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miércoles, 17 de mayo de 2017

LOS MARTIRES MEXICANOS


Los Caballeros de Colón

Un jefe de los masones Rosa-Cruz, el Imperator Lewis, tuvo la sinceridad de escribir en uno de sus más recientes libros: "El misterio, que siempre ha rodeado el origen e historia de la Gran Fraternidad Blanca (Masonería) ha sido uno de sus más fascinadores atractivos, aun para quienes no tenían interés en sus enseñanzas y actividades".

Esto es una gran verdad. Los hombres, especialmente los de razas sajonas y germánicas, sin excluir completamente a los latinos, tienen un instinto natural y gustoso, en unirse a otros, por vínculos secretos y misteriosos.

Los enemigos de Dios, conocedores de esta tendencia del corazón humano, la han aprovechado habilísimamente para la formación de sus Sociedades Secretas, o Masonerías. Y el secreto y misterio de que se rodeaban les servía de dos maneras: una para el reclutamiento de adeptos, y otra para no espantar de buenas a primeras a los católicos y cristianos, manifestándoles desde luego el perverso intento de acabar con el reinado de Cristo sobre la tierra, fin último de todas las actividades disimuladas de esas sociedades secretas.

Este fin último cuidadosamente velado en un principio, a medida que se ha avanzado en la descristianización del mundo, ha traspasado los muros de las Logias, y pocos habrá en la actualidad, que no lo conozcan, dentro y fuera de ellas. Así en las actas del "Convento Masónico" francés de 1913 se puede leer por todos: "Nosotros (los masones), no podemos aceptar a Dios como un último fin; hemos establecido un ideal, que no es Dios, sino la Humanidad".

No por eso la masonería ha dejado de ser una sociedad secreta. Son secretos o velados por un secreto, aun para la inmensa mayoría de los mismos masones, los verdaderos jefes de la Gran Fraternidad Masónica; son secretas, para los profanos o no pertenecientes a la masonería, las consignas del jefe o jefes ocultos, para proceder de este o de otro modo, consignas que los masones de antemano y sin haberlas conocido se comprometieron bajo juramento a obedecer bajo gravísimas penas, aun la de la misma muerte; son secretas, finalmente, para los profanos, las ceremonias y enseñanzas de

las llamadas iniciaciones, en los diferentes grados de la masonería. Estas ceremonias generalmente son unas farsas ridículas y la mayor parte de las veces intrascendentes, pero que, como he dicho, a los de raza sajona y germánica los fascinan, y que de una manera infantil toman muy en serio, y que a los latinos los hacen sonreír como juegos de niños, pero que, sin embargo, se creen obligados a guardar secretas para sólo ellos, por el dicho juramento inicial.

La Iglesia Católica, consciente del peligro para la salvación de las almas de sus fieles hijos los católicos, que se encuentren en unas asociaciones cuyos jefes son ignorados por la mayoría de los asociados; cuyo fin un tiempo disimulado con la capa de mutualismo y fraternidad, es impío; cuyas consignas, dado el fin que se persigue por ellas, son pésimas e impías también; y cuyas iniciaciones fantásticas y ridículas aparecen o se predican como el principal objeto del secreto masónico, para servirse de ellas así, como cebo de atracción a los incautos, ha prohibido y sigue manteniendo la prohibición bajo penas de excomunión o Lea expulsión de la Iglesia, a todos los que se afilien en las sociedades secretas. (hasta ahora 2017 la excomunión no ha sido levantada continua en vigencia, tampoco los nuevos jerarcas no han comentado algo sobre ella en cuanto a su excomunión)

