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lunes, 30 de diciembre de 2019

EL SANTO ABANDONO. DOM VITAL LEHODEY


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13. PAZ, TEMORES Y ESCRÚPULOS

No nos detengamos a mirarlos, huyamos sin demora, y subamos a la parte superior, al santuario interno donde Dios reside; allí derramemos nuestro corazón en protestas de amor y de fidelidad, en oraciones suplicantes y reiteradas. Esta prudente huida dará casi siempre por resultado el hacernos olvidar los reptiles, y siempre nos atraerá la gracia y nos asegurará la victoria.
Además, en todas las pruebas, como tentaciones, enfermedades, sequedades, contrariedades, humillaciones, desprecios, persecuciones, etc., el gran medio de conservar la paz es una humilde y amorosa sumisión al beneplácito divino... «¡Cuánto desearía -dice el P. de Caussade- que tuvierais más confianza en Dios, más abandono en su sabia y divina Providencia! Es ella la que dirige hasta los más insignificantes acontecimientos de esta vida, ornándolos en bien de los que se confían por completo a ella, y que se abandonan sin reserva a sus paternales cuidados. ¡Dios mío, cuánta paz interior producen esta confianza y completo abandono! ¡Y cómo libran de un sin fin de cuidados, siempre inquietos y desagradables! Sin embargo, como no se llega a esto de un golpe, sino poco a poco y mediante progresos casi insensibles, es preciso aspirar a este filial abandono, pedirlo a Dios, y ponerlo en práctica. No nos faltan las ocasiones, sepamos aprovecharlas y digamos siempre: ¡Sí, Dios mío, Vos lo queréis, Vos lo permitís así; pues está bien, yo también lo quiero por amor vuestro; pero ayudadme y sostenedme en mi debilidad. Todo esto sea suavemente y sin esfuerzo, y de lo íntimo del espíritu a pesar de las rebeldías y repugnancias interiores, de las que no ha de hacerse caso alguno, si no es para soportarlas con paciencia y entregarnos al sacrificio.»
Esforcémonos por llegar hasta «amar nuestras cruces, puesto que es Dios quien nos las ha fabricado, y las fabrica aún cada día. Dejémosle hacer: El sólo conoce lo que a cada uno conviene. Si permanecemos de esta suerte firmes, sumisos y humillados bajo el peso de las cruces de Dios, en ellas hallaremos por fin, si lo juzga oportuno, el reposo de nuestras almas. Cuando por nuestra docilidad nos hubiéramos hecho acreedores a que Dios nos haga sentir la unción enteramente divina que tiene la cruz desde que Jesucristo ha muerto en ella por nosotros, entonces disfrutaremos de esta paz inalterable».
En resumidas cuentas, si es del agrado de Dios que, aun llenando con exactitud nuestro deber y a pesar de la más humilde sumisión, no encontremos sino una árida y entretejida multitud de pruebas, nos será conveniente abandonarnos a su beneplácito en esto como en todo lo demás, porque Él nos ama y sabe mejor que nosotros lo que necesitamos. Sólo una cosa hemos de temer: preferir nuestra voluntad a la de Dios.
«Para evitar este peligro, es necesario querer exclusivamente, en todas las cosas, en todos los instantes y en todo lugar lo que Dios quiere porque este es el camino más seguro, y, hasta me atrevo a decirlo, el único para la perfección.
Cualquier otro se presta a la ilusión, al orgullo y al amor propio.»
Artículo 2º.- Temores diversos

Recordemos, ante todo, que el derecho a la paz se mide por la buena voluntad, y que, para gozar una paz profunda, ha de estar la voluntad plenamente sometida a la de Dios. Aun en este caso no estamos por completo al abrigo de posibles peligros; por eso es preciso preservarse por medio de la oración y la vigilancia.
Hablamos aquí con las almas generosas y prudentes que se verán asaltadas de no pocos temores, amenazándolas turbar su paz, por otra parte tan legítima. A fin de tranquilizarlas, comenzaremos por decirles con el P. Grou:
« 1º Dios no turba jamás a un alma que desea sinceramente ir a Él.
La amonesta, y tal vez la reprenda con severidad, pero nunca la turba; por su parte el alma reconoce la falta, se arrepiente de ella, la repara, y todo lo hace con paz y tranquilidad de espíritu. Si se agita y desazona, esa turbación ha de provenir siempre o del demonio, o del amor propio, y así debe, pues, hacer cuanto esté de su parte para desecharla.»
«2º Todo pensamiento, todo temor vago, general, sin objeto fijo y determinado, no procede de Dios ni de la conciencia, sino de la imaginación. Se teme no haberlo dicho todo en la confesión, se teme haberse explicado mal, se teme no haber llevado a la comunión las disposiciones requeridas, y otros temores vagos por el estilo con que el alma se fatiga y atormenta: todo esto no procede de Dios. Cuando El hace al alma alguna reprensión, tiene ésta siempre algún objeto preciso, claro y determinado. Se Ha, pues, de despreciar esta especie de temores y pasar resueltamente sobre ellos.» Muy distinto sería el caso, si nuestra conciencia nos reprende de manera clara y formal.
En el P. de Caussade, se halla una dirección muy útil acerca de multitud de temores, pero, no pudiendo exponerlos todos, entresacamos los principales.
Existe, por ejemplo, el temor de los hombres. «Aunque ellos pueden decir y hacer, no hacen sino lo que Dios quiere y permite, y nada hay que no le sirva para cumplimiento de sus misteriosos designios. Impongamos, pues, silencio a nuestros temores, y entreguémonos por completo a su divina Providencia, pues dispone de resortes secretos, pero infalibles, y no es menos poderoso para conducir a sus fines por los medios en apariencia los más contrarios, que para refrigerar a sus siervos en medio de hornos encendidos, o hacerlos caminar sobre las aguas. Esta protección tan paternal de la Providencia la experimentamos tanto más sensiblemente, cuanto nos entregamos a Ella con más filial abandono.»
Existe también el temor del demonio y de los lazos que de continuo nos tiende dentro y fuera de nosotros. Mas Dios está con el alma que vela y ora; y ¿no es El infinitamente más fuerte que todo el infierno? Por otra parte, este temor bien dirigido es precisamente una de las gracias que nos preserva de las asechanzas. «Cuando a este humilde temor se une una gran confianza en Dios, se sale siempre victorioso, salvo quizá en ciertos lances de poca importancia, en que Dios permite pequeñas caídas para nuestro mayor bien. Sirven, en efecto, estas caídas para conservarnos siempre pequeños y humillados en presencia de Dios, siempre desconfiados de nosotros mismos, siempre anonadados a nuestros propios ojos. Pecados de consideración no cometeremos mientras estuviéramos preocupados con este temor de desagradar a Dios; este solo temor nos ha de tranquilizar, porque es un don de la misma mano que nos sostiene invisiblemente. Por el contrario, cuando cesamos de temer es cuando tenemos motivo de temer: el estado del alma se hace sospechoso cuando no abriga temor alguno, ni siquiera aquel que se llama casto y amoroso, es decir, dulce, apacible, sin inquietud ni turbación, a causa del amor y de la confianza que siempre le acompañan.»
«Para un alma que ama a Dios, nada hay más doloroso que el temor de ofenderle, nada más terrible que tener el espíritu lleno de malos pensamientos y sentir su corazón arrastrado, en cierto modo a su pesar, por la violencia de las tentaciones. Más, ¿no habéis meditado jamás sobre los textos de las Sagradas Escrituras, en que el divino Espíritu nos da a entender la necesidad de las tentaciones, y los preciosos frutos que ellas producen en las almas que no se dejan abatir? ¿No sabéis que son comparadas al horno donde la arcilla adquiere su consistencia y el oro su brillo; que nos son presentadas como motivo de alegría, señal de amistad con Dios, y enseñanza indispensable para adquirir la ciencia de Dios? Si recordarais estas verdades consoladoras, ¿cómo pudierais dejaros abatir de la tristeza? Cierto que las tentaciones nunca vienen de Dios, mas, ¿no es El quien siempre las permite para nuestro bien? ¿Y no es preciso adorar sus santas permisiones en todo, a excepción del pecado que detesta, y que nosotros hemos de detestar con Él? Guardaos, pues, bien de dejaros turbar e inquietar por las tentaciones: esta turbación se ha de temer más que las mismas tentaciones. »
Es cierto que hemos de desconfiar de nuestra debilidad, y tomar todas las precauciones prescritas para evitar las tentaciones, pero sería una ilusión temerla con exceso.
«Avergonzaos de vuestra cobardía, y al encontraros frente a una contradicción o humillación, decías que ha llegado el momento de probar a Dios la sinceridad de vuestro amor.


jueves, 26 de diciembre de 2019

CUANDO UNA ORDEN DIVINA NO ES ACATADA POR LOS HOMBRES, ¿QUE NOS ESPERA?


