10 DE AGOSTO
SAN LORENZO, DIACONO Y MARTIR
II Clase – Ornamentos Rojos
Epístola – II Cor; IX, 6-10
Evangelio – San Juan; XII, 24-26
GLORIA DE SAN LORENZO. —
"La Iglesia Romana, dice San Agustín, nos invita a celebrar este día, como
triunfal, en que San Lorenzo venció al mundo atónito. Roma da testimonio de cuán
gloriosa e inmensa multitud de virtudes (tan variada como las flores), matiza
la corona de San Lorenzo. Era diácono de aquella Iglesia. En ella distribuía la
preciosa sangre de Cristo y en ella derramó su propia sangre por el nombre de
Cristo. Amó a Cristo en vida y le imitó en su muerte." El Santo Doctor ha
resumido en pocas palabras lo más principal de la vida de San Lorenzo. Asistió
él mismo en Roma muchas veces al aniversario del Santo Mártir, celebrado
siempre con esplendor. Tenía San Lorenzo, como los Apóstoles, el privilegio de
una vigilia, en recuerdo de la noche en que fué martirizado. En la Baja Edad
Media, se celebraba el 10 de Agosto una misa en su tumba y otra, más solemne,
en la basílica de San Lorenzo extramuros construida por Constantino. Figuraba
antiguamente en esta basílica una inscripción, que puede considerarse como el
más antiguo testimonio histórico de San Lorenzo. "Látigos, garfios,
llamas, tormentos, cadenas, Sólo la fe de Lorenzo pudo vencerlas. Dámaso
suplicante colma estos altares de presentes Admirando los méritos del glorioso
mártir." A pesar de su brevedad esta inscripción es interesante por ser
muy antigua: fué redactada por San Dámaso poco más o menos un siglo después de
la muerte de San Lorenzo. La leyenda se apoderó pronto de esta muerte
extraordinaria; San Ambrosio cita ya ciertos episodios. En cuanto a San Agustín
cuenta a sus fieles, siempre con ciertas precauciones oratorias, las
circunstancias de la vida o de la muerte del Santo Mártir.
EL DIÁCONO.—
En tiempo de Sixto II (F 258) era San Lorenzo uno de los siete diáconos
romanos. En Roma estaba limitado el número de diáconos a siete, uno para cada
región eclesiástica. Además del ministerio del altar y de la asistencia al Papa
en las funciones litúrgicas, los diáconos romanos administraban los bienes temporales
de la Iglesia romana; cargo este que hacía de ellos personajes importantes y
sucedió con frecuencia que el Papa fué elegido entre los diáconos más bien que
entre los presbíteros.
EL MÁRTIR. —
Al pertenecer San Lorenzo a la Jerarquía de la Iglesia caía de lleno en el
edicto que Valeriano dió en 258. Ordenaba éste que todo obispo, presbítero o
diácono fueran decapitados, tan pronto como fuera comprobada su identidad: A S.
Sixto le alcanzó también la persecución. Fué detenido y decapitado en el
Cementerio de Calixto durante una ceremonia litúrgica. Por el mismo tiempo
fueron también decapitados seis diáconos. Sólo quedaba San Lorenzo; mas pronto
daría a Cristo el testimonio de su sangre. No faltaban a los perseguidores
motivos interesados: San Lorenzo quedaba como único depositario de los bienes
de la Iglesia romana. Según San Ambrosio fué requerido San Lorenzo para
entregar los tesoros de la Iglesia. Tres días le bastaron al santo diácono para
presentar al juez, en vez de oro y plata, los pobres socorridos por su caridad.
Y San Agustín concluye: "Las grandes riquezas de los cristianos son las
necesidades de los indigentes." Este episodio quizás explique por qué San
Lorenzo fué martirizado tres días después de San Sixto. En efecto, en la noche
del 9 al 10 de Agosto fué entregado a los verdugos. Con "gran ardor y
firmeza" (Sacram. León. Mense. Aug.) sufrió San Lorenzo el terrible
suplicio del fuego. Es verdad "que el refinamiento de la crueldad que
tendía a consumir al paciente a fuego lento sobre parrillas, era contrario a la
tradición romana" mas en medio de las cuales pasa el camino que conduce al
cielo. San Agustín atribuye la victoria de San Lorenzo a su eminente caridad:
"Sobre la parrilla fueron quemados todos sus miembros, fué atormentado por
atroces dolores producidos por las llamas, mas venció con la fuerza de su
caridad todos los dolores corporales." El Santo Doctor nos deja entrever
en otro lugar en términos conmovedores los últimos instantes del mártir:
"Extínguese la vida temporal que reemplaza la eterna. ¡Cuán grande es la
dignidad y cuánta la seguridad de partir alegre de este mundo, de partir para
la gloria en medio de los tormentos y torturas; de cerrar un instante los ojos
con los que veía a los hombres y al mundo y de volverlos a abrir para ver a
Dios...!'"
PLEGARIA A SAN
LORENZO. — "Tres veces dichoso el Romano al
honrarte en el lugar donde reposan tus cenizas. Se postra en tu santuario y
oprimiendo la tierra con su pecho, la riega con sus lágrimas y expresa sus
deseos. Separado de Roma por los Pirineos y los Alpes, casi no puedo adivinar
el número de sus tesoros ni la riqueza de su suelo en sepulturas sagradas.
Privado de esos bienes y no pudiendo ver de cerca las huellas ensangrentadas,
contemplo de lejos el cielo. Allá, oh San Lorenzo, voy a ir a buscar el recuerdo
de tus sufrimientos; porque tu tienes dos palacios por morada: el de cuerpo en
la tierra y el del alma en el cielo. El cielo, ciudad inefable que te hace
miembro de su pueblo, que coloca en tu frente la corona cívica en la filas de
su eterno senado. ¡A juzgar por el brillo de tus piedras preciosas se diría que
la Roma celestial te elige por cónsul perpetuo! Tus funciones, tu crédito y tu
poder se ponen de manifiesto en los entusiasmos de los ciudadanos romanos, atendidos
en las peticiones que te han presentado. Quien pide es escuchado; todos ruegan
con libertad, expresan sus necesidades; ninguno sale triste. "Socorre a
tus hijos de la ciudad reina, tengan por apoyo inquebrantable; apoyo tu amor paternal;
encuentren en ti la ternura y la leche del seno materno. Pero entre ellos, oh
tú, honor de Cristo, escucha también al humilde suplicante que reconoce su
miseria y confiesa sus faltas. Soy indigno, lo confieso, soy indigno de que
Cristo me oiga; pero protegido por los mártires puede uno obtener remedio para
sus males. Atiende a este tu devoto: por tu bondad, desata mis cadenas, líbrame
de la carne y del siglo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario