Nuestro
punto de partida Después de los muchos relatos que hemos hecho, tanto de casos de
infestación diabólica, cuanto de casos de posesión, estamos ya en situación de
rechazar ciertas aseveraciones que han pretendido pasar por científicas. No
hace mucho tiempo, era mal visto creer en la existencia real del Demonio y en
su acción en el mundo. Daremos un ejemplo típico de los desprecios de lo que se
llamaba la ciencia, con respecto a la enseñanza de la teología religiosa.
Nada
más cortante, como vamos a verlo, pero en nuestra opinión, nada más estrecho y
más falso.
Un
médico, el doctor Legué, publicó en 1884 un libro intitulado Urbain Grandier y
las posesas de Loudun, y no vaciló en proclamar en forma perentoria: "La
ciencia ha sacudido hoy en día el yugo de la teología; no admite ya recurrir a
las influencias diabólicas o divinas. . . Hace ya mucho tiempo que maestros
ilustres estudian esas singulares afecciones neuropáticas que pasaban antaño
por enfermedades sobrenaturales.
Gracias
a sus trabajos, a la impulsión que ellos han dado a las investigaciones
contemporáneas, Satán, el ser imaginario, ha desaparecido completamente; el
campo pertenece sin discusión a la realidad científica. Los histéricos, como
todos los otros enfermos, son cosas de médico y no del sacerdote o del monje
exorcista..." 1
Pero
la opinión del doctor Legué no es ya la de todos los médicos.
Mucho
más cerca de nosotros, un psiquiatra de renombre, el profesor Jean Lhermitte,
que acaba de morir (febrero de 1959), ha emitido un pensamiento muy diferente,
en la revista Ecclesia de octubre 1954, bajo el título sugestivo: ¿Los posesos
son locos? Escribe categóricamente:
"Por más que el espíritu científico y crítico haya disipado muchas
nubes y arruinado innumerables mitos, no es menos cierto que en nuestro mundo
moderno el número de posesos demoníacos es considerable.
Y
fundo esta afirmación sobre una larga experiencia personal Está, pues,
permitido creer en el Diablo, creer en las infestaciones, creer en los hechos
de posesión, sin que la ciencia más exigente tenga por qué elevar una objeción.
Para
un católico Satán es Alguien. Satán no es una abstracción, una invención
imaginaria, un personaje de ficción, un artificio de novela. Satán no es
tampoco el nombre mítico puesto por la ignorancia a enfermedades nerviosas que
sólo tienen que ver con la medicina y nada tienen que ver con la teología.
Pero,
no lo olvidemos, los hechos espectaculares que hemos presentado no son lo
esencial de la acción del Demonio entre los hombres.
Podemos
comparar los hechos de posesión a manifestaciones análogas, en sentido contrario;
a las apariciones de la Virgen o de los santos.
Estas
apariciones tienen su razón de ser para sacudir las almas y reavivar la fe.
Pero la acción de Dios, de la Virgen y de los santos, su acción íntima,
profunda, cotidiana, o para decirlo mejor, incesante por la gracia, es
infinitamente más importante. Igualmente el hecho de la presencia de Satán en
las instituciones, en las costumbres, en la vida humana, individual, familiar,
nacional e internacional, tal como querríamos tratar de describirla, es una cosa
mucho más vasta, más grave, más temible para todos nosotros. Que una pobre
mujer sea poseída y que esté sometida por el Demonio a toda suerte de bromas groseras
del estilo de las que acabamos de relatar, es muy afligente para ella y muy
impresionante para nosotros, pero que naciones enveras estén, en cierto modo,
bajo el yugo del Demonio, al punto de sufrir una especie de posesión colectiva,
como parece indudablemente que ocurre ante nuestros ojos, ¡es
infinitamente más aterrador y eso puede tener consecuencias temibles de otra
manera!
Nuestros medios de discernimiento
Pero
si tenemos señales, indicadas en el Ritual, para distinguir una verdadera
posesión de una neurosis, con la cual, por otra parte, puede muy bien
conjugarse, ¿es posible que sea lo mismo para lo que acabamos de llamar
posesión colectiva? Es difícil decirlo. Estamos aquí librados a nuestras
conjeturas. El Ritual no nos ofrece exorcismos para las naciones; ni para la
humanidad entera. Sin duda el hecho de que un papa tan inteligente como León
XIII haya creído deber agregar en cada misa privada un exorcismo caracterizado
por su invocación a San Miguel, indica que él creía en infestaciones demoníacas
particulares de nuestro tiempo. ¿Sobre qué fundaba este pensamiento? ¿Cómo
discernir la presencia de Satán en el seno de nuestro mundo moderno? Todo el
asunto está ahí.
Dos
escollos hay que evitar en la solución que vamos a aportar.
El
primero sería el de ver tanto a Satán por todas partes que las responsabilidades
humanas queden arruinadas. Y el segundo, de no ver a Satán por ninguna parte,
bajo el pretexto de que la malicia humana basta para explicar todos los
desórdenes de los cuales somos testigos horrorizados.
Los
demonios y los hombres pueden muy bien tener su parte en los males de los
cuales nos quejamos, sea porque nos amenazan, sea porque ya nos han alcanzado.
Existe
un Cuerpo Místico de Cristo y nos halagamos de formar parte de él. Pero hay, o
puede haber también, un Cuerpo Místico de Satán que reúne a todas las
inteligencias maléficas de la humanidad y del infierno.
En un
texto que el Breviario Romano hace leer a los reclutados en las Órdenes, en el
primer domingo de Cuaresma, Gregorio el Grande nos dice:
"Indudablemente el Diablo es el jefe de todos los malos —iniquorum—
y todos los malos son los miembros de esa cabeza."
Y cita
como miembros de ese cuerpo diabólico: Pilatos, los verdugos que crucificaron a
Cristo, etc.
A ese
paso existen pocos hombres, aún entre los cristianos, que no estén expuestos a
ser, una u otra vez, "miembros" de Satán.
Pero
el pecado que es retractado tan pronto como se lo comete, el pecado del cual se
sabe hacer penitencia, no constituye propiamente hablando una pertenencia de
Satán. Es un accidente, un paso en falso, una caída. No podría evitar que
sigamos hacia adelante.
El cuerpo místico de Satán está
formado por los humanos que se convierten en sus cómplices, que están prontos a
seguir sus sugerencias, que viven de acuerdo con sus inspiraciones y sus principios.
Cómo se manifiesta Satán
Abordemos
el problema más ajustadamente. ¿En qué reconocemos, sobre todo, la presencia de
Satán? Es al Evangelio, fuente de toda claridad para nosotros, que conviene
preguntárselo.
Jesucristo
ha dicho sobre Satán cierta cantidad de cosas que debemos reunir y meditar.
Hablando
a los fariseos que no cesaban de acosarlo, dijo un día: "Vosotros tenéis por padre al diablo, y
deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio
y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la
mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentira.'* (Juan,
VIII, 44.) ¿Acaso esto no está suficientemente claro?
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