino después de Él, los laicos que le confiesan fielmente, los clérigos que lo predican verazmente, los religiosos que le acompañan perseverantemente y los perfectos que le imitan varonilmente. Concédanos esta gracia el Señor. Amén.



miércoles, 29 de mayo de 2019

El mensaje y el secreto de La Salette



NOTA. Hoy en día  muchos fieles católicos se ven muy confundidos ante la desacralización de la Iglesia, los escándalos de los sacerdotes, de las almas consagradas. Desacralización que nace de las novedades tan estrafalarias como del uso sui generis que en todas las Iglesias se celebra la “nueva Misa”, la negación de principios doctrinales que son el fundamento de nuestra FE, DOCTRINA Y SANAS COSTUMBRES. El poquísimo interés de los sacerdotes actuales tanto en sus obligaciones eclesiásticas como en lo que es la gran misión de sus sacerdocio LA SALVACION DE LAS ALMAS y su terrible apego A LAS COSAS MATERIALES Y, SOBRE TODO, AL DINERO. Situación que causa muchos malos ejemplos, escándalos, disensiones en la fe, dudas y una gran incertidumbre.
Este documento es claro y crudo en su contenido, pero no se puede negar su autenticidad por muy duro que sea pues fueron aprobadas tanto las apariciones de la Salette en Francia como lo que les dijo a los videntes la Santísima Virgen María por S. S. Pio IX y relegadas por los mazones en un cajón obscuro del Vaticano . Puede ser que a muchas almas escandalice el lenguaje utilizado por Nuestra Madre, pero no por ello se puede negar la realidad de sus palabras porque fueron dichas para nuestro tiempo apocalíptico y terrible. Cualquier aclaración sobre el presente artículo exprésenlo por Wapsapp o al correo electrónico: avcorma2@gmail.com  


Para comprender el sentido profundo de la confusión que domina los acontecimientos contemporáneos, nada mejor que conocer y estudiar los varios mensajes de María Santísima, entre los cuales el de La Salette (1846), sobre el cual ha echado nueva luz el descubrimiento inesperado, hecho en los archivos del Vaticano por el sacerdote francés Michel Corteville, de documentos originales perdidos hace mucho tiempo
Al adentrarnos en el tema, conviene recordar el nexo profundo entre La Salette, donde María Santísima anunció castigos universales para una humanidad impenitente; Lourdes, donde se abrió un diluvio de gracias para reerguir a esa misma humanidad y Fátima, donde la Virgen María prometió “Por fin Mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Tesis en la Facultad dominica en Roma

En el año 1999, en forma inesperada, el sacerdote francés Michel Corteville encontró en los archivos del Vaticano y encontró una caja con los documentos oficiales de las apariciones de Nuestra Señora de La Salette (septiembre de 1846), “perdidos hacía mucho tiempo.” Fue así que pudo defender con éxito la tesis sobre dicho tema en la célebre Facultad de Teología Angelicum, de la Orden Dominica en Roma, y posteriormente escribir un libro en colaboración con el P. René Laurentin. *
El descubrimiento despertó un gran interés en el mundo católico dado que, aunque aprobado por el Papa Beato Pío IX, el mensaje de La Salette había provocado en su momento una reacción violenta por parte de los enemigos de la Iglesia y también en medios católicos liberales, al punto que se difundieron falsos mensajes. La confusión generada motivó que en 1915 la Santa Sede prohibiera la publicación de toda versión del mensaje, aunque de ninguna manera desalentaba la devoción a Nuestra Señora de La Salette.
La revista “Cruzada” ofrece hoy a sus lectores las partes principales de la redacción del mensaje de La Salette hecha por una de las videntes, la pastorcita Melanie, considerado el más completo por el P. Corteville, al que tan sólo agregamos algunos subtítulos para mejor seguir el relato.

Decadencia del clero atraerá la venganza divina

“Mélanie, lo que yo voy a deciros ahora no quedará siempre bajo secreto, podrás publicarlo en 1858.
“Los sacerdotes, ministros de mi Hijo, por su mala vida, su irreverencia e impiedad en la celebración de los santos misterios, por el amor al dinero, a las honras y a los placeres, se transformarán en cloacas de impureza. Sí, los sacerdotes atraen la venganza, y la venganza se cierne sobre sus cabezas. ¡Ay de los sacerdotes y de las personas consagradas a Dios que, por su infidelidad y mala vida crucifican de nuevo a mi Hijo! Los pecados de las personas consagradas a Dios claman al Cielo y claman por venganza, y he aquí que la venganza está a sus puertas, pues no se encuentra más una persona que implore misericordia y perdón para el pueblo, no hay más almas generosas, no hay nadie más digno de ofrecer la Víctima Inmaculada al Padre Eterno a favor del mundo.
Dimensión de la cólera divina

“Dios va a golpear de un modo inaudito. ¡Ay de los habitantes de la Tierra! Dios va a agotar su cólera y nadie podrá huir a tantos males acumulados.
“Los jefes, los conductores del pueblo de Dios negligenciaron la oración y la penitencia, y el demonio obscureció sus inteligencias; se transformaron en estrellas cadentes, que el viejo diablo arrastrará con su cola para hacerlos perecer. Dios permitirá a la vieja serpiente introducir divisiones entre los que reinan, en todas las sociedades y en todas las familias. Se sufrirán tormentos físicos y morales; Dios abandonará a los hombres a sí mismos y enviará castigos que se sucederán durante más de treinta y cinco años.
“La sociedad está en la inminencia de los flagelos más terribles y de los mayores acontecimientos; se debe esperar ser gobernado por un látigo de hierro y beber el cáliz de la cólera de Dios.

