Quienes lo conocimos y lo escuchamos lo extrañamos mucho porque, hasta ahora, ningún obispo ha tomado su combate con la valentía que solo Dios da a los santos y, él a mi forma de ver era un santo. Para quienes no le conocieron ni oyeron aquí les traemos un extracto de lo que siempre defendió hasta su muerte dada un día como este de la ANUNCIACION DE LA ENCARNACION DEL VERBO DIVINO.
Extractos de textos
De la Declaración del 21 de
noviembre de 1974
Nos adherimos de todo
corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica guardiana de la fe católica
y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de esa fe, a la Roma eterna,
maestra de sabiduría y de verdad.
Por el contrario, nos negamos
y nos hemos negado siempre a seguir la Roma de tendencia neomodernista y
neoprotestante que se manifestó claramente en el Concilio Vaticano II y después
del Concilio en todas las reformas que de éste salieron.
Del Sermón del Domingo de
Pascua del 30 de marzo de 1986
Nos encontramos
verdaderamente frente a un dilema gravísimo, que creo no se planteó jamás en la
Iglesia: que quien está sentado en la Sede de Pedro participe en cultos de
falsos dioses; creo que esto no sucedió jamás en toda la historia de la
Iglesia. ¿Qué conclusión deberemos quizás sacar dentro de algunos meses ante
estos actos repetidos de comunión con falsos cultos? No lo sé. Me lo pregunto.
Pero es posible que estemos en la obligación de creer que este Papa no es Papa.
No quiero decirlo aún de una manera solemne y formal, pero parece, sí, a
primera vista, que es imposible que un Papa sea hereje pública y formalmente.
De la Conferencia del 15 de
abril de 1986
Queridos amigos, ¡pudieron,
durante las vacaciones, reflexionar sobre el sermón del domingo de Pascua!…
Entonces querría, puesto que
hay distintos ecos, distintas reacciones, querría clarificar un poco, en la
medida en que sea posible, porque la situación de la Iglesia es una situación
tan misteriosa, que no es tan fácil clarificar las cosas…
Entonces el problema se plantea.
Primer problema: la
communicatio en sacris.
Segundo problema: la cuestión
de la herejía.
Tercer problema: ¿el Papa es
aún Papa cuando es hereje?
¡Yo no sé, no zanjo! Pero
pueden plantearse la cuestión ustedes mismos. Pienso que todo hombre juicioso
debe plantearse la cuestión. No sé. Entonces, ahora, ¿es urgente hablar de
esto?…
Se puede no hablar,
obviamente… Podemos hablar entre nosotros, privadamente, en nuestras oficinas,
en nuestras conversaciones privadas, entre seminaristas, entre sacerdotes…
¿Es necesario hablar a los
fieles? Muchos dicen: — No, no habléis a los fieles. Van a escandalizarse. Eso
va a ser terrible, eso va a ir lejos…
Bien. Yo dije a los
sacerdotes, en París, cuando los reuní, y luego a vosotros mismos, ya os había
hablado, yo dije: pienso que, muy suavemente, es necesario, a pesar de todo,
esclarecer un poco a los fieles…
No digo que sea necesario
hacerlo brutalmente y lanzar eso como condimento a los fieles para asustarlos…
No.
Pero pienso que, a pesar de
todo, es una cuestión precisamente de fe. Es necesario que los fieles no
pierdan la fe. Estamos encargamos de guardar la fe de los fieles, de
protegerla.
Van a perder la fe… incluso
nuestros tradicionalistas. Incluso nuestros tradicionalistas no tendrán ya la
fe en Nuestro Señor Jesucristo. ¡Ya que esta fe se pierde! Se pierde en los
sacerdotes, se pierde en los obispos.
Entonces, he aquí la
situación en la cual nos encontramos y es necesario volver nuevamente siempre a
eso: tengamos la fe, reavivemos nuestra fe, porque es debido a la fe que se
pierde que el Concilio fue lo que fue.
Pienso que allí está el
problema.
Y se dice: Monseñor va a hacer cisma... ¿Pero ¿quién hace cisma? … ¡No soy yo! Para hacer cisma es necesario dejar la Iglesia. Y dejar la Iglesia, es dejar la fe, en primer lugar.
¿Quién deja la fe de la
Iglesia? La autoridad está al servicio de la fe. Si ella abandona la fe, es
ella quien hace cisma. Entonces no somos nosotros quienes hacemos cisma.
¿Qué va a salir de esto?
Será necesario un buen día
que Dios hable. No es posible que Dios permita ser dejado de lado por los que
deben defenderlo, por los que deben ser sus partidarios…
¡No es posible que eso dure
indefinidamente, no es posible eso!
