ADORACIÓN
A LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Adórote,  bendígote 
y  alábote,  Santísima 
e  Individua  Trinidad, 
Padre,  Hijo  y 
Espíritu  Santo,  tres 
personas  distintas  y 
un  solo  Dios verdadero, en quien espero, y a quien
amo sobre todas las cosas, a quien adoro, venero y reverencio, con toda mi
alma, potencias y sentidos, vida y corazón. Me pesa una y mil veces  haber ofendido a mi Dios. Confiado en tu
divina bondad,  espero alcanzar de
tu  misericordia el perdón de mis pecados,  y  la
gracia de la perseverancia  final, para
que después de esta vida mortal,  merezca
mi alma gozar  eternamente  de ti en la gloria, por los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA   PRIMERO
PRIMER
GOZO: SER ESCOGIDA PARA SER MADRE DE “LA MADRE DE DIOS”
Considera,
alma mía,  cuán grande sería el gozo que
tuvo Santa Ana, cuando después de tan larga 
esterilidad, tuvo celestial revelación de que sus oraciones eran oídas,
y que por tanto sería madre de la mejor hija que hubo en el mundo. ¿Has visto
un campo,  después de un largo y triste
invierno, reverdecer en la primavera  tan
vistoso que parece estarse riendo y recibiendo alegría? ¿Pues cual no sería el
gozo de aquella dama, cuando, en el invierno de su edad, conoció que ella reverdecería
fecunda a pesar de su esterilidad envejecida?¡Cómo alabaría al Altísimo!  ¡Cómo le ofrecería ya desde entonces el fruto
de su vientre!  ¡Cómo se olvidaría ya de
su oprobio,  que el cielo remediaba con
tal fruto de bendición y santidad! Sería la madre de la Santísima Virgen María,
¡Ella sería su hija! Admitid, santa gloriosa, mi alegría por vuestro gozo.
Hacedme participante de él, alcanzando fecundidad también a mi alma,  fecundidad en buenas obras y en el servicio a
Dios Nuestro Señor.
PRIMERA
VIRTUD: FE ADMIRABLE
Pondera
cuán firme y segura la Fe de la gloriosa Santa Ana. No sólo creyó todos los
misterios divinos revelados a  su pueblo,
sino también la revelación del ángel que, de parte de Dios, le anunció la hija
que de sus entrañas -hasta entonces estériles- había de nacer. La experiencia
de tantos años hacía parecer imposible la promesa y perder la esperanza de
verla cumplida. Pero esta hija de Adán creyó, y con Fe viva, nada dudó. Esta Fe
sí que fue como el grano de mostaza; por eso de ella nació el más hermoso árbol:
María Santísima, en cuyos ramos y brazos no descansaron sólo los ángeles del
cielo, sino el mismo Dios de los ángeles cuando se hizo hombre. Aviva, alma
mía, tu Fe, y júntale buenas obras para que no sea una Fe muerta. Si es poca,
ayudad, Santa gloriosa, mi Fe, para que sea tal que mueva montañas.
ORACIONES
Y POEMA DE LOS GOZOS PARA TODAS LOS DÍAS
-Rezar: Credo, Padre Nuestro y Ave María 
-Luego decir 3 veces: “Santa Ana, socorred a los
miserables”
-Luego:
ORACIÓN
PARA PEDIR LA GRACIA QUE SE DESEA OBTENER
Gloriosísima
Señora Santa Ana, madre de la Madre de Dios, poderosa intercesora nuestra y
refugio seguro de los que a  vos
recurren. Yo me gozo en tu honor. Estimo que sea tanta vuestra excelencia, tan
sublime vuestra dignidad, y vuestro poder tan admirable, que no puedan dejar de
ser también entrañas de piedad y misericordia las vuestras, pues engendraron a
la “Madre de Misericordia”. Por eso recurro a Vos, confiado, pidiéndoos de todo
corazón me recibáis bajo vuestro amparo. Alcanzadme Fe viva, Esperanza firme y
Caridad perfecta, pureza de alma  y  de 
cuerpo,  devoción  cordial 
a  vuestra  santísima 
hija:  la  Virgen 
María  Señora  Nuestra, 
deseo  eficaz  de 
servir  a  Dios, 
dolor  muy verdadero  de 
haberle  ofendido  y 
propósito  de  enmienda. 
