ADORACIÓN
A LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Adórote, bendígote
y alábote, Santísima
e Individua Trinidad,
Padre, Hijo y
Espíritu Santo, tres
personas distintas y
un solo Dios verdadero, en quien espero, y a quien
amo sobre todas las cosas, a quien adoro, venero y reverencio, con toda mi
alma, potencias y sentidos, vida y corazón. Me pesa una y mil veces haber ofendido a mi Dios. Confiado en tu
divina bondad, espero alcanzar de
tu misericordia el perdón de mis pecados, y la
gracia de la perseverancia final, para
que después de esta vida mortal, merezca
mi alma gozar eternamente de ti en la gloria, por los siglos de los
siglos. Amén.
DÍA PRIMERO
PRIMER
GOZO: SER ESCOGIDA PARA SER MADRE DE “LA MADRE DE DIOS”
Considera,
alma mía, cuán grande sería el gozo que
tuvo Santa Ana, cuando después de tan larga
esterilidad, tuvo celestial revelación de que sus oraciones eran oídas,
y que por tanto sería madre de la mejor hija que hubo en el mundo. ¿Has visto
un campo, después de un largo y triste
invierno, reverdecer en la primavera tan
vistoso que parece estarse riendo y recibiendo alegría? ¿Pues cual no sería el
gozo de aquella dama, cuando, en el invierno de su edad, conoció que ella reverdecería
fecunda a pesar de su esterilidad envejecida?¡Cómo alabaría al Altísimo! ¡Cómo le ofrecería ya desde entonces el fruto
de su vientre! ¡Cómo se olvidaría ya de
su oprobio, que el cielo remediaba con
tal fruto de bendición y santidad! Sería la madre de la Santísima Virgen María,
¡Ella sería su hija! Admitid, santa gloriosa, mi alegría por vuestro gozo.
Hacedme participante de él, alcanzando fecundidad también a mi alma, fecundidad en buenas obras y en el servicio a
Dios Nuestro Señor.
PRIMERA
VIRTUD: FE ADMIRABLE
Pondera
cuán firme y segura la Fe de la gloriosa Santa Ana. No sólo creyó todos los
misterios divinos revelados a su pueblo,
sino también la revelación del ángel que, de parte de Dios, le anunció la hija
que de sus entrañas -hasta entonces estériles- había de nacer. La experiencia
de tantos años hacía parecer imposible la promesa y perder la esperanza de
verla cumplida. Pero esta hija de Adán creyó, y con Fe viva, nada dudó. Esta Fe
sí que fue como el grano de mostaza; por eso de ella nació el más hermoso árbol:
María Santísima, en cuyos ramos y brazos no descansaron sólo los ángeles del
cielo, sino el mismo Dios de los ángeles cuando se hizo hombre. Aviva, alma
mía, tu Fe, y júntale buenas obras para que no sea una Fe muerta. Si es poca,
ayudad, Santa gloriosa, mi Fe, para que sea tal que mueva montañas.
ORACIONES
Y POEMA DE LOS GOZOS PARA TODAS LOS DÍAS
-Rezar: Credo, Padre Nuestro y Ave María
-Luego decir 3 veces: “Santa Ana, socorred a los
miserables”
-Luego:
ORACIÓN
PARA PEDIR LA GRACIA QUE SE DESEA OBTENER
Gloriosísima
Señora Santa Ana, madre de la Madre de Dios, poderosa intercesora nuestra y
refugio seguro de los que a vos
recurren. Yo me gozo en tu honor. Estimo que sea tanta vuestra excelencia, tan
sublime vuestra dignidad, y vuestro poder tan admirable, que no puedan dejar de
ser también entrañas de piedad y misericordia las vuestras, pues engendraron a
la “Madre de Misericordia”. Por eso recurro a Vos, confiado, pidiéndoos de todo
corazón me recibáis bajo vuestro amparo. Alcanzadme Fe viva, Esperanza firme y
Caridad perfecta, pureza de alma y de
cuerpo, devoción cordial
a vuestra santísima
hija: la Virgen
María Señora Nuestra,
deseo eficaz de
servir a Dios,
dolor muy verdadero de
haberle ofendido y
propósito de enmienda.
