Médico y medicina
de los dolientes,
Guía y defensa de
los caminantes,
Abogado y protector
de los pretendientes,
Consuelo y alivio
de los afligidos.
DEVOCIÓN E INTRODUCCIÓN
La devoción al
Glorioso San Rafael es un medio poderosísimo para alcanzar de Dios Nuestro
Señor bienes espirituales y temporales. Aconsejamos a todos los fieles cristianos
que tengan por abogado a este Santo Arcángel, para obtener la salud del alma y
el cuerpo, con innumerables bienes y frutos y la bendición de la majestad de
Dios, por la intercesión de este poderoso Arcángel, quien tantas señas ha dado
a los mortales de ser el que los favorece ante el Señor. Por tenerle olvidado
experimentamos notables faltas en muchas cosas, en particular en la salud.
Tengan devoción a este soberano Arcángel y la obtendrán por ser medicina de
Dios.
En virtud de
nuestra gran miseria, nos es muy necesario el favor de San Rafael. Es verdad
que Dios hace grandes favores a los hombres por medio de los demás Santos, pero
nuestra Santa Madre la Iglesia dice: “Baje del cielo Rafael, médico de la
salud, y curemos de todas las enfermedades”. Pudiendo llamar a otros Santos,
sin embargo llamó a San Rafael, como a quien corresponde este oficio por haber
sido destinado por el Señor para remedio de los mortales.
Los gloriosos Padres de la Iglesia, como San Agustín y San Jerónimo, afirman que cuando se ve una milagrosa curación, fue enviado Rafael por el Señor para remedio de aquella dolencia. No hablo de las curaciones que hizo con la remoción de las aguas en la piscina de Betesda, ni las que realizó con Tobías padre e hijo; ni con Sara, esposa de Tobías hijo, quienes vivieron hasta la quinta generación, porque de ésto nos ocuparemos en la novena. Tampoco diré lo que hizo con el glorioso patriarca San Juan de Dios, como nos lo refiere en su vida, ni lo que hizo con San Pedro mártir. Sólo diré una para gloria de España, por desgracia desagradecida por el olvido en el que tiene a este Soberano médico de la Cámara del palacio del Señor.
A la ciudad de
Córdoba vino una peste que la llenó de muertos, castigo de la mano de Dios, de
suerte que la mayoría moría sin confesión, porque murieron muchos confesores y
los pocos que quedaron no podían asistir a todos los enfermos. Andaba entre
ellos Fray Simón de Sousa, comendador de Nuestra Señora de la Merced, quien era
devoto de este Soberano Arcángel, demostrándolo no sólo confesando, sino
también dando limosna a los pobres en honor del glorioso Arcángel. Traspasado
de dolor al ver aquella desdicha, vino de noche al convento y entró en el coro,
e implorando a la Reina de los Ángeles, le pedía enviase al médico “Perfecto
Rafael”, y a él, que lo favoreciera como amigo en aquel castigo del Señor. A
estos clamores de Fray Simón no se hizo sordo este poderoso Arcángel,
apareciéndosele y diciéndole estas palabras:
“Yo soy Rafael, que
vengo a premiar tu ruego y la limosna que a los ojos del Señor vale tanto, como
la humildad y la caridad, que por Ti ha levantado el azote de su justicia sobre
este pueblo. Dile al obispo que ponga mi imagen en el pináculo de la torre de
la catedral y exhorte a los fieles a mi devoción, y serán aliviados siempre que
a la Reina de los Ángeles pidan la medicina del Señor, y a los que portaren mi
imagen los libraré de todo mal, en particular del demonio Asmodeo, príncipe de
la lujuria, pecado por el cual muchas almas pierden la gracia de Dios”.
Todo cuanto le dijo
San Rafael a Fray Simón, éste se lo declaró al obispo, quien hizo cuanto San
Rafael pidió, quedando la ciudad libre del azote de Dios. En señal de profunda
gratitud, el obispo instituyó su fiesta el 7 de mayo. Actualmente se celebra en
la iglesia universal el 24 de octubre. Esto hace con sus devotos este poderoso
Arcángel. Lo mismo hará con nosotros si hacemos lo que debemos, es decir, si
damos limosna en honra suya, por la cual obtenemos salud, bienes e hijos y nos
alcanza el cielo. Por el contrario, el amontonar tesoros no dando a los pobres,
sólo nos acarrea tropiezos, caídas y, lo que es más lamentable, la pérdida de
Dios. Tengamos un amigo para todo; no esperamos hasta el día de la tribulación.
Pero, ¿qué día no es de tribulación, en este mísero mar lleno de tantas olas?
Seamos de los barcos que llegan al puerto de salvación y no de los desdichados
que naufragan en el mar profundo del abismo. Con esta devoción nosotros tenemos
un amigo tan fiel y bueno, ya que a él sólo le interesa nuestro bien, para
gozar de la bienaventuranza eterna obtenida por la Preciosísima Sangre del
Cordero Inmaculado.
Te suplicamos,
Soberano Arcángel, mires el bien del prójimo con aquella caridad con la que
miraste a todos, en especial a los Santos que hemos mencionado.
ADVERTENCIAS
Forma de hacer esta novena
con mayor perfección y fruto
En primer lugar,
confesarse y comulgar para estar en gracia de Dios, pues así nos concederá su
Majestad, como amigos suyos, los favores que le pidamos y deseamos. Si por
cualquier fuerza mayor esta confesión y comunión no se pueden hacer el primer
día, se puede trasladar a cualquier día de la semana.
En segundo lugar,
reavivar en nuestras almas la devoción a la Reina de los Ángeles, acrecentando
nuestra confianza en su maternal protección, pues como sabemos, todos los
beneficios y favores que Dios da a sus hijos pasan y se distribuyen entre ellos
por las manos de su Santísima Madre.
En tercer lugar,
procuremos imitar aquellas virtudes especiales que practicaba el Santo Tobías,
por las cuales mereció que el Santo Arcángel le concediera singulares favores.
Dichas virtudes las menciona el mismo Santo Arcángel y son: la oración, la
limosna y la piedad con los difuntos, pues como dice la historia Sagrada, el
Santo Arcángel presentó ante el acatamiento Divino las oraciones y ruegos de
Tobías, consiguiendo de Nuestro Señor más de lo que deseaba.
Dia Primero
Hecha la señal de la cruz, se dirá el siguiente:
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío
Jesucristo, Vos, que no queréis la muerte del pecador sino que se convierta y
viva, vedme postrado a vuestros pies santísimos, lleno de arrepentimiento por
la multitud de mis pecados. Yo los detesto con toda mi alma, no sólo porque he
merecido por ellos el infierno y perdido el paraíso, sino más bien porque con
ellos he ofendido a un Dios tan bueno, a un Dueño tan amable, a vuestra
infinita Majestad. ¡Oh, Señor mío, Dios mío!
Siento un profundo dolor; os pido perdón e imploro vuestra misericordia.
¡Misericordia, oh, mi amado Jesús, misericordia! En adelante, estoy resuelto a
morir antes de volveros a ofender, contando para ello con el auxilio de vuestra
divina gracia, la intercesión de vuestra Madre Inmaculada y de mi protector, el
Arcángel San Rafael. Amén.
ORACIÓN A SAN RAFAEL
¡Glorioso Arcángel
Rafael, que estáis presente ante el trono del Altísimo! Yo, vuestro indigno
pero devoto protegido, me prosterno en vuestra presencia. Conociendo por una
parte mi indignidad y por otra vuestra ardiente caridad, os suplico, desde lo
íntimo del corazón, os dignéis escuchar mis humildes ruegos y presentarlos ante
el acatamiento divino, para obtener por vuestra mediación las gracias de que me
encuentro más necesitado en el alma y en el cuerpo. Os pido especialmente, ¡oh
glorioso Arcángel! Os dignéis alcanzarme la gracia de….. (aquí se especifica el
favor que se desea obtener). Mas, si prevéis que el objeto de mi súplica no ha
de contribuir a la mayor gloria de Dios y salvación de mi alma, os ruego, oh
celestial Protector mío, escojáis vos misma para mí la gracia que conozcáis me
ha de conducir con más seguridad a la eterna salvación, y ser más útil al
remedio de mis necesidades temporales. No miréis tanto a mis deseos, cuanto a
mi verdadero bien. Lleno de una entera confianza en vos, espero alcanzar lo que
solicito por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina con el
Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
CONSIDERACIÓN PRIMERA
SAN RAFAEL, GUIA DE LOS VIAJEROS
SAN
RAFAEL, GUIA DE LOS VIAJEROS
I- Debiendo el anciano Tobías enviar a
su hijo desde Nínive donde moraban, hasta Rages, ciudad de los Medos, para exigir de su deudor Gabelo una
importante suma de dinero, y sabiendo que este hijo carecía de experiencia en
los viajes, le encargó que se buscase un guía fiel, que conociese bien el
camino y prometiese a tal conductor la debida recompensa. Tan pronto hubo
salido el piadoso adolescente, cuando de pronto encontró a un gallardo mancebo
en actitud de viajar. Era éste el Arcángel San Rafael, que en esta forma había
bajado del cielo para acompañarle. Atraído por la hermosa presencia del
extranjero que se adelantó hacia él, le preguntó el joven Tobías si sabía el
camino que conducía al país de los Medos. –Sí, respondió el Arcángel, lo
conozco muy bien; lo tengo andado repetidas veces y he morado también en Rafes,
en la cada de Gabelo. Oída esta respuesta, Tobías corrió presuroso a dar
noticia de ella a su padre. El anciano admiró este rasgo de la Providencia
divina y mandó introducir en su casa al joven extranjero, a quien hizo varias
preguntas. Por las contestaciones que le dio el joven, Tobías depositó en él
toda su confianza y le entregó su hijo. El guía a su vez prometió acompañar al
joven Tobías asegurando que lo devolvería sano y salvo al seno de su familia.