Pero a mediados del siglo pasado, los atraídos por el misterio, en los Estados Unidos del Norte, eran cada vez en mayor número, y velado el fin, bajo ese disfraz de ayuda mutua o de círculo simplemente social, la masonería hipócrita, hacía muchos adeptos. Los católicos se alarmaron, y para contrarrestar, en lo posible, ese flujo de cristianos hacia la masonería, con el consejo, aprobación y dirección de la Jerarquía Católica, idearon  formar también una especie de gran Fraternidad Católica, que sin ser en lo absoluto una Sociedad Secreta, tuviera algo de lo innocuo e intrascendente pero atractivo en sumo grado, dada la condición del corazón humano afecto a lo misterioso, de una Sociedad de esa clase. Y formaron la, llamémosla así, Fraternidad de "Los Caballeros de Colón". Esta no es una Sociedad Secreta, ni por el desconocimiento de sus jefes, que son en último grado los miembros de la Jerarquía Católica y el Soberano Pontífice; ni por las consignas que reciban sus miembros para sus actividades, todas de acuerdo con la más estricta ortodoxia católica, revisadas y aprobadas polla iglesia; ni por su fin, que es fomentar el compañerismo y verdadera fraternidad entre los católicos, proporcionándoles reuniones sociales, diversiones honestas, y enseñanzas religiosas, absolutamente dentro de la doctrina y moral católicas, y verdadero mutualismo o caridad entre sus miembros.

Todo esto perfectamente conocido por todo el mundo, y aprobado por la Iglesia. Pero para utilizar en su favor, y en contra de las verdaderas Sociedades Secretas, ese gusto y fascinador atractivo del misterio, toma de ellas las famosas iniciaciones, para cada uno de los cuatro grados, en que se dividen los Caballeros de Colón, y en esas iniciaciones absolutamente indiferentes, y un tanto fantásticas, de acuerdo con las tendencias anglosajonas, se exige no por medio de un juramento, que dado el objeto de él, sería tanto como jurar en vano; sino bajo palabra de honor, el guardar el secreto de lo que en esas iniciaciones se haga o se diga. Esto es lo único secreto de "Los Caballeros de Colón", conocido naturalmente de las autoridades eclesiásticas.

Unirse los católicos, como católicos para obras católicas de cultura, de esparcimiento honesto, de apostolado social, etc... y bajo la inspección de la Jerarquía Católica: he aquí el intento de los Caballeros de Colón.

Naturalmente, la masonería no puede verlos con buenos ojos, precisamente porque en una forma algo semejante a la de los masones, tienden a contrarrestar la obra maléfica de su secta impía.

Cuando estalló aquí en México la persecución decretada por la conspiración anticristiana masónica, de que ya hablé en los primeros artículos, naturalmente entre las víctimas del furor sectario debieron señalarse los ya establecidos en toda la República: Caballeros de Colón, por ser católicos ejemplares y públicamente conocidos como tales. ¡Dios sabe qué consignas masónicas recibirían los perseguidores!, aunque es de suponer que deberían cuidar de buscar un pretexto cualquiera, que cohonestara hipócritamente su acción persecutoria y criminal. El pretexto más socorrido, como sabemos, es la protesta activa y resuelta de los católicos, contra las leyes impías que fueron impuestas por los Constituyentes de Querétaro.

Así los jóvenes de la A.C.J.M., los valientes miembros de la Liga Defensora de la Libertad Religiosa, y los miembros del Ejército Libertador o Cristero, fueron las principales víctimas. Entre éstas se contaron varios Caballeros de Colón, pero no como tales, sino como católicos ultrajados en sus derechos. Los Caballeros de Colón, en cuanto tales, no tenían ninguno de los caracteres de rebeldes, que buscaban en sus víctimas los perseguidores, ostensiblemente.

No obstante eso, y para que se vea que no era la rebeldía supuesta, la causa de las persecuciones. Dios quiso que entre los mártires de aquella odiosa persecución, hubiese uno, por lo menos, victimado por ser "Caballero de Colón" precisamente, esto es: católico práctico y convencido.

 

el Imperator Lewis
 
el Imperator Lewis, tuvo la sinceridad de escribir en uno de sus más recientes libros: "El misterio, que siempre ha rodeado el origen e historia de la Gran Fraternidad Blanca (Masonería) ha sido uno de sus más fascinadores atractivos, aun para quienes no tenían interés en sus enseñanzas y actividades".
 
 

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