Haced que este
propósito me acompañe
hasta la hora
de mi muerte, y
en ella alcanzadme victoria
contra las tentaciones del demonio y la gracia de la perseverancia final.
También os pido que empeñéis vuestra especial intercesión para que consigáis la
merced que de vos pretendo en esta novena.[Pedir aquí la gracia que se desea] Mostrad,
Santa gloriosa, la eficacia de vuestro patrocinio en procurar el buen despacho
de mis peticiones. No atendáis a lo poco
que yo merezco, sino a
lo mucho que
vos podéis. Favorecedme
con aquella misma
instancia con que
pedíais al Señor
el remedio de
vuestra esterilidad. Por aquel gozo con que entendisteis ser vuestra
oración oída, oíd ahora
mis oraciones. Por aquella confianza
y autoridad de madre de la
que lo había
de ser del
mismo Dios, interceded
ante vuestra hija
santísima. ¿Qué le
podéis vos pedir
que no tenga
buen despacho de parte de Ella? ¿Y qué memorial vuestro puede Ella
presentar a su Hijo, vuestro Nieto Santísimo, a que Él no quiera convenir?¡Qué
falta, pues, gloriosa Santa Ana, sino que vos queráis interceder!, pues para
qué os hizo Dios tan poderosa sino para
remedio de los atribulados que acuden a vuestro amparo. Valedme pues, Santa poderosísima, que en vos
confío. Valedme para crédito de vuestro poder, para honra
de vuestra Hija y de
Nuestro Señor Jesucristo,
vuestro Nieto. Valedme
para que vuestro
nombre sea cada
más conocido y acudan
a vos todos
aquellos que tanto
necesitan de vuestro
amparo. Bien sé
que no merezco
vuestro valimiento, pero
será ilustre misericordia
vuestra atender a mis súplicas sin haber
en mí merecimiento. Y espero, que luego de ayudado por vuestra
intercesión, os sepa vivir agradecido. Amén.
GOZOS PARA SANTA ANA
Dulce
madre de María,
Amorosa
protectora:
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
La Suprema
Trinidad,
La
llena de bendiciones.
Benditas
las oraciones,
Que
alaban la gran bondad.
Su
amor encanta, enamora,
Al que
en su piedad confía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Vuestra
hija muy amada,
En el
templo presentaste.
Con
ella a Dios aplacaste,
Y su
justicia enojada.
Tú
serás mi bienhechora,
Mi
dulce bien y mi guía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Con
sólo este don precioso,
Ofrecisteis
más a Dios,
Su
padre Joaquín y vos,
Que
todo justo glorioso.
Más que
todos atesora,
Gracia
y santidad María…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Santa
Ana, por vuestro amor,
Conseguidnos
en la muerte,
Gracia,
paz y buena suerte,
Por
María, vos y el Señor.
Pues
sois la consoladora,
En la
última agonía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
Tenedme
siempre en memoria,
En la
celestial morada.
Mi
alma está enamorada,
De vos
que estáis en la gloria.
Mi
amor que suspira y llora,
Quiere
haceros compañía…
Ahora
y en la última hora,
Sed,
Ana, abogada mía.
O
R A C I Ó N F I N A L
Omnipotente
y misericordioso Dios, que proporcionando siempre a los hombres los medios de
salvación y de consuelo, llenasteis de tanta gracia, dulzura y suavidad los
nombres de Jesús, María y José, Joaquín y Ana, a favor de los que, por reverencia
a tan soberanos nombres, Los pidiesen
el remedio de sus necesidades
y consuelo en sus aflicciones:
Os suplicamos rendidos
que a todos
los que con
Fe, amor y devoción, invocaren tan augustos nombres,
les concedáis en esta vida los dulces consuelos de tu divina gracia, y en la otra reciban el Cielo como el premio.
Por Cristo Señor Nuestro. Amén.