Así partieron los dos caminantes, después de haber recibido la bendición del
santo anciano. Con qué fidelidad desempeñó su encargo el Arcángel lo sabemos
por el resultado feliz de su misión. No solamente devolvió al joven Tobías a
sus padres, sino que además se lo entregó colmado de bienes y hecho esposo de
una virtuosa compañera.
II- Consideramos ahora que todos en
este mundo somos verdaderos viajeros. Nuestra vida, ¿no es, por ventura, un
viaje del tiempo a la eternidad que no ha de concluir jamás? No tenemos aquí
abajo una ciudad permanente, dice el Apóstol, por eso andamos en busca de una
patria futura. Lo esencial, pues, es procurarnos un guía fiel que nos lleve por
el buen camino. Muchas son las almas que se apartan de esta senda, motivo por
el cual no llegan al puerto de la salvación. Algunas toman por guía el interés;
otras la ambición; éstas, el amor y los placeres de los sentidos; aquellas sus
propias desordenadas pasiones. Todas ellas, descarriadas, privadas de un buen
guía, no llegan a la patria; antes bien, se precipitan en un abismo insondable.
Examinémonos un poco. Preguntémonos a
nosotros mismos ¿cuál ha sido hasta ahora el guía de nuestro viaje?; ¿hemos
sido conducidos por las leyes del Señor o por las del mundo?; ¿por las máximas
eternas o por nuestro propio capricho? Cuando hayamos reconocido que nos hemos
equivocado de guía y de camino, cambiaremos de senda y recurriremos a San
Rafael como protector de los caminantes. Él nos proveerá de un fiel conductor,
o sea de un buen confesor, de un prudente Director o de un sincero amigo. Antes
de confiarle nuestra alma, consideremos sus acciones, examinemos sus máximas y
su modo de proceder, como hizo el anciano Tobías con respecto a San Rafael, que
se presentó bajo el nombre de Azarías. Asegurémonos como él, de si tiene experiencia
en los caminos de la salvación. Siendo así, entreguémonos en sus manos y, a
ejemplo del joven Tobías, obedezcamos durante el viaje de la vida a nuestro
conductor, y no emprendamos asunto alguno de importancia sin pedir antes su
consejo. Si obramos de este modo respecto al guía de nuestra alma, llegaremos
seguramente, cuando termine nuestro viaje, a la patria celestial.
SAN
RAFAEL, GUIA DE LOS VIAJEROS
I- Debiendo el anciano Tobías enviar a
su hijo desde Nínive donde moraban, hasta Rages, ciudad de los Medos, para exigir de su deudor Gabelo una
importante suma de dinero, y sabiendo que este hijo carecía de experiencia en
los viajes, le encargó que se buscase un guía fiel, que conociese bien el
camino y prometiese a tal conductor la debida recompensa. Tan pronto hubo
salido el piadoso adolescente, cuando de pronto encontró a un gallardo mancebo
en actitud de viajar. Era éste el Arcángel San Rafael, que en esta forma había
bajado del cielo para acompañarle. Atraído por la hermosa presencia del
extranjero que se adelantó hacia él, le preguntó el joven Tobías si sabía el
camino que conducía al país de los Medos. –Sí, respondió el Arcángel, lo
conozco muy bien; lo tengo andado repetidas veces y he morado también en Rafes,
en la cada de Gabelo. Oída esta respuesta, Tobías corrió presuroso a dar
noticia de ella a su padre. El anciano admiró este rasgo de la Providencia
divina y mandó introducir en su casa al joven extranjero, a quien hizo varias
preguntas. Por las contestaciones que le dio el joven, Tobías depositó en él
toda su confianza y le entregó su hijo. El guía a su vez prometió acompañar al
joven Tobías asegurando que lo devolvería sano y salvo al seno de su familia.
Así partieron los dos caminantes, después de haber recibido la bendición del
santo anciano. Con qué fidelidad desempeñó su encargo el Arcángel lo sabemos
por el resultado feliz de su misión. No solamente devolvió al joven Tobías a
sus padres, sino que además se lo entregó colmado de bienes y hecho esposo de
una virtuosa compañera.
II- Consideramos ahora que todos en
este mundo somos verdaderos viajeros. Nuestra vida, ¿no es, por ventura, un
viaje del tiempo a la eternidad que no ha de concluir jamás? No tenemos aquí
abajo una ciudad permanente, dice el Apóstol, por eso andamos en busca de una
patria futura. Lo esencial, pues, es procurarnos un guía fiel que nos lleve por
el buen camino. Muchas son las almas que se apartan de esta senda, motivo por
el cual no llegan al puerto de la salvación. Algunas toman por guía el interés;
otras la ambición; éstas, el amor y los placeres de los sentidos; aquellas sus
propias desordenadas pasiones. Todas ellas, descarriadas, privadas de un buen
guía, no llegan a la patria; antes bien, se precipitan en un abismo insondable.
Examinémonos un poco. Preguntémonos a
nosotros mismos ¿cuál ha sido hasta ahora el guía de nuestro viaje?; ¿hemos
sido conducidos por las leyes del Señor o por las del mundo?; ¿por las máximas
eternas o por nuestro propio capricho? Cuando hayamos reconocido que nos hemos
equivocado de guía y de camino, cambiaremos de senda y recurriremos a San
Rafael como protector de los caminantes. Él nos proveerá de un fiel conductor,
o sea de un buen confesor, de un prudente Director o de un sincero amigo. Antes
de confiarle nuestra alma, consideremos sus acciones, examinemos sus máximas y
su modo de proceder, como hizo el anciano Tobías con respecto a San Rafael, que
se presentó bajo el nombre de Azarías. Asegurémonos como él, de si tiene experiencia
en los caminos de la salvación. Siendo así, entreguémonos en sus manos y, a
ejemplo del joven Tobías, obedezcamos durante el viaje de la vida a nuestro
conductor, y no emprendamos asunto alguno de importancia sin pedir antes su
consejo. Si obramos de este modo respecto al guía de nuestra alma, llegaremos
seguramente, cuando termine nuestro viaje, a la patria celestial.
Medítese un poco y después léase el
EJEMPLO
Hace pocos años la Superiora General
de un Instituto franciscano y misionero tuvo que emprender un largo viaje
acompañada de cuatro religiosas, y dirigirse a un noviciado dedicado a San
Rafael. Conforme al espíritu de la Iglesia, el viaje se puso bajo la protección
del celestial guía de los caminantes, San Rafael, cuya imagen llevaba consigo
la Superiora. El último día del viaje, un coche particular las conducía a su
convento. Este coche, adquirido de lance y en apariencia nuevo, habría engañado
a los ojos más expertos. Al pasar por una pendiente rápida y entre dos
precipicios, el fondo donde iban los equipajes se abrió, las cuatro ruedas
quedaron separadas de sus ejes y la capa del coche fue arrastrada por el
pescante. La Superiora fue la primera en arrastrarse al camino y puesta de
rodillas, exclamó: -Dios mío, tened piedad de nosotras!. Las otras cuatro
religiosas rodaron sobre su cabeza. Si el caballo hubiera dado un solo paso,
las religiosas hubieran sido destrozadas. Mas, afortunadamente, aquél
permaneció inmóvil, como si fuera de mármol. Todas las religiosas pudieron
escapar del peligro. Se miraron con inquietud. Ninguna de ellas tenía una sola
erosión y el cochero lanzado a lo lejos quedó también sano y salvo. El Ángel de
los viajeros, su protector escogido, las había salvado.
Seamos fieles a las amonestaciones de
la Santa Iglesia, que invoca todos los días al Arcángel San Rafael en la
oración que compuso para los viajantes con el título de Itinerario. Jamás
dejemos, antes de emprender un viaje, de ponernos bajo la protección de este
celestial Arcángel.