Falsos prodigios sobre la Tierra

Después de advertir al Beato  Pío IX sobre los falsos prodigios que ocurrirían en esos tiempos, Nuestra Señora prosiguió:
“En el año 1864, Lucifer y un gran número de demonios serán liberados del infierno; ellos abolirán la Fe poco a poco, hasta en las personas consagradas a Dios; ellos las cegarán de tal modo que, salvo una gracia particular, adquirirán el espíritu de esos malos ángeles; muchas casas religiosas perderán completamente la Fe y perderán muchas almas.
“Los malos libros abundarán sobre la Tierra y los espíritus de las tinieblas difundirán por todas partes un relajamiento universal en todo lo que se refiere al servicio de Dios; ellos tendrán un enorme poder sobre la naturaleza; habrá iglesias para rendir culto a esos espíritus. Habrá personas que serán transportadas de un lugar a otro por esos malos espíritus, inclusive sacerdotes, porque no se habrán conducido por el buen espíritu del Evangelio, que es un espíritu de humildad, caridad y celo por la gloria de Dios. Se hará resucitar muertos y justos (es decir, dichos muertos tomarán la figura de almas justas que vivieron en la Tierra, para seducir más a los hombres; esos supuestos muertos resucitados, que no serán sino el demonio encarnado en esas figuras, predicarán otro evangelio contrario al del verdadero Jesucristo, negando la existencia del Cielo); o incluso almas de condenados. Todas esas almas aparecerán como unidas a sus cuerpos. En todos los lugares habrá prodigios extraordinarios, porque la verdadera Fe se apagó y una falsa luz ilumina al mundo. ¡Ay de los príncipes de la Iglesia que entonces estarán ocupados únicamente en acumular riquezas, salvaguardar su autoridad y dominar con orgullo!

Sufrimientos de Pío IX. Caos y anarquía universal

“El Vicario de mi Hijo tendrá mucho que sufrir, porque durante un tiempo la Iglesia será entregada a grandes persecuciones; será el tiempo de las tinieblas y la Iglesia pasará por una crisis pavorosa.
“Olvidada la santa fe en Dios, cada individuo deseará guiarse por sí mismo y ser superior a sus semejantes. Serán abolidos los poderes civiles y eclesiásticos; todo orden y toda justicia serán pisados a los pies; no se verá otra cosa sino homicidios, odio, envidia, mentira y discordia, sin amor por la patria ni por la familia.
La abominación en los lugares santos

“Los gobernantes civiles tendrán todos un mismo objetivo, que consistirá en abolir y hacer desaparecer todo principio religioso, para dar lugar al materialismo, al ateísmo, al espiritismo y a toda suerte de vicios.
“En el año 1865, se verá la abominación en los lugares santos; en los conventos las flores de la Iglesia se pudrirán y el demonio se volverá por así decir el rey de los corazones. Que los dirigentes de las comunidades religiosas estén atentos con relación a las personas que deban recibir, porque el demonio usará toda su malicia para introducir en las órdenes religiosas personas entregadas al pecado, pues los desórdenes y el amor a los placeres carnales estarán difundidos por toda la Tierra.
“Francia, Italia, España e Inglaterra estarán en guerra; la sangre correrá por las calles; el francés combatirá contra el italiano; luego habrá una guerra general que será pavorosa. Durante cierto tiempo, Dios no recordará más a Francia ni a Italia, porque el Evangelio de Jesucristo no será más conocido. Los malos extenderán toda su malicia. Hasta en las casas las personas se matarán y se masacrarán mutuamente.
Intervención divina cuando todo parezca perdido
“Al primer golpe de su espada fulgurante, las montañas y toda la naturaleza temblarán de espanto, porque los desórdenes y los crímenes de los hombres traspasarán la bóveda celeste. París será quemada y Marsella tragada [por las aguas]; varias grandes ciudades serán sacudidas y tragadas por temblores de tierra; se creerá que todo está perdido; solo se verán homicidios, se oirán únicamente ruidos de armas y blasfemias.
“Los justos sufrirán mucho; sus oraciones, su penitencia y sus lágrimas subirán hasta el Cielo y todo el pueblo de Dios pedirá perdón y misericordia, pedirá mucha ayuda e intercesión. Entonces Jesucristo, por un acto de su justicia y de su gran misericordia con relación a los justos, ordenará a sus Ángeles que provoquen la muerte de todos sus enemigos. De repente, los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos los hombres entregados al pecado perecerán y la Tierra se transformará por así decir en un desierto...continuara


