Todos
estamos asistiendo a un conflicto sin precedentes en la historia de la
humanidad, incrédulos vemos como se están desarrollando o como se están
precipitando las cosas asia una conflagración mundial. Los medios de
comunicación nos bombardean con las mas escalofriantes noticias que presagia
desgracias sin fin, pero todo tiene un principio y, hoy por hoy, no sabemos su
fin. A Corea del Norte se le considera como la que inicio este conflicto, pero está
claro quien realmente lo empezó cuya influencia en un pasado genero lo que hoy
estamos presenciando, mientras el mundo se inquieta por los ensayos nucleares
de Corea del Norte, dado que este 17 de mayo de 2017 hizo su último ensayo con
éxito. Me pregunto, ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Quién encendió la mecha?
¿Quién le suministro que la tecnología que posee Pyongyang? No hace falta decirlo creo que todos saben
quien fue, pero cuando empezó esta pesadilla? Estados Unidos se la vendió, como
hombre de negocios, el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, especializado
–como político– en atacar países a los que acusa de haber comprado armamento
sensible.
La
historia comienza cuando, después de haber sido secretario de Defensa de la administración
Ford en los años 1970 y –en los años 1980– consejero del presidente Reagan para
los sistemas estratégicos nucleares, Donald Rumsfeld entra, en 1996, en el
consejo de administración de la firma ABB (Asea Brown Boveri), grupo líder en
tecnologías para la generación de energía. Rumsfeld recurre de inmediato a su
influencia para lograr que Washington autorice esa empresa a proporcionar
tecnología nuclear a Corea del Norte, a pesar de que ya se sabía que ese país
tenía un programa nuclear de carácter militar.
Menos
de 3 meses más tarde, el 16 de mayo de 1996, el Departamento de Energía de
Estados Unidos anuncia haber «autorizado ABB Combustion Engineering Nuclear
Systems, empresa enteramente controlada por ABB, a proporcionar una vasta gama
de tecnologías, equipos y servicios para la proyección, construcción, manejo
operativo y mantenimiento de dos reactores en Corea del Norte». El Departamento
de Energía de Estados Unidos –responsable no sólo de la industria nuclear civil
sino también de la producción de armamento nuclear– sabía que aquellos
reactores podían ser utilizados con fines militares y que los conocimientos y
tecnologías entregados también podían ser utilizados para el desarrollo de un
programa nuclear de carácter militar.
Así
pudo ABB firmar con Corea del Norte, en el año 2000, dos grandes contratos para
la «entrega de componentes nucleares». En aquel momento, Donald Rumsfeld
todavía era miembro del consejo de administración de ABB, del que siguió siendo
miembro hasta enero de 2001, cuando se convirtió en secretario de Defensa de la
administración Bush.
En
2003, Corea del Norte anuncia que se retira del Tratado de No Proliferación
(TPN), al que había entrado en 1985. Se iniciaron entonces las «conversaciones
entre Seis» (Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Corea del Norte y Corea del
Sur), que se interrumpieron en 2006, cuando Corea del Norte realiza el primero
de sus 4 ensayos nucleares. Las conversaciones fueron retomadas después, pero
se interrumpieron nuevamente en 2009. Pero Pyongyang no fue el único
responsable de esa interrupción. Ante el hecho que Estados Unidos sigue
violando el Tratado de No Proliferación, a pesar de ser su primer firmante, en
Pyongyang llegaron simplemente a la conclusión de que más vale tener armas
nucleares que no tenerlas.
El
Tratado de No Proliferación obliga a los Estados dotados de armas nucleares a
no transferirlas a otros Estados (Artículo 1) y también obliga a los Estados no
poseedores de armas nucleares a no recibirlas (Artículo 2). Al mismo tiempo,
también obliga a todos los Estados firmantes, comenzando con los poseedores de
armas nucleares, a adoptar «medidas eficaces a favor del cese de la carrera
armamentista nuclear y del desarme nuclear» hasta que exista «un Tratado que
establezca el desarme general y completo» (Artículo 6). Y también obliga a
todos los Estados firmantes a «renunciar, en sus relaciones internacionales, al
uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política
de cualquier otro Estado» (Preámbulo del TPN).
¿Es Estados
Unidos un ejemplo sobre cómo operar en materia de desarme nuclear? A un costo
de 1 000 millones de dólares, Estados Unidos ha iniciado un plan para reforzar
sus fuerzas nucleares con otros nuevos 12 submarinos de ataque –armados cada
uno con 200 ojivas nucleares– y 100 bombarderos estratégicos más –con más de 20
ojivas nucleares cada uno. Simultáneamente, violando el Tratado de No
Proliferación, Estados Unidos está a punto de almacenar en 5 países de la
OTAN–cuatro Estados europeos y Turquía, que por consiguiente también violan así
el Tratado de No Proliferación– unas 200 nuevas bombas nucleares del tipo
B61-12. Setenta de esas bombas nucleares estadounidenses, con una potencia
equivalente a 300 bombas como la de Hiroshima, irán a Italia. Mientras tanto,
las fuerzas nucleares de Estados Unidos y la OTAN, incluyendo las de Francia y
Reino Unido, disponen en total de unas 8 000 ojivas nucleares, de las cuales 2
370 están listas para ser utilizadas en cualquier momento. Si sumamos las que
poseen China, Pakistán, la India, Israel y Corea del Norte, resulta un estimado
total de 16 300 ojivas nucleares, 4 350 de las cuales están listas para ser
utilizadas. Pero la carrera armamentista sigue adelante, sobre todo con la
modernización de los arsenales. Con la primera guerra contra Irak, en 1991; la
guerra contra Yugoslavia, en 1999, la invasión de Afganistán, en 2001; la
invasión de Irak, en 2003; la guerra contra Libia, en 2011 y la guerra desatada
contra Siria desde 2013, Estados Unidos y la OTAN nos ofrecen probablemente más
“ejemplos” de cómo «renunciar al uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia de todo Estado». Como también lo hicieron
seguramente con el golpe de Estado de Ucrania, que forma parte de la nueva
guerra fría y de la reactivación de la carrera armamentista nuclear.
Con la
primera guerra contra Irak, en 1991; la guerra contra Yugoslavia, en 1999, la
invasión de Afganistán, en 2001; la invasión de Irak, en 2003; la guerra contra
Libia, en 2011 y la guerra desatada contra Siria desde 2013, Estados Unidos y
la OTAN nos ofrecen probablemente más “ejemplos” de cómo «renunciar al uso de
la fuerza contra la integridad territorial o la independencia de todo Estado».
Como también lo hicieron seguramente con el golpe de Estado de Ucrania, que
forma parte de la nueva guerra fría y de la reactivación de la carrera
armamentista nuclear. Después de no llegar a un acuerdo bilateral entre Estados
Unidos de Norteamérica y Rusia, esta última se retiro no sin razón pues un
acuerdo unilateral iba en perjuicio de Rusia y en beneficio de la otra nación.
El
ataque impune de Estados Unidos a Siria, un miembro de la O. N. U., el cual fue
repudiado no por toda la comunidad internacional sino tan solo por Rusia, Irán,
Corea del Norte, China entre otros pocos, ante este panorama que nos puede
esperar… continuara.
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