Haced  que  este 
propósito  me  acompañe 
hasta  la  hora 
de mi  muerte,  y 
en  ella alcanzadme victoria
contra las tentaciones del demonio y la gracia de la perseverancia final.
También os pido que empeñéis vuestra especial intercesión para que consigáis la
merced que de vos pretendo en esta novena.[Pedir aquí la gracia que se desea] Mostrad,
Santa gloriosa, la eficacia de vuestro patrocinio en procurar el buen despacho
de mis peticiones. No  atendáis a lo poco
que yo merezco,  sino  a 
lo  mucho  que 
vos  podéis.  Favorecedme 
con  aquella  misma 
instancia  con  que 
pedíais  al  Señor 
el  remedio  de 
vuestra esterilidad. Por aquel gozo con que entendisteis ser vuestra
oración  oída,  oíd ahora 
mis  oraciones. Por aquella  confianza 
y autoridad de madre  de  la 
que  lo  había 
de  ser  del 
mismo  Dios,  interceded 
ante  vuestra  hija 
santísima.  ¿Qué  le 
podéis  vos  pedir 
que  no  tenga 
buen despacho de parte de Ella? ¿Y qué memorial vuestro puede Ella
presentar a su Hijo, vuestro Nieto Santísimo, a que Él no quiera convenir?¡Qué
falta, pues, gloriosa Santa Ana, sino que vos queráis interceder!, pues para
qué os hizo Dios tan poderosa sino  para
remedio de los atribulados que acuden a vuestro amparo.  Valedme pues, Santa poderosísima, que en vos
confío. Valedme para crédito de vuestro poder, para  honra 
de  vuestra  Hija  y  de 
Nuestro  Señor  Jesucristo, 
vuestro  Nieto.  Valedme 
para  que  vuestro 
nombre  sea  cada 
más  conocido  y acudan 
a  vos  todos 
aquellos  que  tanto 
necesitan  de  vuestro 
amparo.  Bien  sé 
que  no  merezco 
vuestro  valimiento,  pero 
será  ilustre misericordia
vuestra  atender a mis súplicas sin haber
en mí merecimiento. Y  espero,  que luego de ayudado por  vuestra 
intercesión, os sepa vivir agradecido. Amén.
GOZOS PARA SANTA ANA
Dulce
madre de María,
Amorosa
protectora:
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
La Suprema
Trinidad,
La
llena de bendiciones.
Benditas
las oraciones,
Que
alaban la gran bondad.
Su
amor encanta, enamora,
Al que
en su piedad confía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Vuestra
hija muy amada,
En el
templo presentaste.
Con
ella a Dios aplacaste,
Y su
justicia enojada.
Tú
serás mi bienhechora,
Mi
dulce bien y mi guía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Con
sólo este don precioso,
Ofrecisteis
más a Dios,
Su
padre Joaquín y vos,
Que
todo justo glorioso.
Más que
todos atesora,
Gracia
y santidad María…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Santa
Ana, por vuestro amor,
Conseguidnos
en la muerte,
Gracia,
paz y buena suerte,
Por
María, vos y el Señor.
Pues
sois la consoladora,
En la
última agonía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Tenedme
siempre en memoria,
En la
celestial morada.
Mi
alma está enamorada,
De vos
que estáis en la gloria.
Mi
amor que suspira y llora,
Quiere
haceros compañía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
O
R A C I Ó N  F I N A L
Omnipotente
y misericordioso Dios, que proporcionando siempre a los hombres los medios de
salvación y de consuelo, llenasteis de tanta gracia, dulzura y suavidad los
nombres de Jesús, María y José, Joaquín y Ana, a favor de los que, por reverencia
a  tan soberanos nombres, Los  pidiesen 
el  remedio  de  sus  necesidades 
y  consuelo  en  sus  aflicciones: 
Os  suplicamos  rendidos 
que  a  todos 
los  que  con 
Fe,  amor  y devoción, invocaren tan augustos nombres,
les concedáis en esta vida los dulces consuelos de tu divina gracia,  y en la otra reciban el Cielo como el premio.
Por Cristo Señor Nuestro. Amén. 
