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martes, 21 de enero de 2020

EL MODERNISMO ES LA DOCTRINA DEL ANTI CRISTO. ENCICLICA PACENDI GREGIS

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DESCENSO AL INFIERNO
San Pío X, de quien es esta Enclítica define y desenmascara  a los autores de esta nefasta "doctrina" modernista tan metida en la Iglesia actual que podríamos denominar sin temor a equivocarnos Iglesia Modernista para distinguirla muy bien de la Iglesia Católica, ¡Pobre humanidad en donde te encuentras sumergida! Por favor lean con atención esta enclítica en donde trato de hacerla mas comprensible con mis notas en azul, ¡Salven sus almas!

6. Pero no se detiene aquí la filosofía o, por mejor decir, el delirio modernista. Pues en ese sentimiento los modernistas no sólo encuentran la fe, sino que con la fe y en la misma fe, según ellos la entienden, afirman que se verifica la revelación. (Según el término católico de revelación divina sobrenatural consiste específicamente en las verdades teológicas trasmitidas por las Sagradas Escrituras y la Sagrada Tradición la cual quedo descartada para ellos más arriba)  Y, en efecto, ¿qué más puede pedirse para la revelación? ¿No es ya una revelación, o al menos un principio de ella, ese sentimiento que aparece en la conciencia, y Dios mismo, que en ese preciso sentimiento religioso se manifiesta al alma aunque todavía de un modo confuso? Pero, añaden aún: desde el momento en que Dios es a un tiempo causa y objeto de la fe, tenemos ya que aquella revelación versa sobre Dios y procede de Dios; luego tiene a Dios como revelador y como revelado. De aquí, venerables hermanos, aquella afirmación tan absurda de los modernistas de que toda religión es a la vez natural y sobrenatural, según los diversos puntos de vista. De aquí la indistinta significación de conciencia y revelación. De aquí, por fin, la ley que erige a la conciencia religiosa en regla universal, totalmente igual a la revelación, y a la que todos deben someterse, hasta la autoridad suprema de la Iglesia, ya la doctrinal, ya la preceptiva en lo sagrado y en lo disciplinar.
7. Sin embargo, en todo este proceso, de donde, en sentir de los modernistas, se originan la fe y la revelación, a una cosa ha de atenderse con sumo cuidado, por su importancia no pequeña, vistas las consecuencias histórico-críticas que de allí, según ellos, se derivan.
Porque lo incognoscible, (o misterio) de que hablan, no se presenta a la fe como algo aislado o singular, sino, por lo contrario, con íntima dependencia de algún fenómeno, (En filosofía, el fenómeno es el aspecto que las cosas ofrecen ante nuestros sentidos; es decir, el primer contacto que tenemos con las cosas, en lo que denominamos experiencia o conciencia.) que, aunque pertenece al campo de la ciencia y de la historia, de algún modo sale fuera de sus límites; ya sea ese fenómeno un hecho de la naturaleza, que envuelve en sí algún misterio, ya un hombre singular cuya naturaleza, acciones y palabras no pueden explicarse por las leyes comunes de la historia. En este caso, la fe, atraída por lo incognoscible, que se presenta junto con el fenómeno, abarca a éste todo entero y le comunica, en cierto modo, su propia vida. Síguese dos consecuencias. En primer lugar, se produce cierta transfiguración del fenómeno, esto es, en cuanto es levantado por la fe sobre sus propias condiciones, con lo cual queda hecho materia más apta para recibir la forma de lo divino, que la fe ha de dar; en segundo lugar, una como desfiguración —llámese así— del fenómeno, pues la fe (modernista) le atribuye lo que en realidad no tiene, al haberle sustraído a las condiciones de lugar y tiempo (lo sobrenatural); lo que acontece, sobre todo, cuando se trata de fenómenos del tiempo pasado, y tanto más cuanto más antiguos fueren. De ambas cosas sacan, a su vez, los modernistas, dos leyes, que, juntas con la tercera sacada del agnosticismo, forman las bases de la crítica histórica. Un ejemplo lo aclarará: lo tomamos de la persona de Cristo. En la persona de Cristo, dicen, la ciencia y la historia ven sólo un hombre. Por lo tanto, en virtud de la primera