Mis
queridos amigos:
Muchos
de ustedes me han preguntado mi opinión sobre lo que ha venido
sucediendo en Estados Unidos desde el 3 de noviembre en el marco de la
elección presidencial. En mi doble condición de experto
en inteligencia y especialista del tema Estados Unidos me han
hecho numerosas preguntas que resumiré en 2 grandes grupos:
1-
¿Hubo fraude electoral? ¿Es creíble la hipótesis de un golpe de Estado
tendiente a invertir el resultado de la elección?
2- Si
Biden fuese finalmente electo el 8 de diciembre y entronizado el 20 de enero
de 2021, ¿qué consecuencias tendría su llegada al poder?
Me
esforzaré por responder claramente estas preguntas en las siguientes líneas.
¿Tiene el autor algún
conflicto de intereses?
Es
importante que cada uno de ustedes sepa, antes de iniciar la lectura de
esta carta, si su autor tiene algún conflicto de intereses que pudiese orientar
sus palabras sobre el tema que aborda.
Mi
respuesta es que no. Es cierto que viví en Estados Unidos, en Kansas,
bajo administración demócrata (Clinton) entre 1995 y 1998, época de
la que guardo un excelente recuerdo. Estuve en Estados Unidos en
múltiples ocasiones, antes y después de aquel episodio profesional, visitando a
mi numerosa familia cercana –tres de mis hermanas y 48 de sus
descendientes directos, todos ciudadanos estadounidenses y residentes en
diferentes Estados, gobernados unos por los demócratas y otros por los
republicanos. He visitado 46 de los 50 Estados de la Unión.
En el verano de 1998 recibí la Meritorius Service Medal de
Estados Unidos, en aquel momento bajo administración demócrata.
No soy miembro de ninguno de los principales partidos políticos franceses
(Les Republicains, Partido Socialista, Rassemblement National, La France
Insoumise, LREM-Modem, Europe-Ecologie-Les Verts).
Aunque
me expreso a veces con vehemente severidad sobre las «modos de gobierno»
estadounidenses, esa severidad no está nunca dirigida al pueblo
estadounidense que, como muchos otros pueblos, es más bien generoso
y sincero, pero es también ingenuo y está manipulado.
Hoy
abrigo grandes reservas, incluso hostilidad, hacia la OTAN, por haber comprobado
sus derivas desde 1990, en el marco de mis funciones [1]
Mi
experiencia en materia de inteligencia me ha llevado a dar cada vez menos
credibilidad a la enorme mayoría de las agencias de prensa y
medios mainstream, en particular a los de
Occidente [2].
No
siento aprecio por la acción y/o «la influencia poderosa y nociva de
los grupos de presión» transnacionales sobre el funcionamiento del mundo,
independientemente de que sean grupos de presión financieros, mediáticos,
comunitarios o de cualquier otra naturaleza.
Después
de haber dejado claro todo esto, como autor, pasemos al tema que
nos interesa.
Contexto
pre-electoral de la elección presidencial estadounidense
Desde el
fracaso de Hillary Clinton en la elección presidencial de 2016,
Estados Unidos se ha dividido profundamente en 2 bandos
irreconciliables que se detestan y se han enfrascado en una lucha
“a muerte”. Al contrario de lo que la gente cree
en Francia o en Europa, esos dos bandos no son los bandos
republicano y demócrata, que sólo son las partes visibles del
iceberg. Los dos bandos a los que yo me refiero tienen
dos concepciones opuestas del mundo: son los «soberanistas»
y los «globalistas». Los representantes de los «globalistas»
los hallamos mayoritariamente entre los demócratas, pero también podemos
encontrarlos, aunque en menor proporción, entre los republicanos.
El 24 de
septiembre de 2019, desde la tribuna de la Asamblea General de
la ONU, Donald Trump claramente escogió su bando, expresó su visión
del mundo y declaró la guerra a los globalistas al declarar:
«Como mi bien amado país, todas las naciones representadas en este
recinto tienen una historia, una cultura y un legado que aprecian y que
merecen ser defendidos y celebrados, y que nos dan una fuerza y un
potencial particular. El mundo libre debe abarcar sus cimientos
“nacionales”. No debe tratar de renunciar a ellos y reemplazarlos…» [3]
Segundos
después, Donald Trump agregaba:
«Si quieren ustedes la libertad, estén orgullosos de su país.