DÍA   SEGUNDO
-Adoración y acto de contrición como en el día
primero, y luego:
SEGUNDO GOZO: CONCEBIR A LA VIRGEN SANTÍSIMA
Considera,
alma mía, cuál sería el gozo de Santa Ana en aquella dichosa hora en que, en su
vientre, a un tierno cuerpecito de niña se unió la santísima alma de la  “Señora concebida sin pecado original”.  ¡Cómo llenaría Dios de júbilo y de gozo a Santa
Ana en aquel punto,  en  el cual la hizo concha de tan preciosa perla,
y sagrario de tan venerable y santa reliquia! ¡Con qué inefable consolación
bañaría el Cielo a Santa Ana, cuando empezó a rayar la aurora del “Sol de
Justicia”!¡Oh, qué secretos y qué misterios en el vientre de Ana! Tesoro
guardado por los ángeles y admirado por los más soberanos espíritus. ¡Y cómo es
posible que tan altos misterios, dejasen de redundar grandes afectos en la
santa, y que con tan gran tesoro, dejase ella de participar de esas riquezas! Alégrome,
Santa gloriosa, de vuestra gran ventura. Vos sois aquélla a quien el Artífice
Soberano escogió para vaso  de honra
excelsa, pues encerráis la más pura criatura entre las humanas, únicamente Ella
preservada de la mancha del pecado. Alcanzadme gracia del Señor, y que alegre
de servirle, huya de adquirir en mi alma cualquier género de culpa. 
SEGUNDA
VIRTUD: ESPERANZA FIRME
Pondera,
cuán segura e invencible fue la esperanza de esta gloriosa santa. Los años iban
pasando como las olas, más todas quebraban en el risco firme de su
esperanza  en Dios, nunca vacilante. Por
eso vio  tan bien logrado el fruto de
esta  confianza, porque la tuvo en Dios
tan segura. Esperaba fruto de su vientre, y tuvo tal fruto cual no lo esperaba.
Como  la 
flor  de  su 
esperanza,  ni  con 
las  tempestades  del 
tiempo,  ni  con 
los  imposibles  humanos, 
llegó  a  caer, 
por  eso  fructificó admirablemente. ¿Quién dijera que
la despreciada,  estéril e infecunda,
había de tener fecundidad tan bien lograda? 
Lo cierto es que puede mucho ante Dios la esperanza firme en su bondad y
misericordia. En  Vos,  Señor, 
únicamente  confío,  por 
más  que  el 
mundo  y  el 
demonio  eternamente  se 
opongan.  Sois  Dios 
y  Padre,  habéis 
de  tener misericordia. Os lo pido
por los merecimientos e intercesión de la gloriosísima Santa Ana.
-Todo lo demás como el día primero. 
DÍA   TERCERO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
TERCER
GOZO: SU FELIZ PARTO
Considera,
alma mía,  el inefable gozo que tendría
la señora Santa Ana en su feliz parto, en el cual dio el mundo, no a Isaac:
sonrisa de su madre Sara, sino a la Virgen María,  alegría del mundo  entero. Si en el nacimiento del Bautista se
alegraron muchos,  según la promesa del ángel,
¡cuántos  más se alegrarían  en el nacimiento de la Santísima Virgen,  y cómo 
este gozo cubriría a  la  felicísima madre,  Santa Ana! Ella fue sin duda el monte que
destiló dulzura, porque de ella salió la dulcísima Virgen María, a quien la
Iglesia llama “dulzura nuestra” .Si todas las madres, como  dice Cristo, se  olvidan de sus dolores  luego del 
nacimiento de sus hijos,  y  se 
alegran  “porque  ha 
nacido  un hombre”, cuál no sería
el gozo de esta madre admirable, viendo nacer de sus entrañas a aquella niña,
de la cual había de nacer en el mundo el Hombre Dios. Sea para bien, dichosa
madre, Santa Ana,  el suceso felicísimo
de  vuestro parto. Para bien nuestro y de
todo el mundo, pues estamos  en obligación
de honraros, gracias a vos tenemos a María. A honra de tan célebre y deseado
nacimiento de  “la Emperatriz de cielo y
tierra”, hacedme la merced de que sea participante de vuestro gozo, loando al
Altísimo en agradecimiento por haberos otorgado las peticiones que os tengo
encomendadas.