Ahora se rezará nueve veces el Gloria
Patri en honor de los nueve coros angélicos, y se dirán las siguientes
oraciones:
EJEMPLO
Hace pocos años la Superiora General
de un Instituto franciscano y misionero tuvo que emprender un largo viaje
acompañada de cuatro religiosas, y dirigirse a un noviciado dedicado a San
Rafael. Conforme al espíritu de la Iglesia, el viaje se puso bajo la protección
del celestial guía de los caminantes, San Rafael, cuya imagen llevaba consigo
la Superiora. El último día del viaje, un coche particular las conducía a su
convento. Este coche, adquirido de lance y en apariencia nuevo, habría engañado
a los ojos más expertos. Al pasar por una pendiente rápida y entre dos
precipicios, el fondo donde iban los equipajes se abrió, las cuatro ruedas
quedaron separadas de sus ejes y la capa del coche fue arrastrada por el
pescante. La Superiora fue la primera en arrastrarse al camino y puesta de
rodillas, exclamó: -Dios mío, tened piedad de nosotras!. Las otras cuatro
religiosas rodaron sobre su cabeza. Si el caballo hubiera dado un solo paso,
las religiosas hubieran sido destrozadas. Mas, afortunadamente, aquél
permaneció inmóvil, como si fuera de mármol. Todas las religiosas pudieron
escapar del peligro. Se miraron con inquietud. Ninguna de ellas tenía una sola
erosión y el cochero lanzado a lo lejos quedó también sano y salvo. El Ángel de
los viajeros, su protector escogido, las había salvado.
Seamos fieles a las amonestaciones de
la Santa Iglesia, que invoca todos los días al Arcángel San Rafael en la
oración que compuso para los viajantes con el título de Itinerario. Jamás
dejemos, antes de emprender un viaje, de ponernos bajo la protección de este
celestial Arcángel.
Ahora se rezará nueve veces el Gloria
Patri en honor de los nueve coros angélicos, y se dirán las siguientes
oraciones:
INVOCACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
Enviad, Señor, del
alto cielo, al Arcángel San Rafael, médico celestial, para que sane todos los
enfermos y dirija también nuestros pasos en el camino de la vida.
V- Os alabaré,
Señor, en presencia de los Ángeles.
R- Os adoraré en vuestro santo templo y bendeciré vuestro nombre.
Antífona. Príncipe gloriosísimo,
Arcángel San Rafael, acuérdate de nosotros; aquí, en todas partes y siempre,
ruega por nosotros al Hijo de Dios.
V- Señor, dignáos escuchar mis súplicas.
R- Y lleguen a vos mis clamores.
ORACIÓN
Dios y Señor, que os dignasteis designar al Arcángel San Rafael para que acompañe en su camino a vuestro siervo el joven Tobías, concédenos a nosotros vuestros ciervos vernos siempre protegidos con su amparo y fortalecidos con sus auxilios. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
Dia Segundo
Por la señal… Acto de contrición y oración como en el Día PrimeroCONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, PROTECTOR EN LOS PELIGROS
I.- Sigamos al
joven Tobías durante el primer día de su viaje. Los dos peregrinos se
detuvieron a las orillas del Tigris. Fatigado Tobías por una larga jornada y
atraído por lo límpido de las aguas, se disponía a lavarse los pies para tomar
nuevas fuerzas y continuar el camino. Mas he aquí que del fondo del río salió
un pez de extraordinaria magnitud, con las fauces abiertas amenazadoras. A la
vista del peligro y lleno de espanto, el pobre joven llamó con grandes gritos a
su conductor: - ¡Señor, señor, venid, que se abalanza sobre mí! Al oír estas
voces, el Santo Arcángel corrió presuroso para librar a Tobías. Le aconsejó que
se adelantase con resolución, que cogiese a su enemigo por las agallas y lo
sacase fuera del agua. Todo resultó de maravillas. Inmediatamente el Ángel
enseñó al joven que las entrañas del Pez servirían de remedio para su padre y
las carnes de provisión durante el viaje. De este modo, supo el Santo Arcángel
sacar del mismo peligro grandes ventajas para el joven Tobías, que había
implorado su auxilio.
II. - Reflexionemos
ahora nosotros, los peregrinos de la tierra, la multitud de peligros que por
todas partes nos cercan durante el curso de la vida. ¡Cuántos accidentes nos
pueden ocurrir en este largo viaje! ¡Cuántas repentinas desgracias pueden venir
sobre nosotros en medio de las diversiones y los placeres! Podemos encontrar
peligros hasta en los quehaceres más comunes y en las ocupaciones de cada día.
Ante estas pruebas inesperadas, ¿qué debemos hacer? Lo mismo que hizo Tobías.
Recurrir desde lo íntimo del corazón al gran protector de cuantos se hallan en
peligro y clamar a San Rafael: ¡Señor, socorredme, porque me veo en peligro! La
experiencia nos enseñará que el Santo Arcángel no tardará en socorrernos, como
lo hizo con el joven Tobías.
Si de tal modo
debemos proceder en los peligros del cuerpo, con mayor razón hemos de
conducirnos así en los del alma. ¡Cuántas no son las tentaciones con que nos
asalta el demonio para perdernos! ¡Cuántas seducciones no emplea el mundo para
perdernos en sus lazos, en tanto que la carne nos estimula y arrastra para que
secundemos sus desordenados apetitos! Cuando nos veamos asaltados por estos
monstruos crueles que amenazan a nuestra alma, acudamos pronto a nuestro Santo
Protector, y digámosle: ¡Señor, acudid, que se arrojan sobre nosotros! Estemos seguros de que no sólo nos dará
fuerza para resistir a nuestros encarnizados enemigos, sino que hará, además,
que sus mismos asaltos se conviertan en provecho nuestro. Si queremos sacar
partido de las tentaciones que nos persiguen, imitemos a Tobías. Obedezcamos
con prontitud al guía de nuestra alma, ejecutemos con generosa puntualidad
cuanto él nos ordene. De este modo los mismos peligros servirán realmente para
nuestro provecho espiritual.
Medítese
un poco, y después léase el
EJEMPLO
El pueblo de
Puzzoli, en Italia, profesa una devoción especial a San Rafael. Un albañil de
este lugar, llamado Jenaro de Pietro, trabajaba en reparar uno de los muros de
la iglesia dedicada al Santo Arcángel. La obra había llegado ya a las pilastras
y estaba poco menos que concluída. Los trabajadores se encontraban a una altura
considerable. Era un sábado 3 de marzo. El sacerdote encargado de la iglesia
había adornado ricamente el altar mayor, consagrado a San Rafael. De repente,
falló el pie al maestro de obras, que cayó, precipitándose desde lo más alto
del andamiaje. Al oír el ruido del golpe, el sacerdote miró con horror aquel
espectáculo y al mismo tiempo oyó decir que el desgraciado estaba ya muerto,
sin que hubiera podido recibir ningún auxilio espiritual. Sin embargo, el buen
sacerdote, lleno de confianza, se arrodilló ante el altar y oró con gran
fervor. Todos los allí presentes rezaron con él nueve veces Gloria Patri en
honor de los nueve coros angélicos. El santo escuchó sus oraciones. Apenas
terminaron el último Gloria Patri, el muerto abrió los ojos, suspiró, se
levantó sobre sus pies y echó a andar. Proclamóse en alta voz el milagro, y el
reconocimiento hacia San Rafael creció extraordinariamente al observar que
Jenaro no tenía fractura alguna, ni herida, ni la más leve contusión. Pocos
días después volvió al trabajo, agradeciendo con lágrimas al santo Arcángel el
señalado beneficio de que había sido objeto.
Récense ahora los nueve Gloria Patri y demás oraciones
para todos los días como en el Día Primero.
Dia Tercero
Por la señal… Acto de
contrición y oración como el Día Primero
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, REFUGIO DE LOS INDIGENTES
I. - Mientras
Tobías vivió en la Judea, fue uno de los más ricos y más estimados de la tribu
de Neftalí. Después de la conquista de Salmanasar, fue llevado cautivo a Nínive
con todos los demás hijos de Israel. En el mismo destierro conservó una cierta
prosperidad porque el rey, después de haber asignado a todos los hebreos el
lugar en donde habían de permanecer y del cual les estaba prohibido ausentarse,
bajo severas penas, concedió en cambio a Tobías, por sus bellas cualidades, la
elección de su residencia y una completa libertad de acción. De este modo, en
la misma esclavitud gozaba Tobías de un relativo bienestar.
Mas, las cosas de
este mundo están expuestas a grandes vicisitudes. Murió Salmanasar y le sucedió
Senaquerib. Enemigo de los judíos, el nuevo rey hizo morir a un gran número de
ellos. Habiendo sabido que Tobías daba los honores de la sepultura a aquellos
mismos a quienes él había mandado asesinar en Nínive, hizo que se le
confiscasen todos los bienes y lo condenó a muerte. Pero si plugo a Dios
permitir que Tobías quedase reducido a la indigencia, quiso sin embargo
conservarle la vida. He aquí, pues, al rico Tobías convertido en un pobre
indigente. Y no paró aquí su infortunio. Retirándose una tarde, fatigado por la
tarea de enterrar a los muertos, quedóse dormido al pie del muro en cuya cima
las golondrinas habían construido su nido, y desprendiéndose sus inmundicias,
cayeron sobre los ojos de Tobías y le dejaron enteramente ciego. La ceguera
unida a la pobreza, ¡qué profunda miseria! Para proporcionarse lo necesario de
la vida, Ana, su mujer, acostumbrada hasta entonces a valerse para todo del
servicio de sus criados, se vio en la necesidad de ejercer el oficio de
tejedora.