martes, 28 de mayo de 2019

EJERCICIO DE PERFECCION Y VIRTUDES CRISTIANAS


La liberación de San Pedro
Como la redoma de vidrio en poder de hombre que juega de manos, que la echa muchas veces en alto, y piensan los otros que cada vez se le ha de caer y hacer pedazos; pero después de dos o tres veces, quítaseles el miedo a los que lo ven y tienen por tan diestro al jugador, que se admiran de su destreza; así los siervos de Dios, que saben muy bien cuán diestro oficial es Dios, y conocen prácticamente y por experiencia que sabe muy bien jugar con nosotros, levantándonos y humillándonos, mortificándonos y vivificándonos, hiriendo y sanando, no temen ya en las adversidades y peligros, aunque se tengan por flacos y de vidrio; porque saben que están en buenas manos, que no se le quebrará la redoma ni la dejará caer. En tus manos, Señor, están mis suertes (3).
En la Historia Eclesiástica se refiere que decía el abad Isidoro: cuarenta años ha que soy combatido de un vicio, y nunca he consentido. Y de otros muchos de aquellos santos monjes antiguos leemos semejantes ejemplos de tentaciones muy continuas y largas, en que peleaban con grande fortaleza y confianza: *Aquí hubo unos gigantes diestros en la guerra (1).*
Pues a estos gigantes, que sabían bien pelear, habemos nosotros de imitar. El glorioso San Cipriano, para animarnos a esto trae (2) aquello de Isaías: No quieras temer, dice Dios -(3), porque yo te redimí; tú eres mío, y bien te sé el nombre; cuando pasares por las aguas, seré contigo, y no te hundirás; cuando anduvieres en medio del fuego no te quemarás, ni la llama te hará mal alguno; porque yo soy tu Dios, tu Señor y Salvador. También son para esto muy tiernas y regaladas aquellas palabras que dice Dios por el mismo Profeta: *A mis pechos seréis llevados y sobre mis rodillas os asentaré y regalaré. De la manera que una madre regala á su hijo chiquito, así yo os consolaré (4).
Mirad con qué amor y ternura recibe la madre al niño, cuando  teniendo miedo de alguna cosa se acoge a ella; cómo le abraza, y le da el pecho; cómo junta su rostro con el suyo, y le acaricia y regala. Pues con mayor amor y regalo sin comparación acoge el Señor a los que en las tentaciones y peligros acuden á él.
Esto decía el Profeta que le consolaba y animaba mucho a él en s u s tentaciones y trabajos: Acuérdate Señor, de la palabra que tienes dada a tu siervo, con la cual me diste esperanza. Esta me esforzó y consoló en la aflicción de mis trabajos, y tu palabra me vivificó (5.)* Esto nos ha de consolar y animar también a nosotros, y hacer que tengamos grande ánimo y confianza e n las tentaciones; porque no puede faltar Dios a su palabra: Impossibile est mentiri Deum, dice el Apóstol San Pablo (1).
CAPÍTULO XV
Que el desconfiar de sí y poner toda su confianza en Dios es grande medio para vencer las tentaciones y por que acude Dios tanto a los que confían en él.

Uno de los más principales y eficaces medios para alcanzar victoria y triunfo en las tentaciones, es desconfiar de nosotros y poner toda nuestra confianza en Dios. Y así vemos que no da otra razón el mismo Señor en muchos lugares de la sagrada Escritura para amparar y librar a uno en el tiempo de la tribulación y tentación, sino haber esperado y confiado en él: *Pues esperó en mí, yo le libraré.—Tú eres salvador de los que en tí confían.—Protector es de cuantos en él esperan (2).* De donde tomó la Iglesia aquella oración: Señor, que sois protector y amparo de los que esperan en vos, etc. (3). Y en el Salmo cincuenta y seis esto alega el Profeta y pone delante a Dios para obligarle á que use con él de misericordia: Señor tened misericordia de mí, porque he esperado y puesto toda mi confianza en Vos: *de la sombra de vuestras alas esperaré(á).* Y lo mismo hace el profeta Daniel: *No quedan confundidos, Señor, los que confían en tí (1) .* Y el Sabio dice: ¿Quién jamás esperó en Dios que quedase confundido (2)? Y toda la Escritura está llena de esto; de lo cual dijimos arriba (3) largamente, y así no será menester de tenernos aquí en ello.
Pero veamos que es la causa de ser este medio tan eficaz para alcanzar el favor del Señor; y por qué acude Dios tanto a los que desconfían de sí y ponen en él toda su confianza. La razón de esto habernos también tocado diversas veces, y la da el mismo Señor en el Salmo noventa: Porque esperó en mí, le ampararé y libraré; ¿por qué? *porque conoció mi nombre (4).* Decláralo muy bien San Bernardo: La razón es, porque ese no se atribuye nada a sí, sino todo lo atribuye y refiere a Dios, y a él le da la honra y gloria de todo (5), y así entonces toma Dios la mano, y hace suyo el negocio y se encarga de él, y vuelve por su gloria y honra. Pero cuando uno va confiado en sí y en sus medios y diligencias, todo aquello se atribuye a sí y lo quita á Dios, y se quiere alzar con la honra y gloria que e s propia de su Majestad, y así le deja Dios en su flaqueza que no haga nada; porque como dice el Profeta (6), no se agrada Dios en los que confían en la fortaleza de sus caballos, y en sus industrias y diligencias, sino en aquellos que desconfiados de sí y de todos sus medios, ponen toda su confianza en Dios, y a esos envía él su socorro y favor muy copioso y abundante.
San Agustín dice que por esto dilata Dios algunas veces sus dones y favores, y permite que duren mucho en nosotros los resabios de algunos vicios y malas inclinaciones que tenemos, y que no las acabemos de vencer y sujetar del todo; no para que nos perdamos y condenemos, sino para que seamos humildes y para encomendarnos más sus dones, y que los estimemos en más y los reconozcamos por suyos, y no nos atribuyamos a nosotros lo que es de Dios; porque ese es un error muy grande y muy contrario a la honra de Dios y a la Religión y piedad cristiana (1). Y si alcanzásemos esas cosas con facilidad, no las tendríamos en tanto, y luego pensaríamos que nos las teníamos en la manga, y que por nuestra diligencia las habíamos alcanzado. San Gregorio, sobre aquellas palabras de Job: *Mirad que no tengo fuerzas para valerme (2),*dice: Muchas veces usamos tan mal de la virtud y dones de Dios, que nos fuera mejor no los tenerlos; porque nos ensoberbecemos con ellos y confiamos luego mucho en nosotros mismos, y atribuimos a nosotros y a nuestras fuerzas y diligencias lo que es pura gracia y misericordia de Dios (3). Pues por esto (4) nos niega el Señor muchas veces sus dones, y permite que millares de veces experimente uno su propia imposibilidad en muchas obras buenas, grandes y pequeñas, y que no pueda obrar cuando querría; y permite que dure mucho tiempo esa imposibilidad, para que aprenda a humillarse, y a no confiar de sí, ni atribuirse cosa alguna, sino que todo el bien lo atribuyas a Dios, y entonces podrá cantar y decir: Las armas de los fuertes fueron vencidas, y los flacos han sido ceñidos de fortaleza(1).
CAPÍTULO XVI
Del remedio de la oración, y ponense algunas oraciones jaculatorias, acomodadas para el tiempo de las tentaciones.