DÍA SEGUNDO
-Adoración y acto de contrición como en el día
primero, y luego:
SEGUNDO GOZO: CONCEBIR A LA VIRGEN SANTÍSIMA
Considera,
alma mía, cuál sería el gozo de Santa Ana en aquella dichosa hora en que, en su
vientre, a un tierno cuerpecito de niña se unió la santísima alma de la “Señora concebida sin pecado original”. ¡Cómo llenaría Dios de júbilo y de gozo a Santa
Ana en aquel punto, en el cual la hizo concha de tan preciosa perla,
y sagrario de tan venerable y santa reliquia! ¡Con qué inefable consolación
bañaría el Cielo a Santa Ana, cuando empezó a rayar la aurora del “Sol de
Justicia”!¡Oh, qué secretos y qué misterios en el vientre de Ana! Tesoro
guardado por los ángeles y admirado por los más soberanos espíritus. ¡Y cómo es
posible que tan altos misterios, dejasen de redundar grandes afectos en la
santa, y que con tan gran tesoro, dejase ella de participar de esas riquezas! Alégrome,
Santa gloriosa, de vuestra gran ventura. Vos sois aquélla a quien el Artífice
Soberano escogió para vaso de honra
excelsa, pues encerráis la más pura criatura entre las humanas, únicamente Ella
preservada de la mancha del pecado. Alcanzadme gracia del Señor, y que alegre
de servirle, huya de adquirir en mi alma cualquier género de culpa.
SEGUNDA
VIRTUD: ESPERANZA FIRME
Pondera,
cuán segura e invencible fue la esperanza de esta gloriosa santa. Los años iban
pasando como las olas, más todas quebraban en el risco firme de su
esperanza en Dios, nunca vacilante. Por
eso vio tan bien logrado el fruto de
esta confianza, porque la tuvo en Dios
tan segura. Esperaba fruto de su vientre, y tuvo tal fruto cual no lo esperaba.
Como la
flor de su
esperanza, ni con
las tempestades del
tiempo, ni con
los imposibles humanos,
llegó a caer,
por eso fructificó admirablemente. ¿Quién dijera que
la despreciada, estéril e infecunda,
había de tener fecundidad tan bien lograda?
Lo cierto es que puede mucho ante Dios la esperanza firme en su bondad y
misericordia. En Vos, Señor,
únicamente confío, por
más que el
mundo y el
demonio eternamente se
opongan. Sois Dios
y Padre, habéis
de tener misericordia. Os lo pido
por los merecimientos e intercesión de la gloriosísima Santa Ana.
-Todo lo demás como el día primero.
DÍA TERCERO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
TERCER
GOZO: SU FELIZ PARTO
Considera,
alma mía, el inefable gozo que tendría
la señora Santa Ana en su feliz parto, en el cual dio el mundo, no a Isaac:
sonrisa de su madre Sara, sino a la Virgen María, alegría del mundo entero. Si en el nacimiento del Bautista se
alegraron muchos, según la promesa del ángel,
¡cuántos más se alegrarían en el nacimiento de la Santísima Virgen, y cómo
este gozo cubriría a la felicísima madre, Santa Ana! Ella fue sin duda el monte que
destiló dulzura, porque de ella salió la dulcísima Virgen María, a quien la
Iglesia llama “dulzura nuestra” .Si todas las madres, como dice Cristo, se olvidan de sus dolores luego del
nacimiento de sus hijos, y se
alegran “porque ha
nacido un hombre”, cuál no sería
el gozo de esta madre admirable, viendo nacer de sus entrañas a aquella niña,
de la cual había de nacer en el mundo el Hombre Dios. Sea para bien, dichosa
madre, Santa Ana, el suceso felicísimo
de vuestro parto. Para bien nuestro y de
todo el mundo, pues estamos en obligación
de honraros, gracias a vos tenemos a María. A honra de tan célebre y deseado
nacimiento de “la Emperatriz de cielo y
tierra”, hacedme la merced de que sea participante de vuestro gozo, loando al
Altísimo en agradecimiento por haberos otorgado las peticiones que os tengo
encomendadas.