TERCERA
VIRTUD: CARIDAD ARDIENTE PARA CON DIOS
Pondera,
cuán ardiente fue la Caridad y el amor de nuestra santa. Veíase tan obligada
con los  favores celestiales, que no
podía su espíritu dejar de amar al autor de ellos. Veíase madre de la que  había de serlo  del “Amor Perfecto”, y no podía dejar de
emplear en el  amor  a Dios todos sus afectos. Por eso su gozo y
toda su alegría venían a parar  en loores
al Altísimo, en darle honra y gloria por todo, 
y en engrandecer su  Santo  Nombre. 
¡Oh,  cómo  es 
cierto  que  sólo 
en  Dios  hay 
verdadera  alegría,  y 
sólo  los  que 
aman  a  Dios 
de  todo  corazón 
viven consolados!  Las alegrías
del mundo vienen siempre llenas  de
pesares,  porque en el mundo no hay
alegría verdadera. Sólo quien ama a Dios de todo corazón, lo tiene lleno de
alegría, porque Dios es su fuente y su perenne manantial. ¡Os amo, Dios mío, de
todo corazón! Y si aún no os amo de todo corazón, Vos, por la intercesión de
Santa Ana, concededme vuestro amor, un amor grande, fervoroso y ardiente, un
amor que me posea, que me inflame y me consuele. Amén.
-Todo lo demás como el día primero. 
DÍA   CUARTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
CUARTO
GOZO: EN LA RECREACION O TRATO CON SU HIJA
Considera,
alma mía,  el inefable  gozo que tuvo Santa Ana en la  recreación 
con María, en pasar momentos con su santísima hija. ¡Qué alivio  y 
alegría  en  el 
trato  con  aquella 
niña,  cuya  conversación 
buscaban  los  mismos 
ángeles,  suspensos  y 
admirados!  ¡Qué  ventura 
tan hermosa, el recibir obsequios de madre, de parte de la niña que es
servida por los celestiales espíritus como su señora! ¡Oh, dichosa familia, y
bienaventurada Santa Ana! Las otras santas 
son conocidas,  o por las
espadas,  o por  los instrumentos de  sus martirios: A  Santa Ana 
se le conoce por tener en sus brazos y llevar de  la mano a María Santísima. ¡Oh  cuánto me alegro, santa gloriosa, de que sea
tan digno de honor  “el báculo de vuestra
vejez”, y tan sublime “el cetro de vuestro poder”, ya que tenéis de vuestra
mano a la “Señora del Universo”!Pídele que Ella me tenga de su mano, y que
juntamente con vos, interceda en mi favor delante del Altísimo.
CUARTA
VIRTUD: CARIDAD COMPASIVA CON EL PRÓJIMO
Pondera,  cómo 
no  sólo  a 
su  benditísima  hija 
sustentó  la  gloriosa 
Santa  Ana  de 
su  propia  sustancia, 
sino  también  a 
los  pobres  y necesitados, con los cuales gastaba la
tercera parte de su hacienda. Ella fue la mujer que abrió libremente  las manos a los mendigos, y dio a los pobres
el mismo cuidado que a los domésticos, porque las larguezas de sus limosnas
convertían en domésticos a los extraños. Tuvo tantas veces en su regazo,  y llevaba a su pecho,  a la que había de ser  “Madre de misericordia”,  que no podía dejar de pegarse a su corazón el
fuego de la Caridad y ser caritativa. Había recibido tan abundantes gracias y
dones del Señor, que no era mucho que agradeciese a Dios los beneficios, en
haciendo el bien a los pobres. También yo, gloriosa Santa Ana, soy pobre, y
necesito de vuestro patrocinio. Vos ahora sois más poderosa aun y comprensiva.
Por limosna os
pido que remediéis y despachéis la comisión, la gracia que os tengo
encomendada.
-Todo lo demás como el día primero. 
DÍA   QUINTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
QUINTO
GOZO: EN LA PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO
Considera,
alma mía,  cuál  no 
sería el gozo de Santa Ana cuando presentó en el templo a su santísima
hija  a la edad de tres años. Si  no fuera tal madre, muy excesiva pena
sentiría al quitar de sí una hija de tanto agrado, y tan dotada de bienes de
gracia y de naturaleza. Mas no fue así con nuestra santa, pues si bien sentía
el apartamiento de criatura e hija tan amable, con todo, mayor era el gusto de
dedicarla a Dios, como lo había prometido. 