“Se trata de un elemento decisivo para asegurar la popularidad del presidente interino, la cual necesita con vistas a las elecciones presidenciales de marzo de 2000.    Añadamos a esto la nacionalización de las riquezas del país puestas en pocas manos, sin piedad ni miramientos despojo a los oligarcas rusos los recursos naturales y congelo todos activos en oro situación que lo orillo a expulsar del país a unos y a encarcelar a otros y dejar en manos del estado todo lo confiscado a estos grandes oligarcas intocables hasta ese momento, ya tenía allanado el triunfo en las próximas elecciones.
En el 2000 gana las elecciones con apretado resultado, consolida a la Federación Rusa y vuelve Rusia a la palestra mundial, ¿tenía razón o no Nuestra Señora en seguir pidiendo la conversión de Rusia como país independiente alejado de la extinta Unión Soviética? Sí, vuelve la Rusia nombrada en los secretos de la Virgen en Fátima.
Rusia como el ave fénix surge de las cenizas y comienza una nueva era no sin dejar de ser comunista, pero no pragmática como lo fue la Unión Soviética sino capitalista copiando al modelo chino con lo cual la amenaza continua dado que un nuevo peligro se levanta contra lo que queda del catolicismo y, en consecuencia, la advertencia de la Santísima Virgen continua más vigente que nunca, ¿Sera Rusia el azote de Dios?
Quizá haya entre los que esto leen escépticos deslumbrados por logros alcanzados por el presidente actual de la gran Rusia, entre ellos hay quienes lo admiran así como detractores sin embargo ambos se engañan porque todo cuanto hace, lo cual es cierto, no tiene otro fin que el dominio mundial o el nuevo globalismo diferente al modelo Occidental, pero con el mismo fin y aquí está la pugna  entre los países del orbe.
Ya hemos hablado del carácter frío, calculador, oportunista y malo del líder ruso, pero lo reforzaremos con dos ejemplos más para demostrar su barbarie. El hundimiento del sub marino Kurs donde dejo morir a los 118 tripulantes y no permitió que otras naciones osaran salvarles la vida, la guerra contra Giorgio en 2008 cuando en China se celebraban las olimpiadas demostró hasta donde es capaz un ejército de probar su eficacia y organización al derrotar a los contingentes no solo de Gerorgia sino también a los de Estados Unidos, Israel y otras naciones. Solo cinco días bastaron para tomar la capital de Georgia Tifilis dejando a su paso una prueba pequeña de una devastadora tercera guerra mundial. Aquí quedo demostrada la preparación del nuevo soldado ruso y, desde entonces, occidente ve con respeto al ejército ruso atrás quedaron las burlas y sarcasmos sobre la milicia rusa pues su campaña militar dejo perplejos y temerosos a sus enemigos.
Quien no recuerda Crimea? Los conflictos en Kiev, capital de Ucrania, en la famosa plaza de Maidan denominada “Euro Maidan” a donde acudieron líderes occidentales para apoyar el levantamiento que termino con el derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich  de ese país y, en su lugar fue proclamado Pietro Porochenko, Odesa fue escenario de una sangrienta represión por parte de las facciones ultra derechistas y nazis llamadas Ustachis (en otro artículo hablaremos de ellos con más amplitud) organizada por los seguidores fascistas del nuevo presidente en mayo de 2014 el cabildo fue quemado con gente en su interior.
Crimea, en donde está sentada una base militar rusa, ante tales acontecimientos barbaros fue invadida de “soldaditos verdes” así los llamo la gente, dichos soldados respondían a Rusia y, si bien no presionaron en la realización del plebiscito,  si detuvieron a las hordas criminales de Kiev. Los habitantes de Crimea se vieron obligados, dadas las circunstancias, a elegir entre Kiev y Moscú para lo cual se hizo un referéndum en donde el 95% voto a favor de unirse a Rusia antes que a Kiev y desde entonces Crimea volvió a Rusia, digo volvió porque antes de pertenecer a Ucrania era parte de Rusia cedida por Nikita Crushov durante su gobierno. Dicha adhesión le costó caro a Moscú que lo sancionaron hasta la fecha por algunos países, aun así no renunciaría  ni renunciara a Crimea porque ahí se encuentra la flota del mar negro una de las grandes de Rusia.
Para nadie le es extraño la alianza ruso-china otro gran logro de este gobierno o de Putin. Estratégica y geopolíticamente esta alianza se confirma aún más en nuestros días en donde ya ha entrado el intercambio de tecnología militar, que implica esto? ¿Se imaginan a estos dos ejércitos juntos luchando contra Occidente y Estados Unidos? Y si a eso le agregamos a Irán? Tres alianzas descritas en el apocalipsis: LA BESTIA QUE VI ERA SEMEJANTE A UNA PANTERA; SUS PATAS ERAN COMO DE OSO, Y SU BOCA COMO BOCA DE LEON, VIENTRE DE PANTERA Y EL DRAGON LE PASO SU PODER Y SU TRONO Y UNA GRAN AUTORIDAD” (Apoc. Cap 13) En la obra o libro de Mons. Cristiane “Satán en el mundo moderno” hablando de la posesión, obsesión e infestación dice: “China esta poseída con una posesión diabólica colectiva porque su dios es el dragón, Rusia sufre una obsesión porque esta solo alcanza a las altas jerarquías políticas pero no al pueblo” en cuanto a la pantera vemos a la media luna musulmana que ha sido enemiga de la Iglesia desde tiempos inmemoriales.
Por otro lado a nadie le es desconocido el avance tecnológico militar de ambos países por más que no lo aceptemos no lo podemos negar. Tecnología que supera o está por superar a la de Occidente y Estados Unidos aunque, a mi forma de ver ya la superaron, y en cuanto a China económicamente ha superado a los E. U. A. por ahora es la economía mundial sin lugar a dudas y es muy difícil que estados unidos la supere pues este último entro en un déficit presupuestario que supera los 23 trillones de dólares y sigue avanzando, un oscuro porvenir le espera sino sanea su economía y rompe con la guerra arancelaria con China su mayor acreedora.
Desde la recesión del 2008 Estados Unidos viene o está en caída libre debido sobre todo a su política exterior desastrosa sobre todo durante este último gobierno, según los analistas políticos y militares su economía está por colapsar si es que ya no colapso. Su tecnología militar se ve seriamente debilitada al grado de ir unos 10 años atrás de la de Rusia, pero sin duda continua siendo una gran potencia militar, cuanto más? No lo sabemos por ahora poco le falta a su enemigo ruso superarla y adelantarla.
En su impotencia de invadirlos y poner títeres de su agrado se ha visto envuelta en una serie de guerra arancelaria que ha afectado hasta sus mismos socios europeos y de otras naciones, ¿qué decir de su economía interna? Numerosas empresas se han visto en la necesidad de abandonar suelo americano para subsistir y no hundirse lo que ha provocado una cantidad enorme de puestos de trabajo agudizando más su crisis financiera. La Babilonia moderna está en decadencia, por tal razón promueve a toda costa una guerra, pero contra quién? ¿Contra China o Rusia? O ¿contra Venezuela o Corea del norte? Estas últimas no la estabilizarían tanto militar como económicamente todo lo contrario acelerarían su hundimiento. Haremos un paréntesis sobre tema tan candente para abordar lo que en el título de este estudio denominamos: Cuando una orden divina…


martes, 24 de diciembre de 2019

TRES SERMONES SOBRE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. S. BUENAVENTURA

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SERMON TERCERO

Con este ultimo sermón les deseo a todos mis lectores una muy feliz navidad en Nuestro Señor Jesucristo. Rv. Padre Arturo Vargas Meza

De ahí que el Señor hiciese abreviada la palabra-el Verbo-sobre la tierra y que nos haya nacido un Parvulito, y se nos haya un Hijo sin menoscabo de su inmensidad. ¡Oh cuántos bienes se nos comunican cuando se nos comunica Dios! Por ventura, ¿no se nos da el mismo Dios y juntamente con Dios todo lo que es inferior a Dios? Y ¿qué negará Dios a aquellos
a quienes ha sido dado el Hijo? O como dice San Pablo (Rom 8,32): ¿Cómo no nos ha de dar con El todas las cosas?

