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miércoles, 29 de enero de 2020

De las Angustias del Huerto al Triunfo del Calvario...Mártires Cristeros.



"Dios hace concurrir todas las cosas, para el bien de los que le aman, de los que, según sus designios, son llamados", escribe S. Pablo en su Epístola a los Romanos, y continúa: "Porque a los que antes conoció, a ésos los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que Este sea el primogénito entre muchos hermanos. . . y a los que llamó, los glorificó". La noche del primer Jueves Santo era oscura, y el Huerto de Getsemaní, con su arboleda de olivos y su suelo sin césped, en el silencio de aquella noche, encogía el alma con un sentimiento mezclado de pavor y tristeza. Y allí en un lugar retirado, de rodillas y con las manos apoyadas en el saliente de una roca, Jesucristo, el Hijo del hombre, derramaba lágrimas y sudaba sangre. Una angustia mortal oprimía el Corazón Divino del Salvador y Libertador de la humanidad. Se preparaba para el gran sacrificio de su vida al día siguiente, y había permitido, para hacernos entender a los que en el curso de los siglos por venir leyéramos la divina historia de aquella noche, la medida de aquel su inmenso Sacrificio, que todos los sentimientos humanos que laceran el corazón del hombre se agolparan en su Corazón, hasta hacerle desfallecer de angustia. La traición de uno de los suyos, el abandono de los demás, los furores de sus enemigos y sus ofensas al Padre... y la larga serie de ingratitudes, con que habíamos de pagar ese sacrificio, las veía en su ciencia divina con todo su horror, y de sus labios acabaron por salir aquellas dolientes y humildes palabras: "¡Padre. . . pase de Mí este cáliz!. . . Pero ¡no se haga mi voluntad sino la tuya!".
En la esplendorosa historia de la persecución comunista en México, no podremos menos de encontrar entre las víctimas cristianas, muchos rasgos de semejanza con la soberana figura de Jesucristo, conforme al citado anuncio de San Pablo. Entre esas figuras de mártires hay una cuyo recuerdo no se borrará jamás de mi memoria, ni de todos los que tuvimos la altísima honra de conocerlo: Juan Manuel Bonilla Manzano. Manuel era un joven de un atractivo singular, el atractivo que da la virtud. Todos lo querían, todos lo respetaban. Residente en Tlalpan del O. F., formaba parte del grupo local de la A.C.J.M. que llevaba el título de Emmanuel Ketteler en memoria del gran católico, político y sociólogo alemán. El año de 1923 a 1924 fue electo Presidente del dicho grupo. Con esto está dicho que participaba, de una manera especial, de las ambiciones nobilísimas de aquellos jóvenes, para hacer un México mejor, un México animado otra vez por aquella savia cristiana que le infundieron los forjadores de nuestra nacionalidad, y que el liberalismo del siglo XIX, instrumento perverso de la conspiración contra el orden cristiano, había tratado de secar en su misma fuente, que es la Iglesia de Jesucristo.
Persuadido de que ninguno de esos ideales cristianos, que anidaban en su corazón juvenil y ardiente, podría llevarse a cabo sin la oración, era miembro también de la Adoración Nocturna, y cuando terminaban sus ocupaciones del día, con las que proveía al sustento de su madre viuda y un hermanito menor, no iba a buscar el descanso en las diversiones y locuras de una juventud irreflexiva, sino que se dirigía al templo, para pasar la noche cerca de Jesús Sacramentado, y orar en su respectivo turno al pie del Sagrario. Jesucristo su Maestro, así lo había hecho. . . después del trabajo del día en las noches, se retiraba a hacer oración. . . y Manuel quería ser fiel discípulo suyo.

Cuando comenzó la persecución callista, fue uno de los primeros en alistarse en la "Liga defensora de la libertad religiosa”... y llegadas las cosas al extremo que llegaron, a semejanza de aquellos antiguos monjes soldados sintió el llamamiento de Dios para que sacrificara todos sus afectos, sus comodidades y relativo bienestar, para defender la causa de Dios, alistándose en el Ejército Libertador, cuyas fuerzas andaban en la cercana serranía del Ajusco.
Se conserva una carta de la señorita María de la Luz García, tipo de una virgen cristiana, novia exquisita de Manuel, y hoy ferviente religiosa, que voy a reproducir aquí, porque por ella veremos, cómo lejos de ser un estorbo para el sacrificio del joven, tuvo el mérito que Dios ha apuntado en el libro de sus eternas recompensas, de participar en él y alentarlo con el corazón destrozado, sí, pero ante todo cristiano y nobilísimo. "Tlálpam, 18 de agosto de 1926: —Inolvidable Manuel: —Fue muy gran del gusto que experimenté al leer tu carta; ¿sabes por qué?, porque en ella, al verla, leo los sentimientos de tu corazón, y créeme, no hay cosa que más me haga gozar como el ver que el hombre a quien he dado mi cariño, se entregue de esa manera al buen Dios, sacrificando aun lo más preciado para él. Créeme, Manuel, lejos de sentir tristeza porque no te veo, me alegro en el alma, pues sé, siento, tengo para mí, que el sacrificio que los dos hacemos sube cual incienso perfumado, cual aroma delicioso hasta el trono del buen Dios, y en cambio de esto tan pequeño que ofrecemos, espero que bajarán un sinnúmero de gracias y bendiciones que harán crecer en tu corazón y en el mío los deseos ardientes de sufrir más, de sacrificarnos más, de luchar más por El, que con tanto amor nos dio su vida por nosotros en la Cruz. Si el buen Jesús acepta la ofrenda que le haces de tu vida, y en esta lucha se extingue, espero confiando en El y en su Madre Inmaculada, que te seré fiel hasta la muerte. Las religiosas no me disgustan, al contrario me atraen; así es que dejando de existir tú, creo que lo que haría sería esconderme en un claustro, donde el ruido del mundo no borrara de mi corazón tu recuerdo y donde me dedicara a pedir por ti. En mis pobres oraciones no te olvido nunca, y pido a Dios y a la Morenita del Tepeyac, que te den sus gracias para que sigas luchando valerosamente como hasta ahora lo has hecho. Tuya.
María de la Luz".
La lucha cristera fue heroica, sublime. Pero si en los Altos de Jalisco y en el Volcán de Colima, los soldados de Cristo Rey se anotaron gloriosas victorias, en las sierras del Ajusco, por la cercanía a la capital de la República, los éxitos fueron pocos, y las penalidades extraordinarias, pues esa misma cercanía daba refuerzos de toda especie a los enemigos de Dios y de su Iglesia.
Después de un año de combates y escaramuzas, las esperanzas del triunfo en esta rama del Ejército Libertador se iban esfumando; las hambres, los fríos, la desnudez y la fatiga, desmoralizaron a muchos débiles, que comenzaron a desertar de esas filas. Y comenzaron también para Manuel, imitador de Jesucristo, las horas del Huerto.
Tal se desprende de los siguientes párrafos de su correspondencia con María de la Luz. "No sé la causa de tu tardanza en contestarme, sólo sé que sufro lo que en mi vida había sufrido. . . Mi corazón desborda de amargura, pues al fin es de carne y sus fibras se estremecen al considerar que no está lejos el día del sacrificio. Sacrificio digo, no porque me pese el hacerlo, pues me obliga el deber y me considero dichoso porque cumplo con él; más la reflexión de que quizá abandone para siempre a los seres más queridos, me hace sufrir, para qué negarlo, y sufro porque amo y con todas mis fuerzas: tú lo sabes, porque ocupas el lugar preferente en mi corazón; y a mi madre y a mi hermano se les acaba su ayuda, su sostén. (Eco doliente de aquel: ¡Padre mío, que pase de Mí este cáliz!). Todo esto y menos sería suficiente para hacer retroceder a cualquiera, pero a mí no; pues mis convicciones me gritan: tu lugar no es la inacción y el descanso, tú debes luchar por la libertad, y ante tal grito mi voluntad se doblega y acallo mi corazón para responder al llamado del mismo Dios, y decirle: estoy pronto, nada me detiene, tuyo soy dispón de mí como mejor te plazca, tu voluntad será la mía".
¿No escucháis resonar en la serranía del Ajusco, el eco del clamor que salía hace veinte siglos de entre los árboles de Getsemaní? ¡No se haga mi voluntad sino la tuya! Y pudiera yo multiplicar, tomadas de la correspondencia de ambos jóvenes, María de la Luz y Manuel, las citas de estos dolores y estas angustias, no menos, que el clamor de un alma decidida a cumplir con la voluntad de Dios. Y el día de la consumación del sacrificio llegó por fin.
El 14 de abril de 1927, Jueves Santo, Manuel, cargando a un cristero herido, bajó de la montaña, a la hacienda de San Diego Linares, cercana a Toluca, para como otro Buen Samaritano, encargar a los dueños de la hacienda, con cuya ayuda y benevolencia, prometidas por ellos, contaba, el cuidado del enfermo.
¡Ay, era preciso que Manuel, hasta el último detalle imitara a su Maestro! Como otro Judas, uno de los hacendados, se apresuró a ir a Toluca para denunciar al general Urbalejo que era el jefe de la guarnición de aquella ciudad, que en la hacienda se encontraban dos cristeros inermes. . . Un grueso pelotón de soldados se dirigió a la hacienda inmediatamente. Encontraron a Manuel y a su herido compañero... Sin más averiguaciones lo sacaron a empellones y lo llevaron a la montaña.
¡Era ya Viernes Santo...! Los relojes de Toluca sonaban las tres de la tarde precisamente, cuando los ecos de la montaña fueron sacudidos por una descarga del pelotón de soldados, que acababa de segar para siempre la flor juvenil, lozana y hermosísima de Manuel Bonilla Manzano. ¡Era el Viernes Santo en el Ajusco, como aquel otro Viernes Santo glorioso del Gólgota!
Al cabo de un mes, su cuerpo fue llevado al cementerio de Tlalpan. Estaba aún fresco e incorrupto como si acabara de morir.

