utfidelesinveniatur

martes, 24 de marzo de 2020

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPIRITU DE PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO.


Resultado de imagen de nuestra señora de los dolores


NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 XIII Las almas piadosas no se deben dejar llevar por la turbación y desconfianza, aunque no experimenten en sí esta paz y este gozo.

"Haced reinar y triunfar en vuestros corazones la paz de Jesucristo, a la cual habéis sido llamados" Estos encuentran la paz de Jesucristo en las turbaciones, en las contradicciones, en los males, en las adversidades, en la vida y en la muerte: porque en todo esto encuentran la voluntad de Dios y ponen su descanso en la sumisión a esta divina voluntad.

2. Jesucristo mismo que experimento por voluntad propia el tedio, la tristeza y el temor hasta caer en una terrible agonía debido a la cual, por prodigio inaudito, salió de todas las partes de su purísimo cuerpo un sudor de sangre que corrió hasta el suelo; también en la cruz mientras sacrifica su vida por la gloria de su Padre, se queja del abandono de su Padre quien deja caer sobre su alma todo el peso de su divina justicia y santidad, sepultándola en un mar de dolores, amargura y desolación; privándole de todo gusto, de todo gozo, de todo consuelo. Hasta esto lo llevo su caridad infinita, para consolar a los más débiles de su cuerpo místico en los disgustos, temores, tristezas, privación de todo gozo y consuelo sensible que se experimentan en el transcurso de la vida cristiana; enseñando con esto, a los perfectos como a los flacos, que todo lo deben sacrificar por Dios y sufrir por su amor la privación de todo consuelo y de todo gozo sabiendo que con eso cumplen su santísima voluntad costare lo que costare.
   3. Mientras la parte inferior de nuestra alma está asediada, tímida y triste, puede haber en la parte superior de ella cierto gozo y cierta paz; y ser muy verdadero este gozo y paz, aunque no se sientan a causa del temor y tristeza que ocupan la imaginación y lo sentidos; porque escrito está: "Que el justo vive por la fe", pero no por lo que siente. Cuando los ministros de la Iglesia bautizan, absuelven o consagran el cuerpo de Jesucristo, sacan (por decirlo así) las almas del infierno y les abren las puertas del cielo con la remisión de los pecados que comunican los sacramentos del Bautismo y la Penitencia: ni tampoco los que reciben estos sacramentos sienten en sí mismos estos admirables efectos; y no obstante ni los unos ni los otros lo dudan. ¿Por qué? porque unos y otros juzgan por la fe, no por lo que sienten. Pues del mismo modo se ha de juzgar de aquella paz y de aquel gozo que Dios recomienda tan fuertemente en las Escrituras del Nuevo y Antiguo Testamento, no gobernados por lo que sentimos sino por los principios de la fe que profesamos.
Es verdad que esta paz y este gozo es algunas veces sensibles, es decir, se experimenta una cierta dulzura, una suave afección, cierto gusto, que Dios da muchas veces al principio de la conversión más que en lo sucesivo. Entonces debe recibirse esta gracia con humildad; pero sin apegarse demasiado a ella: porque acostumbra el Señor retirarla cuando las almas se hallan fortificadas y arraigadas en las virtudes cristianas. Les conviene mucho que este gozo no dure siempre; y que en su lugar lo sustituya, como lo hace, un gozo puramente espiritual: un gozo que, a pesar de la turbación misma de los sentidos y de la parte inferior del alma, se mantenga oculto en lo íntimo del corazón y de la voluntad. Y este gozo no es otra cosa sino un cierto vigor, una cierta fortaleza toda interior y espiritual, que sostiene al alma contra las tentaciones; que la hace cumplir todas sus obligaciones, por lo menos en las cosas esenciales; que la tiene sumisa a Dios y a su santa voluntad, aún en medio de las mayores agitaciones; que la hace superior a todos los falsos gozos y mortales dulzuras del pecado; y la hace preferir el placer y la felicidad de vivir en castidad, en humildad, en caridad, en templanza y en las virtudes cristianas, a aquel gusto que podría buscar (como lo hacen otros) en los deleites opuestos a estas virtudes.
   4. Esta paz y este gozo es inseparable de la justicia cristiana, y siempre permanece en lo íntimo del corazón de todos los justos, aunque muchas veces la turbación y el temor que se elevan en la parte inferior, les incline a creer que no lo tienen. Así lo asegura S. Bernardo: " Hay muchos que se quejan de que raras veces experimentan esta afección sensible y más dulce que la mas excelente miel, como dice la Escritura. Estos no consideran, que proviene que Dios los ejercita en la tentación y en los combates, mientras dura esto; y que manifiesta mucha más firmeza y valor cuando así se abrazan con las virtudes, no por el gusto que en ellas se encuentra, sino por ellas mismas, con solo el deseo de agradar a Dios, practicándolas con una entera satisfacción. Y es indubitable que el que obra de este modo obedece perfectamente a aquel consejo saludable del profeta: regosijaos en el Señor; porque no habla el profeta tanto del gozo sensible que nace de la afección, cuanto del gozo efectivo que produce la acción: porque aquella afección propiamente pertenece a la bienaventuranza que esperamos en el cielo; y la acción es propia de la virtud que debemos practicar en esta vida."
   5. En sentido se cumplen en todos los verdaderos cristianos aquellas palabras tan notables de S. Pablo: "Haced reinar y triunfar en vuestros corazones la paz de Jesucristo, a la cual habéis sido llamados" Estos encuentran la paz de Jesucristo en las turbaciones, en las contradicciones, en los males, en las adversidades, en la vida y en la muerte: porque en todo esto encuentran la voluntad de Dios y ponen su descanso en la sumisión a esta divina voluntad. Aún encuentran esta paz de Jesucristo en sus miserias y enfermedades espirituales, en la guerra y contradicción de sus pasiones, en la agitación de sus pensamientos, en la turbación y espanto de su entendimiento, de su imaginación y de sus sentidos y hasta en sus mismos defectos y faltas, como se explicara más extensamente en su momento. Ellos (los cristianos) remedian cuanto pueden todos sus deslices voluntarios; se humillan por sus defectos y flaquezas, aunque involuntarias, por la agitación de sus pasiones, y por los pensamientos que no pueden impedir. Porque la voluntad de Dios es que se humillen y giman por estas cosas; pero las sufren con una humilde paciencia, y sin perder la paz del corazón: y pues Dios quiere que vivan en este mundo con estas contradicciones, se someten humildemente a sus órdenes, esperando en su bondad una perfecta curación, cuando quiera hacerlo. Si la paz de Jesucristo reina siempre con superioridad en el corazón y se hace vencedora de la turbación. Hablaremos pues otras veces más de una materia que es tan importante en la vida espiritual.


No hay comentarios:

Publicar un comentario