Pero ¿por qué se nos da un Parvulito? Caso de darse al hombre Dios como inmenso, ¿no es verdad que el pecador habría temido más al que todo lo reprende? Y si se nos hubiese dado Dios como elocuente, ¿acaso no habría el reo temido la sabiduría del que todo lo escudriña? Y, por último, si hubiese venido Dios rodeado de ejércitos angélicos, ¿no es verdad que el hombre miserable se habría avergonzado de pertenecer a la sociedad de los ángeles? Y tanto más cuanto que, como se dice en las Lamentaciones, los ángeles, al ver la ignominia del hombre, habríanle
menospreciado,
Pues bien; el hombre así necesitado, ¿qué podía anhelar, sino que naciese un Parvulito para evitar el terror de ser castigado, un Niño "infante", o sin locución, para evitar el terror de ser redargüido, y un Niño pobre y solitario para evitar el terror de ser despreciado? Tal era el deseo que haciéndolo suyo, evocaba la Iglesia por estas palabras del Cantar de los Cantares, c.8: (Quién me diera que fueses hermano mío, amamantado a los pechos de mi madre? Anótalas y trata de exponerlas. Donde debemos advertir que nace un Parvulito para que le recibamos tal cual le deseamos, y se nos da un Hijo para que sea nuestro aquel de quien teníamos necesidad. ¿No es el mismo el que llena de bienes tus deseos? Pero ¿qué digo llena? También los excede. Mira, si no, la paz de Cristo, que sobrepuja toda inteligencia. Y ¿cuál fue tu deseo, ioh Adán! ¿No deseaste ser como Dios? Y "tú, Lucifer soberbio, ¿no quisiste ser semejante ante al Altísimo? Por lo que veo, no pudo todavía caber en vuestro anhelo ser dioses. La criatura, en efecto, nunca se atrevió a igualarse a Dios. Aquí, en el nacimiento del Hijo de Dios, por el contrario, nos hallamos ante un deseo sobre todo deseo, pues, en la encarnación Dios es hombre y el hombre es Dios, y ¿puede darse cosa más dulce, más amable e inspiradora de mayor esperanza?
El hombre había ofendido a Dios, y Dios parecía odiar al hombre tornándose en despiadado con él. Pero ahora, habiéndose humanado Dios, Dios o amará al hombre o tendrá odio a Dios pues el hombre es Dios. Asimismo, el hombre, arrojado del paraíso, vivía desterrado; pero ahora o el hombre entrará en el paraíso o Dios será expulsado de él, puesto que el hombre es Dios. Y, por último, el hombre era cautivo del diablo; pero ahora o el hombre será sacado de su cautiverio o Dios será sometido al mismo, como quiera que el hombre es Dios. Pero decir de Dios tales despropósitos no es posible: luego es preciso que el hombre sea libertado, repatriado y reconciliado. Por ventura, ¿no quedan aquí sobrepasados todos nuestros deseos? En vista de lo cual, concluimos que no hay objeto de amor tan dulce como el nacimiento de Cristo.
Y, por último, en cuanto a lo tercero, volvamos la potencia efectiva al nacimiento del Salvador en cuanto es ejemplo, pues no hay cosa imitable tan provechosa como él. Que esto es así podrás verlo a las claras considerando las circunstancias acerca del dicho nacimiento, las cuales se describen por el ángel en San Lucas, c.2: Os anuncio un gran gozo que es para todo el pueblo: os ha nacido hoy el Salvador. Y esto tendréis por señal: Encontraréis un Infante envuelto en pañales. Observa esta señal. No te apartes de ella si quieres ser más virtuoso, pues en ella se te muestra lo que es bueno. Advierte, en efecto, dos cosas: fuga respecto de la vanidad y ejemplo respecto de la virtud. Primeramente, al ver al divino Infante así en estas circunstancias, se te enseña a huir la vanidad. Y ¿en qué se glorían los que haciéndose vanos, se van en pos de la vanidad? Realmente, unos ponen su gloria en las ciencias, otros en las riquezas, otros en los honores y otros en los poderes. A esta cuenta hay quienes, como los ricos, gustan de los primeros asientos en los banquetes. O quienes, al estilo de los magnates, buscan las primeras sillas en las sinagogas, o quienes, como los hinchados por el humo de la ciencia, quieren ser llamados maestros por los hombres. Pero mira al pesebre, y verás en oposición la virtud y la vanidad: hallarás, digo, contra la vanidad de las ciencias, al Infantito, que, desechando la locuacidad, no dice palabra; contra la vanidad de las riquezas, al Infantito, envuelto, no ya en pieles o en paños o en paño de una pieza, sino en pañales, o, por mejor decir, en andrajitos múltiples que saben a indigencia, y contra la vanidad de las dignidades y honores, al Infantito, reclinado en el pesebre a los pies de los animales. Mira, pues, al sapientísimo enmudecido: ¡Avergüéncese la necia locuacidad! Mira al corpulentísimo indigente: ¡Avergüéncese la abundancia avara! Y mira al altísimo reclinado: iAvergüéncese la vileza soberbia! Pero considera, ioh hombre!, en segundo lugar, lo que has de imitar. Tienes puesta ante los ojos la señal para las virtudes. Y ¿qué te enseña Cristo? ¿Qué es lo que proclama todo el Evangelio? ¿A qué va enderezada la doctrina sagrada sino a implantar la pureza en la carne, la pobreza en la posesión y la humildad en el alma? Mira aquí la meta a que se ordenan los tres consejos evangélicos, Si buscas, en efecto, la pureza, podrás hallada en la señal que se te da: Encontraréis un Infante.
La razón es porque, si bien dice el sabio que no hay en la tierra ninguno que haga el bien y no peque, aunque se niño de un día, nos es dado, sin embargo, encontrar un hombre en quien no hubo pecado, en cuya boca no se halló engaño. Y si buscas la pobreza, mira la señal para ella: Al Infante envuelto en pañales; y si humildad, mira la señal que a ella te conduce: Al Infante reclinado en el pesebre. Estas tres virtudes, la pureza, pobreza y humildad, son las tres parteras, diestras en su oficio,
que recibieron del seno de la Virgen Madre al Salvador en el día de su nacimiento, le recibió, en efecto, la pureza, lo cual va señalado cuando se dice: Encontraréis al Infante. Le recibió la pobreza vistiéndole de andrajos, y esto se significa al añadir: Al Infante envuelto en pañales; y, por último, le recibió la humildad, recogiéndole en la angostura del pesebre, como se nos da a entender cuando se concluye: Encontraréis al Infante reclinado en el pesebre.-Pidamos, pues, al Infante que ha nacido que nos conceda admirar, amar e imitar la presente Navidad, de tal manera que nos sea dado llegar a la contemplación de la generación eterna. Amén.
Con este ultimo sermón terminamos con la serie de sermones que la providencia nos permitió terminarlos. si bien los reflexionan encontraran mucha materia espiritual para llenar de aceite vuestras lamparas y ser prudentes vírgenes de lo contrario seréis de la imprudentes vírgenes que mencionan las Escrituras.

NOTA. Hace más o menos cinco años nació este blog, desde entonces han sido subidos cerca de 2300 artículos de variados temas todos dentro del marco de la doctrina de siempre. Hasta este momento un buen benefactor, a quien doy las gracias de todo corazón, ha costeado los gastos del blog, pero esas donaciones cesaron y quien esto escribe se ve en la necesidad de pedir vuestra caritativa cooperación. Admito, por otro lado, que la situación actual es difícil, pero no pido mucho sino con lo que puedan colaborar según sus necesidades, el Niño Jesús, su Santa Madre y San José sabrán recompensar con generosidad lo que con generosidad colaboren.

