Volviendo al tema de la epidemia de coronavirus,
Thierry Meyssan subraya que las decisiones autoritarias adoptadas en Italia y
Francia carecen de justificación de naturaleza sanitaria. Más bien contradicen
las observaciones de los mejores virólogos y hasta las instrucciones de la
Organización Mundial de la Salud.
La aparición de la
epidemia en China
El primer caso de una persona infectada con el
Covid-19 se diagnosticó el 17 de noviembre de 2019, en la provincia china de
Hubei. Inicialmente, los médicos trataron de alertar sobre la gravedad de esta
enfermedad pero encontraron la oposición de las autoridades regionales. Fueron
la multiplicación de la cantidad de casos y la percepción de la gravedad del
problema por parte de la población, los factores que finalmente dieron lugar a
la intervención del gobierno central chino.
A pesar de todo lo que han dicho los medios de
prensa, la envergadura estadística de la epidemia de Covid-19 no es
significativa. Aunque las personas que mueren son víctimas de graves problemas
respiratorios, el hecho es que el coronavirus mata muy poco.
Desde los tiempos de la Antigüedad, la cultura
china siempre ha estado marcada por una vieja concepción según la cual el
Emperador goza de un mandato celestial que le permite gobernar a sus súbditos
[1]. Cuando el país sufre una catástrofe –terremoto, huracán o epidemia– es
porque el gobernante ha perdido ese mandato celestial. Ante esa percepción
cultural de las cosas, y a pesar de que vivimos en la era moderna, el
presidente Xi Jinping se sintió amenazado por la irresponsabilidad del
gobierno regional de la provincia de Hubei. El Consejo de Estado decidió
entonces asumir el control de la situación y decretó el confinamiento de la
población de la capital provincial, la ciudad de Wuhan, en sólo días construyó
varios hospitales, envió equipos de trabajadores de la salud a visitar cada
familia de Wuhan –casa por casa– para tomar la temperatura a cada habitante y
aplicar diversos controles de salud, ordenó que toda persona que presentara
síntomas sospechosos fuese llevada de inmediato a una instalación sanitaria
para someterla a exámenes de salud más detallados y aplicó a las personas que
parecían infectadas un tratamiento a base de cloroquina. Los casos más graves
eran internados en salas de cuidados intensivos y recibían un tratamiento a
base del medicamento cubano denominado Interferón Alfa 2B recombinante
(IFNrec). Esta gran operación de salud pública apunta también a demostrar que
el Partido Comunista conserva su “mandato celestial”.
Propagación del
Covid-19 en Irán
Después de China, la epidemia se propaga en Irán a
mediados de febrero de 2020. Desde los tiempos de la Antigüedad, China e Irán
han estado muy vinculados entre sí. Pero, tratándose de las afecciones
pulmonares, la población iraní es la más frágil del mundo. Casi todos los
iraníes del sexo masculino mayores de 60 años arrastran secuelas de los gases
venenosos estadounidenses utilizados por el ejército iraquí contra Irán
durante la primera guerra del Golfo (de 1980 a 1988). Es un fenómeno similar
al que se produjo en Alemania y en Francia después de la Primera Guerra
Mundial. Cualquier viajero que haya estado en Irán habrá podido notar, con
sorpresa, la gran cantidad de casos graves de enfermedades pulmonares
existentes en ese país. En Teherán, cuando la contaminación del aire sobrepasa
lo que la gente puede soportar, se decreta el cierre de las escuelas y de los
servicios públicos y la mitad de las familias se van al campo con sus abuelos.
Eso sucede varias veces al año, desde hace 35 años, y la población lo percibe
como algo normal. El gobierno y el parlamento iraníes se componen casi
exclusivamente de veteranos de la guerra entre Irak e Irán, o sea de personas
extremadamente frágiles frente al Covid-19, lo cual explica que tantas
personalidades iraníes se hayan visto afectadas en poco tiempo.
Debido a las sanciones de Estados Unidos contra
Irán, ningún banco occidental se atreve a cubrir los transportes de
medicamentos hacia ese país, así que para Irán fue imposible garantizar
tratamiento médico a las personas afectadas por el coronavirus hasta que
Emiratos Árabes Unidos rompió el embargo y envió a Irán 2 aviones cargados con
material médico. En resumen, personas que en otros países no sufrirían graves
consecuencias, en Irán mueren rápidamente en cuanto la tos afecta sus pulmones
gravemente debilitados desde hace años. Como de costumbre, el gobierno iraní
cerró las escuelas. También anuló diferentes manifestaciones culturales y
deportivas… pero no prohibió los peregrinajes. Algunas regiones cerraron los
hoteles para evitar el desplazamiento de enfermos que ya no encontraban
espacio en los hospitales cercanos a los lugares donde vivían habitualmente.