TIEMPOS APOCALIPTICOS II

  

Los acontecimientos mundiales se están precipitando de una manera espantosa en donde lo bueno ahora es malo y lo malo bueno con una astucia diabólica se ha tergiversado la situación que, claramente, se ve obrar el misterio de iniquidad como ya lo había advertido san Pablo. Este misterio consiste también en que "viendo no ven y oyendo no oyen" y con ello muchas almas se estan perdiendo.
es obligación del sacerdote desenmascarar al demonio y sus argucias y también denunciar a aquellos que están dentro de la Iglesia y son ya ministros no de Dios sino del maligno (digo aquellos porque no todos los sacerdotes contribuyen a destruir la Iglesia)
Para  algunos espíritus flacos no lo soporten y otros, segados por el misterio de iniquidad, no logren dicernir los peligros que aquí se anuncian, pero es necesario que invoquen al Espíritu Santo para entender algo de lo aquí escrito.
La unificación mundial propiciada por el poder oculto judío (con sus organizaciones satélites, ONU (Organización de las Naciones Unidas); OEA (Organización de los Estados Americanos); etc.) y la finanza internacional también judía, es la meta del Anticristo: «Hoy día es “un fin político lícito” y muy vigente por cierto, la organización y unificación de las comarcas del mundo en un solo reino que, por ende, se parecerá al Imperio Romano. Esta empresa pertenece a Cristo; y es en el fondo la secuela aspiración de la Humanidad; pero será anticipada malamente y abortada por el Contra -cristo ayudado del poder de Satán. En el Boletín de “Canadian Intelligence Service (enero 1963) podemos ver el poder que tienen actualmente, en E.E.U.U. e Inglaterra sobre todo, los “One-Worlders” o partidarios de la unificación del mundo bajo un solo Imperio. Propician la amalgama del Capitalismo y el Comunismo, que será justamente la hazaña del Anticristo» (Ibíd. p.p. 188-189). «La última herejía será optimista y eufórica “mesiánica” y puede ser el modernismo actual pues a la larga conduce al ateísmo. El bolchevismo se incorporará, será integrado en ella consecuencia lógica propio de esta herejía y de este sistema político». (Ibíd. p. 201).
«El Capitalismo (Sistema económico y social basado en la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del mecanismo del mercado).  y el Comunismo,( Doctrina económica, política y social que defiende una organización social en la que no existe la propiedad privada ni la diferencia de clases, y en la que los medios de producción estarían en manos del Estado, que distribuiría los bienes de manera equitativa y según las necesidades), tan diversos como parecen a simple vista, coinciden en su fondo, digamos, en su núcleo “místico”: ambos buscan el Paraíso Terrenal por medio de la Técnica; y su “mística” es un mecanismo tecnólatra y antropólatra, cuya difusión vemos hoy día por todos lados, y cuya dirección es la edificación del hombre; la cual un día se encarnará en un hombre». (Ibíd. p. 347).
«El Anticristo no será un demonio, sino un hombre “demoniaco”, tendrá “ojos como de hombre”, levantados con la plenitud de la ciencia humana, y hará gala de humanidad y “humanismo”, aplastará a los santos y abatirá la ley, tanto la de Cristo como la de Moisés; triunfará tres años y medio hasta ser muerto “sine manu”, no por mano de hombre; hará imperar “la abominación de la desolación.” O sea, el sacrilegio máximo; que consiste en hacerse adorar como dios, será soberbio mentiroso y cruel, aunque se fingirá virtuoso (...) será ateo y pretenderá el mismo recibir honores divinos; en qué forma, no lo sabemos: como Hijo del Hombre, como verdadero Mesías, como encarnación perfecta y flor de lo humano soberbiamente divinizado, como Fuehrer, Duce, Caudillo y salvador de los hombres; como Resucitado de entre los muertos. (...) Reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia. Matará a los profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre, hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apocalipsis; y odiará con furor aun la mención de la Parusía dado que ella significa su fin. En su tiempo habrá verdaderos monstruos que ocuparan cátedras y sedes, y pasarán por varones píos, religiosos y aun santos; porque el hombre de pecado tolerará y aprovechará un cristianismo adulterado. Abolirá de modo completo la Santa Misa según el rito tridentino o Santa Misa en latín y el culto público durante 42 meses o sea 1260 días – que serán largos de pasar». (Ibíd. p. 198-199).
«La mujer ramera y blasfema es la religión modernista adulterada, ya formulada en Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes de este mundo, y asentada sobre el formidable poder político anticristiano». (Ibíd. p 261).
«Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba pervertida en sus jefes, y consiguientemente en parte del pueblo. (...) Cuando Cristo vuelva la situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo, es capaz de producir esa magna apostasía que el predijo: “La mayor tribulación desde el Diluvio acá”, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo óptimo. (...) por eso San Juan vio en la frente de la ramera la palabra Misterio, y dice se asombró sobremanera; y el Ángel le dice: “Ven, y te explicaré el misterio de la Bestia”. Es el misterio de iniquidad, la abominación de la desolación: La parte carnal de la Religión ocultando, adulterando y aun persiguiendo la verdad.
“Sinagoga Sátanae». (Ibíd. p. 257). Se comprende así la persecución violenta y silenciosa contra toda la Tradición de la Iglesia, dogma, culto y moral.
«La esposa comete adulterio: cuando su legítimo Señor y Esposo Cristo no es ya su alma y su todo; cuando los gozos de su casa no son ya toda su vida; cuando codicia lo transitorio del mundo en sus diversas manifestaciones; cuando mira sus grandezas, riquezas y honores con ojos golosos (...) Esto es lo que llama el profeta “fornicar con los Reyes de la tierra”. Primero se fornica en el corazón desfalleciendo en la fe; después en los hechos, faltando a la caridad. El error fundamental de nuestra práctica actual y -aun teoría a veces- es que amalgamamos el reino y el mundo, lo cual es exactamente lo que la Biblia llama “prostitución”». (Ibíd. p. 258).
Esto fue lo que instituyo desgraciadamente el Concilio Vaticano II con su «aggiornamento» y su ecumenismo, y no es más que una prostitución. Al pan, pan y al vino, vino. Las cosas son lo que son o dejan de ser. Pero resulta que el Concilio Vaticano II único Concilio Ecuménico en toda la historia de la Iglesia que no fue (no quiso ser) infalible, se impone con dogmatismo doctrinal, y es más respetado que el mismo Dogma de la Fe, que el mismo Deposito de la Fe, que la misma Revelación Divina. ¡Habráse visto mayor confusión y error! Solo cabe una palabra prostitución de la religión, prostitución de la jerarquía de la Iglesia, parte carnal, humana como hombres que son, que fornican con los Reyes de la tierra, amalgamando Iglesia y Mundo.
Aquí está representada la Bestia de la tierra, el Pseudoprofeta, semejante al cordero pero que propaga un culto sacrílego, una religión fornicaria al servicio Anticristo, la otra bestia del mar: «El otro seductor y tirano del mundo que más tarde Juan llamará “el Pseudoprofeta”, tiene un carácter religioso: “semejante al Cordero” y surge de la Tierra firme, la Religión; no como la otra, del mar del mundo mundano.