¿Cómo hacerlo? Pueden hacerlo depositando en una cuenta bancaria, he aquí los datos: 
Arturo Vargas Meza 
Banco Banorte
cuenta: 0662317520. dentro del país
Swift MT103
MENOMXMTXXX
Banco Mercantil del norte SA 
Monterrey, NL. Mexico
De ante mano muchas gracias.
Rv. Padre Arturo Vargas Meza









TRES SERMONES SOBRE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. S. BUENAVENTURA.


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SEGUNDO SERMON

Además, en cuanto al nacimiento primero, se debe de decir que no dimana el Espíritu Santo, pues, según la doctrina de las originaciones trinitarias, el Hijo no procede del Espíritu Santo sino el Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Y en cuanto al nacimiento segundo y tercero, es cosa indubitable que deben atribuirse al Espíritu Santo, como dijo el ángel a María en San Lucas, c.1: 4: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, etc, Y para terminar, digamos primero que de los dos nacimientos (Hablando de la anunciación y del nacimiento propiamente que se dieron en la Santísima Virgen María fueron para nuestra salud, por medio de su muerte en la cruz), el segundo y el tercero, se nos ofrecen como remedio en la tierra, mientras el primero se nos reserva como premio en el cielo (Hace referencia a la fruición divina a la cual todo bienaventurado esta llamado, según aquello de San Pablo: “ahora le vemos como en tinieblas,  pero cuando estemos en el cielo lo veremos tan cual Él como luego lo aclara el seráfico doctor). Que ése es nuestro premio eterno, podrás colegirlo de San Juan, c.17: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo y añadamos, segundo, que los tres nacimientos corresponden a otras tantas solemnidades: el primero, en efecto, corresponde al día de la solemnidad eterna; el segundo, a la solemnidad de hoy, en la que se lee lo de la concepción en el seno virginal, el tercero, a la solemnidad de mañana, en la que canta la Iglesia: Un niño nos ha nacido.
Lo que en ella ha nacido, etc.
A continuación debemos contemplar los extremos a que llega el Hijo único de Dios cuando es concebido y nace, en cuanto hombre, de la bienaventurada Virgen. Como queda dicho, tal nacimiento, objeto litúrgico de hoy y de mañana, aparece al presente como remedio, y, a la luz de consideración más profunda, lo vemos desde tres puntos de vista: ofrécese, en efecto, como milagro a los que lo contemplamos jamás se ha visto que el Verbo eterno naciese de una virgen sin detrimento de su virginidad, como consuelo a los que lo deseamos, no solo a estos primeros sino también a quienes lo desearon en un pasado y a quienes lo desearan en un futuro hasta el fin de los siglos , sea, hasta la parusía, como ejemplo a los que vamos progresando en la perfección bajo su influjo, y no sin razón (tal como lo propone el bello librito de Tomas de Kempis; la imitación de Cristo); porque, si volvemos, las potencias del alma al misterio del nacimiento, hallamos que la inteligencia no tiene objeto más admirable para ser contemplado, ni la voluntad objeto más deleitoso para deseado o lo mismo para ser amado, ni la potencia ejecutiva objeto más fructuoso para imitado.

Viniendo, pues, a lo primero, volvamos los ojos espirituales al nacimiento del Señor para contemplarlo. Y no hay duda que, absortos en admiración ante la novedad del prodigio, nos veremos como forzados a prorrumpir con el salmista: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque Él ha hecho maravillas. Es qué? ¿Tiene quien contempla objeto de consideración más admirable que la majestad humilde, poder endeble, inmensidad reducida, sabiduría muda y eternidad nacida? (Este nuevo Adán en si nos mueve a imitarle en tantas virtudes manifestadas en su santísimo nacimiento. Ya que con ellas abatió la soberbia del primer hombre) Pues todas estas circunstancias  tan encontradas concurren en el que ha nacido en la Virgen. Realmente, hablando impropiamente, estilo que se usa también entre los santos, cabe decir todas estas cosas, pero, si queremos expresarlas según propiedad, se debe afirmar que aquello que en abstracto se predica de la naturaleza debe entenderse de la persona, de suerte que el sentido sea como sigue: "Aquel que es la misma majestad se hace humilde, aquel que el mismo poder se hace débil y así sucesivamente", Y advierte que semejante manera de ser no es cosa menos asombrosa. Pues ¿qué objeto de contemplación puede ser más admirable que la debilidad en el Omnipotente, abatimiento en el Altísimo, enmudecimiento en el Sapientísimo? y novedad en el que es eterno? ¿Acaso no se hizo humilde la majestad? Sí, por cierto; entonces, en efecto, se mostró humilde cuando Cristo Jesús, existiendo en la forma de Dios, no reputó codiciable tesoro mantenerse igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, y cuando así anonadado se redujo a la baja condición de siervo, de suerte que "se hallase recostado en el pesebre el que reina en el cielo". De ahí que David se admirase hasta lo indecible cuando preguntaba: ¿Por ventura, no se dirá....... a Sión hombre y hombre ha nacido en ella? Dios y hombre es el que en ella nació. Es, por una parte, humilde hasta el oprobio, pues se ha convertido en desecho del pueblo, y, por Otra, altísimo, pues El fundó a Sión. A propósito de lo cual canta la Iglesia: " iOh gran misterio y sacramento admirable!" Procura recordar el responsorio todo entero y  ¿acaso no hizo endeble la flaqueza? Efectivamente: entonces, en efecto, se debilitó la fortaleza cuando el Verbo del Señor, por el que se afirmaron los cielos, siendo como es, como se dice en la carta a los Hebreos, el, Dios, que con su poderosa palabra sustenta todas las cosas, se hizo hombre y habitó entre, nosotros. Y en verdad hacerse Dios hombre equivale a hacerse débil la fortaleza.

Además, ¿acaso no apareció abreviada la intensidad Así sucedió en efecto: y ello fue cuando aquel cuya grandeza no tiene medida, quedó reducido a estrecho pesebre, haciéndose breve de verdad, pues, como canta la Iglesia, "llora el niño puesto en angosto pesebre". Y, como dice San Pablo a los romanos, c.9: Abreviado hizo al Verbo el Señor en la tierra.

Además, ¿acaso no se hizo muda la Sabiduría? Enmudecióse ciertamente cuando la Sabiduría, a cuya voz fueron hechas todas las cosas y que, como se dice en los Proverbios, estaba en Dios concertando todo, se halla reclinado en un pesebre, haciéndose niño o infante, sin uso de palabra. Es lo que dijo el ángel a los pastores (Le 2,12): Encontraréis un infante.



lunes, 23 de diciembre de 2019

TRES SERMONES SOBRE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR. S. BUENAVENTURA.


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Pues lo que en ella ha nacido, del Espíritu Santo es (Mt 1,20).