Si quieren democracia, aférrense a su soberanía. Si quieren paz,
amen su nación. Los jefes de Estado perspicaces siempre ponen
el interés de su propio país en primer lugar. El porvenir
no pertenece a los globalistas. El porvenir pertenece a
los patriotas. El porvenir pertenece a las naciones independientes y
soberanas que protegen a sus ciudadanos, que respetan a sus vecinos y que
aceptan las diferencias que hacen a cada país especial y único.»
Es
comprensible para todos que ese discurso pueda suscitar la adhesión de un vasto
sector de la población estadounidense, como lo demuestran los más de
73 millones de votos por Trump contabilizados en noviembre
de 2020 –o sea, 10 millones más que en 2016, cuando
obtuvo menos de 63 millones de sufragios. Para todos los que
creían que Trump estaba perdiendo apoyo, ese 15% de aumento es una
inmensa sorpresa… como en 2016.
Es evidente
que el bando de los globalistas no puede aceptar ese «discurso-programa».
Así que hará todo lo que pueda por cerrarle al presidente saliente
el camino a la reelección. Mayoritario en el «Estado Profundo
estadounidense» (Deep State), disponiendo del control de
la finanza y de los GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazone, Microsoft y
Twitter), disponiendo también del control de la cuasi totalidad de los
medios mainstream y de las agencias de prensa anglosajonas y
europeas, el bando de los globalistas va a coordinar la acción de sus
“brazos armados” para sacar a Donald Trump de la presidencia de
Estados Unidos.
El
presidente Trump, por su parte, no es estúpido ni está solo. Dispone
de un fortísimo apoyo popular, de una mayoría en el Senado, en la
Corte Suprema y 27 de los 50 gobernadores de los Estados de
la Unión son republicanos. En la Cámara de Representantes, acaba de
reducir en 12 escaños (por ahora…) la ventaja que tenían los
demócratas sobre los republicanos. Ha instalado una administración
federal que le es mayoritariamente fiel (no totalmente…),
ha cambiado a una mayoría de los jueces federales, resistió exitosamente
a 2 intentos del Estado Profundo y de los demócratas de destituirlo
(el Rusiagate fabricado desde 2016, que acabó desinflándose… porque era
falso y los investigadores, los jueces y la opinión pública
estadounidense acabaron dándose cuenta, y el intento de destitución
iniciado en la Cámara de Representantes, que se fue a pique cuando
llegó al Senado).
Por
cierto, Trump mostró lucidez cuando dijo, en su último discurso electoral,
el 2 de noviembre de 2020, en Carolina del Norte: «Si algo
he hecho durante mi mandato ha sido poner en evidencia la
deshonestidad de los medios.» [4]
Los medios mainstream estadounidenses siempre han
suscitado y respaldado las acciones antiTrump.
Es en
este contexto de tensiones extremas y después de una campaña electoral durante
en la que se han visto todos los golpes bajos posibles –de
ambas partes– que se produce la elección del 3 de noviembre
de 2020.
¿Han sido honestos los medios y los institutos de sondeos o han
tratado de manipular a la opinión?
Los
medios mainstream estadounidenses –por cierto,
al igual que los medios europeos– no brillan precisamente por su
honestidad, pluralismo e imparcialidad. Bajo el control de un puñado
de multimillonarios, esos medios defienden las causas
e intereses de sus «patrones», miembros activos o simples
colaboradores del Estado Profundo. Todo se vale, hasta las
mentiras más descaradas. Se pone de relieve todo lo que perjudique
al adversario (Trump) y se oculta todo lo que pudiera
perjudicar al bando al que se quiere beneficiar (Biden).
Los periodistas hacen carrera sólo si se someten o/y
se autocensuran. Hoy estamos en una situación de «guerra informativa»
electoral [5]. Los simples
mortales encuentran muchas dificultades para informarse correctamente [6].
