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miércoles, 22 de abril de 2020

TRATADO DE LA CONFIANZA CRISTIANA CONTRA EL ESPIRITU DE PESIMISMO Y DESCONFIANZA Y CONTRA EL TEMOR EXCESIVO.


SANTAS SOFÍA, FÉ, ESPERANZA Y CARIDAD."MÁRTIRES":30 de SEPTIEMBRE ...
SANTAS: Fe, Esperanza y Caridad, Mártires

De las diferentes relaciones de la fe y la esperanza.

1 Necesidad de la fe, de la esperanza y de la caridad.
   1. "Por ahora permanecen estas tres virtudes, la fe la esperanza y la caridad" S. Pablo en este pasaje nos enseña, que hay una gran diferencia entre estas virtudes y entre los dones de profecía, el don de lenguas o de milagros, el don de gobernar a otros, el don de discernimiento de espíritus, el don de asistir a sus hermanos, el don de hablar con alta sabiduría, de hablar con ciencia y los otros dones espirituales, de que había hablado a los corintios en el capítulo precedente. Estos dones más miran a la utilidad de los otros, que a la ventaja particular de aquellos a quienes Dios los distribuye. Pero no sucede así en la fe, en la esperanza y en la caridad, "estas tres virtudes, la fe, la esperanza y la caridad, permanecen y subsistirán hasta el fin de los siglos." Estas virtudes son esenciales a toda la Iglesia en general y de una indispensable necesidad para cada uno de los miembros de la Iglesia en particular. Sin ellas ninguno ha podido jamás ni podrá conseguir la salvación
   2. Así como está escrito que "es imposible agradar a Dios sin la fe"; del mismo modo está escrito: "Desgraciados de los que les falta corazón, que no confían en Dios; que han perdido la firmeza de su esperanza; y que Dios por esta razón no los protege. " Y también está escrito, que "el que no ama está muerto  Si alguno no ama a Jesucristo sea excomulgado." Toda ley y los profetas, todo el culto de la verdadera Religión y creencia consiste en el ejercicio de estas tres virtudes: porque, como dice S. Agustín " con la fe, con la esperanza y con la caridad se ha de honrar a Dios."
   3. Estableciendo Dios su religión, ha querido formar en la tierra un pueblo que le fuese enteramente consagrado, una raza escogida, una nación santa, una sociedad de hombres separados de todos los demás; de hombres que, viviendo en el mundo, tuviesen su entendimiento y su voluntad levantados sobre todo lo visible; hombres que reputasen por nada las cosas visibles, porque pasan con el tiempo y que no pusiesen su corazón sino en las invisibles, porque son eternas; unos hombres que, mirando todos los bienes y males de esta vida como indignos de ocuparlos y detenerlos, hiciesen profesión de creer otros bienes infinitos que no se ven con los ojos corporales, y de esperar y amar una felicidad que ni los ojos han visto, ni oídos han oído y que el corazón del hombre jamás lo ha comprendido; finalmente, unos hombres que fuesen de este mundo, sino que habitasen en la eternidad, y que fuesen ya por su fe, por su esperanza y por su amor, "los ciudadanos de la misma ciudad que los santos y domésticos de Dios. "
4. Es, pues, de suma importancia el hacer comprender bien a todos, que la esperanza es tan necesaria e indispensable como la fe y que sin esperanza no hay salvación; pues habiendo poquísimos cristianos que no tengan horror a todo lo que ofende en lo más mínimo a la fe y aún a las virtudes morales o cardinales, hay no obstante muchísimos que no tienen el mismo horror a cuanto puede disminuir la esperanza cristiana. Algunos conciben un gran escrúpulo de formar la menor duda contra la fe, de detenerse en pensamientos contrarios a la castidad; y por un extraño abuso no temen, no digo debilitar sino casi destruir en sí mismos la esperanza, entregándose a inquietudes y desconfianzas continuas en la bondad de Dios; no reflexionando que la fe sin la esperanza les será inútil; y que les está mandado no solamente el conservarla, sino también el fortificarla y hacerla crecer más y más. No es un simple consejo, sino un mandamiento impuesto a todos, en aumentar siempre la fe, la esperanza y la caridad. Si nos está mandado "amar a Dios con todo nuestro corazón",  Sin ceñirnos voluntariamente a cierto grado de amor; del mismo modo nos está mandado "tener confianza en Dios con todo nuestro corazón "sin unirnos voluntariamente a grado alguno de desconfianza. Y la Iglesia tiene gran cuidado de pedir para cada uno de sus hijos este acrecentamiento de la esperanza como puede notarse especialmente en la oración del oficio de la Misa del Domingo trece después de Pentecostés.

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