Quinta Decena
De cómo debe rezarse el Rosario.
41a Rosa
116) No
es la duración, sino el fervor de nuestras oraciones lo que agrada a Dios y le
gana el corazón. Una sola avemaría bien dicha tiene más mérito que ciento
cincuenta mal dichas. Casi todos los católicos rezan el Rosario, al menos una
parte o algunas decenas de avemarías. ¿Por qué, pues, hay tan pocos que se
enmienden de sus pecados y adelanten en la virtud, sino
porque
no hacen las oraciones como es debido? 117) Veamos, pues, el modo de rezar para
agradar a Dios y hacernos santos. En principio, es preciso que la persona que
reza el Santo Rosario se halle en estado de gracia o al menos resuelta a salir
del pecado, pues la teología nos enseña que las oraciones y buenas obras hechas
en pecado mortal son obras muertas que no pueden ser agradables a Dios ni
merecer la vida eterna. En este sentido está escrito: "Non est speciosa
laus in ore peccatoris" (1). No es preciosa la alabanza en boca de los pecadores.
Ni la
alabanza, ni la salutación angélica, ni aun la oración enseñada por Jesucristo
son agradables a Dios cuando salen de la boca de un pecador impenitente: "Populus
hic labiis me honorat, cor autem eorum longe est a me" (2).
Esas
personas que ingresan en mis cofradías, dice Jesucristo, y rezan todos los días
el Rosario o una parte de él sin contrición alguna de sus pecados, me honran
con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí.
He dicho
"o al menos resuelta a salir del pecado": 1) Porque si fuera
necesario estar absolutamente en gracia de Dios para hacer oraciones que le
fuesen agradables, se seguiría que los que están en pecado mortal no deberían
rezar, a pesar de que tienen más necesidad de ello que los justos; y por tanto,
no debería aconsejarse nunca a un pecador que rezase el Rosario, ni una parte
de él, porque le sería inútil, lo cual es un error condenado por la Iglesia. 2)
Porque si con voluntad de permanecer en el pecado y sin intención alguna de
salir de él se inscribiese en una cofradía de la Santísima Virgen, o rezase el
Rosario, o una parte de él, u otra oración, se haría del número de los falsos
devotos de la Santísima Virgen y de los devotos presuntuosos e impenitentes que
bajo el manto de la Santísima Virgen, con el escapulario sobre su cuerpo y el Rosario
en la mano, gritan: "¡Santa y bondadosa Virgen, Dios te salve,
María!" y no obstante crucifican y desgarran cruelmente a Jesucristo con
sus pecados y caen para su desgracia de las más santas cofradías de la
Santísima Virgen a las llamas del infierno.
118)
Aconsejamos el Santo Rosario a todos: a los justos, para perseverar y crecer en
gracia de Dios, y a los pecadores, para salir de sus pecados. Pero no agrada ni
puede agradar a Dios que exhortemos a un pecador a hacer del manto de protección
de la Santísima Virgen un manto de condenación para ocultar sus crímenes y
cambiar el Rosario, que es el remedio de todos los males, en veneno mortal y
funesto. "Corruptio optimi pessima." La corrupción de lo mejor es lo
mas pesimo.
Es
necesario ser ángel de pureza, dice el sabio Cardenal Hugo, para acercarse a la
Santísima Virgen y rezar la salutación angélica. Ella hizo que un impúdico que
rezaba, por regla general diariamente, el Rosario pudiera ver hermosos frutos
en un vaso manchado de inmundicias; y como se sintiera él horrorizado, le dijo
la Señora: "He ahí como me sirves: me presentas rosas bellísimas en un
vaso sucio y corrompido. Juzga si pueden resultarme agradables."
42a Rosa
119) No
basta para rezar bien expresar nuestra súplica con la más hermosa de las
oraciones, que es el Rosario, sino que es preciso hacerlo con gran atención,
porque Dios oye la voz del corazón más bien que la de la boca. Orar con
distracciones voluntarias sería gran irreverencia que haría nuestros Rosarios
infructuosos y nos llenaría de pecados. ¿Cómo osaremos pedir a Dios que nos
oiga, si no nos oímos nosotros mismos y si mientras suplicamos a esta imponente
majestad, ante quien todo tiembla, nos distraemos voluntariamente a correr tras
de
una
mariposa? Es alejar de uno la bendición de este gran Señor, convirtiéndola en
la maldición lanzada contra los que hacen la obra de Dios con negligencia:
"Maledictus qui facit opus Dei” neglegenter" (3). Maldito el que hace
la obra de Dios con negligencia.
120)
Cierto que no se puede rezar el Rosario sin tener alguna distracción
involuntaria, y aun es difícil decir un avemaría sin que la imaginación siempre
inquieta quite algo de la atención; pero sí se puede rezar sin distracciones
voluntarias, y para disminuir las involuntarias y fijar la atención, deben
ponerse todos los medios.
A tal
efecto, poneos en la presencia de Dios, creed que Dios y su Santísima Madre os
miran, que vuestro ángel de la guarda está a vuestra derecha y recoge vuestras
avemarías como otras
tantas
rosas, si son bien rezadas, para hacer una corona a Jesús y María, y que, por
el contrario, el demonio está a vuestra izquierda y merodea alrededor para
devorar vuestras avemarías y anotarlas en su libro de muerte, cuando no son
dichas con atención, devoción y modestia.