TERCERA
VIRTUD: CARIDAD ARDIENTE PARA CON DIOS
Pondera,
cuán ardiente fue la Caridad y el amor de nuestra santa. Veíase tan obligada
con los favores celestiales, que no
podía su espíritu dejar de amar al autor de ellos. Veíase madre de la que había de serlo del “Amor Perfecto”, y no podía dejar de
emplear en el amor a Dios todos sus afectos. Por eso su gozo y
toda su alegría venían a parar en loores
al Altísimo, en darle honra y gloria por todo,
y en engrandecer su Santo Nombre.
¡Oh, cómo es
cierto que sólo
en Dios hay
verdadera alegría, y
sólo los que
aman a Dios
de todo corazón
viven consolados! Las alegrías
del mundo vienen siempre llenas de
pesares, porque en el mundo no hay
alegría verdadera. Sólo quien ama a Dios de todo corazón, lo tiene lleno de
alegría, porque Dios es su fuente y su perenne manantial. ¡Os amo, Dios mío, de
todo corazón! Y si aún no os amo de todo corazón, Vos, por la intercesión de
Santa Ana, concededme vuestro amor, un amor grande, fervoroso y ardiente, un
amor que me posea, que me inflame y me consuele. Amén.
-Todo lo demás como el día primero.
DÍA CUARTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
CUARTO
GOZO: EN LA RECREACION O TRATO CON SU HIJA
Considera,
alma mía, el inefable gozo que tuvo Santa Ana en la recreación
con María, en pasar momentos con su santísima hija. ¡Qué alivio y
alegría en el
trato con aquella
niña, cuya conversación
buscaban los mismos
ángeles, suspensos y
admirados! ¡Qué ventura
tan hermosa, el recibir obsequios de madre, de parte de la niña que es
servida por los celestiales espíritus como su señora! ¡Oh, dichosa familia, y
bienaventurada Santa Ana! Las otras santas
son conocidas, o por las
espadas, o por los instrumentos de sus martirios: A Santa Ana
se le conoce por tener en sus brazos y llevar de la mano a María Santísima. ¡Oh cuánto me alegro, santa gloriosa, de que sea
tan digno de honor “el báculo de vuestra
vejez”, y tan sublime “el cetro de vuestro poder”, ya que tenéis de vuestra
mano a la “Señora del Universo”!Pídele que Ella me tenga de su mano, y que
juntamente con vos, interceda en mi favor delante del Altísimo.
CUARTA
VIRTUD: CARIDAD COMPASIVA CON EL PRÓJIMO
Pondera, cómo
no sólo a
su benditísima hija
sustentó la gloriosa
Santa Ana de
su propia sustancia,
sino también a
los pobres y necesitados, con los cuales gastaba la
tercera parte de su hacienda. Ella fue la mujer que abrió libremente las manos a los mendigos, y dio a los pobres
el mismo cuidado que a los domésticos, porque las larguezas de sus limosnas
convertían en domésticos a los extraños. Tuvo tantas veces en su regazo, y llevaba a su pecho, a la que había de ser “Madre de misericordia”, que no podía dejar de pegarse a su corazón el
fuego de la Caridad y ser caritativa. Había recibido tan abundantes gracias y
dones del Señor, que no era mucho que agradeciese a Dios los beneficios, en
haciendo el bien a los pobres. También yo, gloriosa Santa Ana, soy pobre, y
necesito de vuestro patrocinio. Vos ahora sois más poderosa aun y comprensiva.
Por limosna os
pido que remediéis y despachéis la comisión, la gracia que os tengo
encomendada.
-Todo lo demás como el día primero.
DÍA QUINTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
QUINTO
GOZO: EN LA PRESENTACIÓN EN EL TEMPLO
Considera,
alma mía, cuál no
sería el gozo de Santa Ana cuando presentó en el templo a su santísima
hija a la edad de tres años. Si no fuera tal madre, muy excesiva pena
sentiría al quitar de sí una hija de tanto agrado, y tan dotada de bienes de
gracia y de naturaleza. Mas no fue así con nuestra santa, pues si bien sentía
el apartamiento de criatura e hija tan amable, con todo, mayor era el gusto de
dedicarla a Dios, como lo había prometido.