martes, 28 de enero de 2020

MARIA CORREDENTORA DE TODAS LAS GRACIAS


*STABAT MATER DOLOROSA JUXTA CRUCEM LACRIMOSA, DUM PENDEBAT FILIUS
En nuestros tiempos apocalípticos donde la religión católica padece grandes ataques de los enemigos, aun de los que están dentro de ella, tanto en su fundación y origen, son atacados sus dogmas más sagrados sin piedad y con un gran desprecio.
Nos compete como católicos militantes defenderla y volver a resaltar el carácter divino de los dogmas con la pasión que solo sea controlada por la caridad y la prudencia que procede de lo alto.
El asunto que nos ocupa en esta ocasión es el ataque artero que Nuestra Señora ha sufrido por altísimo prelado quien debería meditar antes de abrir la boca y decir cosas nefastas que atentan contra la Santísima Virgen María ya de por si tan denostada por los protestantes y algunos sacerdotes y obispos del mundo católico actual. Trátese pues DE LA CORREDENCION DE NUASTRA SEÑORA derecho bien merecido por varias razones para lo cual bástenos tan solo con su MATRNIDAD DIVINA, pero vamos a remachar este privilegio de la corredención desde la vista de un gran santo como lo es Santo Tomas de Aquino con la esperanza se explayarnos más en un futuro.

Esta cuestión exige para su complemento un breve apéndice sobre la parte que a la Virgen María corresponde en esta obra de la salvación humana, ya que es común apellidar a María corredentora y universal mediadora de todas las gracias. Lo de corredentora parece referirse a la obro de Jesucristo en su vida y sobre todo a su pasión redentora la mediación, a la distribución de su gracia a las almas en el curso de la historia hasta el fin de los siglos. Para ver cómo esto conviene a María, es preciso sentar algunos principios indispensables para la recta solución de una verdad que se halla tan grabada en el Corazón de los fieles y que la teología mariana toma muy a pecho estudiar y definir.
Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, es el único en quien puso Dios la salud del mundo. El ofreció a la justicia divina una satisfacción plenísima por los pecados; Él nos mereció de rigurosa justicia el perdón de los pecados, la gracia de Dios, el don de la filiación divina y la gloria eterna; Él es la cabeza del cuerpo místico, que es la Iglesia, y nadie puede alcanzar de Dios la menor gracia que no sea por su mediación. Tal es la doctrina cristiana, la enseñanza fundamental de la fe.
Pero este Hijo de Dios, para venir a ser Hijo del hombre, nació de madre virgen, que El mismo escogió tal como le plugo, y, en consideración a sus propios merecimientos, la preservó del pecado original, la enriqueció plenísimamente de todo género de gracia y se la incorporó a la obra que El venía a cumplir en la tierra. Y como Él había de cumplir esa obra con su vida, su pasión y su muerte, así la Madre, incorporada a esta vida, pasión y muerte, viviese la suya en intimidad con su Hijo y por los mismos fines que El, la salud del mundo. Este último punto pertenece a la enseñanza actual del magisterio de la Iglesia, mientras que los precedentes son otros tantos dogmas de fe. Pues, siendo la Virgen santa y exenta de todo pecado, ofreció sus obras, sus plegarias, sus dolores, por las intenciones de su Hijo, o sea, por la salud del mundo, y esta ofrenda fue gratísima en la presencia de Dios, mereciendo ella por su parte de condigno  y no en justicia rigurosa como en el caso de su Hijo al decir de los teólogos lo que el Hijo merecía por la suya de rigurosa justicia pues esa era la voluntad del Padre Eterno.
Para entender mejor esta intimidad de vida, conviene recordar un episodio evangélico y señalar su hondo sentido. Jesucristo, desde el primer instante de su ser natural humano, conoció plenamente y hasta en sus ínfimos detalles su destino; por consiguiente, su vida, su pasión y su muerte. Desde entonces se abrazó con todo esto y así vivió llevando siempre la cruz ante sus ojos, Él estando en el vientre virginal de su santísima Madre tuvo concienencia plena de todo lo que pasaba fuera del vientre de su Madre. Pues, para que la Madre se asemejase al Hijo y viviera unida a Él en la cruz, el anciano Simeón, ilustrado por el Espíritu Santo, anunció a María el triste destino de su Hijo y la parte que ella tendría en ese destino: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y, para blanco de contradicción y una espada atravesará tu corazón -para que se descubran los pensamientos de muchos (Le. 2,34S). Estas palabras, dictadas por el Espíritu Santo fueron recibidas por quien gozaba de abundantísima luz para entender las en su más hondo sentido, siendo esta inteligencia causa continua de dolor, hasta ver realizado en el Calvario el sentido pleno, de aquella profecía. Con esto la Madre como Abrahán, ofreció, en el altar de su corazón, el sacrificio de su Hijo, asociándose íntimamente a la oblación de Jesús. Tal ofrenda de María fue en los ojos del Padre celestial sumamente grata, y por ella mereció también de su parte lo que el Hijo,        con mayor derecho merecía de la suya.
De esta suerte quedó la Madre incorporada a la obra redentora del Hijo cooperando a ella en la medida que su condición de pura criatura le permitía pero también con la eficacia que le daba su dignidad de Madre de Dios y la riqueza de su gracia y santidad, Tal es la razón de su título de corredentora y mediadora.

LA MADRE PIADOSA ESTABA JUNTO A LA CRUZ LLORABA MIENTRAS EL HIJO PENDIA.


sábado, 25 de enero de 2020

TIEMPOS APOCALIPTICOS



Estimado lector/a durante mucho tiempo he pospuesto este escrito por atención a ustedes, pero es ya momento de advertir a todos los que esto leen sobre el plan que tienen los enemigos de Cristo y de todo lo que es santo. No se puede adornar la verdad con palabras bonitas que se adapten a nuestro antojo sin faltar gravemente a LA VERDAD ÚNICA. Por lo tanto no modificare el lenguaje utilizado por el autor del presente artículo.

