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miércoles, 18 de marzo de 2020

El MARTIRIO DEL BEATO ANACLETO GONZALES FLORES. M. CRISTEROS


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ANACLETO GONZALES FLORES

Porque allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos, abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Cleto" desde su misma juventud.

"Porque si continuamos como hasta ahora, entregados al éxtasis en nuestras casas e iglesias y no procuramos luchar también ahora, el próximo cataclismo nos dejará a los cuatro vientos, y tendremos que sentarnos como el célebre Mario, a llorar sobre las ruinas de nuestros hogares, por no haber querido combatir en todas las vías y en todos los caminos por donde galopan los corceles del ejército del mal.
"Procuremos hallarnos en todas partes con el casco de los Cruzados” y combatamos sin tregua con las banderas desplegadas a todos los vientos".
He querido citar tan largamente al mismo Anacleto, periodista y maestro de acción, tanto para explicarnos la razón fundamental, que él admirable y justamente señala, de la causa por que en un pueblo católico como el nuestro, pudo tener lugar la terrible explosión de la conspiración contra el orden cristiano, o sea la persecución anticatólica de los callistas, que hizo entre los mexicanos tantos mártires; como para exponer con sus mismas palabras, el espíritu que animaba a este futuro mártir de Cristo, y que le movía a realizar de una manera esplendorosa su vocación de "apóstol católico seglar".
Porque allí está, en esa clara visión de la deplorable situación a que nos había reducido el liberalismo triunfante en nuestra patria, y del deber de todo hijo de la Iglesia Católica de defender su fe y el libre ejercicio de sus derechos, abandonando la actitud pasiva de más de medio siglo de los católicos, frente a frente del enemigo que en ella encontraba su mayor fuerza, la causa de esa actitud gallarda de luchador cristiano, que asumió el "Maistro Cleto" desde su misma juventud.
Si los católicos, a la caída del Partido Conservador, tras el infeliz ensayo del Imperio de Maximiliano, no se hubieran retirado doloridos y desalentados de la palestra; si hubiera habido entre nosotros desde aquel entonces algunos "Maistros Cletos" como éste, México no hubiera pasado por las horas amargas de la persecución.
No fue ciertamente Anacleto González Flores, el único mexicano que pensaba así, acerca de la culpabilidad de los católicos mismos, por su desaliento en la lucha contra las fuerzas del mal, de la terrible situación a que nos había reducido el laicismo liberal.
El Lic. Miguel Palomar y Vizcarra fue, si no el primero, sí de los primeros que se enfrentaron contra la "cuestión social", para resolverla, de acuerdo en un todo, con las enseñanzas del inmortal León XIII. Anacleto tenía en esos momentos sólo diez años de edad.
En la capital de la República, el año de 1913, un grupo de jóvenes valientes, bajo la inspiración y dirección del P. jesuita Bernardo Bergoend, había dado principio a la inmortal A.C.J.M., que en los años de su existencia forjó tantos caracteres varoniles, lanzándolos a la lucha por Dios y por la Patria. Anacleto tuvo conocimiento de ello, y se entusiasmó hasta el punto de que quiso, con todo empeño, establecer un grupo de dicha Asociación, en la capital y el Estado de Jalisco. En ella veía la realización de uno de sus sueños dorados más vehementes, porque en la juventud había puesto todas sus esperanzas generosas, para el mejor futuro de México. Así fue cómo en 1916, en unión con otros jóvenes sus amigos de "La Gironda" y sus discípulos, dio principio al grupo jalisciense, del que naturalmente él fue constituido jefe.
Estaba bien preparado para ello, y durante once años, fue como una prolongación de su hogar y el centro de sus principales actividades religiosas y patrióticas.
Cuando llegó la hora de que contrajera matrimonio con una destacada y piadosa señorita de la sociedad tapatía, fue en el oratorio de la casa donde se reunía la Asociación, donde se empeñó en contraerlo, y apenas su primogénito tuvo la edad requerida, fue inscrito por él, en el número de sus Vanguardias.
Por su parte la A.C.J.M. lo ha considerado siempre y lo considerará en lo futuro, como uno de sus más destacados elementos y jefes.
Aun antes de establecerla, había ya hecho, como si dijéramos, ensayos fructuosos de ella, con la formación de varios círculos de estudios de historia, apologética, sociología, oratoria, etc., tales como los llamados "Agustín de los Ríos" y "Aguilar y Marocho", y él los animaba, dirigía, les daba certeras direcciones, resolvía con gran competencia las objeciones en toda la materia de aquellos estudios.
Y no sólo en el mero orden intelectual, se dedicó al cultivo de la juventud.
Estableció también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer
Estableció también un cuerpo de carácter militar, al que dio el nombre de "Patriae Falanx" (La falange de la Patria) en la que los jóvenes se entrenaban en el servicio militar y los ejercicios deportivos, destinados a fortalecer el cuerpo. Soñaba con llegar a establecer una verdadera "Guardia Nacional" preparada a todo evento.
Presentóse por entonces a Anacleto, una dificultad gravísima, capaz de echar por tierra todos sus grandes proyectos. Ya muy adelantado en sus estudios para la abogacía, el Gobierno dio una de esas llamadas leyes, destinadas a vejar a los católicos, y aun de carácter retroactivo. De buenas a primeras, decretó que no eran válidos los estudios preparatorios que no se hubieran hecho en los colegios oficiales, y de tal modo y con tanta malignidad, que era preciso al candidato a una profesión, volver a estudiar todo lo ya pasado y aprendido, para acomodarse al nuevo plan de estudios.
Otro, que no hubiera sido Anacleto, se hubiera desesperado, por tantos años perdidos, aunque tenía la conciencia de haber hecho unos estudios, más que suficientes, y con provecho, en el Seminario. Anacleto se resignó y volvió a comenzar aquellos estudios, que le retrasaban inútilmente en su carrera.
Y vencido, con el tesón y la constancia que ya le conocemos, el obstáculo, logró al fin recibirse de abogado.
No era, por cierto, esa profesión, adquirida a costa de tantos trabajos y sudores, desvelos y miserias, algo que considerara como un remedio a su pobreza y un comienzo de prosperidad material. Jamás Anacleto se preocupaba por eso. Él lo que quería era hacerse un hombre útil a la causa de Dios y de la Patria, a la que había consagrado su vida. No le faltaron ocasiones en el México oficial corrompido, de aquel tiempo, para lograr una posición económica, más que regular. Pero jamás quiso ocuparse de negocios sucios, aun bien remunerados, y estimó como una grave injuria, que se le hacía, la proposición de uno de esos agentes de las logias, para entrar en la masonería, que deseaba contar entre los de "los tres puntos" a un hombre de sus talentos, y arrastre; ya que ella —la secta— se comprometía a darle uno de esos jugosos puestos en la política, destinados, como sabemos, a los hijos de la viuda.



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