Sabía que Dios estima lo que se le da, no con tristeza y necesidad, sino
con alegría, y mucho alegrábase de tener
don tan excelente para ofrecer a Dios. Cuál sería, pues, el júbilo de su corazón, cuando veía
con qué gracia y ligereza subía
su bendita hija los escalones, las quince gradas del Templo, con la admiración del sacerdote. Cuál su
consolación, viendo cómo aquella pequeña y casta tórtola, escogía ya desde
entonces para sí un nido junto a los altares del Señor. Más tarde, vendría Ella
misma a ofrecer, el día de su purificación, a su preciosísimo Hijo, Jesucristo.
Las prendas que ya desde entonces campeaban
en aquella niña la admiración del sacerdote y de los
ministros, el agrado que con tal
don era recibido por el Altísimo, y los
sublimes misterios que en aquella ocasión tenían principio, eran eficaces motivos para un
superior júbilo en el corazón de Santa Ana. Y tú, alma mía, ya que no tienes don tan
excelente para ofrecer a Dios, aprende a
dedicarte con todas tus potencias a su
servicio, como quien sirve a buen Señor.
QUINTA
VIRTUD: ORACIÓN CONTINUA Y FERVOROSA
Pondera, cómo,
la gloriosa Santa Ana, fue
continua y fervorosa en el santo ejercicio de la oración, como ni
lo fue esa otra madre,
la de Samuel, por más que su
fervor fuese notado por el Sumo Sacerdote. Baste decir, que
por oraciones continuas alcanzó del Señor el remedio de su
esterilidad, en una hija tal como la
Virgen María. Por eso la dedicó luego al Templo, en donde la niña
se diese toda a la oración y a las alabanzas divinas. Quiso, con la
oración de su hija, suplir y ayudar a la suya, para que fuese mejor aceptada. Ella,
entretanto, habiendo antes hecho un templo de su casa, consideraba
frecuentemente los misterios que en ella se obraban, ordenados a la
Redención del género
humano, pues en
aquella sagrada casa
nació la que
debía ser “Madre
del Redentor del
mundo”. Oh, cómo
la consideración de ciertos secretos, que es creíble le fuesen
revelados, elevaría su espíritu a alabar
a Dios, porque la hizo participante, y tan próximamente llegar
a tan altos misterios. Oh tú, alma
mía: ¿Qué haces
que ya no
das frutos, y
crees y veneras
todos estos pasados
misterios? Considéralos y
medítalos frecuentemente, o con la Santísima Virgen en el templo de
Dios, o con Santa Ana en tu casa. Concluye tu oración pidiendo a la santa que
en la suya, se acuerde de la necesidad que padeces y que le tienes recomendada.
-Todo lo demás como el día primero.
DÍA SEXTO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
SEXTO
GOZO: MORIR EN LOS BRAZOS DE SU HIJA
Considera,
alma mía, cuan excesivo sería el gozo de
Santa Ana, quien según graves autores afirman, murió en los brazos de su santísima hija. No es creíble que tan buena hija faltase a su
madre en aquella hora, ni que Dios negase a tan buena madre la consolación de
morir en los brazos de su hija. ¿Cómo huirían lejos de aquella casa
los demonios, estando allí la
Virgen, Nuestra Señora? De lejos, y de
bien lejos, verían los hechos, por ser apartados por la virtud divina. Veis aquí la ventura de Santa Ana: Ser asistida en los brazos de
la Santísima Virgen en aquella hora.
Santa Ana tenía derecho a
este favor por ser la madre de María.
Por eso, santa mía, vos sois abogada para la buena muerte, porque vos,
felicísima, ya tuvisteis esa dicha.