Hace 4
años que esos medios estadounidenses, perfectamente secundados por los medios
“hermanos” europeos vienen dedicándose, las 24 horas del día, a denigrar
la imagen del presidente Trump ante la opinión pública estadounidense,
occidental y mundial. Durante los meses anteriores a la elección
se apoyaron en sondeos ampliamente sesgados para hacerle creer
al pueblo estadounidense y al mundo –como en 2016– que
la elección estaba “decidida” y que una gran ola demócrata iba a sumergir
el país. Por citar sólo el ejemplo de la Florida,
4 días antes de la elección una amplia mayoría de los sondeos daba a Biden
ganador con entre 1 y 5 puntos… pero el ganador fue Trump por 3,4 puntos.
Las diferencias comprobadas entre esos últimos sondeos y
el resultado del escrutinio son tales que no puede hablarse del
margen de error sino de mentira y manipulación, interesada y… descarada.
Esos sondeos y artículos engañosos se repitieron en la casi
totalidad de los Estados de la Unión. Los resultados
de Trump y del Partido Republicano, el día de la elección,
revelaron la envergadura de esas mentiras-manipulaciones mediáticas y de los
falsos sondeos preelectorales.
¿Es creíble la hipótesis de un fraude importante en varios
Estados claves el día del escrutinio?
Mi
íntima convicción me dice que sí ya que existen, en mi opinión,
demasiados índices concordantes tendientes a que la jauría “mediática”
occidental –de la que ya sabemos quién la controla– pueda
convencerme de lo contrario. Los presidentes de China
y Rusia no se equivocan en esperar a que se proclamen
resultados oficiales, lo cual no sucederá hasta el 8 de diciembre,
antes de felicitar al vencedor, cuando realmente se sepa quién
es [7].
Estos
son los indicios que me hacen dudar de la honestidad del escrutinio.
1 – La
curiosa precipitación, por demás sospechosa, de la jauría mediática
estadounidense, seguida de inmediato por su “hermana” de la Unión Europea
–que también sabemos quién la controla– en querer imponer un
vencedor cuando todavía no se conocen los resultados oficiales de 5
o 6 Estados. Todos sabemos que esos medios estadounidenses son «partidistas»
y que son los más feroces adversarios de Trump. Conocemos su método
consistente en criticar, cuestionar, modificar, no reconocer, poner
en tela de juicio todos los resultados electorales que no les
convienen en todo el planeta (como las elecciones presidenciales
de Siria, en 2014; de Venezuela, en 2018; de Bolivia,
en 2019, y de Bielorrusia, en 2020, por citar sólo 4).
También conocemos su propensión a querer promover, más bien imponer,
el candidato que les conviene, sin importar que
ese candidato sólo cuente con un apoyo muy minoritario (como en los casos
de Francia, en 2017; de Bolivia, en 2019;
de Bielorrusia, en 2020. También es el caso de Navalni, quien
no representa estrictamente nada en Rusia, y sin embargo
nuestros medios nos lo “venden” como el contrincante número 1 de
Putin).
2 – Las
muy desacostumbradas acciones de Google, Facebook, YouTube y Twitter
censurando, de manera concertada y simultánea, nada más y
nada menos que al presidente de Estados Unidos. Esta colusión
evidente de esas grandes empresas de servicios, de las que también sabemos
quién las controla, simplemente no es “natural”
ni democrática…
3 – Por
primera vez en la historia de Estados Unidos, el voto por
correspondencia se utilizó masivamente ya que más de un 42% de los
electores que votaron lo hicieron por correspondencia (más de
64 millones), a pesar de ser mundialmente reconocido que ese tipo
de voto favorece el fraude electoral.
El voto por correspondencia incluso se eliminó en Francia
en 1975 porque se juzgó propicio al fraude electoral [8].
Dicho
sea de paso, es extraño que algunos diputados de la mayoría LREM [9]
estén tratando ahora de restablecer en Francia el voto por
correspondencia, aprovechando la oportunidad que ofrece la epidemia de
Covid-19 [10].
¿Será que esos diputados tienen intenciones de ampliar las posibilidades
de fraude en Francia para alcanzar la reelección en las próximas
elecciones locales?
Afirmar
que no hubo el menor fraude electoral en Estados Unidos, con
64 millones de votos por correspondencia, simplemente no es creíble.