La única esperanza
de poner remedio a tantos males era un crédito que tenían contra Gabelo, que
vivía en la Media. Esta provincia se hallaba muy distante y Tobías no conocía
persona suficientemente fiel para confiarle el encargo de cobrar aquella deuda.
Sólo le quedaba, pues, un medio: exponer a su hijo único a los riesgos de un
viaje largo y peligroso, sin tener seguridad de recobrar el dinero. Entonces
fue cuando San Rafael, el amigo y refugio de los indigentes, movido a compasión, acudió pronto en su ayuda y
convirtiéndose en guía de su hijo, lo acompañó a casa de Gabelo y recobró la cantidad que éste debía. Y no es
todo: el Arcángel preparó un remedio para los ojos del anciano Tobías en la
hiel del pez, y para llevar hasta el colmo su felicidad, dio a su hijo por
esposa a Sara, la hija también única de Raquel. La casa de Tobías, sumida en
una profunda tristeza, vino a ser bien pronto la más rica y feliz de Nínive.
II. - Reflexionemos
este día sobre nuestra posición personal. ¿Nos hallamos en medio de la
prosperidad? No nos llenemos de orgullo con nuestras riquezas, no las
utilicemos en usos profanos y en gastos superfluos o que no sean conformes a
nuestra condición. Por el contrario, consagrémoslas al socorro de los pobres,
como lo hizo Tobías. Lo que aconteció a él nos puede suceder también a
nosotros. Se puede suscitar contra nosotros un pleito o litigio en el cual
perdamos cuanto poseemos; una calumnia puede armar contra nosotros a la
justicia humana y conducirnos a la pérdida de todos los bienes. Si hemos
imitado a Tobías en la prosperidad, confiemos que en nuestros infortunios el
Arcángel San Rafael, Protector de los indigentes, nos hará recobrar nuestra
anterior prosperidad, y acaso una situación mucho mejor.
III. - Si en vez de
gozar de prosperidad nos encontramos en la indigencia, recurramos con fe a San
Rafael. Su compasión en favor de los desgraciados le hará encontrar el medio de
socorrernos. Tocará el corazón de los poderosos, alguno de los cuales tomará
bajo su protección, al modo en que Tobías fue protegido en su cautiverio por
Salmanasar. Podrá ser también que el Santo Arcángel nos haga encontrar algunos
antiguos títulos que nos proporcione el medio de recuperar los bienes que se
nos deben, como lo fue para Tobías el crédito de Gabelo; o bien el mismo San
Rafael inspirará a cuantos dependen de nosotros el deseo de industriarse a
favor nuestro con el trabajo de sus manos, como lo hizo Ana para remediar la
miseria de su familia. Por último, de un modo u otro el Santo Arcángel nos hará
sentir los efectos de su poderosa protección.
Medítese
un poco y después léase el
EJEMPLO
Léase el siguiente
relato de una obrita publicada por el Padre Richa, de la compañía de Jesús, el
año 1751.
“Había en Florencia
un monasterio de religiosas benedictinas muy devotas de San Rafael. Su
confesor, el Padre Alvizzo, de la orden carmelita, tenía también una ilimitada
confianza en el Santo Arcángel. Estas religiosas sufrieron una gran prueba
concerniente nada menos que a la reputación de su monasterio. El asunto llegó
hasta la misma Santa Sede, y las religiosas eran presas de una mortal ansiedad.
Un día, hacia la
hora nona, oyeron dar grandes golpes a la puerta del convento. Acudió
inmediatamente la portera y se encontró en presencia de un peregrino que pedía
limosna, diciendo: “Voy a Roma y allí os ayudaré, y a mi regreso os traeré
noticias muy agradables. Que la Comunidad rece durante el espacio de nueve días
los tres salmos: Coeli enarrant, Sape expugnaverunt y De profundis. Que haga
también arder nueve cirios de vela blanca. Todo esto en honor de los nueve
coros angélicos”. El confesor acudió
también a su vez; había sido también consolado con una visión de San Rafael.
Algún tiempo
después, un domingo 10 de octubre hacia las seis de la tarde, la Madre Abadesa
se hallaba con algunas otras religiosas cuando un joven llegó a ellas muy de
prisa y les dijo: - “Buena noticia, buena noticia!” Dicho lo cual, se retiró
con igual presteza. En efecto, el asunto de las religiosas estaba ya
favorablemente resuelto, y se vieron libres del peligro que las amenazaba. En
prueba de reconocimiento, la Madre Abadesa, Margarita Macci, hizo representar
en un cuadro al Santo Arcángel con traje de peregrino, como se les había
aparecido, y las religiosas establecieron la costumbre de rezar todas las
tardes, después de Completas, los tres salmos recomendados por el Arcángel.
Además, durante nueve días continuos que comienzan en la fiesta de San Mateo,
las religiosas mandan encender nueve cirios de cera blanca como homenaje al
Santo Arcángel, su insigne protector. Desde entonces los tres salmos indicados
por San Rafael suelen incluirse en las novenas consagradas en su honor.
Récese
nueve veces el Gloria Patri y demás oraciones para todos los días.
Dia Cuarto
Por la señal… Acto de contrición y oración como todos los
días
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, CONSOLADOR DE LOS AFLIGIDOS
I.- ¡Qué grande fue
la aflicción de Tobías cuando, al despertar de un sueño, se encontró
repentinamente ciego! Sin duda que el santo anciano se conformó en lo íntimo de
su alma con la adorable voluntad del Señor; pero esto no obstante, la humana
naturaleza reclamaría también sus derechos y produciría, como acontece de
ordinario, aquella melancolía que da a los ciegos una noche continua en la cual
se hallan sepultados. El mismo Tobías se lo manifestó al Arcángel San Rafael,
cuando fue introducido en casa de su hijo bajo el supuesto nombre de Azarías.
El Ángel lo saludó con estas regaladas palabras:
-Que la alegría os
acompañe siempre-. A lo cual respondió Tobías, con acento de amargo dolor: -¿De
qué alegría puedo gozar yo que me encuentro entre tinieblas y sin ver jamás la
luz del cielo?Al momento, ejerciendo el Santo Arcángel el oficio de consolador
de los afligidos, le predijo su próxima curación: -Tened buen ánimo, Tobías, se
acerca el momento en que vais a ser curado por Dios. En efecto; al regreso de
su hijo, el anciano tuvo el doble consuelo de recobrar aun mismo tiempo la
vista y el hijo.
II.- No fue menor
la aflicción de la que el Arcángel San Rafael libró a Sara, hija
única de Raquel, a
la cual el demonio había arrebatado sucesivamente siete maridos. Lo que más
afligía a la infortunada viuda era la malignidad de ciertas lenguas que la
acusaban de ser cómplice en aquellas muertes trágicas. Hasta una criada suya le
dirigió en este sentido un insolente reproche. Cierto día en que Sara la
reprendió por no sabemos qué falta, ella le respondió con estas injuriosas
palabras: -Asesina de tus maridos, ¿por ventura quieres también acabar conmigo,
como acabaste con tus siete esposos?. De tal modo afligieron estas palabras a
la hija de Raquel, que llena de angustia se retiró a su habitación, donde
permaneció tres días y tres noches sin tomar alimento ni entregarse al
descanso, ocupada sólo en llorar su desgracia y pedir al Señor que la
consolase. Sus lágrimas y sus oraciones no fueron infructuosas. Entonces fue
cuando el Señor envió al Arcángel San Rafael, que debía consolar a la vez el
corazón de Tobías restituyéndole la vista y el corazón de Sara, librándola de
la obsesión de Asmodeo. “El Señor, dice el Texto sagrado, envió a su Ángel San
Rafael para curar a los dos, cuyas oraciones le habían sido presentadas a un
mismo tiempo.”
Por estas palabras
ha querido Dios sugerir a los afligidos la idea de recurrir a San
Rafael, cuya bondad
sabe y quiere consolarlos.
III.- Consideremos
ahora que las aflicciones no pueden faltar nunca a cuantos
viven en este
mundo. Habitamos una tierra que no produce otra cosa que abrojos y espinas. El
hombre se ve afligido por todas partes; en el cuerpo por la enfermedad, la
pobreza y el cansancio; en su espíritu por los escrúpulos, las dudas, las
desolaciones, la melancolía, las aprensiones y las sugestiones diabólicas.