Vuestra alma se vio primero en “el cielo del seno de María”, antes de bajar al
“seno de Abraham”, y esperar que
se abriesen los Cielos luego de la muerte
de Cristo. Oh, si yo pudiera morir con la misma muerte de esta santa matrona.
Ojalá mis novísimos fuesen semejantes a los suyos.
SEXTA
VIRTUD: CASTIDAD CONYUGAL
Pondera,
cómo fue perfecta la castidad conyugal de Santa Ana, matrona ejemplarísima.
Ella fue, aquella en quien descansaba
confiado el corazón de su esposo. Así fue conveniente para que “la Virgen de las Vírgenes”, María, tuviese por madre una persona
no menos casta que Ella. Por eso Santa Ana
mereció ser la tierra del
cultivo, de la más cándida
azucena de pureza que se dio en nuestra
tierra. Por eso también mereció al morir
y salir de este mundo, ser confortada con el virginal olor de este lirio
que tuvo a su lado. Santa Ana nunca
deseó fecundidad con
otro fin que
el de la
mayor gloria del
Altísimo. Nunca, ni entre
los oprobios de la esterilidad,
hubo algo que manchase en lo más mínimo la pureza de su proceder. Cuál no sería
aun mayor su pureza luego, al nacerle su benditísima hija, cuando los rayos de
la pureza de María reverberaban en el cristal de su alma. ¡Oh virtud de la pureza, cómo agradas al Altísimo! ¡Oh,
castidad matrimonial bien
guardada, cómo te asemejas a una virginal
pureza! Alcanzadme, gloriosa Santa Ana,
esta delicadísima virtud, ya que sois
la madre de “la Reina de las
vírgenes”. Pegad a mi alma el olor de esta virtud, para que
yo, en vuestra casa, donde nació
la Virgen más pura, pueda al menos ser
un esclavo deseoso de seguirla y de imitarla, para que merezca la dicha
de ver a esta soberana Señora después de muerte, ya que no puedo antes de ella.
-Todo
lo demás como el día primero.
DÍA SÉPTIMO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
SÉPTIMO
GOZO: VER POR PRIMERA VEZ A SU NIETO, NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Considera,
alma mía, cuán incomparable sería el
gozo de Santa Ana cuando por primera vez
vio a su nieto benditísimo, fuese aún en vida (como lo sientan graves autores),
fuere después de su muerte cuando Nuestro Señor bajó al seno de Abraham. Dice Aristóteles
que entre abuelos
y nietos acostumbra
naturalmente ser más excesivo
el amor. Yo
no puedo decir
que Nuestro Señor amara más a Santa Ana que a su Madre, o
que Cristo haya sido más amado por
su abuela, Santa Ana, que de su Madre Santísima. Pero de cualquier manera, bien se ve
el grandísimo amor de Santa Ana hacia Jesús. ¡Llamar
“nieto” al mismo Dios, y oír de
su boca el amoroso nombre de “abuela”! ¡Oh ternura, oh consolación! Suponiendo
que Santa Ana haya visto a su nieto luego de la Cruz, cómo parecería ya un
Cielo abierto, aquella subterránea cárcel del Limbo de Abraham con la visita
del alma del Redentor. Cuando en el día de la Resurrección, con la confianza de
abuela, ella tocase las llagas de sus pies y de sus manos, y bebiese en la dulzura
de su costado, ¡cómo daría entonces por bien empleado el tiempo del oprobio de
su esterilidad, y la aflicción de su esperanza dilatada!Era Cristo el ardiente
deseo, o el deseado incesante, no
sólo de
los collados eternos, sino de todas las gentes, y por eso fue necesario que Él, ¡hasta de su
abuela, Santa Ana!, fuese deseado como una prolongada esperanza.
Más por
fin, llegó el día, y la esperanza
se convirtió en realidad, la pena en
júbilo y la aflicción en gozo: El nacimiento del Redentor.Mil parabienes os
doy, matrona santa, por vuestra buena fortuna. Y ya que estáis tan favorecida,
como próxima a vuestro Nieto santísimo, acordaos de los que a vos recurren, y
emplead vuestro poder en amparar a vuestros devotos.