El medio de la oración siempre se ha detener por muy encomendado, porque es un remedio generalísimo y de los más principales que la divina Escritura y los Santos nos da n para esto. Y el mismo Cristo nos le enseña en el sagrado Evangelio: Vigilate et orate, ut non intretis in tentationem (2): Velad y orad, porque no entréis en la tentación. Y no sólo de palabra sino con su propio ejemplo nos le quiso enseñar la noche de su pasión, apercibiéndose para aquella batalla con larga y prolija oración, no porque él tuviese necesidad, sino para enseñarnos a nosotros que lo hagamos así en todas nuestras tentaciones y adversidades. El abad Juan decía, que ha de ser el religioso como un hombre que tiene a la mano izquierda el fuego, y a la derecha el agua, para que en emprendiéndose el fuego, luego eche agua y le apague. Así, en emprendiéndose el fuego del pensamiento torpe y malo, habernos de tener luego á la mano el refrigerio de la oración para apagarle. Traía también otra comparación, y decía que el religioso es semejante a un hombre que está sentado debajo de un árbol grande, el cual viendo venir muchas serpientes y bestias fieras contra sí, como no les puede resistir, súbese encima del árbol, y así se salva. De la misma manera el religioso, cuando ve venir las tentaciones, seba de subir á lo alto con la oración y acogerse á Dios, y así se salvará y librará de las tentaciones y lazos del demonio. *En vano se tiende la red á vista de los que tienen alas* En balde trabajará y echará él sus redes, si nosotros sabemos volar y subirnos a lo alto con las alas de la oración. *Mis ojos traigo siempre puestos en el Señor, porque él librará mis pies de los lazos (1).*