De la Carta a los futuros
Obispos, 29 de agosto de 1987
Estando la cátedra de Pedro y
los puestos de autoridad de Roma ocupados por anticristos, la destrucción del
Reino de Nuestro Señor se continúa rápidamente incluso dentro de su Cuerpo
Místico, especialmente por la corrupción de la Santa Misa, expresión espléndida
del triunfo de Nuestro Señor por la Cruz, y fuente de extensión de su Reino en
las almas y en las sociedades. Esto es lo que nos valió la persecución de la
Roma anticristo. Esta Roma, modernista y liberal, continúa su obra destructiva
del Reino de Nuestro Señor, como lo prueban Asís y la confirmación de las tesis
liberales de Vaticano II sobre la libertad religiosa. Me veo obligado por la
Providencia divina a transmitir la gracia del episcopado católico que recibí,
para que la Iglesia y el sacerdocio católico sigan subsistiendo para la gloria
de Dios y la salvación de las almas. Esta es la razón por la que, convencido de
realizar la santa Voluntad de Nuestro Señor, vengo por esta carta a pedirles
que acepten recibir la gracia del episcopado católico, como ya lo he conferido
a otros sacerdotes en otras circunstancias.
Les conferiré esta gracia,
confiando que sin tardar la Sede de Pedro estará ocupada por un sucesor de
Pedro perfectamente católico, en las manos de quien podrán depositar la gracia
de vuestro episcopado para que la confirme.
Del Retiro Sacerdotal de
septiembre de 1987
Y, a continuación, ahora, voy
a referirme a lo que ustedes probablemente están más interesados. Yo digo: Roma
ha perdido la fe, queridos amigos. Roma está en la apostasía. No son simples
palabras, no son palabras en el aire las que digo. Es la verdad. Roma está en
la apostasía.
No se puede confiar en este
mundo; él salió de la Iglesia, dejaron la Iglesia, salen de la Iglesia. Es
seguro; seguro, seguro.
No es posible entenderse. Se
lo he resumido sucintamente al Cardenal Ratzinger, en pocas palabras, es que no
es fácil resumir toda esta situación; pero le dije: «Eminencia, vea, incluso si
ustedes nos dan un obispo, incluso si ustedes nos dan una cierta autonomía
respecto de los obispos, incluso si ustedes nos dan la liturgia de 1962, si nos
conceden continuar con los seminarios y la Fraternidad, como lo hacemos ahora,
no podemos colaborar, es imposible, imposible, porque trabajamos en dos
direcciones diametralmente opuestas: ustedes, trabajan en la descristianización
de la sociedad, de la persona humana y de la Iglesia; y nosotros, estamos
trabajando en la cristianización.» No podemos entendernos”.
Así que le dije: «Para
nosotros, Cristo es todo; Nuestro Señor Jesucristo es todo, es nuestra vida. La
Iglesia, es nuestro Señor Jesucristo, su Esposa Mística. El sacerdote, es otro
Cristo; su Misa es el sacrificio de Jesucristo y el triunfo de Jesucristo en la
Cruz. En nuestro seminario enseñamos a amar a Cristo, y está dirigido al
Reinado de Nuestro Señor Jesucristo. Nuestro apostolado es el Reinado de
Nuestro Señor Jesucristo. Eso es lo que somos.
Y ustedes, ustedes hacen lo
contrario. Usted acaba de decirme que la sociedad no debe ser cristiana, no
puede ser cristiana; ¡que va en contra de su naturaleza!
Usted acaba de pretender
probarme que Nuestro Señor Jesucristo no puede y no debe reinar en la sociedad.
Y desea probarme que la conciencia humana es libre respecto de Nuestro Señor
“Es necesario dejar la libertad
y un espacio social autónomo”, como usted dice. Esto es la descristianización.
Pues bien, nosotros estamos por la cristianización. Esto es. No podemos
Del Retiro Sacerdotal, 9 de
septiembre de 1988
¿Salir, por lo tanto, de la
iglesia oficial? En cierta medida, sí, por supuesto.
El libro del señor Madiran,
“La Herejía del siglo XX” es la historia de la herejía de los obispos.
Si uno no quiere perder su
alma, es necesario salir de este medio de los obispos.
Pero no es suficiente, porque
es en Roma que está instalada la herejía.
Si los obispos son herejes
(incluso sin tomar este término en el sentido y con las consecuencias
canónicas), no es sin la influencia de Roma.
Si nos alejamos de estas
personas, es absolutamente como con las personas que tienen SIDA.
No hay ningún deseo de
contagiárselo.
Ahora bien, tienen SIDA
espiritual, enfermedades contagiosas transmisibles.
Si uno quiere mantener la
salud, es necesario no ir con ellos.
De la Entrevista concedida a
Fideliter, noviembre-diciembre de 1988
No tenemos la misma manera de
concebir la reconciliación. El cardenal Ratzinger la ve en el sentido de
reducirnos, de traernos al Vaticano II. Nosotros la vemos como un retorno de
Roma a la Tradición. No nos entendemos. Es un diálogo de sordos. No puedo
hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco
aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que
quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien
impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos
encontramos durante los coloquios. Esto se terminó.
Plantearía la cuestión a
nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los
papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX,
Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI,
¿Humani Generis de Pío XII?
¿Están en plena comunión con
estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista?
¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?
Si no aceptan la doctrina de
sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el
Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay
Las posiciones quedarían así más claras.
No es una pequeña cosa la que
nos opone. No basta que se nos diga: pueden rezar la misa antigua, pero es
necesario aceptar esto. No, no es solamente eso lo que nos opone, es la
doctrina. Queda claro.
FUENTE: P.VERBOVEN
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