Los Tiempos Apocalípticos están caracterizados por: la Crisis de Fe y la Gran Apostasía, la Abominación de la Desolación en lugar Santo, el Anticristo (en su doble versión) la Bestia del Mar, versión política, y la Bestia de la Tierra o Pseudoprofeta, versión religiosa o carismática, como es lo religioso en el mundo moderno.
Todo esto no es más que la Religión (y por ende los dogmas de la fe) adulterada, falsificada, falseada, falsa, se trata de un cristianismo adulterado por el comercio (trato carnal y mundano) con el mundo, es la relación sacrílega y adultera por la conjunción o compenetración de Iglesia y Mundo, tal como el Ecumenismo sacrílego y adultero propicia, he aquí el famoso «aggiornamento» (puesta al día) de la Iglesia, de lo Sacro, a lo vil y mundano; he aquí la relación adúltera de la connivencia y maridaje entre el Mundo y la Iglesia, y el resultado no puede ser que un fruto bastardo, como lo es todo el culto de la Nueva Iglesia Modernista. Y ahora lo terrible y lo tremendo por si fuera poco con lo ya dicho, todo esto no es más que la obra de un gran falsificador y un gran adultero, de un gran infame y sacrílego como pide, exige y reclama, la realidad de las cosas y de los hechos. Todo efecto tiene su causa, y sus instrumentos. Ahora bien, todo esto no es obra del azar, ni por generación espontánea, nada de eso, hay una causa y esta es la del Anticristo el cual en concreto se personifica en un impostor de carácter religioso y que mejor que en un antipapa. El anticristo en su versión religiosa, bestia de la tierra es un mitrado un obispo de la jerarquía de la Iglesia, está suficientemente señalado para identificarlo, pues tiene cuernos como de cordero o sea la mitra, los dos cuernos de Moisés que simbolizan el Antiguo y Nuevo Testamento.
Un obispo que tenga o pueda tener un poder universal para arrastrar a todos tras la religión falsificada, no puede ser sino la obra del único obispo con poder universal en la Iglesia, y este es el obispo de Roma, el Papa. De aquí lo terrible, pues Satanás se valdrá del Papado para prostituir como la Gran Ramera la Iglesia Santa de Dios.
De aquí que necesariamente tiene que ser un falso Papa, un impostor un antipapa, pues un Papa verdadero no puede ejercer y llevar a cabo tan tremenda acción.
Luego la abominación de la desolación en lugar santo, la adulteración de la religión, la profanación de la Iglesia, la falsificación de la fe y de los dogmas de fe, son la obra del Pseudoprofeta, la Bestia de la Tierra al servicio del mundo y de su poder político la sinarquía judaica, representada en la Bestia del Mar, formado entre ambos el Anticristo completo (que es doble, que son dos) que representan estas dos Bestias o Fieras apocalípticas.
Esta es la esencia del contenido (poco más, poco menos) del 3er. Secreto o Mensaje de Fátima. Y es lo único que justifica o explica el por qué tanto misterio con su revelación.
Citaremos algunos textos de los cuales nos valemos para afirmar lo dicho.
Respecto al culto antropoteísta del Anticristo: «… la adoración sacrílega del hombre por el hombre, que será la herejía del Anticristo». (Castellani, El Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 38).
La religión del hombre, el humanismo ateo, es la característica de la Nueva Religión antropocéntrica y antropoteísta del actual Ecumenismo de la Nueva Iglesia post-conciliar.
«En el Anticristo habrá dos cosas, un sacrilegio y una herejía (“Segunda Bestia”). Se hará adorar como Dios, lo cual es un sacrilegio, y por cierto el máximo, y para ello se servirá como de instrumento de un culto religioso derivado espuriamente del mismo Cristianismo: Es decir, de una herejía cristiana que pareciera ha nacido ya en el mundo. (...) y así el poder político deificado y encarnado en un “plebeyo genial” y apoyado por un sacerdocio, será la abominación de la desolación y el reinado del Anticristo». (Ibíd. p. 38-39).
La abominación de la desolación se identifica con el reinado del Anticristo. El Anticristo, en su versión religiosa, el Pseudoprofeta y con la Roma Babilónica y Apóstata, como señala Nuestra Señora en La Sallette: “Roma perderá la fe y será la sede del Anticristo”. «La primera herejía, por lo que sabemos de ella, se parece a la última herejía.
Quiero decir, a la de nuestros tiempos; y se puede decir que transcurre transversalmente toda la historia de la Iglesia, y es como el fondo de todas las herejías históricas. Era una especie de gnosticismo dogmático y laxismo moral, un “sincretismo”, como dicen hoy los teohistoriógrafos. Era una falsificación de los dogmas cristianos, adaptándolos a los mitos paganos, sin tocar su forma externa por un lado; y concordantemente, una promiscuación con las costumbres relajadas de los gentiles; nominalmente, en la lujuria y en la idolatría (...) comían de las carnes sacrificadas a los dioses, en los banquetes rituales que celebraban los diversos “gremios”, lo cual era una especie de acto religioso idolátrico o sea, de “comunión”; y se entregaban fácilmente a la fornicación, que entre los paganos no era falta mayor ni vicio alguno, incluso, según parece, después y como apéndice de los dichos banquetes religiosos». (Ibíd. p. 32).
Por esto las vírgenes en el Apocalipsis son los incontaminados: «“Vírgenes” significa que no se manchan con la “Fornicación” (o sea idolatría) de la religión falsificada; la cual fornicación o apostasía propaga la mujer Ramera de la visión 16». (Ibíd. p. 96).
«“Fornicar con los reyes de la tierra” significa la religión ponerse al servicio de la política». (Ibíd. p. 97).
«La Medición del Templo significa la reducción de la Iglesia fiel a un pequeño grupo perseverante y la vasta adulteración de la verdad religiosa en todos los restantes; y en esto están unánimes todos los Santos Padres». (Ibíd. p. 94-95). Es el famoso pusillus grex, pequeño rebaño Luc.12-32. Se comprenden así las palabras que inician el 3er Secreto de Fátima: En Portugal se conservará siempre el dogma de la Fe.
«Solo el Tabernáculo (o Sancta Sanctorum) será preservado: un grupo pequeño de cristianos fieles y perseguidos; el Atrio, que comprende también las Naves (no las había en el Templo de Jerusalén) será pisoteado. Y esa es “la abominación de la desolación”, que dijo Daniel y repitió Cristo». (Ibíd. p. 154). «Todos los Santos Padres han visto en esta visión (Medición del Templo) el estado de la Iglesia en el tiempo de la Gran Apostasía: reducida a un grupo de fieles que resisten a los prestigios y poderes del Anticristo (mártires de los últimos tiempos) mientras la religión en general es pisoteada durante 42 meses o 3 años y medio.
Pisotear no es eliminar: el “Cristianismo será adulterado». (Ibíd. p. 152).
«El mismo Templo y la Ciudad Santa serán profanados, ni serán ya santos. No serán destruidos. La religión será adulterada, sus dogmas vaciados y rellenados de sustancia idolátrica; no eliminada, pues en alguna parte debe estar el templo en que se sentará el Anticristo “haciéndose adorar como Dios”, que dice San Pablo. La Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande Herejía» (Ibíd. p.153).
«Cristo dice en su sermón Esjatológico que la Gran Apostasía haría caer si fuera posible incluso a los elegidos». (Ibíd. p. 125).
«Ni el culto de Satán tiene la sutil malicia y total falsificación de la verdad que tiene esta herejía adulterada de todo el cristianismo. Otros elementos del ejército anticrístico (como la Masonería, la magia y el Satanismo) no se niegan con esto». (Ibíd. p. 188).
«Con retener todo el aparato externo y la fraseología cristiana, falsifica el cristianismo, transformándolo en una adoración del hombre; o sea, sentando al hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra por sus propias fuerzas. La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro». (Cristo ¿Vuelve o no vuelve? ed. Dictio, Buenos Aires 1976 p.18).
«La fiera del Mar (therion significa fiera y no simplemente “Bestia” como traen nuestras Biblias traducidas) es simplemente el Anticristo (...) La fiera de la tierra es una religión falsa (falsificada) o herejía máxima, con su jefe y conductor: quizás un Obispo apóstata que es también un mago (Solovief)». (El Apokalypsis, p. 95).