Sabía que Dios estima lo que se le da, no con tristeza y necesidad, sino
con alegría,  y mucho alegrábase de tener
don tan excelente para ofrecer a Dios. Cuál sería,  pues, el júbilo de su corazón,  cuando veía 
con qué  gracia y ligereza  subía 
su bendita hija los escalones, las quince gradas  del Templo, con  la admiración del sacerdote. Cuál su
consolación, viendo cómo aquella pequeña y casta tórtola, escogía ya desde
entonces para sí un nido junto a los altares del Señor. Más tarde, vendría Ella
misma a ofrecer, el día de su purificación, a su preciosísimo Hijo, Jesucristo.
Las prendas que ya  desde entonces  campeaban 
en aquella niña la admiración del sacerdote y  de los 
ministros, el agrado que con  tal
don era recibido por  el Altísimo, y los
sublimes misterios que en aquella ocasión tenían  principio, eran eficaces motivos para un
superior júbilo en el corazón de Santa Ana. Y tú,  alma mía, ya que no tienes don tan
excelente  para ofrecer a Dios, aprende a
dedicarte con todas tus potencias a su 
servicio, como quien sirve a buen Señor.
QUINTA
VIRTUD: ORACIÓN CONTINUA Y FERVOROSA
Pondera,  cómo, 
la gloriosa Santa Ana,  fue
continua y fervorosa en el santo ejercicio de la oración,  como ni 
lo fue  esa  otra madre, 
la  de Samuel, por más que su
fervor fuese notado  por  el Sumo Sacerdote. Baste decir,  que 
por oraciones continuas alcanzó del Señor el remedio de su
esterilidad,  en una hija tal como la
Virgen María. Por eso la dedicó luego al Templo, en donde  la niña 
se diese toda a la oración y a las alabanzas divinas. Quiso, con la
oración de su hija, suplir y ayudar a la suya, para que fuese mejor aceptada. Ella,
entretanto, habiendo antes hecho un templo de su casa, consideraba
frecuentemente los misterios que en ella se obraban, ordenados a  la 
Redención  del  género 
humano,  pues  en 
aquella  sagrada  casa 
nació  la  que 
debía  ser  “Madre 
del  Redentor  del 
mundo”.  Oh,  cómo 
la consideración de ciertos secretos, que es creíble le fuesen
revelados,  elevaría su espíritu a alabar
a Dios, porque  la  hizo participante, y tan próximamente llegar
a tan altos misterios. Oh  tú,  alma 
mía:  ¿Qué  haces 
que  ya  no 
das  frutos,  y 
crees  y  veneras 
todos  estos  pasados 
misterios?  Considéralos  y 
medítalos frecuentemente, o con la Santísima Virgen en el templo de
Dios, o con Santa Ana en tu casa. Concluye tu oración pidiendo a la santa que
en la suya, se acuerde de la necesidad que padeces y que le tienes recomendada.
-Todo lo demás como el día primero.  
DÍA   SEXTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
SEXTO
GOZO: MORIR EN LOS BRAZOS DE SU HIJA
Considera,
alma mía,  cuan excesivo sería el gozo de
Santa Ana, quien según  graves  autores afirman, murió  en los brazos de su santísima hija. No  es creíble que tan buena hija faltase a su
madre en aquella hora, ni que Dios negase a tan buena madre la consolación de
morir en los brazos de su hija. ¿Cómo huirían lejos de aquella  casa 
los demonios, estando allí  la
Virgen,  Nuestra Señora? De lejos, y de
bien lejos,  verían los hechos,  por ser apartados por la virtud divina. Veis  aquí la ventura  de Santa Ana: Ser asistida en los brazos de
la Santísima Virgen en aquella hora. 
Santa  Ana tenía derecho a
este  favor por ser la madre de María.
Por eso, santa mía, vos sois abogada para la buena muerte, porque vos,
felicísima, ya tuvisteis  esa dicha.
Vuestra alma se vio primero en “el cielo del seno de María”, antes de  bajar al 
“seno de Abraham”,  y esperar que
se abriesen los Cielos  luego de la muerte
de Cristo. Oh, si yo pudiera morir con la misma muerte de esta santa matrona.