Estas palabras son evangélicas y angélicas a un tiempo: evangélicas por haberlas escrito el evangelista San Mateo, c.1, al describir el nacimiento del Señor; y angélicas porque fueron dichas por el ángel cuando anunció el mismo misterio. El ángel, en efecto, las dijo así: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu mujer, pues lo que en ella ha nacido, del Espíritu Santo es. Que es como si dijera: no te pasmes ante la novedad del milagro; no te pasmes, digo, de que María aparezca encinta antes de haber convivido contigo, porque su concepción es del Espíritu Santo, Y lejos de ti toda sospecha de adulterio, porque María ha concebido milagrosamente por obra del Espíritu Santo, para quien no hay cosa imposible. Donde es de advertir que del Espíritu Santo no puede proceder sino lo santo, según dijo el ángel a María en San Lucas, c.l: Y por eso lo que nacerá de ti santo, será llamado Hijo de Dios. (Para los racionalistas, ateos, materialistas y algunos modernistas estas palabras del Arcángel les suenan banas y sin sentido porque disienten de lo espiritual o simplemente no tienen fe y en esta última palabra queda dicho todo, no así para nosotros que, por la gracia de Dios, tenemos fe y creemos firmemente en la omnipotencia divina)
Lo que en ella ha nacido, etc, He aquí en estas palabras tres cosas que reclaman consideración:
Primeramente quién nace en ella; después quién es ella, y, por último, quién coopera al concebir ella.
Y es de saber que quien en ella se concibe es Cristo, Dios y hombre; la que concibe es María, madre y virgen, y aquel, por cuya obra concibe ella, es el Espíritu Santo. Tenemos, por lo tanto, acerca de este nacimiento tres misterios para admirarlos, alabarlos y bendecidos: el niño que nace, la madre que pare y el Espíritu Santo que santifica.(Con esta consideración tan profunda nos pasaríamos la vida meditando y nunca llegaríamos al fondo del misterio) Santificación que debe entenderse rectamente, pues la referimos al Espíritu Santo, no como si hiciera santo al Hijo de Dios, sino en cuanto le hace santo respecto de ella.  
Por lo tanto, empecemos considerando quién nace en ella, (Aquí san Buenaventura se refiere al verbo eterno y no a otro ser, por eso el antes de ella, el durante ella en la anunciación y el después en su nacimiento que ya es Cristo Jesús). Y decimos que acerca del mismo deben considerarse tres nacimientos. El primero, en efecto, fue antes de ella, el segundo en ella y el tercero de ella. En cuanto al nacimiento antes de ella o más bien antes de toda criatura, decimos que consiste en la generación eterna, acerca de la cual se dice en el Eclesiástico, c. 24: Yo salí de la boca del Altísimo, engendrada primero que ninguna criatura.-He aquí indicado quién nace, de quién nace y cómo nace.

1. Primeramente quien nace es la sabiduría o el Verbo eterno, la cual expresándose en primera persona dice: Yo la Sabiduría de Dios, que en la carta a los Corintios es el mismo Cristo. Después se nos indica que el principio del que nace la Sabiduría es el Padre: Salí del Altísimo. Y por último, el modo como nace lo cual se nos a entender cuando se dice: Salí de la boca del Altísimo, es decir,.. Como la palabra sale del que la dice", en frase de San Agustín, pensamiento que el Santo vuelve a expresarlo en otra parte cuando dice: El Espíritu Santo procede del Padre como dado, y el Hijo como nacido".
En cuanto al nacimiento en ella, se ha de decir que es interno, el cual, realizándose en el seno virginal, es concepción. Acerca de ella se dicen las palabras del tema: Pues lo que ha nacido en ella, etcétera, y las del salmo: Hombre nació en ella. Tal es el nacimiento o concepción, cuya inefable realización viene significada en lo que a las dichas palabras del salmo se antepone: (Por ventura se dirá hombre a Sión? Que es como si contestase no.  Entonces, ¿por qué se dice: Hombre nació en ella? Nos lo dirá el Señor en las Escrituras, pues no es del hombre investigarlo, sino pertenece al Espíritu Santo revelarlo. Pues sólo sabe revelarlo aquel que solo él sabe hacerlo, es decir, a los humildes y sencillos de corazón.
Y, por último, en cuanto al nacimiento de ella, tenemos que es externo, pues implica salida del seno virginal al exterior, en conformidad con lo cual se dice en San Lucas, el: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Y por eso el niño que nacerá de ti santo, será llamado Hijo de Dios. Promesa que halló realización, como es de ver en San Lucas, c.2, donde se dice: Cuando se cumplieron en María los días de su parto, dio a luz a su hijo primogénito a lo que propiamente llamamos nacimiento.
Por donde quedan en claro las tres maneras de nacimiento que tuvo Cristo. (Quien esto revisa y corrige ya se encuentra desbordado por tan gran misterio y es difícil que la mente no se canse)    Y para entender más plenamente lo que vamos diciendo, añadamos aquí que, si bien la naturaleza no puede suministrar semejanzas adecuadas que expresen realidades sobrenaturales, (San Buenaventura con el afán de hacernos entender un poco el misterio se adecua a nuestro pobre entendimiento sacando de la naturaleza dos lindo y didácticos, ejemplo, el sol y la vid) en lo tocante, sin embargo, a nuestro tema, nos ofrece tres símiles: el esplendor que nace de la luz, el germen que nace en la vid y la flor que nace brotando del ramo o del árbol. (Para quienes conocen y están adentrados en la vinicultura conocen bien de estos menesteres, lo cual no debe impedirnos a quienes no conocemos este oficio, entenderlo con la ayuda del Espíritu Santo)
Viniendo, pues, al tema, debemos decir que el primer símil se toma del esplendor (aquí el Santo toma como ejemplo al sol, el cual, distinguimos al astro y a su luz que emite como dos cosas de una sola, el sol). El esplendor, en efecto, nace de la luz, coexiste naturalmente con la luz y dice distinción respecto de la luz, la cual a su vez se distingue del esplendor. Cosa análoga ocurre entre el Padre y el Hijo. El Hijo, en efecto, nace del Padre es consustancial al Padre, se distingue del Padre; y distinguiéndose Padre e Hijo realmente entre sí como personas son, sin embargo, una misma cosa en cuanto a la naturaleza divina y por esta razón, la Iglesia, recordando nacimiento tan glorioso, canta alborozada: "i Oh oriente, esplendor de la luz eterna!"
El segundo símil en torno a nuestro tema consiste en el germen de la vid (La vid como la caña de azúcar no tienen semilla como el maíz ya que nacen la una de las ramas de la misma vid como la caña de la misma caña). El germen, en efecto, nace en la vid fecundándola y llenándola de germinación vistosa. Pero semejante vitalidad germinativa en el tronco de la vid ni lo abre, ni lo mancilla, ni lo quebranta en cuanto a su integridad, es decir, sus ramas sus hojas, su flor como el fruto de estas en nada dañan al tronco de la vid una vez brotado este de la tierra. Algo así ocurre en la Virgen cuando concibe. Nace, en efecto, Dios en ella. Y Dios, al ser concebido, la llena, la fecunda y la santifica, pero sin quebrantar ni violar ni contaminar su claustro virginal o su virginidad. De ahí que Dios, comparando al que nace en ella con el germen, diga por el profeta: Suscitaré a David, vástago o germen de justicia, etc. Y por Isaías: Enviad, ¡oh cielos¡ rocío de lo alto, y lluevan las nubes al justo; ábrase la tierra y brote al Salvador. y nótese que por tierra humilde, estable y fértil se entiende la bienaventurada Virgen María, la cual se abrió, no corporalmente para corromperse, sino espiritualmente para creer al ángel, y así creyendo produjo al Salvador.
Y, por último, el tercer símil se saca de la flor. Nace, en efecto, la flor brotando de la rama de la vid. Pero se debe advertir que la flor, al brotar de la rama, no la menoscaba, sino la mejora; no la resquebraja, sino la embellece. Es lo que aquí, en esta tercera manera de nacimiento, ocurre. Nace, en efecto, Dios de la Virgen, pero nace fecundándola y hermoseándola, sin apostillar ni corromper su integridad virginal, según aquello de Ezequiel, e.44: Esta puerta ha de estar cenada por siempre, y no se abrirá ni pasará por ella hombre alguno. Por eso tal nacimiento se compara con la salida de la flor, como es de ver en Isaías, e.11: Y saldrá una vara de la raíz de Jesé, y de su raíz subirá una flor, y reposará sobre la flor el Espíritu del Señor. Donde es de advertir que por vara se entiende la Virgen, Madre de DIOS; por flor, su divino Hijo; por salida de la vara el nacimiento de la Virgen; por subida de la flor, el nacimiento del Salvador. Como se ve, todo se sustenta en la raíz de Jesé. La raíz de Jesé, en efecto, produce la vara; la vara produce la flor, y sobre la flor descansa el Espíritu Santo. (Jesé fue el padre de David rey de Israel, fue como esa vara d la vid que se hecha a la tierra para que de ella brote la vid, como ya se ha visto)

Por lo tanto, el que así nace tiene tres maneras de nacimiento. Nace, en efecto, antes de su generación temporal, del Padre, como el esplendor de la luz v.g. el sol; nace en la Virgen y de la Virgen, como el germen en la vid; y, por último, nace saliendo del seno virginal, como la flor sale de la vara, rama o árbol. Por razón del primer nacimiento, el Hijo nació y nace del Dios Padre, según la naturaleza divina. Y por razón del nacimiento segundo y tercero, nace de la Virgen Madre, según su naturaleza humana.