FUENTES:
EL SECRETO DE LA SALLETE
APOCALIPSIS DE SAN JUAN
PADRE LEONARDO CASTELLANI


viernes, 24 de enero de 2020

EL SANTO ABANDONO. DOM VITAL LEHODEY



Artículo 3º.-Temor de Dios justo y sano

Cometemos faltas demasiado manifiestas, y en consecuencia, Dios mismo imprime en nuestras almas un vivísimo sentimiento de nuestros pecados, de nuestras miserias, de su infinita santidad, de sus justos juicios. El alma entonces, como dejamos dicho, temblando a los pies de un Dios tres veces santo, se pregunta con dolorosa ansiedad lo que ha de ser de ella, si será posible su salvación. Cuando se prolonga y repite con frecuencia, esta visita penetrante es a la vez una gracia preciosa y un duro purgatorio. El medio de dulcificar la prueba y aprovecharse de esa luz, es conformarnos con toda confianza y generosidad con las miras de Dios, pues El se propone producir así tres efectos de la gracia, todos ellos igualmente deseables: una pureza perfecta, una profundísima humildad, y un heroico abandono.
En primer lugar, se propone completar nuestra purificación por las angustias y ansiedad del amor. Desde hace algún tiempo el alma va recordando con amargura sus pecados, los borra, los expía, se cura de sus heridas. Ya no hay faltas habituales, las menores negligencias son combatidas, y el alma ha conseguido por fin un grado notable de pureza. Y con todo, el Dios santo y celoso la sumerge y la vuelve a sumergir en el baño del amor de arrepentimiento, para que allí se lave y se cure más y más; ¡tal es la pureza que exige para entrar en la intimidad del divino Maestro! Por lo demás, aun después de haberse desprendido por completo del pecado, quedan tendencias defectuosas que no se veían, como el buscarse a sí misma hasta en las cosas más santas, la aversión al sacrificio, el hambre de los goces delicados, el miedo a las humillaciones, la complacencia en sus méritos, la confianza en sí solo, etc. Tristes residuos del amor propio, mal tanto más funesto, cuanto que es más hábil en ocultarse y hasta en hacerse amar. ¿Quién nos lo dará a conocer y nos librará de su influencia? Nuestras prácticas diarias de oración y penitencia han dado principio a la obra; y a fin de llevarla a feliz término, Dios, que nos ama con amor más fuerte y sapientísimo, nos va a privar de sus dulzuras, va a someternos a un régimen de sufrimientos y de humillaciones interiores, escogidas y dosificadas con impecable sabiduría.
Empleará con profusión las tinieblas del espíritu, la insensibilidad del corazón, las impotencias de la voluntad, y hasta, si fuere necesario, las más humillantes tentaciones. En fin, si es de su agrado, proyectará los rayos de una luz penetrante sobre nuestras faltas y su justicia, sobre nuestras miserias y su santidad. El alma comienza por fin a conocerse y a conocer a Dios; y lo que esta visión le revela con claridad es: en nosotros, un abismo de corrupción, y en Dios, un abismo de pureza. ¿Quién podrá explicar la sorpresa de esta pobre alma, la vergüenza y horror que siente al verse tan despreciable, la necesidad que experimenta de arrojarse temblando y transida de dolor a los pies de Dios tres veces santo, con qué franqueza reconoce sus faltas, con qué sumisión acepta el castigo y cuán reconocida se muestra hacia el buen Maestro que se digna, a pesar de todo, soportarla, honrarla con celosa ternura? Siente como por instinto que Dios no ha dejado de amarla: por enojado que parezca, tan sólo persigue sus miserias y trata de desembarazarla de ellas, a fin de que sea perfectamente bella y toda para El; no hace sufrir sino para curar, sus mismos rigores sólo provienen de su ardiente amor, y nos revelan sus santos celos. Es, pues, este trabajo de la Providencia un purgatorio anticipado, doloroso, pero muy saludable, en donde nuestros pecados, nuestras imperfecciones y nuestros defectos son consumidos poco a poco como la paja en la hoguera.
Quiere también Dios elevarnos a la más alta humildad.
¡Sublime y rara virtud e infinitamente deseable! Asegúranos nuestro Padre San Benito que ella nos elevará pronto a aquel amor que arroja fuera el temor, a aquel feliz estado en que todas las virtudes se nos hacen familiares y las practica como naturalmente en el gozo del Espíritu Santo. Más hay doce grados que subir, y algunos de ellos muy difíciles. ¿Será posible llegar a ellos sin un especial socorro de Dios? Nos los ofrece en estas penas de espíritu, especialmente en estas luces penetrantes. Cuando nos hace sentir la sequedad y falta de éxito, cuando nos entrega a las tinieblas, a la insensibilidad, a la impotencia; cuando nos hace blanco de las más rudas tentaciones, cuando imprime en nosotros el más vivo sentimiento de su justicia y de nuestras faltas, de su santidad y de nuestra corrupción, llega a ser muy fácil recibir en silencio las contrariedades y las humillaciones, conservar la alegría en cualquier abatimiento, considerarse como pobre obrero, no preferirse a nadie, ponerse de una vez en el último lugar y sin compararse con nadie. Las más bellas meditaciones sobre la humildad y todos los favores divinos no hubieran podido quizá dar el golpe de gracia a nuestro orgullo, nos hubieran dejado quizá demasiado satisfechos de nosotros mismos; más las pruebas y las luces de que hablamos, nos inspiran como naturalmente el temor, el desprecio, el horror de nuestra miseria. He aquí por qué los santos en la cumbre de la misma perfección reputábanse el oprobio de los hombres, basura de la tierra, instrumentos a propósito para echar a perder la obra de Dios, pecadores capaces de atraer los castigos del cielo. Con frecuencia el buen Maestro los elevaba y colmaba de favores; mas, si veía serles necesario, los rebajaba y anonadaba a sus propios ojos y aun a la faz del mundo. Cuando se ha pasado repetidas veces por estas duras humillaciones, y se ha contemplado hasta la saciedad este abismo de miserias que somos nosotros, no se complacerá uno en sí mismo, ni pondrá su confianza en las luces o en sus obras. El alma se hace más pequeña como por instinto, bajo la mirada de Dios; siente la necesidad de no apoyarse sino en su infinita bondad, de arrojarse a ciegas en ese abismo que sobrepuja al abismo de nuestras miserias. Es este el triunfo de la humildad, y por consecuencia inesperada, es también el triunfo de la verdadera confianza, de aquella que no se funda en nosotros, y que se apoya plenamente en Dios sólo.
Dios, en efecto, se propone conducirnos a esta confianza del todo pura, y por decirlo así, heroica. Nada más fácil que ponerse en manos de Dios, cuando nos colina de favores y prodiga las pruebas de su ternura, pero se precisa un verdadero esfuerzo para realizarlo en el estado de que hablamos, tan miserable en apariencia y poco a propósito para inspirar confianza. Se necesita entonces una superabundancia de fe, de confianza y de amor, para decir a Dios a pesar de nuestros gritos de alarma: Vuestra justicia y vuestra santidad me espantan; pero conozco la infinita bondad de vuestro corazón, vuestra paciencia incansable, vuestra misericordia por mí tantas veces experimentada, y como mi alma y sus destinos eternos es lo que más amo en este mundo, a vos sólo los confío, porque en vuestras manos estarán mil veces más seguros que en las mías, pues nada temo tanto como mi debilidad. ¡Cuánto ha de mover a Dios esta confianza filial! Jamás abandono alguno le proporcionó mayor honor ni mayor gozo; jamás, por otra parte, estuvo más justificado. ¿No han de permanecer inconmovibles los verdaderos fundamentos de nuestra esperanza en medio de estas tempestades? Todos estriban en sólo Dios; son su bondad, su poder, sus promesas, los méritos de nuestro Señor. La santidad de nuestras obras no constituye el motivo de nuestra confianza, sino solamente la condición requerida; y esta condición jamás tuvo más exacto cumplimiento. Porque estas terribles pruebas, estas miradas penetrantes han purificado nuestra alma y la han hecho crecer en humildad en la medida en que se ha prestado a la acción divina. En realidad de verdad, la falta de confianza y el desaliento que inspira, son el gran obstáculo a los designios de Dios, y hasta constituye el único peligro, más un peligro formidable, pues pudiera precipitarnos en el abismo de la desesperación, o al menos conducirnos a la pusilanimidad.
La confianza y el abandono, por el contrario, ciegan esta fuente emponzoñada del temor, de la turbación, de la inquietud y del abatimiento; y por lo mismo que unen santamente al beneplácito divino, nos conservan la paz del alma, la calma del espíritu; dulcifican la prueba y la hacen producir una exuberante cosecha de las más bellas virtudes.