Ojalá mis novísimos fuesen semejantes a los suyos.
SEXTA
VIRTUD: CASTIDAD CONYUGAL
Pondera,
cómo fue perfecta la castidad conyugal de Santa Ana, matrona ejemplarísima.
Ella fue, aquella en quien descansaba 
confiado el corazón de su esposo. Así fue conveniente para que  “la Virgen de las Vírgenes”, María,  tuviese por madre una  persona 
no  menos casta  que Ella. Por eso  Santa Ana 
mereció ser la tierra del 
cultivo,  de la más cándida
azucena de pureza  que se dio en nuestra
tierra. Por eso también mereció al morir 
y salir de este mundo, ser confortada con el virginal olor de este lirio
que tuvo a su lado. Santa  Ana  nunca 
deseó  fecundidad  con 
otro  fin  que 
el  de  la 
mayor  gloria  del 
Altísimo. Nunca,  ni  entre 
los  oprobios  de  la esterilidad,
hubo algo que manchase en lo más mínimo la pureza de su proceder. Cuál no sería
aun mayor su pureza luego, al nacerle su benditísima hija, cuando los rayos de
la pureza de María reverberaban en el cristal de su alma. ¡Oh virtud de la  pureza, cómo agradas al Altísimo!  ¡Oh, 
castidad  matrimonial bien
guardada, cómo te  asemejas a una virginal
pureza! Alcanzadme, gloriosa Santa  Ana,
esta delicadísima virtud, ya que sois 
la  madre de “la Reina de las
vírgenes”. Pegad a mi alma el olor de esta virtud,  para que 
yo,  en vuestra casa, donde nació
la Virgen más pura, pueda al menos ser 
un esclavo deseoso de seguirla y de imitarla, para que merezca la dicha
de ver a esta soberana Señora después de muerte, ya que no puedo antes de ella.
-Todo
lo demás como el día primero. 
DÍA   SÉPTIMO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
SÉPTIMO
GOZO: VER POR PRIMERA VEZ A SU NIETO, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Considera,
alma mía,  cuán incomparable sería el
gozo de Santa  Ana cuando por primera vez
vio a su nieto benditísimo, fuese aún en vida (como lo sientan graves autores),
fuere después de su muerte cuando Nuestro Señor bajó al seno de Abraham. Dice  Aristóteles 
que  entre  abuelos 
y  nietos  acostumbra 
naturalmente  ser  más  excesivo 
el  amor.  Yo 
no  puedo  decir 
que  Nuestro  Señor amara más a Santa Ana que a su Madre, o
que  Cristo haya sido más amado por
su  abuela,  Santa Ana, que de su Madre Santísima. Pero  de cualquier manera,  bien se ve 
el  grandísimo amor  de Santa Ana hacia Jesús.  ¡Llamar 
“nieto”  al mismo Dios, y oír de
su boca el amoroso nombre de “abuela”! ¡Oh ternura, oh consolación! Suponiendo
que Santa Ana haya visto a su nieto luego de la Cruz, cómo parecería ya un
Cielo abierto, aquella subterránea cárcel del Limbo de Abraham con la visita
del alma del Redentor. Cuando en el día de la Resurrección, con la confianza de
abuela, ella tocase las llagas de sus pies y de sus manos, y bebiese en la dulzura
de su costado, ¡cómo daría entonces por bien empleado el tiempo del oprobio de
su esterilidad, y la aflicción de su esperanza dilatada!Era Cristo el ardiente
deseo,  o el deseado incesante, no
sólo  de 
los collados eternos, sino de todas las gentes,  y por eso fue necesario que Él, ¡hasta de su
abuela,  Santa Ana!,  fuese deseado como una prolongada esperanza.
Más  por 
fin, llegó el día,  y la esperanza
se convirtió  en realidad, la pena en
júbilo y la aflicción en gozo: El nacimiento del Redentor.Mil parabienes os
doy, matrona santa, por vuestra buena fortuna. Y ya que estáis tan favorecida,
como próxima a vuestro Nieto santísimo, acordaos de los que a vos recurren, y
emplead vuestro poder en amparar a vuestros devotos.