sábado, 25 de mayo de 2019

CONFESIONES. SAN AGUSTIN

San Agustín: La aparición de la Virgen
18. Y pensaba yo que el diferir de día en día seguirte a ti solo, despreciada toda esperanza del siglo, era porque no se me descubría una cosa cierta adonde dirigir mis pasos. Pero había llegado el día en que debía aparecer desnudo ante mí, y mi conciencia increparme así: «¿Dónde está lo que decías? ¡Ah! Tú decías que por la incertidumbre de la verdad no te decidías a arrojar la carga de tu vanidad. He aquí que ya te es cierta, y, no obstante, te oprime aún aquélla, en tanto que otros, que ni se han consumido tanto en su investigación ni han meditado sobre ella diez años y más, reciben en hombros más libres alas para volar.»
Con esto me carcomía interiormente y me confundía vehementemente con un pudor horrible mientras Ponticiano refería tales cosas, el cual, terminada su plática y la causa por que había venido, se fue. Mas yo, vuelto a mí, ¿qué cosas no dije contra mí? ¿Con qué azotes de sentencias no flagelé a mi alma para que me siguiese a mí, que me esforzaba por ir tras ti? Ella se resistía. Rehusaba aquello, pero no alegaba excusa alguna, estando ya agotados y rebatidos todos los argumentos. Sólo quedaba en ella un mudo temblor, y temía, a par de muerte, ser apartada de la corriente de la costumbre, con la que se consumía normalmente.
VIII, 19. Entonces estando en aquella gran contienda de mi casa interior, que yo mismo había excitado fuertemente en mi alma, en lo más secreto de ella, en mi corazón, turbado así en el espíritu como en el rostro, dirigiéndome a Alipio exclamé: «¿Qué es lo que nos pasa? ¿Qué es esto que has oído? Levántanse los indoctos arrebatan el ciclo, y nosotros, con todo nuestro saber, faltos de corazón, ved que nos revolcamos en la carne y en la sangre. ¿Acaso nos da vergüenza seguirles por habernos precedido y no nos la da siquiera el no seguirles?»
Dije no sé qué otras cosas y arrebatóme de su lado mi congoja, mirándome él atónito en silencio. Porque no hablaba yo como de ordinario, y mucho más que las palabras que profería declaraban el estado de mi alma la frente, las mejillas, los ojos, el color y el tono de la voz.
Tenía nuestra posada un huertecillo, del cual usábamos nosotros, así como de lo restante de la casa, por no habitarla el huésped señor de la misma. Allí me había llevado la tormenta de mi corazón, para que nadie estorbase el acalorado combate que había entablado yo conmigo mismo, hasta que se resolviese la cosa del modo que tú sabías y yo ignoraba; mas yo no hacía más que ensañarme saludablemente y morir vitalmente, conocedor de lo malo que yo estaba, pero desconocedor de lo bueno que de allí a poco iba a estar.
Me Retiré, pues, al huerto, y Alipio, paso sobre paso tras mí; pues, aunque él estuviese presente, no me encontraba yo menos solo. Y ¿cuándo estando así afectado me hubiera él abandonado? Sentámonos lo más alejados que pudimos de los edificios. Yo bramaba en espíritu, indignándome con una turbulentísima indignación porque no iba a un acuerdo y pacto contigo, ¡oh Dios mío!, a lo que me gritaban todos mis huesos que debía ir, ensalzándolo con alabanzas hasta el cielo, para lo que no era necesario ir con naves, ni cuadrigas, ni con pies, aunque fuera tan corto el espacio como el que distaba de la casa el lugar donde nos habíamos sentado; porque no sólo el ir, pero el mismo llegar allí, no consistía en otra cosa que en querer ir, pero fuerte y plenamente, no a medias, inclinándose ya aquí, ya allí, siempre agitado, luchando la parte que se levantaba contra la otra parte que caía.
20. Por último, durante las angustias de la indecisión, hice muchísimas cosas con el cuerpo, cuales a veces quieren hacer los hombres y no pueden, bien por no tener miembros para hacerlas, bien por tenerlos atados, bien por tenerlos lánguidos por la debilidad o bien impedidos de cualquier otro modo. Si mesé los cabellos, si golpeé la frente, si, entrelazados los dedos, oprimí las rodillas, lo hice porque quise; mas pude quererlo y no hacerlo si la movilidad de los miembros no me hubiera obedecido. Luego hice muchas cosas en las que no era lo mismo querer que poder.
Y, sin embargo, no hacía lo que con afecto incomparable me agradaba muy mucho, y que al punto que lo hubiese querido lo hubiese podido, porque en el momento en que lo hubiese querido lo hubiese realmente podido, pues en esto el poder es lo mismo que el querer, y el querer era ya obrar.
Con todo, no obraba, y más fácilmente obedecía el cuerpo al más tenue mandato del alma de que moviese a voluntad sus miembros, que no el alma a sí misma para realizar su voluntad grande en sola la voluntad.
IX, 21. Pero ¿de dónde nacía este monstruo? ¿Y por qué así? Luzca tu misericordia e interrogue -si es que pueden responderme- a los abismos de las penas humanas y las tenebrosísimas contriciones de los hijos de Adán: ¿De dónde este monstruo? ¿Y por qué así? Manda el alma al cuerpo y le obedece al punto; se manda el alma a sí misma y se resiste. Manda el alma que se mueva la mano, y tanta es la prontitud, que apenas se distingue la acción del mandato; no obstante, el alma es alma y la mano cuerpo. Manda el alma que quiera el alma, y no siendo cosa distinta de sí, no la obedece, sin embargo. ¿De dónde este monstruo? ¿Y por qué así?
Manda, digo, que quiera -y no mandara si no quisiera-, y, no obstante, no hace lo que manda. Luego no quiere totalmente; luego tampoco manda toda ella; porque en tanto manda en cuanto quiere, y en tanto no hace lo que manda en cuanto no quiere, porque la voluntad manda a la voluntad que sea, y no otra sino ella misma. Luego no manda toda ella; y ésta es la razón de que no haga lo que manda. Porque si fuese plena, no mandaría que fuese, porque ya lo sería.
No hay, por tanto, monstruosidad en querer en parte y en parte no querer, sino cierta enfermedad del alma; porque elevada por la verdad, no se levanta toda ella, oprimida por el peso de la costumbre. Hay, pues, en ella dos voluntades, porque, no siendo una de ellas total, tiene la otra lo que falta a ésta.
X, 22. Perezcan a tu presencia, ¡oh Dios!, como realmente perecen, los vanos habladores y seductores de inteligencias, quienes, advirtiendo en la deliberación dos voluntades, afirman haber dos naturalezas, correspondientes a dos mentes, una buena y otra mala.
Verdaderamente los malos son ellos creyendo tales maldades; por lo mismo, sólo serán buenos si creyeren las cosas verdaderas y se ajustaran a ellas, para que tu Apóstol pueda decirles: Fuisteis algún tiempo tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor. Porque ellos, queriendo ser luz no en el Señor, sino en sí mismos, al juzgar que la naturaleza del alma es la misma que la de Dios, se han vuelto tinieblas aún más densas, porque se alejaron con ello de ti con horrenda arrogancia; de ti, verdadera lumbre que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Mirad lo que decís, y llenaos de confusión, y acercaos a é1, y seréis iluminados, y vuestros rostros no serán confundidos.
Cuando yo deliberaba sobre consagrarme al servicio del Señor, Dios mío, conforme hacía ya mucho tiempo lo había dispuesto, yo era el que quería, y el que no quería, yo era. Mas porque no quería plenamente ni plenamente no quería, por eso contendía conmigo y me destrozaba a mí mismo; y aunque este destrozo se hacía en verdad contra mi deseo, no mostraba, sin embargo, la naturaleza de una voluntad extraña, sino la pena de la mía. Y por eso no era yo ya el que lo obraba, sino el pecado que habitaba en mí, como castigo de otro pecado más libre, por ser hijo de Adán.
23. En efecto: si son tantas las naturalezas contrarias cuantas son las voluntades que se contradicen, no han de ser dos, sino muchas. Si alguno, en efecto, delibera entre ir a sus conventículos o al teatro, al punto claman éstos: «He aquí dos naturalezas, una buena, que le lleva a aquéllos, y otra mala, que le arrastra a éste. Porque ¿de dónde puede venir esta vacilación de voluntades que se contradicen mutuamente?»
Más yo digo que ambas son malas, la que le guía a aquéllos y la que le arrastra al teatro; pero ellos no creen buena sino la que les lleva a ellos.
¿Y qué en el caso de que alguno de los nuestros delibere y, altercando consigo las dos voluntades, fluctúe entre ir al teatro o a nuestra iglesia? ¿No vacilarán éstos en lo que han de responder? Porque o han de confesar, lo que no quieren, que es buena la voluntad que les conduce a nuestra iglesia como van a ella los que han sido imbuidos en sus misterios y permanecen fieles, o han de reconocer que en un hombre mismo luchan dos naturalezas malas y dos espíritus malos, y entonces ya no es verdad lo que dicen, que la una es buena y la otra mala, o se convierten a la verdad, y en este caso no negarán que, cuando uno delibera, una sola es el alma, agitada con diversas voluntades.