Acaso algunos podrían llevar una vida tranquila, pero se ven sumidos en el
dolor por la conducta de sus hijos, la envidia de sus iguales o la opresión de
los poderosos. A veces, un ligero resentimiento con el amigo o una contestación
desabrida de los criados bastan para arrebatarnos la paz del corazón y hacernos
pasar, como Sara, los días y las noches enteras en continua tristeza. No sólo
nuestras propias tribulaciones, sino también las de los demás contribuyen a
hacernos desgraciados. La muerte de un hijo, la enfermedad de un pariente, la
quiebra de un negociante, pueden hacernos probar una amarga pena, aún en medio
de una gran prosperidad.
En semejantes
circunstancias, ¿qué debemos hacer?. Recurrir al Arcángel San
Rafael, consolador
de los afligidos; recordarle cuán bien supo consolar a Tobías y Sara, y
suplicarle se digne atendernos también para nuestro consuelo.
Medítese un poco y después
léase el
EJEMPLO
San Juan de Dios,
consagrado al servicio de los enfermos y destinado a fundar una Orden religiosa
para el consuelo de los mismos, fue privilegiado especialmente por el Arcángel
San Rafael, que le socorrió en todas sus necesidades.
Cierto día, eran
insuficientes las provisiones en su hospital de Granada. Carecía de pan para
sus pobres y el corazón del Siervo de Dios hallábase angustiado. De pronto se
le apareció San Rafael. Todos los que se hallaban presentes gozaron de esta
visión. Iba vestido con un traje semejante al de San Juan de dios y llevaba una
alforja llena de panes. El
santo reconoció desde luego a su celestial protector, que ya en otras ocasiones
le había favorecido. El glorioso Arcángel le dijo con una voz dulce y cariñosa:
-“¡Hermano mío!, todos nosotros formamos un solo y un mismo Orden; hállanse
hombres que bajo un tosco vestido pueden ser iguales a los ángeles. Recibe
estos panes que te envía el cielo para socorrer la necesidad de tus pobres”. Y
entregándole las alforjas, desapareció, dejando en el corazón del santo tan
gran consuelo y alegría como el mundo sería incapaz de proporcionar a los
afligidos.
Atendiendo a la
protección dispensada al santo Fundador, el Instituto de San Juan de Dios
venera a San Rafael como su patrono especial, y celebra su fiesta con rito de
primera clase y octava.
Rezar nueve veces el Gloria
Patri y demás oraciones para todos los días.
Dia Quinto
Por la señal… Acto de contrición y oración como en los
anteriores.
CONSIDERACION
SAN RAFAEL,
MEDICO DE LOS ENFERMOS.
I.- San Rafael
lleva en su mismo nombre el título de médico de los enfermos, puesto que Rafael
significa “Medicina de Dios”, La santa iglesia, al solicitar con ternura
maternal la curación de sus hijos enfermos, pide al Señor en uno de sus signos
litúrgicos que envíe del cielo a San Rafael, médico experto, para que los cure
de todos sus males.
El mismo santo
Arcángel dio a conocer su habilidad en el arte de curar cuando mandó al joven
Tobías a conservar la hiel del pez, señalándola como un medicamento destinado a
devolver la vista a su anciano padre. La verdad de estas palabras se manifestó
claramente cuando el joven Tobías aplicó este remedio al regresar a la casa
paterna.
II.- Consideremos
ahora a cuántos males estamos expuestos durante el curso de nuestra vida. Los
médicos enseñan que sólo nuestros ojos pueden padecer más de cien diversas
enfermedades. Juzguemos por aquí lo que sucederá en los demás miembros de
nuestro cuerpo. De aquí que la salud sea considerada como uno de los tesoros
más preciosos que se pueden poseer en este mundo. Cada uno procura conservarla
a costa de mil precauciones, y si por desgracia se pierde, ¿qué no hace el
hombre para recobrarla? Llámase a los
médicos más sabios y de mayor renombre; se escribe al extranjero para conocer
el dictamen de los más celebrados especialistas; ¡en tanto estimamos nuestra
salud!
III.- Ya que ésta
es la condición de la humanidad, ¿qué médico más hábil podemos encontrar para
nuestras enfermedades que el Arcángel San Rafael? Si él se encarga de asistirnos
la curación es indudable, porque no sólo es médico de la salud, medicus
salutis, sino que es además remedio infalible en su calidad de medicina de
Dios: Rafael, medicina Dei. ¿Por qué, pues, no recurrir con prontitud al
patrocinio de San Rafael en nuestras enfermedades y en la de aquellas personas
que nos son más queridas? Pidámosle que nos asista y que inspire a los doctores
que nos cuidan los remedios más propios para una pronta y completa curación.
No son solamente
los enfermos los que deben recurrir a San Rafael, sino también los mismos
médicos al principio de la enfermedad; que pidan al Santo Arcángel se digne
ilustrarlos acerca de la naturaleza y origen de la dolencia, y sugerir a su
inteligencia los remedios más eficaces.
Si conviene recurrir
a San Rafael para que nos conserve la salud del cuerpo o para que nos la
devuelva cuando la hemos perdido, con mucho mayor interés debemos acudir a él a
fin de que nos conserve la salud del alma, que es la gracia de Dios. Roguémosle
que si alguna vez la perdemos, nos la haga recobrar por medio de una sincera penitencia, de la cual
la hiel del pez es un verdadero símbolo, porque es amarga.
Medítese
un poco y después léase el
EJEMPLO
El Arcángel San
Rafael fue dado por Nuestro Señor a la Franciscana de Nápoles, Santa María
Francisca de las Cinco Llagas, para que la socorriese en sus enfermedades. El
celestial Espíritu puso en esto un cuidado extraordinario, digno de su respeto y amor hacia Dios, quien le había
confiado a la Santa. Apareciósele en forma de joven vestido de blanco y de una
belleza incomparable. María Francisca quedó sorprendida y sin poder decir una
palabra. Habló, pues, primero el Arcángel y le dijo: -“Yo soy San Rafael, a
quien el Altísimo ha enviado para curar la llaga de tu costado, que está a
punto de gangrenarse. Renueva tu confianza en Dios y Él te bendecirá”. Al día
siguiente por la mañana, la llaga estaba ya del todo sana, si bien unos días
más adelante volvió a presentar un aspecto alarmante. Sentía en el corazón un
dolor tan agudo que no podía moverse. El santo Arcángel se convirtió en su
enfermero; cortábale el pan tomándole el cuchillo en las manos y diciéndole con
graciosa sonrisa que no era capaz de servirse a sí misma; si alguna vez
intentaba levantar una silla u otro objeto cualquiera cuyo peso le pudiera
hacer daño, el Arcángel acudía a levantarlos con su propia mano y los llevaba
al sitio donde la Santa deseaba colocarlos. De tal modo, llegó a gozar esta
bienaventurada Virgen de una íntima familiaridad con el Santo Arcángel.
Este ejemplo nos
enseña que tanto San Rafael como los demás Espíritus celestiales pueden estar
con nosotros en las circunstancias y ocupaciones más ordinarias de la vida.
Se
reza nueve veces el Gloria Patri y demás oraciones para todos los días.
Dia Sexto
Por la señal… Acto de contrición y oración como todos los
días.
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, MEDIADOR EN EL MATRIMONIO CRISTIANO
I.- Sara, la hija
de Raquel, juzgábase a sí misma como una de aquellas mujeres infelices de
Israel, a quienes el Señor privaba de la posteridad porque, habiendo tenido
siete maridos, se los vio arrebatados todos por el demonio sin que pudieran
siguiera acercarse al lecho nupcial. En su desgracia, no hacía otra cosa sino
llorar y pedir al Señor que la librase de aquel oprobio. Y precisamente durante
los tres días y tres noches que Sara pasó en la oración y las lágrimas,
llegaban a Rages Tobías y San Rafael. Como Tobías no conocía a nadie en esta
ciudad, preguntó a su conductor dónde se alojarían. El santo Arcángel le respondió:
-Tienes en esta ciudad un hombre llamado Raguel, primo de tu padre. Iremos pues
a su casa. Tiene una hija única, la cual pedirás por esposa, porque según la
ley te pertenece, lo mismo que todos sus bienes.
Sorprendido por tal
proposición, el joven Tobías objetó respetuosamente por aquello que había oído,
que otros siete se habían desposado sucesivamente con su prima y que todos
ellos habían muerto víctimas del demonio Asmodeo. Rogóle por tanto, considerase
que, siendo él hijo único, era de temer que, si le acontecía suerte tan fatal,
quedaría extinguida su familia y sus ancianos padres morirían de dolor.
- Si pones en
práctica lo que yo te diré, respondió el Arcángel, nada tienes que temer.
Cuando seas introducido en la habitación nupcial, toma una parte de las
vísceras de este pez, ponla sobre carbones encendidos, y el humo que despidan
tendrá la virtud de ahuyentar al demonio. Consagra después en unión con tu
esposa la mayor parte de la noche a la oración. Haz lo mismo las dos noches
siguientes, y en la cuarta vendrá sobre vosotros la bendición del Señor.
