Donald Rumsfeld y de George W. Bush.
Las
reacciones ineptas de los gobiernos europeos ante la epidemia de Covid-19
fueron dictadas por ex consejeros de Donald Rumsfeld y de George W. Bush. Al
contrario de lo que afirma la retórica pública, no tienen ningún objetivo
médico. Lejos de responder a la realidad de la epidemia, lo que se busca es
transformar las sociedades europeas para integrarlas al proyecto
político-financiero de Estados Unidos.
Independientemente
de saber si la epidemia de Covid-19 es natural o si ha sido
provocada, este hecho ofrece a un grupo transnacional la posibilidad de
imponer repentinamente su proyecto político sin que nadie lo discuta
y sin exponerlo siquiera.
En
cuestión de semanas hemos visto Estados supuestamente democráticos suspender
las libertades fundamentales, prohibiendo a la gente salir de sus casas,
participar en mítines o hacer manifestaciones, bajo la amenaza de multas o de
ir a la cárcel. La escolarización obligatoria establecida por ley
para los menores de 16 años ha sido abolida temporalmente. Millones
de trabajadores han sido privados de empleo y enviados al paro de manera
autoritaria y cientos de miles de empresas también han sido obligadas a
cerrar sus puertas, que no podrán reabrir.
Sin
ningún tipo de preparación previa, los gobiernos han empujado las empresas
a establecer el teletrabajo… y todas las comunicaciones a través de
internet son grabadas por el sistema Echelon. Eso significa que los «Cinco Ojos»
(Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y
Estados Unidos) ya tienen en sus archivos lo necesario para
descubrir los secretos de casi todos los industriales europeos. En ese
aspecto, ya es demasiado tarde.
Esas
transformaciones de orden social carecen de justificación médica. Ningún
tratado de epidemiología en el mundo había planteado, y menos aún
aconsejado, un «confinamiento general obligatorio» para luchar contra
una epidemia.
Los
dirigentes políticos de los Estados miembros de la Unión Europea
se quedaron paralizados ante las proyecciones matemáticas delirantes que
les predecían verdaderas hecatombes en sus respectivos países [1].
Corrieron entonces a buscar la «salvación» en las soluciones
prefabricadas de un poderoso grupo de presión con cuyos miembros se habían
reunido en el Foro Económico de Davos y durante las conferencias de
seguridad que se realizan anualmente en Munich [2].
El «confinamiento
general obligatorio» había sido concebido hace 15 años, en el seno de
la administración de George Bush hijo, pero no como una herramienta
de salud pública sino para militarizar la sociedad estadounidense utilizando
como coartada un ataque previo de bioterrorismo. Ese es el proyecto
que se aplica actualmente en Europa.
El
plan inicial, concebido hace más de 20 años alrededor de Donald Rumsfeld
–presidente de la transnacional farmacéutica estadounidense Gilead Science
antes de convertirse en secretario de Defensa de la administración
de George W. Bush– preveía adaptar Estados Unidos a la
financiarización global de la economía. Se trataba de reorganizar
el mundo mediante una especie de “división del trabajo” por regiones.
Los países de las zonas geográficas no integradas a la economía
serían sometidos a un proceso de destrucción de sus Estados para convertirlos
en simples “tanques” o reservas de materias primas mientras que
los países de las zonas desarrolladas (incluyendo la Unión Europea, Rusia
y China) serían responsables de la fabricación de productos, con
Estados Unidos como productor de armamento y en el papel de “policía del
mundo”.
Con
ese objetivo se creó en 1997, en el seno del American Enterprise Institute
(AEI) [3]
–think tank ya existente desde 1938–, un nuevo grupo:
el «Proyecto para el Nuevo Siglo Americano» (PNAC). Este
último anunció con bastante crudeza parte de su programa… pero sólo
una parte, la parte destinada a convencer a los grandes donantes de
fondos para que financiaran la campaña electoral de George Bush hijo. El 11
de septiembre de 2001, dos grandes aviones de pasajeros
se estrellaron contra el World Trade Center en Nueva York,
se activó el programa llamado de «Continuidad del Gobierno» (CoG),
a pesar de que la situación existente no correspondía a los
parámetros previstos para su aplicación. Los miembros del Congreso
estadounidense y sus equipos de trabajo fueron recluidos en un inmenso
bunker, a 40 kilómetros de Washington, y el «Gobierno de
Continuidad», cuya composición es altamente secreta, asumió el poder
en Estados Unidos hasta el final de aquel día.
Aprovechando
el shock emocional provocado por los atentados del 11 de septiembre,
ese grupo impuso la adopción de un voluminoso código antiterrorista que
ya había sido redactado desde mucho antes –la llamada «Ley Patriota»(USA
Patriot Act)–; creó un extenso y poderoso sistema de vigilancia interna –el
Departamento de Seguridad de la Patria (DHS o Homeland Security)–;
reorientó la misión de las fuerzas armadas estadounidenses en función de
la división global del trabajo que se planeaba imponer (Doctrina
Cebrowski [4])
y emprendió la «guerra sin fin». En resumen, la pesadilla
que estamos viviendo desde hace 20 años es el mundo diseñado por
ese grupo.
Si no
nos despertamos, el grupo actual, cuyo elemento visible es el doctor Richard
Hatchett, trasladará a la Unión Europea aquel programa concebido para
Estados Unidos. Impondrá de forma duradera una aplicación de rastreo en
los teléfonos móviles para vigilar los contactos individuales de todos,
arruinará las economías de ciertos países para transferir la fuerza de trabajo
hacia la industria del armamento y acabará convenciéndonos de que China
es responsable de la epidemia de Covid-19, con lo cual se justificaría
aplicar a China la llamada «doctrina de contención» (Containment).
Si no
nos despertamos, la OTAN –que supuestamente estaba en «estado de muerte
cerebral»– va a reorganizarse. Se extenderá por el Pacífico,
comenzando con la incorporación de Australia [5].
Si no
nos despertamos, la enseñanza será reemplazada por un sistema de adquisición de
saber a domicilio, nuestros niños se convertirán en cotorras desprovistas
de espíritu crítico, sabiendo de todo pero sin conocer nada.
En el
mundo que se prepara para los ciudadanos de la Unión Europea, los grandes
medios de comunicación ya no serán financiados por la industria del
petróleo sino por lo que ha dado en llamarse «Big Pharma».
Nos convencerán de que todas las medidas adoptadas eran las más
adecuadas y en internet los motores de búsqueda impondrán a las fuentes
no conformes las peores calificaciones en términos de credibilidad,
en función de lo que piensan los autores de sus artículos pero
sin importar la calidad de sus razonamientos.
Todavía
estamos a tiempo de reaccionar.
………………………………………………………………………………….
[1]
«Covid-19: Neil
Ferguson, el Lysenko del liberalismo», Thierry Meyssan, Red Voltaire,
19 de abril de 2020.
[2]
«Covid-19 y “Amanecer
Rojo”», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 28 de abril
de 2020.
[3]
«El Instituto
Norteamericano de la Empresa», por Red Voltaire, 13 de
marzo de 2005.
[4]
«El proyecto militar
de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
22 de agosto de 2017.
[5]
«La OTAN pretende
convertirse en alianza atlántico-pacífica», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
10 de diciembre de 2019.
No hay comentarios:
Publicar un comentario