"Los periódicos anuncian que hay arreglos no conformes con las instrucciones dadas por la Santa Sede.
"Los periódicos anuncian que hay arreglos no conformes
con las instrucciones dadas por la Santa Sede. Esperamos informes. Entre tanto,
no os apartéis de las determinaciones que el Episcopado desde el
principio tomó con tanta firmeza elogiada por el mundo entero. Responda al
punto y sin dilación telegráficamente.- Gasparri."
La respuesta de Mons. Mora y del Río, Arzobispo
Primado de Méjico y Presidente del Comité Episcopal, fue rápida:
"Las noticias de los periódicos absolutamente
falsas. De ninguna manera nos apartaremos con el favor de Dios de las
instrucciones de la Santa Sede. Firmísimo es el sentir de los Obispos todos,
absoluta su obediencia y filial el amor con que imploran del Santo Padre su
Bendición Apostólica. - José, Arzobispo de Méjico.-Agosto veinticuatro."
y al siguiente día Mons. Mora y del Río recibió el
siguiente cablegrama: "Le doy las gracias por su telegrama.- Su
Santidad unido a vosotros con sus oraciones y bendiciones.- Gasparri.- Agosto
veinticinco."
Es de notar que este Arreglo tan rápida y vehementemente
rechazado y reprobado, fue esencialmente el mismo al cual se llegó tres años
después de cruenta lucha. ¿Qué es lo que había cambiado?
En mayo de 1926 Mons. Louis Picard, Asistente
Eclesiástico General de la Asociación Católica de la Juventud Belga afirmaba:
"Una violenta persecución se recrudece en
Méjico. Sacerdotes y religiosos son exiliados. El Delegado Apostólico fue
injuriosamente expulsado.
El gobierno apoya abiertamente una iglesia cismática llamada nacional. Se han promulgado y aplican leyes escolares insensatas y draconianas. Se impone el matrimonio a sacerdotes y Obispos católicos bajo pena de prisión o destierro. He aquí más de lo necesario para dar una idea de la tempestad infernal que cae sobre le Iglesia en Méjico.
El gobierno apoya abiertamente una iglesia cismática llamada nacional. Se han promulgado y aplican leyes escolares insensatas y draconianas. Se impone el matrimonio a sacerdotes y Obispos católicos bajo pena de prisión o destierro. He aquí más de lo necesario para dar una idea de la tempestad infernal que cae sobre le Iglesia en Méjico.
“¿Cuál es la causa de todo este malo al menos su
causa inmediata? Es, evidentemente, la composición de las Cámaras y del
gobierno. La causa es política. El remedio, por lo tanto, debe ser político. Lo
que los católicos mejicanos deben emprender para salvar a la Religión al mismo
tiempo que a la Patria, cuyos intereses son sacrificados por esta banda de
energúmenos lo mismo que los de la Iglesia, es derribar al gobierno por todos
los medios legítimos. Y las circunstancias son tales que la violencia
misma es actualmente perfectamente legítima. El catolicismo se halla, en
Méjico, en estado de legítima defensa. ¡Política primero!: si alguna vez ha
sido verdadera esta máxima para una situación dada se impone hoya los católicos
y a todos los buenos ciudadanos de la República Mejicana."
Todavía en septiembre se hizo otro intento de
solución pacífica del conflicto, presentando el Episcopado al Congreso una
petición de reforma constitucional, la cual fue rechazada argumentando que los
obispos habían perdido su calidad de ciudadanos mejicanos y, por lo mismo, el
derecho de petición. La misma petición fue apoyada por dos millones de firmas
de ciudadanos de un país que entonces tendría unos catorce millones de
habitantes, con idéntico resultado.
El once de agosto de 1926 L'Osservatore Romano
también afirmaba en un editorial:
"Ni se diga que los católicos podrían unirse y organizarse para
intentar una defensa por medios legales. Es imposible, porque la ley de Calles
prohíbe estrictamente, bajo las penas más graves, toda asociación de los fieles
con ese fin: no queda, pues, a las masas que no quieren someterse a la tiranía
y a las que ya no contienen las pacificas exhortaciones del clero, más que la
rebeldía armada. "
Todos los recursos pacificas asía tiempo que estaban
completamente agotados, siendo insuficientes por sí
solos medios como el boicot o bloqueo económico
social para obligar a renunciar a sus propósitos a una tiranía firme mente
apoyada por la Revolución universal y dispuesta a no ceder.