Discurriendo de
este modo, los dos viajeros entraron en la ciudad de Rages y se encaminaron
hacia la casa de Raguel, quien no obstante ignorar los nombres de los
peregrinos, los recibió con gusto, siguiente en esto la tradición patriarcal en
orden a la hospitalidad. Conociendo después por el que hacía de guía que el
joven era hijo de su primo, Raguel se llenó de alegría, abrazó a su sobrino, le
cubrió de besos, llamó a su mujer y le mandó preparar un festín. Mas el joven
Tobías, deseoso de obedecer a su conductor, se dirigió a Raguel y le dijo: -No
probaré alimento alguno en vuestra casa, hasta tanto no me prometáis la mano de
vuestra hija.
Esta proposición
sorprendió al virtuoso Raguel, quien no pudo dar de pronto respuesta alguna.
Entonces el santo Arcángel desvaneció sus temores, diciendo: -No temáis acceder
a la petición de Tobías, porque Dios ha destinado para él a vuestra hija.
Consolado Raguel
con estas palabras, exclamó: -Veo que el Señor ha oído mis súplicas y se ha
compadecido de mis lágrimas. Sin demora llamó a su hija, y tomando su mano
derecha y la misma de Tobías, las unió, los bendijo y quedaron celebradas las
bodas.
Cuando Tobías se
retiró a la habitación nupcial, puso en ejecución cuanto el Arcángel le había
ordenado. Después que el demonio fue ahuyentado por el humo misterioso, Tobías
y su joven esposa imploraron por medio de la oración la asistencia divina. A la
mañana siguiente, los esposos aparecieron alegres y llenos de vida, con gozo
inmenso de sus padres y de toda la servidumbre. Gracias a la protección de San
Rafal, permanecieron felices en el santo matrimonio hasta la hora de su muerte.
II.- Considérense
ahora las quejas que se oyen frecuentemente en el mundo: ¡Cuántos esposos son
desgraciados en su estado!. ¿Dónde habrá que buscar el origen de estos
disgustos? El mismo Arcángel San Rafael lo dijo bien claramente a Tobías: -Hay
muchos que abrazan el matrimonio rechazando a Dios en su alma. Para encontrar
un esposo, las jóvenes se entregan a la vanidad y la coquetería; en lugar de
atender al cumplimiento de los deberes de la piedad cristiana, buscan llamar la
atención y atraer hacia sí miradas de todos; apartan a Dios de su alma y Dios
permite en castigo que no encuentren marido, o si acaban por encontrarlo, viven
después descontentas entre las pesadas cadenas del matrimonio.
No procedió así la
virtuosa Sara. Recurrió a Dios y Él le envió del cielo al Arcángel San Rafael a
fin de que le proporcionase un marido digno de su condición y adornado de todas
las cualidades que pudiera apetecer. Preciso es, por tanto, confiar a Dios el
asunto de la elección de estado, y el Santo Arcángel no dejará de proporcionar
a cada uno la esposa o el marido que le convenga.
III.- Considérese
por otra parte que, al entrar Tobías en la casa de Raguel, no trató
directamente con Sara de su matrimonio, sino que la pidió a su padre. Por esta
razón el Arcángel Rafael hizo desaparecer cuantas dificultades se presentaron
en aquel desposorio.
¡Ah! ¡Si todos los
jóvenes imitasen la conducta de Tobías en la elección de su esposa, no habría
tantos disturbios en las familias! Los que quieran escoger una compañera en la
vida, acudan directamente a los padres y no traten en secreto con ella el asunto.
Si se les presentan dificultades, recurran a San Rafael, seguros de que si es
para gloria de dios, Él encontrará medios de vencer todos lo obstáculos, como
lo hizo con Tobías.
En fin, recuérdese
que Sara no conocía a Tobías; que al desposarse con él debió abandonar a su
padre y a su madre que tan tiernamente la amaban. Tuvo que abandonar su patria,
su familia, sus amigas, y partir a una región muy distante, de la cual
probablemente no volvería jamás. Sin embargo, la piadosa joven, sin hacer caso
de estas dificultades, aceptó sin réplica el esposo que su padre le designara.
El Señor, en premio de esta pronta obediencia, la bendijo y la hizo feliz con
su esposo y con sus hijos.
Imiten, pues, los
jóvenes de uno y otro sexo a Sara y Tobías; tomen por mediador a San Rafael. Él
obrará en el corazón de los padres, piadosos por otra parte y prudentes, a los
cuales conviene siempre obedecer. Los inclinará hacia los deseos de los
jóvenes; la doncella encontrará un buen marido y el joven una excelente esposa,
proporcionándole así a todos un dichoso porvenir.
Medítese
un poco y después léase el
EJEMPLO
Lo que vamos a
referir es un hecho reciente. El hijo mayor de una numerosa familia, a causa de
los reveces de la fortuna, se vio en la necesidad de abandonar el hogar paterno
y marchar a un país lejano para proporcionarse una posición desahogada.
Llegando a una de las grandes ciudades de Francia y encontrándose solo y
abandonado, perdió bien pronto la fe de los principios religiosos adquiridos en
el seno de su familia eminentemente cristiana. Pasado algún tiempo, llegó a
causar la desolación de los suyos. Cuando por una especialísima providencia,
debida sin duda a las oraciones de sus piadosos padres, se encontró con una
persona bienhechora que se compadeció de su triste estado, lo trató con
exquisita bondad, procuró reanimar su espíritu abatido y o exhortó a unirse en
sus oraciones a San Rafael para pedir al santo Arcángel le obtuviese la gracia
de encontrar una compañera que fuese su consuelo y su amparo.
Pero falto de
posición y de fortuna, ¿cómo tener valor para casarse? –replicó el joven. Nada
es imposible a la oración. Comenzaron una novena a San Rafael con la promesa de
llevar un exvoto a su Santuario de Marsella tan pronto alcanzasen el favor que
solicitaban. El primer resultado de esta oración fue la vuelta del joven al
cumplimiento de sus deberes religiosos; la caridad hizo revivir la fe y la
esperanza en su alma. El joven rogaba con fervor indecible al celestial
protector de los matrimonios cristianos.
Después de tres
meses de espera, encontró por fin, en el otro extremo de Francia, una hija
única que, a una gran fortuna unía todas las demás condiciones que podían
hacerlo feliz. Al verlo por primera vez, la joven se dijo a sí misma: -He aquí
el hombre que me agrada. Y nuestro joven por su parte pensó que aquella y no
otra era la esposa que le convenía. Pero ¿cómo atreverse a pedirla a sus
padres? No duró mucho la duda: el santo Arcángel había allanado desde el cielo
los caminos, como lo hizo en otro tiempo con Tobías.
El 24 de octubre
del año siguiente, fiesta de San Rafael, celebráronse los esposorios, y tres
meses después aquellos jóvenes recibieron la bendición nupcial. Aún hoy
continúan felices y han trabajado ya para ganar el cielo, adonde dos ángeles
les han precedido. La promesa hecha se ha cumplido ya, y el exvoto lleva estas
palabras del Arcángel a Tobías: Bendecid a Dios y pregonad todas sus
maravillas.
Dia Séptimo
Por la señal… Acto de contrición y oraciones como en los
días anteriores.
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, PROTECTOR DE LAS FAMILIAS Y DE SUS JEFES
I.- Consideremos la
inquietud en que se encontraba Raguel en Rages y Tobías en Nínive, con motivos
de sus respectivos hijos. El primero estaba triste al ver delante de sus ojos a
su hija y heredera, dotada de las más bellas cualidades físicas y morales, y
sin embargo privada de esposo. Este desgraciado padre había perdido ya la
esperanza de casar a su hija: la experiencia le había enseñado, por desgracia,
que todos sus maridos fueran víctimas de la muerte en la noche misma de bodas.
La publicidad de este funesto acontecimiento y el fundado temor de poner en
peligro la vida de otros, impedía a sus padres proponerla por esposa.
En la antigua ley,
era para las mujeres una humillación verse privadas de posteridad, y aún era
más afrentoso para ellas no encontrar con quién casarse. Lo que ponía el colmo
a la desolación de los padres de Sara era el ver expuesta a tal oprobio, a los
ojos de la nación, su casa, una de las más ilustres de la Tribu de Naftalí.
¡Qué fortuna fue para Raguel y para los suyos que el Arcángel San Rafael,
protector de la honra y de la tranquilidad de las familias, se moviese a
compasión y los consolase, conduciendo
él mismo a un esposo a la propia tribu, conforme a la prescripción de la
ley!
El Arcángel libró
también a Sara de la posesión del demonio Asmodeo, asesino de sus esposos, y
para añadir consuelos a consuelos, permitió que Tobías cediese a las instancias
de Raguel y permaneciese dos semanas en Rages, después de contraído el
matrimonio.