SÉPTIMA
VIRTUD: PACIENCIA INVICTA
Pondera,
la invicta paciencia de Santa Ana, no sólo en los trabajos ordinarios, que es
fuerza acompañen a una madre de familia, sino muy particularmente en las
angustias de su esterilidad.  esterilidad
era en  aquel pueblo el mayor oprobio.
Porque como  se  esperaba que de aquella nación  nacería 
el Hijo de Dios, si alguna casada era infecunda,  se 
la  tenía por reprobada  por 
Dios, pues  ella era  entonces 
excluida  de las que podían dar a
luz al  Mesías. Por eso, elmismo  Sumo 
Sacerdote,  después  de 
advertir  la  infecundidad 
de  nuestros  santos 
casados,  no  quiso 
admitir  sus  ofrendas, 
por  ser provenientes de personas
a quienes parecía que Dios reprobaba. Mirad los juicios de  los hombres cómo son falsos y falaces.  Los hombres desprecian a Ana como reprobada
de Dios,  y ella es la escogida por  el 
mismo  Dios.  Ahora 
padeced,  matrona  santa, 
que  ya  vendrá 
el  día  en 
que  los  hombres 
que  ahora  os 
desprecian,  esos  mismos admirarán vuestra ventura, y conocerán
que por vuestra paciencia habéis merecido gloria tan excesiva. Ayudadme, santa
mía, a padecer con conformidad, y a sujetar mi juicio y mi voluntad a las
disposiciones divinas, que por caminos que parecen muy diversos, nos llevan
derecho a los fines que intentan.
-Todo
lo demás como el día primero. 
DÍA   OCTAVO
-Adoración y acto de contrición como en el día primero, y luego:
OCTAVO GOZO: SUBIR AL CIELO CON CRISTO 
Considera,  alma  mía,  cuán  grande  sería  el  gozo  y  la  alegría  de  la  Señora  Santa Ana,  y  cuán  su  gloria  sin  medida,  cuando  su  alma bienaventurada subía al Cielo en compañía de su santísimo Nieto. En el día de la Ascensión,  llevó Cristo consigo, como  fruto  de sus victorias,  a  los cautivos que del seno de Abraham había rescatado. Los más seguirían su triunfal carroza como siervos, pero quién duda que haría el Señor especial honra a su abuela felicísima en aquel día.José  era  virrey  en  Egipto,  y  Jacob un  pobre  pastor.  Quiso  José  que  sus  hijos,  nietos  de  Jacob,  venerasen  con respeto al  santo  y  viejoabuelo. ¡Y cómo es posible, y creíble, que Cristo Redentor, se olvidase de las atenciones que Él encomienda a hijos y nietos, y se olvidase de darlas a su abuela! Por eso,  los Cantares preguntan quién es la venturosa alma que sube de este mundo, recostada sobre su amado. O como reza  una  leyenda  sobre  su  nieto:  Quién ha  de  ser  sino  el  alma  de  nuestra  gloriosa  santa,  la  que  reclinada  en  su amoroso  Nieto,  sube triunfante al Empíreo.Bienaventurada  santa,  que  subís  con tanta  gloria,  dadme  licencia  para  que  celebre  vuestra   alegría,  y  con  vivas aclamaciones,  siga  enespíritu vuestro triunfo. Y ya que con él, dice la Escritura, repartió vuestro Nieto santísimo dones a los hombres, encaminad para mí los que yo necesito, especialmente los que os tengo recomendados.
OCTAVA VIRTUD: HUMILDAD PROFUNDA
Pondera, alma mía,  cuán profunda fue la humildad de nuestra santa.  Era descendiente de la casa  real  de David,  y se trataba  a sí misma como  persona muy  común. Tenía dones  muy especiales de Dios Nuestro Señor, y  soportaba,  con conocimiento profundo de su vileza,  la opinión que corría en el pueblo de que era reprobada del mismo Dios.¿Veis  aquí por qué el Señor la levantó a tan alta gloria,  y cómo abatió a los soberbios?Por eso, Dios  se allegó tan cerca de nuestra santa,que se hizo no sólo pariente suyo, sino su mismo Nieto. Bien se cumplió en ella, aquello de que los humildes son ensalzados, porque, por su humildad, nuestra santa fue exaltada y elevada al Cielo junto al mismo Cristo. Oh, poder grande de la humildad, que atraéis a Dios  hacia el humilde, siendo Dios tan alto. Y  levantáis al humilde hasta Dios, siendo el hombre tan bajo. Y tú, alma mía, ¿de qué te ensoberbeces a vista de  tanta humildad? Si un monte tan elevado como Santa Ana,  se abate tanto delante de Dios y de los hombres, el polvillo rastrero de la tierra que eres tú, ¿cómo presume subir y levantarse? Ayudad, santa humildísima, éste mi propio conocimiento, el de mi nada, para que de allí pase a mis acciones, y no venga yo a perder por la soberbia vuestro favor y patrocinio, y menos aun el de Dios.