domingo, 22 de diciembre de 2019

LA ENCARNACION DEL VERBO ETERNO MIRADA POR SANTO TOMAS DE AQUINO

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 Las palabras que siguen dan conocer, desde el punto de vista teológico, cuan tan simple y a la vez tan misterioso este misterio, que el Espíritu Santo esposo de la Bienaventurada Virgen María nos dé a entender algo de tan solemne misterio y llene de gozo inmenso nuestros corazones primera primicia de la natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
La siguiente recopilación corresponde 3 parte, cuestión 30, artículos 1- 4 de la suma teológica del santo angélico.
Nota. Santo Tomas de Aquino al principio de cada artículo comienza el tema central del artículo, lo cual escribiremos en rojo, luego continua con los famosos sed contra la cual puede constar de cinco o seis puntos, luego le sigue el argumento de autoridad sacado generalmente de tres fuentes: Sagradas Escrituras, Santos Padres de la Iglesia y el mismo, luego da la respuesta a la cuestión promulgada al principio y al final da respuesta a las objeciones presentadas al principio. Nosotros para simplificar su lectura y facilitar lo más posible su entendimiento, solo conservamos el tema central del artículo escrito en rojo, el argumento de autoridad y, finalmente, su respuesta a la cual añadomos una respuesta las objeciones, pero no siempre
ARTICULO PRIMERO
Si fue necesario que a la bienaventurada Virgen se anunciase el misterio que en ella debía realizarse.

Argumento de autoridad.
Por otra parte, San Lucas nos cuenta que el ángel dijo a la Virgen: "He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo a quien pondrás por nombre Jesús..,”
Respuesta.
Fue conveniente que a la bienaventurada Virgen se le anunciase que concebiría a Cristo.
Primero, para que se guardase el debido orden en la unión del Hijo de Dios con su Madre y que la mente fuera informada antes de concebirlo en la carne y así dice San Agustín: "Más dichosa fue María en recibir la fe de Cristo que en concebir la carne de Cristo". Y todavía añade: "Nada aprovecharía a María la maternidad si no llevase a Cristo en el corazón más felizmente que en la carne"
Segundo, para que pudiera ser testigo más seguro de este misterio una vez que de él fuese informada por Dios. La bienaventurada Virgen tenia fe expresa en la encarnación futura; pero, siendo humilde, no sentía tan altamente de sí misma, y por eso debió ser, instruida sobre ello.
Tercero, para que fuese voluntaria la ofrenda de sus servicios, a los que se ofreció con prontitud cuando dijo: "He aquí la esclava del Señor".
Cuarto, para que fuese manifiesto el matrimonio espiritual contraído por el Hijo de Dios con la naturaleza humana. Para ello en la anunciación se pidió el consentimiento de la Virgen en nombre de toda la naturaleza humana.

ARTICULO SEGUNDO
Si la anunciación de María debió ser hecha por un ángel
ARG. DE AUT.
Por otra parte, dice San Lucas: "Fue enviado por Dios el ángel Gabriel…
Respuesta.
Fue conveniente que a la Madre de Dios le anunciase un ángel el misterio de la encarnación por tres motivos:
Primero, para que en esto se guardase también el orden establecido por Dios según el cual las cosas divinas se comunican a los hombres por mediación de los ángeles. Por lo cual dice Dionisio: "Sobre el misterio divino de la benignidad de Jesús, los primeros en ser instruidos fueron los ángeles por mediación de los cuales llegó a nosotros la gracia de este conocimiento. Por eso el divino Gabriel informó a Zacarías que de él tendría origen un profeta, y a María cómo se verificaría en ella el misterio por excelencia de la inefable formación de Dios".
Segundo, fue también conveniente a la reparación humana que habla de unirnos por Cristo. Dice San Beda en, una homilía: "Buen principio de la restauración humana que un ángel sea por Dios enviado a la Virgen, que debía ser consagrada con un parto divino, ya que la primera causa de la perdición humana fue la serpiente, enviada por el diablo a la mujer para engañarla con espíritu de soberbia".
Tercero, convenía esto a la virginidad de la Madre de Dios. Dice San Jerónimo en un sermón de la Asunción: "Bien está que el ángel sea enviado a la Virgen, porque siempre la virginidad estuvo emparentada con los ángeles. Y cierto que el vivir en la carne, sin sujeción a la carne, no es vida terrena, sino celestial".
4. Algunos quieren que San Gabriel fuera del orden supremo. Sobre esto dice San Gregorio: "Muy razonable es que el mayor de los ángeles fuese el mensajero del mayor de los misterios". Pero de aquí no se sigue que haya sido el mayor de todos los órdenes, sino de los ángeles, puesto que fue uno de los arcángeles.
La Iglesia le llama arcángel, y San Gregorio dice en una homilía que "se llaman arcángeles los que anuncian los mayores misterios". Es creíble, que sea el mayor del orden de los arcángeles y, como decía el mismo, San Gregorio. "el nombre, corresponde a su misión: Gabriel significa fortaleza de Dios". Pues por la fortaleza de Dios debía ser anunciado el que era Señor de los ejércitos y venía con su poder a debelar las potestades aéreas"…
Si el ángel mensajero debía aparecer a la Virgen
en forma corporal

SED CONTRA
Por otra parte, San Agustín, en un sermón de la Anunciación, pone en labios de la bienaventurada Virgen estas palabras: "Vino a mí el arcángel Gabriel con rostro rutilante, vestido brillante y actitud maravillosa".
Pero todo esto no puede convenir sino a una visión corporal; luego el ángel mensajero apareció a la bienaventurada Virgen en visión corporal

RESPUESTA.

El ángel mensajero apareció a la Madre de Dios en visión corporal. Y esto fue conveniente:
Primero, por razón del misterio que venía a anunciar. Venía San Gabriel a anunciar la encarnación del Dios Invisible, y así era conveniente que, para la declaración de tal misterio, una criatura invisible tomara una forma visible, tanto más cuanto que todas las apariciones del Antiguo Testamento se ordenaban a esta aparición del Hijo de Dios en carne.
Segundo, era también conveniente por razón de la dignidad de la Madre de Dios, que había de recibir al Hijo de Dios no sólo en la mente, sino también en su seno corporal.
Por esto, no sólo su mente, sino también sus sentidos corporales debían ser vigorizados por la visión angélica.
Tercero, conviene también a la certidumbre del mensaje angélico.
Las cosas que alcanzamos con los ojos las percibimos con más seguridad que aquellas que percibimos con la imaginación. Por esto dice San Crisóstomo que el ángel no se presentó a la Virgen en sueños, sino a sus propios ojos, "porque, habiendo de recibir una comunicación tan alta, tenía necesidad, antes de suceso tan grande, de una visión solemne".
La visión intelectual es más perfecta que la imaginaria o corporal si se toman aisladamente. Pero San Agustín dice que es más perfecta la profecía que es a la vez intelectual e imaginaria que aquella que tiene una sola de ellas.
Pues la bienaventurada Virgen no sólo percibió la visión corporal, pero recibió también iluminación intelectual. De esta manera su aparición fue más perfecta.
Lo seria todavía más si le hubiera sido dado ver con visión intelectual al mismo ángel en su substancia; pero no permite el estado del hombre viador que vea al ángel en su esencia.     