SÉPTIMA
VIRTUD: PACIENCIA INVICTA
Pondera,
la invicta paciencia de Santa Ana, no sólo en los trabajos ordinarios, que es
fuerza acompañen a una madre de familia, sino muy particularmente en las
angustias de su esterilidad. esterilidad
era en aquel pueblo el mayor oprobio.
Porque como se esperaba que de aquella nación nacería
el Hijo de Dios, si alguna casada era infecunda, se
la tenía por reprobada por
Dios, pues ella era entonces
excluida de las que podían dar a
luz al Mesías. Por eso, elmismo Sumo
Sacerdote, después de
advertir la infecundidad
de nuestros santos
casados, no quiso
admitir sus ofrendas,
por ser provenientes de personas
a quienes parecía que Dios reprobaba. Mirad los juicios de los hombres cómo son falsos y falaces. Los hombres desprecian a Ana como reprobada
de Dios, y ella es la escogida por el
mismo Dios. Ahora
padeced, matrona santa,
que ya vendrá
el día en
que los hombres
que ahora os
desprecian, esos mismos admirarán vuestra ventura, y conocerán
que por vuestra paciencia habéis merecido gloria tan excesiva. Ayudadme, santa
mía, a padecer con conformidad, y a sujetar mi juicio y mi voluntad a las
disposiciones divinas, que por caminos que parecen muy diversos, nos llevan
derecho a los fines que intentan.
-Todo
lo demás como el día primero.
DÍA OCTAVO
-Adoración y acto de contrición como en el día primero, y luego:
OCTAVO GOZO: SUBIR AL CIELO CON CRISTO
Considera, alma mía, cuán grande sería el gozo y la alegría de la Señora Santa Ana, y cuán su gloria sin medida, cuando su alma bienaventurada subía al Cielo en compañía de su santísimo Nieto. En el día de la Ascensión, llevó Cristo consigo, como fruto de sus victorias, a los cautivos que del seno de Abraham había rescatado. Los más seguirían su triunfal carroza como siervos, pero quién duda que haría el Señor especial honra a su abuela felicísima en aquel día.José era virrey en Egipto, y Jacob un pobre pastor. Quiso José que sus hijos, nietos de Jacob, venerasen con respeto al santo y viejoabuelo. ¡Y cómo es posible, y creíble, que Cristo Redentor, se olvidase de las atenciones que Él encomienda a hijos y nietos, y se olvidase de darlas a su abuela! Por eso, los Cantares preguntan quién es la venturosa alma que sube de este mundo, recostada sobre su amado. O como reza una leyenda sobre su nieto: Quién ha de ser sino el alma de nuestra gloriosa santa, la que reclinada en su amoroso Nieto, sube triunfante al Empíreo.Bienaventurada santa, que subís con tanta gloria, dadme licencia para que celebre vuestra alegría, y con vivas aclamaciones, siga enespíritu vuestro triunfo. Y ya que con él, dice la Escritura, repartió vuestro Nieto santísimo dones a los hombres, encaminad para mí los que yo necesito, especialmente los que os tengo recomendados.
OCTAVA VIRTUD: HUMILDAD PROFUNDA
Pondera, alma mía, cuán profunda fue la humildad de nuestra santa. Era descendiente de la casa real de David, y se trataba a sí misma como persona muy común. Tenía dones muy especiales de Dios Nuestro Señor, y soportaba, con conocimiento profundo de su vileza, la opinión que corría en el pueblo de que era reprobada del mismo Dios.¿Veis aquí por qué el Señor la levantó a tan alta gloria, y cómo abatió a los soberbios?Por eso, Dios se allegó tan cerca de nuestra santa,que se hizo no sólo pariente suyo, sino su mismo Nieto. Bien se cumplió en ella, aquello de que los humildes son ensalzados, porque, por su humildad, nuestra santa fue exaltada y elevada al Cielo junto al mismo Cristo. Oh, poder grande de la humildad, que atraéis a Dios hacia el humilde, siendo Dios tan alto. Y levantáis al humilde hasta Dios, siendo el hombre tan bajo. Y tú, alma mía, ¿de qué te ensoberbeces a vista de tanta humildad? Si un monte tan elevado como Santa Ana, se abate tanto delante de Dios y de los hombres, el polvillo rastrero de la tierra que eres tú, ¿cómo presume subir y levantarse? Ayudad, santa humildísima, éste mi propio conocimiento, el de mi nada, para que de allí pase a mis acciones, y no venga yo a perder por la soberbia vuestro favor y patrocinio, y menos aun el de Dios.