Sin
asumir por mi cuenta todo el conjunto de denuncias de fraudes emitidas por los
republicanos, y enumeradas en un artículo reproducido en Profession
Gendarme [11], voy
a retener, sin embargo, un solo ejemplo –reconocido por los dos
partidos, tanto el demócrata como el republicano– que no es
por lo tanto cuestionable ni cuestionado.
Según
confesó ella misma al New York Times, Abigail Bowen, la
secretaria electoral del condado de Shiawassee (Estado de Michigan), agregó,
por error según ella, un cero de más en el conteo de los
votos de Biden. En vez de inscribir 15 371 votos
a favor del demócrata, su equipo agregó 150 371 sufragios. Dado el hecho que en los teclados
de computadora la tecla del 0 no está cerca de la tecla del 5,
es extraño decir que fue un error involuntario. La secretaria
agrega que el error le fue notificado 20 minutos después y que
lo corrigió enseguida. (Felizmente alguien se dio cuenta de este
error, al parecer involuntario…)
Está muy
bien que ese error haya sido rectificado… pero eso plantea, de todas maneras,
varias interrogantes:
·
¿Cuántos “errores” de
0 similares a este se cometieron, voluntariamente o no?
·
¿Cuántos “errores” de
ese tipo fueron detectados, notificados y corregidos?
·
¿Cuántos de esos
“errores” fueron validados en el conteo final?
·
¿Tiene entonces
o no razones justificadas un candidato, sea demócrata
o republicano, para solicitar que vuelvan a contarse los votos
cuando el resultado se sitúa en un margen del 1% en uno de los
Estados de la Unión? ¿No es eso lo que se hace en todas las
democracias dignas de ese nombre? ¿Acaso es competencia de los medios
proclamar un ganador sin disponer de resultados avalados?
Lo que
yo observo es que en 5 Estados calificados de swing states [12]
los resultados están en ese margen del 1%: se trata de los Estados
de Arizona, Georgia, Wisconsin, Pensilvania y Nevada [13].
En esos 5 Estados, Trump encabezaba la votación, pero Biden
supuestamente acabó aventajándolo en todos por unos miles
de votos gracias a la llegada oportuna, milagrosa, masiva
y repentina de votos por correspondencia que le resultaron muy, muy,
muy favorables.
A estas
alturas ya ustedes habrán comprendido que, en mi opinión, el voto por
correspondencia es la puerta abierta al fraude. Cuando ese voto por
correspondencia es masivo, el fraude puede hacerse importante y ser
ampliamente suficiente para invertir un resultado en el margen del 1%.
Es infinitamente poco probable que no haya habido fraudes.
No especularé aquí sobre a quién pudieran haber favorecido
esos fraudes y estoy seguro de que nunca llegarán a obtenerse todas
las pruebas. Digo solamente que los “ingenuos” medios mainstream estadounidenses
y europeos, que tanto quisieran negar a Trump el derecho a que
vuelvan a contarse los votos, a que se abran investigaciones y a que
se realicen verificaciones, esos mismos medios que –tratándose de
otros países– tanto se preocupan por los conteos de votos y que tan
fácilmente denuncian un «fraude electoral»,
no se engrandecen con todo esto. Sabíamos que Francia y sus
periodistas que se mofan del presunto perdedor –porque se llama
Trump– transmitían la imagen de una “mediocracia”. Pero, ¿también deben
convertirse en una mediacracia que trata de imponernos presidentes y todo lo que
debemos pensar, sobre todos los temas?
Abordemos ahora el segundo tema de mi carta.
Si el “globalista” Biden fuese electo el 8 de diciembre y
entronizado el 20 de enero de 2021, ¿qué evolución podemos esperar para
el planeta los europeos y los franceses?
Biden es
un anciano, de quien todos saben que ya no goza de todas sus facultades
mentales –el próximo 20 de enero habrá cumplido 79 años. Debido
a ello, si Biden resulta electo, se hallará bajo la influencia
de otras personas y tomaría sus decisiones únicamente siguiendo consejos y bajo
el «estrecho control» de su entorno cercano, emanación del «Deep State»
o Estado Profundo y conformado con «globalistas» acérrimos. Es
además ese entorno lo que habrá ayudado a Biden a ganar,
así que sería ese entorno quien gobernaría, de hecho,
Estados Unidos.