viernes, 20 de diciembre de 2019

SERMON SOBRE LA ANUNCIACION INICIO DE LA NATIVIDAD O NAVIDAD DEL SEÑOR

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Es la anunciación a la Santísima Virgen María de parte del Arcángel San Gabriel (uno de los siete espíritus que siempre ven o están en presencia de Dios) sobre el gran misterio de la encarnación del Verbo Eterno, es, a mi forma de ver, el inicio de la natividad del Señor. Por ser esta una cuestión tan importante para Dios Nuestro Señor envió una embajada especial para darnos a conocer la inmensa importancia que para nosotros tiene la anunciación en el siguiente artículo me explayo más sobre el tema, al terminar de leerlo opinaran lo mismo que este servidor de cuya anunciación mi alma se goza y este gozo no nos lo puede arrebatar ni el demonio ni el hombre y también diran conmigo lo que yo unido a el Arcángel San Gabriel digo: BENEDICTA TU IN MULIERIBUS…
Notemos, ante todo, que en la antigüedad era tenido por grande honor que los ángeles se aparecieran a los hombres, y éstos mostraban grandes reverencias a los mensajeros celestes. Por esto se atribuye a singular alabanza de Abrahán el haber recibido en hospedaje a los tres ángeles, a quienes mostró tanta veneración. Pero que un ángel se mostrara tan reverente con un hombre, nunca se vio antes de la salutación del ángel a María. La razón de esta conducta, que el hombre hiciera reverencia al ángel y no el ángel al hombre, era que el ángel era superior al hombre en tres cosas. Primero, en la dignidad, pues el ángel es substancia espiritual, y el hombre, corporal y corruptible. Por esto decía Abrahán: «Hablaré a: mi Señor, aunque sea polvo y ceniza». Segundo, por la familiaridad con Dios de que goza el ángel, mientras el hombre se halla alejado de El por el pecado. Tercero, por la preeminencia en el esplendor de la gracia divina ya que los ángeles, participan de la divina lumbre plenamente, mientras que los hombres, si en algo participan la lumbre de la gracia de Dios; es en escasa medida y con cierta obscuridad, No era, pues, decente que el ángel hiciera reverencia al hombre mientras no se hallase una que le aventajara en tres cosas indicadas. Y ésta fue la bienaventurada Virgen; que excedía, a los ángeles en tres, cosas. Primera en la plenitud de la gracia, la cual fue mayor en la Virgen que en ningún ángel, y así, para insinuar esto el ángel, la saluda llamándola «la llena de gracia». En tres cosas se muestra la Virgen llena de gracia  primero, en el alma, que gozó de la plenitud de la gracia. Para dos cosas se, concede esta, para obrar el bien y para evitar el mal, y para ambas cosas tiene la Virgen gracia perfectísima. En efecto, después de Cristo no hubo santo alguno que, como ella, hubiera estado exento de pecado. Es el pecado original, y de éste quedó limpia en el seno materno; mortal y venial, y de ambos estuvo siempre libre. Por esto se dice en el Cantar de los Cantares: «Toda hermosa eres, amada mía, y no hay en tí mancha alguna».
Dice San Agustín: «Sacada aparte la bienaventurada Virgen María, si todos los santos y santas, durante su vida mortal, hubieran sido interrogados si tenían pecado, todos, a una voz, hubieran clamado: Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no sonaría en nuestros labios». Y he aquí por, qué sobre la bienaventurada Virgen, por el honor del Señor, tratándose de pecado, no admite cuestión alguna. Sabemos, en efecto, que a ella le fue conferida mayor gracia para vencer totalmente el pecado, como que mereció concebir y dar a luz al mismo Cristo, en quien consta no haber existido pecado alguno. Además, la bienaventurada Virgen ejercitó las obras de todas las virtudes, mientras que los santos se distinguieron en algunas de ellas, unos por la humildad, otros por la castidad, otros por la misericordia, y así se nos dan como modelos de una especial virtud; v. gr., San Nicolás, de la misericordia, etc. La bienaventurada Virgen es ejemplar y modelo de todas las virtudes, pues en ella encontramos ejemplos de humildad, cuando dijo: He aquí la esclava del Señor; de castidad al decir: No conozco varón, y así de las demás virtudes., De manera que la Virgen estuvo llena de gracia cuanto a practicar el bien y evitar el mal.
En segundo lugar, lo estuvo por razón de la redundancia de la gracia en su alma o en su cuerpo. Grande cosa es en los santos que la gracia santifique su alma; pero la bienaventurada Virgen estuvo tan llena, que del alma se derramó también en su carne, para que de ésta concibiera al Hijo de Dios, por donde dice Hugo de San Víctor: «Como ardía tan intensamente el fuego del Espíritu- Santo en su corazón, por esto hacía milagros en su carne, tanto que de ella viniera a nacer Dios y hombre».
En tercer lugar, su gracia se derrama también sobre todos los hombres.
Grande cosa es que un santo reciba gracia que baste para procurar la salvación de muchos hombres ; pero que la tenga para la salvación de todos los hombres, esto es lo más grande, y esto sólo se halla en Cristo y en la bienaventurada Virgen, que es poderosa para alcanzar la salvación en cualquier peligro. De manera que la plenitud de su gracia aventaja a la de los ángeles, y así con razón se la llamó María, que significa iluminada en sí misma e iluminadora del mundo entero, como el sol y la luna. Segundo, aventaja la Virgen a los ángeles en la familiaridad divina, indicada por el ángel al decir: El Señor es contigo, como si dijera: «Soy contigo tan reverente porque gozas de más intimidad con Dios que yo mismo" puesto que el Señor está contigo, es decir, el Padre con el Hijo, cosa que de ningún ángel ni de criatura alguna se puede decir. Y si se dice, es de un modo muy diferente, pues el Señor está con la Virgen como hijo, con el ángel como Señor. Y el Espíritu Santo como en su templo, que por eso Se le llama Templo del Señor, Sagrario del Espíritu Santo, que concibió del mismo Espíritu Santo. En suma, que la familiaridad de la Virgen es más íntima y familiar con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, con la Trinidad toda, que cualquier ángel. Con razón, pues, el ángel reverencia a la Virgen, Madre del Señor y Señora, que esto significa en lengua aramea el nombre de María. Tercero, excede la Virgen en pureza a los ángeles, porque no sólo es pura en sí misma, sino, que procura a otros la pureza. Es purísima en lo que toca a la culpa, pues no cometió pecado alguno, y lo es en lo que mira a las penas.
Tres son las maldiciones que por el pecado cayeron sobre el hombre. La primera, que alcanza a la mujer, es el desorden de la concupiscencia en el concebir, las molestias de la gestación y los dolores en el parto. De todos estuvo exenta la Virgen, que concibió sin el placer sensual, y sin la violación de su virginidad; con grande consuelo llevó al Hijo en sus entrañas y lo dio a luz con mayor alegría. La segunda maldición fue dirigida al hombre, condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro, de lo cual estuvo exenta la Virgen, que, libre de los cuidados terrenos, vacaba a sólo Dios. Tercera, común a hombres y a mujeres es la condenación a la muerte y a convertirse en polvo. También de ésta fue libre la Virgen, de quien creemos que resucitó después de la muerte y en cuerpo, y alma fue levantada al cielo, fue, pues, exenta de toda maldición, y por esto bendita entre las mujeres, porque ella sola hizo desaparecer la maldición, trajo la bendición y nos abrió las puertas del paraíso.
Con razón le conviene el nombre de María, que se interpreta «estrella del mar», pues como la estrella, guía los navegantes hacia el puerto, así María guía los cristianos a la gloria.
Bendito el fruto de tu vientre. Busca el pecador a veces algo que no logra, y lo consigue el justo. Así Eva buscó el fruto y en él no encontró lo que deseaba. Al contrario, la Virgen encontró en su fruto lo que Eva había deseado. Tres cosas deseaba Eva: el ser como Dios, sabedora del bien y del mal., según el diablo se lo había prometido. Esto no lo halló Eva, pero lo halló María, y lo hallan en Cristo los cristianos todos. Buscó Eva el fruto del deleite y no lo halló sino la desnudez y el dolor; pero en el fruto de la Virgen hallamos la suavidad y la salvación. El fruto del árbol se presentó a Eva hermoso a la vista; pero más hermoso es el fruto de la Virgen, a quien desean contemplar los ángeles. Él es el resplandor de la gloria del Padre. En suma, que Eva no hayo lo que buscaba en su fruto; pero nosotros lo hallamos en el fruto de María, el cual es bendito de Dios, que lo llenó de toda gracia; de los ángeles y de los hombres. Y así es bendita la Virgen y más bendito el fruto de su vientre.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