-Todo lo demás como el día primero.
DÍA NOVENO
-Adoración
y acto de contrición como en el día primero, y luego:
NOVENO
GOZO: ESTAR EN EL CIELO CON TODA SU FAMILIA
Considera,
alma mía, la gloria y el gozo grande que tendría la señora Santa Ana en el
Cielo, al verse en él con toda su familia: Allí tiene a su esposo San
Joaquín, a su
hija la siempre
Virgen María con
su esposo San
José, y a
su nieto Jesucristo.
En esto, se
verifica bien que la
generación de los rectos y de los justos será bendita. Dichosa casa de la tierra,
que no era otra cosa sino “la casa de Dios y la puerta del cielo”
(“domus Dei et porta caeli”), por donde
salieron tantos que entraron al Cielo. Oh, ¡cómo será la gloria
de Santa Ana en el Cielo, dentro
de toda esta Sagrada Familia! ¡Cómo será de hermosa esta casta generación
con la claridad de su gloria! ¡Cuánto
querría yo ver esta celestial y
santa constelación de estrellas místicas,
todas juntas, y todas de la
mayor magnitud, dentro de las
cuales está el mismo “Sol de Justicia”! ¡Qué luces, qué
resplandores de gloria y de júbilo, serán los que reverberan de unos hacia
otros! También yo quisiera, gloriosa santa, pertenecer de algún modo a vuestra
Sagrada Familia, a lo menos bajo el título de siervo. Yo me dedico y consagro
desde hoy a
servir en tan
buena casa. Recibidme
ya desde ahora.
Y en la
hora de mi
muerte, introducidme en
esta dichosa mansión de la
gloria, de la que vos ahora gozáis por toda la eternidad.
NOVENA
VIRTUD: MORTIFICAICÓN Y PENITENCIA RELIGIOSA
Pondera,
cómo la gloriosa Santa Ana fue rigurosa en su mortificación y penitencia.
Cuántas y cuán continuas son las ocasiones en que una madre de familia, en el
gobierno de sus cosas domésticas y en el trato con los extraños,
encuentra motivos para sentir y
para inmutarse. Pues en todas estas cosas, se mortificó de tal modo nuestra
santa, que como escriben los Santos Padres, ella fue siempre irreprensible. Y
fuera de esto, dice san Vicente
Ferrer que sus ayunos eran muy frecuentes, sus
vigilias muy continuas, no pocas sus
visitas al Santo Templo de Jerusalén con los pies descalzos desde Nazaret. ¿Qué
no tendrá esta vida de atribulada y miserable? Pero lo cierto es que, de este modo
y por este camino, consiguió toda esa gloria que hemos ponderado. Tal
mortificación y penitencia fueron el
arado que, abriendo la tierra
de su cuerpo, lo
prepararon para sembrar en
él, simiente de tan gloriosa felicidad:
María. No se
consigue premio grande,
sin trabajo grande.
Quien más se
mortifica en esta
vida, logra mayor bienaventuranza en la otra.¡Oh, feliz
campo! Yo me acomodo en él. Esto es, ahora he de mortificarme por el breve
tiempo de la vida presente, para después descansar en él por los interminables
espacios de la eternidad. Vos, santa gloriosa, ayudadme con vuestra
intercesión, para que el amor propio no
pueda más que este propósito que tengo, y
que me importa más que todo.
-Luego
se dirá todo lo demás como el día primero.
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