jueves, 23 de enero de 2020

CANTERA CATOLICA COMO LA CRISTERA, LA VOLVEREMOS A VER?


Carmelita Robles
¡Lágrimas, Profanación, Salvajismo y Martirio!

—¡Ya vienen!... ¡ya vienen!— gritaba, en el colmo del espanto, el 13 de enero de 1928, por la tarde, en las callejuelas de Huejuquilla, población importante del Estado de Jalisco, límites de Zacatecas, una mujer humilde, desgreñada, y con todas las señales de haber hecho una larga caminata por las veredas que bajan de la montaña vecina. —Pero ¿quién viene? —le preguntaron algunos pacíficos vecinos de la población, que se encontraron con ella en la callejuela. — ¡Ellos!... ¡Ellos!... ¡los bandidos!... ¡los callistas! Ya están en la hacienda de San Antonio y dicen que vienen a Huejuquilla. . . que los trae Vargas... y que vienen a hacer un "escarmiento"... ¡Ay! ¡María Santísima de Guadalupe!... ¿qué haremos?... ¡Ay, nos vienen a matar a todos!. . . Yo me escapé de la hacienda sin que me vieran. . . para avisarles. . .
¡Ay! ¡Que ya vienen! ¡y son hartos. . . hartos! Es toda una tropa. . . y están furiosos, porque allá abajo, en los Altos, les han dado buenas tundas los cristeros. . . y ellos, ya que no pueden vengarse allá, se han venido para el otro extremo del Estado, y dicen que sernos también cristeros, y que se las hemos de pagar. ¿Qué haremos?. . . Y entre convulsivos sollozos seguía como loca, corriendo por las callejas de la población.
Los vecinos salieron a las puertas de sus casas a los gritos que daba la pobre mujer, y enterados del suceso y la amenaza, algunos de los hombres dijeron: —Vamos al monte, todos los que podamos. Buscan a los cristeros, esos "guachos" y que se encuentren vacía la población. . . Que los vayan a buscar a donde están. . . ¿A que no se atreven?. . . Pero nosotros, no vamos a dejarnos matar como borregos. . .

—Yo tengo una pistola, dijo uno, y yo otra; y yo una escopeta, y yo otra, y nosotros nuestros machetes de campo. . . Nos defenderemos, gritaron algunos de los vecinos. —Pero ¿qué son diez o doce contra los cientos de rifles, que traen los "guachos"?. . . No; es una locura —exclamó el más prudente y respetado de la población. . . —No; vámonos, y cuando no encuentren a nadie, se irán a otra parte y volveremos. . . —Pos lo que es yo no me voy —gritó el de la escopeta—... no van a decir que en Huejuquilla no hay hombres. . . Aunque sea a algunos de ellos me los echo abajo. . . ¡Bandidos! —Bueno, pues los que quieran y tengan armas, que se queden, pero cuando se les acabe el parque. . . al monte con nosotros. . . ¡No sean locos. . .!Los demás, vámonos, con las mujeres y los niños . . . Lleven comida para dos o tres días, frazadas y lo que puedan llevar. . . Pronto. . . prontito ¡vámonos!

Y todos se desparramaron por la población y pronto salieron de sus casas, cargados con lo más indispensable, y emprendieron el camino del monte. Sólo se quedaron una docena de valientes, emboscados tras las ventanas de las casas o en las azoteas y tan débilmente armados, que nadie dejaría de calificarlos de temerarios, si no fuera porque los movía el pudor católico de los jaliscienses, que se puso tantas veces de manifiesto en la terrible persecución. La noticia llegó a la casa que habitaba una excelente y piadosísima mujer, la señorita Carmelita Robles, acompañada de otras buenas muchachas, que más que sus sirvientas, pueden considerarse como sus discípulas en la virtud, todas hijas de María sin llegar por eso a formar una congregación religiosa.
Cuando la suspensión de los cultos el 31 de julio de 1926, y la retirada del sacerdote que ministraba en la iglesita del pueblo, pidió con grandes instancias que su casa fuera escogida para oratorio, que supliera como casa particular, a la Iglesia y en él se guardara el Sagrado Depósito del Santísimo Sacramento, y se celebrara la Santa Misa, a la que, como visitas de la casa, pudieran asistir todos los del pueblo Logró su intento y en la mejor pieza de su morada, se puso aquel oratorio, y era de ver el decoro, la limpieza y el adorno con que lo mantenía siempre.
Carmelita era la Presidenta del grupo de la Unión Popular de Jalisco establecido en Huejuquilla, y Presidenta de las Hijas de María y de toda organización piadosa que había en Huejuquilla. Su carácter alegre y bondadoso, su claro talento y su valor cristiano hacían resaltar sus grandes y sólidas virtudes, y la convirtieron en un ídolo de los vecinos, que la respetaban, la obedecían y seguían sus excelentes consejos, como unos fieles hijos los de una buena madre. Muchas veces Carmelita había discutido con el caciquillo de la población el llamado coronel Juan Vargas, endemoniado socialista, y perillán de tomo y lomo, derrotándole siempre; derrotas que disimulaba o creía disimular el pícaro, con grandes risotadas burlonas.