Sobre
todo, no dejéis de ofrecer los decenarios en honor de los misterios y de
representaros en la imaginación a Nuestro Señor y a su Santísima Madre en el
misterio que consideréis.
121) Se
lee en la vida del Beato Hermann, de la Orden de los Premonstratenses, que
cuando rezaba el Rosario con atención y devoción, meditando sus misterios, se
le aparecía la Santísima
Virgen
radiante de luz, de hermosura y de majestad. Pero después se le enfrió la
devoción y rezaba el Rosario de prisa y sin atención; se le apareció entonces
con la cara arrugada, triste y desagradable. Como el Beato Hermann se
sorprendiera de tal cambio, díjole la Santísima Virgen: "Me presento a tus
ojos como estoy en tu alma, pues tú me tratas solamente como una persona vil y
despreciable. ¿Qué fue de aquellos tiempos en que me saludabas con respeto y atención,
meditando mis misterios y admirando mis grandezas?"
43a Rosa
122) Así
como no existe oración más meritoria para el alma y más gloriosa para Jesús y
María que el Rosario bien rezado, no hay tampoco ninguna oración más difícil de
rezar bien y perseverar en ella, particularmente por las distracciones que
vienen como naturalmente de la frecuente repetición de la misma súplica.
Cuando
se reza el oficio de la Virgen Santísima, los siete salmos o cualquier otra
oración que no sea el Rosario, el cambio o diversidad de términos de que se
componen tales oraciones detiene la imaginación y recrea el espíritu, dando al
alma, consiguientemente, facilidad para rezarlas bien. Pero en el Rosario, como
son siempre los mismos padrenuestros y avemarías y combinados de igual modo es
bien difícil no cansarse, no dormirse y no dejarlo para seguir otros rezos más
recreativos y menos molestos. Esto es lo que hace que se necesite infinitamente
más devoción para perseverar en el rezo del Santo Rosario que en ninguna otra oración,
aunque sea ésta el salterio de David.
123) Y
aumentan esta dificultad nuestra imaginación, tan inquieta que ni un solo
momento está en reposo, y la malicia del demonio, tan infatigable para
distraernos e impedir nuestra oración.
¿Qué no
hará contra nosotros este espíritu malo, mientras nosotros rezamos el Rosario
contra él? Acrecienta nuestra natural languidez y nuestra negligencia. Antes de
la oración aumenta el hastío, las distracciones y el decaimiento; durante la
oración nos asalta por todas partes, y cuando hemos terminado de orar entre mil
trabajos y distracciones, nos dice: "No has hecho nada meritorio, tu
Rosario nada vale, mejor te fuera trabajar y ocuparte en tus negocios; pierdes
el tiempo en rezar tantas oraciones vocales sin atención; media hora de
meditación o una buena lectura valdría mucho más. Mañana, que no tendrás tanto
sueño, rezarás con más atención, deja el resto de tu Rosario para mañana."
De este modo, el diablo, con sus artificios, consigue con frecuencia que se
abandone el Rosario más o menos por completo o siquiera que se difiera.
124) No
lo creáis, amados cofrades del Rosario, y tened valor; pues, aunque durante
todo el Rosario haya estado vuestra imaginación llena de distracciones e ideas
extravagantes, si las
habéis
procurado desechar lo mejor posible desde el momento en que os apercibisteis de
ello, vuestro Rosario es mucho mejor, porque es más meritorio y tanto más
meritorio cuanto más difícil; y es tanto más difícil cuanto resulta
naturalmente menos agradable al alma estar lleno de las enojosas moscas y
hormigas de las distracciones que recorren nuestra imaginación, a pesar de
nuestra voluntad, no dejando así al alma tiempo para gustar lo que dice y
reposar en paz.
(25) Si
es preciso que luchéis durante todo el Rosario contra las distracciones,
combatid valientemente con las armas en la mano; es decir, continuando el
Rosario, aunque sin gusto ni consuelo sensible; es un terrible pero saludable
combate para el alma fiel; si rendís vuestras armas, es decir, si dejáis el
Rosario; estáis vencidos, y por el momento el demonio, vencedor de vuestra
firmeza, os dejará en paz, y en el día del juicio os reprochará vuestra
pusilanimidad y infidelidad. "Qui fidelis est in minimo et in majori
fidelis est" (4): El que es fiel en las cosas pequeñas lo será también en
las grandes.
El que
es fiel en rechazar las pequeñas distracciones durante una breve plegaria será
también fiel en las cosas grandes. Nada, en efecto, más cierto que este
principio, pues el Espíritu Santo
es quien
lo ha dicho. Valor, pues, buenos servidores y fieles siervos de Jesucristo y de
la Santísima Virgen, que habéis tomado la resolución de rezar el Rosario
diariamente. Que la
multitud
de moscas, yo llamo así a las distracciones que os hacen la guerra mientras
rezáis, no sea capaz de obligaros indignamente a dejar la compañía de Jesús y
María en la que estáis al rezar el Rosario. Pondré después los modos de
disminuir las distracciones.
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