ley, sacada del agnosticismo, es preciso borrar de su historia cuanto presente carácter divino (Aquí se reviven las herejías de Arrianos y pelagianos que predominaron en los primeros siglos de la Iglesia, ambas están ya condenadas) Por la segunda ley, la persona histórica de Cristo fue transfigurada por la fe; (pero no la católica la cual no excluye lo sobrenatural) es necesario, pues, quitarle cuanto la levanta sobre las condiciones históricas. Finalmente, por la tercera, la misma persona de Cristo fue desfigurada por la fe (según el sentimiento modernista); luego se ha de prescindir en ella de las palabras, actos y todo cuanto, en fin, no corresponda a su naturaleza, estado, educación, lugar y tiempo en que vivió. Extraña manera, sin duda, de raciocinar; pero tal es la crítica modernista. (Al final nos queda un Cristo mutilado y desfigurado ante el cual es incompatible con la realidad y la VERDAD)
8. En consecuencia, el sentimiento religioso, que brota por vital inmanencia de los senos de la subconsciencia, (Alude a un antiguo término utilizado en psicología y en psicoanálisis para referirse a lo inconsciente o a lo débilmente consciente a lo que, por encontrarse “por debajo del umbral de la conciencia”, resulta difícilmente alcanzable por esta o definitivamente inaccesible, Sigmund Freud lo utilizo un tiempo luego lo dejo de lado. Por donde se ve que esta palabra subconsciente no es una palabra católica sino modernista, es decir, que está muy por debajo de nuestra conciencia dejando de lado el conocimiento que de tal o cual cosa o fenómeno puede tener nuestra inteligencia capaz de conocer tanto lo sobrenatural como lo preternatural “como preternatural entiéndase lo que está oculto dentro de la naturaleza creada por Dios y que no ha sido descubierto por el hombre”) es el germen de toda religión y la razón asimismo de todo cuanto en cada una haya habido o habrá. Oscuro y casi informe en un principio, tal sentimiento, poco a poco y bajo el influjo oculto de aquel arcano principio que lo produjo, se robusteció a la par del progreso de la vida humana y de la ciencia, de la que es —ya lo dijimos— una de sus formas. Tenemos así explicado el origen de toda religión, aun de la sobrenatural: no son sino aquel puro desarrollo del sentimiento religioso. (Resulta tedioso y aburrido repetir constantemente “subconsciente” que el ello se ve como quieren fundar su filosofía en estos sofismas descartados por la escolástica católica) Y nadie piense que la católica quedará exceptuada: queda al nivel de las demás “religiones” en todo. Tuvo su origen en la conciencia de Cristo, varón de privilegiadísima naturaleza, cual jamás hubo ni habrá, en virtud del desarrollo de la inmanencia vital, y no de otra manera (Aquí vemos la negación tacita y simple de la naturaleza DIVINA de Nuestro señor Jesucristo, lo cual es inaudito)
¡Estupor causa oír tan gran atrevimiento en hacer tales afirmaciones, tamaña blasfemia! ¡Y, sin embargo, venerables hermanos, no son los incrédulos sólo los que tan atrevidamente hablan así; católicos hay, más aún, muchos entre los sacerdotes, que claramente publican tales cosas y tales delirios presumen restaurar la Iglesia! No se trata ya del antiguo error que ponía en la naturaleza humana cierto derecho al orden sobrenatural. Se ha ido mucho más adelante, a saber: hasta afirmar que nuestra santísima religión, lo mismo en Cristo que en nosotros, es un fruto propio y espontáneo de la naturaleza. (Pero, la naturaleza no fue creada por Dios? Volvemos al sofisma de que fue primero el huevo o la gallina) Nada, en verdad, más propio para destruir todo el orden sobrenatural. (Y hacer una religión puramente natural con el propósito de preparar el camino al anti Cristo para quien trabajan afanosamente)
Por lo tanto, el concilio Vaticano, con perfecto derecho, decretó: «Si alguno dijere que el hombre no puede ser elevado por Dios a un conocimiento y perfección que supere a la naturaleza, sino que puede y debe finalmente llegar por sí mismo, mediante un continuo progreso, a la posesión de toda verdad y de todo bien, sea excomulgado»(7).


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