La
cuarentena en Japón
El 4 de febrero de 2020, un pasajero que viajaba en
el crucero estadounidense Diamond Princess fue diagnosticado como enfermo a
causa del Covid-19 y otros 10 pasajeros fueron diagnosticados como portadores
del virus. Para evitar el contagio en su país, el ministro de Salud de Japón,
Katsunobu Kato, impuso al barco una cuarentena de 2 semanas en Yokohama. En
definitiva, entre los 3 711 pasajeros del Diamond Princess, en su mayoría
personas de más de 70 años, se registraron 7 fallecidos.
El Diamond Princess es un crucero
israelo-estadounidense, propiedad de Micky Arison, hermano de Shari Arison, la
mujer más adinerada de Israel. Los Arison convirtieron este incidente en una
gran operación de relaciones públicas. La administración Trump y varios países
evacuaron por vía aérea a los pasajeros de sus nacionalidades respectivas para
que pasaran la cuarentena en sus propios países. La prensa internacional
dedicó sus principales titulares al asunto y, citando como precedente la
epidemia de gripe española de los años 1918-1919, se afirmó entonces que el
coronavirus podía extenderse por el mundo e incluso amenazar la existencia
misma de la especie humana [2]. Esta hipótesis apocalíptica, no sustentada
por hecho alguno, se convierte así en una supuesta “verdad”.
Es importante recordar aquí que, en 1898, William
Randolph Hearts y Joseph Pulitzer, deseosos de incrementar las ventas de sus
diarios, inventaron informaciones falsas para provocar deliberadamente la
intervención militar de Estados Unidos en la guerra que se desarrollaba en
Cuba entre las tropas coloniales españolas y los independentistas cubanos.
Aquello acabó siendo el inicio del «yellow journalism», o «periodismo
amarillo», que consiste en publicar cualquier cosa con tal de aumentar las
ventas de los diarios. Hoy llamaríamos eso «fake news».
No se sabe, al menos por ahora, si los magnates de
la prensa quisieron sembrar el pánico premeditadamente presentando una vulgar
epidemia como «el fin del mundo». En todo caso, como una deformación de la verdad
siempre acaba provocando otra, los gobiernos acabaron involucrándose en el
asunto. Por supuesto, el objetivo de los gobiernos no es vender publicidad
asustando a la gente sino explotar el miedo para garantizar su control sobre
las poblaciones.
La
intervención de la OMS
La Organización Mundial de la Salud (OMS), después
de seguir toda la operación, comprobó la expansión de la enfermedad fuera de
China. El 11 y el 12 de febrero, la OMS organizó en Ginebra un foro mundial
sobre la investigación y la innovación, dedicándolo a esta epidemia. En ese
encuentro, el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus,
lanzó un llamado a la colaboración mundial, utilizando para ello términos
extremadamente mesurados [3].
En todos sus mensajes, la OMS ha resaltado:
- el poco impacto demográfico de la epidemia;
- la inutilidad de los cierres de fronteras;
- la ineficacia del uso de guantes y máscaras
(exceptuando su uso por parte del personal sanitario) así como la inutilidad
de ciertas «medidas barreras» (por ejemplo, mantener un metro de distancia
entre las personas tiene sentido sólo cuando nos hallamos ante personas
infectadas);
- la necesidad imperiosa de elevar el nivel de
higiene, principalmente lavándonos las manos, desinfectando el agua, mejorando
la ventilación en los espacios cerrados, recurriendo al uso de servilletas
desechables y bloqueando las vías respiratorias con el codo al toser o
estornudar.
Sin embargo, la OMS no es una organización médica
sino una agencia de la ONU especializada en cuestiones de salud. Sus
funcionarios, aun siendo médicos, son ante todo políticos. Eso impide a la OMS
denunciar los abusos de algunos Estados.