Dado su
obediencia «neoconservadora», ese entorno de Biden es resueltamente
proisraelí y favorable a que se mantenga sobre el planeta una
hegemonía absoluta de Estados Unidos. El profundo estudio de
ese entorno (biografías, influencias a las que se somete, redes y
comunidades de las que forma parte) resultaría muy revelador pero,
por desgracia, nada sorprendente. En Francia tenemos
los mismos. Habría que prepararse, por ende, con vista a un
recrudecimiento de la injerencia agresiva de Estados Unidos tanto en
el Medio Oriente (Líbano, Siria, Irak, Irán), por supuesto,
a favor de Israel. Pero también en las fronteras de Rusia,
en el Mar de China y en Sudamérica. El nuevo equipo de gobierno,
brazo armado del «Deep State», creará los pretextos –aunque
no existan– e instrumentalizará la nebulosa terrorista, como siempre
lo ha hecho Washington en el pasado, para justificar sus actos de
injerencia.
Trump
logró reducir gradual y considerablemente los bombardeos estadounidenses en el
planeta (Estados Unidos utilizó 47 000 bombas en 2017,
16 000 en 2018, 12 000 en 2019 y 928 en enero
y febrero de 2020, según los últimos datos conocidos) [14]. Trajo
de regreso a Estados Unidos gran cantidad de soldados que estaban
desplegados fuera del país, principalmente del Medio Oriente. Bajo el
primer mandato de Trump, la coalición occidental mató
mucho menos gente que bajo los 2 mandatos de su predecesor [el
demócrata Barack Obama]. Si un equipo globalista se apodera de la
Casa Blanca, esa tendencia podría invertirse a partir de la
primavera de 2021… y la sangre correría otra vez.
La OTAN sigue sin entender que debería –incluso en
su propio interés– poner fin a tales derivas.
La mala
noticia es que una administración Biden también trataría de implicar a
la OTAN, al Reino Unido, a Francia y a la Unión Europea en todos los
trabajos sucios que sus estrategas neoconservadores sean capaces de
urdir [15]. La mala
noticia para Francia es que su dependencia económica (su deuda y el
CAC40) y el creciente servilismo hacia Estados Unidos de las élites
francesas, formadas precisamente para que sean serviles, le impedirán
rechazar todas las invitaciones de Estados Unidos a ser parte de
coaliciones creadas en defensa de causas dudosas.
La buena
noticia es el hecho que, a ambos lados del Atlántico, los pueblos
están empezando a abrir los ojos. Sea o no del agrado de
nuestros medios de difusión, de nuestros políticos y de nuestra opinión
pública manipulada, el «soberanista» Trump incrementó en un 15%
el total de votos que obtuvo en 2016. Sus partidarios controlan
la Corte Suprema, el Senado, una mayoría de Estados y
se acercan a la paridad en cuanto al número de escaños que
controlan en la Cámara de Representantes. Sus partidarios también
controlan las zonas rurales estadounidenses. Los demócratas sólo
controlan realmente las grandes ciudades.
En esas condiciones, no será fácil gobernar
Estados Unidos y hacer cualquier cosa, sobre todo teniendo
en cuenta que la economía estadounidense está en baja y que
la deuda es abismal.
Tampoco
será fácil gobernar una Unión Europea cuya parte occidental está en bancarrota,
con poblaciones a punto de rebelarse, con PIBs en retroceso y
presupuestos militares que se verán, quiérase o no, inevitablemente
afectados.
En tales
condiciones, lo sabio sería dedicarse a resolver sus propios
problemas en vez de ir a hacer el papel de sheriff en otras partes
del mundo. Lo inteligente sería también no inmiscuirse en los
asuntos de Estados soberanos bajo el falso pretexto de luchar contra un
terrorismo que nosotros mismos contribuimos ampliamente a crear y a mantener
mediante nuestra política exterior calamitosa (hacia países como Libia, Siria,
Irak, Yemen, Irán, Rusia, Bielorrusia, Venezuela, Brasil y Bolivia,
entre otros) y con posicionamientos oficiales irresponsables insultantes
para decenas de países (como en el asunto de las caricaturas) [16].