-Todo lo demás como el día primero.  
DÍA   NOVENO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
NOVENO
GOZO: ESTAR EN EL CIELO CON TODA SU FAMILIA
Considera,
alma mía, la gloria y el gozo grande que tendría la señora Santa Ana en el
Cielo, al verse en él con toda su familia: Allí tiene a su esposo  San 
Joaquín,  a  su 
hija  la  siempre 
Virgen  María  con 
su  esposo  San 
José,  y  a 
su  nieto  Jesucristo. 
En  esto,  se 
verifica  bien  que  la
generación de los rectos y de los justos será bendita. Dichosa casa  de la tierra, 
que no era otra cosa sino “la casa de Dios y la puerta del cielo”
(“domus Dei et porta caeli”),  por donde
salieron tantos que entraron al Cielo. Oh, ¡cómo será la  gloria 
de  Santa Ana en el Cielo, dentro
de  toda esta Sagrada Familia!  ¡Cómo será de hermosa esta casta generación
con la claridad de su  gloria!  ¡Cuánto 
querría yo  ver esta celestial y
santa constelación de estrellas místicas, 
todas juntas,  y todas de  la 
mayor magnitud, dentro de  las
cuales  está  el mismo “Sol de Justicia”! ¡Qué luces, qué
resplandores de gloria y de júbilo, serán los que reverberan de unos hacia
otros! También yo quisiera, gloriosa santa, pertenecer de algún modo a vuestra
Sagrada Familia, a lo menos bajo el título de siervo. Yo me dedico y  consagro 
desde  hoy  a 
servir  en  tan 
buena  casa.  Recibidme 
ya  desde  ahora. 
Y  en  la 
hora  de  mi 
muerte,  introducidme  en 
esta  dichosa mansión de la
gloria, de la que vos ahora gozáis por toda la eternidad.
NOVENA
VIRTUD: MORTIFICAICÓN Y PENITENCIA RELIGIOSA
Pondera,
cómo la gloriosa Santa Ana fue rigurosa en su mortificación y penitencia.
Cuántas y cuán continuas son las ocasiones en que una madre de familia, en el
gobierno de sus cosas domésticas y en el trato con los  extraños, 
encuentra motivos  para sentir y
para inmutarse. Pues en todas estas cosas, se mortificó de tal modo nuestra
santa, que como escriben los Santos Padres, ella fue siempre irreprensible. Y
fuera  de esto, dice san Vicente
Ferrer  que  sus ayunos eran muy frecuentes, sus
vigilias  muy continuas, no pocas sus
visitas al Santo Templo de Jerusalén con los pies descalzos desde Nazaret. ¿Qué
no tendrá esta vida de atribulada y miserable? Pero lo cierto es que, de este modo
y por este camino, consiguió toda esa gloria que hemos ponderado. Tal
mortificación y penitencia  fueron el
arado que,  abriendo la  tierra 
de  su cuerpo,  lo 
prepararon para  sembrar en
él,  simiente de tan gloriosa  felicidad: 
María.  No  se 
consigue  premio  grande, 
sin  trabajo  grande. 
Quien  más  se 
mortifica  en  esta 
vida,  logra  mayor bienaventuranza en la otra.¡Oh, feliz
campo! Yo me acomodo en él. Esto es, ahora he de mortificarme por el breve
tiempo de la vida presente, para después descansar en él por los interminables
espacios de la eternidad. Vos, santa gloriosa, ayudadme con vuestra
intercesión,  para que el amor propio no
pueda más que este  propósito  que tengo, y 
que me importa más que todo.
-Luego
se dirá todo lo demás como el día primero. 

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