Además, desde la polémica sobre la epidemia de
H1N1, la OMS se ha visto obligada a justificar públicamente todos sus
consejos. En 2009, ante la epidemia de H1N1, la OMS fue acusada de haberse
dejado arrastrar por los intereses de las grandes firmas farmacéuticas y de
haberse apresurado a sembrar la alarma de forma desproporcionada [4]. Esta
vez, ante el Covid-19, la OMS no utilizó la palabra «pandemia» hasta el 12 de
marzo, o sea, al cabo de 4 meses.
Instrumentalización
en Italia y en Francia
En la propaganda moderna, no basta con
limitarse a la ublicación de noticias falsas –como hizo el Reino Unido
para convencer a su pueblo de que tenía que entrar en la Primera
Guerra Mundial–, hay que hacer proselitismo –como hizo la Alemania
nazi para convencer a los alemanes de que había que librar la
Segunda Guerra Mundial. La receta es siempre la misma: recurrir a la
presión psicológica para lograr que la gente haga voluntariamente cosas
sobre las cuales se sabe que son inútiles, pero que dirigen hacia
la vía de la mentira [5].
Por ejemplo, en 2001, todo el mundo sabía que
las personas acusadas de haber secuestrado los aviones implicados en
los acontecimientos del 11 de septiembre no aparecían en las listas
de pasajeros de esos aviones. Sin embargo, bajo el shock de los
acontecimientos, la gran mayoría aceptó sin chistar las acusaciones
absurdas que emitía el entonces director del FBI –un tal Robert Muller– contra
los «19 secuestradores aéreos». Otro ejemplo: todos saben que
el Irak gobernado por el presidente Saddam Hussein disponía
únicamente de viejos cohetes Scud soviéticos de sólo 700
kilómetros de alcance, pero numerosos estadounidenses hermetizaron las
puertas y ventanas de sus casas para protegerse de los gases que el
“diabólico dictador” planeaba lanzar utilizar contra Estados Unidos. Hoy
en día, tratándose del Covid-19, el confinamiento voluntario
a domicilio es lo que convence a cada cual de que la amenaza
realmente existe.
Hay que recordar que en toda la historia
de la medecina nunca antes se recurrió al confinamiento de la
población sana para luchar contra una enfermedad.
Y sobre todo, hay que recordar que
el índice de mortalidad de esta epidemia no es significativo.
En Italia, se trató primero de aislar las regiones
contaminadas siguiendo el principio de la cuarentena, pero después se ha
tratado de aislar a los ciudadanos unos de otros, lo cual implica
el uso de una lógica diferente.
Según el primer ministro italiano, Giuseppe Conte,
y el presidente francés, Emmanuel Macron, el confinamiento de toda
la población a domicilio no apunta a vencer la epidemia
sino a ganar tiempo ante el contagio para que los hospitales
no colapsen ante una afluencia excesiva de enfermos. En otras
palabras, no es una medida de carácter médico sino de naturaleza
puramente administrativa y no hará disminuir la cantidad de personas
infectadas sino que sólo distribuirá los casos en un periodo de tiempo
más largo.
Para convencer a los italianos y a los franceses de
que esa decisión se justifica, el primer ministro italiano Conte y
el presidente francés Macron dijeron contar con el apoyo de comités de
expertos científicos. Por supuesto, esos comités no tienen
objeción en que la gente se mantenga se quede
en casa… pero tampoco se oponían a que continuaran sus ocupaciones
habituales. Después, Conte y Macron hicieron obligatoria la presentación
de un formulario oficial por parte de las personas que salen a la calle.
Se trata de una declaración personal bajo palabra de honor que
las personas presentan llenando un documento que lleva el membrete del
ministerio del Interior, declaración que no es objeto de ninguna
verificación.
En definitiva, los gobiernos de Italia
y Francia asustan a la población emitiendo imposiciones inútiles, que los
médicos especializados no aprueban: como la obligación de portar
constantemente guantes y máscaras y de guardar un metro distancia entre
las persona.
En Francia, el diario Le Monde,
presentado como «el cotidiano francés de referencia»,
Facebook France y el ministerio francés de la Salud se dieron a
la tarea de censurar un video del profesor Didier Raoult, uno de los
virólogos de mayor reputación mundial, quien ponía en evidencia la
ausencia de justificación médica de las medidas impuestas por
el presidente Macron [6].
Es demasiado pronto para poder decir cuál es el
verdadero objetivo de los gobiernos del primer ministro italiano Giuseppe
Conte y del presidente francés Emmanuel Macron. Lo que sí es seguro
es que no se trata de luchar contra el Covid-19.
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