viernes, 24 de mayo de 2019

El Dolor

El Santo Job

La tierra disfrutó de verdadera felicidad en los primeros días de la creación; pero aquellos días fueron fugaces; muy pronto Se disiparon, como las nubes ante el influjo de un vendaval, por la negra ingratitud de los primeros mortales. Desde entonces el dolor entró en el mundo.
En efecto, sus primeros moradores salieron del paraíso terrestre llorando Lágrimas de amargura, que presagiaban los océanos de dolor en que necesariamente se habían de abrevar las generaciones del porvenir; que simbolizaban todas las lágrimas que habían de derramarse en el transcurso de las edades y eran el preludio de una sinfonía de dolor interminable.
Se dejó oír entonces la palabra severa y terrible de Jehová: "Vivirás con el sudor de tu frente; la tierra que antes te brindaba flores, hoy sólo te ha de ofrecer espinas; el suelo que antes era bendito para tí, hoy será maldito, maledicta terra in opere tuo!" ¿Qué significa todo esto? Significa la, ley del sufrimiento formulada no ciertamente por labios humanos, sino por los divinos, y no tan sólo para aquel hombre culpable, sino también para todos los que habían de ser sus hijos, es decir, para todos los miembros que habían de pertenecer, en el correr de los años, al cuerpo inmenso de la humanidad.
Así se ha comprobado en las páginas de la historia; porque cada una de ellas es una página de dolor. Job, David, Jeremías y otros personajes célebres del Antiguo Testamento supieron expresar de mil maneras las amarguras de su corazón. ¡Cómo sabían arrancar a las cuerdas de su lira los acentos dolorosos que se levantaban de este triste destierro! Y ellos poseían esa ciencia del dolor, porque compendiaban en sí mismos los dolores todos de la humanídad; y los compendiaban todos, porque eran el tipo de la Víctima sangrienta del Calvario. Entonces ¿cómo no sabían de cantar? ¿Cómo no habían de expresar los sentimientos de su cuerpo martirizado? ¿Cómo no habían de exhibir la tortura de su espíritu? El dolor es expansivo, comunicativo, difusivo, es en una palabra el poeta más inspirado de la humanidad.
Lo mismo que se dice de todas aquellas almas que pertenecieron a la ley antigua, se debe afirmar también de las que pertenecen a la nueva. ¡Cómo saben arrancar a la lira de su alma acentos aún más desgarradores y más dolorosos! Y tienen esa prerrogativa, no porque anuncien de lejos el martirio del Señor, sino porque reproducen en sus miembros cada una de sus heridas, Entonces ¿cómo no entonar el himno del desterrado? ¿Por ventura las flores no exhalan su perfume, su cántico natural, cuando san sacudidas por la violencia del torbellino? Y las almas ¿no son las flores más escogidas del universo? ¡Y nosotros! ¿No somos acaso el comentario más elocuente de esa tragedia universal? ¿Quién podrá confesar que no ha sufrido en la tierra? Inquietudes íntimas, preocupaciones intensas, sorpresas inesperadas, decepciones amargas, separaciones desgarradoras, miserias extremas, en una palabra, el dolor bajo todas sus formas está tan arraigado en nuestro corazón que nadie puede negarlo sin mentira.
Se comprende, por lo tanto, que toda la humanidad esté herida mortalmente, esté sacrificada e inmolada por la espada de todos los dolores. Por eso, cada una, de las almas que cruza por el desierto del mundo puede expresarse como el profeta de las lamentaciones: PESSIMA PLAGA MEA! ¡Siento en el fondo de mi naturaleza la llaga inmensa de mi dolor!
Sin embargo, no quiero decir que en este valle de lágrimas no brille nunca un rayo de consuelo, no aparezca jamás una nota de alegría, no resplandezca una luz de bienandanza; lo que pretendo significar es que ese rayo de consuelo trae consigo nubes de tristeza, y esa gota de alegría es la precursora de una tempestad de lágrimas, y esa luz de bienandanza no es más que un relámpago en la noche de nuestra, vida. Así lo expresaba con un dejo profundo de melancolía uno de los hombres más sabios de la tierra: risus dolore miscebitur et extrema gaudii luctus occupat - aun la risa está impregnada de dolor, porque hasta cuando reímos sentimos en el fondo del alma la punzada de nuestros sufrimientos y aún nuestros grandes gozos están humedecidos por el llanto y casi siempre se rompen con un sollozo desgarrador.
En fin, tan sólo se necesita que volvamos nuestros ojos primero sobre la historia del mundo, y después sobre la historia de nuestro propio corazón, para que veamos con evidencia la verdad de que venimos tratando: el dolor es un hecho universal.
¿Y qué debemos hacer cuando nos hallemos en la presencia del dolor?...Rechazarlo, sería imposible; maldecirlo, sería injusto; tratarlo con desdén e indiferencia sería una locura. Sería imposible rechazarlo, porque el dolor es realmente una ley universal, es decir, a todos afecta necesariamente, y como dice el autor de la Imitación "Quieras o no quieras tienes que sufrir' '. Sería injusto maldecirlo, porque es el compañero de toda nuestra vida y por lo tanto mejor será bendecirlo. Sería una locura tratarlo con desdén e indiferencia, porque conmueve naturalmente nuestros sentidos y nuestras facultades y todo nuestro ser.