II.- La inquietud
que atormentaba a Tobías en Nínive no era para menos digna de compasión. Se
había cumplido ya el tiempo marcada para el regreso de su hijo y, no viéndolo
aparecer, comenzó a temer que le hubiera acontecido algún fatal accidente. Como
el amor va siempre acompañado de cierto temor, cada momento de retraso en la
vuelta aumentaba la angustia y se convertía en un nuevo suplicio. A veces la
desconsolada madre llenaba la casa con tristes lamentos, y la ansiedad llegaba
ya a su colmo. Ana se revolvía contra su marido, que no estaba menos afligido
que su mujer, que oprimida por su dolor le reprochaba por haber enviado tan
lejos a su hijo, sin otro móvil que un vil interés; a aquel hijo, único amparo
de su vejez y la sola esperanza de su posteridad. El santo anciano se esforzaba
por consolarla: -Está tranquila, le decía, nuestro hijo se encuentra bien; el
guía que lo acompaña es de toda confianza.
No fueron vanas las
esperanzas de Tobías. El santo Arcángel, protector de las familias, se
compadeció de su dolor y obligó al joven Tobías a que acelerase el regreso a su
casa, dejando que su esposa y su cortejo les siguiesen a paso más lento.
Después de haber consolado a Raguel y a su familia con su llegada a Rages, no
se descuidó de consolar también en Nínive al anciano Tobías y a su esposa,
devolviéndoles a su hijo sano y salvo y restituyendo la vista al dichoso
anciano. Además, anunció a toda su familia el pronto arribo de Sara, noble y
rica esposa del joven Tobías.
III.- Veamos ahora
lo que son la mayor parte de las familias: ¡Casi todas se hallan expuestas a
incesantes disgustos de sus hijos! ¡Cuántas y cuán inevitables zozobras tienen
que experimentar para educarlos! Cuando llegan a ser mayores, ¡cuántos trabajos
para establecerlos en un estado conveniente!
Y aún cuando no se tenga más que un hijo, ¡cuántos desvelos para
conservarlo! La enfermedad más
insignificante, el peligro, siguiera sea remoto, de perderlo, renuevan en la
triste madre los lamentos y gemidos de la familia y hasta de los mismos
servidores.
Otros padres tienen
hijos atormentados, como Sara, por el espíritu maligno, y que por no resistir a
sus inicuas sugestiones, vienen a caer en los vicios más abominables y son la
causa de la deshonra y ruina de la familia. Entonces se redobla la pena, y los
padres, como sucedió a Raguel, viven en continua desolación día y noche.
Pero supongamos que
los hijos, imitadores del joven Tobías, sean por su conducta el consuelo de los
padres. Y ¿qué? Aún en este caso, ¡cuántas circunstancias podrán obligarlos a
abandonar el hogar paterno! ¡Qué dolor en el momento de la separación! ¡Cuántos
sufrimientos durante la ausencia! Puede también suceder que la casa, privada de
hijos, quede silenciosa y solitaria. Si esto sucede, ¡qué angustia oprime a los
padres!
En estos casos y en
otros semejantes, ¿qué deben hacer los padres para calmar su dolor? Ponerse
todos los días bajo el amparo de San Rafael juntamente con su familia; pedirle
que les haga sentir los efectos de su protección, como se los dio a conocer a
las familias de Tobías y de Raguel, que vieron asegurada la estabilidad de sus
casas por una numerosa posteridad y pudieron ser asistidos en las enfermedades
de su ancianidad, no solamente por sus hijos sino también por sus nietas hasta
la tercera generación.
Medítese un poco y léase el
EJEMPLO
El hecho sucedió en
España. La ciudad de Córdoba se vio afligida por una peste terrible; los
muertos llenaban sus calles; los vivos apenas bastaban para sepultarlos, y lo
que aún es más triste, un gran número moría sin Sacramentos porque los
confesores supervivientes eran muy pocos. Simón de Sousa, Comendador de Nuestra
Señora de la Merced, religioso que toda su vida había sido devotísimo del santo
Arcángel, se multiplicaba para oír en confesión a los apestados y dar limosna a
los más necesitados. Mas viendo que sus socorros eran insuficientes, postróse a
los pies de la Reina de los Ángeles, que estaba en el coro de su convento y le
suplicó que enviase a San Rafael a todas las familias desgraciadas de Córdoba.
Su oración fue oída; el santo Arcángel se le apareció de repente bajo la figura
de un gallardo joven, de una hermosura sorprendente y le dijo: -Yo soy Rafael,
que vengo en tu auxilio; tus oraciones, tus limosnas y sobre todo tu humildad y
tu caridad, son de tanta estima delante de Dios que por ellos calmará su
cólera, detendrá su azote y hará sentir y probar a esta ciudad las dulzuras de
su clemencia. Marcha en busca del Obispo y dile que coloque mi imagen en el
campanario de la catedral y que exhorte al pueblo para que recurra a mí.
Inmediatamente sanarán los enfermos, con una sola condición; la de pedir a la
Reina de los Ángeles la medicina de Dios. Sabe también que todos aquellos que
llevaren mi imagen y que recurrieren a mi intercesión se verán libres de todo
mal, y en particular de Asmodeo, espíritu impuro que pierde a los hombres y les
arrebata la gracia de Dios.
Simón partió
prontamente a referir todo esto al Obispo; la ciudad obedeció las indicaciones
de San Rafael, prometiendo además celebrar todos los años una fiesta especial,
como recuerdo de esta aparición celestial.
La epidemia
desapareció al momento y la ciudad de Córdoba quedó consagrada a San Rafael, a
quien llama su liberador. En una de sus plazas públicas vimos, en el año 1884,
la estatua monumental del santo Arcángel.
Se reza nueve veces el Gloria Patri y demás oraciones
para todos los días.
Dia Octavo
Por la señal…
Acto de contrición y oración como en los días anteriores.
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, PROTECTOR DE LAS TENTACIONES
I.- Recordemos el
estado deplorable de Sara, expuesta a las continuadas obsesiones del demonio
Asmodeo. Este espíritu maligno intentaba por medio de sus diabólicas
sugestiones hacerle perder su inocencia. Pero Sara, a fuerza de oración y de
lágrimas, se hacía cada vez más fuerte para resistir al tentador. Quedando así
desbaratados todos los artificios del enemigo por la constancia de Sara, este
maligno adversario la sometió a una prueba terrible, ocasionando la muerte a
todos sus maridos al entrar por vez primera a la habitación nupcial. Tal era la
terrible situación de la fiel Sara, cuando San Rafael bajó del cielo para
defenderla contra los asaltos del tentador. Sara llegó a ser la dichosa esposa
de Tobías; el cruel Asmodeo se vio forzado a dejarla sana y salva y abandonar
para siempre la casa de Raguel. Todo esto se realizó gracias a las
instrucciones del santo Arcángel, que Tobías siguió al pie de la letra. No fue
bastante para San Rafael haber apartado
de Sara y de su casa al impuro Asmodeo; para castigar severamente su audacia,
lo relegó a los apartados desiertos de Egipto, para que en adelante no se
atreviese a inquietar más a estos dos esposos irreprensibles. Vemos en este
relato de qué modo el santo Arcángel se esfuerza por apartar de sus protegidos
al tentador y a la tentación.
Hemos visto que a
la oración unía Sara las lágrimas. Porque, en efecto, para superar ciertas
tentaciones y arrojar lejos de nosotros al tentador, no basta muchas veces la
sola oración; es necesario unir a ella las lágrimas de la penitencia corporal.
Hay ciertos demonios, dice el Señor a sus discípulos, y en ellos a todos
nosotros, que no se arrojan sino con la oración y el ayuno.
III.- Para no ser
víctimas del cruel Asmodeo, como los otros esposos de Sara, Tobías ejecutó
fielmente cuanto le había prescrito su celestial conductor; puso sobre las
brazas las entrañas del pez y pasó tres noches seguidas en oración en compañía
de su esposa. Por esto el santo Arcángel arrojó, en premio de su obediencia, al
impuro Asmodeo al desierto del Alto Egipto, de modo que en lo sucesivo quedó
incapacitado para molestar a los castos esposos. Si imitamos al joven Tobías,
siguiendo fielmente cuanto nos prescribe el guía de nuestra alma para vencer al
tentador; si con el fuego de amor divino reducimos a cenizas nuestras
afecciones demasiado naturales; si recurrimos al Señor por medio de repetidas y
fervientes oraciones, experimentaremos en nosotros mismos los efectos de la
poderosa intercesión de San Rafael, como protector que es en las tentaciones.
La obediencia, sobre todo a nuestro director, nos es absolutamente necesaria;
con ella no sólo venceremos la tentación sino que alejaremos de nosotros al
demonio, y aquella virtud le quitará el poder de molestarnos con sus diabólicas
sugestiones.