Carmelita, al saber lo del éxodo de sus vecinos, declaró abiertamente que ella no salía de su casa. —Tengo en mi oratorio al Santísimo Sacramento, y no voy a dejarlo solo. . . —Nos lo llevaremos con nosotros, Carmelita. Creo que en este caso podemos hacerlo aunque no esté el señor cura. . . —No y no. Tampoco dejo el oratorio. . . Y haré lo posible para que no profanen la iglesia... Si Dios quiere que nos maten, como no hemos cometido ningún crimen, y sólo por ser católicos... ¡seremos mártires como tantos otros mexicanos lo han sido ¡ya¡ Que se haga la voluntad de Dios. . . ! —Pues nosotras no la dejaremos sola —dijeron a una las señoritas Ignacia, Ramona, Gregoria, Carolina, y Guadalupe Ibarra, hijas del ausente en esos momentos, D. Melquíades Ibarra, y que habitaban la casa contigua a la de Carmelita. —Ni tampoco nosotras —dijeron las otras muchachas de la casa, Margarita Victorio, Concepción Ruiz e Hilaria Madera. —Vargas me respeta, y acaso pueda yo impedir muchas atrocidades —terminó Carmelita. Y así fue como ese grupo de valientes y piadosas mujeres se quedaron también en Huejuquilla, aquella tarde del 13 de enero.
La mañana del 14, como estaba anunciado por la mujer, Vargas, con el coronel Mendoza, y los politicastros de la aldea de Mezquitic, Jesús Ocampo, Apolonio González, y Eliseo Robles, al frente de setecientos hombres de tropa, entraron, lanzando blasfemias y con gritos de verdaderos endemoniados, en Huejuquilla.
Como nadie les respondía, extrañados del caso salieron a las afueras en donde pensaban se habrían atrincherado los hombres.
¡Soledad por todas partes!
Pero en el ranchito de Los Arroyos, encontraron a un pobre anciano de más de sesenta años —don Juan Ramírez—, que no había huido, e incontinenti, después de haberle preguntado si era católico, a su respuesta afirmativa lo fusilaron entre gritos salvajes. Cerca de la puerta de Tepetates, entraron en una casita y allí encontraron a otro vecino, Pedro Ochoa, que no había huido.
— ¿Eres católico, tal por cuál? —le preguntaron. -— ¡Sí que lo soy! —respondió el valiente. —Pues toma; y lo acribillaron a balazos. Y como no hallaron a otros, furiosos quemaron todas las casas de las rancherías y asolaron todo a su paso. Volvieron a Huejuquilla la tarde del 15 y se dirigieron a la casa de Carmelita, en la que encontraron a aquellas buenas mujeres, a las que se había unido la señora Isabel Jaime, madre de las señoritas Ibarra, en oración en el oratorio de la casa.
Carmelita previendo lo que había de suceder, a las dos y media de la tarde, de aquel domingo consumió junto con las demás señoritas el Sagrado Depósito. Ordenó a varias de sus acompañantes de toda la mañana, que se retiraran a sus casas, y con las que quedaron con ella se dispuso, orando, a esperar los acontecimientos. Con los federales y Vargas, que entraron en la casa, iba entonces otro coronel, un tal Mendoza, que parecía tener aún mayor autoridad que Vargas y ordenó que todas aquellas muchachas salieran de la casa, y que algunos de los soldados fueran en busca de las otras que se habían retirado, pero no lograron encontrarlas, pues Carmelita les había ordenado se escondieran bien.
Mientras tanto la soldadesca se dedicó a saquear la casa, y uno de aquellos bribones encontró una imagen vestida, del Señor "Divino Preso" y quitándole la peluca y la túnica se las puso y salió gritando entre las risotadas y blasfemias de sus compañeros: — ¡Adoren a Cristo Rey!... — ¡Insensato!
Otros villanos habían forzado la puerta de la Iglesita de San Antonio, y llenaron de inmundicias el sagrario vacío, y lo mismo hicieron en una urna de cristales, que encerraba otra imagen de Jesucristo llamada en el pueblo "el Señor de las injurias de la Pasión".
¡Estos hombres son los genuinos representantes de la Revolución Mexicana, de que tanto se glorían algunos!
Pero ¿cómo puede pensarse que hubo algo bueno, en una Revolución hecha por tales salvajes?
Los pocos católicos emboscados, de que ya hice mención, creyeron llegado el momento de defender las cosas santas de tales profanaciones y por diversos puntos de la población salieron algunos tiros, de los que ni uno solo se perdió.
El pánico entonces se apoderó de los malvados. Creyeron que los cristeros les habían armado alguna trampa, y que habían entrado en las casas que antes habían encontrado vacías, sin que ellos se percataran... ¡Ni por las mientes les pasaba, que los tiradores llegarían escasamente a una docena y mal armados! ¡No!... ¡Eran sin duda los cristeros! ¡Vámonos!...
Carmelita se había estacionado a la puerta de su casa, y antes pasarían por su cadáver, que permitir ella sacaran a una sola de las muchachas sus compañeras, pues bien sabía lo que las esperaba. . .
Pero el valiente (?) coronel Mendoza dio orden de que la lazaran y la sacaran arrastrando hasta la calle... A las otras jóvenes a empujones las sacaron también. . . Quisieron montar a todas en ancas de sus caballos, pero aquellas valientes mujeres se resistieron. . .
Echáronles entonces una soga al cuello y a pie apresuradamente las llevaron hasta un lugar llamado "Las Cuevas", distante un kilómetro de la población.
Con Carmelita iban Concepción Ruiz, Hilaria Madera, Ignacia, María Ramona, Guadalupe, Gregoria y Carolina Ibarra; Margarita Victoria y Doña Isabel Jaime Vda. de Ibarra, que seguía a sus hijas Ignacia y Ramona, dispuesta a que la mataran antes que permitir se cometiera alguna villanía con ellas.
Aquel mismo día 15, las condujeron hasta la hacienda de San Antonio, distante 8 kilómetros de Huejuquilla; pero para ir más aprisa por el temor de que los persiguieran los cristeros fantasmas, las hicieron montar allí en sendos burros. Por todo el camino Carmelita no cesaba de exhortar a sus compañeras a permanecer firmes en su fe, y ofrecer sus sufrimientos a Cristo Rey, para la salvación de México.
El lunes 16 otra vez montadas, pero sin haberles dado ni un pedazo de pan y un sorbo de agua desde su salida de Huejuquilla, las condujeron a otra ranchería llamada "La Soledad". Allí las bajaron para que descansaran un poco. Carmelita ya no podía tenerse en pie. Tomándola del brazo la tiraron sobre una tabla, en donde la venció el sueño por unos cinco o diez minutos. Nueva orden de proseguir el camino, y vuelta a subir a los burros a las exhaustas mujeres, para llevarlas así hasta Mezquitic, a donde llegaron a las 11 de la noche. Carmelita lloraba en silencio, y a una de sus más cercanas compañeras, le dijo que lloraba porque se le hacía muy dura la ausencia de Jesús Sacramentado. Con todo hacía esfuerzos por animarse y animar a sus compañeras. Rezaban a veces en coro el Oficio de la Inmaculada Virgen María; luego aquella heroica mujer sacando fuerzas de flaqueza les leía en voz alta el libro de Fabiola del Cardenal Wiseman que había logrado llevar consigo. . . El martes 17 lo pasaron todo en Mezquitic; y Mendoza y Vargas se pusieron como de costumbre a querer discutir sobre asuntos religiosos, y como siempre, Carmelita les hizo frente dándoles una revolcada de ordago. Bien se cumplió entonces la palabra de Jesucristo: "Cuando seáis llevados a los tribunales, no penséis antes lo que habéis de decir; el Espíritu de Dios hablará por vosotros”. Pero tantas fatigas acabaron por fin con la fortaleza física de aquella santa señorita. . .
Por la noche ya no pudo rezar en voz alta. . . arrodillada y en silencio seguía interiormente las preces de sus desfallecidas compañeras...
Acercóse entonces una pobre soldadera con un niño que le acababa de nacer y Carmelita haciendo un esfuerzo supremo bautizó al chiquillo. . . A las once de la noche entraron los soldados en la pieza de la casa donde habían encerrado a las valientes mártires, y les dieron orden de salir de tres en tres, porque iban a continuar el camino. En vano Carmelita suplicó a aquellos brutos, que las sacaran a todas juntas. . . Al fin quedaban cuatro en la pieza: tres muchachas y Carmelita... las tres llevadas a empujones por los soldados salieron a su vez. .  ¿Y Carmelita?. . .