Entonces, ¿qué debemos hacer cuando el dolor se presenta? Aceptarlo de buena voluntad. ¿Y cómo puede ser eso? ¿Qué el dolor no es un mal? ¿No es por ventura enteramente opuesta a nuestro corazón, sedienta de gozo y hambriento de dicha? Efectivamente, muchas almas se quejan de esta manera; pero en realidad el dolor necesita mejor recibimiento. El dolor, como vimos, es el fruto natural de la primera prevaricación; esto no obstante en los planes actuales de la Providencia está llamado a realizar grandes bienes. Sí, desde un principio, Dios ha tomado en sus manos omnipotentes las espinas del dolor para coronar El mismo las sienes y el corazón de sus criaturas privilegiadas. Desde entonces el dolor no viene del infierno, ni de la tierra, ni de los ángeles, ni de los hombres: únicamente viene de Dios. De esta manera, cuando sufrimos, no sufrimos por ciego fatalismo, sino por divina disposición; no por azote humano, sino por un flagelo celestial; no por la influencia de una criatura, sino por la voluntad del Creador omnipotente que todo lo dispone para nuestro bien.
Así considerado, el dolor es una caricia de misericordia, es un abrazo de benevolencia, es un ósculo de bondad, Por eso San Andrés Apóstol se acercaba a la Cruz de su martirio, ofreciéndole los más íntimos requiebros de su alma; San Lorenzo Diácono reía victoriosamente entre las llamas de su tormento, y San Felipe de Jesús saludaba a su patíbulo con verdaderos transportes de alegría. Así también procedieron todos los santos del cristianismo ¡Ah! pero ese mismo dolor es para otros una asfixia insoportable, una tortura tremenda un cadalso intolerable; y por eso no quieren recibirlo, al contrario, se apartan de él como de un ser contagioso. Pero, como en fuerza de un sortilegio, mientras más creen alejarse, más pronto caen en sus brazos opresores. Y tienen esa impresión desagradable, porque no piensan que el dolor viene de Dios, y entonces naturalmente se desesperan.
Los judíos se apartaron de la cruz con la blasfemia en los labios, y los paganos de la antigua Roma la quisieron desterrar con el estruendo y los placeres, y los impíos de todas las edades la pretendieron destruir con los ataques de la impiedad; en una palabra, todos han intentado evadir, en el transcurso del tiempo, la acción amenazante del dolor. No lo han conseguido a pesar de todo, y han sido también las víctimas forzadas de esa acción universal y nosotros ¿cuál conducta preferimos? ¿La de los héroes o la de los cobardes? ¿La de los santos o la de los impíos? sólo sabré responder que si tomamos la actitud de los impíos, las penas de la vida no tendrán ningún valor, ninguna utilidad, ni delante de los hombres ni tampoco delante de Dios; serán indudablemente como las perlas falsas de un collar ¡y algo menos todavía! En cambio, si seguimos el ejemplo de los santos, nuestros dolores tendrán precio incalculable y soberano esplendor. Entonces las lágrimas que caen de nuestros ojos y la gotas de sangre que se desprenden de nuestras venas y hasta nuestras pequeñas amarguras cotidianas, serán diamantes auténticos que, engastados en la diadema de nuestra gloria; esplenderán por los siglos.
El dolor aceptado voluntariamente es un místico crisol que purifica el oro de esta vida para formar la moneda, de la bienaventuranza. Después de estas reflexiones, ¿quién de nosotros querrá imitar todavía la actitud de los cobardes? ¿Quién no se abrazará del sufrimiento con la generosidad de los héroes? ¿Quién no soportará con alegría, a lo menos con resignación, las asperezas del destierro? Si procediéramos ya no digo como cristianos, sino hasta como simples seres racionales, tendríamos que responder, empleando las palabras del profeta Jeremías: "PESSIMA PLAGA MEA... ET PORTABO ILLAM: ES MUY GRAVE LA LLAGA DE MI DOLOR, ¡MAS YO LA SOPORTARE!" Jesús Crucificado, imagen viva de los dolores más íntimos, compendio de las amarguras más intensas, síntesis de los martirios más crueles, todas las almas que redimiste deben recorrer la senda de tu Calvario; yo no tengo mejor suerte; en realidad tampoco la deseo; acostumbrado a vivir en un ambiente mortificante desde mi juventud -in laboribus a juventute mea, me he familiarizado con la herida de mi dolor. Ciertamente busco ante todo la verdadera alegría, puesto que es el fin de mi naturaleza racional; sin embargo, en este triste destierro prefiero siempre tus lágrimas, tus abrojos y tu Cruz para recibir un día, a la hora de mi muerte, esto es, después del dolor supremo, la plenitud de la dicha perdurable; por eso, yo te suplico que me concedas la gracia singular de que nunca falten espinas en mi vida ni flores en mi tumba ...