Medítese un poco y después léase el
EJEMPLO
La población de
Puzzoli venera de un modo especial, como ya hemos dicho, a nuestro santo
Arcángel. Hallándose enfermo uno de los habitantes, pensó trasladarse a Nápoles
en busca de salud. Dio conocimiento de su proyecto al sacerdote encargado de la
iglesia de San Rafael, quien le exhortó a que tomase al santo Arcángel por
médico de su alma y de su cuerpo, rogándole pusiese obstáculo a su viaje si no
le había de ser provechoso, y le dio al propio tiempo una imagen de San Rafael.
La noche anterior a
su partida para Nápoles, el mas se agravó de tal manera que fue preciso
administra los Santos Sacramentos al enfermo. Pocos días después deseó
confesarse de nuevo, y mandó llamar al Padre Ceslas, dominico y Lector de
Teología en el convento de Jesús y María. Habiendo venido el Padre, le refirió
el penitente que la última noche, no pudiendo conciliar el sueño por la violencia
del mal, su madre, acongojada al verle en tal estado, le aconsejó que
recurriese a San Rafael. Inmediatamente después de su oración y sin poder
asegurar si estaba durmiendo o despierto, le pareció que había muerto y que
había sido conducido a la presencia de Dios. El Soberano Juez le acogió con
severidad y lo sentenció a eterna condena por haber confesado mal sus pecados.
El desgraciado miraba en derredor de sí buscando un protector, y en el mismo
instante vio a su lado a un hermoso joven que le dijo: -Soy el Arcángel San
Rafael y vengo a ayudarte. Llama al Padre Lector del convento de Jesús y María,
haz con él una confesión buena y Dios revocará su sentencia de condenación.
Todo sucedió como
había dicho el Arcángel; el moribundo se confesó, y después de recibir la
absolución, abandonó esta vida, dando señales ciertas de un perfecto dolor y de
su eterna salvación.
Récese nueve veces el Gloria Patri y demás oraciones para
todos los días.
Dia Noveno
Por la señal…
Acto de contrición y oración como en los demás días.
CONSIDERACIÓN
SAN RAFAEL, BIENHECHOR DE LAS PERSONAS CARITATIVAS
I.- Recordemos los
grandes beneficios dispensados por San Rafael a los dos ilustres hebreos,
Tobías y Raguel. Sacó a Tobías de la miseria, le restituyó la vista que había perdido,
le hizo recobrar el dinero que le debían, proporcionó a su hijo un matrimonio
ventajoso, y después de acompañarle en un largo viaje, se lo devolvió sano y
salvo. El mismo santo Arcángel socorrió a Raguel en su aflicción, libró a su
hija del demonio y la casó con un virtuoso joven perteneciente a una de las
principales casas de la tribu. Obtuvo además para el uno y para el otro una
vida larga y llena de prosperidad, y ambos pudieron ver a sus hijos y a los
hijos de sus hijos. El uno en Nínive y el otro en Rages, fueron asistidos hasta
el fin de su vida y hasta el momento de su muerte por aquella numerosa
posteridad.
¿Dónde podremos
encontrar el origen de esta especial predilección del santo Arcángel hacia
Tobías y Raguel? En ninguna otra parte sino en su ardiente y desinteresada
caridad con los desgraciados. Tobías hacía grandes limosnas a los pobres,
ocupábase de consolar a los enfermos más abandonados y exponía sus bienes y su
vida por dar honrosa sepultura a los muertos de su nación.
Raguel, por su
parte, tenía abierta siempre la puerta de su casa para dar en ella hospitalidad a los viajeros. Socorría a las
familias de los judíos necesitados que habitaban en Rages, lugar de su
cautividad, y ayudaba a cuantos acudían a él en sus necesidades. Estas obras de
misericordia que ambos practicaban a favor del prójimo agradaron al Señor, que
envió al Arcángel San Rafael para consolarlos y les concedió las gracias que
deseaban. Tobías suspiraba por recobrar la vista; Raguel aspiraba ver libre del
demonio a su hija Sara y a proporcionarle un honesto matrimonio; los dos fueron
atendidos en sus oraciones por la mediación de San Rafael.
II.- Consideremos
ahora de qué modo podremos conseguir, por la intercesión del santo Arcángel la
gracia que más deseamos. Nada más propio para ésto que imitar a Tobías y a
Raguel en sus obras de caridad para con el prójimo. Visitémosle si está
enfermo; si es pobre, procurémosle aquello de lo que está necesitado;
socorrámosle por medio de la limosna y, si experimenta algún disgusto, corramos
en su auxilio.
III.- Por último,
si nos fuese imposible practicar tales obras de misericordia con nuestro
prójimo, al menos pidamos por él al Señor para que se digne inspirar a otros
que le socorran en lugar nuestro. Si debemos ser caritativos con los extraños,
mucho más lo debemos ser con nuestra familia y con nuestros criados. Estamos
obligados a consolar-los en sus trabajos, a socorrerlos en sus necesidades, a
reprenderlos caritativamente por sus defectos y a soportar con paciencia sus naturales
imperfecciones. Esforcémonos para estrechar entre ellos con dulces palabras los
lazos de la caridad. Si obramos de este modo, obligaremos al santo Arcángel a
hacer con nosotros lo que hizo con Tobías y Raguel, y será para nosotros un
solícito protector en todas nuestras necesidades.
¿Qué no hacen las
personas del mundo para procurarse la protección de algún poderoso que las
socorra con ventaja y las ayude con su crédito? ¡Ah! ¿por ligereza, por una
culpable indolencia, descuidaríamos excitarnos a las obras de caridad hacia el
prójimo y asegurarnos así el patrocinio de San Rafael, uno de los más grandes
Príncipes de la corte celestial? Estemos seguros de que, si somos caritativos,
podremos abrigar la firme esperanza de experimentar los saludables efectos de
la intercesión poderosa del santo Arcángel.
Medítese un poco y después léase el
EJEMPLO
En los principios
de su apostolado, San Juan de Dios regresada de pedir limosna una noche fría y
lluviosa, cuando un desgraciado con voz lastimera le pedía socorro. No se hizo
esperar mucho la compasión del Santo: -Hijo mío, le dijo, venid conmigo al
hospital; allí pasaréis la noche con más comodidad que en la calle. El infeliz
manifestó que estaba excesivamente débil y no podía andar. Entonces Juan, no obstante
el peso de la alforja que llevaba llena, lo cargó a sus espaldas y continuó su
camino con paso alegre. Mas al llegar a la pendiente de una calla, llamada
Gomelez, le faltaron las fuerzas y cayó a tierra. Al ruido de la caída salió a
la ventana un vecino, el cual oyó a Juan que increpaba a su cuerpo por
excesivamente delicado. Al pronto apareció allí un personaje de hermosura
celestial que separó al enfermo de las espaldas de su piadoso conductor, tomó a
Juan de la mano para levantarlo y lo condujo hasta su casa, diciéndole: -Juan,
hermano mío, Dios me ha enviado a ti a fin de proporcionarte socorros en tu
caritativa labor. Por lo demás, para que comprendas cuán agradable es a Dios la
obra que has emprendido, has de saber que el Señor me ha ordenado llevar una
minuciosa cuenta de todo lo que haces por su amor.
Juan respondió
sencillamente: -De cualquier parte que venga el socorro, sé de cierto que me
viene siempre de Dios; mas por lo que mira a vos, mi carísimo hermano,
¿tendrías la bondad de decirme quién sois?
-Yo soy, replicó el
interpelado, el Arcángel Rafael, a quien Dios ha confiado la guarda de tu
persona y la de todos aquellos que se asocien a ti.
El incomparable
Murillo pintó un cuadro trazando en él la escena de esta noche, en la cual el Arcángel
se revela a San Juan de Dios y le da una prueba más de ser especial Protector
de las almas caritativas.
Aquí se rezan tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres
Gloria en honor del santo Arcángel.
HIMNO EN HONOR DEL ARCÁNGEL SAN RAFAEL
Oh!, Rafael, dichoso
Arcángel del cielo
Brillen tus milagros
Por el mundo entero.
Estos versos se repiten después de cada uno de los que
siguen.
Dígalo Tobías,
El mozo y anciano;
Que vienen milagros
De tus santas manos.
Eres el amparo
De los caminantes,
Y con vuestra ayuda
Andan vigilantes.
Médico de Cristo
En tus curaciones
Ruega por los pobres
Oye sus clamores.
Da vista a los ciegos
Que se hallan sin luz
Dentro de tinieblas
Clamando a Jesús.
Ahuyenta al demonio
Maldito Asmodeo,
Que perturba a todos
El pecado feo.
De los que quisieren
Tomar el estado,
A tí se encomiendan
Tendrán buen amparo.
Dales sucesión
A los que desean,
Hijos para el cielo
Que con Dios se vean.
Eres de cobranzas
Agente especial,
Puestas en tus manos
Luego se tendrán.
Arcángel sagrado
Dueño de mi amor,
Tú eres mi abogado
Ante el mismo Dios.
Si los pecadores
En tí se ampararan,
Fuera un imposible
Que se condenaran.
Adiós Santo mío,
Arcángel Rafael;
Por vuestros devotos
Has de interceder.
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