Nadie volvió a verla jamás. . . Se han hecho varias suposiciones acerca de su indudable asesinato. En él, se dice, debió intervenir Vargas, porque un hombre que nunca fue capaz de recibir un ascenso por sus hazañas militares, después de la tragedia de Mezquitic fue ascendido, tal vez en premio del asesinato. . . ¿No ha habido entre los revolucionarios algunos ascensos debidos a la misma causa? Una de las muchachas refiere que al ir por la oscura barranca de Mezquitic, oyó a dos soldados que hablaban entre sí: —Pero ¡qué bárbaro! ¿Por qué le echaste tierra a la mujer en la boca? —Pos, ¡porque no se quería morir la jija. . .!
Las muchachas fueron libertadas algunos días después. De Carmelita se han buscado inútilmente los sagrados restos. . . No se han podido encontrar hasta ahora. . .
Pero no se pierde la esperanza de hallarlos algún día, cuando se intente el proceso de su beatificación . . .
¿Cuándo será eso?

martes, 21 de enero de 2020

EL MODERNISMO ES LA DOCTRINA DEL ANTI CRISTO. ENCICLICA PACENDI GREGIS

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DESCENSO AL INFIERNO
San Pío X, de quien es esta Enclítica define y desenmascara  a los autores de esta nefasta "doctrina" modernista tan metida en la Iglesia actual que podríamos denominar sin temor a equivocarnos Iglesia Modernista para distinguirla muy bien de la Iglesia Católica, ¡Pobre humanidad en donde te encuentras sumergida! Por favor lean con atención esta enclítica en donde trato de hacerla mas comprensible con mis notas en azul, ¡Salven sus almas!

6. Pero no se detiene aquí la filosofía o, por mejor decir, el delirio modernista. Pues en ese sentimiento los modernistas no sólo encuentran la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden, afirman que se verifica la revelación. (Según el término católico de revelación divina sobrenatural consiste específicamente en las verdades teológicas trasmitidas por las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición la cual quedo descartada para ellos más arriba)  Y, en efecto, ¿qué más puede pedirse para la revelación? ¿No es ya una revelación, o al menos un principio de ella, ese sentimiento que aparece en la conciencia, y Dios mismo, que en ese preciso sentimiento religioso se manifiesta al alma aunque todavía de un modo confuso? Pero, añaden aún: desde el momento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la fe, tenemos ya que aquella revelación versa sobre Dios y procede de Dios; luego tiene a Dios como revelador y como revelado. De aquí, venerables hermanos, aquella afirmación tan absurda de los modernistas de que toda religión es a la vez natural y sobrenatural, según los diversos puntos de vista. De aquí la indistinta significación de conciencia y revelación. De aquí, por fin, la ley que erige a la conciencia religiosa en regla universal, totalmente igual a la revelación, y a la que todos deben someterse, hasta la autoridad suprema de la Iglesia, ya la doctrinal, ya la preceptiva en lo sagrado y en lo disciplinar.
7. Sin embargo, en todo este proceso, de donde, en sentir de los modernistas, se originan la fe y la revelación, a una cosa ha de atenderse con sumo cuidado, por su importancia no pequeña, vistas las consecuencias histórico-críticas que de allí, según ellos, se derivan.
Porque lo incognoscible, (o misterio) de que hablan, no se presenta a la fe como algo aislado o singular, sino, por lo contrario, con íntima dependencia de algún fenómeno, (En filosofía, el fenómeno es el aspecto que las cosas ofrecen ante nuestros sentidos; es decir, el primer contacto que tenemos con las cosas, en lo que denominamos experiencia o conciencia.) que, aunque pertenece al campo de la ciencia y de la historia, de algún modo sale fuera de sus límites; ya sea ese fenómeno un hecho de la naturaleza, que envuelve en sí algún misterio, ya un hombre singular cuya naturaleza, acciones y palabras no pueden explicarse por las leyes comunes de la historia. En este caso, la fe, atraída por lo incognoscible, que se presenta junto con el fenómeno, abarca a éste todo entero y le comunica, en cierto modo, su propia vida. Síguese dos consecuencias. En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno, esto es, en cuanto es levantado por la fe sobre sus propias condiciones, con lo cual queda hecho materia más apta para recibir la forma de lo divino, que la fe ha de dar; en segundo lugar, una como desfiguración —llámese así— del fenómeno, pues la fe (modernista) le atribuye lo que en realidad no tiene, al haberle sustraído a las condiciones de lugar y tiempo (lo sobrenatural); lo que acontece, sobre todo, cuando se trata de fenómenos del tiempo pasado, y tanto más cuanto más antiguos fueren. De ambas cosas sacan, a su vez, los modernistas, dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la crítica histórica. Un ejemplo lo aclarará: lo tomamos de la persona de Cristo. En la persona de Cristo, dicen, la ciencia y la historia ven sólo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto presente carácter divino (Aquí se reviven las herejías de Arrianos y pelagianos que predominaron en los primeros siglos de la Iglesia, ambas están ya condenadas) Por la segunda ley, la persona histórica de Cristo fue transfigurada por la fe; (pero no la católica la cual no excluye lo sobrenatural) es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones históricas. Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigurada por la fe (según el sentimiento modernista); luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educación, lugar y tiempo en que vivió. Extraña manera, sin duda, de raciocinar; pero tal es la crítica modernista. (Al final nos queda un Cristo mutilado y desfigurado ante el cual es incompatible con la realidad y la VERDAD)
8. En consecuencia, el sentimiento religioso, que brota por vital inmanencia de los senos de la subconsciencia, (Alude a un antiguo término utilizado en psicología y en psicoanálisis para referirse a lo inconsciente o a lo débilmente consciente a lo que, por encontrarse “por debajo del umbral de la conciencia”, resulta difícilmente alcanzable por esta o definitivamente inaccesible, Sigmund Freud lo utilizo un tiempo luego lo dejo de lado. Por donde se ve que esta palabra subconsciente no es una palabra católica sino modernista, es decir, que está muy por debajo de nuestra conciencia dejando de lado el conocimiento que de tal o cual cosa o fenómeno puede tener nuestra inteligencia capaz de conocer tanto lo sobrenatural como lo preternatural “como preternatural entiéndase lo que está oculto dentro de la naturaleza creada por Dios y que no ha sido descubierto por el hombre”) es el germen de toda religión y la razón asimismo de todo cuanto en cada una haya habido o habrá. Oscuro y casi informe en un principio, tal sentimiento, poco a poco y bajo el influjo oculto de aquel arcano principio que lo produjo, se robusteció a la par del progreso de la vida humana y de la ciencia, de la que es —ya lo dijimos— una de sus formas. Tenemos así explicado el origen de toda religión, aun de la sobrenatural: no son sino aquel puro desarrollo del sentimiento religioso. (Resulta tedioso y aburrido repetir constantemente “subconsciente” que el ello se ve como quieren fundar su filosofía en estos sofismas descartados por la escolástica católica) Y nadie piense que la católica quedará exceptuada: queda al nivel de las demás “religiones” en todo. Tuvo su origen en la conciencia de Cristo, varón de privilegiadísima naturaleza, cual jamás hubo ni habrá, en virtud del desarrollo de la inmanencia vital, y no de otra manera (Aquí vemos la negación tacita y simple de la naturaleza DIVINA de Nuestro señor Jesucristo, lo cual es inaudito)
¡Estupor causa oír tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones, tamaña blasfemia! ¡Y, sin embargo, venerables hermanos, no son los incrédulos sólo los que tan atrevidamente hablan así; católicos hay, más aún, muchos entre los sacerdotes, que claramente publican tales cosas y tales delirios presumen restaurar la Iglesia! No se trata ya del antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho más adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra santísima religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. (Pero, la naturaleza no fue creada por Dios? Volvemos al sofisma de que fue primero el huevo o la gallina) Nada, en verdad, más propio para destruir todo el orden sobrenatural. (Y hacer una religión puramente natural con el propósito de preparar el camino al anti Cristo para quien trabajan afanosamente)
Por lo tanto, el concilio Vaticano, con perfecto derecho, decretó: «Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar por sí mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea excomulgado»(7).