jueves, 23 de mayo de 2019

Presencia de Satán en el mundo moderno



Nuestro punto de partida Después de los muchos relatos que hemos hecho, tanto de casos de infestación diabólica, cuanto de casos de posesión, estamos ya en situación de rechazar ciertas aseveraciones que han pretendido pasar por científicas. No hace mucho tiempo, era mal visto creer en la existencia real del Demonio y en su acción en el mundo. Daremos un ejemplo típico de los desprecios de lo que se llamaba la ciencia, con respecto a la enseñanza de la teología religiosa.
Nada más cortante, como vamos a verlo, pero en nuestra opinión, nada más estrecho y más falso.
Un médico, el doctor Legué, publicó en 1884 un libro intitulado Urbain Grandier y las posesas de Loudun, y no vaciló en proclamar en forma perentoria: "La ciencia ha sacudido hoy en día el yugo de la teología; no admite ya recurrir a las influencias diabólicas o divinas. . . Hace ya mucho tiempo que maestros ilustres estudian esas singulares afecciones neuropáticas que pasaban antaño por enfermedades sobrenaturales.
Gracias a sus trabajos, a la impulsión que ellos han dado a las investigaciones contemporáneas, Satán, el ser imaginario, ha desaparecido completamente; el campo pertenece sin discusión a la realidad científica. Los histéricos, como todos los otros enfermos, son cosas de médico y no del sacerdote o del monje exorcista..." 1
Pero la opinión del doctor Legué no es ya la de todos los médicos.
Mucho más cerca de nosotros, un psiquiatra de renombre, el profesor Jean Lhermitte, que acaba de morir (febrero de 1959), ha emitido un pensamiento muy diferente, en la revista Ecclesia de octubre 1954, bajo el título sugestivo: ¿Los posesos son locos? Escribe categóricamente:
"Por más que el espíritu científico y crítico haya disipado muchas nubes y arruinado innumerables mitos, no es menos cierto que en nuestro mundo moderno el número de posesos demoníacos es considerable.
Y fundo esta afirmación sobre una larga experiencia personal Está, pues, permitido creer en el Diablo, creer en las infestaciones, creer en los hechos de posesión, sin que la ciencia más exigente tenga por qué elevar una objeción.
Para un católico Satán es Alguien. Satán no es una abstracción, una invención imaginaria, un personaje de ficción, un artificio de novela. Satán no es tampoco el nombre mítico puesto por la ignorancia a enfermedades nerviosas que sólo tienen que ver con la medicina y nada tienen que ver con la teología.
Pero, no lo olvidemos, los hechos espectaculares que hemos presentado no son lo esencial de la acción del Demonio entre los hombres.
Podemos comparar los hechos de posesión a manifestaciones análogas, en sentido contrario; a las apariciones de la Virgen o de los santos.
Estas apariciones tienen su razón de ser para sacudir las almas y reavivar la fe. Pero la acción de Dios, de la Virgen y de los santos, su acción íntima, profunda, cotidiana, o para decirlo mejor, incesante por la gracia, es infinitamente más importante. Igualmente el hecho de la presencia de Satán en las instituciones, en las costumbres, en la vida humana, individual, familiar, nacional e internacional, tal como querríamos tratar de describirla, es una cosa mucho más vasta, más grave, más temible para todos nosotros. Que una pobre mujer sea poseída y que esté sometida por el Demonio a toda suerte de bromas groseras del estilo de las que acabamos de relatar, es muy afligente para ella y muy impresionante para nosotros, pero que naciones enveras estén, en cierto modo, bajo el yugo del Demonio, al punto de sufrir una especie de posesión colectiva, como parece indudablemente que ocurre ante nuestros ojos, ¡es infinitamente más aterrador y eso puede tener consecuencias temibles de otra manera!
Nuestros medios de discernimiento
Pero si tenemos señales, indicadas en el Ritual, para distinguir una verdadera posesión de una neurosis, con la cual, por otra parte, puede muy bien conjugarse, ¿es posible que sea lo mismo para lo que acabamos de llamar posesión colectiva? Es difícil decirlo. Estamos aquí librados a nuestras conjeturas. El Ritual no nos ofrece exorcismos para las naciones; ni para la humanidad entera. Sin duda el hecho de que un papa tan inteligente como León XIII haya creído deber agregar en cada misa privada un exorcismo caracterizado por su invocación a San Miguel, indica que él creía en infestaciones demoníacas particulares de nuestro tiempo. ¿Sobre qué fundaba este pensamiento? ¿Cómo discernir la presencia de Satán en el seno de nuestro mundo moderno? Todo el asunto está ahí.
Dos escollos hay que evitar en la solución que vamos a aportar.
El primero sería el de ver tanto a Satán por todas partes que las responsabilidades humanas queden arruinadas. Y el segundo, de no ver a Satán por ninguna parte, bajo el pretexto de que la malicia humana basta para explicar todos los desórdenes de los cuales somos testigos horrorizados.
Los demonios y los hombres pueden muy bien tener su parte en los males de los cuales nos quejamos, sea porque nos amenazan, sea porque ya nos han alcanzado.
Existe un Cuerpo Místico de Cristo y nos halagamos de formar parte de él. Pero hay, o puede haber también, un Cuerpo Místico de Satán que reúne a todas las inteligencias maléficas de la humanidad y del infierno.
En un texto que el Breviario Romano hace leer a los reclutados en las Órdenes, en el primer domingo de Cuaresma, Gregorio el Grande nos dice:
"Indudablemente el Diablo es el jefe de todos los malos —iniquorum— y todos los malos son los miembros de esa cabeza."
Y cita como miembros de ese cuerpo diabólico: Pilatos, los verdugos que crucificaron a Cristo, etc.
A ese paso existen pocos hombres, aún entre los cristianos, que no estén expuestos a ser, una u otra vez, "miembros" de Satán.
Pero el pecado que es retractado tan pronto como se lo comete, el pecado del cual se sabe hacer penitencia, no constituye propiamente hablando una pertenencia de Satán. Es un accidente, un paso en falso, una caída. No podría evitar que sigamos hacia adelante.
El cuerpo místico de Satán está formado por los humanos que se convierten en sus cómplices, que están prontos a seguir sus sugerencias, que viven de acuerdo con sus inspiraciones y sus principios.
Cómo se manifiesta Satán
Abordemos el problema más ajustadamente. ¿En qué reconocemos, sobre todo, la presencia de Satán? Es al Evangelio, fuente de toda claridad para nosotros, que conviene preguntárselo.
Jesucristo ha dicho sobre Satán cierta cantidad de cosas que debemos reunir y meditar.
Hablando a los fariseos que no cesaban de acosarlo, dijo un día: "Vosotros tenéis por padre al diablo, y deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentira.'* (Juan, VIII, 44.) ¿Acaso esto no está suficientemente claro?