Tarde o
temprano, una coalición occidental orquestada por globalistas agresivos acabará
por romperse los dientes en algún lugar, se asombrará de lo que le
ha sucedido, tendrá que bajarse de su pedestal y ser menos arrogante.
Se multiplicarán entonces las marchas, las ceremonias fúnebres, las
manifestaciones ruidosas y ostentosas contra un enemigo que
nosotros mismos habremos provocado y los pueblos tendrán que contar
sus muertos y llorarlos.
Basta con
ver la “brillante” campaña que han dirigido los gobiernos de los países
miembros de tales coaliciones en la llamada «guerra contra el coronavirus»
para intuir que tampoco ganaremos la próxima…
[1] «L’OTAN: artisane de paix ou
fautrice de troubles et de chaos?» [En español, “La OTAN:
¿artífice de la paz o causante de desórdenes y caos?”], General
Dominique Delawarde, Revue Méthode, abril-mayo de 2020.
[2] «Le
grand naufrage des médias mainstream occidentaux», General
Dominique Delawarde, Réseau International, 18 de septiembre
de 2020.
[3] «Discurso de Donald Trump
en el 74º Período de Sesiones de la Asamblea General de la ONU»,
por Donald Trump, Red Voltaire, 24 de septiembre
de 2019.
[4] “Trump
Closing Message: “If I’ve Done One Thing, It’s To Expose The Dishonesty In The
Media”, Donald Trump, Real Clear Politics, 2 de
noviembre de 2020.
[5] «La Guerre de
l’Information», General Dominique Delawarde, Réseau International,
14 de abril de 2017.
[6] «Être
bien informé: ça se mérite!», General Dominique Delawarde, Réseau
International, 29 de marzo de 2018.
[7] China felicitó a Joe Biden el 13 de noviembre
de 2020 (NdlR).
[8] «Pour
réduire la fraude électorale, le vote par correspondance est supprimé»
[En español, “Para reducir el fraude electoral, se suprime
el voto por correspondencia”], Le Monde, 13 de noviembre
de 1975.
[9] LREM son las siglas de La República
en Marcha, el partido –creado de la nada en solo meses– para
respaldar la candidatura del actual presidente, Emmanuel Macron, a la elección
presidencial francesa de 2017. Nota de la Red Voltaire
[10] «Des
députés de la majorité proposent de rétablir le vote par correspondance en
France, le gouvernement réticent», Julie Pacaud , France Info,
11 de noviembre de 2020.
[11] «La
Tempête qui arrive (Enquêtes sur les Fraudes Électorales US)»,
Comité Trump France, Profession Gendarme, 8 de noviembre
de 2020.
[12] Los Estados estadounidenses que los
especialistas califican como swing states son aquellos
donde la mayoría de los electores no suele votar habitualmente por
un mismo partido –a veces dan la victoria a un partido y
otras veces a otro. Se les llama swing states por oposición
a los safe states, donde ya se sabe que los electores suelen
votar mayoritariamente por el mismo partido –por ejemplo, California
se considera un safe state porque suele votar
a favor de los demócratas. Nota de la Red Voltaire.
[13] “If
there’s fraud in the 2020 election, then we must find it”,
Miranda Devine, New York Post, 8 de noviembre de 2020.
[14] “Combined
Forces Air Component Commander 2013-2019 Airpower Statistics”, US Air Force
Central, 29 de febrero de 2020.
[15] Ver “Le plan US post 11/9:
envahir 7 pays, selon le général US Wesley Clark” [En español,
“El plan de Estados Unidos post 11 de septiembre: invadir 7 países,
según el general estadounidense Wesley Clark], Wesley Clark, Reopen911,
20 de octubre de 2011.
[16] «Regreso a las caricaturas
de Mahoma ¿Se ha vuelto loco el ministerio francés
de Educación? ¿O es Francia entera?», por Arno
Mansouri, Red Voltaire, 25 de octubre de 2020.
Corrección: Alfredo Davila
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