Era ya evidente que el único recurso contra la
prolongada agresión, grave y obstinada a los derechos esenciales, era sólo uno
de los propuestos por Calles a los Obispos en agosto: las armas. El mismo que
el pueblo con gran sentido de la realidad gallardamente había ya adoptado.
Mons. Orozco y Jiménez,
La situación de espontáneos levantamientos armados
populares sin dirección ni coordinación era ya insostenible. El pueblo habría
desbordado a la U. P. (Unión Popular) fundada y dirigida por Anacleto González
Flores, quien obediente a Mons. Orozco y Jiménez, Arzobispo de Guadalajara, e
inspirado en las luchas de los católicos en otros países y en otras
circunstancias, insistía en querer la defensa de los derechos sólo por medios
legales y pacíficos; pero ya
no podía contener a sus subordinados. Jalisco estaba
ansioso de entrar en combate. También había desbordado a la L. N. D. L. R.
(Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa). El Delegado Regional de
Chihuahua le exponía que ya había llegado la hora de recurrir a las armas, para
lo cual contaba ya con 800 hombres aguerridos y dispuestos. Se le contestó que
había que esperar. Luis Navarro Origel pensaba lo mismo y sin esperar más se
levantó en Pénjamo. Era inminente un levantamiento en el Norte de Guanajuato.
El seis de septiembre de 1926 tres jóvenes
acejotaemeros (miembros de la gloriosa Asociación Católica de la Juventud
Mejicana) de la Ciudad de Méjico, Joaquín de Silva y Carrasco, Manuel Melgarejo
y Armando Ayala, salían rumbo a Michoacán para sublevarse porque Joaquín
pensaba: "Si los jóvenes católicos no vamos a luchar por Cristo Rey, bien
pronto habrán acabado los malvados con el catolicismo en Méjico". El
entusiasmo juvenil de Joaquín, y su ardiente deseo de atraer hombres a la
causa, le hizo caer en manos de un traidor que los entregó. Sin juicio alguno,
Joaquín de Silva y Manuel Melgarejo fueron fusilados cayendo al doble grito de
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe! Joaquín decía a Manuel: "Vamos a morir
por Jesucristo y pronto estaremos en el cielo." Por el camino
rezaban el Rosario en voz alta, y una persona les preguntó: "¿Van al
patíbulo?, y de Silva respondió: 'No vamos al calvario."
Con este motivo escribía Su Santidad Pío XI en su
encíclica Iniquis Aflictisque: "Algunos
de aquellos adolescentes y de aquellos jóvenes, y, al decirlo, apenas podemos
contener las lágrimas, con el Rosario en la mano y con el grito de ¡Viva Cristo
Rey! entre los labios, han ido voluntariamente al encuentro de la muerte.
“¡Oh espectáculo bellísimo dado al mundo, a los Ángeles y a los
hombres! ¡Oh hechos dignos de todo encomio!"
En esos días se levantaron en armas en Michoacán
Simón Cortés y Manuel Chaparro. Hay también insurrecciones en otros lugares de
Jalisco, Guanajuato y Michoacán. Se incendia la estación de Salva tierra y se
toma La Piedad.
Voy a matar por Cristo a los que a Cristo matan. Si nadie me sigue en esta empresa voy a morir por Cristo."
El 28 de septiembre se levantó Luis Navarro Origel
en Pénjamo con sus tres hermanos. A quienes tratan de disuadirlo, les dice: "Voy a matar
por Cristo a los que a Cristo matan. Si nadie me sigue en esta empresa voy a
morir por Cristo." Con pocas armas tomó Pénjamo, derrotando a
la guarnición federal haciéndose de algunos elementos de guerra. Combatió en
Cuerámaro y Barajas. Atacado por una fuerza federal muy superior, se
desbandaron sus hombres, y se internó en la sierra de Michoacán donde
permaneció seis meses organizándose y preparando su nueva campaña.
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