EL SANTO ABANDONO. DOM VITAL LEHODEY

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13. PAZ, TEMORES Y ESCRÚPULOS
Artículo 1º.-La paz del alma es un bien soberanamente deseable, no tan sólo por la dulzura que consigo lleva, sino más aún por la fuerza que nos comunica y por las condiciones ventajosas en que nos coloca. Es casi indispensable al que desea vivir vida interior; y el Señor por otra parte se hace llamar en nuestros Libros Santos, «El Dios de la Paz». Nuestro dulce Salvador apenas nacido, hace cantar por boca de sus ángeles: «Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad». Cuantas veces se presenta a sus discípulos después de resucitado, les dirige este afectuoso saludo: «La paz sea con vosotros». Otro tanto hacen sus Apóstoles al principio de sus Epístolas, y el Espíritu Santo a su vez nos invita a «buscar la paz y seguirla».
Hay, empero, paz verdadera y paz falsa. La verdadera paz es la tranquilidad del orden. Para conseguirla es, pues, preciso poner orden en nuestros pensamientos, en nuestros afectos, deseos, en nuestras acciones y en nuestros sufrimientos; es decir, conviene que nuestra voluntad esté siempre sometida a la de Dios por la obediencia y la resignación, de otra suerte, habrá el desorden, y, «resistiendo a Dios, no se tendrá la paz», por lo menos la paz verdadera.
La falsa paz es la tranquilidad en la tibieza o el pecado. El Señor lo ha dicho: «No tienen paz -verdadera- los impíos» Es gracia inestimable la que Dios hace a los pecadores atormentándoles por los remordimientos hasta que despierten de su letargo; pues si permanecen tranquilos en el pecado, sería para ellos el peor de los infortunios. Con la debida proporción, otro tanto se ha de decir del alma tibia, que no puede gustar de la paz verdadera y profunda; su voluntad no es enteramente buena, un tropel de pasiones la zarandean en opuestos sentidos. Si acaso llega a tranquilizarse en su triste estado, es una señal que debe alarmamos, pues proviene de que el espíritu se ciega, el corazón se endurece y se adormece la conciencia.
La verdadera paz es, pues, «para los hombres de buena voluntad», y ha de tener diferentes grados como la misma buena voluntad. La mayor parte de los cristianos que observan la ley divina y se someten a la Providencia, hácenlo sólo imperfectamente, y más bien por el temor de perderse o por el deseo de salvarse; los tales, esclavos son o mercenarios, no hijos ni amigos de Dios. No hay que esperar, pues, que encuentren la paz completa prometida a los que aman la ley de Dios. Más aún dice el P. Grou: «La paz de las almas devotas, pero no abandonadas por completo a Dios, es muy endeble y vacilante, y se ve a menudo turbada por los escrúpulos de conciencia, ya por el terror de los juicios de Dios, o también por los diversos accidentes de la vida.
¿Cuándo, pues, arraigará en un alma la paz íntima y sólida, y, por así decirlo, inalterable? Tan pronto como se entregue totalmente a Dios.»
No bien ha tomado tal resolución, cuando la pacificación comienza, se desenvuelve y se afianza a medida que el alma se desprende de todas las cosas, y se adhiere a la voluntad sola de Dios. Sufría, porque el amor divino la atraía hacia el deber, y el amor propio hacia los placeres de los sentidos o las satisfacciones del espíritu; era la lucha entre la gracia y la naturaleza. Ahora que desprecia su propia voluntad y no busca sino la de Dios, el desorden ha cesado, el orden queda establecido. Desde este momento, la inquietud, la turbación, la agitación se calman y dan lugar a la tranquilidad, y aun al verdadero bienestar. Y cuando el alma hubiere llegado a aquella completa libertad de espíritu que San Francisco de Sales recomendaba a Santa Juana de Chantal, y no se aficione ni al bien, ni a las consolaciones, ni a los ejercicios espirituales, sino sólo a la voluntad de Dios para que El reine en nosotros, la paz del alma será, por decirlo así, inalterable.
Es la primera recompensa de nuestros trabajos, es fuerza que nos sostiene en la prueba, es señal de adelantamiento.
Cuando ella llega a ser más íntima, firme, inaccesible a todo lo que suele turbarnos, más claro aparece que hemos hecho sólidos progresos en la virtud, desprendiéndonos de todas las cosas, uniéndonos más estrechamente a la voluntad de Dios; de suerte, que la plenitud de la paz y la de la perfección caminan a la par y son inseparables, salvo una especial permisión de la Providencia. Este efecto se produce por la fuerza misma de las cosas, y subsistirá por consiguiente aun en medio de las pruebas.
Pero además, cuando a Dios le agrada y como Él lo quiere, derrama en el alma paz sobreabundante y más saboreada, paz que hasta entonces no se había gustado, paz que la llena de un bienestar inefable y que inspira un profundo desprecio por las cosas de acá abajo. - Por el contrario, aun cuando el alma se mantenga completamente fiel puede Dios, si tal es su beneplácito, quitarle esta sobreabundancia del bienestar interior, retirarle la impresión de la paz que de ordinario acompaña a la virtud, dejándole tan sólo una paz árida, sin sentimiento alguno. Libre es también, si así lo quiere, para dar poder a nuestro enemigo que tratará de lanzarnos en la inquietud, la turbación y la agitación. ¿Qué haremos entonces? Adherirnos más y más a la voluntad de Dios, y abandonarnos confiadamente en los brazos de nuestro Padre que está en los cielos; pues nada hace, nada permite, sino para el mayor bien de nuestra alma, y mientras nosotros permanezcamos unidos por la fe, la confianza y el amor a esa voluntad divina, nada hay en el mundo capaz de dañarnos.
Habrá, pues, dos especies de paz: la una sensible, dulce y agradable, que no depende de nosotros, ni es por otra parte necesaria, y hasta ofrece secreto pábulo al amor propio. Hay otra casi insensible que reside en lo más intimo del alma, en la parte delicada del espíritu. Por lo regular es árida y sin gusto, pudiéndose tener aun en medio de las más dolorosas tribulaciones. Esta paz puramente espiritual está menos sujeta a las pretensiones del amor propio, y deja el campo más libre a la acción de la gracia. En ella es donde Dios habita como en su propio ambiente, a fin de obrar en lo íntimo del corazón cosas maravillosas, pero muy secretas y casi insensibles, que apenas se conocen sino por los efectos; es decir, cuando, bajo la bienhechora influencia de esta paz, siéntese el alma con fuerzas para permanecer firme en medio de las persistentes arideces, en las tentaciones, violentas sacudidas y las aflicciones más imprevistas. Si halláis en vos mismo esta paz árida, esta tranquilidad a pesar de las pruebas, motivo tenéis para bendecir a Dios; es suficiente para conservaros en el deber, y basta ella sola para nuestro adelantamiento espiritual; conservadla, pues, como un don precioso. A medida que vaya creciendo poco a poco, terminará por constituir un día vuestro más dulce encanto; mas es preciso que le hayan precedido los combates y las victorias.
Si Dios permite que el demonio y la naturaleza nos molesten con sus tentaciones, que la prueba y las dificultades surjan de todas partes, obremos lo mejor que podamos y sin perder la paz. Los pensamientos y sentimientos que turban, que debilitan y descorazonan a un alma generosa, no vienen de Dios, sino que es el demonio que se propone robarnos la calma y la fuerza de que necesitamos para vencer. No caigamos en el defecto de considerar la adversidad, ni aun la rebelión de las pasiones, como signo del alejamiento de Dios.
Mientras nuestra voluntad le permanezca fiel, Él está cerca de nosotros y amorosamente ocupado en curarnos y hacernos mejores; a la vez que nos despega y nos humilla, nos sostiene con su fuerza invisible, y nos ayudará hasta el fin si nosotros queremos orar y luchar. Quien hubiere comprendido bien las ventajas de estos sufrimientos y de estos combates, lejos de afligirse por ellos, no cesaría de dar gracias. «No es posible gustar las consolaciones de los hijos de Dios, sino después de haber sufrido sus rudas pruebas. La paz sólo se alcanza por medio de la guerra, y no se disfruta sino después de la victoria.»
Necesitamos, pues, vencemos. En medio de las tentaciones, según la comparación de Santa Teresa, las pasiones sobreexcitadas son como animales inmundos, reptiles venenosos que se agitan en las entradas del castillo.